domingo, 16 de octubre de 2011

Sevilla, 18 de octubre de 1980: Se convierte en seda el percal de Calesero...


El Acontecimiento Taurino de la SER

Anuncio del Acontecimiento de la
SER
 de 1980 en el ABC de Sevilla
En 1980 tendría lugar el XII Acontecimiento Taurino de la SER. Una idea que con la intención de homenajear al Arte del Toreo y de recaudar fondos para sus obras benéficas, Radio Sevilla puso en marcha por inspiración de Manuel Alonso Vicedo y con el empuje de quien por esos días era el responsable de la información taurina en esa emisora de radio, Filiberto Mira Blasco. Fueran corridas de toros o festivales a todo lujo – como el que ahora me ocupa y espero les ocupe a Ustedes – se venían organizando desde once años antes en distintas plazas de Andalucía, como Úbeda, Morón de la Frontera, Ronda y algunas otras, en las que se procuró siempre reunir a lo más destacado de la historia y del momento taurino presente.

El Acontecimiento Taurino de la SER, dice Santiago Sánchez Traver, en Un siglo de Corridas de la Prensa de Sevilla, vino a cubrir un hueco que dejó vacante la tradicional Corrida de la Prensa, en un lapso de tiempo que va aproximadamente de 1977 a 1987, decenio en el que, con el cambio de régimen en España, desaparecieron las Hojas Oficiales del Lunes y con ellas, dice, la mayoría de las Asociaciones de Prensa languidecieron o materialmente desaparecieron.

La presencia de Calesero en el festival, la explica Filiberto Mira en la segunda edición de su libro El Toro Bravo. Hierros y encastes, de la siguiente manera:
- Tengo ya, como sabéis algo más de sesenta años. No quiero morirme con la pena de no intentar dar un pase o un lance en la Maestranza de Sevilla. Toreé allí – la mejor plaza del mundo – una sola tarde y no tuve suerte. Plenamente consciente os digo que aún tengo valor para allí hacer el paseíllo.
Manolo Vázquez y Curro Romero, como impulsados por las fuerzas telúricas del sentimiento torero, con voz solemne y clara, exclamaron al alimón:
- ¡Tú torearás allí, y nosotros te acompañaremos!
Manolo y Curro me insinuaron – que comprometiéndose ellos dos a torearlo – yo organizara el XII Acontecimiento Taurino de la S.E.R., patrocinado por Radio Sevilla en homenaje al Arte del Toreo. El Señor del Gran Poder, al que se lo pedí, nos brindó un día de primavera en la tarde otoñal del 18 de octubre de 1980. El festival se celebró, y en él triunfaron – con bravos ejemplares de Bohórquez y Juan Pedro Domecq – El Calesero, Manolo Vázquez y Curro Romero. También éxito para Alvarito Domecq, José Mari Manzanares, Tomás Campuzano y el novillero Manolo Tirado. Se hizo ese día intensa realidad – cuando señorialmente besó El Calesero la arena de la Maestranza – la frase de Juan Belmonte al definir al toreo como una fuerza del espíritu...
Así fue como se gestó la presencia del torero de nuestra Triana en la Maestranza sevillana.



Calesero y Sevilla

Anuncio del debut de Calesero
en 1946 (ABC de Sevilla)

En 1946, Calesero hizo una breve campaña por plazas españolas. Sumó nueve festejos y la inició precisamente en el Coso del Baratillo, entrando al cartel del Domingo de Resurrección – 21 de abril – de ese año por la vía de la sustitución. El festejo inicialmente anunciado era con toros de Juan Belmonte para Manolo Escudero, Rafael Albaicín y Rafael Ortega Gallito. Dice la prensa de la época que se retrasó el regreso de los dos primeros de su campaña americana, razón por la cual el cartel se tuvo que reformular, dejando el mismo encierro y a Gallito firmes, pero entrando Calesero, que daría la alternativa a otro trianero, éste de la Triana andaluza, Bonifacio García Yoni. Tal y como lo relata Alfonso Ramírez, aun dejando buena impresión, la suerte le fue esquiva. La relación que hace Antonio Olmedo Don Fabricio en el ABC de Sevilla del 23 de abril siguiente sobre la presentación del diestro hidrocálido dice en lo medular esto:





El Calesero, bien plantado... se abrió de capa con su primero – el segundo de la tarde –, dibujando media docena de lances apretadísimos que arrancaron el olé unánime y entusiasta. Secundó también con unos faroles, también muy ceñidos, pero dejando el cuerpo al descubierto por alzar excesivamente los brazos, por cuanto el asta del toro prendió en las taleguillas, causando en ellas un pequeño desperfecto. Debió comprobar el mejicano en ese momento la enorme diferencia que hay entre el ganado andaluz y el que se cría en las haciendas de su tierra, y de allí en adelante todo fueron tanteos... Pero en tales intentos no dejaba de atisbarse la idoneidad que sin duda tiene, ostensible en la facilidad y tino con que ejecuta la suerte de matar. Si ponderamos las circunstancias de la presentación de El Calesero, lo emocionante que para él había de ser el caso, más la violencia de contraste por las razones antes anotadas, habremos dado con la razón de su a ratos desorientado quehacer. Sería por tanto, inoportuno y arriesgado un juicio definitivo sobre el mejicano, que a tiempo hemos de formular. La espera es sabia...
Aunque el cronista dejaba patente su intención de que se volviera a ver por allí a El Poeta del Toreo, eso no sucedería, al menos durante el extenso lapso de tiempo en que vistió de luces. Por eso el interés del torero de volver para intentar complacer a la afición hispalense.

El festival de la SER

La intención de Calesero, secundada por Manolo Vázquez, Curro Romero y Filiberto Mira se concretó para el 18 de octubre de 1980. Le acompañarían en el cartel el rejoneador Álvaro Domecq Romero, Manolo Vázquez, Curro Romero, José Mari Manzanares, Tomás Campuzano y el novillero Manolo Tirado y enfrentaron novillos de Juan Pedro Domecq para los de a pie y uno de Fermín Bohórquez para el caballero en plaza. El Acontecimiento fue un éxito en lo artístico y creo – por la entrada registrada – que también en lo económico – cosa importante dada su finalidad benéfica – y de lo que en él realizó Calesero, el entonces cronista titular del ABC de Sevilla, Joaquín Caro Romero escribió lo que sigue:
Alfonso Ramírez «El Calesero», serenísimo señor de Aguascalientes, llegó a emocionarnos. Le vimos poco, pero le vimos mucho. No sé si me explico. Poeta del toreo, le dicen. Y el toreo, antes que una cosa de críticos, es una cosa de toreros y de poetas. Tiene un increíble aplomo y empaque para andar por la plaza. Viejo y florido como el Cid del romance, reencarnado en la hospitalaria tierra mexicana, donde duermen el sueño eterno muchos poetas del éxodo y del llanto, entre ellos Luis Cernuda. Muchos brindis, casi todos los brindis de la tarde para el serenísimo señor de Aguascalientes. Suena bien y lo repito. No he cruzado ni media palabra con «El Calesero», por lo tanto mi impresión es de una absoluta imparcialidad. Lo poco que le vimos con el percal y la franela fue suficiente para situarlo entre los puros, entre los estetas del arte de torear. Los años no perdonan a nadie. Pero a ciertos toreros les pasa como al vino, “si más envejecido, más sabroso”. Sabroso fue su lancear. Sabroso su efímero trasteo muleteril. Media y dos descabellos. Su enemigo no se merecía más en sus manos. Y Sevilla, fina catadora, lo ovacionó con lágrimas en los tendidos. ¿He dicho algo? Lágrimas en los tendidos...”
Días después, don Luis Bollaín agregaría sus impresiones en una serie de artículos sobre el tema, dedicando a Calesero las siguientes líneas, en las que destaca su innegable torería:
ALFONSO RAMÍREZ «CALESERO», TORERÍA ADMIRABLE. EN EL REDONDEL DE LA MAESTRANZA, «EL CALESERO». – Ante nosotros, sesenta y seis años de la torería más excelsa. Un impecable traje negro, de pantalón largo y sobrio corte, cubre un cuerpo enjuto pero sin encorsetar, sobre el que emerge una cabeza firme y noble, de sienes plateadas y semblante bondadoso. “Por ver hacer el paseo a Lagartijo – era dicho entonces – podía darse el dinero de la entrada”. ¿Y qué se podrá dar – pregunto yo ahora – por ver a este singular azteca, en desfile al frente de la cuadrilla; o cruzando en recta el redondel al compás de un adiós que clava en las entrañas el dolor y la dicha del populoso homenaje sentido muy dentro; o los pasos despaciosos y solemnes, ensamblados en saludos de ceremonia, mientras el hombre - el torero -, circundando el anillo, siente como le cae en catarata... el fervor encendido y respetuoso de la Sevilla toda?
¿Qué se podría dar, sí, por ver a «El Calesero»? ¿Por ver lo que es y como está «El Calesero»? Un “ser” y un “estar” que aquí, en Sevilla, podría configurarse como el “estar” – el cómo estuvo – en el Festival de la SER. A mi juicio, estuvo justo para dejarnos constancia evidente de su gran torería. Aquellas dos verónicas iniciales – sí, sí, aquellas de “mano alta” – en las que llevó al torete embebido desde muy lejos, pasándoselo muy despacio, muy cerca y con limpieza impecable... a mí me pusieron de pie. A mí, ¡y a todo el público! ¿Y por qué – pregunto – sí solo quedaba baja, al final del lance, la mano de dentro y ello contradice el culto al supuesto dogma ¿hoy vigente?, de “las manos – las dos manos – bajas”? ¿Me perdonáis si os digo que aquellas dos verónicas llevaban el sello técnico y estético de Juan Belmonte? A lo mejor por eso nos pusieron en pie a mí... y a vosotros.
Luego, en la muleta, el novillete buscaba los tobillos. Era obligado enmendarse, corriendo. Mala cosa – difícil cosa – para el que vino al mundo en la década de los diez. Sin embargo, con qué torería admirable administró «El Calesero» sus fuerzas físicas, para resolver airoso la papeleta, sin verse en ridículo ni en angustias, dominado por el novillo...
Por último, es el propio Filiberto Mira quien, también en el ABC de Sevilla, comenta lo siguiente:
Bastó que le vieran hacer el paseíllo. Por sus hechuras intuyeron la poesía de su toreo. No hay – sin duda – un público más señero. El espíritu de Sevilla rindió homenaje tan sincero como emotivo al inefable Calesero, que con verdadera unción besó la arena de la Maestranza. Acertamos Manolo, Curro y yo al traerlo desde tan lejos para que las nuevas generaciones comprobaran que el arte del toreo rima con el señorío. A los que ya no son tan jóvenes se les humedecieron los ojos. Lo sevillano y lo azteca se fundió en un abrazo íntimo y cordialísimo...
Calesero en la portada del suplemento
taurino del diario ABC
No me cabe duda alguna de que uno de los detalles que más impresionan a los públicos en las plazas, es la torería que demuestre el actuante en el ruedo. Me consta que a Calesero, si algo le sobraba, era eso, torería, porque seguramente nació torero y ciertamente pasó a la otra vida siéndolo. Daba placer verle ya octogenario, pasearse por las calles y por las plazas con ese porte y con ese garbo al andar que le denunciaba desde lejos. Y con las telas en las manos… Por algo se decía que su capote de percal se convertía en seda… precisamente en la Hipérbole de Calesero, debida a la insuperable pluma de Pepe Alameda, algo que ya había traído a esta Aldea hace alrededor de un par de años.

Así como Alfonso Ramírez Alonso, Calesero, un torero de la Triana mexicana, de la de Aguascalientes, vio satisfecha su ambición de demostrar a la afición de Sevilla las posibilidades infinitas de su arte como torero, porque éste no tiene edad. Espero que esta remembranza les haya despertado el mismo interés que a mí, al momento de ponerla en este hipotético papel.

2 comentarios:

  1. Xavier:
    Este es otro de esos casos del toreo mexicano que nos hemos perdido por aquí. Uno de esos toreors de los que a veces oímos maravillas y nosotros, los de este lado, nos limitamos a poner cara de póker o de incrédulo, salvando la situación con ese complejo de superioridad que demasiadas veces nos adorna. Yo, martnezista tardío y arrepentido por no haberlo sido antes, espero no volver a caer en ese error. Y que ese flujo taurino se vea incrementado y podamos volver a ver a los Jorge Gutiérrez, Armillita hijo o más cercano, Spínola y que pensemos en una tauromaquia más universalizada.
    Un saludo

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  2. Enrique: La primera corrida de toros que vi con algún "uso de razón" fue la despedida de Calesero aquí en Aguascalientes en 1966. Después le pude "ver" en numerosos festivales y era un real agasajo observar a un señor mayor derrochar la torería que a muchos a los que doblaba o triplicaba en edad, les faltaba, además de que con el capote en las manos, hacía cosas que parecían de magia. Uno de los "hombres G", "El Juli", admite sin reparo que una buena parte de su variedad capotera la aprendió de este Señor, durante su estancia infantil por aquí. Saludos y gracias por tu ya acostumbrada visita semanal.

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