Mostrando entradas con la etiqueta El Toreo de Cuatro Caminos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El Toreo de Cuatro Caminos. Mostrar todas las entradas

domingo, 26 de marzo de 2023

27 de marzo de 1963: Paco Camino y Catrín de Pastejé


El cierre de la temporada 1962 – 63 estaba próximo a llegar y también, a la vista de los resultados, la signatura de las más grandes realizaciones del llamado Niño Sabio de Camas en la capital mexicana. Apenas el 23 de enero anterior, todavía en la Plaza México, había realizado una gran faena al toro Novato, del ingeniero Mariano Ramírez, un toro de regalo que salvó del naufragio a una tarde que no pudieron a sacar a buen puerto ni Alfredo Leal, ni Juan Silveti, ni tampoco el prodigio andaluz.

Al final de esa tarde, se atribuye nada menos que a don Rodolfo Gaona haber afirmado: Toreros más técnicos podrá haberlos... También podrá haberlos más valientes... Pero como ha toreado ese chiquillo con la muleta en la izquierda es imposible torear mejor... La afirmación podría considerarse temeraria de no provenir de quien la hizo, pero una vez que se hizo pública – apareció en el número de El Ruedo de Madrid fechado el 7 de febrero de 1963 – dejó el listón muy alto para Paco Camino y para cualquiera que quisiera mejorar las cosas delante de los toros aquí en México.

La Oreja de Oro 62 – 63

Para la corrida de la Oreja de Oro se anunció un encierro de Coaxamalucan que sería lidiado por Manuel Capetillo, Juan Silveti, Joselito Huerta, Joaquín Bernadó, Paco Camino y Santiago Martín El Viti. Como se ve, fue un festejo de triunfadores que se disputarían el galardón que señalaría al triunfador de la temporada y no como en la actualidad, que se ha convertido en una mera corrida de oportunidad.

El encierro enviado por don Felipe González sacó una variedad de complicaciones. Acerca de los toros escribió para El RedondelAlfonso de Icaza hijo:

…se lidiaron seis mansos de Coaxamalucan, relativamente bien presentados, pero que no permitieron a los toreros mostrar sus facultades. De los seis no salió uno, y en cambio, sí tuvieron distintos defectos que provocaron, además del aburrimiento general, que el público se encrespara, al grado de mostrarse injusto aún con los que habían sacado algún provecho de sus adversarios…

Manuel Capetillo estuvo empeñoso y lucido con el que abrió plaza – hasta banderillas puso – y pudo salir al tercio a agradecer una ovación, agregando Icaza que bien pudo dar la vuelta al ruedo, pero no estuvo por la labor. Juan Silveti también agradeció una ovación al terminar su labor, aunque con menos fuerza que su antecesor. Joselito Huerta y El Viti fueron pitados, más que por su labor, por sus fallos con la espada y Joaquín Bernadó dio una vuelta al ruedo entre protestas.

El trofeo fue declarado desierto. Sobre este particular, Alfonso de Icaza hijo hace la siguiente reflexión:

Si hubiera habido justicia, la oreja de oro se la deberían haber disputado Capetillo y Bernadó, que fueron, de los seis espadas, los únicos que supieron sacar partido de los mansos coaxamaluqueños, pero como el primero cuenta con una legión de enemigos envidiosos, y el segundo no es ídolo, agregado a la furia imperante contra el ganadero, determinaron que el público declarara desierto el trofeo en disputa…

Paco Camino y Catrín

En la misma crónica de El Redondel, Icaza hijo habla de que la corrida tuvo dos partes bien definidas, la de la Oreja de Oro y la de dos toros de regalo que ofrecieron Paco Camino y Juan Silveti. Al final de los hechos, fue el que ofreció Camino, el que cambió el rumbo de la noche y el que dejó un recuerdo para la historia.

Narra Icaza hijo:

Paquito Camino se subió hasta los cuernos de la luna. Con la capichuela se hizo aplaudir con lances al natural y con chicuelinas, muy pintureras, aunque un tanto rápidas. Con la muleta, en cambio, nos deleitó con una faena inolvidable, en la que tan pronto toreaba con primor con la derecha, como nos regalaba con tandas de naturales en las que templaba maravillosamente, corría la mano desde aquí hasta allá, y engranaba a la perfección un muletazo con otro. Fue una faena de época, a la que sólo le encontramos un pero; sus continuos intermedios. Si en vez de ligar tandas de cuatro o cinco pases, hubieran sido de diez o doce, habría quedado como modelo para el futuro. De todas maneras, Camino confirmó ser una primerísima figura del torero. No tuvo suerte al matar, ya que necesitó de dos pinchazos antes de meter el estoque, por lo que el juez de plaza no le concedió más que una oreja, que el gran torero de Camas tiró en forma despectiva. Hubo, eso sí, cuatro, cinco o seis vueltas al ruedo, en medio de un triunfo apoteósico…

En el mismo número de El Redondel, del 31 de enero de 1963, Paco Hidalgo, colaborador del semanario, hace las siguientes reflexiones acerca de la actuación de Paco Camino esa noche de miércoles en el Toreo de Cuatro Caminos:

Recordando la ya varias veces reproducida frase del Califa Gaona, cuando lo vio torear, que dijo: “No se puede torear mejor”, voy a permitirme aclararle: sí pudo torear mejor Camino y esto lo hizo en la ya citada noche, que quedó inmortalizada, en la historia del toreo, junto con ese bravo “Catrín” de Pastejé… Salió “Catrín” haciendo cosas raras, suelto, abanto, echando las manos por delante a la hora de embestir, tal parecía que no valía un real, pero este torero, que por algo le llaman el “Niño Sabio”, se dio cuenta que el bovino traía una noble embestida que había que hacerla lucir… El toro “se comía” la muleta de bravo. Ni una sola vez dudó el toro, ni una sola vez hubo que porfiarle, ni andarle alrededor, Cuando se arrancaba, se arrancaba fuerte, franco, pero fuerte; estaba peligroso de bravo, sólo que Paco está peligroso de torero, ¡y qué torero, TORERAZO! Su faena fue de esas que dejan una honda huella en la mente, que se deleita uno recordándolas y que todavía se valorizan más a la distancia… Como los grandes trasteos fue de menos a más. Sabiendo que tenía el toro un lado izquierdo de maravilla, después de poner a los tendidos al rojo vivo de entusiasmo toreando con la derecha, vino lo insuperable, lo excelsos, con la mano de los toreros: naturales de ensueño. ¡Qué tersura en la muleta! ¡Qué limpieza en su ejecución! ¡Qué manera tan perfecta de medir la embestida, la distancia, llevarlo embebido en los vuelos y al final, dar ese muñecazo suave con que manda lejos y la muleta se extiende como un abanico y todo eso impregnado de una clase, de un sabor, que pocas veces se ve! … Cómo sería de grandiosa la faena, que el público, que ensordecía el ambiente con sus gritos de ¡TORERO, TORERO!, no reparó en los dos pinchazos entrando con fe que precedieron al estoconazo, y pidió los máximos galardones, y como únicamente hubo una oreja, lo desagravió, haciéndole dar SEIS vueltas al ruedo…

Por su parte, quien firmó como Juan de Dios, en el número de El Ruedo salido el 4 de abril de 1963, cuenta lo siguiente:

Alguien me insinuaba en voz baja – creo que era Enrique Vera – el título de la crónica de la corrida de la Oreja de Oro: «¡Olé por todo!» … El novillero Juan Anguiano me confiaba: «Yo jamás he visto torear así». El matador mejicano y secretario de la Unión de Matadores, Andrés Blando, se encontraba entusiasmado y hacía gestos de que lo que había sucedido en la arena era algo de locura… También Anselmo Liceaga se maravillaba de lo que había hecho el maestro de maestros, el «Coloso de Camas», el gran torero que es Paco Camino… Los tendidos eran un volcán de júbilo. Los espectadores se encontraban atónitos y habían enronquecido vitoreando una y otra vez, acompasando cada pase de Paco con e l ¡olé! clásico, rematado por el coro emocionante de estas latitudes «¡Torero, torero, torero!», que se prodiga cuando alguien concierta todos los matices del arte del toreo… El clamor no cesaba. Se lloraba. Se saltaba de entusiasmo en los grádenos. El público, en pie, hacía objeto de un homenaje sin precedentes al sevillano, que consumaba una de las gestas más brillantes que se puedan escribir sobre el ruedo… Decía Rodolfo Gaona, a raíz del triunfo de Paco con «Novato», que cuando se torea como en aquella ocasión todos los toros parecen buenos. De acuerdo. Pero esta vez el toro salió con muy mal estilo. Y Camino fue centrando en su capote al pupilo de Vargas, hasta que se declaró dueño y señor del ruedo con gracia, esencia y arte andaluces… Después, ¡olé por todo! Porque todo fue completo y perfecto. Desde su concepción hasta su remate. Las verónicas, las chicuelinas, los pases con la derecha, los naturales de tres tiempos, ejecutados en seis fases, como para levantarles un monumento, los pases de pecho... ¡Olé por todo! ¡Olé por esa maravilla torera! …

Aún le restaba, esa noche de miércoles, una actuación a Paco Camino en el Toreo de Cuatro Caminos, la del domingo 31, ante los seis berrendos aparejados de Santo Domingo. Esa es otra historia y sin duda, la más grande tarde que tuvo en la capital de México, hecho del que también están por cumplirse sesenta años.

Paco Camino escribiría nuevas historias triunfales en México, pero ya no en la capital. Lo haría principalmente en Querétaro y alternando con los toreros mexicanos de la generación que siguió a aquellos que lo recibieron en sus primeras visitas a nuestro país. Ya habrá tiempo de recordar esas otras grandes tardes.

domingo, 5 de marzo de 2023

3 de marzo de 1963: Alfredo Leal corta un rabo en El Toreo de Cuatro Caminos

Ya había apuntado por aquí, para más señas, el pasado 18 de diciembre, al rememorar la confirmación de alternativa de Mondeño, que el ciclo de festejos mayores 1962 – 63 se dio a plaza partida. La primera docena de festejos se celebró en la Plaza México, más que nada, creo, por las cuestiones que regulan el llamado derecho de apartado, que exigen precisamente ese número de tardes para sacarlo a la venta. Después de esa última corrida, verificada el 24 de febrero de 1963, con toros de La Laguna para Humberto Moro, Joselito Huerta y Curro Romero que confirmaba su alternativa, al domingo siguiente, la fiesta se trasladó a Naucalpan, al coso de Cuatro Caminos.

El elenco de toreros anunciado para el serial de siete fechas que se dieron entre el 3 de marzo y el 7 de abril de 1963 en El Toreo se formó con los mexicanos Manuel Capetillo, Juan Silveti, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Luis Procuna, José Ramón Tirado, Víctor Huerta, y Morenito, los hispanos Paco Camino, El Viti, Joaquín Bernadó, Diego Puerta y Curro Romero, y el lusitano José Julio y en el renglón ganadero se presentaron encierros o toros sueltos de Coaxamalucan, Tequisquiapan, Mimiahuápam. Jesús Cabrera, Pastejé, Santo Domingo, Mariano Ramírez, La Laguna, La Punta, Torrecilla, Las Huertas, José Julián Llaguno, Reyes Huerta y Valparaíso.

En una nota aparecida en El Redondel del mismo día de la confirmación del Faraón de Camas, que ya he citado en parte, se adelantaba lo siguiente:

La empresa ofreció dar doce corridas, y la de hoy fue precisamente la duodécima, no prolongándose la temporada por incosteabilidad… Además de los toreros anunciados, se contrató a Luis Procuna, a Juan Silveti, a Jorge Aguilar, a José Ramón Tirado, a Joaquín Bernadó, a Curro Romero, que se presentó hoy… Así pues, con mejores perspectivas para la empresa, se pasa a la plaza El Toreo desde el próximo domingo, abriendo un derecho de apartado para un mínimo de seis corridas, que podrían ser muchas más y para las cuales se cuenta con todos los toreros que han actuado en la México con los cuatro triunfadores a la cabeza: Capetillo, Joselito Huerta, Paco Camino y Diego Puerta, para combinar carteles que satisfagan ampliamente a la afición… Tenemos noticias de que, dentro de ocho días, actuarán Paco Camino y Joselito Huerta, con un tercero, con lo que el lleno está previamente asegurado…

Y con la anticipación reglamentaria, como lo anticipó la nota de prensa del domingo anterior, efectivamente el cartel inaugural se formó con un encierro de don Jesús Cabrera para Alfredo Leal, Joselito Huerta y Paco Camino, quienes consiguieron un importante lleno en la plaza de Cuatro Caminos

La corrida inaugural del Toreo de Cuatro Caminos

La corrida fue accidentada. Los toros de Cabrera no tuvieron ese día el trapío suficiente para agradar a la concurrencia y fueron protestados de continuo y para más INRI, el tercero de la tarde, primero del lote de Paco Camino, llamado Tragabuches, se despitorró al estrellarse contra el estribo de la silla del picador en su primer viaje hacia los montados y fue devuelto y sustituido por otro de la misma ganadería, el que según la crónica de Ojo, con más edad al parecer, y bien puesto de cuerna... Ya había molestia por la poca presencia de los primeros dos toros, sin importar el tesón que puso Joselito Huerta para tratar de agradar a la parroquia.

La corrida siguió por el despeñadero. Quizás el momento crítico fue durante la lidia del cuarto, donde el ya citado don Alfonso de Icaza señala que el Juez de Plaza aguantó la bronca y mantuvo en el ruedo a otro toro carente de trapío y que El Príncipe del Toreo se empeñó en torearlo, por lo que a la mitad del trasteo la concurrencia, en son de chunga, comenzó a sacar pañuelos pidiéndole las orejas. 

Joselito Huerta tuvo momentos de lucimiento ante el quinto Curro Puya, luciendo con la capa y logrando sujetar a un toro que tendía a buscar el abrigo de los machihembrados tableros de Cuatro Caminos. En la labor de recoger y sujetar se le fue caminando el tiempo y la concurrencia de los tendidos empezó a impacientarse y las opiniones a dividirse. 

Paco Camino, tras de que el primero de su lote tuvo que ser sustituido, no las tuvo todas consigo. Pero le esperaban tardes mejores en los días siguientes y en ese mismo ruedo.

El séptimo de la tarde

Alfredo Leal anunció el regalo de un toro, sin que la crónica de Ojo precise el momento. El obsequio se llamó Carpintero, procedía de Pastejé y era de pelo negro. La actuación del Príncipe ante este toro fue descrita así por el invocado cronista de El Redondel:

Leal lo recoge con la capa y entre las verónicas que le propina tres que le resultan de recibo y le valen palmas… Una vara recargando, que dura eternidades y cambio de tercio a petición del donante… Cumplen los banderilleros y la plaza entera aplaude a Joselito Huerta, que anuncia a su vez que va a regalar un toro… Brinda Alfredo e inicia su faena con dos magníficos pases en el estribo. La continúa con otro de rodillas, también valentísimo y la sigue con dos magníficos derechazos, rematando con un soberbio pase de pecho. Ovación general… Alfredo se crece, se agiganta y liga muletazos superiores de toda superioridad, entre ovaciones y dianas continuas. Sus naturales, ligados a la perfección, tienen precioso remate con un pase de pecho que ni dibujado… Más naturales y otro de pecho monumental, para seguir con un adorno muy torero y varios derechazos estatuarios. Da un afarolado, sigue con uno de pecho y da unas manoletinas ceñidísimas que caldean aún más el ambiente. Entra a herir en derechura; se vuelca sobre el morrillo de la res y deja una estocada hasta el puño que sospechamos de defectuosa dirección a juzgar por la premura con que sus peones extraen el arma. El toro queda de todas maneras anonadado, pero no dobla, estallando la plaza de entusiasmo cuando se entrega, para que lo pare el puntillero; se amorcilla la res que por fin se entrega al punto de que miles de pañuelos flamean en los tendidos, pidiendo para Alfredo Leal los máximos honores, Le concede la autoridad las dos orejas y el rabo, pero el público protesta éste. Leal lo tira y da la vuelta al ruedo mostrando orgulloso los dos apéndices auriculares del bravo astado de Pastejé, a quien se conceden los honores del arrastre lento…

Como lo deja bien patente don Alfonso de Icaza, la concurrencia hizo a Leal tirar el rabo por considerar que la autoridad se excedió en la concesión del trofeo, pero para la estadística, fue el número 27 de los 36 allí concedidos. Joselito Huerta regalaría esa misma tarde otro toro de Pastejé, pero no tendría suerte con él.

Lo demás que traería esa temporada

Aunque se disputaría una Oreja de Oro que quedaría desierta, en el ciclo se tendrían tardes de gran calado con faenas como las de Diego Puerta a Limoncito y a Soñador de Valparaíso,  la de Santiago Martín El Viti a Marismeño de Tequisquiapan, o las Paco Camino a Catrín de Pastejé, toro de regalo la noche de la mencionada Oreja de Oro y días después las realizadas a los ya históricos berrendos de Santo Domingo.

También habría tardes aciagas, como la de Luis Procuna con Ojitos de Mimiahuápam, que se le fue vivo sin siquiera haber intentado tirarse a matar, o la de Curro Romero el siguiente domingo cuando armó la marimorena en sus dos toros e incluso fue multado por doblarse y encajar el estoque en los ijares del toro al rematar la suerte en su segundo. 

Esa fue la inauguración de una temporada de hace seis décadas, la que seguramente tendrá material para seguir contando aquí en las siguientes semanas.

domingo, 29 de enero de 2023

Hace 50 años: La despedida de los ruedos de Joselito Huerta

El 7 de noviembre de 1971 en Tlaxcala, se celebró una corrida de toros en la que Manolo Rangel recibió la alternativa de manos de Joselito Huerta, atestiguando su hermano Jaime. Los toros, en concurso, vendrían de Atlanga, La Trasquila, Zacatepec, Coaxamalucan, Las Huertas y Zotoluca

El segundo de la tarde y primero del lote de El León de Tetela sería el de La Trasquila. Estuvo a la altura de las circunstancias con él. Tras de la lidia, al ir caminando por el callejón de la plaza, sufrió un desvanecimiento y también ingresó en la enfermería. El diagnóstico inicial fue el de un  cuadro de agotamiento general. Sin embargo, los signos que externaba el torero ameritaron el examen por otros especialistas que dictaminarían la realidad clínica de Joselito Huerta, que iba más allá de un simple problema de stress.

Ya en la capital mexicana, sus médicos en el Sanatorio Español lo sometieron a diversos estudios de laboratorio y gabinete y se pudo determinar con precisión que lo que padecía era un aneurisma de carótida en su porción intracraneal, razón por la cual, a recomendación de sus médicos, el internista Hernán Cristerna y Jaime Heysser, neurocirujano de ese nosocomio, fue trasladado a Zurich, donde se le intervino el día 15 siguiente y se reparó el problema que padecía.

En ese momento, Joselito Huerta llevaba 53 festejos toreados, habiendo cortado 76 orejas y 8 rabos, quedando – creo que por ese parón involuntario – como segundo en el escalafón y me encuentro con que el semanario madrileño El Ruedo le apunta un festejo en ruedos de España ese año, aunque no he podido localizar fecha y plaza.

Joselito Huerta reaparecería en la Plaza México el 13 de febrero de 1972, junto a Alfredo Leal y Antonio Lomelín, para lidiar toros de José Julián Llaguno. Al terminar el paseíllo se le hizo dar la vuelta al ruedo, reconociéndole la afición capitalina su valor y su entrega. Esa tarde le cortó la oreja a Pintor, el primero de su lote. Cerró esa campaña con 44 festejos.

Esta temporada de 1972 fue breve en el número de festejos, habida cuenta que durante el segundo trimestre de ese año, tuvo que dedicarse casi de tiempo completo a solicitar el voto de los ciudadanos de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, donde fue postulado para ser Presidente Municipal (Alcalde) y en el último trimestre, otra vez, se tuvo que dedicar casi de manera exclusiva, al proceso de entrega – recepción de la administración, porque ganó la elección para el periodo que inició el 1º de enero de 1973 y concluyó el 31 de diciembre de 1975.

La campaña del adiós

Aunque su despedida se produjo en 1973, bien podríamos considerar que ese camino se inició, al menos en la Plaza México, el 3 de diciembre de 1972, cuando compartiendo cartel con Curro Rivera, apadrinó la confirmación de alternativa de José Mari Manzanares, con toros de Torrecilla. Ya llegado el año nuevo, lo inició el día de año nuevo toreando en Puebla, matando en solitario una corrida de Cerro Gordo, a la que cortó tres orejas. El 7 de enero, en Acapulco, se llevó otras cuatro de los toros de Ayala que lidió allí, y el siguiente domingo, en Monterrey, le tumbó las orejas de un toro de San Mateo y el 21 de enero, en León, cortará otras tres orejas a los toros de Torrecilla que le tocaron en el sorteo. El León de Tetela daba la impresión de estar embalado. A propósito de la tarde de Monterrey, escribió Antonio Córdova para el diario El Porvenir:

...la gente se le entregó plenamente, cuando las notas de las melancólicas Golondrinas atronaron el espacio Monumental, y José, gallardo y jarifo, daba dos vueltas al ruedo, devolviendo prendas y al coro de ¡torero, torero!, en la última tarde que vistió de luces en esta ciudad. Sólo habrá de torear el domingo en León y el 28 de este mes en la Monumental de Insurgentes se cerrará para siempre una de las páginas más brillantes en la historia del toreo, cuando Joselito toree por última vez en el ruedo mayor...

La tarde final

Para el domingo 28 de enero de 1973, décima corrida de la temporada 1972 – 73, se anunció un encierro de José Julián Llaguno que lidiarían Joselito Huerta, Manolo Martínez y José Mari Manzanares. El festejo sería transmitido en vivo y por televisión abierta a todo el territorio nacional, me tocó verlo en esta última modalidad. Para quienes dicen que la tele resta espectadores en los tendidos, la Plaza México estuvo llena hasta el reloj ese día. Eso refleja que, si los carteles están debidamente rematados, no hay razón para que la gente se abstenga de ir a las taquillas.

La confección del cartel vino a terminar con una serie de especulaciones que se hicieron en días anteriores a su anuncio, casi todas en el sentido de que la corrida final de Joselito Huerta sería una en la que él despacharía en solitario el encierro a lidiarse. Comentó en su día José Miñón Toriles, en su programa radiofónico Toros y Toreros:

Defendimos a José Huerta cuando le sacaron un artículo reciente en un diario capitalino, porque querían que matase los seis toros solo, dijimos que no tenía por qué hacerlo y que el rectificar era de sabios, pero en lo que no podemos estar de acuerdo, es que un maestro, todo un lidiador de categoría, un torero todo pundonor y hombría, admitiese que en un día tan señalado salieran por el portón de los sustos estos novillitos inadmisibles para un torero como él y una plaza como la nuestra… José Huerta no debió nunca admitir los novillitos que salieron hoy por el portón de los sustos, disparejos, sin pitones, exceptuando el de su retirada, que fue el último que mató esta tarde José vestido de luces…

La opinión de Toriles acerca de esa situación refleja otra, la exigua presencia del encierro que se lidió en esa señalada fecha. Las crónicas de Don Neto para la Agencia France Presse (AFP) y de quien firmó como Juan Rafael para El Siglo de Torreón, no reparan en la presencia del ganado que esa tarde se lidió. Únicamente lo hacen el corresponsal de la agencia EFE, que envió su reseña al semanario madrileño El Ruedo y el citado José Miñón

La última faena

El cuarto toro de la tarde se llamó Huapango, al que se le anunciaron 450 kilos en la tablilla. Vestido de nazareno y oro, el diestro poblano le realizó una faena importante, en la que destacó el poderío que siempre le caracterizó delante de los toros, porque el toro de Llaguno no fue precisamente uno de esos que iban y venían. Relata el ya nombrado Juan Rafael para El Siglo de Torreón:

A “Huapango” le corta el rabo. La faena fue valiente de verdad, entregándose, parecía que José quería quedarse allí. Hubo un momento en el que el toro tiró un derrote que pareció alcanzar al Maestro. Más no fue así. José ni se inmutó siquiera. Consiguió torearlo metido entre los pitones, sin escuchar las evocadoras notas de “Las Golondrinas”, sintiéndose como en sus mejores días, como si la corrida de esta tarde, fuera una más dentro de su largo peregrinar por el mundo de los toros... Aquí en tu Plaza México estábamos todos Joselito, no cabía ni un alfiler. Aquí volvimos a aplaudirte. Adiós, Joselito. Que en tus nuevas actividades sigas dándonos el ejemplo de hombría y entereza que nos diste en los ruedos del mundo...

Por su parte, José Miñón Toriles, hizo la siguiente remembranza:

Con el de la despedida dos verónicas magníficas por el lado izquierdo y ya después, con la banda tocando las “Golondrinas”, vinieron derechazos, naturales, algunos de categoría, entre los olés del respetable, tres por alto, el de pecho, molinetes rodando por desgracia en tres ocasiones el burel por la arena, como asimismo le sucedió a sus hermanos, y al ver esto, finiquitó de una estocada caidilla a este toro que será el último que mate en su vida de torero y vestido de luces Joselito Huerta... Ovación grande, dos orejas y el rabo, vueltas al ruedo, gentío en el mismo acompañando a José, quien después besó la arena en el centro del anillo. En resumen, una despedida donde hubo de todo. Los hijos del diestro fueron los que le quitaron el añadido entre fuertes ovaciones. Ni modo, así fue la cosa y ahora volvemos a desear a José Huerta que siga triunfando en su nueva ocupación y que todo le salga a la medida de sus deseos...

El rabo de Huapango se vino a adicionar a los de Talismán de Piedras Negras; Motorista y Recaudero de La Laguna; Cantarito de Valparaíso; un segundo Talismán, también de Piedras Negras; Rebocero de José Julián Llaguno; Vagabundo de Valparaíso, cortados en la Plaza México y los de Soldado de Valparaíso; Superior de Mimiahuápam y Espartaco de Moreno Reyes Hermanos, obtenidos en El Toreo de Cuatro Caminos para sumar así once rabos cortados en la capital mexicana.

Lo que después siguió

Rafael Rodríguez se preguntaba, al reflexionar sobre su despedida de los ruedos, si acaso sería un desempleado. En el caso de Joselito Huerta no fue así, pues el 1º de enero de ese 1973, asumió el cargo de Presidente Municipal de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, lugar en el que siguió en la actividad pública, en contacto con la gente, pero ya no como el ídolo de la multitud, sino como servidor de ella.

No dejó de practicar la charrería, otra de sus grandes aficiones y de torear ocasionalmente festivales benéficos y de los toreros de su generación, fue el último en torear en el ruedo de Las Ventas de Madrid, en uno de esos festivales, organizado para auxiliar a Vicente Ruiz El Soro, el 2 de marzo de 1997. Vestido de charro, sorprendió gratamente y como dijo en su crónica don Javier Villán, haciendo soñar a la afición madrileña con la lentitud eterna de su templada muleta…

Joselito Huerta falleció en la Ciudad de México, a causa de las consecuencias de una Hepatitis C, el día 12 de julio del año 2001.

domingo, 25 de diciembre de 2022

25 de diciembre de 1968: Richard Corey gana el Estoque de Plata en Guadalajara

The Virginian

En mis primeros años de vida, vi a mi madre leer con fruición una novela titulada como este acápite varias veces. Ella era una feroz devoradora de novelas en lengua inglesa, sobre todo aquellas que venían en el formato paperback tan popular en la tierra que le vio nacer. La verdad es que el título de la obra permanece en mis recuerdos, pero es hasta que me siento delante de la hoja en blanco para escribir estas líneas, que me preocupo por saber acerca de esa obra.

Así, me entero que The Virginian (1902), obra de Owen Wister, resulta ser, según la opinión mayoritaria, el primer western de ficción, que vino a permitir el establecimiento de un género literario y cinematográfico – versiones de la novela de Wister se filmaron en 1914, 1923, 1929 y 1946 – en los Estados Unidos. 

Pero también The Virginian es el título del séptimo capítulo de la obra de mi amigo Lyn Sherwood titulada Yankees in the Afternoon, en la que hace un repaso histórico de los toreros estadounidenses que han dejado alguna huella en la historia de esta fiesta. En ese séptimo capítulo Sherwood se dedica a relatar la vida y hazañas en los ruedos de Richard Corey, precisamente nativo de Charleston, West Virginia.

Ese virginiano vendría a hacer una interesantísima carrera en los ruedos de España y de México, a donde llegó a mitades de los años 60 y comenzó a aprender las bases del toreo en los Viveros de Coyoacán, mostrando una voluntad de aprender y una afición que no le cabían en el cuerpo. Eran los días en los que no había escuelas taurinas y a torear se aprendía en las prácticas de salón y recorriendo la legua.

Tal era la afición de Richard Corey, que el domingo 3 de diciembre de 1967, en El Toreo de Cuatro Caminos, se le tiró de espontáneo a Manolo Martínez en el segundo de su lote. Existen algunas fotografías del considerado anarquista de la fiesta en las que corre con largueza la mano diestra a ese Fundador de Mimiahuápam. La crónica de Carlos León de ese histórico festejo, recoge lo siguiente sobre este particular:

...Ahora está el de Monterrey ante “Fundador”, otro toro de solera que desde su salida se come los capotes y da ocasión a que Manolo se luzca con el suyo, en magníficas verónicas y en pinturero quite. Por desgracia la intromisión inoportuna de un espontáneo siembra el desconcierto sobre la arena. En la captura del intruso se excede brutalmente la Gestapo de San Bartolo, dando un clima de bronca y repulsa contra los esbirros y sus macanas. Para calmar las iras populares, Manolo tiene que rifársela de verdad y logra otra faena torera y temeraria. Y hunde bien la espada. Pero “Fundador” sostenido por su casta, se niega a doblar. Y entonces, Manolo echa a perder todo con una serie interminable de intentos de descabello, al grado que no hay más remedio que tocarle un aviso...

El en ese momento ignoto Richard Corey logró llamar la atención y de esa manera conseguir su vuelta a los tendidos. Ah, y, además, le puso cara la papeleta al anunciado para matar ese toro.

Toreando vestido de luces

El valor indiscutible que mostraba le permitió recorrer distintas plazas de la república. El 16 de junio de 1968 se presenta en la Monumental Jalisco, alternando con Ángel García El Chaval y Carlos Campos El Ahijado en la lidia de novillos de don Jesús Cabrera. Eso le valió torear los festejos del 8 y 15 de diciembre, además del que da motivo a que meta yo los pies en esta historia.

En Aguascalientes sería cobijado primero por el Grupo de los 5 – integrado por Gabriel Salazar, Héctor de Granada, Mario Rentería, José Luis Ornelas y Paco Muro – y posteriormente por la empresa de don Guillermo González Muñoz. En esos días asentó sus reales en esta tierra y en torno a su persona se tejían algunas leyendas, como aquella de que era un desertor de las filas estadounidenses, que no quiso ir a la guerra en Vietnam. Todavía hoy, se cuenta esa situación por quienes saben de su paso por nuestra ciudad. En algún momento de estas fechas, se le empezó a anuncia con su nombre castellanizado, como Ricardo Corey.

En el año de 1970, en la novillada de la Feria de San Marcos, ganó el Cristo Negro del Encino, después de que fuera uno de los soportes de la temporada 1969 – 70. También en ese calendario se dio su presentación en la Plaza México, el domingo 25 de julio, fecha en la que alternó con Raúl Ponce de León y el regiomontano Enrique Fernández, en la lidia de novillos de Gustavo Álvarez. En su debut le cortó la oreja al 6º, Alemán. Eso le valió torear seis novilladas en ese ciclo, entre ellas, un mano a mano con Adrián Romero, aunque salió con dos cornadas y solamente mató al primero de su lote y la del Estoque de Plata el primero de noviembre.

El Estoque de Plata de Guadalajara en 1968

El día de Navidad del año de los Juegos Olímpicos en la capital mexicana, se anunció la 14ª novillada de la temporada, en la que en disputa del Estoque de Plata aportado por la empresa de don Leodegario Hernández, actuarían en el ruedo de la Monumental Jalisco el acalitano Armando Mora, Arturo Ruiz Loredo, el portugués Oscar Rosmano, Ricardo Corey, Jorge Blando y Alfredo Alonso ante novillos de Guayabé, hierro de la titularidad de don Luis Obregón Santacilia.

Richard Corey le cortó las dos orejas al cuarto de la tarde, la relación del festejo, firmada por Enrique Aceves Latiguillo, cronista titular del diario El Informador de Guadalajara, dice sobre este particular:

Al norteamericano correspondió lidiar el mejor novillo del encierro, aprovechándolo perfectamente bien, tanto con el percal como con la muleta, con aquel en valientes faroles de rodillas y en preciosas orticinas, y con ésta, en templados derechazos, en estupendos naturales, en estatuarios ayudados por alto, en riñonudos molinetes de hinojos y en algunos estatuarios de pecho, y como mató de un pinchazo en buen sitio y de una media de rápidos efectos, se le concedieron las dos orejas de su adversario y con ellas tuvo más que suficiente para quedarse también con el trofeo ofrecido por la Organización de Leodegario Hernández.

El trofeo se lo disputó con cercanía el lusitano Oscar Rosmano, quien le cortó la oreja al segundo del festejo. Por su parte, Armando Mora, Arturo Ruiz Loredo, Jorge Blando y Alfredo Alonso no pudieron más que mostrar voluntad ante los bravos novillos de Guayabé.

En ruedos de España

Para 1971 Richard Corey enfrentó a su destino en ruedos hispanos. Torearía nueve novilladas ese ciclo, presentándose en Sevilla el 11 de julio y el 1º de agosto, y en la primera de esas tardes, en la que alternó con Curro Vega y Diego Sanlúcar en la lidia de novillos de Alfonso y Manuel Lacave, le cortó una oreja al primero de su lote. Sobre esa primera actuación en el ruedo maestrante, Manuel Olmedo Don Fabricio II, escribió en el ABC hispalense:

Dio la nota de emoción, en el segundo de la tarde, el mexicano Ricardo Corey, torero físicamente granado, que acreditó un valor desmedido al aguantar impávido los impresionantes derrotes del novillo, en una faena sin calidad, pero con el mérito indiscutible de la decisión inquebrantable que la inspiró. A lo largo del trasteo imperó el ¡uy! sobre el ¡olé!. Corey sufrió una aparatosa cogida. No se amilanó por el percance, incruento afortunadamente. Continuó cerquísima, jugándose el tipo, y coronó sus temeridades con una certera estocada. Obtuvo una oreja...

Al llegar al cierre de la temporada recibió una primera alternativa en la plaza castellano – manchega de Guadalajara, de manos de José Ruiz Calatraveño y con Rafael Torres de testigo, ante toros de don Luis Algarra Polera, cortando una oreja al toro de la ceremonia.

No ejercería mucho como matador de toros con ese doctorado, pues para el siguiente calendario lo renunció y toreó una decena de novilladas, a las que sumó otras once en 1973. En 1974 fue investido en definitiva como matador de toros en Cabra, apadrinándole Curro Girón y atestiguando José Fuentes. Los toros fueron de Clemente Tassara. Esa tarde le cortó las dos orejas a cada uno de sus toros.

Después de la alternativa actuó en otras ocho corridas en ruedos andaluces y para 1975, solamente se le registra una actuación el día 12 de octubre, en la Monumental de Barcelona, donde compartió cartel con César Morales y Félix López El Regio, en la lidia de toros de Juan Guardiola Soto y Manuel Sanz Jiménez (2º). Esa tarde en la capital catalana es la que se registra como su última actuación vestido de luces.

El devenir de Richard Corey

Tras de su presentación en Barcelona, volvió a los Estados Unidos y se dedica desde entonces a negocios agroindustriales. Richard Corey ya no confirmó su alternativa, ni en Madrid ni en México, tierra en la que, de acuerdo a los anuarios, tampoco se presentó ya como matador de toros.

Una apostilla final

El festejo taurino de Navidad es una tradición verdadera de esta fiesta. Ese 25 de diciembre de 1968, en Guadalajara, se dio, además del festejo que aquí me ha ocupado, otra novillada en El Progreso, en la que alternaron Alberto Martínez, Miguel Ángel Núñez y un fenómeno que, de no haberse encontrado con las astas de los toros, hubiera llegado lejos, me refiero a Curro Gama, quienes lidiaron novillos de Cerro Viejo.

Las crónicas reflejan que El Progreso se llenó y que la Monumental Jalisco registró la mejor entrada de su temporada novilleril, entradas ambas, prueba de que cuando se presentan carteles formados con imaginación y con nombres que interesan a la afición, ésta acude al llamado de las empresas.

No me resta más que desearles que tengan una Feliz Navidad en unión de aquellos a quienes quieren y pedirles que si está en su mano ayudar a alguien que tenga la suerte en contra en estos días, lo hagan, que algún día serán recompensados.

domingo, 18 de diciembre de 2022

En la confirmación de Mondeño, Jesús Córdoba sale en hombros y Joselito Huerta corta las orejas

Después de que en noviembre de 1961 se arreglaran las cosas entre las torerías de España y México – una vez más – principalmente la empresa de la Plaza México, a cargo del doctor Alfonso Gaona, se encontraron en la posibilidad de traer toreros de aquellas tierras, muchos de ellos al menos visualmente conocidos para nuestra afición, porque los noticieros cinematográficos de la época, a instancias de José Alameda, en el caso del titulado Continental, contenían breves reportajes acerca de sus más destacadas actuaciones en los ruedos de allende el mar.

Ese arreglo permitió que un importante grupo de toreros hispanos confirmaran, al menos, sus alternativas en la capital mexicana. Así, la temporada se inauguró con la de Paco Camino (16 de diciembre), quien ya había incendiado el ambiente mexicano con sus triunfales actuaciones en El Toreo de Cuatro Caminos. Le seguirían las de Santiago Martín El Viti (30 de diciembre), Diego Puerta (1º de enero), Joaquín Bernadó (20 de enero) y Curro Romero (24 de febrero), casi todos ellos con una triunfal historia en su paso por nuestros ruedos.

La segunda corrida de la temporada 1962 – 63, el 23 de diciembre, también contenía una confirmación, la de un torero de Puerto Real que tenía por esencia de su hacer ante los toros la quietud. Me refiero a Juan García Mondeño, diestro que seguiría actuando nuestras tierras y que ve su nombre inscrito en alguna de las más importantes efemérides de la historia reciente de nuestra fiesta. El cartel de esa corrida de confirmación lo completarían Jesús Córdoba y Joselito Huerta, con un encierro de don Luis Barroso Barona, de Mimiahuápam.

La confirmación de Mondeño

Juan García Jiménez había recibido la alternativa en Sevilla, el Domingo de Resurrección de 1959, le apadrinó Antonio Ordóñez y atestiguó Manolo Vázquez. Ese día le cortó la oreja a Cañamazo, el primero de la tarde, de doña Raimunda Moreno de Guerra. En el San Isidro del siguiente año confirmaría su doctorado en Madrid y siguiendo la costumbre de su padrino de alternativa, el cartel de toreros de ese festejo confirmatorio se repitió, para enfrentar en esa ocasión toros de don Atanasio Fernández.

La tauromaquia de Mondeño tenía por divisa la quietud no desprovista de clase, que para aquellos que buscan antecedentes de las cosas que hoy ocurren, quizás represente una epifanía de lo que varias décadas después sería la tauromaquia, por ejemplo, de José Tomás. El portuense Juan García ya había dejado claro una vez más, que el aforismo de Espartero en el sentido de que, si uno no se quita, lo quita el toro, era cosa de tiempos idos, que, con una adecuada colocación y un buen juego de brazos y muñecas, era posible el evitar los encontronazos con los astados.

Jesús Córdoba le cedió esa tarde prenavideña de 1962 al toro Rociero con 468 kilos anunciados en el cartelito y ante él, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel de la misma fecha del festejo, le reseña lo siguiente:

Juan García brinda a la plaza entera, muy ceremoniosamente y comienza su faena con pases por alto a pie firme, seguidos de otros en que trata de despegarse al burel, sin conseguirlo. Intenta torear por derechazos y el bicho le tira un derrote y de ahí en adelante, aunque “Mondeño” trata de hacer su toreo, el astado, que es muy pegajoso, no se lo permite. Tres naturales que no pasarán a la historia; toreo derechista sin nada de particular; insistente cite con la zurda para nuevos pases rápidos, viéndose molestado el diestro por el aire… “Mondeño” sigue toreando y otra vez se ve en peligro, optando al fin por entrar a matar, lo que logra sin estrecharse ni tanto así y mediante notorio arqueo de brazo, logra hundir casi todo el estoque sin estrecharse. Como la espada ha quedado tendenciosa, vienen capotazos de la peonería y nuevo viaje del diestro hispano con muy parecidos resultados al anterior. Descabello al primer intento…

Es decir, únicamente pudo el torero portuense cumplir con el trámite, pues entre el viento y las condiciones del toro, poco pudo lograr de lucimiento. Ya tendría más ocasiones de mostrar aquí su valía.

El triunfo sin apéndices de Jesús Córdoba

Ante la posibilidad de hacer una nueva campaña en ruedos hispanos, el Joven Maestro sabía que un triunfo en la principal plaza mexicana le daría credenciales para colocarse en las más importantes ferias españolas. Así, enfrentó con decisión a los toros que le tocaron en el sorteo, destacando su toreo de capa ante el primero de su lote y la faena de muleta al cuarto, toro que decía Ojo, se dejó crudo para el tercio final. 

Pero el triunfo vendría ante un toro de regalo. No es desconocida la cercana e íntima amistad que tuvieron don Luis Barroso y Jesús Córdoba. Así, y aunque las crónicas no lo consignen, puedo afirmar con poco margen de error, que el ganadero le obsequió a su amigo a Cantarero, que hizo séptimo lugar y ante el que, dice don Alfonso de Icaza, el torero de León, Guanajuato, estuvo:

Tres varas, recargando en la segunda que resulta en tres tiempos, y ningún quite destacado, porque así el de Mimiahuápam le da por rascar la arena… Los peones cumplen y “Mondeño” tiene el rasgo de compañerismo de permanecer en la arena, sin obligación alguna a estas alturas… Jesús brinda e inicia su faena con la derecha, ante un toro que escarba la arena y dobla en una ocasión los remos. Le liga tres derechazos, uno de ellos de vuelta entera y se hace aplaudir estrepitosamente de cuantos aficionados permanecen en la plaza. Un buen pase de la firma y más derechazos un poco angustiados en el remate, por quedársele el burel. Los intermedios se suceden y Córdoba vuelve a derechear con primor, aunque se enmiende entre pase y pase. Torea Jesús por alto; sufre un desarme; vuelve a correr la diestra, quedándosele el toro al final y entrando a herir con fe, sepulta el estoque, que queda un poquitín desprendido, doblando “Cantarero” a los pocos instantes. Ovación, petición de oreja que no concede la autoridad y paseo en hombros por el ruedo entre aplausos generales.

Como se ve, Jesús Córdoba apuró hasta su última carta para tratar de salir triunfante ese domingo y lo consiguió. Eso le valió volver a la gran plaza algunos domingos después, para apadrinar la confirmación de alternativa de Diego Puerta.

Joselito Huerta cortó las orejas

El testigo de la confirmación de Mondeño fue quien se llevó a casa las orejas. Le cortó dos a Romancero, tercero de la tarde, entre el regocijo colectivo y del quinto, Poderoso, le fue concedida otra, protestada ésta por la concurrencia, razón por la cual dio la vuelta al ruedo sin ella en las manos.

Ante Romancero, dice Ojo que sucedió lo siguiente:

Joselito Huerta, tras el doble brindis que ya va siendo de rigor, muletea a su adversario con tranquilidad y mando. El astado dobla los remos en dos ocasiones, pero Joselito tira de él con el trapo rojo en dos derechazos superiores que remata, previo cambio de mano, con un superior pase de pecho. Ovación y música. Sigue toreando superiormente, dando pases largos y sentidos que entusiasman a la gente estallando ovación tras ovación, mientras el diestro de Tetela se recrea ante un bicho de admirable nobleza, pero al que había que torear tan bien como él lo ha toreado para sacarle partido… Joselito se crece; se adorna airosamente en carios momentos; iguala a la res y pincha en lo duro, llevándose el arma… Fue mejor que así sucediera, porque ahora vemos a José torear con la izquierda como nunca lo habíamos visto. Sus naturales son eternos y su pase de pecho, auténticamente magistral. Igualada la res, atiza Joselito un estoconazo que mata sin puntilla. Ovación clamorosa; miles de pañuelos agitándose en los tendidos, concesión presidencial de dos orejas y arrastre lento a un toro que fue un dechado de nobleza. Con la plaza entera en pie, Joselito Huerta recorre el anillo en son de triunfo una y otra vez…

Así pues, la tarde resultó ser redonda para los nuestros, que acreditaron de nueva cuenta su calidad de figuras del toreo y la necesidad de formar parte con carteles imaginativos que, por una parte, llevaran a la gente a los tendidos y por la otra, facilitaran la competencia entre ellos.

Temporada a plaza partida

La corrida de la confirmación de Curro Romero vino a ser el cierre de ese ciclo para la Plaza México, pero continuaría en el vecino Toreo de Cuatro Caminos. La razón básicamente era económica, porque en la Ciudad de México se arrastraba, desde los años 40, esa inconstitucional sobretasa del diez por ciento sobre la entrada bruta, en cualquier espectáculo taurino, para la asistencia pública. Escribe Daniel Medina de la Serna:

La entrada, con plaza llena, monta a medio millón de pesos, pero de ellos hay que cubrir impuestos del Departamento del Distrito Federal de 17.5%; el de Asistencia Pública de 10% y la renta de la plaza que importa el 10%; de modo que los pesos se convierten en setenta y cuatro y medio centavos; el medio millón se reduce a $322,500, de los que hay que pagar $60,000 de los toros, $50,000 de cuadrillas, $40,000 de publicidad, $10,000 de empleados; total $160,000 que rebajados de los $322,500 dejan un saldo de $162,500, de los que hay que cubrir, sueldos de los toreros, servicios de la plaza y otros muchos gastos más que determinan que, aun con llenos, se pierde dinero en la Plaza México… A continuación, señala dicho boletín que en El Toreo la cosa es diferente, desde luego sin el impuesto a Salubridad – que el “doctor” Gaona, cuando regresó para hacerse cargo nuevamente de la empresa, había asegurado que se condonaría –. Los impuestos en el Estado de México eran, así mismo, menores por lo que es lógico pensar que, con la gente metida en toros, mayores ganancias tendría la empresa si se trasladaba al coso de Cuatro Caminos. Y seguramente no se equivocaron...

Así pues, como el calendario anterior, la temporada tuvo dos partes bien definidas. Esta sería la última ocasión en la que el doctor Gaona tendría la oportunidad de operar en esa manera, pero dejó bien claro que la capital de México, en esos días, podía soportar dos plazas de toros en funcionamiento. 

Hoy, tristemente, no hay quien le pueda a la gran Plaza México

domingo, 21 de agosto de 2022

21 de agosto de 1960. La tragedia de Cañitas

Cañitas en Madrid
10 de junio de 1945
Foto: Martín Santos Yubero
Ya había dejado escrito por estas páginas algunas de las hazañas de Carlos Vera Cañitas, torero mexicano que tuvo por divisa el valor cabal y sin cortapisas. Surgido en una época en la que tuvo que competir con toreros que o dominaban la técnica y el oficio o eran artistas consumados, resultó un ingrediente interesante para integrar carteles en los cuales su manera de hacer el toreo contrastaba con la sabiduría o el refinamiento de sus alternantes, a quienes con sus alardes de temeridad muchas veces empujaba a dar ese paso hacia adelante que en otras condiciones no se produciría.

Alternativado el 26 de octubre de 1941 por Lorenzo Garza en Ciudad Juárez y confirmado en El Toreo el día 9 del mes siguiente por Armillita, en esa tarde comenzó a recorrer las enfermerías de las plazas, pues el segundo de su lote lo hirió de consideración, pero eso no detuvo su actuar por las arenas de nuestro país, aunque en la capital mexicana se le relegara a las temporadas económicas de verano, en las que tuvo faenas como las del toro Serranito de don Carlos Cuevas, o las dos realizadas la tarde de la despedida del Tigre de Guanajuato Juan Silveti.

Al mediar 1944 se reanudó el intercambio taurino con España y de inmediato buscó colocarse en los carteles de aquellas tierras. Logró sumar 19 tardes a pesar de que llegó allá ya avanzada la temporada y confirmó su alternativa en Las Ventas el 10 de septiembre, recibiendo los trastos de manos de Paquito Casado, en presencia de Rafael Albaicín y Arturo Álvarez Vizcaíno, también confirmante. El toro de la ceremonia, primero de la tarde, fue Atendido, de Concha y Sierra y de su actuación, escribió para El Ruedo, Benjamín Bentura Sariñena Barico:

Carlos Vera, Cañitas es un torero valiente, un fácil banderillero y certero estoqueador. Se para a veces con el capote y se ciñe muy decidido con la muleta. No es de los que se asustan con facilidad, y sus rasgos de valor son de los que emocionan al público. Su fuerte, a nuestro parecer, es la muleta, y no porque con ella logre pases de irreprochable factura, sino porque en cada muletazo pone una gran cantidad de valor y un empeño decidido de pasarse al toro…

Esa sería la primera de catorce tardes en las que actuaría en la principal plaza del mundo y que, hasta el 10 de mayo de 2018, lo tendrían como el torero mexicano que más veces había actuado en ese ruedo con catorce festejos. Su facilidad con las banderillas le emparejó con Emiliano de la Casa Morenito de Talavera, con quien toreó allí en seis de esas fechas, y también compartió cartel en distintas tardes con diestros como Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Pepe Luis Vázquez o Ángel Luis Bienvenida y abrió la puerta grande el día 10 de junio de 1945, después de cortarle las dos orejas a Javaíto el quinto de los de Juan Pedro Domecq corridos esa tarde. 

Cañitas tuvo vitola de figura dentro y fuera del ruedo en España. Escribe Francisco Olivencia en El Faro de Ceuta:

Estaba yo en uno de los primeros cursos de aquel bachiller de siete años, cuando, de pronto, irrumpió en las vías públicas de Ceuta un coche extraordinario, aerodinámico, increíble, que dejó pasmada a toda la población… Pronto se supo que era el coche del torero mejicano Carlos Vera “Cañitas”, reconocido por su arte y, sobre todo, por su valor. “Cañitas” acababa de contraer matrimonio con una chica emparentada con el juez Francisco Bocanegra, quien vivía en una de las primeras casas de la calle Real (entonces “Falange Española”) a cuya familia vinieron a visitar los recién casados. Durante los días que estuvieron en Ceuta, el coche de “Cañitas” solía estar aparcado en ese tramo, y generalmente se le podía ver rodeado de curiosos que examinaban su interior y su exterior. Era de una marca estadounidense que ya no recuerdo. En realidad, se trataba del primer “haiga” que pudimos contemplar los ceutíes. Ese curioso apodo de “haiga” se debió a una peculiar circunstancia… Se suponía que cuando uno de tales nuevos ricos, poco cultos, se disponía a comprar un coche, decía siempre: “el mejor que haiga”. Y así se les llamó. El torero “Cañitas” logró triunfar en muchos cosos mejicanos y españoles, sufriendo, por su arriesgado valor, numerosas y graves cogidas… Murió a los 58 años, en 1985, a consecuencia de un infarto. Pero en la retina de todos cuantos vimos aquel majestuoso “haiga” y podemos contarlo todavía, siempre quedará la imagen de un automóvil que nos parecía algo así como venido del espacio…

Sus actuaciones triunfales en plazas como Madrid, Barcelona y Bilbao le valieron sumar 94 corridas en sus campañas por esos ruedos, los años de 1944, 1945, 1946 y 1951 y en el año del 46 fue el torero mexicano que más tardes actuó en esas tierras.

De vuelta en México

A pesar de sus éxitos en los ruedos europeos, resulta paradójico que Cañitas no pudiera actuar en la Plaza México. Su única actuación allí se produjo a las doce del día del 10 de abril de 1955, alternando con Fermín Rivera y Nacho Treviño en la lidia de toros de Santa Martha. Ese festejo con entrada gratuita, fue organizado para la filmación de la película El Niño y El Toro – en inglés The Brave One –, dirigida por Irving Rapper y con guion del proscrito Dalton Trumbo. No había pisado antes ese ruedo vestido de luces y, los hados apuntaban a que ya no lo haría tampoco después.

Bajaron los contratos y se tuvo que buscar una ocupación fuera de los ruedos, colocándose en la Dirección de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, pero nunca dejó de pensar en recuperar su sitio en los ruedos.

Agosto de 1960

La temporada de toros 1960 de la capital mexicana se repartió entre las plazas México y el Toreo de Cuatro Caminos y se dio sin el concurso de toreros españoles – se vivía una enésima ruptura entre ambas torerías – por lo que muchos diestros nacionales que tenían poco espacio en los carteles, encontraron oportunidades para actuar en distintas plazas. Ese fue el caso de Cañitas que se vio anunciado en Naucalpan, para el domingo 21 de agosto de 1960 para lidiar toros de Ayala, alternando con Luis Briones y Juan Estrada, otros dos sobrevivientes de la Edad de Oro mexicana. Así se resumió la actuación de Cañitas esa tarde:

Carlos Vera “Cañitas” con el que abrió plaza se lució con capa y banderillas. Inició la faena sentado en el estribo y estuvo muy valiente y enterado, terminando con estocada y descabello, para dar vuelta al ruedo. A su segundo, que saltaba al callejón, poco pudo hacerle y sufrió voltereta. Al pasar de muleta lo cogió de forma impresionante. Luis Briones acabó con el causante del desaguisado. La cornada interesó la femoral y es de las que ponen en peligro la vida...

El parte facultativo rendido por el Dr. Javier Ibarra hijo, encargado de los servicios médicos de El Toreo de Cuatro Caminos, decía:

Sufre una herida por cuerno de toro situada en el Triángulo de Scarpa derecho, de cuatro centímetros de orificio de entrada, que interesa piel, tejido graso, aponeurosis, desgarrando los músculos de la región, contundiendo la arteria femoral común y seccionando la arteria femoral profunda, además de la vena femoral. Gran hemorragia arteriovenosa, por lo que hubo de practicársele una transfusión sanguínea de 1,200 centímetros cúbicos. Pronóstico reservado.

La herida, independientemente de la zona anatómica en la que fue inferida, delicada por su naturaleza, fue recurrente con otras anteriores, las que, conforme a los procedimientos quirúrgicos comúnmente aplicados en la época, se repararon ligando los cabos de los vasos seccionados para inhibir la hemorragia, pero con una consecuencia hacia el futuro, que se comprometía la circulación en el miembro afectado. La afectación por cornadas similares de forma reiterada en la misma zona, podría tener consecuencias graves. Así lo refleja la nota aparecida en el diario El Siglo de Torreón fechado el 23 de agosto siguiente:

Quizá sea necesario amputarle una pierna a Carlos Vera “Cañitas” que sufrió una cornada al lidiar el cuarto toro en la Plaza El Toreo, donde alternó con Luis Briones y Juan Estrada... Esta tarde le fue practicada una operación. La intervención tuvo por objeto restablecer la circulación sanguínea en las arterias femoral superficial y profunda de la pierna derecha... Aunque la intervención fue exitosa, el pronóstico sobre la normalización de funciones de la pierna afectada sigue siendo reservado, durante la operación se le aplicaron sueros y transfusiones, el estado general de salud del diestro ha evolucionado satisfactoriamente, sin dejar de ser muy grave...

Al día siguiente, en el mismo diario, se seguía reportando la gravedad del diestro y el hecho de que el miembro afectado seguía sin recobrar la circulación:

Su estado sigue siendo delicado y todavía no ha desaparecido el peligro de que se le ampute la pierna derecha, pues no se ha restablecido la circulación sanguínea... La Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos reveló que “Cañitas” toreaba por un sueldo miserable de mil pesos y que podrá exigir responsabilidades a la empresa, ya que el sueldo mínimo para los matadores debe ser de cinco mil pesos, dijo hoy el Secretario General de ese organismo, Guillermo Carvajal...

El 25 de agosto, de nueva cuenta El Siglo de Torreón daba cuenta de una nueva re – intervención. En esta oportunidad participó en ella, aparte de los médicos de plaza, el cirujano vascular Manuel Castañeda Uribe:

El parte facultativo facilitado por los médicos que intervinieron en la laboriosa operación, es el siguiente: “Se hizo una revisión de la herida operatoria anterior, encontrando la arteria femoral común, la superficial y la profunda, trombosadas hasta la rodilla... Debido al traumatismo que sufren estos vasos, la nueva intervención fue hecha con el objeto de extirpar los trombos formados, cosa que se llevó a cabo con éxito, pues se dejó la sangre circulando en ellos”.

El parte médico continúa reservado para la función del miembro. Se hizo una transfusión de 1200 centímetros cúbicos y suero. Aparte de los médicos de plaza, intervino el especialista en cirugía vascular doctor Manuel Castañeda Uribe. Se espera que con esta nueva operación la recuperación del infortunado diestro sea completa.

Al salir el sol una vez más, la tragedia se había consumado. En el diario El Informador, de Guadalajara del 26 de agosto se relata lo siguiente:

Al mediodía de hoy fue amputada la pierna derecha, hasta arriba de la rodilla, al torero Carlos Vera “Cañitas”, cornado el pasado domingo... Los médicos tomaron esta medida extrema ante el peligro de que se presentara la septicemia gaseosa, al no haberse restablecido la circulación sanguínea en el miembro herido, el torero, al salir de la anestesia, sufrió un ataque nervioso.

Todavía cuando era llevado a la sala de operaciones, “Cañitas” confiaba en que se le practicase una operación más para restablecer la circulación, pero el intenso color amoratado, en algunas partes negruzco de la pierna derecha, indicaba que la amputación debería hacerse desde luego.

Al principiar la operación, la suegra del herido, señora Ana Huerta, presa de una crisis nerviosa pedía a gritos que no le amputaran el miembro, la esposa del diestro Socorro Mendoza de Vera, estuvo a punto de sufrir un desmayo. El doctor Javier Ibarra tuvo que salir del quirófano a calmarlas diciendo: “si existiera una brizna de esperanza no amputaríamos el miembro”.

Dijo inicialmente que se había temido que la amputación se haría casi desde la cadera. El tipo de corte que le fue hecho permite la rehabilitación del lisiado por miembros artificiales.

Al conocerse la noticia de este desenlace, el doctor Alfonso Gaona, empresario de la Plaza México, ofreció el coso para que se organice una corrida en beneficio de “Cañitas”, igual ofrecimiento hará la empresa de El Toreo, en donde toreaba “Cañitas” cuando sufrió la cogida que le seccionó la vena y la arteria femoral.

De esa manera, la cornada que le infirió Buen Mozo, terminó con el andar por los ruedos de Carlos Vera Cañitas.

La solidaridad hacia Cañitas

Carlos Arruza es reconocido como el que organiza el beneficio de Cañitas. Por su parte, Daniel Medina de la Serna, afirma que también se unieron al proyecto don José Murillo Alvírez, Manuel González Pinocho y José Juárez Gitanillo de México. Consiguieron una corrida de don Jesús Cabrera y para el 16 de septiembre de 1960, en la Plaza México, se anunció al propio Carlos Arruza, quien se presentaría como rejoneador en ese escenario, Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia.

La gran plaza se llenó y aunque el clima y los toros no colaboraron, pues se devolvió al quinto por manso y fue sustituido por uno de Santín y el sexto se inutilizó y fue reemplazado por otro de Ajuluapan. In extremis, Joselillo de Colombia le realizó una faena vibrante, al anunciado como Sombrerero y le cortó las dos orejas. Se afirma, sin desglosar cifras, que Carlos Vera Cañitas recibió de sus iguales y de la afición una suma cercana al medio millón de pesos, cantidad que le permitió reencaminar sus pasos por la vida ya fuera de los ruedos.

Cañitas falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985, a causa de un infarto de miocardio a los 64 años de edad.

domingo, 27 de marzo de 2022

1º de abril de 1962: Joaquín Bernadó y Manzanero de Coaxamalucan

Joaquín Bernadó
Foto: Martín Sánchez Yubero
Joaquín Bernadó inició el año de 1962 en Guadalajara el día 14 de enero y allí, en El Progreso, compartiendo cartel con Alfonso Ramírez Calesero y Jorge El Ranchero Aguilar, ante toros de Tequisquiapan, y se reiteraría, como escribió el cronista del diario El Informador que firmó como Gitanillo, que le definió como un torero:

...de gran personalidad, exquisita clase y una suavidad de seda, que corre la mano con temple extraordinario... y con su gran clase logró que los aficionados se le entregaran en su presentación...

Dos semanas después tuvo la ocasión de refrendar su buen hacer ante una complicada corrida de Xajay en el Toreo de Cuatro Caminos, alternando con el caballero en plaza Ángel Peralta, Rafael Rodríguez y Antonio Campos El Imposible. Solamente pudo dejar constancia en esta tarde de sus buenas formas ante los toros, pues la corrida no permitió a ninguno de los diestros actuantes manera alguna de lucimiento en esa sexta corrida del ciclo organizado por el doctor Alfonso Gaona.

La décimo quinta de la temporada 61 - 62

Para el primer día de abril del año 62, se anunció un encierro de Coaxamalucan, de don Felipe González, para Manuel Capetillo en su tercera comparecencia de la temporada, Joaquín Bernadó que iba a por su segunda tarde, José Ramón Tirado también en una tercera actuación y el madrileño Luis Segura que se presentaba por segunda ocasión, reapareciendo después de la grave cornada que recibió el 11 de febrero anterior. Al final de cuentas, de los toros anunciados se lidiaron solamente siete, pues el que abrió plaza fue de Piedras Negras.

El segundo de la tarde se llamó Manzanero y lo que apreció don Alfonso de Icaza Ojo acerca de la labor de Joaquín Bernadó ante él en su crónica aparecida en El Redondel de la misma fecha del festejo, es de la siguiente guisa:

…“Manzanero”, de mucho menos respeto, pues se trata de un novillo de pinta fúnebre y bizco del pitón izquierdo.

Joaquín Bernadó le sale al encuentro, trata de recogerlo, y una vez que lo logra, da varios lances de chicotazo, con los pies juntos, para instrumentar después tres buenas verónicas, toreramente rematadas. Ovación y dianas.

El propio Bernadó pone al toro en suerte, mediante un abaniqueo, y cuando él da una larga, echándose el capote a la espalda, el de Coaxamalucan dobla los remos. Una vara recargando y de nuevo cae el toro cuando hace el quite el diestro catalán, que, citando después desde lejos, instrumenta tres saltilleras estatuarias y bien rematadas que le valen nuevas ovaciones.

Siguen los banderilleros haciendo de las suyas.

Bernadó brinda a un amigo y hace que su peón le lleve el toro a las tablas, para iniciar su faena con tres pases en el estribo. Airosamente se lleva al toro a los medios y ahí corre la mano de manera superior en varios derechazos, a la vez que torea al natural, de frente, con auténtico preciosismo. El toro se echa, pero el diestro no se desanima, antes, por lo contrario, continúa toreando cada vez mejor; da un pase en dos tiempos, muy espectacular, y se adorna con manoletinas y afarolados. Las palmas del público han atronado el espacio cuando Joaquín entra a matar muy derecho, y deja una estocada entera. Estalla la ovación, y la autoridad concede dos orejas, dando el espada dos vueltas al anillo.

Dispénsesenos que no detallemos más la labor de Bernadó, pues nuestro teléfono sufrió una larga interrupción…

El juicio de Ojo respecto de la presencia del encierro es duro, desde la cabeza de la crónica que abarca las dos páginas centrales del tabloide, pues afirma que los pupilos del Gallo Viejo fueron el grupo más disparejo de lo que iba de temporada. Yo diría, tratando de atenuar la apreciación de don Alfonso, que esa circunstancia es el resultado de tratar de completar un encierro de ocho toros, pues normalmente los grupos son de seis o de siete y para cerrar uno así, a veces se tiene que echar mano de otros que están menos puestos. Pero sesenta años después y sin imágenes a la mano, difícil es ir más allá de la mera especulación.

Otra versión es la de Carlos León, quien en el Novedades, al día siguiente de la corrida, dedicó su carta boca arriba a don Miguel Alemán Valdés, en esas calendas Presidente del Consejo Nacional de Turismo y entre otras cosas, le contó en esa crónica a guisa de misiva:

En sus memorias, Pío Baroja cuenta que la vez primera que salió de viaje hacia la capital británica, se encontró en la Estación del Norte de Madrid a Ortega y Gasset. Al decirle cuál era el destino de su viaje, le preguntó el que luego sería gran filósofo:

- ¿Pues qué hay ahora en Londres?

- Hay Londres - respondió Don Pío.

Así, si alguien que no hubiera estado hoy en la plaza nos preguntara: ¿Pues qué hay en Joaquín Bernadó?, bastaría con responder: hay torero. Eso que se dice tan sencillo y que es tan difícil de afirmar. Pues si otra vez habíamos dicho que lo único torero del barcelonés era que se llamaba Joaquín, como “Cagancho”, ahora es de justicia reconocer que tuvo una actuación completa, que lo revela como un magnífico lidiador.

Con “Manzanero”, el bravísimo toro de Coaxamalucan que cubrió de gloria la divisa de Don Felipe González, le íbamos a ver a Joaquín Bernadó una lidia completísima, de acuerdo con la noble bravura del burel. Desde que se abrió de capa y trazó verónicas mandonas, yendo del tercio a los medios, se desgranó la primera ovación, que iba a repetirse cuando crispó los nervios de las masas con unas saltilleras estrujantes. Luego, la faena larga y variada, abundante en alegre pinturería. Primero los muletazos sentado en el estribo, el firmazo garboso y el de pecho dramático, para después citar como los clásicos, con la muleta plegada, para dar varios naturales citando de frente, como en las mejores épocas del toreo. Siempre suntuoso, elegante y pinturero, el catalán tiró del repertorio de las alegrías hasta lograr una faena que en todo instante fue coreada por la muchedumbre. Y como digno colofón, la estocada desprendida, pero fulminante, que hizo polvo al noble coaxamaluqueño. Dos orejas y otras tantas vueltas al ruedo, fueron el justo premio a labor tan señera...

Carlos León, mordaz cuando hacía falta o cuando las cosas no eran de su parecer, en esta oportunidad quedó rendido ante la torería y la clase de Joaquín Bernadó, cantada desde sus primeras tardes en estas tierras y que le permitiría permanecer en el gusto de la afición de este lado del mar por un par de décadas más y de alguna manera permanecer, pues después de dejar de vestir el terno de luces, como profesor de la Escuela Taurina de Madrid, varios diestros mexicanos, fueron discípulos suyos.

Lo demás de la corrida

Manuel Capetillo tuvo una faena poderosa y de lucimiento intermitente ante Mechudo, el de Piedras Negras que abrió plaza, saludando desde el tercio. José Ramón Tirado por su parte saldó su actuación con discreción, luciéndose con las banderillas en sus dos toros y por su parte, Luis Segura se vio inseguro, seguramente aún no repuesto de la cornada que recibió en la octava corrida de la temporada en ese mismo ruedo, aunque en su descargo habrá que decir que el primero de su lote era burriciego – coinciden Ojo y Carlos León – en tanto que el octavo no se vio, por la desastrosa lidia que se le dio.

Bernadó y México

Joaquín Bernadó, es todavía, creo, por pocas fechas, el torero español que más ha toreado en México desde el año 1920, con 190 tardes. Recorrió toda nuestra geografía desde 1961 hasta el año de 1988, cuando toreó entre nosotros su última docena de festejos. No rehuía fechas, plazas, ganaderías o alternantes y esa disposición siempre le fue correspondida por la afición, que acudía gustosa a verlo, porque sabía que apreciaría cuando menos, torería, que esa se lleva a la plaza, pues lo demás es aleatorio.

Es por eso que hoy, en las cercanías del sexagésimo aniversario de su primer gran triunfo en la capital mexicana, traigo a estas páginas virtuales su recuerdo.

domingo, 20 de marzo de 2022

19 de marzo de 1967: Raúl García y Guadalupano de Las Huertas

Raúl García
Archivo Manolo Saucedo
La temporada 1967 de la capital mexicana nació de manera muy accidentada. A mediados de noviembre del año anterior, el indescriptible Ángel Vázquez, operador de DEMSA, anunció que, en alguna forma, el ciclo quedaría dividido entre el Toreo de Cuatro Caminos y la Plaza México, pues se daría una feria de seis festejos entre el fin de noviembre y los inicios de diciembre en el coso de Naucalpan y después se continuaría la fiesta en la gran plaza de la colonia Nochebuena.

Las primeras cuatro corridas de Cuatro Caminos se anunciaron el día 17 de noviembre de 1966. El Cordobés, Diego Puerta y Mondeño eran el atractivo por la parte hispana, en tanto por los nuestros figuraban Manuel Capetillo, Jaime Rangel y los entonces recién alternativados Finito, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. Pero esa feria se quedaría en el papel y en la memoria de unos cuantos, pues un par de días después, el inefable Panchito Balderas, el sempiterno líder de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros anunció que su sindicato vetaba las dos plazas de la capital por adeudos de fondos de reserva y de derechos de televisión no pagados.

El 25 de noviembre se sumó a la postura de los subalternos la Unión de Matadores – que tenía sus propios líos internos – y el veto se extendió a otras empresas, extendiéndose el paro prácticamente a todas las plazas de la república, pudiéndose cumplir únicamente los compromisos firmados hasta antes de esa fecha y posteriormente ningún espada actuaría en ruedo alguno.

Estos problemas terminaron al final de cuentas con la salida de Francisco Balderas como Secretario General de la UMPYB, siendo sustituido por Javier Cerrillo. También terminó con el cisma del sindicato de matadores de toros, naciendo lo que es la actual Asociación Nacional de Matadores de Toros, que fue presidida en primera ocasión por Raúl Contreras Finito y quedando la original Unión bajo el liderazgo de Luis Procuna. Estas dos historias deben ser contadas aparte.

Los que no dejaron de funcionar fueron los ganaderos. El 29 de diciembre, Luis Javier Barroso, presidente de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia declaraba a la prensa que la situación que se vivía entre los toreros no impedía que se siguieran exportando toros a Sudamérica. Que tenían sus permisos en orden ante las secretarías de Agricultura e Industria y Comercio y que, de hecho, por esas fechas varios encierros estaban siendo embarcados para las ferias de Venezuela y Colombia.

Así, en ese contexto, es como se dio la temporada capitalina de 1967, relegada por las circunstancias, solamente a la Plaza México.

La decimoprimera corrida de la temporada 1967

Para el día de San José de 1967 se anunció un encierro de Las Huertas para Alfredo Leal, Raúl García y Gregorio Tébar El Inclusero, quien repetía después de haber confirmado el domingo anterior y haberse alzado triunfador cortando una oreja en esa tarde. El Príncipe del Toreo vistió de champagne y oro, Raúl García de verde y oro y El Inclusero de tabaco y oro.

El quinto toro de la tarde – se cumplió el adagio o lugar común, según se vea – se llamó Guadalupano y se le anunciaron 466 kilos de peso en la tabilla. Era el segundo del lote de Raúl García, quien tendría con él, visto en retrospectiva, su última gran tarde en la Plaza México. Encontré solamente una versión completa sobre lo sucedido esa tarde, es la de Rafael Loret de Mola, firmando como Rafaelillo, que publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, entre otras cosas dice:

Raúl, con ganas de triunfar, lo recibe con un farol de rodillas seguido de dos verónicas con los pies juntos. Siguen siete verónicas más, rematadas con la rebolera que no entusiasman a nadie.

Aquí propiamente empieza a destacar el maravilloso burel que en breves instantes iba a ser indultado. Raúl se para en los medios y ejecuta un maravilloso quite por fregolinas lentísimas que ponen al público de pie.

Banderillea bien, pero sobresale el último par al cambio que festeja el público con una gran ovación.

De rodillas empieza su trasteo, pero no son cualquier cosa los pases por alto que ejecuta de hinojos el diestro regiomontano, son unos pases extraordinarios en aguante y belleza, cuando remata con un molinete en la misma posición, el ruedo se cubre de sombreros y prendas de vestir. 

Continúa su gran labor con cinco derechazos rematados con un estupendo pase de pecho. Vienen después tres derechazos más, pase de pecho y la locura en los tendidos; continúa con la diestra para dibujar otros cuatro derechazos seguidos de un maravilloso pase de trinchera; todavía con la muleta en la mano derecha da tres derechazos más en medio de la locura en la mayor plaza del mundo.

Se cambia la muleta a la mano izquierda para estampar unos naturales soberbios, y los sombreros caen al ruedo. El público, todo, pide el indulto, Raúl simula la suerte suprema y pide al juez el indulto del animal, el juez testarudo no hace caso, pero cuando Raúl da tres derechazos rematados con un cambio y el de pecho, y ya no cabe duda alguna de que el noble cornúpeta merece el indulto, el juez lo concede en medio de la locura general.

Mucha gente grita «¡toro, toro…!», creyendo como yo, que Raúl no estuvo a la altura del maravilloso toro de Las Huertas, no he dicho que Raúl lo haya desperdiciado, no, Raúl lo toreó estupendamente, pero no logró estar a la altura de su noble enemigo. Enhorabuena a los propietarios de este gran toro que dejó constancia en la plaza de bravura, nobleza y obediencia…

Rafaelillo deja un amplio espacio para la polémica al juzgar que, sin ser desperdiciado, el toro no fue debidamente aprovechado por el diestro de la colonia Acero de Monterrey. Por su parte, el corresponsal de la agencia española EFE, Carlos Viseras, en su reseña publicada en el número del semanario madrileño El Ruedo salido a los puestos el 21 de marzo siguiente, agregaría otro detalle más para esa discusión:

Con el quinto consiguió alborotar al público con una larga de rodillas. verónicas y fregolinas... Puso dos pares de banderillas; uno de ellos se aplaudió. Pases de todas las marcas, hasta que ondearon los pañuelos y el indulto de «Guadalupano» fue concedido. Ovación y saludos… En cuanto se refiere a la actuación de Raúl García, el alguacil, por su cuenta, sin tener la autorización de la presidencia, le entregó simbólicamente a García las dos orejas y el rabo de «Guadalupano». Por tanto, el premio fue de «motu proprio», no concedido por el juez de la plaza…

Esta última cuestión, la del rabo simbólico no concedido por la autoridad, es ratificada por don Daniel Medina de la Serna en su obra Plaza México. Historia de una Cincuentona Monumental, cuando al resumir esta temporada 1967, cuenta:

Cierto interés despertaba todavía Raúl García; se presentó (2ª) dejando ir la oportunidad con un buen lote de Tequisquiapan; esa tarde le flaqueó el ánimo, pero para recuperar el terreno perdido, cuando volvió (11ª) se topó, para su fortuna, con un toretillo al que le hizo una gran faena, pero después recurrió, por sus pistolas, a la triquiñuela de indultarlo. Juan Pellicer, en su crónica, dejó este testimonio:

Raúl determinó no matar a su cordial bonachón amigo de Las Huertas y soltó el estoque, para llegar así, cómodamente, sin ese estorbo, con la mano al pelo (...) Es de justicia señalar a Ángel Procuna y a algunas otras personas, fácilmente identificables, que desde el callejón y a media faena de muleta, indicaron, como consejeros, a Raúl García que no debía matar al de Las Huertas. Fue aquello una auténtica pantomima. Después de que el cornicortísimo y rabón torito entró a los corrales, uno de los alguacilillos, a las órdenes de no se sabe quién y ante la mirada atónita de miles de espectadores, iba y venía con dos orejas y un rabo entre las manos que el licenciado Pérez Verdía, juez de plaza, no había concedido...”

El juez se dejó rebasar por las manipulaciones y las circunstancias sin hacer valer su autoridad; pero como dichos trofeos fueron protestados, el indultador tuvo que tirarlos.

Alfonso de Icaza también condenó, en su comentario ocho días después, el bochornoso lance que provocó el abusadillo e irresponsable diestro regiomontano, calificándolo de “mixtificación”; en cambio Carlos León, amigo del ganadero, no opuso el menor reparo al indulto...

Como se puede ver, la polémica acerca del indulto de un toro y sobre la concesión de apéndices de utilería, no es de hoy, sino de siempre. He agregar que los anuarios estadísticos de don Luis Ruiz Quiroz no computan las orejas y el rabo de Guadalupano en el haber de Raúl García.

El epílogo

Esta tarde fue la novena del torero regiomontano en la gran plaza. Le restaban ocho más en las que la suerte le fue esquiva. Esa temporada de 1967, tengo la impresión de que fue un parteaguas en la historia taurina de México. La corrida que cerró esa temporada, la noche del sábado 8 de abril de 1967, en disputa por el Estoque de Oro, representó una especie de golpe de estado dado por dos de los jóvenes que habían confirmado su alternativa ese año, Raúl Contreras Finito y Manolo Martínez, quienes ante los toros Lobito y Catrín del ingeniero Mariano Ramírez, declararon sus intenciones de subirse a la cima del toreo.

El 3 de diciembre de ese 1967, en Cuatro Caminos, el golpe quedaría consumado, cuando Manolo Martínez, mano a mano con Manuel Capetillo y los toros de don Luis Barroso, definiría el rumbo que las cosas de los toros tomarían en este país los siguientes tres lustros. Nacía una nueva etapa de la historia del toreo mexicano.

domingo, 20 de febrero de 2022

11 de febrero de 1962: Gran faena de Jaime Rangel, cornada grave a Luis Segura en El Toreo de Cuatro Caminos

Jaime Rangel
Archivo Santos Yubero
La octava corrida de la temporada llamada hispano – mexicana del Toreo de Cuatro Caminos para el periodo 1961 – 62, se formó con un cartel de reapariciones. Encabezaría la combinación el caballero andaluz don Ángel Peralta, quien en la sexta no tuvo fortuna con el toro de Xajay que le correspondió en un festejo accidentado que presenció en el tendido la hija del primer ministro soviético Nikita Kruschev. A pie, se anunció a Alfonso Ramírez Calesero, quien, en la segunda tarde, el día de año nuevo, salió abroncado; al madrileño Luis Segura, quien en la cuarta mostró sitio, oficio y valor y Jaime Rangel que en la séptima cortó una oreja a un buen toro de Luis Javier Barroso.

Con esos mimbres se ofreció a la afición de la capital un cartel atractivo en el papel y que provocó una extraordinaria entrada en el desaparecido coso naucalpense, al decir de don Alfonso de Icaza:

Sin llegarse al lleno de los domingos pasados, hay una magnífica entrada en ambos departamentos, y como la tarde es espléndida, y el ánimo del público propicio para que tengamos una gran tarde, sólo nos resta desear que los mejores augurios se confirmen, y que los toros de Jesús Cabrera salgan bravos; el rejoneador Peralta se luzca a sus anchas y los toreros de a pie – “El Calesero”, Luis Segura y Jaime Rangel – corten orejas… ¡Qué así sea! … Hay palmas para todos a la hora del paseo…

El percance de Luis Segura

El torero madrileño venía a reivindicar su posición. Había toreado 34 corridas en la campaña de su tierra con éxito y tenía buen concepto al hacer el toreo. El primero de su lote fue un cabrereño llamado Minero. Su actuación ante él realmente no tiene mayor reseña, según se lee de lo que contó en su día Ojo en El Redondel:

Luis Segura muletea molestado por el aire a un bicho que, reservón y todo, toma bien la franela. Se suceden los doblones, lo que motiva que unos aplaudan y otros piten. El de Madrid compone la figura a ratos, pero sólo al citar, pues en cuanto se le arranca el de Cabrera se encorva y trata sólo de defenderse. Cambia la decoración cuando Segura da un buen pase por alto y aguanta en unos derechazos rápidos pero valientes. Un buen pase de pecho. Otro con la diestra que termina en desarme; breve intervención de la peonería y más toreo por arriba, barriendo los lomos. Nuevos derechazos de valiente, y entre tantos, uno muy bien instrumentado. Se le ovaciona con calor un pase forzado de pecho y dase entonces a instrumentar lasernistas y afarolados, con beneplácito del monstruo. Está a punto de ser cogido, pero como cada vez se muestra más valeroso, acaba por echarse al público a la bolsa. Dos molinetes seguidos, muy feo el segundo… Más muletazos a la trágala; labor de aliño en busca de la igualada, que se dificulta, y un pinchazo llevándose el arma, con salida apurada, que se resuelve con una aparatosa cogida en el pecho, que milagrosamente no tuvo mayores consecuencias. Brega empeñosamente Valencia… Segura parece resentirse del percance, y pincha nuevamente. Ya no puede más el diestro hispano, que en brazos de las asistencias es conducido a la enfermería. “El Calesero” toma los trastos y después de breve muleteo, pincha sin soltar; deja tres cuartas partes de espada que escupe la res; pincha de nuevo entre pitos de los tendidos; deja una media tendenciosa y acaba con un certero descabello…

Lo que aparentaba ser un percance de poca importancia, resultó ser una cornada de grandes proporciones. El parte rendido por el doctor Morales Ortiz fue de la siguiente guisa:

Herida por cuerno de toro como de 8 centímetros en el triángulo de Scarpa derecho, con una trayectoria hacia arriba y afuera que desgarra el músculo psoas ilíaco, con fractura de la espina ilíaca superior. Otra hacia abajo y hacia adentro como de 20 centímetros que rompe el músculo costurero (sartorio) disecando el paquete femoral sin herirlo y la otra hacia abajo y hacia afuera como de 25 centímetros que caló el muslo. Tardará en sanar más de 30 días de no haber complicaciones. Se practicaron las primeras curaciones en la enfermería de la plaza y posteriormente se trasladó al torero herido al sanatorio de Santa María de Guadalupe para proceder a su tratamiento.

La descripción de la herida deja ver que, aunque no fue aparatosa a la vista de los espectadores, sí causó grandes destrozos y aún cuando el torero madrileño intentó, pundonorosamente terminar con los días de su heridor, llegó el momento en el que las fuerzas le abandonaron y tuvo que saldar su tarde sin matar uno solo de los toros que sacó en el sorteo.

Jaime Rangel y Amapolo de Jesús Cabrera

La más firme promesa con la que contaba la tauromaquia mexicana por aquellas calendas era el hidalguense Jaime Rangel, heredero de la real escuela mexicana del toreo, que nace en México con Saturnino Frutos Ojitos y se va trasladando por vía de los discípulos de éste, en el caso particular por vía de Samuel Solís a Ricardo Torres, tío de Jaime – y de Manolo su hermano – que fue uno de los primeros en los que intervinieron en su formación como torero.

Esa tarde de hace seis décadas, Jaime Rangel no salió con las orejas en las manos porque no mató a Amapolo bien y a la primera, pero dejó en el ruedo de Cuatro Caminos una importante declaración de intenciones:

“Amapolo” llega al final conservando facultades y Jaime Rangel que ha brindado a un particular, hace derroche de hombría al dar cuatro pases con las dos rodillas en tierra, que le son ovacionados. Cita de lejos y liga en el centro mismo del anillo, cuatro buenos derechazos, que remata con dos lucidísimos pases de pecho. Ovación y música… Sopla aire, pero Jaime no se aflige por ello y vuelve a ligar derechazos en los que corre la mano desde aquí hasta allá. Los remata con un superior pase de pecho y convierte a la plaza en un manicomio… Claro que el toro es bueno, buenísimo, pero tiene casta y hay que aguantarlo y Jaime lo aguanta como los hombres… Ahora con la zurda; uno, dos, tres, cuatro naturales rematados con el de pecho. Muchas palmas. Se adorna Jaime con medios pases, estando solo en la arena con su adversario y vuelve a correr la mano en derechazos que le resultan pintados y que remata superiormente. Palmas y dianas… Busca Jaime la igualada pero su adversario no humilla, por lo que se precipita y pincha a un tiempo. Más tela y nuevas fatigas para matar. Nueva punzadura, que se comenta con pitos. Tercer alfilerazo; cuarto, otro más... y otro: “Amapolo” se le ha vuelto de hueso al matador… Media estocada delantera; capotazos a granel y el nervioso bicho que se entrega momentáneamente, para ser descabellado por Jaime al segundo intento… Ovación al toro en el arrastre, empeñándose los monosabios en que se le dé la vuelta al ruedo. La autoridad ordena lo contrario y así termina la lidia de “Amapolo” que pudo haber constituido el triunfo definitivo de su matador…

Lo demás del festejo

El otro toro que se prestó fue el piedrenegrino Tabaquito, que abrió el festejo, para rejones y que correspondió a don Ángel Peralta, le permitió un buen lucimiento, logrando como premio a su labor la vuelta al ruedo al término de la misma. Por su parte Calesero tuvo que matar cuatro toros ese domingo, el que hirió a Luis Segura, los dos de su lote y el segundo del madrileño.

El Poeta del Toreo estuvo definitivamente desafortunado, pues fue pitado en el primero de su lote, silenciado en el segundo que sorteó y francamente abroncado en el segundo que hubiera correspondido a Segura. Fue una tarde que el trianero de Aguascalientes seguramente no añadió a sus memorias. Alguno le vio tan mal, como el que firmó como Juan de Dios, para el semanario madrileño El Ruedo, que en su número aparecido el 22 de febrero siguiente, reflexiona:

Por su historial, por su porte y sus hechos, de gran persona, por su indudable aportación a la Fiesta de los toros, nosotros le queremos tratar con cariño y benevolencia. Pero precisamente por este cariño le tenemos que decir al buen Alfonso que ya no está para estos trotes. En ocasiones le fallan las fuerzas; el ánimo, con los años, se hace más reposado; aun cuando en las facciones no se aprecie, el transcurrir de los años, sin embargo, en la Plaza y ante sus enemigos, se ve que el tiempo no pasa en balde, y el que fue una figura señera de la torería mundial, se ve hoy ridiculizado, tomado a broma y criticado por sus propios amigos. Por eso nosotros le recomendaríamos a Alfonso una retirada a tiempo. ¡Y que conste que aún está a tiempo! …

Así fue como se desarrolló una corrida de toros que, sin haber producido triunfos apoyados en una profusión de apéndices, dejó para el recuerdo hechos que se marcan en la memoria de la afición, como lo son el surgimiento de un torero que pudo marcar una época en la historia de la fiesta de este lado del mar y un grave percance de otro, que en su día, llegó a cautivar a la afición más exigente del mundo, la de Madrid.

Aldeanos