Hace algunos años ya – que si los cuento resultarán muchos –, Salvador Pinoncelly (Torreón, 1932 – Ciudad de México, 2007) quien fuera mi profesor de Teoría de la Arquitectura – en un paso poco feliz por esa Facultad – nos decía que el creador tiene muy escasas posibilidades de ser absolutamente original. Afirmaba que dentro del proceso creativo, todos obtenemos información de nuestro subconsciente de algo que hemos visto, oído o leído en alguna parte, en algún momento de nuestra vida, aunque no lo recordemos de inmediato. De allí concluía Pinoncelly, la absoluta originalidad, era casi imposible, aunque la nueva obra tenga el sello personal y la firma de su autor.
Recurro a ese recuerdo de una de mis etapas estudiantiles, porque tengo la impresión de que esa es la aproximación que generalmente hacemos los aficionados cuando un torero comienza a despertar interés. Primero, nos causa asombro, pero después, empiezan a salir de las profundidades de nuestro subconsciente recuerdos que llevan más o menos tiempo allí refugiados, que nos conducen a compararle con otros a los que hemos visto en las plazas, en el cine o en los vídeos, en las fotografías o aún en la literatura.
Allí reside a mi juicio el gran mérito de la aproximación que hace Paco Aguado a la vida, pero sobre todo, a la tauromaquia de Morante de la Puebla, cuando al analizarla desde su parentesco con las generadas en ambas márgenes del Guadalquivir y aún asumiendo la referida apreciación del pintor y arquitecto mexicano, tira de la memoria, pone sobre la mesa los nombres y los datos y expresa su juicio del por qué de cada una de esas apreciaciones. La originalidad en este caso, el de Paco, reside no solo en el hecho de establecer o de proponer esa especie de genealogía al hacer en el ruedo de Morante, sino de exponer los hechos que a su juicio la fundamentan.
Y es que, como podemos leer en la obra y pese a que a veces nuestros sentidos nos quieran guiar a encontrarle parangón, Morante no es un imitador de estilos ajenos, aunque busque en ellos la particularidad de su propia esencia. Y es así que a partir de escuchar, de leer y de ver imágenes fijas y en movimiento de los toreros sevillanos y trianeros que le precedieron en la historia encontrará las influencias que se reflejarán en la manera en la que se conduce ante los toros, pero siempre con un marcado acento personal que lo hace diferente y único.
Paco Aguado, tras de su análisis, sitúa la tauromaquia de Morante de la Puebla en la cuerda de Chicuelo, pasando por Pepín Martín Vázquez y Manolo González, aunque recuperando esencias de toreros icónicos de la afición del lado del Arenal como El Pío, Antonio Gallardo, El Vito, Macandro o Rafaelito Chicuelo. Toreros todos ellos que sin ocupar un sitio de aquellos que son llamados figuras, si llevan entre ellos lo que Alameda llama el hilo del toreo de esa margen del Guadalquivir.
Los dos Morantes
Uno de los planteamientos que me resultaron más interesantes dentro de la lectura, es la manera en la que nos presenta la evolución de la figura de Morante de la Puebla y la manera en la que prácticamente, nos puede resultar en dos toreros distintos, dependiendo del momento de su evolución. Le cito:
Con el utrero y los primeros cuatreños, caminó por la senda marcada por los toreros sevillanos de la facilidad y la gracia natural. Pero a medida que avanzó su carrera y el toreó dejo de ser para él un sueño de adolescentes para convertirse en una lucha de hombres, con las exigencias que imponen el toro y las propias estructuras del negocio t,aurino, José Antonio Morante fue encauzando sus dotes por otras formas de expresión. Un renovado concepto que, sin dejar de ser coherente con el que tenía asumido desde niño, se debía antojar mejor lenguaje para transmitir el cúmulo de sentimientos que iba añadiéndole la vida, como persona y como artista. Para expresar en suma, un mensaje más profundo…
Creo necesario aclarar que el concepto que Paco Aguado considera novedoso ya sumado a la original tauromaquia de Morante de la Puebla, es la influencia que produce la manera de hacer el toreo que se genera al cruzar el Puente de Isabel II, en Triana.
A partir de allí, vendrá una extraordinaria presentación de la evolución del torero hasta su hacer actual, sin dejar de lado las vicisitudes personales que le han afectado en su paso por los ruedos, más no es mi cometido hacer una síntesis completa de la obra aquí, ni de justicia con el autor el no dejar nada para la lectura del libro, misma que no tengo empacho en recomendar.
En suma, Por qué Morante resulta ser una interesante manera de recoger el hilo del toreo desde el punto de vista de un torero en particular, con una extraordinaria prosa y un excelente manejo del lenguaje, un libro que insisto, a mi juicio merece ser leído y analizado, pues nos da medios para poder comprender la evolución de uno de los diestros más destacados de nuestros días y también, de la tauromaquia que se ha generado en una de las regiones más emblemáticas de lo que en algún tiempo fue llamado el planeta de los toros.
Referencia bibliográfica: Por qué Morante. – Paco Aguado, con prólogo de Agustín Díaz Yanes. – 1 Más Uno Editores, primera edición, Madrid, 2011, 193 páginas, con ilustraciones a color y en blanco y negro. – ISBN 978 – 84 – 938722 – 1 – 2.
Xavier:
ResponderEliminarTiene muy buena pinta el libro de Paco Aguado. Con respecto a la evolución en el torero de Morante, creo que el tiempo del "exilio" en su primera retirada tuvo mucho que ver en el concepto actual de tauromaquia del de la Puebla. Un tiempo en que la persona se reencontró con el torero que llevaba dentro. Y alguien que creo que tambien influyó muchisimo fue Rafael de Paula en el año que lo apderó. Estar al lado de un genio así influye mucho.
Un saludo Xavier.
Marín: Gracias por pasarte por La Aldea. La lectura del libro aclara ese y otros interesantes puntos de la tauromaquia de Morante. La intención de este comentario es el invitar a la lectura de la obra, ojalá te des "un tiempito" para hacerlo, creo que vale la pena. Saludos.
EliminarCiertamente, en eso de originalidad --trátese de objetos o de individuos-- "no hay nada nuevo debajo del sol" como lo sentenciaba el sabio Salomón. Los estilos y los gustos, los ideales, las justicias, las tendencias, las primicias... mucho tiempo ha... surgieron como posibles novedades y aún en aquel entonces se habrá cuestionado su virtud de original o bien, de ser revolucionario. Pero así también llegan los que imponen (cuando es honesto, sincero) un ente "único" en base a la gracia de su personalidad; en base a lo que se dice 'tener ángel' en un artista. Como entre los diestros que triunfan aun entre polémicas que, invariablemente, aumentan proporcionalmente con la fama. Para mí, Morante de la Puebla ha sido una brisa de aire fresco (el aire fresco data de... ¿millones de años?) en la historia de la tauromaquia. Tiene ángel, lleva gracia de torero artista y sin duda, genera polémicas. En su natural avance por los años y a través de su evolución profesional ha mantenido las grandezas de un diestro de época, ha podido formar una estatua de maestro --todos los verdaderos maestros merecen una estatua de gloria. Mal no se hace cuando nosotros los aficionados entramos en debates de opinión y comparación pues en ello tampoco hay nada nuevo debajo del sol, siglos a.C. los críticos se explayaban en tales menesteres, ya fuese mediante noticias tabloide o en letras que pasarían por los ojos y por las pruebas de milenios, hasta el día de hoy.
ResponderEliminarAhhh, ¡que la fiesta brava no siga decayendo! Que sepamos ser sinceros, justos, buenos en nuestra crítica, en nuestra afición y en nuestro apoyo. Como lo ha sido Vd. Dn. Xavier, en fundamento, en palabra. Gracias por este marco de historia y de actualidad taurina.
¡Viva la fiesta de los toros! ¡Viva Morante y los que le sigan como él!
Atte., Torotino
Jorge: Gracias por pasar por La Aldea. Efectivamente, la idea del profesor Pinoncelly se puede llevar casi a cualquier campo de la actividad humana. Creo que el libro de Paco Aguado revela las claves de esa “genealogía”. Saludos.
EliminarXavier:
ResponderEliminarQuizás yo añadiría una etapa más a la carrera de Morante. Aquella primera en que daba más pases que toreaba, aunque con esa gracia de que habla Paco Aguado. Luego otra en la que tras diferentes vaivenes inició el camino a la verdad del toreo, con más sentimiento, más desgarro y queriendo imitar lo más clásico de los clásicos. Y la última a raíz del cambio de apoderado, en que ese toreo desgarrado y forzado se tornó pantomima, pues eso es lo que parece cuando ejecuta esos movimientos ante un borreguillo.
Un saludo