domingo, 27 de septiembre de 2020

A 90 años de la alternativa sevillana de El Rey del Temple

Anuncio de la feria
de San Miguel de 1930
El final de la temporada de novilladas de 1929 en El Toreo se centró en cuatro nombres: Carmelo Pérez, Esteban García, José González Carnicerito y Jesús Solórzano. Ellos disputaron la Oreja de Plata en una novillada extraordinaria celebrada el domingo 8 de septiembre de ese año y el que se la llevó fue quien después sería conocido como El Rey del Temple. Es también de hacer notar que los otros tres alternantes morirían al paso del tiempo a consecuencia de las cornadas que dan los toros y que solamente uno de ellos, Esteban García, no recibiría la alternativa antes de su mortal percance en Morelia apenas dos meses después de esa novillada de triunfadores.

El haber obtenido el argentino trofeo le aseguró a Solórzano la alternativa en la temporada de corridas siguiente y así, el domingo 15 de diciembre siguiente, en la novena corrida de la temporada 1929 – 1930, el santanderino Félix Rodríguez, con el testimonio de Heriberto García, le cedió los trastos para matar al toro Cubano de La Laguna. Esa tarde Rodríguez realizó su más grande obra en nuestros ruedos al cuajar al toro Cafetero de Piedras Negras en el máximo escenario taurino de nuestro país.

Alboreando 1930 Jesús Solórzano marcha a España y como en aquellos años las alternativas americanas no eran consideradas válidas allá – eso se vino a resolver hasta el año de 1944 – debió torear por aquellas tierras como novillero, tratando de obtener una alternativa española que le permitiera ingresar con fuerza en las filas de los matadores de toros allá. Se presenta en la Maestranza de Sevilla el 11 de mayo, alternando con Alberto Balderas – debutante también – y Diego Gómez Laine y pierde apéndices por el mal manejo de la espada, regresando a ese escenario los días 18 y 29, alternando de nueva cuenta con Balderas en ambos festejos, el último, mano a mano.

Debuta en Madrid el 21 de julio de ese año, alternando con Rafael Saco Cantimplas y Manuel Zarzo Perete en la lidia de novillos de Juliana Calvo Viuda de Bueno, Duque de Tovar y Galache (se puede ver aquí) y esa tarde tiene un triunfo resonante, pues con el segundo de su lote armó una gran escandalera, cortando, según a quien se lea, un rabo o dando nada más una vuelta al ruedo… El hecho incontrastable y en eso coinciden los seis cronistas que pude consultar sobre el particular, es que la multitud se lo llevó en hombros de la plaza.

La alternativa

En esa línea triunfal llevó su decurso novilleril Jesús Solórzano durante el año de 1930 en España. Tanto así que se le ofreció la alternativa para la Feria de San Miguel de Sevilla de ese mismo año y en un cartel inmejorable. Le apadrinaría Antonio Márquez – quien además llevó siempre una estrecha amistad con Jesús – y sería testigo Marcial Lalanda. Se apartó para la ocasión un encierro de los hermanos Luis y José Pallarés (antes Peñalver).

Antonio Márquez fue herido el jueves 25 en Barcelona y estando anunciado como cabeza de cartel para las dos corridas de feria, la edición de El Correo de Andalucía del sábado 27 anunciaba que sería sustituido el domingo 28 por Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y el lunes 29, día de San Miguel, por Joaquín Rodríguez Cagancho, así pues el padrino de la alternativa de Jesús Solórzano sería Marcial Lalanda, diestro de mayor antigüedad.

El toro de la ceremonia se llamó Niquelado y no fue precisamente uno que permitiera el lucimiento, sin embargo el toricantano estuvo esforzado y digno. La crónica de Juan Mª Vázquez, en el ABC de Sevilla, entre otras cosas, cuenta lo siguiente de esta trascendente tarde:

De la campaña que el novillero Solórzano desarrolló entre nosotros – olvidando descensos inevitables –, quedaban, para hacerle merecedor de la categoría máxima, los buenos recuerdos de sus lances de capa, ceñidos, templados y elegantes, y, sobre ello, la emoción de la soberbia faena de muleta con que enardeció a los sevillanos, en la tarde en que se les dio a conocer. Las crónicas y comentarios que inspiró su labor afortunada constituía – aún sin el aditamento de su triunfo en Madrid – documentación suficiente para unir a la solicitud de alternativa, escalada hoy por cualquier audaz exento de valor personal y de méritos artísticos. Ya la tiene Solórzano, y alcanzada en la cuna y la sede de su arte. Que siempre use de ella con pundonor y decoro, mirando a completar su personalidad en el oficio – que es ya distinguida – y evitando a quienes fueron los primeros en aplaudirle por estas tierras el mal sabor de las retractaciones.

En su día solemne, el notable lidiador se produjo con ese pundonor que para lo futuro le pedimos; animoso, lleno de los mejores deseos se esforzó en agradar al concurso, y si no siempre el éxito correspondió al designio, por lo general su labor fue buena y dejó grato sabor. 

Capeó al natural al que abrió plaza de salida y en los quites – adornándose aquí con una vistosa serpentina – estirado, quieto y apretándose. Aunque el toro no tenía buen estilo – la corrida de los Sres. Pallarés en ese respecto, dejó bastante que desear –, quiso sumar al esfuerzo de su arte banderillero, y reuniéndose muy bien puso con gran facilidad dos pares y medio – derrotando el bicho las dos últimas veces – que le fueron – como los lances consignados – aplaudidísimos. En fin: investido por Marcial, libró con un buen ayudado una acometida imprevista y, seguidamente, entre dos naturales aceptables, consumó, sereno y valiente, un gran pase de pecho. Con la derecha, cerquísima de las astas, aunque sufriera más de un derrote, siguió con adornos el estimable trasteo, hasta que, igualada la res, entrando muy ligero, dejó una estocada atravesada. Un descabello a la segunda tumbó al enemigo, y Solórzano, afectuosamente ovacionado, dio la vuelta al dorado círculo…

Por su parte, Enrique Feria Triquitraque, en El Correo de Andalucía, reflexiona lo siguiente:

Marcial Lalanda le entregó los trastos al mejicano, que por cierto y como dato que estimarán los historiadores, vestía flamante traje de seda blanca con adornos de oro. ¡De «durce»! Se abrazaron, etc., etc., y el público, tan propenso a contagiarse de estas escenas, aplaudió a Solórzano con cariño.

Jesús brindó al presidente (don Jesús Mensaque, el simpático edil trianero), y luego a gran aficionado don Agustín García Mier. El muchacho se encaró con el bicho todavía no hemos dicho que el ganado lidiado en esta corrida era de los señores Pallarés, sucesores de Peñalver. El toro, manso, cabeceaba mucho.

Jesús, molesto por el viento, inició su faena con un pase ayudado por alto bueno, a los que siguieron dos naturales, el segundo muy apretado, y uno de pecho muy forzado. El toro no era el toro ideal... Jesús, desde cerca, muy voluntarioso, siguió toreando con la muleta, dando varios pases de tirón y otros ayudados por bajo.

La tranquilidad del espada, su buena voluntad, hizo que esta faena fuera subrayada con la intervención de la banda de música. Siguieron otros pases lucidos, entre ellos uno de la firma bueno, y perfilándose desde cerca y entrando a matar con ganas, dejó una estocada corta y caída, y puso fin a la vida del adversario con un descabello a pulso al segundo intento.

El público ovacionó entusiásticamente al nuevo doctor, al que obligó a dar la vuelta al ruedo.

En el resto de la corrida, Solórzano estuvo decidido y dispuesto e hizo varios quites buenos y principalmente uno EXTRAORDINARIO en el tercero. Había entrado en quites Marcial derrochando alegrías. Siguió el Niño de la Palma en su quite entusiasmando al público con unos lances por gaoneras y media verónica estupenda... y Solórzano se creció e hizo el quite de la corrida ¡el mejor!... Fueron dos lances soberbios, insuperables, y media verónica aún mejor que los lances ¡imposible de mejorar!...

Tercia en estas apreciaciones José María del Rey Caballero Selipe, quien en su tribuna de El Noticiero Sevillano escribió:

...Jesús Solórzano ha llegado a la alternativa con dotes que han de facilitarle el triunfo en su carrera; tiene entusiasmos, valentía, dominio y buenos deseos. Da el paso de novillero a matador conscientemente; cuando ha alcanzado la alternativa y la ha merecido, la toma y de este modo podrá encumbrarse, ascendiendo serenamente por sus únicos méritos.

Solórzano toreó muy bien de capa; en varias ocasiones se apretó de veras con el toro, y siempre por su animado estilo y la mucha emoción que imprimía a la suerte, levantó aplausos nutridísimos. Sobre todo en el repetido primer tercio del tercero, en el que Solórzano intervino modelando unos lances ceñidísimos de irreprochable finura.

Banderilleó a sus dos toros con suma facilidad y gran soltura. La faena del toro de la alternativa fue hecha en terreno del enemigo, aguantando el espada el cabeceo de la res, de la que estuvo siempre bien cerca. Entró ligerito a herir y dejó el estoque atravesado; descabelló al segundo intento.

El público, que apreció la buena voluntad del torero, lo ovacionó y obligó a dar la vuelta al ruedo. 

En el sexto, después de un trasteo discreto y voluntarioso, dejó, entrando con rectitud, una estocada delantera y baja.

El viento que sopló con violencia fue atenuante de la labor de los toreros. La brisa de Eolo molestó con más obstinación a Jesús Solórzano en la faena del primero...

Ese sería el primer paso de una historia que se escribiría con nombres como los de Revistero, de Aleasal que cortó las dos orejas en la plaza vieja de MadridGranatillo, Redactor, Cuatro Letras, Batanero, Brillante, Príncipe Azul, Pies de Plata, Tortolito, Picoso o Pimiento y que lograron construir la historia y la leyenda de El Rey del Temple.

Jesús Solórzano se despidió de los ruedos el 10 de abril de 1949 en la Plaza México, en una corrida de toros en la que alternó con Luis Procuna y Rafael Rodríguez en la lidia de un encierro de Matancillas. El último toro que mató vestido de luces se llamó Campasolo y llevaba en el anca el hierro de La Punta – ganadería hermana de la anunciada – también propiedad de sus cuñados Francisco y José C. Madrazo, al que le cortó una oreja. 

Jesús Solórzano Dávalos falleció en la Ciudad de México el 24 de septiembre de 1983.

Avisos parroquiales: 1. - Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales. 

2. - Y por otra parte, una versión anterior de estas líneas la publiqué en esta misma bitácora hace seis años, la pueden contrastar en esta ubicación.


domingo, 20 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XIII)

Carlos Arruza y la literatura taurina mexicana. Una deuda pendiente


En los últimos días algunos buenos amigos, inspirados por los apuntes que más o menos mensualmente publico en esta bitácora sobre la obra en los ruedos del Ciclón Mexicano me han preguntado sobre la existencia de bibliografía relacionada con el gran torero. Debo confesar aquí que mis investigaciones han sido casi todas hemerográficas y apoyadas en el libro biográfico de Barnaby Conrad que cito un poco más abajo – y que aclaro, es el único que obra en mi poder –, pero advertí, desde antes de abordar este proyecto, que la literatura en forma de libro sobre Arruza era escasa.

Afortunadamente en México tenemos el Centro Cultural Tres Marías en Morelia, Michoacán, que cuenta con la biblioteca Salvador García Bolio dedicada al tema de los toros y que conforme a su página de internet (aquí), a esta fecha, tiene más de catorce mil registros dedicados al tema, entre libros, revistas y otro tipo de papeles que hacen alusión a la fiesta de los toros. 

Hecha una búsqueda en ese portal, pude ubicar varios títulos, arrojando esta 51 resultados. En calidad de libros – consideré como tales aquellas publicaciones de más de 30 páginas que no fueran de publicación periódica – encontré los siguientes: 

Carlos Arruza y los toreros mejicanos. Autor: Curro Calderón. Editor: Castells Bonet. Barcelona, 1944. 32 páginas.

Arruza. Autor: Alfredo R. Antigüedad. Editor: Editorial Atlas. Madrid, 1945. 228 páginas.

¡Arruza! El secreto y la magia de su toreo. Autor: Garapullos. Editor: Don Mar. Valencia, 1945. 32 páginas.

La guitarra de Arruza. Autor: Domingo. Editor: Alas. Colección “Triunfadores del Ruedo”, N° 4 (nueva época), año 1, Barcelona, 1945. 31 páginas.

¡Este es Arruza! Autor: J.M. Villapecellín. Editor: Mateu. Barcelona, s/a. 193 páginas.

Carlos Arruza. Autor: Juan Diego. Editor: Alas. Colección Triunfadores del Ruedo N° 2, año 1. Barcelona, 1946. 31 páginas.

El “caso” Arruza. Autor: Enrique Vila Guzmán de Alfarache. Editor: Gráficas López Lozano. Sevilla, 1947. 75 páginas.

My life as a matador. Autores: Carlos Arruza y Barnaby Conrad. Editor: Houghton Mifflin Co. Boston, 1956. 246 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. Autor: Lyn Sherwood. Editor: Hooper Publishing. Phoenix, Arizona, 1966. 45 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. The golden years, 1953 – 1966. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, Arizona. 1967. 28 páginas. Idioma inglés.

We remember Carlos Arruza, torero. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, 1974. 124 páginas. Idioma inglés.

Ciclón en la cumbre. Vida y muerte de Carlos Arruza. Autores: Luis Mortiño y Octavio Alba. Editor: Cine Mundial. Ciudad de México, s/a. 242 páginas

Es curioso observar que de todas estas obras, la tercera parte está escrita en idioma inglés y después de la muerte en un accidente de carretera del torero y más significativo todavía resulta que de la docena que he seleccionado, solamente una de ellas está editada en México, probablemente también alrededor de la fecha del óbito de Arruza, por un diario dedicado a cuestiones de espectáculos diversos al taurino, Cine Mundial, libro que, por cierto, es casi un incunable, pues habiendo hecho una búsqueda para conseguirlo en el mercado del libro usado o antiguo, el mismo simplemente no se encuentra.

Los demás, tanto los editados en España en los años 40, como los que salieron en Estados Unidos en los 60, están disponibles en los diversos canales por los que se comercializan esa clase de libros y a precios bastante razonables. Pero siempre queda la alternativa de consultarlos en la biblioteca Salvador García Bolio, previa cita para ello.

El corolario de esto que pretende ser una historia, es que la afición y quienes intentamos escribir acerca de este subtema – Leonardo Páez dixit – tenemos una deuda con Carlos Arruza y con la Historia del Toreo en México y es, precisamente, escribir un buen libro mexicano sobre uno de los toreros más grandes que ha dado esta tierra.

domingo, 13 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XII)

Carlos Arruza, el solidario. México (I)

Carlos Arruza

La mitad del siglo XX representó un tiempo de profundo cambio para la fiesta en México. Personalmente considero que fue el momento del tránsito de una Edad de Oro brillante en lo histórico y en lo taurino, hacia una Edad de Plata que representó también una etapa de gran lucimiento para nuestra tauromaquia, ya cimentada en nuevos valores y sobre todo en la transformación del toro mexicano, que a partir de esas calendas sería ya el único en lidiarse en nuestras plazas.

Una década después, los toreros que tomaron la estafeta de manos de los maestros de la etapa dorada eran ya quienes tenían en sus manos el devenir del toreo en nuestra patria, aunque todavía por esas fechas, algunas de las figuras de la etapa anterior tuvieran actuaciones esporádicas como en los casos de Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado o Fermín Rivera

Cañitas

Entre esos toreros de la Edad de Oro que seguían activos se encontraba Carlos Vera Cañitas, quien recibió la alternativa en 1941 y que fuera parte importante de la etapa final en la historia del Toreo de la Condesa. También Cañitas gozó de popularidad en ruedos españoles y en esos momentos, quizás la estadística de la fiesta no tenía la importancia que hoy se le adjudica, pero ya era el diestro nacional que más tardes había actuado en la plaza de Las Ventas en Madrid con catorce, sitio que conservó desde junio de 1951 y hasta mayo de 2018, cuando Joselito Adame alcanzó primero y superó después esa marca.

En 1960, Cañitas trataba de relanzar su carrera en los ruedos y llegar a actuar formalmente en la Plaza México, pues su única actuación allí tuvo lugar el mediodía del 10 de abril de 1955, alternando con Fermín Rivera y Nacho Treviño en la lidia de toros de Santa Martha. Ese festejo con entrada gratuita, fue organizado para la filmación de la película El Niño y El Toro – en inglés The Brave One –, de Irving Rapper. Ni antes, ni después había pisado ese ruedo vestido de luces y, los hados apuntaban a que ya no lo haría.

En ese plan de relanzamiento, Carlos Vera se contrató para actuar en el Toreo de Cuatro Caminos el 21 de agosto de 1960 para alternar con Luis Briones y Juan Estrada – otros dos sobrevivientes de la etapa dorada – en la lidia de toros de Ayala. El cuarto de la tarde se llamó Buen Mozo y a juzgar por las fotografías de la época, lo era. En la parte final de la faena, que tuvo sus momentos de brillantez, el toro de Ayala prendió a Cañitas en la entrepierna derecha. La gravedad del percance se percibió de inmediato, pues el terno blanco con pasamanería negra que vestía el torero se tiñó de sangre.

El parte médico rendido por los doctores Javier Ibarra hijo y Manuel Castañeda Uribe fue devastador:

Sufre una herida por cuerno de toro situada en el Triángulo de Scarpa derecho, de cuatro centímetros de orificio de entrada, que interesa piel, tejido graso, aponeurosis, desgarrando los músculos de la región, contundiendo la arteria femoral común y seccionando la arteria femoral profunda, además de la vena femoral. Gran hemorragia arteriovenosa, por lo que hubo de practicársele una transfusión sanguínea de 1,200 centímetros cúbicos. Pronóstico reservado.

La reserva del pronóstico derivaba de la situación que tenía la circulación sanguínea del torero herido en el miembro afectado. No era la primera cornada que recibía en la región y con los procedimientos médicos comúnmente aceptados en la época, los vasos afectados eran ligados en los cabos afectados y la continuidad circulatoria se dejaba a lo que los médicos llaman circulación colateral. Así pues, admitiendo que se usara el mismo procedimiento en esta herida de Cañitas, esa reserva derivaba de la necesidad de esperar que tras la ligadura de las femorales – arteria y vena – afectadas por el cuerno de Buen Mozo, la circulación se restableciera en la extremidad afectada.

Pero la suerte y el destino de Cañitas ya estaban echados. Cinco días después de la cornada, la prensa nacional daba a conocer lo siguiente:

Hubo necesidad de amputarle la pierna herida a Cañitas. – México, D.F., agosto 25. – Al mediodía de hoy fue amputada la pierna derecha, hasta arriba de la rodilla, al torero Carlos Vera “Cañitas”, cornado el pasado domingo… Los médicos tomaron esta medida extrema ante el peligro de que se presentara una septicemia gaseosa, al no haberse restablecido la circulación sanguínea en el miembro herido… Todavía cuando era llevado a la sala de operaciones, “Cañitas” confiaba en que se le practicase una operación más para restablecer la circulación, pero el intenso color amoratado, en algunas partes negruzco de la pierna derecha, indicaba que la amputación debería hacerse desde luego… El doctor Javier Ibarra afirmó: “si existiera una brizna de esperanza, no amputaríamos el miembro”… Dijo inicialmente que se había temido que la amputación se haría casi desde la cadera. El tipo de corte que le fue hecho permite la rehabilitación por miembros artificiales… (El Informador, Guadalajara, 26 de agosto de 1960)

Así pues, el valentísimo Carlos Vera Cañitas había terminado su carrera en los ruedos, como El Tato, como más recientemente Rocky Moody. Quedaba entonces, condenado a seguir sus labores en la Procuraduría de Justicia de la capital mexicana, donde obtuvo un empleo cuando las oportunidades de vestirse de torero comenzaron a escasear.

Cañitas falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985. 

Curro Ortega

El surgimiento del precoz Curro Ortega – curiosamente también “Cañitas” fue un torero que se inició casi desde niño – transcurre ya en la Edad de Plata del toreo mexicano. La alternativa la recibió en Acapulco en 1950 y tuvo actuaciones en ruedos hispanos, aunque no confirmara su alternativa en Madrid. 

Curro Ortega es de la generación de toreros que surgieron en la primera temporada novilleril de la Plaza México con Joselillo y Fernando López y paradójicamente es uno de los que a despecho de no haber encabezado el llamado escalafón menor en esos días, realizó una carrera más o menos larga en los ruedos del mundo.

En la frontera norte era un fijo en las temporadas veraniegas que por esos rumbos se daban y en esa frontera se encontraría con el final de su paso por los ruedos, pues en el mismo 1960, el 25 de septiembre, paradójicamente un mes exacto después de la retirada forzada de Cañitas, se anunció para lidiar toros de Pozo Hondo con Antonio Velázquez y Jaime Bravo en El Toreo de Tijuana.

Esa corrida pareció torcérsele a Curro Ortega desde el inicio. Aunque las notas de prensa publicadas en la época señalan que fue herido por el segundo de la tarde, en realidad la grave cornada que recibió fue al abrirse el festejo, pues Jim Fergus, testigo presencial, en su revista Toros correspondiente al mes de octubre de ese 1960, refleja que por un error de los torileros, el primero del lote de Curro – teóricamente el segundo de la tarde – salió al ruedo para iniciar el festejo:

25 de septiembre (Tijuana – Centro) Curro Ortega fue gravemente herido por el primer toro de la corrida. Curro era el segundo espada del cartel, pero por un error en los chiqueros, se abrió el festejo con el primero de su lote. Un incierto toro de Pozo Hondo de aproximadamente 400 kilos de peso prendió a Curro durante la faena de muleta. El torero, que acababa de completar una primera tanda de naturales, iniciaba la segunda al momento del percance. Al caer al suelo, se hizo evidente que la herida era de varias trayectorias, pues el cuerno le penetró el muslo izquierdo, arrancando tanto la vena como la arteria femoral…

Fue atendido en la enfermería por el equipo comandado por los doctores José Rodríguez Olivas y Gustavo Arévalo, quienes inhibieron inicialmente la hemorragia y posteriormente lo trasladaron al hospital del Dr. Rodríguez Olivas para continuar el tratamiento de la herida. El pronóstico se reservó, pero la visión general era más o menos optimista, pues los facultativos declararon al citado Fergus, que quizás el sábado siguiente el diestro estaría en condiciones de volver a la Ciudad de México y continuar su tratamiento allá y descartaron definitivamente un desenlace como el de Cañitas:

Curro fue trasladado a la enfermería de inmediato y en unos 12 minutos, un equipo de cinco cirujanos, encabezados por el Dr. Gustavo Arévalo hicieron una cura de urgencia, procedimiento que duró más de dos horas. Después fue trasladado al hospital del Dr. José Rodríguez Olivas, jefe de los servicios médicos de la plaza… El lunes fue un día crítico para Curro y para el martes comenzó a dar muestras de mejoría, pudiéndose anticipar que sería trasladado a la Ciudad de México el siguiente sábado. El Dr. Rodríguez descartó la posibilidad de que el diestro herido perdiera la extremidad lesionada, como en el caso de “Cañitas”...

Sin embargo, en el número siguiente de Toros se desplegaba esta información:

Una mala circulación consecuencia de percances anteriores, derivaron en la amputación de la pierna derecha de “Cañitas”. Por ese mismo motivo Curro Ortega ha quedado impedido de continuar toreando. Después de la cornada de hace unos días en Tijuana, los médicos le han advertido que otra herida podría causarle daños irreparables...

Como datos curiosos, el día que Curro Ortega fue herido, Carlos Arruza también toreaba en Tijuana, en la Monumental, formando cartel con Calesero y Manolo dos Santos para lidiar toros de la Viuda de don Miguel Franco y ganadería de Pozo Hondo que lidió ese 25 de septiembre del 60 en Tijuana, es la que hoy se anuncia como San Lucas y fue formada por José Antonio Llaguno García en 1955, con vacas y sementales de San Mateo. Lidió su primera novillada en 1958 en Acapulco y su primera corrida ese mismo año en Nogales.

Así pues, también la suerte de Curro Ortega quedó echada en un ruedo mexicano. Tendría que dedicarse a otra cosa, pues ya la vuelta a las plazas no quedaba en su futuro.

Curro Ortega falleció en la Ciudad de México el 30 de septiembre de 2012.

Carlos Arruza y sus gestos solidarios

En el caso de Cañitas, en cuanto se supo el final triste que tuvo su carrera en los ruedos, tanto el doctor Alfonso Gaona, como quienes hacían empresa en el Toreo de Cuatro Caminos pusieron a la disposición del diestro esos escenarios para que se organizara un festejo benéfico. En el caso de Curro Ortega no tengo información publicada de que así haya sido. De cualquier forma, faltaba que alguien pusiera manos a la obra para lograr la celebración de esas fechas para auxiliar y honrar a los toreros caídos en el ejercicio de su ministerio.

Carlos Arruza surge como el que tomaría el bastón de mando para lograr aliviar, cuando menos en lo económico, las penas de sus iguales. Daniel Medina de la Serna, para el caso de Cañitas, afirma que también se unieron al proyecto don José Murillo Alvírez, Manuel González Pinocho y José Juárez Gitanillo de México. Consiguieron una corrida de don Jesús Cabrera y para el 16 de septiembre de 1960, en la Plaza México, se anunció al propio Carlos Arruza, quien se presentaría como rejoneador en ese escenario, Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia.

La gran plaza se llenó y aunque el clima y los toros no colaboraron, pues se devolvió al quinto por manso y fue sustituido por uno de Santín y el sexto se inutilizó y fue reemplazado por otro de Ajuluapan, in extremis, Joselillo de Colombia realizó una faena vibrante al sexto, anunciado como Sombrerero y le cortó las dos orejas. Se afirma, sin desglosar cifras, que Carlos Vera Cañitas recibió de sus iguales y de la afición una suma cercana al medio millón de pesos, cantidad que le permitiría reencaminar sus pasos por la vida ya fuera de los ruedos.

Escribía en alguna parte de esta serie que Carlos Arruza era un hombre inquieto. Y a fe mía que esa inquietud la desplegaba siempre en causas nobles. Anunciado el final del paso por los ruedos de Curro Ortega, aprovechó el impulso adquirido con la organización del festejo pro Cañitas y se avocó a actuar en igual forma a favor de Ortega. Tomó la palabra de los empresarios del Toreo de Cuatro Caminos, dada en principio para auxiliar a Cañitas y para el 30 de octubre de ese mismo año, consiguió una corrida de Valparaíso para volver a actuar como rejoneador y anunciar su despedida de la afición de la capital mexicana en esa faceta de su paso por los ruedos y completar el cartel con Manolo dos Santos, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Alfredo Leal, Joselito Huerta y Antonio del Olivar. Es de señalarse que el toro que enfrentó Arruza fue uno de San Mateo, lo que le agrió un poco la amistad con don Valentín Rivero, quien esperaba que el Ciclón se enfrentara a uno de sus toros en esa tarde. Arruza cumpliría varios compromisos más y torearía su última corrida en este ciclo el 6 de noviembre siguiente en Tijuana, plaza en la que retornaría a los ruedos el 20 de junio de 1965.

A diferencia de la corrida a favor de Cañitas, la de Curro Ortega fue un éxito redondo. Arruza le cortó las dos orejas a Azteca; Manuel Capetillo una a El Diablito; Juan Silveti, el rabo a Farolero – toro de arrastre lento – y Joselito Huerta también obtuvo el rabo de Soldado, que recibió el homenaje de la vuelta al ruedo a sus despojos. Manolo dos Santos, Alfredo Leal y Antonio del Olivar estuvieron empeñosos y tuvieron momentos de lucimiento. Como afirma Horacio Reiba, todos estuvieron a la altura en este festejo que resultaría histórico.

Curro Ortega también recibió una suma importante para reencaminar sus pasos por la vida. Jim Fergus, en el número correspondiente al mes de noviembre de su citada publicación, refleja algunas cifras de la siguiente manera:

Curro Ortega recibirá $252,877.70 pesos ($20,230.00 dólares) como producto de la corrida celebrada en su beneficio el pasado 30 de octubre en El Toreo. Dicha suma incluye además diversos donativos por $19,753.00 dólares y $12,000.00 dólares por concepto de la venta de la carne de los toros lidiados ese día, sumando en total lo que se entregará al torero la cantidad de $455,175.00...

En ambas situaciones – la de Cañitas y la de Curro Ortega – la inquietud y el sentido de solidaridad de Carlos Arruza para con sus iguales, lograron algún alivio para sus aflicciones y demostraron que los toreros se pueden ayudar entre sí en momentos de tribulación.

El próximo 16 de septiembre se cumplen 60 años del primer festejo al que he hecho referencia y el segundo, al decir del nombrado Horacio Reiba, resultó un punto de inflexión en nuestra historia patria taurina:

Esta corrida memorable – siete orejas y dos rabos de los de antes – marcó la frontera entre la década de transición que clausuraba y la de realizaciones plenas que estaba a punto de comenzar. Porque los años sesenta serían muy diferentes: las figuras de esa tarde histórica afianzaron su soberanía; la reanudación del convenio trajo la gran generación de los Camino, Puerta, Viti y El Cordobés; Arruza volvió a montar para maravillarnos fugazmente hasta su muerte. Y mediado el decenio, Manolo Martínez lanzaría el guante que iban a recoger los Cavazos, Rivera y Ramos, para adentrar nuestra Fiesta en una época bajo cuyos aparentes esplendores iba a germinar, por desgracia, la semilla de su posterior degradación…

Así pues, es como Carlos Arruza mostró que no solamente en los ruedos es donde los toreros deben responder a los estados de necesidad de sus iguales. Y en este caso con un valor añadido, se hizo historia y se encaminó la del porvenir. Más no serían estos los únicos hechos notables del Arruza solidario como veremos en la siguiente entrega de estos pergeños…

Aviso parroquial: Agradezco al amigo Doblón (@toritosyburros), el haberme facilitado la información aparecida en la revista Toros de Jim Fergus.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Tacho Campos. Una alternativa efímera

La Feria de San Marcos 1949
El Sol del Centro 17/04/1949
Nacido en 1922, Anastacio Campos Gallego se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el 2 de agosto de 1942, alternando con Rutilo Morales y Manuel Jiménez Chicuelín en la lidia de novillos de La Laguna. Causó buena impresión y toreó seis tardes esa temporada, quizás las mejores fueron las del 13 de ese agosto y 11 de octubre, cuando corta la oreja respectivamente a Meloso y Onza de Oro, ambos de Coaxamalucan, lo que le vale participar en el festejo de la Oreja de Plata que fue ganada por Antonio Velázquez, que junto con Luis Briones, Luis Procuna, Juan Estrada o Rafael Osorno, fueron algunos de los nombres destacados de ese serial novilleril.

En 1943 actúa 3 tardes en La Condesa y en 1944 tiene la que quizás fue su mejor temporada novilleril, pues actúa en ocho tardes junto a Pepe Luis Vázquez (mexicano), Ricardo Balderas, Jesús Guerra Guerrita, Rutilo Morales, Félix Briones y Eduardo Liceaga entre los más destacados, para partir a España al año siguiente y presentarse en Las Ventas de Madrid el 24 de junio de para lidiar novillos de Claudio Moura en unión de Manuel González Machaquito de MadridManolo Navarro y Manuel Jiménez Chicuelín, en una tarde en la que tuvo poca fortuna.

Se presentaría después en Sevilla el 1º de julio de 1945 para alternar con Lorenzo Pascual Belmonteño, Francisco Astasio Quinito y Manuel González Machaquito de Madrid en la lidia de novillos de Esteban González y en Barcelona el 26 de agosto, alternando con Armando Martín Armillita, Pepe Hillo y Gabriel Pericás en la lidia de novillos de José Escobar (6) y Francisca Marcos (5º y 8º). Volvería a Madrid el primero de octubre, para alternar con Antonio Toscano, Manolo Navarro y Francisco Rodríguez en la lidia de novillos de Hoyo de la Gitana. De acuerdo con los escalafones publicados en la época, sumó un par de festejos más en tierras hispanas. Es curioso observar que estos festejos en las plazas principales en los que actuó Tacho Campos, fueron todos de ocho toros.

Hace la transición a la Plaza México y actúa tres tardes en la temporada de 1946, misma que encabezaron Joselillo y Fernando López; cuatro en la del año siguiente, en la que de nueva cuenta fueron esos dos fenómenos los titulares del escalafón novilleril, con la aparición de un precoz Curro Ortega y la vuelta a las novilladas de Juan Estrada, que renunció a su alternativa. El 18 de julio de 1948, será testigo, junto con Juventino Mora en la Plaza San Marcos de la eclosión del Volcán de Aguascalientes,  y en la plaza mayor de México, de la aparición de los Tres Mosqueteros, toreando entre ellos tres novilladas ese calendario.

La alternativa

Para 1949, Tacho Campos y quienes llevaban su carrera, estimaron seguramente que era el momento de dar el siguiente paso y para ello consiguieron un escenario que les pareció adecuado: la Feria de San Marcos en Aguascalientes, en la que se darían tres corridas de toros que se anunciaron de la siguiente manera: para el domingo 17 de abril Ricardo Torres, Manuel Jiménez Chicuelín y la alternativa de Tacho Campos, con toros de los Hermanos Ramírez; el domingo 24 de abril, Luis Briones, Luis Procuna y Rafael Rodríguez, que se presentaba como matador de toros en Aguascalientes, con toros de Torrecilla y el lunes 25 de abril, Calesero y Rafael Rodríguez mano a mano, con toros de Armillita Hermanos

Al final, sin que mediara explicación alguna, en la corrida del 17 de abril no actuó el hidalguense Ricardo Torres. Lo sustituyó Andrés Blando, que fue el encargado de doctorar a Tacho Campos en una tarde desapacible y ventosa. La crónica de don Jesús Gómez Medina, en El Sol del Centro del día siguiente del festejo, entre otras cosas, dice lo siguiente:

…Negro entrepelado, apretado y vuelto de pitones, fuerte y hondo, y llevando en las ancas el número 55, tales fueron las características del primero de la tarde, con el que Tacho Campos recibió la alternativa. Dignamente lo saludó el reinero, toreándolo superiormente a la verónica entre olés entusiastas, para más tarde, después de que el “Güero Mochilón” se lució con la de detener, forjar un quite por gaoneras, escultóricas y ceñidas, entre las que hubo una extraordinaria. Luego de que Andrés Blando le cedió los trastos, brindó Tacho la muerte de éste su primer astado como matador de toros a su hermano y mozo de estoques. Quieto y erguido, prologó su faena con dos ayudados por alto; intentó luego correr la mano en los derechazos, pero el bicho, insuficientemente castigado se revolvió presto sobre el engaño, llevado de su auténtica bravura y, en tales condiciones, la faena careció del aplomo y del desahogo necesario. Hubo, sí, magníficos muletazos; derechazos y de la firma; trincherazos con el debido remate, pero la faena, el conjunto, careció de la necesaria trabazón, por la causa apuntada.

Tras de sufrir un achuchón de pronóstico, Campos atizó media estocada perpendicular, pero en buen sitio, que bastó. En premio a su voluntad, el nuevo doctor hubo de dar la vuelta al ruedo…

Eso fue lo destacado en la tarde de quien se esperaba, fuera un nuevo matador de toros mexicano.

Paréntesis ganadero

El encierro lidiado en la tarde de la alternativa de Tacho Campos fue de Hermanos Ramírez. Voy a aventurarme a afirmar, que esta pudo ser la presentación no oficial de la ganadería que después se anunciaría como San Antonio, propiedad de los hermanos Enrique, Víctor Manuel y Mariano Ramírez Miguel, formada con ganados originarios de Pastejé y que el encierro se formó con la rastra de algunas de las vacas que se adquirieron en 1947 como pie de simiente. Esta base ganadera fue enajenada en 1958 por los ganaderos a su paisano don Gustavo Álvarez y a partir de entonces don Mariano Ramírez se decantó por la base de Piedras NegrasLa Laguna, al adquirir una importante alícuota de la ganadería de Zotoluca.

La prensa de la época no refleja ningún dato acerca del origen o propiedad de la corrida lidiada ese 17 de abril de 1949, así que esta apreciación es una mera conjetura personal, pero conociendo la voluntad que tenía don Jesús Ramírez Alonso, empresario de la Plaza San Marcos en aquellas calendas por traer toros de ganaderías cercanas, no me extrañaría que así fuera, pues los potreros de los hermanos Ramírez Miguel se ubicaban en la cercana Encarnación de Díaz, Jalisco.

Catorce días después

En la búsqueda de otras informaciones en la hemeroteca, me encuentro con una nota fechada en la Ciudad de México el primero de mayo de ese 1949, titulada como sigue: Fernando de los Reyes cortó oreja en El Toreo. Tacho dio vuelta y Rojas desperdició un gran toro. Al entrar al cuerpo de la nota, me entero que ese primero de mayo del 49, se daban novilladas en El Toreo de Cuatro Caminos y que Tacho Campos había actuado en ese festejo, segundo de la temporada novilleril allí ofrecida, como novillero. Así pues, la dignidad de matador de toros le duró exactamente trece días.

Y siguió actuando como novillero, en Cuatro Caminos toreó todavía otras dos tardes, una, el 22 de mayo de 1949 con Guillermo Carvajal y Pepe Luis Méndez y novillos de Torreón de Cañas y otra en el año de 1950. Volvería a la Plaza México el 11 diciembre de 1949 junto con Anselmo Liceaga, Luis Solano, el ecuatoriano Edgar Puente, Jaime Bolaños y Joaquín Díaz Paquiro para lidiar novillos de Mimiahuápam, ganadería que se presentaba y destacaron en ese calendario los novilleros Juan Silveti, Héctor Saucedo y Curro Ortega.

Su tarde final en la capital fue el 10 de diciembre de 1950, cuando alternó con Fernando de los Reyes El Callao y el cubano José Sánchez Pepillo en la lidia de novillos de Atlanga. Esta fue una tarde aciaga para Tacho, pues fue avisado una vez en su primero, dos en su segundo y en el sexto, que tuvo que matar por Pepillo, que se fue herido a la enfermería, le fue vivo a los corrales. A partir de aquí, el nombre y la presencia de Tacho Campos se diluyen y desaparecen de los principales escenarios taurinos.

Algunos juicios sobre su toreo

Daniel Medina de la Serna señala que Tacho Campos ha sido un torero de intensos detalles. Ya en sus inicios se reveló como un torero que ejecutaba la verónica con profundidad y sabor y al ir avanzando en su carrera taurina, se le reconocía como un importante muletero, un representante se decía en su día, de la “escuela garcista”, por el sello que imprimía a la ejecución del pase natural.

Decir que fue un torero preferido por José Alameda es un gran timbre de honor. En las crónicas que escribió para La Lidia durante la temporada novilleril de 1944, entre otras cosas señala lo que sigue acerca de Tacho Campos:

...Este Tacho Campos, que el domingo pasado triunfó en “El Toreo”, es un lidiador corto, de esos que cuando pierden en extensión lo ganan en profundidad...Tacho Campos toreó el domingo, parando, templando y mandando. Y en eso coincidió con Garza, como Garza coincidió con Belmonte. Dicen que imita a Lorenzo. Pues si así es, ojalá vengan muchos a imitarle, en lugar de entregarse al toreo de chicuelinas, tijerillas, riverinas, orticinas, lasernistas, molinetes y demás manifestaciones patológicas del contorsionismo imperante... Una falta tiene Tacho Campos: su poca fibra. No es un torero que pelea, que se crece ante la adversidad, ni que siente la noble apetencia de redondear un éxito. Y sería lástima que por eso no llegara tan alto como debe. Me hace abrigar esos temores, la frialdad con que Tacho Campos se desentendió de todo el sexto toro, limitándose a quitárselo de delante.

Sería lástima, porque torea con una pureza extraordinaria y con un sello propio que estriba en el fino acento que sabe dar a sus muletazos, un matiz que no han sorprendido quienes lo tachan de imitador de Garza, porque Lorenzo fue toda reciedumbre y en Tacho Campos priva la finura. Esa cualidad suya culminó en los tres medios pases que dio a favor del viaje del toro, en la última parte de su faena. Giró en ellos con gran suavidad y los ligó de modo que, más que tres lances, fueron uno solo. Yo me pregunto: ¿A quién imitó entonces? ¡Cómo no fuese a Tacho Campos!...

Este muchacho representa, como pocos, lo que podríamos llamar el torero del “SÍ” y el “NO”, el tipo de lidiador en el que no caben los términos medios. Tacho no sabe torear mal. Y eso le priva de paliar sus fracasos, pero, en cambio, le proporciona triunfos definitivos...

Como se puede ver, muchas fueron las esperanzas que despertó, pero como pontificó algún día Enrique Martín Arranz, llegar a ser figura del toreo, es casi un milagro, el andar de Tacho Campos, un torero que atestiguó y vivió momentos importantes de la historia reciente del toreo mexicano, así lo demuestra.