domingo, 13 de abril de 2025

A un siglo de la despedida de los ruedos de Rodolfo Gaona (y VI)

12 de abril de 1925: Rodolfo Gaona se despide de los ruedos

Cuando Rodolfo Gaona preparaba ya lo que sería su última campaña en los ruedos, celebró varias reuniones con Carlos Quirós Monosabio, para preparar la obra que se anunció como el libro íntimo de Gaona, titulado Mis Veinte años de Torero. En ese interesantísimo recuento, publicado primero por entregas en El Universal Taurino, el Califa de León explicó en la parte final una parte de los motivos – taurinos – que lo hacían apartarse de los ruedos. En el capítulo veinte de dicha obra, entre otras cuestiones, el torero hace estas reflexiones:

Pues sí: ya es tiempo. Después de veinte años de pelea, creo que se ha hecho bastante en todos sentidos... Hay que ir pensando en “pirarse”. Y está decidido: me voy... ¿Cuándo? Cualquier día. El menos pensado. Antes de lo que algunos puedan creer... Me siento en pleno goce de todo mi poder. Estoy fuerte. Puedo con el toro... Juzgo que mi misión ha quedado cumplida... Sin alardes de ninguna especie, estoy convencido de que mi carrera ha sido una de las más difíciles, porque fue una pelea sin tregua. Aquí y en España siempre me han echado un contrincante con quien disputar las palmas. No se ha querido que descanse, y de lo que yo haga depende el éxito de las temporadas de México... Toda fuerza tiene su límite... Me voy satisfecho porque no me han vencido, y de que en el último momento supe conservar el puesto que los públicos me dieron...

La principal razón taurina de Gaona para irse de los toros es la que compele a casi todas las figuras del toreo que se retiran en su plenitud: la desmedida exigencia de los públicos a partir de la capacidad reconocida a la figura en turno. Y cierto es también, como lo afirma el Petronio, que toda fuerza tiene un límite, por lo que llega un momento en el que hay que buscar el momento de dejar el sitio a los que vienen llegando atrás, eso sí, sin claudicar y defendiendo hasta el último instante el sitio conseguido delante de los toros.

Los prolegómenos de una despedida triunfal

La corrida de la despedida de Rodolfo Gaona fue organizada por el propio torero y su entorno. Si bien ocurrió en las inmediaciones de la temporada 1924 – 25, se celebró un par de domingos después de que esta concluyera. A propósito de la forma en la que este festejo fue confeccionado, escribió Rafael Solana Verduguillo:

“Monosabio” y yo estuvimos días antes a ver a Gaona, tratando de convencerlo de que no se fuera. Alegamos mil cosas... Gaona me escuchaba viendo el humo de su cigarrillo que se perdía en el infinito... Cuando yo terminaba de hablar, recogía el hilo de la conversación “Monosabio”... Gaona, cuando contestaba algo, decía siempre lo mismo: “Esto está resuelto: lo he meditado mucho, y se acabó” ... No tuvimos más remedio que conformarnos. Y nos pusimos a hablar sobre el cartel que había preparado para la tarde de su despedida; nada había resuelto... Estaba en México un torero, bueno nada más, muchacho atento y caballeroso que se hacía simpático no solo por su comportamiento en la plaza, sino por sus buenas maneras de gente educada. Se llamaba Rafael Rubio y lo apodaban "Rodalito". Juzgándolo oportuno, eché un capotazo a su favor, diciéndole a Rodolfo: La plaza se llenará con cualquiera que esté al lado tuyo, pon a “Rodalito” que te cobrará poco, y le darás una buena oportunidad a este muchacho para que se haga cartel en México... Y ya que se habla de oportunidad, dijo don Carlos Quirós, yo también quiero hacer una petición... ¿Cuál?, preguntó Gaona... Que pongas de sobresaliente a Pepe Ortiz, aunque no sea más que para que haga el paseíllo al lado tuyo... Bueno, ¿ya no quieren pedir más?, preguntó Rodolfo entre serio y gracioso. Yo le respondí: Hemos venido a pedirte que no te vayas, pero ya que “está todo resuelto”, cualquier cosa que te pidamos ahora es poco... Bueno, dijo Rodolfo; hablaré con “Rodalito” y con Pepe Ortiz hablará “Chano”, y le dirá que torea de sobresaliente. ¿Alguna otra cosa? ... Nos despedimos porque ya Rodolfo comenzaba a impacientarse...

No tengo manera de comprobar la veracidad de las afirmaciones de Verduguillo, pero del desarrollo de la prensa de la época, se advierte que él y Monosabio eran los escritores de toros más cercanos al torero de Guanajuato, así que tampoco me queda mucho espacio para dudar de la certeza de esas afirmaciones.

Rafael Rubio Rodalito, torero albaceteño alternativado por Luis Freg en 1922 y que tendría que esperar para confirmar en Madrid por Larita hasta agosto de ese 1925 cobra relevancia en la historia del toreo por un par de acontecimientos en su andar por los ruedos. El de más trascendencia, creo, es el haber actuado en la tarde postrera del Califa de León y el otro, es el haber sido participante en unas corridas de toros que se dieron en el Estadio Nacional de Roma los días 22, 29 y 3 de julio de 1924, alternando con Pedro Basauri Pedrucho. Del sobresaliente, Pepe Ortiz, solamente he de decir que es conocido universalmente como El Orfebre Tapatío y es el creador de algunos de los más hermosos quites que la tauromaquia reconoce en estos tiempos que corren.

La última tarde

La corrida se anunció para las tres y media de la tarde del domingo 12 de abril de 1925. Se lidiarían dos toros de Atenco, dos de San Diego de los Padres y dos de Piedras Negras por Rodolfo Gaona, quien se despedía de los ruedos y Rafael Rubio Rodalito, fungiendo como sobresaliente de espadas, José Ortiz. Las puertas de la plaza se abrieron refiere la prensa de la época, a las once de la mañana y alrededor de las dos de la tarde comenzó a lloviznar. Afortunadamente, a la hora del inicio del festejo, el cielo comenzó a abrirse y dejó de llover.

La tarde de Gaona tuvo lucimiento en dos toros, el quinto de la corrida y tercero de su lote, Veguero, número 17, de San Diego de los Padres, faena brindada en comandita al Secretario de Agricultura, Ing. Luis L. León, al Lic. Miguel Alessio Robles y al Gral. Arnulfo R. Gómez y de la que el corresponsal del diario tapatío El Informador, escribió:

En el quinto, el Indio deslumbra al público con nueve verónicas, de las cuales tres fueron coreadas y tres aplaudidas... Gaona comienza por sentarse en el estribo y así da un colosal pase por alto, luego de pie hace el de la firma, después cinco naturales con la izquierda, uno de pecho, otros tres naturales y uno de pecho, aquí escucha una gran ovación. Después un molinete entre los pitones, saca un pase ayudado con los pies clavados, vienen otros altos, que constituyen el delirio del público, que no descansa de aplaudir; caen al ruedo sombreros, bastones, se escuchan dianas, y después de que cesa un poco la ovación, el Indio continúa la faena y saca un pase de pecho, otro rodilla en tierra, se tira a matar y deja un pinchazo, después otro más y por fin deja una honda con que hace morir al bicho. Entonces escucha Gaona una ovación que se prolonga por cinco minutos, en cuyo tiempo da varias vueltas al ruedo en medo de un repiqueteo de campanitas...

Pero Gaona no pensaba irse con ese resultado y pidió que le echaran el sobrero. Y así salió en séptimo lugar Azucarero, cárdeno, número 20, de San Diego de los Padres. La crónica de El Universal Taurino, seguramente escrita por Verduguillo, está firmada por La Afición y acerca de esta última faena, relata, a la letra:

Un bonito ejemplar de San Diego de loa Padres llamado “Azucarero”, marcado con el número 20, berrendo en cárdeno y recogidito de pitones. Hizo salida de toro de bandera y a fe que resultó un azucarero, pues no era otra cosa que miel, rica miel de San Diego de los Padres, de la cual gustó el Califa hasta empalagarse. Remata el regalito en las tablas, acude con valor a los montados, ocasiona un tumbo a Conejo Grande, después otro a Guadalupe Rodríguez a quien hace el quite Gaona con una serie de verónicas de esas que ya no tienen calificativo, por lo grandes y remata con una larga vistosa. La ovación es imponente. Guadalupe Rodríguez, que ha sido arrastrado por su cabalgadura, hace coraje, monta otra vez y arrea un puyazo archimonumental, el puyazo de la temporada, nada menos; recargó con maestría, chorreó el palo y no se dejó desmontar, marcando la salida colosalmente. No se sabía para quien era la ovación que todavía duraba, si para el Gran Gaona o para el magnífico picador Guadalupe Rodríguez… Gaona coloca cuatro pares de banderillas; dos al cambio, uno de poder a poder y un cuarteo superior. ¿Para que repetir que se provocó el delirio en este tercio y que las manos se cansaron de tanto aplaudir? … Y vino la mejor, la última faena del maestro, que principió con el pase de la muerte; después obsequió a “Azucarero” con dos ayudados por alto, dos de pecho, un natural, uno de tirón, un ayudado por abajo, se cambia la muleta de mano y sigue dándonos la última emoción de la temporada… Hay en la faena de Gaona todo el arte que sabe doblegar, toda la finura de su estilo. La plaza entera parece venirse abajo. Ahora sí, “Las campanas de León tocan a gloria” … Pero el maestro se hartó de torear y “Azucarero” llegó a la muerte un tanto aplomado, lo que contribuyó a que Rodolfo pinchara cuatro veces y acabara en una estocada. Todo esto deslució la faena…

Esta última faena resultó ser el epítome de la tauromaquia de Gaona, salvo por sus desaciertos con la espada, siendo que siempre fue un estoqueador seguro. Pero la afición supo reconocerle, aún con esos fallos, la grandeza con la que se estaba despidiendo de los redondeles.

Rodolfo Gaona se retiró de la plaza en cuanto se preparaba el arrastre del toro. No esperó la ocasión de ser sacado en volandas y en olor de multitudes. Así lo cuenta el cronista del Universal Taurino:

La banda tocó la vieja pieza de “La Golondrina” y Rodolfo agradeció la ovación desde los medios. Y cuando todo el mundo creyó que el Indio aún estaba en la plaza para esperar el complemento de su homenaje, resultó que se había marchado y sin decirnos “adiós”…

No me queda la menor duda de que Rodolfo Gaona supo ser, pero también supo dejar de ser…

El día después

El Universal Taurino reunió en una edición especial numerosas colaboraciones de las principales plumas de la época con reflexiones acerca de lo que representó el adiós de Rodolfo Gaona. Así, podemos leer en sus páginas opiniones, positivas todas, de autores como Ángel Caamaño El Barquero, Tomás Orts Ramos Uno al Sesgo, Maximiliano Clavo Corinto y Oro, y el mismo Eduardo Pagés de España y de México, indudablemente, los nombrados Verduguillo y Monosabio así como también de hombres de letras como el Académico de la Lengua don Luis G. Urbina y muchos otros más. De entre ellas, tomo una breve reflexión de lo que en esos días escribió el acalitano don Luis de la Torre El – hombre – que – no – cree – en – nada acerca de la despedida del diestro leonés:

Las corridas de toros seguirán siendo el gallardo espectáculo de siempre, lleno de inusitado espectáculo, de alegría incomparable, de atractivo sin límites; seguiremos presenciando lidias pletóricas de incidentes sugestivos y bellos, y no veremos desaparecer de los espectadores esos apasionamientos creados por el partidarismo que solamente encuentra asiento entre los aficionados a la fiesta brava... Pero, ¿quién podrá negar que la retirada de Rodolfo Gaona haya muerto la figura más gigantesca con que ha contado el toreo? Vino Gaona. Se ha ido Gaona. La fiesta seguirá siendo la misma. Pero la historia tendrá que señalar un periodo de veinte años como excepcional, por haber figurado en él el mago del toreo, el único que merece el título de ÚNICO…

Unas reflexiones personales

De las propias expresiones de Gaona, considero que bien hubiera podido mantenerse en el superior primer plano que guardaba un par de temporadas más, para ceder el testigo a quien habría de sucederlo. Afirmo lo anterior, porque 232 días antes, vestido de corto, se había presentado en El Toreo de la Condesa un chiquillo nacido en Saltillo, hermano del torero que había alternativado el 30 de noviembre de 1924. ¿Su nombre? Fermín Espinosa Armillita Chico y al domingo siguiente, en la placita de Chapultepec, ya vestido de luces, volvió a poner a la afición de cabeza. La historia nos deja claro que la sucesión se produjo, pero la sede quedó vacante al menos un par de años.

Después, unas semanas antes de ese 12 de abril, El Universal Taurino publicó que el Califa de León había contraído matrimonio con doña Enriqueta Gómez, madre de sus hijos Rodolfo y Enrique. Quiero pensar que también esa fue una de las razones de peso que le llevaran a afirmar con contundencia, que todo estaba decidido y que le dieron la firmeza necesaria para respetar la decisión tomada y también a la afición, no volviendo a vestir el terno de luces desde esa fecha.

Por último. Se ha cumplido un siglo de la despedida de los ruedos de Rodolfo Gaona. Reitero, una auténtica despedida, porque nunca más volvió a vestir el terno de luces, por razón alguna. ¿Se imaginaría el Califa que su legado solamente permanecería vigente apenas cien años y que se intentaría sepultar por un puñado de insensatos?

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