Foto: Landín-Miranda |
Así que nos desplazamos a Morelia y allá fue donde conocí a Marco Antonio, con quien mi compadre pretendió hacerse lenguas acerca de mi habilidad de emborronar cuartillas. La verdad es que Nicolás me tuvo siempre mucha estima, quizás más de la que yo merecía. En esa ocasión Marco nos llevó a su casa en Santa María de Guido, la Hacienda de la Flor, donde tenía ya el esbozo de lo que es la Biblioteca hoy llamada Salvador García Bolio, radicada en el Centro Cultural Tres Marías y en la que resguardaba el fondo de su tío, Monseñor José Villalón Mercado y la colección de textos taurinos que tenía ya tiempo de ir formando, junto con una pinacoteca que era un lujo.
Allí me enteré de que estudió Medicina, se especializó en Cardiología, que ejerció su profesión y que tiempo después por necesidades de los negocios de la familia, tuvo que apartarse de la vocación. También confirmé lo que por noticias de la prensa se dijo, en el sentido de que, al fallecimiento de su tío, el ingeniero Mariano Ramírez, brevemente fue titular de los dos hierros que éste tuvo, el que lidiaba a su nombre y el de Montecillo, mismos que por no tener tiempo para atenderlos debidamente y mantener su bien ganado prestigio, se vio en la necesidad de enajenar. Pero eso sí, siempre llevó con orgullo en uno de sus dedos anulares un anillo con el hierro de don Mariano.
Los libros nos acercaron a Marco y a mí. Cada vez que adquiría un lote interesante para su biblioteca o que tenía noticia de que algo se publicaba por estas tierras, me llamaba por teléfono y comentábamos acerca de esas novedades, me hacía recomendaciones de la manera de como conservar los libros que tengo en mi poder y me sugería formas de adquirir obras, sobre todo aquellas que están descatalogadas o que se consideran difíciles de conseguir. Se había vuelto un gran maestro de la bibliofilia.
Un tanto, importantísimo que hay que anotar a Marco Antonio Ramírez, es la creación del primer medio taurino de comunicación digital. Él y Salvador García Bolio crean y sacan a la luz la Gaceta Taurina en el año de 1996. Quizás el formato no es precisamente el de un portal o sitio de internet, pero sí es un documento digital elaborado por y para los lectores de este medio. Decía en su cabecera todo lo que de toros es… en internet. Su primera época abarcó de agosto de 1996 a enero de 1999 y ambos me hicieron el honor de invitarme a participar en ella. Actualmente vive una segunda época que comenzó en mayo de este año que corre.
Tuve el honor de que Marco me guiara personalmente un recorrido por el Museo Taurino del Centro Cultural Tres Marías, su gran obra a favor de la cultura de la fiesta. En ese momento tenía en construcción una sala para dedicarla a obras taurinas de Pablo Picasso y me comentaba la ilusión de edificar otra para destinarla a la dinastía de los Solórzano, que tiene su punto de partida allí, en Morelia. Cada vez que conversábamos tocábamos el tema y los avances eran lentos, pero él no perdía la esperanza de lograrlo. Quizás sus sucesores puedan concluir ese proyecto pendiente.
Más no solamente dedicó Marco Antonio sus esfuerzos a la cultura de la fiesta de los toros. Estuvo involucrado en un importante número de obras sociales que tienen como fin el apoyar a aquellos que están en situaciones desventajosas. Y lo hacía de manera silenciosa, sin buscar los reflectores ni las noticias en la prensa. Llevaba así a cabo una solidaridad bien entendida, que es aquella en la que no se tiene que alardear del bien que se hace.
Marco ha sido un hombre sencillo que supo disfrutar de la vida. Todavía recuerdo aquel 23 de abril de 1996, reunidos en la casa en la que vivo, con Tino su hermano y su esposa, Nicolás y Lucero, el coronel Chávez, abuelo de Fernando Ochoa, mi otro compadre Isidoro Cárdenas y Rosi su esposa y el Maestro Jesús Córdoba y su esposa. Íbamos a comer allí para después ir a la presentación del libro que el Centro Taurino México España había publicado por el centenario de la Plaza de Toros San Marcos. Nos dispusimos en el comedor y Marco, el coronel y el Maestro Córdoba sigilosamente se mudaron a la mesa de la cocina, porque allí las tortillas estarían más calientes… Maniobra inteligente de los tres.
La última vez que vi a Marco Antonio en persona fue en Madrid, en la Feria de Otoño del año 2018, el viernes 28 de septiembre, justamente en el puesto de libros que se pone en los bajos de la Plaza de Las Ventas – ¿dónde más podría ser? – sabía que estaba allí, pero ese tiempo para él no era de toros, sino de ópera y de teatro. Me confesó que el bombo de Simón Casas le intrigó y le llevó a la plaza y allí nos encontramos y conversamos. Después tuvimos algunas conversaciones telefónicas hasta que la mañana del jueves me encontré con la noticia.
Pues ya Marco y Nicolás están reunidos otra vez. Seguramente discutiendo si el toro Tejón de su tío Mariano que inmortalizara Alfredo Leal en Cuatro Caminos era o no de vuelta al ruedo. Hoy me he quedado un poco huérfano de amistad.
Transmito desde aquí nuestra sincera solidaridad en este momento de tristeza a Enrique y a Tino, sus hermanos y a Valentina y a Rafael, sus hijos. Me consta que es complicado asumir una pérdida así, pero la única solución que tienen es aprender a seguir viviendo con ella.
Por mi parte digo: ¡Te voy a extrañar mucho Marco!
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