domingo, 28 de agosto de 2011

25 de agosto de 1927: Cagancho… en Almagro

Cagancho

Joaquín Rodríguez Ortega, natural de la calle del Evangelista en Triana, Sevilla, había recibido la alternativa en Murcia, de manos de Rafael El Gallo, el día 17 de abril de 1927. Apenas 23 días después, Gregorio Corrochano le dedicaba una crónica, relativa a su actuación del domingo 8 de mayo anterior, que titulaba así: El torero Cagancho es una talla de Montañés. Una frase feliz de esta fiesta y una crónica que es histórica y a partir de ella, todos querían ver a la cobriza estatua que describiera el pontifex máximus de lo que por esos días era una de las principales tribunas del periodismo taurino.

La afición de la ciudad castellano – manchega de Almagro no sería la excepción, que para su Feria de San Bartolomé, ajustó para la segunda corrida de ese calendario al que era sin duda, el torero del momento, que había confirmado su alternativa en Madrid el 22 de junio anterior, de manos de Valencia II, quien le cedió el toro Naranjo de doña María Montalvo. El cartel se completaba con toros de don Antonio Pérez Tabernero para Antonio Márquez, Rayito y el nombrado Joaquín Rodríguez.

La tarde torcida

La tarde del 25 de julio de 1927 comenzó torcida. El periódico de Ciudad Real El Pueblo Manchego en la crónica del festejo que firma Jerónimo Timbales, indica en los aspectos previos al festejo que a las tres de la tarde del día de la corrida, Cagancho aún no había llegado a Almagro, lo que causaba una gran desazón en la afición ya congregada en el lugar, aunque de acuerdo con las autoridades del Gobierno Civil, el diestro se presentaría oportunamente a cumplir con su compromiso.

Después, la corrida de Antonio Pérez Tabernero al parecer fue un encierro itinerante que anduvo de plaza en plaza hasta que encontró una en la que pudo ser lidiado. La última en la que no se pudo jugar, según las crónicas que pude consultar (ABC de Madrid, El Globo, La Libertad, El Heraldo de Madrid y El Pueblo Manchego) antes de parar en Almagro, fue la de La Coruña y las múltiples maniobras de embarque y desembarque, así como el prolongado encierro en los cajones de traslado incidió en el juego que dieron en el ruedo.

Y por último, el día de autos, no solamente fue escasa la voluntad de Cagancho, sino que se combinó también el escaso deseo de Antonio Márquez para producir el desaguisado que nos heredó como resultado una expresión que hoy, 84 años después, se utiliza como sinónimo de una catástrofe de grandes proporciones.

Los hechos que directamente motivaron el mitin

La lidia del primer toro de la tarde fue quizás el detonador de lo que seguiría más adelante. Las emociones reprimidas por la llegada tarde de Cagancho o quizás la subida de precios – las crónicas no lo reflejan, pero la presencia de la talla de Montañés lo justificaría –. De la crónica del invocado Jerónimo Timbales extraigo lo siguiente:

PRIMERO. – Colorado claro, feo, parecido a un carabao. Sale «esaborío» pero luego, cuando lo fijan, se anima tomando seis varas con estilo. Márquez y Rayito hacen los quites con aseo, destacando la ciencia del joven rubio y la bravura del sevillano. Cagancho decide reservarse. El toro muestra poder y codicia por lo que los picapedreros lo maltratan. En banderillas sobresale Pacomio y la labor con el capote de Bombita IV. A cargo de Márquez está el primer espectáculo de la tarde. Sin usar la muleta, entrando feamente arrea una puñalada y media contraria entre una pita ensordecedora y veces se vaya a Amorabieta. El presidente llama al palco al matador, ¡vamos a decir!...

Interior de la Plaza de Almagro
Foto: Pablo Urzainqui
El tercero de la tarde reavivó los ánimos caldeados, pese a la entrega de Rayito en el anterior. Me llaman las observaciones de Jerónimo Timbales respecto a que, 14 pesetas eran muchas por ver a Cagancho, que para torear, sacaba una muleta telonaria… ¡El tamaño de los engaños a casi un siglo de distancia como objeto de señalamiento en una crónica! Hoy en día se tacha de fundamentalistas a los que señalan circunstancias como esa, en la prensa o en los corrillos. ¿Y entonces? Queda allí la pregunta, la que me imagino, permanecerá incontestada per sécula.

El acabose vino en el sexto y último del festejo, que según las relaciones revisadas, era el de más cuajo del festejo. Lo sucedido durante su lidia, es, de acuerdo con lo publicado en El Pueblo Manchego, versión a la que ocurro por ser la más próxima y la más completa, lo siguiente:

SEXTO. – Negro, grande. Un toro. Esta circunstancia, la de ser certero, y estar bien colocado de herramientas, es lo suficiente para que Cagancho se pegue a los tableros. En medio de un lío horroroso, el de Pérez Tabernero toma tres varas, derriba una vez y mata un jaco. La cuadrilla torea de un modo escandaloso ayudados de Márquez mientras el fenómeno aguanta impávido la bronca. Contagiados los banderilleros del miedo del maestro lo hacen a la media vuelta, de cualquier modo. Y ahora viene lo bueno. El catastrófico Cagancho derrochando frescura, da unos pases con el pico de la muleta; arrea un sartenazo, otro y ya en franca derrota, pincha desde el callejón. Metido en un burladero, con una frescura inaudita, espera se lleven el toro al corral. Mientras, las cuadrillas dan un lamentable espectáculo. Provistos de estoques y puntillas tratan de acabar con el animal que, para vergüenza de su matador, decidió no morirse. Estando el toro en pie, Cagancho provisto de una espada intenta marcharse de la plaza siendo detenido por el público irritado. Hay bofetadas y palos. Providencialmente la Guardia Civil se echó al ruedo protegiendo al espada que vuelve a la plaza aunque no se arrima al toro ni atado. Mientras parte del público invade el anillo aguantando las arrancadas del toro, la otra parte grita desaforadamente pidiendo se castigue al torero que por lo visto, es sólo fenómeno a la hora de cobrar. Se echa el toro, se vuelve a levantar sin duda para increpar al gitano, mientras éste es rodeado del público que pretende castigar su desaprensión. La Guardia Civil saca de la plaza a los banderilleros, mientras la plaza entera ruge de indignación. ¡Un asco y una vergüenza!...”

Al final del festejo, la Guardia Civil se llevó a la Cárcel a Márquez, a Cagancho y a la cuadrilla de éste último y el Alcalde Trujillo de acuerdo con el Gobernador Del Castillo multó con 250 pesetas a Márquez – por su actuación en el primer toro – y a la cuadrilla del trianero y a Joaquín Rodríguez, con 500 pesetas, evitando su detención, por una cortesía con la empresa de Almería, donde torearía al día siguiente, para no causarle perjuicios.

Las reacciones posteriores

Los sucesos de Almagro generaron algunas reacciones en la prensa madrileña. Federico Morena, firmando con su seudónimo original de Chatarra, publicaba en El Heraldo de Madrid lo siguiente el 27 de agosto:

Un ligero comentario al suceso de Almagro 
Nos hemos olvidado, a lo que parece, de la tragedia del pobre Nacional II en la plaza de Soria. Al caer entonces el torero, víctima de un resto atávico de barbarie, del que no hemos logrado aún limpiar a la función de toros – esa brava fiesta, tan escarnecida, y que tuvo, sin duda, su más ardiente paladín en Juan Jacobo Rousseau, para vergüenza de los españoles –, los periódicos en sus editoriales y muy esclarecidos hombres de letras en vibrantes prosas llenas de pasión, clamaron contra ese perverso tipo que acude a la plaza en busca de pelea y que se embriaga, como el tigre, en cuanto caen sobre la rubia arena las primeras gotas de sangre tibia...Sí. Nos hemos olvidado... De otra suerte, la repulsa más vigorosa se hubiera erguido frente al triste espectáculo que opusieron al decoro público, en la noble ciudad de Almagro, unos cuantos enfurecidos espectadores, que acometieron a pedradas a los toreros y que intentaron aplicarles la ley de Lynch.  Almagro, la hidalga, se apresta seguramente a la condenación, rotunda y categórica, del bárbaro hecho. Lo hará por propia iniciativa y sin exhortaciones de nadie, celosa de su buen nombre.Vamos a cuentas. Espectáculo por espectáculo, ¿cuál es más bochornoso? ¿El que ofrece un torero desmoralizado ante la fiera astada, o el de esa chusma que apedrea desde el tendido y a mansalva al lidiador; que le abofetea, después, y que, en fin, quiere matarle?... Es de urgente necesidad que los mismos pueblos donde se perpetran estos atentados encarten y persigan a sus autores. La adquisición de una localidad en la taquilla de la plaza de toros no da derecho a desafueros tales. Muchos días antes del señalado para la fiesta se colocan al público los carteles murales y circulan con profusión los programas de mano. Todo el mundo sabe qué toros se han de lidiar y qué toreros figuran en las cuadrillas. En los pasquines no se consigna la labor que ha de realizar el diestro con cada uno de los astados. El arte de los toros, aunque ha progresado mucho, no llega a tanto todavía. Si, pues, los toros o los toreros anunciados no nos merecen confianza debemos abstenernos, máxime si el abono no es obligatorio. Por lo demás, el presidente es la suprema garantía del público, y él impone las sanciones que son de ley a los toreros que vulneran el estatuto para el buen orden de las corridas de toros y novilladas.Esto no deja lugar a dudas. Al público no se le pueden conceder otros derechos que el de aplaudir y el de silbar a los lidiadores, según que considere sus faenas, dignas de premio o de censura.Hay todavía algo verdaderamente lamentable en el suceso de Almagro.Está bien que los periódicos, en cumplimiento de sus deberes informativos, acojan los relatos de sus corresponsales, siempre que se limiten a referir los hechos y no se erijan en cantores del atentado personal.En un periódico madrileño, bajo los títulos de «La llamada fiesta de los toros. – El motín de Almagro», he leído: «La mayoría de los espectadores invadió el ruedo para agredir a Cagancho, que, enmedio de la tempestad, seguía pinchando por todas partes. Pero no era él solo, sino que todos los banderilleros de la cuadrilla, con estoques y picas, intentaban rematar al toro, vivo a pesar de estos desmanes. Cagancho se sube a la barrera, y desde allí pincha nuevamente, entre un escándalo enorme. El público apedrea a los toreros, y un espectador, indignado, se acerca a Cagancho y lo abofetea, en medio de una ovación».La pintura es digna del periódico extranjero que más empeño ponga en ridiculizar la función de toros. Nuestros enemigos de fronteras allá han de recogerla con fruición, y a buen seguro que ahora nada tendrán que poner de su cosecha, que ya lo han adobado a su gusto los enemigos de fronteras adentro”.

Vista exterior de la Plaza de Almagro
Foto: Googlemaps
Al comentario de Chatarra habrá que hacer un par de apuntamientos. En efecto, los que participamos como espectadores de un festejo taurino, no tenemos más derecho que el de expresar nuestra repulsa desde la posición que ocupamos en el tendido – sin pasar de ese lugar – y en estos tiempos que corren, hacerla pública en medios como éste, más nunca asumir la violencia material como un medio de expresar nuestro desacuerdo con lo que en el ruedo sucede, tal y como ocurrió en Almagro hace 84 años.

La segunda observación – a toro muy, muy pasado – es en el sentido de que Federico Morena vio la paja en el ojo ajeno, al criticar al diario madrileño que se erigía en cantor del atentado personal, refiriéndose a la edición de El Sol aparecida el 26 de agosto, cuando su propio periódico, de una manera más edulcorada, en la misma fecha, publica la misma información y con menos pudor periodístico, pues El Sol, diario que se ufanaba de no llevar información taurina, relegó la noticia a la octava columna de su última página, en tanto que El Heraldo de Madrid lo dejó en la segunda de la primera plana, es decir, a la mitad, para que quedara bien visible. Vio la paja en el ojo ajeno, más no la viga en el propio.

Así pues, me queda claro lo que significa quedar como Cagancho en Almagro, algo que también me preguntaba hace días don Ignacio Ruiz Quintano, a quien espero esto le aclare sus dudas también.

Reconozco a J. de la Morena, quien en la bitácora Almagro Noticias orientó con su artículo sobre este tema, lo que ahora les presento.

domingo, 21 de agosto de 2011

En el centenario de Armillita, VIII

21 de agosto de 1935: Plaza de Vista Alegre, Bilbao. Armillita realiza una de sus más grandes obras en ruedos hispanos

Las Corridas Generales de 1935
(Colección del Club Cocherito de Bilbao)
Tuve la oportunidad de sentarme a la mesa del Maestro Armillita quizás un par de veces en mi vida. En ambas la charla obligada era acerca de la trayectoria en los ruedos del que, insisto, con escaso margen para la discusión, es el torero más grande que ha dado este país – cualquiera que sea el periodo de la historia que se examine – y uno de los más importantes que la Historia de la Fiesta haya reconocido. 

En ese par de ocasiones, en forma directa, escuché al Maestro Fermín hablar con la respetuosa emoción del que evita el elogio en boca propia, de dos tardes de una trayectoria prácticamente inmaculada. Una, la del 5 de junio de 1932 en la Plaza de la Carretera de Aragón, en Madrid, cuando alternando con Fortuna y Luis Fuentes Bejarano, se encontró con Centello de la Viuda de Aleas y la otra, la que será motivo de este espacio, en la que para lidiar toros de Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio – anunciados todavía como antes Veragua – alternaron Vicente Barrera, el propio Fermín y Domingo Ortega. Cuando lo hacía, el torero hablaba con cierta vehemencia de la tarde del toro ensabanado de Bilbao.

A la vuelta de los años resulta sorprendente que tardes más atractivas por el volumen de apéndices obtenidos, como las del 29 de julio de 1934 en Barcelona, en la que cortó todo lo que pudo apetecer según alguna crónica al toro Clavelito de Justo Puente – y en la que la mayoría de los diarios solamente documentan una pata – o la del 24 de septiembre de 1935, en la misma Monumental de Barcelona, en la que obtuvo otra pata de otro Clavelito, éste, de Atanasio Fernández, no ocuparan en la expresión del torero un lugar privilegiado, pese a que en alguna crónica relativa a la corrida de 1934, se dijera algo así como esto: la gente fue a la plaza a ver a Belmonte, y se encontró con Joselito…, en alusión a que en ese festejo el primer espada era nada menos que El Pasmo de Triana.

Armillita siempre fue poderoso con las banderillas
Esta cuarta corrida de la Semana Grande de 1935 representó, además del gran triunfo de Armillita, una especie de epifanía del primer Juan Pedro Domecq ganadero. De acuerdo con la historia oficial de la ganadería, a las vacas de Veragua se les agregaron en 1930, sementales del Conde de la Corte y participó en la selección de esos productos Ramón Mora Figueroa. Pues bien, seguramente en esa feria bilbaína, se lidiaban los primeros productos del cruce entre lo originario del Duque y la nueva sangre de Vistahermosa procedente del tronco Parladé TamarónConde de la Corte, mismo que daría un toro algo diferente a lo conocido hasta ese momento, pero también, bien distinto a lo que se lidia hoy con ese hierro, divisa y denominación (aún no se acuñaba el disparate ese del toro artista por uno de los descendientes del criador al que ahora me refiero).

A Armillita le correspondieron dos toros que han pasado por su nombre a la historia, Arrempuja y Mocito, segundo y quinto del festejo. La versión de Federico Morena, en El Heraldo de Madrid, en su edición de la noche misma del festejo sobre la faena realizada al segundo de la tarde:
Segundo. «Arrampuje». Negro, bragao y largo de cuerna. Armillita es aplaudido en unos lances a la verónica, que remata con media superior. El reserva sufre una caída al descubierto y el toro le tira un derrote tremendo y le arranca la manga, seguida de la casaquilla. El toro se lleva en un pitón del picador. Pasa el piquero a la enfermería, quejándose de dolores en la espalda. Armillita hace un quite precioso por chicuelinas, que le vale una ovación. El toro cumple en varas. Los otros matadores también se hacen aplaudir en quites. Cambiado el tercio coge los palos Fermín y cuartea un buen par. (Muchas palmas.) Otro superiorísimo. Las banderillas quedan tiesas en lo alto del morrillo. (Gran ovación.) Cierra el tercio con otro par enorme. Ahora la ovación es clamorosa. Armillita empieza la faena de muleta con un soberano pase ayudado por alto; echa la muleta a la izquierda y dibuja un magnífico natural, pero el bicho le pisa el trapo rojo y le desarma. Coge otra muleta y mete tres naturales formidables y liga el último con uno de pecho enormísimo. (Ovaciones clamorosas.) Continúa Fermín toreando en redondo de manera sorprendente, quietos los pies, erguida la figura y torerísimo. El público enloquece. Hay pases de todas las marcas y adornos de buena ley. Con el estoque ha estado superior. Un pinchazo magnífico y una estocada atacando muy bien. (Ovación clamorosa con petición casi general de oreja, que el presidente no concede.) El toro es aplaudido en el arrastre y se le da la vuelta al ruedo. Sigue la ovación al espada, que sale varias veces al tercio a saludar. Al salir el tercer toro continúa la ovación a Armillita, que sale de nuevo al tercio. El presidente escucha una bronca por no conceder la oreja.

La faena a Mocito, – Federico Morena, en El Heraldo de Madrid dice que se llamó Bonito – el quinto de la tarde, de pelo ensabanado, fue vista por Gregorio Corrochano del ABC de Madrid de la siguiente manera:
Salió el quinto. En el quinto toro, que era de una bravura más pastueña, más fácil por tanto, menos peligroso, hizo Armillita exactamente lo mismo, y acaso un poco mejorado. No. No me cansaré en detallarlo. Basta con releer. Toreó otra vez con la izquierda. Había banderilleado también, y en los pases con la derecha se separó del toro el grueso de un alamar. Hizo una cosa que a mí no me gusta, porque, o es nada, o es peligrosísimo. Pero hasta en esto se vio perfectamente su calidad de torero, que sabía lo que hacía y lo que iba a hacer el toro. Dio un molinete de rodillas, con las dos rodillas en tierra, y, sabiendo ya que, al terminar, el toro le podía dar un derrote al tiempo de levantarse, echó la muleta por alto, con lo que se quitó el derrote del toro. Son detalles de torero que no pierde la serenidad ni en lo que parecen locuras. Mató de una estocada. Le dieron las dos orejas, la de éste y la que se le debía. Tuvo Armillita el detalle de buen gusto de no dejar que le cortaran al toro la pata. Esta tarde Armillita ha triunfado plenamente en Bilbao.

En cuanto al encierro, recurro también a la versión de Gregorio Corrochano, que es quien hace un análisis más detallado del juego de la corrida:
Domecq ha mandado una gran corrida de toros. La casta de Veragua vuelve con Domecq, adonde estuvo, a la cabeza de la ganadería española. Por esta corrida se le ve buscar lo antiguo. Algunos toros eran por su lámina, de hace cincuenta años. Parecían sacados del conocido cuadro de la Muñoza, en el que un garrochista aparta unos toros. Por primera vez viene a Bilbao. ¡Para años hay toros de Domecq en Bilbao! Los toros segundo y quinto fueron extraoridinarios. Para el ganadero, aún mejor el segundo. Este toro tenía una casta como hace muchos años yo no recuerdo en toros de Veragua. Porque este toro sólo tuvo un momento de flaqueza, en el último puyazo. Pero empezó el toro a crecer, a ir a más, a sacar cada vez más casta, y, si no da con un torero como Armillita, no sé a dónde llega el toro. ¡Hay que seguir esta reata, D. Juan Pedro, que debe ser de lo mejor que hay en Jandilla! Además de esto, la presentación ha sido una preciosidad. ¡Qué lástima de toros! El mayoral de Domecq salió al ruedo a saludar y dio la vuelta con Armillita en el quinto toro.

Por su parte, Recorte, cronista de La Libertad de Madrid, expone en breves líneas el resultado final del festejo:
No quiero incurrir en el defecto de detallar lo que ha hecho Armillita esta tarde con dos buenos toros de Domecq, antes de Veragua. No es necesario cansarles a nuestros lectores ni gastar tinta y tiempo. Además, me sería difícil encontrar adjetivos, a pesar de la cantera que existe en nuestro idioma. Basta con lo dicho. Basta con decir que Armillita ha tenido una tarde perfecta, grandiosa, que todo le ha salido bien, que ha toreado de filigrana con las dos manos, que ha banderilleado y ha matado en este mismo tono y que todo se ha producido con toros de verdad y ante público tan severo como el de Bilbao…

La antigua Plaza de Vista Alegre en Bilbao
escenario de este relato
Después de leer los relatos de lo sucedido esa tarde, saber por qué el Maestro Fermín sentía tan grande satisfacción en recordar esa tarde del 21 de agosto de 1935 como una de las grandes suyas. Y es que esas crónicas de su actuación, firmadas por los periodistas de ese día, que con el paso del tiempo se tornaron en los grandes historiadores del Toreo, aclaran sin lugar a dudas, que en esa corrida  realizó una de las faenas que más hondamente calaron en la afición bilbaína – ante la que Armillita tenía gran predicamento – y por eso dejó una huella imborrable en la Historia de la Fiesta.

domingo, 14 de agosto de 2011

16 de agosto de 1964: Tres dinastías en el ruedo de la Plaza San Marcos

Desde el inicio de la década de los cincuenta se inició en Aguascalientes el cultivo de la vid aprovechando la facilidad de extraer aguas del subsuelo de profundidades escasas. Pocos años después eso daría pábulo al establecimiento de una industria vinícola que parecía ser floreciente. Fueron algunos millares de hectáreas los que se plantaron en los alrededores de esta ciudad – muchas de ellas ya son parte de la traza urbana – y durante los tiempos de bonanza, en la vendimia, se programó una Feria que coincidía en sus fechas con la principal celebración religiosa de nuestra ciudad – el 15 de agosto, día de la Asunción aquí – y en la cual, no faltaban los festejos taurinos.

En esos años no se hablaba de cambio climático o de calentamiento global. La electricidad necesaria para la extracción del agua del subsuelo tenía amplios subsidios gubernamentales y no se tenía una dimensión exacta del costo real de la producción vitícola en Aguascalientes. Una vez que los subsidios se recortaron o se terminaron, los acuíferos se abatieron y fue necesario bombear agua de profundidades mayores, la industria de la vid y el vino se acabaron y la feria que generaron también. Aún quedan algunos jirones testimoniales de esa bonanza, pero no son más que una mera sombra de lo que en su día fue.

La XI Feria de la Uva de 1964

La Feria de la Uva del año de 1964 tenía como uno de sus atractivos la novillada que se daría el domingo 16 de agosto, en la que se actuarían en el ruedo de la Plaza San Marcos tres toreros que hoy calificaríamos como de dinastía. Jesús Solórzano hijo, de Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita se enfrentarían a una novillada de Matancillas. Los tres hijos de los grandes maestros eran la gran atracción para la afición local, como se puede deducir de lo que se leía en la nota previa al festejo, aparecida en el diario El Sol del Centro, la víspera:

Indiscutiblemente entre todos los carteles novilleriles que a la fecha pueden montarse, ninguno tan interesante, tan atractivo, tan prometedor como el confeccionado para esta corrida de la Feria de la Uva... Y he aquí que ahora, por un regalo del destino, los aficionados de Aguascalientes, antes que los de cualquiera otra ciudad, tenemos el privilegio de ver actuar a la vez a los críos, a los retoños de los tres grandes toreros mencionados. A la tercia novilleril que, al parecer, está destinada a conmocionar hondamente, intensamente al santuario del toreo mexicano... La corrida de Matancillas es sencillamente primorosa. Digna de la solemnidad en que va a ser lidiada. ¡Como para ser corrida en la Plaza México! No exageramos: los aficionados todos pueden constatar la verdad de nuestras afirmaciones, yendo a ver los seis cromos que ha seleccionado Paquito Madrazo. Si son uniformes en el pelaje, también lucen idénticos en trapío y finura. ¡A golpe de vista están proclamando la calidad de su brava estirpe!...

Vista del paseo de cuadrillas, Calesero Chico y
Manolo Espinosa, descubierto (Archivo Carlos Meza Gómez)
Una aclaración que creo prudente. Don Francisco Madrazo Solórzano – coloquialmente Paquito Madrazo – era en esas fechas el encargado de llevar las ganaderías de La Punta – propiedad suya y de su hermana Carmelita – y la de Matancillasgemela de La Punta – pero propiedad esta de su tío, don José C. Madrazo y García Granados y ambas vacadas estaban encastadas en Murube Ybarra Parladé, vía Gamero Cívico y Campos Varela, ganados que se llevaron siempre en pureza, sin hacer cruces con reses nacionales.

Jesús Solórzano y Manolo Espinosa se presentaban ante la afición de Aguascalientes. Calesero Chico ya había actuado aquí en varias oportunidades y tenía ya algún predicamento entre la afición. El ambiente previo al festejo motivó que la entrada fuera un lleno, que no puedo calificar de “no hay billetes”, porque como me lo contara Carmelita Madrazo, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha y condueña de La Punta, a don Jesús Ramírez Alonso, empresario de la Plaza San Marcos, se le quedó una sola entrada en las taquillas, misma que mandó colocar en un marco y la tuvo durante muchos años en un rincón taurino de su casa en la Ciudad de México.

La crónica del festejo

Recurro, como ya me resulta costumbre en estos casos, al veraz y certero testimonio de don Jesús Gómez Medina, quien en El Sol del Centro del 17 de agosto de ese año, narra así lo sucedido:

Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo
Una completa faena de Chucho; soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo
Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos
Jesús Gómez Medina
La tarde, espléndida. Y el lleno total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma.
Y dispersos aquí y allá, entre barreras y el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: el Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. 
Todo ello a tono con la gran categoría y la importancia del cartel.
En estas circunstancias hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla.
El brillante capítulo inicial
Ya está en el ruedo “Solimán”, el primero de los astados de Matancillas. ¡Hermoso ejemplar de toro de lidia! Fino, recortado, con amplio morrillo y cómodo de pitacos. Y, además, muy bravo, muy dócil y alegre.
Breve intervención de la peonería, y tras de ella, Chucho clava en tierra ambas rodillas para instrumentar un apretado farol. Luego, de pie, lancea al natural con gran lucimiento; añade dos airosas chicuelinas y concluye con la revolera. Y estalla la primera ovación.
Un primer picotazo acepta el de Matancillas. Al librar, Solórzano se ciñe toreando por gaoneras a las que pone término con un remate al estilo de Lagartijo, el de Córdoba. Las palmas continúan sonando con estrépito.
Segundo puyazo, recargando el morito. Y Calesero se adorna en dos chicuelinas y en la revolera final.
El segundo tercio corre a cargo de Chucho. Y a fe que el muchacho lo hace con sobra de lucimiento, superándose de uno a otro par. 
El primero, un cuarteo bien igualado, precedido del giro que patentó Fermín. Para el siguiente Solórzano arrancó zigzagueando, al modo de Arruza, mejorando la ejecución y la colocación de los garapullos. Pero el tercero supera con creces todo lo anterior: ¡Cómo cuadró y alzó los brazos entre los propios pitones! ¡Y qué enhiestos y exactos quedaron los garapullos en lo más alto del morrillo! ¡Lo que se llama un gran par, un extraordinario par de banderillas!
Naturalmente, la ovación resurgió imponente.
Brindó Chucho al pueblo soberano. Y, sobre una y otra mano, fue forjando un trasteo que alcanzó su ápice en dos pases en redondo con la diestra, enormes de temple y longitud, y en otros tantos derechazos rodilla en tierra igualmente templados y con mando.
El de Matancillas, nobilísimo, de sedeña embestida, daba pábulo a estas excelencias.
Estocada honda, que hace doblar. Gran ovación. Doble otorgamiento de apéndices, que la protesta de las mayorías reduce a la mitad. Y dos vueltas al ruedo, entre aclamaciones y música, para el vástago del Rey del Temple.
Durante el arrastre, los despojos del bravo “Solimán” recibieron el reconocimiento de los buenos aficionados.
Con el cuarto, menos claro, menos propicio que el que abrió plaza, Chucho Solórzano continuó exhibiéndose pleno de afición y con un aplomo y una destreza, producto de sus reiteradas actuaciones en plazas sudamericanas.
Lo más destacado: el espectacular farol de hinojos inicial, un quite por chicuelinas antiguas y el tercer par – sesgando por las afueras – en el que expuso con ganas.
Al tercio final, el de Matancillas llegó aplomado, defendiéndose, Solórzano lo trasteó sobre piernas, sin intentar hazañas mayores. Cuando trató de quedarse quieto, el bicho lo volteó aparatosamente.
Hizo coraje el chaval y, entrando con decisión, tras de un pinchazo, clavó el acero con resultados definitivos. Ovación y vuelta al ruedo.
El arte de Calesero
Esplendió por igual con el percal y con la franela. Se hizo patente ante el clamoreo de los aficionados, en el primero y en el último tercios.
¡Ah! Porque ayer, este admirable estilizador del toreo nos sorprendió toreando a la verónica con señorío, con sentimiento y temple. Adelantando el engaño y tirando del bicho y llevándolo perezosamente toreado, con ritmo y limpieza de elegido.
Fue en su primer toro, “Hermosillo”, marcado con el número 42, bravo y alegre, noble y bonito como un marqués.
A las estupendas verónicas iniciales, púsoles Alfonso el broche regio de una media de antología, mientras en los tendidos, crepitaba la ovación.
Más cuando se presagiaba la faena triunfal, un puyazo caído dejó al de Matancillas apurado de facultades.
Ante un adversario aplomado, Calesero Chico trató de lucir, lográndolo tan solo esporádicamente, en tal o cual derechazo. Por el contrario, prolongó con exceso el trasteo, sin provecho propio ni de la clientela. Por fortuna, fue más breve con el acero.
En el quinto, “Regalón”, noblote y suave de embestida, aunque sin mayor enjundia, reapareció el cincelador del pase natural. 
En tres o cuatro tandas, cruzándose con el socio, llegándole al sitio justo, insistiendo y tirando de él con admirable exactitud; templando, mandando, prolongando la dimensión del muletazo en fuerza de llevar embebido, aprisionado a “Regalón” en el embrujo de esa muleta tersa, pulida, como si el arte diese textura y gravidez a la ruin franela de que está construida, este nuevo Calesero buriló, frente al éxtasis colectivo, el pase fundamental del toreo de muleta.
No dio para más la menguada acometividad del toro. Por ello, resultaron ociosos los posteriores intentos de Alfonso. El cual, tras de un pinchazo, clavó una estocada casi entera, que bastó.
Gran ovación. Doble vuelta triunfal. Y una oreja recibida entre protestas: pero ganada de sobra con el prodigio de su toreo izquierdista.
El heredero de Armillita
El domingo 25 de abril de 1937, actuaron por vez primera en el coso San Marcos los colosos de la época: Fermín Espinosa y Lorenzo Garza.
Fue aquella una corrida memorable, de la que, quienes la presenciaron, todavía se hacen lenguas. Fermín se ataviaba con un terno grana y oro; el de El Magnífico era blanco, con áureos bordados.
Ayer, al presentarse ante la afición hidrocálida Manolo Espinosa, enfundábase en un terno similar al que ostentara en aquella remota fecha, su ilustre progenitor: corinto y oro.
¡Ah! Pero no fue tan solo el color del traje lo que nos hizo recordar el árbol de que es vástago este chaval. Su notable facilidad para realizar el toreo y el tranquilo desenfado con el que deambula por el ruedo y ante la cara de los bureles, son reflejo, indudablemente, de similares virtudes que en grado eminente poseyó Fermín. 
A Manolo, por lo que ayer le pudimos apreciar, fáltale madurar debidamente para que pueda exhibir cuanto de torero lleva dentro. Por hoy, su misma facilidad resta calor y brillantez a su labor. Le hace falta, por tanto, exponer más; mostrarse menos fácil, si ello fuere posible, para arrancar de las masas la reacción entusiasta que tan sólo se provoca por la vía de la emoción o del arte.
Por lo demás, Manolo sabe torear, y torea estupendamente. Díganlo sus lances a “Flamenco”, el tercero: con el compás abierto, el engaño bajo, templado y sedeño el ritmo del percal. El remate lo constituyeron dos medias verónicas superiorísimas, que desataron la ovación.
Un puyazo doble de Pradito aceptó el de Matancillas. Al librar, Manolo se estiró toreando por chicuelinas para concluir – nueva evocación ferminesca – con el manguerazo de Villalta.
“Flamenco” terminó aplomado. Pero ello no obstó para que Manolo Armilla llevase a cabo una faena limpia, desahogada, en la que, junto a los pases altos y de trinchera, intercaló derechazos y naturales con ritmo y mando; pero en pugna siempre con el agotamiento del burel.
Llegado el capítulo de adornos, ciñóse Manolo toreando por manoletinas, en tal grado que se llevó una voltereta con rotura del flux. Volvió al bicho, para liquidarlo de una estocada contraria, que hizo pupa.
Ovación estruendosa y vuelta al ruedo para el vástago de Fermín.
Tal expectación causó el festejo, que hasta para el comentario político dio pretexto


Calesero Chico saluda tras el paseo. Sobre la puerta de
toriles se advierte el nombre del primero de la tarde, Solimán.
(Archivo Carlos Meza Gómez)
Ante la lucidez del relato de don Jesús, creo que no hay más que agregar. La pérdida de la industria vitivinícola nos costó una parte de nuestra temporada taurina, porque hogaño, en esta época del año ya no se ofrecen festejos en nuestras plazas, al no existir razón para ello, siendo que cada festejo puede ser, como el que motiva esta entrada, un gran acontecimiento.

Espero que esta remembranza les cause el interés que a mí me produce.

domingo, 7 de agosto de 2011

Una estampa del pasado (VI)

De alternativas, confirmaciones y otras cuestiones (no tan veredes)

El ejemplar de Pan y Toros al que aludo
Durante muchos años las cuestiones relativas a las alternativas y a la antigüedad de los matadores de toros fue una de las zonas grises de la regulación de las fiestas de toros. Es célebre el enfrentamiento que tuvieron sostuvieron Cúchares y El Chiclanero en la Plaza de Madrid por motivos de esa primacía en la actuación en ese ruedo y por consiguiente, en las demás plazas de España. Un interesante desarrollo sobre ese conflicto, lo planteó hace ya un lustro Sota, en la Taurofilia de mi amigo Martín Ruiz Gárate, sitio a donde les invito a dirigir sus pasos para ampliar su visión y conocimiento de ese interesante asunto.

Hace 114 años, en el número 71 del semanario madrileño Pan y Toros, fechado el 8 de agosto de 1897, cuya dirección literaria estaba a cargo de Leopoldo López de Saá y la artística de Emilio Porset, se publicaba un interesante artículo firmado por J. Vázquez acerca del cuestionamiento que se hacía a la alternativa y antigüedad del pundonoroso diestro cordobés Antonio de Dios Moreno Conejito, por el mero hecho de haberla obtenido en la plaza de Linares y no en una plaza de Maestranza o en la misma de Madrid, obligándolo a confirmarla. 

Existe una especie de leyenda, en el sentido de que en realidad, Conejito se negó a recibir de nuevo la alternativa en Madrid por recomendación de su padrino Guerrita, quien se dice le dijo: «Antonio yo te je dao la alternativa y no tienes porque confirmar ná…» Conejito triunfaría ese 11 de julio de 1897, pero a propósito de lo que se consideró un desacato, se libró una gran campaña en contra del diestro y de su padrino, por lo que éste tuvo que acabar confirmando la alternativa de manos de Antonio Moreno Lagartijillo el día 8 de mayo de 1898 con el toro Cartujo de Vicente Martínez.

El artículo al que hago referencia, es en su literalidad, el siguiente:

Datos sobre alternativas
J. Vázquez 
La alternativa, ó mejor dicho, la antigüedad de matador de toros, ¿es válida cuando se adquiere en plaza de provincias, ó solo tiene verdadera validez la que se adquiere en la plaza de toros de esta corte? Esta es toda la cuestión que se viene debatiendo con motivo del asunto del “Conejito”. 
El argumento principal presentado por los defensores del  privilegio á favor de la plaza de Madrid, consiste en decir que todos los diestros han venido aquí á tomar la alternativa, y que es negar la historia de las costumbres taurinas defender que los lidiadores de toros han adquirido en plazas de provincias la antigüedad de tales espadas. 
Si yo demostrase, por lo tanto, que la  plaza de Madrid ha reconocido como matadores de toros á los que con ese carácter adquirido en otras plazas se han presentado en la de Madrid, los partidarios del privilegio tendrán que rendirse á la evidencia, y decir conmigo que la alternativa — según hoy se dice — se adquiere y se concede en las plazas de provincias, aunque no sean de Maestranza. Y reconocido ese derecho,  habrán de convenir  también en que toda la oposición hecha al “Conejito” por creerse matador de toros desde que en Linares alcanzó la antigüedad de espada, ha sido caprichosa é improcedente. 
Si consigo hacer la demostración de lo que dejo consignado, todos los demás argumentos, que fundados en ese principal hacen los mantenedores de la extraña y fantástica teoría del privilegio en este asunto á favor de la plaza de Madrid, caerán deshechos y pulverizados, como edificios faltos de cimientos y levantados sobre movediza arena. 
No quiero ni debo consignar más que aquellos hechos que todo el mundo puede confrontar, y que tienen su fundamento en documentos fehacientes. Los dichos más ó menos agudos, las frases elocuentes, las declamaciones huecas, podrían  deslumbrar, pero no convencerían. Y como deseo llegar al conocimiento de la verdad, examinando los hechos tales como ellos son, y no como yo los quiera pintar, voy á exponer unos cuantos antecedentes; que son decisivos en este asunto.
Nada diré de los años anteriores á 1814, porque cuanto yo dijera, declaro con franqueza que no podría justificarlo. Puede indicarse, sin embargo, como la suposición más racional y más lógica, que Francisco Romero, su hijo Pedro, “Costillares” y otros renombrados diestros del siglo pasado, fueron reconocidos como tales matadores de toros antes de presentarse en la plaza de esta corte.  Si aquí vinieron fue ya con la fama y crédito adquiridos como espadas, sin que aquí hubiera que expedírseles el título que hoy se pretende sea atributo y función privativa de esta plaza. Cualquiera otra suposición no resiste á los más sanos preceptos de la crítica racional. 
Pasemos á relatar los hechos que tienen una comprobación auténtica: 
Antonio Ruíz “Sombrerero” se presentó por primera vez en la plaza de Madrid como  matador de toros el día 7 de octubre de 1816. En el cartel se consignaba que era “nuevo en esta plaza”, y su nombre figura antes que el de Antonio Hernández “Bolero”, á pesar de que éste había estoqueado como espada en Madrid el año 1814, y en algunas corridas de 1815, con Manuel Alonso “Castellano”, Manuel Badén y Juan Núñez “Sentimientos”. Si el “Sombrerero”, nuevo en Madrid el año 1816, figura como más antiguo que el Bolero, ¿no queda reconocida la antigüedad de los matadores  que habían estoqueado en plazas de provincias? 
El cartel de la corrida del día 9 de octubre de 1815 dice: Espadas, Francisco  Herrera, José María Inclán, “nuevo en esta plaza”, y Francisco Hernández “Bolero, que los estoquearán por el orden de su antigüedad”. Inclán, nuevo, torea por delante del “Bolero”, que como queda dicho había estoqueado aquí como tal espada en 1814.
En el cartel anunciando la corrida del día 14 de abril de 1817 se dice: «Espadas, Jerónimo José Cándido, José García Platero, nuevo en esta plaza, y Francisco Hernández Bolero, que los estoquearán por el orden de su antigüedad». ¿Dónde está el privilegio de la plaza de Madrid? 
Para el día 1º de octubre de 1818 se anunció al espada Antonio María Montero “Habanero” como nuevo en esta plaza y acreditado en la de Cádiz y otras principales de Andalucía. O estas frases no indican nada, ó son prueba elocuente del reconocimiento como matador de toros con anterioridad á su venida á esta corte, pues este crédito no puede referirse á la fama alcanzada como picador ó monosabio. El crédito de que aquí se habla es el de matador de toros, adquirido  no en plaza de Maestranza, si no en la de Cádiz y otras principales de Andalucía. 
En el cartel de la corrida del 29 de mayo de 1820, se anunció á Francisco González “Panchón”, nuevo en esta plaza, consignando su nombre antes que el de Badén, el cual con anterioridad había estoqueado en la plaza de Madrid. La frase sacramental, continuamente repetida, «nuevo en esta plaza», solo se aplica en los carteles de aquellos tiempos para los matadores que habían estoqueado en provincias, y no para los que en Madrid habían figurado como sobresalientes ó medios espadas. Nuevo en esta plaza dice el cartel, reconociéndolos por lo tanto el carácter que ya tenían adquirido de matadores de toros. 
Notabilísimo bajo este punto de vista es el cartel en que se anuncia la corrida que había de celebrarse el día 31 de marzo de 1839. Dice así: Espadas: «Juan Pastor, natural de Sevilla, nuevo en esta plaza y que ha trabajado ya con la mayor aceptación en las principales de Andalucía, el cual estoqueará los cuatro  primeros toros. Isidro Santiago y Pedro Párraga, matarán los dos últimos». No llegó á celebrarse esta corrida, siendo suspendida por causa del temporal; pero  consta aprobado el cartel, y de consiguiente para el efecto legal que se discute puede considerarse como celebrada. 
¡Juan Pastor, nuevo en esta plaza, hubiera matado los cuatro primeros bichos, sin otro espada que aquí le hiciera matador de toros! Si la lluvia no lo hubiera impedido, — puesto que fue aprobado el cartel por la autoridad gubernativa — ahí estaría Juan Pastor estoqueando toros sin que nadie le doctorase como matador de toros en esta plaza. ¿Qué indica esto? Lo que dice el cartel; que había trabajado ya con la mayor aceptación en plazas de Andalucía, y que nadie podía despojarle de un derecho allí adquirido. ¿Dónde aparece el tan decantado privilegio de que esta plaza sea la única que reparta ejecutorias de matadores  de toros? No solamente no los reparte, sino que acepta y reconoce como válidas  las expedidas por otras plazas. 
¿Se quieren más pruebas? Pues ahí está el cartel de la corrida del 4 de abril de 1842. Espadas: Las dos primeras Juan Yust, natural de Sevilla, nuevo en esta plaza, y Roque Miranda, quien voluntariamente cede á Yust su antigüedad durante toda la temporada. Leedlo bien, las dos primeras espadas. Roque Miranda que tenía antigüedad en Madrid desde 1828, catorce años antes que aquél, cede  su antigüedad. ¿Podría cederla á un novillero? Imposible. Se la cede antes de que torease en Madrid, á uno que está reconocido como primera espada.  Si Yust no hubiera tenido este carácter, ni Miranda hubiera podido ceder su antigüedad, ni la autoridad lo hubiese consentido. 
Ese cartel es la demostración clara y patente de que la teoría caprichosamente sustentada por los que entienden que la plaza de Madrid posee privilegio exclusivo de dar antigüedad á los matadores de toros  no tiene fundamento en la historia, ni en las costumbres, ni en la razón, ni en la ley. Pero no solamente torea Yust por delante de Roque Miranda, que le había cedido, y podía cederle, su antigüedad, si no que torea también por delante de Francisco Arjona (“Cúchares”), que dos años antes que aquél, en 27 de abril de 1840 había adquirido antigüedad de matador de toros en la plaza de esta corte. ¿Puede darse prueba más elocuente en favor de la validez adquirida por los matadores en provincias? 
Con lo anteriormente expuesto bastaría para convencer á los que, sin prejuicios formados por datos incompletos, estudiasen este asunto, mal  llamado de las alternativas, con completa imparcialidad. 
Para todo aquel que tenga limpia su razón de extrañas y fantásticas teorías, será suficiente lo que he consignado para rendirse á la evidencia de los hechos, y comprender que no existe el más pequeño punto de apoyo en negar al diestro Antonio de Dios (“Conejito”) el derecho que tiene á ser matador de toros desde el día 5 de septiembre de 1895.  Pero cuando se cierran los ojos á la luz y la inteligencia á la verdad, no hay medio de llevar el convencimiento á la razón. Si aquí han venido matadores de toros conservando su antigüedad de provincias — aunque no fuera adquirida en plazas de Maestranza — y han estoqueado por delante de aquellos otros que habían tomado con anterioridad la alternativa en la plaza de Madrid, ¿cómo se puede defender la doctrina opuesta, que no tiene arraigo ni fundamento, ni razón en ninguna parte? 
Anotemos todavía algunos hechos concluyentes. 
Francisco de los Santos había estoqueado en Madrid desde 1840, y con fecha muy anterior á esta Pedro Sánchez “Noteveás”. Se anuncia una corrida de toros para el día 12 de marzo de 1843 y dice el cartel: «Espadas: José Vázquez Parra, nuevo en esta plaza, Pedro Sánchez y Francisco de los Santos Vázquez», nuevo — salió herido — estoqueando por delante de Sánchez y de los Santos. ¡El acabose! 
¿Más? Para la corrida de 17 de abril de 1843 figuran Ezpeleta y Manuel Díaz, los dos de Cádiz, y los dos nuevos en esta plaza. ¿Por qué va primero aquél, si no porque su antigüedad en provincias, y por tanto  reconocida, le hace figurar por delante? 
¿No basta? Pues veamos el cartel de la corrida de 10 de septiembre de 1843: se anuncia como espadas á Pastor, Cúchares, “Lavi” y Juan Martín, nuevo en esta en plaza; y en el siguiente cartel de la corrida del 10 de septiembre del mismo año figuran, Arjona, “Lavi”, Gaspar Díaz, nuevo en esta plaza, y Juan Martín, el mismo que había tomado la alternativa el domingo anterior. ¿Se puede comprender esto si la plaza de Madrid no hubiera reconocido la antigüedad de espadas á los que han adquirido esta investidura en provincias? 
Todavía podríamos exponer el caso de Manuel Domínguez, nuevo en esta plaza, toreando por delante del “Lavi”, y de la presentación del “Tato”, sustituyendo á Casas (“Salamanquino”), y de otros casos, que por ser demasiado conocidos no consigno. 
Hemos demostrado, como nos lo habíamos propuesto, que la antigüedad de espada, y aun de primera espada como se decía entonces (caso de Juan Yust), se adquiría no solamente en la plaza de Madrid sino que también en plazas de provincias, y que la antigüedad adquirida en éstas ha sido respetada y sancionada por la plaza de toros de la coronada villa. 
Negar por lo tanto á “Conejito” el carácter de matador de toros en la plaza de Madrid, es romper con todas las tradiciones y costumbres establecidas en esos tiempos que se llaman clásicos de la tauromaquia.

Cartel con una de las
combinaciones conflictuadas
Esa es la conclusión a la que llegó el autor del artículo que hoy les presento. Más el cuestionamiento que hace a la afición, autoridades y empresa de Madrid sobre ese asunto se trasladó después a las alternativas obtenidas fuera de España. Durante muchos años los toreros mexicanos que obtenían la alternativa aquí, nada más llegar a territorio hispano, tenían que obtener el doctorado en un ruedo español y después confirmarlo en Madrid. Y aún peor, hasta muy entrados los años 70, autores de obras tan prestigiadas como El Cossío, seguían considerando sin validez a las alternativas no obtenidas en plazas españolas al realizar las biografías de los toreros de este lado del mar, aún con los convenios entre los sindicatos de toreros, que las hacían valederas.

Lo mismo sucede en México, pero a resultas de la confirmación de alternativas, asunto que he mencionado en otro lugar de esta misma Aldea, cuando un grupo de pretendidos puristas de esto, pretenden que solamente las que se verifican en la Plaza México son válidas, a despecho de que la reglamentación capitalina señala que basta con que se produzcan en plazas de primera categoría, sin señalar un escenario en particular, pero un prurito tradicionalista les lleva a los que defienden esa postura, a incurrir en esa aberrante postura.

La Puerta de Alcalá y su Plaza de Toros
Al final de cuentas, el toro es el que pone a todo mundo en su sitio y la alternativa resulta ser una ceremonia que emana más de la tradición que de la regulación, si recurriéramos a la probatio diabólica seguramente daríamos con el caso, de una gran cadena de alternativas inválidas, al encontrarnos con una falta de tracto sucesivo o de solución de continuidad en las alternativas de los diestros de los primeros tiempos, precisamente por la aplicación de ese criterio. Pero eso es otro asunto que aquí creo que no viene al caso.

Ojalá que esto les resulte interesante, como me ha resultado a mí.

El ejemplar de Pan y Toros y el cartel cuyas imágenes ilustran este texto, pueden consultarse en la Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid.