domingo, 13 de febrero de 2022

1964. Un 5 de febrero atípico y singular

El anuncio de la temporada
1963 - 64
 
Después de la experiencia de la Feria Guadalupana de 1956, las cosas de los toros volvieron a su cauce en la capital mexicana y los festejos taurinos se volvieron a dar el día de costumbre: el domingo. El 5 de febrero, aniversario de la inauguración de la Plaza México, en estos tiempos, día grande de la fiesta en México, era una fecha cualquiera, había toros sí caía en el llamado séptimo día, tanto así, que, a ese año del 64, hubo toros esa fecha solamente los años de 1946 – el de la inauguración –, 1950, 1956 y 1961, precisamente porque fueron domingos, no por otra razón.

La festividad taurina del 5 de febrero se institucionalizó hasta el año de 1995, cuando se preparaban los fastos del cincuentenario de la Plaza México. Allí fue cuando Rafael Herrerías ideó centrar el grand finale de la temporada de corridas de toros, con la celebración del cumpleaños de la plaza que es, según su publicidad, la más grande y cómoda del mundo

Así pues, en ese año de gracia de 1964, habiendo dos plazas de toros en funcionamiento en la zona metropolitana de la Ciudad de México, se produjo un hecho que hoy en día resulta extraño y además inusitado. Los toros del 5 de febrero – miércoles – se verificaron en el Toreo de Cuatro Caminos. Anticipo desde ahora, a manera de spoiler, que no fue una corrida de esas triunfales, lo interesante es el lugar, la fecha y el hecho en sí.

La temporada de toros 1963 – 64 en la capital

Para ese calendario taurino, DEMSA dejó de operar en las dos plazas capitalinas y se concentró en ofrecer su temporada únicamente en la Plaza México. Los baluartes de ésta fueron Luis Procuna, Calesero, Joselito Huerta y Jaime Rangel por la parte nacional y El Viti, Mondeño, Paco Camino y Diego Puerta por la parte extranjera y completó el elenco el caballero español Álvaro Domecq Romero.

Esa fue la temporada de Jaime Rangel sin duda, pues en la 6ª corrida le cortó las 2 orejas a un bravo Malicioso de La Punta y en la 8ª, el rabo a Moctezuma de Reyes Huerta delante nada menos que de Paco Camino. Otros que lucieron fueron El Viti con Hortelano de Tequisquiapan en la apertura de la temporada, Diego Puerta con Rastrojero, también de don Fernando de la Mora Madaleno y Antonio del Olivar con Cantaclaro de Santa Marta en la 11ª cortando un par de orejas cada uno y don Álvaro Domecq que le cortó dos orejas a Trapero de Piedras Negras en la décima.

El Toreo de Cuatro Caminos, una vez que quedó libre, fue arrendado por doña Dolores Olmedo, casada en esas fechas con el rejoneador Juan Cañedo, con la intención de traer a El Cordobés y para ello trató con el ingeniero Armando Bernal, propietario del coso y se marchó a Sudamérica acompañada de su marido y de Manolo Prieto Crespo, con la intención de contratarlo para una campaña mexicana, aprovechando que, el doctor Gaona no tenía una buena relación con Manolo Chopera, quien lo apoderaba en esas calendas.

Lograda la contratación de Manuel Benítez, Cañedo y Prieto se dieron a la tarea de confeccionar una temporada de toros, en la que el eje, definitivamente sería el torero de Palma del Río y se ofreció una temporada de una docena de festejos, que en principio se antojaban atractivos. Los toreros mexicanos que serían la base fueron: Juan Silveti, Manuel Capetillo, Jorge Ranchero Aguilar, José Ramón Tirado, Antonio Velázquez, Mauro Liceaga, Pepe Luis Vázquez, Jesús Córdoba, Rafael Rodríguez, Alfredo Leal, Raúl García y Andrés Blando.

En el capítulo internacional, actuaron los españoles Martín Sánchez Pinto, Manuel Benítez El Cordobés, Vicente Fernández El Caracol, Juan Jiménez El Trianero y Pedro Martínez Pedrés, el venezolano César Girón y el peruano – argentino Raúl Acha Rovira. Completaron el elenco los rejoneadores Gastón Santos, Fermín Bohórquez y por supuesto Juan Cañedo.

Uno de los conflictos a los que se enfrentó la empresa dirigida por doña Dolores Olmedo, fue la consecución de ganado de garantías. El doctor Gaona torpedeó su temporada dificultando esa complicada arista de la organización de los festejos, según contó Alejo Peralta al periodista Luis Suárez:

La empresa de la México, regenteada aún por Gaona, paró mientes en el asunto, pues si bien El Cordobés no era conocido en México, aquí ya retumbaba la fama que su figura y valor levantaban en otras arenas. Lo primero que hizo la más experta competencia fue controlar las ganaderías, de modo que los ganaderos no vendían toros a la señora Olmedo…

Esta fue la procedencia y el número de los toros lidiados por ganadería en esa temporada: El Rocío (7), San Diego de los Padres (6), Reyes Huerta (13), Santa María (6), Peñuelas (7), Campo Alegre (6), Santo Domingo (7), Heriberto Rodríguez (7), San Antonio de Triana (5), Viuda de Franco (1), Ramiro González (6), Xajay (6), Soltepec (6), Ernesto Cuevas (3), Santín (3), Mimiahuápam (2).

Así que esos fueron los mimbres con los que se dio esa temporada de toros en el Toreo de Cuatro Caminos, que al final constó de trece festejos.

Miércoles 5 de febrero de 1964

Aprovechando que en esos tiempos el día del aniversario de la constitución era inhábil, se ofreció una corrida de toros en Cuatro Caminos en la que se anunció un encierro de San Antonio de Triana para que lo lidiaran Antonio Velázquez, César Girón y el albaceteño Pedro Martínez Pedrés, ya conocido de la afición capitalina, pues había confirmado su alternativa en la Plaza México en el año de 1953.

La breve relación que hace don Alfonso de Icaza Ojo en el semanario El Redondel, salido a los puestos el domingo 9 siguiente, dice en su inicio:

Con entrada floja se celebró en la plaza de Cuatro Caminos la anunciada corrida del Día de la Constitución, que resultó deslucida por las malas condiciones del ganado de San Antonio de Triana, tres de cuyos toros lucieron bonita lámina, pero resultaron todos, los seis, mansurrones y difíciles. Uno fue substituido por un torazo de la Viuda de Franco, tan malo como los anteriores, y por fin “Pedrés”, en su afán de lucirse, regaló un astado de Santo Domingo, delgaducho y cornalón, que, sin ser un dechado, ni mucho menos, se dejó torear gracias al empeño que Pedro Martínez puso en ello…

Entrada floja y festejo deslucido por las condiciones del ganado. Lo de la entrada parece sostener una teoría que tengo en el sentido de que el público y la afición de la capital mexicana está ya habituada a que los toros sean en domingo y que cuando los festejos se ofrecen fuera de ese día, no tienen costumbre o voluntad de asistir. En este caso, el cartel tenía su miga y el día era de asueto, así que mucha razón para una mala entrada, no creo que la hubiera.

Antonio Velázquez y César Girón pudieron apenas cumplir con la afición. Los toros de don Manuel Ibargüengoitia no se prestaron a fiestas y aunque el quinto, segundo de Girón, fue sustituido por un toracón de la Viuda de don Miguel Franco, el panorama no mejoró. Ambos optaron por resolver su tarde con dignidad y recibir el reconocimiento de las palmas de los asistentes.

Triunfo y sangre de Pedrés

El lote sorteado por Pedro Martínez discurrió por las mismas vías que los de sus alternantes. Así, queriendo saldar su tarde con un éxito resonante, ofreció regalar un séptimo toro, que fue de Santo Domingo. El panorama no fue mucho mejor, pero al menos el manso se dejó hacer cosas y el albaceteño consiguió entusiasmar a quienes ocupaban los tendidos. De la crónica del nombrado Ojo, extraigo lo siguiente:

Su segundo toro, el sexto de la corrida, no se prestó para cosa alguna y el pundonoroso espada, queriendo lucirse, regaló un astado de Santo Domingo, zancudo y cornalón, que sin ser bueno ni mucho menos, se dejó torear a ratos, gracias, como dijimos antes, a que “Pedrés” le llegó a la propia cara y lo embebió quieras que no, en su muleta, con la que dio excelentes derechazos y magníficos naturales, corriendo la mano desde aquí hasta allá. Se adornó, inclusive, el diestro hispano, que fue cogido sin gran aparato, pero con lamentables resultados… Pedro ni siquiera se vio la ropa al sufrir el percance: siguió muleteando con arte y maestría y mató de una estocada, despidiéndosele con una gran ovación cuando los mozos de servicio cargaron con él rumbo a la enfermería, en momentos en que centenares de pañuelos flameaban en los tendidos en petición de una oreja, que no pudimos averiguar si la autoridad concedió o no, pero que de todas maneras mereció “Pedrés” por su pundonor, por su hombría y por su torerismo.

Llevaba Pedrés una cornada en el vientre, de la que se rindió el siguiente parte facultativo:

Herida por cuerno de toro como de cuatro centímetros de diámetro, que penetró hasta la cavidad abdominal, llegando hasta el peritoneo. La curación fue muy laboriosa y se estima que ‘Pedrés’ tardará en sanar más de quince días.

Don Alfonso de Icaza señala que no se pudo percatar si le fue concedida o no la oreja a Pedrés, las crónicas de agencia aparecidas en los diarios El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón, por separado, informan que la oreja del toro de Santo Domingo le fue llevada a la enfermería y por su parte, don Heriberto Lanfranchi en su Historia del Toreo y don Luis Ruiz Quiroz en su Anuario Estadístico, también consignan la concesión del trofeo.

A posteriori

El viernes 7 de febrero, el diario El Informador de Guadalajara comunicaba que Pedrés perdía la corrida que se celebraría en El Progreso el domingo 9 siguiente y que sería sustituido por el alicantino Vicente Fernández El Caracol, quien alternaría con Antonio Velázquez y Guillermo Sandoval en la lidia de toros de Cerro Viejo. En nota aparte, el mismo diario presentaba las declaraciones que José Ignacio Sánchez Mejías hizo a la Agencia France Presse (AFP), sobre la situación de Pedrés:

...José Ignacio Sánchez Mejías, el apoderado de este torero que ha permanecido al lado del herido desde el momento del percance, ha manifestado a la AFP que Pedro Martínez “Pedrés” pierde por el momento cinco corridas de toros que tenía firmadas en la capital y en los Estados... Igualmente informa Sánchez Mejías que en las próximas 72 horas podrá saberse el tiempo definitivo que “Pedrés” estará alejado de los ruedos...

Al final de cuentas, esa sería el único festejo en el que actuaría Pedrés en México ese año de 1964. Un festejo celebrado en una fecha entonces atípica y en un escenario singular. La fecha hoy es señalada para las cosas de la fiesta y la plaza de toros en la que se presentó, ya solamente queda en el recuerdo.

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