domingo, 11 de abril de 2021

12 de abril de 1936: Ricardo Torres confirma su alternativa en Madrid

Ricardo Torres
Aguascalientes Cª 1937
Colección: Isidoro Cárdenas Carranza
La temporada madrileña de 1935 se cerró con la actuación de dos toreros mexicanos. La última corrida se dio el 20 de octubre y en ella actuaron José Amorós, Jesús Solórzano y Gitanillo de Triana ante toros de Demetrio y Ricardo Ayala y la última novillada se dio una semana después, cuando ante tres novillos de Juan Sánchez de Terrones y tres de los nombrados hermanos Ayala (3º, 4º y 5º), se presentaron Miguel Cirujeda, Jesús González El Indio y Ricardo Gutiérrez Navas. Nuestro paisano El Indio, cortó última oreja del ciclo al segundo de la tarde.

Al año siguiente sería Jesús González quien abriría la temporada de toros en Las Ventas, al actuar en el primer festejo del calendario el 8 de marzo, alternando con Cayetano de la Torre Morateño y José Vera Niño del Barrio en la lidia de novillos de Celso Cruz del Castillo. Después le seguiría Paco Hidalgo, que debutaría allí el Domingo de Ramos, 5 de abril, alternando con Enriqueta Palmeño, Daniel Luca de Tena y Mariano García y el tercer torero mexicano y único matador de toros en actuar en ese calendario en el ruedo venteño, sería precisamente quien me ocupa en estas líneas, el hidalguense Ricardo Torres.

La primera corrida de 1936

Se anunció como primer festejo mayor para ese Domingo de Resurrección de 1936, una corrida de ocho toros de los hermanos Luis y José Pallarés para Victoriano Roger Valencia II, José Amorós, Pepe Gallardo y el mexicano Ricardo Torres que confirmaría su alternativa. La tarde fue lluviosa y el ambiente en las tribunas estaba crispado porque la empresa suprimió el abono y emitió unos carnets de aficionado que no terminaron de convencer a los tenedores y que al día siguiente serían suprimidos, regresando al sistema anterior, según cuenta en su tribuna del ABC madrileño don Gregorio Corrochano:

Este año nos encontramos con una novedad: no se abre abono. La empresa, buscando sin duda una solución o una sustitución a la reserva de localidades, ideó el «carnet», que tiene analogía con lo que en Méjico llaman «derecho de apartado». El ensayo no cayó bien por lo visto en la opinión y se han anulado los «carnets». Pero no se abre abono. Y ahora va a surgir otra dificultad. Si no se abre abono ¿qué fórmula van a dar para la reserva de localidades abonadas?

El encierro cordobés de los hermanos Pallarés, a decir del citado don Gregorio fue serio:

Se lidiaron toros de Pallarés, bien presentados y con sus años completos. Decimos con sus años completos, porque con los toros ocurre lo contrario que suele acontecer con las mujeres: los toros se ponen años; o se los ponen los que quieren hacerles pasar por toros. Pero con sus años y todo, la corrida fue magnífica para los toreros. De los ocho, los seis primeros no hay quien los mejore en nobleza, en buen estilo de embestir. El séptimo tuvo más peligro, porque había que llegarle mucho y cuando arrancaba, lo hacía con fuerza y seguido. El octavo no se le pudo ver porque se lidió tan mal, que el toro no sabía a qué capote acudir...

Ricardo Torres confirmaba la alternativa que había recibido en Barcelona el 16 de septiembre de 1934 y que ya había confirmado en El Toreo el 2 de diciembre de ese mismo año. Lo haría con Esparragueño, que así se llamaba el primero de la corrida que me ocupa en este momento. Tuvo una actuación interesante. Quien hizo la crónica para la Hoja Oficial del Lunes, aparecida al día siguiente de la corrida – no está firmada – entre otras cuestiones relata lo siguiente:

Los cuatro matadores, con afición, con conciencia de su saber, con voluntad decidida, tuvieron gestos que dieron consistencia y calor de corrida grande a esta primera del año... Los inició Ricardo Torres al veroniquear, ceñidísimo, pero suave y lento, a su primero en una serie de lances superiores, al que siguieron otros, en el primer quite, de verdadero torero... Y luego tres pares de banderillas buenos, a cargo del nuevo matador de toros, con alegre preparación y ejecución perfecta, a los que siguió – después de recibir los trastos de manos de Valencia – una faena reposada, tranquila, fina, elegante, con gusto y ciencia. Ricardo Torres corrió la mano una y otra vez por alto y de pecho, parado, erguido, sacando la muleta por la penca del rabo del enemigo, y luego con la izquierda, desafiando, consintiendo, aguantando de verdad, consiguió dos naturales perfectos en los que tuvo que adelantar el engaño y tirar de él para que el toro pasase. Terminó la faena con un pinchazo y media, y el nuevo matador oyó una ovación grande y saludó desde los medios...

Por su parte, el que firma como López Cansinos, en el diario madrileño Ahora, escribe esto:

Empecemos por el recipiendario, que, después de todo, fue el protagonista del primer episodio de la corrida. El diestro mejicano – buen novillero en sus anteriores actuaciones en Madrid y con posibilidades de ser un buen torero en su nueva categoría – toreó con el capote al bicho que rompió plaza con mucho valor y finura y repitió estas muestras de buen estilo en el primer quite. Tomó banderillas y con excelentes maneras clavó dos pares y medio que arrancaron justas ovaciones. Brindó al público después del ceremonial doctorado y empezó con dos pases por alto soberbios, seguidos de un natural, aguantando el viaje lento del animal que estaba muy quedado. Continuó con otros pases altos pasándose todo el toro por delante, pero como el de Pallarés no hacía por el engaño, tuvo que abreviar la brillante faena. Tras un pinchazo en lo alto metió media superior que tiró al enemigo patas arriba. Fue ovacionadísimo el nuevo matador y tuvo que salir a saludar al tercio…

Como podemos ver, Ricardo Torres tuvo una confirmación de alternativa que le podría permitir la obtención de posteriores actuaciones en otras plazas españolas, pero primero, el conflicto generado por la dirigencia de los toreros españoles apenas un mes después y posteriormente la Guerra Civil, interrumpieron el camino que apenas había empezado a andar.

El resto del festejo

Valencia II dio la vuelta al ruedo tras despachar al segundo, fue silenciado en el quinto y volvió a dar la vuelta en el séptimo que mató por Pepe Gallardo; José Amorós: silencio en el tercero y vuelta tras la muerte del sexto; Pepe Gallardo: cortó las 2 orejas al cuarto, Rompelindo y fue gravemente herido por el séptimo que tenía el curioso nombre de Manta al hombro. Por su parte, Ricardo Torres, tras la muerte del que cerró plaza, escuchó palmas al retirarse.

El parte médico rendido acerca del percance sufrido por Pepe Gallardo, sin firma en los diarios, pero que me arriesgo a atribuir al doctor Jacinto Segovia, dice lo siguiente:

Durante la lidia del séptimo toro ha ingresado en esta enfermería el diestro José Gallardo, quien sufre una herida por asta de toro, situada en la cara posterior, tercio medio del muslo izquierdo, de unos veinte centímetros de trayectoria y que lesiona piel, tejido celular subcutáneo, músculos bíceps y semitendinoso, contusionando el nervio ciático mayor, acompañado de abundante hemorragia procedente de las ramas de la femoral profunda. Pronóstico grave.

Dramatis personae

Victoriano Roger Valencia II. Murió asesinado en la carretera de Hortaleza el 18 de diciembre de ese 1936 – fusilado dicen otros – a causa de su afiliación falangista y de su belicoso deseo de hacer ostentación de ella en todo lugar, incluso en las plazas de toros.

José Amorós. Las cornadas y la guerra civil truncaron su carrera. Toreó la Corrida de la Victoria en Las Ventas el 24 de mayo de 1939. Cambió el oro por la plata a partir de 1944 y actuó en cuadrillas de diestros como Gitanillo de Triana, Antonio Bienvenida o Rovira. Cuando dejó los ruedos fue asesor de la presidencia en Las Ventas. Falleció el 15 de julio de 1997.

Pepe Gallardo. Siguió toreando intermitentemente después de la Guerra Civil. En 1942 toreó con Manolete en San Fernando, al año siguiente volvió a Las Ventas y al final del calendario dejó de torear. Se dedicó a ayudar a un muchacho de Barbate llamado Antonio Rivera, quien después sería el padre de Riverita y de Paquirri. Falleció en Cádiz el 1º de abril de 1988.

El devenir de Ricardo Torres

Mañana lunes se cumplen 85 años de que Ricardo Torres resultara ser el último torero mexicano en actuar en la plaza de Madrid, como decía, a causa de un rompimiento de relaciones y entenderes entre las torerías de España y México y de la Guerra Civil Española. Sería hasta el 18 de julio de 1944, cuando volvería a hollar esa arena un torero mexicano y tocaría a Carlos Arruza presentarse allí para, precisamente, confirmar su alternativa. 

Ricardo Torres, heredero de las enseñanzas de Ojitos por la vía de Samuel Solís, continuó su carrera en México y durante la imposibilidad de actuar en España, lo siguió haciendo en Portugal y Francia, haciéndolo en la Plaza México por última ocasión el 6 de marzo de 1949, alternando con Lorenzo Garza y Luis Procuna y en esa ocasión cortó la oreja al toro Africano de Pastejé.

Posteriormente participó en la formación como toreros de sus sobrinos Jaime y Manolo Rangel, ambos matadores de toros. Ricardo Torres falleció el 3 de agosto de 1953 a consecuencia de un accidente automovilístico sufrido 5 días antes en las inmediaciones de Matamoros, Tamaulipas.

Sirvan estos párrafos para recordar a este gran – pero altamente incomprendido por la historia – torero mexicano.

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