No les sirvió una prueba tampoco en la plaza de la Puerta de Hierro y tuvieron que organizar ellos mismos la alternativa en Tetuán de las Victorias, lugar en el que unos domingos después y ante la persistente actitud de don Indalecio de que Gaona no existía, Saturnino Frutos dio un segundo festejo en la Plaza de Tetuán, en la que su torero mataría cuatro toros de don Basilio Peñalver.
Acerca de este festejo en sus memorias dictadas en 1925 a Carlos Quirós, Monosabio, Gaona dijo lo siguiente:
…Pude torear y estuve bien con el estoque. Y los aficionados salieron haciéndose lenguas. Y aquella noche en los cafés solo se habló de Gaona… Al lunes siguiente, vinieron las proposiciones de la empresa madrileña. Mosquera me ofrecía seis mil reales porque confirmara la alternativa con Saleri y Mazzantinito y toros de don Juan González Nandín. Seis mil reales es algo menos que quinientos pesos. Los aceptó “Ojitos”. Y por supuesto que, si en vez de ofrecer seis mil, ofrece dos reales, toreo también, porque, lo que yo quería era salir en la plaza de Madrid…
Es pues esta corrida, la epifanía de Rodolfo Gaona para la afición de Madrid y para el mundo. La crónica de Camacho, en el diario La Correspondencia de Madrid del 29 de junio de 1908, es la siguiente:
Muchísima gente -y entre ella, distinguidos aficionados- acudió ayer tarde a Tetuán, llenando por completo todas las localidades de la plaza.
El caso no era para menos, puesto que en Madrid había sustitución y encima de ello, el niño de Tomares toreaba a disgusto, el público se decidió por Tetuán y no estuvo desacertado en la elección.
Se lidiaron cuatro toros de D. Basilio Peñalver por el novel espada mejicano Rodolfo Gaona.
Los bichos en general fueron bravos en todos los tercios; pero dos de ellos no pasaban de novillos.
El espada se portó como un maestro toreando de capa y muleta, en lo que oyó muchísimos y justos aplausos. Dio el quiebro de rodillas con limpieza y en los quites se mostró muy adornado y haciéndonos recordar las alegrías y elegancia del Bomba.
En la muerte de los cuatro toros estuvo valiente de verdad, tirándose de cerca y recto, por lo que gustó mucho.
Las estocadas no fueron del todo buenas que él hubiera querido. Se deshizo del primero de media buena, un pinchazo y una entera algo caída. Del segundo, de una poco baja. Del tercero de una hasta la mano, tendenciosa y al último, lo tumbó de estocada algo tendida.
Trabajó mucho bregando y compartió los quites con Gaona el sobresaliente de espada Algeteño.
Jeromo también bregó bien y banderilleó brevemente.
Picando aplaudimos mucho al 'abuelo' Agujetas, a Cerrajas y a Pajero.
Todos los demás, con muy buenos deseos, pero nada más.
La afición de Madrid se había enterado muy pronto de que en el que después sería llamado El Petronio del Toreo o El Califa de León había un gran torero, pues aún toreando Bombita en la Plaza de Madrid, acudieron a llenar la de Tetuán.
Este es mi recuerdo hoy que se cumplen 101 años de esa manifestación pública de un fenómeno que universalizó la fiesta de los toros.
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