domingo, 24 de mayo de 2009

Una visión trasnochada, trasatlántica y… televisiva de la última actuación de Morante de la Puebla en la Feria de San Isidro


Dudé en escribir esto, pero aquí está. Ya me parece escuchar a mi padre con sus reclamos ante mis observaciones: ¡pero qué más esperas!, ¡no te conformas con nada!, ¡es el colmo contigo! Y es que a su juicio, mi exigencia como aficionado rebasaba cualquier ejercicio de razonabilidad, por lo que ahora, que me decido a poner en blanco y negro estas ideas, tengo la seguridad de que sí pudiera leerlas, en menos de diez minutos mi teléfono estaría sonando y yo recibiendo su filípica y su recomendación: ¡retírate de las plazas, que nada más vas a ellas a sufrir!

No quiero parecer un aguafiestas, pero la visión por la tele y el rumiar posterior de lo apreciado a través de ella, me dejaron con la idea de que en alguna parte había leído que Madrid vivió un episodio parecido en su historia. Y es que si el vídeo desnuda a los toreros como alguien afirma, si además es comentado, interrumpido y en buena medida purificado o sanitizado para adecuarlo al punto de vista de quienes narran – y en determinada forma conducen – la función, se le restan muchos datos que impiden la percepción de la mayor parte de los detalles que suceden alrededor de lo que pasa en el ruedo y que solo pueden verse, oírse, percibirse, disfrutarse o sufrirse cuando se está en la plaza.

Así pues, cualquier idea que pueda expresar hoy y aquí, estará limitada y por ende viciada por el punto de vista que en esta oportunidad me tocó vivir y también por ello quizás, ponga aquí algún despropósito, pero de ser así, creo que en alguna forma Ustedes me lo harán saber.


Ya en la biblioteca, encontré la referencia histórica a que me refería antes en la obra de José Alameda titulada Verdadera Historia de la Evolución del Toreo (Bibliófilos Taurinos de México, 1985) y a la que me había referido en alguna entrada anterior. Allí comprobé que mi idea de que algo parecido a lo que creo haber apreciado, no eran simples malos pensamientos. La referencia es a una actuación histórica de Gitanillo de Triana en la Plaza Vieja de Madrid, que el escritor presenció en su infancia o primera juventud y que sin más cito:

Toreaba Gitanillo (Curro Puya) en Madrid, creo que el año treinta. Había veroniqueado a un toro de Coquilla Con una dejadez y una gracia felina, que cautivaron al público. La plaza parecía literalmente echar humo, creo que lo echaba: ese vaho que se produce cuando una multitud apresura el jadeo. En el segundo tercio, la gente hubiera querido empujar a los banderilleros para que se aligerasen y volviera Gitanillo.

Yo permanecía de pie, junto a un aficionado singular que había coincidido aquella temporada con su localidad de abono junto a nosotros, mi padre y yo. Hombre de unos cincuenta años, alto, magro, de apariencia labradora y muy discreto, que procedía de un pueblo de la provincia (¿Colmenar, Navalcarnero?) y que a cada corrida se presentaba solo a su puesto. Cuando Curro tomó la muleta, yo brincaba alborozado al compás de los olés del público, que había reanudado el alboroto del primer tercio.

Me sudaban las manos. A los pocos minutos, tuve una sensación extraña. Sentí, de pronto, que el hombre de Colmenar -así le llamaba yo-, permanecía en su asiento y Con los brazos cruzados sobre el pecho. A su vez, él sintió mi mirada. Y se inclinó un poco, para decirme:

- Ten calma, con el capote ha estado maravilloso, pero con la muleta no está a la altura del toro. (Me lo dijo confidencialmente, como para evitar cualquier petulancia frente a los mayores)...

Quedé suspenso un instante. Recogí hacia adentro todas las fuerzas de mi atención, para un juicio al que se me lanzaba de improviso: el "hombre de Colmenar" tenía razón. La faena, sin hilván, sin conducción interior, no tenía la fuerza de los lances anteriores. Pero la sugestión de aquella figura seguía actuando sobre el público, que no podía frenarse, y como el torero fue breve, alcanzamos a la estocada sin que decayera el ambiente. Salieron todos los pañuelos y le dieron al maravilloso personaje las dos orejas, por una lidia… sin faena de muleta. En realidad, por el arrebato justificadísimo que habían producido sus primeros lances…

…Los efectos de la "idolatría" son infinitos e inescrutables. A veces, también peligrosos.


La idea de Alameda me llevó a averiguar exactitudes sobre la tarde en cuestión. Así, me encontré con que la corrida a la que alude, no se celebró precisamente el año de 1930, sino que de acuerdo con los datos que aporta, corresponde a un par de años antes, precisamente al sábado 19 de mayo de 1928, es decir, más o menos 81 años antes del fasto que me tiene aquí ante Ustedes. En aquella vez, los toros fueron de Coquilla y los diestros, Niño de la Palma, Valencia II y el referido Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana.

Esa tarde, el torero de raza de faraones cortó tres orejas. Tuvo quizás una de sus tardes más rematadas en la capital española, misma en la que dejaría su existencia tres años después. La crónica de Federico M. Alcázar, en el diario madrileño El Imparcial del domingo 20 de mayo de 1928, nos refleja lo siguiente:
…El público, que juzga a los toreros por impresión, y que es tan voluble y tornadizo como el viento, salía de la Plaza descorazonado, creyendo cándidamente que una tarde de mala fortuna era bastante para acabar con un torero y, lo que es más difícil, con su estilo. Solo nosotros permanecimos inalterables, y cuando escuchamos a los villamelones excomulgar al torero, sonreíamos desdeñosamente. Aquí, en estas mismas columnas, escribimos los siguientes párrafos: “Quien tiene ese capote maravilloso, esa muleta soberana y ese estilo tan puro y clásico, bien puede permitirse el lujo de echarse a dormir una tarde; pero con una condición: que despierte a la siguiente”…

… detallemos la faena. Empezó toreando por alto, y el toro, que tenía tendencia a la huida, se le fue en cada muletazo.

Volvió a recogerle y consintiéndole, no marchándose, metiéndole la muleta en los hocicos y tapándole la salida, le obligó a doblar; a quedarse y tomar el engaño. Con un valor sorprendente, solo en los medios, hizo la faena por altos, ayudados, naturales y de pecho soberbios. Hubo pases tan acabados, tan perfectos, tan soberanos, que provocaron el entusiasmo del público. Pero lo grande, lo asombroso, lo que colmó la admiración del público, fue la manera de matar al toro. En la suerte natural, perfilado con el pitón contrario, arrancó despacio y recto, metiendo un volapié inmenso, definitivo. La suerte fue consumada con un arte, un valor y un estilo imponderables. El toro rodó al minuto y por unanimidad le concedieron la oreja, dando la vuelta al ruedo en medio de una ovación clamorosa.

Pero todavía quedaba el último toro, que había de redondear esta gran tarde de triunfo.

Sus verónicas fueron un asombro de quietud, de temple, de buen estilo. ¡Qué suave, que lento iba y venía el toro de costado a costado! Una maravilla. El público, sugestionado, no cesaba de aplaudirle y las ovaciones se enlazaron hasta el final.

Empezó la faena con varios pases ayudados, magníficos. Luego vinieron otros en redondo y de pecho colosales. Con la izquierda corrió la mano superiormente en dos naturales y volvió a torear por ayudados de una manera asombrosa. Cada muletazo era una explosión. Pero el entusiasmo culminó al ejecutar por dos veces aquél famoso pase ayudado “de cintura” que inmortalizó Gallito. Arrancó muy derecho a matar, quedándose el toro, y señaló un pinchazo soberbio que valió por una estocada. Volvió a entrar valiente y agarró una estocada colosal, saliendo el toro rodado de los vuelos de la muleta. La ovación fue imponente. Le concedieron las dos orejas y le llevaron en triunfo.

Tarde completa, tarde redonda, tarde de consagración de un torero. ¿Qué misteriosa influencia tiene el traje de plata en ciertos toreros, que al ponérselo parece que están inspirados por el genio belmontino?

Ayer, Gitanillo no solo hizo honor al vestido que cubrió de gloria el maestro Belmonte, sino a la tierra que le vio nacer. De Triana viene la luz…

La visión de Alameda, producida algo más de medio siglo después del festejo, coincide con la inmediata de Alcázar en lo medular, la esencia de la tarde estuvo en el toreo de capa, pues la de muleta tuvo grandes pases sueltos según la descripción; tan lo estuvo, que hasta el de Valencia II le es motivo de elogio. Las descripciones más prolijas y ditirámbicas son las realizaciones del primer tercio – sin dejar de lado su preferencia por el torero trianero – dejándose como meros apéndices las demás etapas de la lidia, tanto así, que la suerte de varas ni siquiera es objeto de mención.

Regresando a lo de antes de antier, me queda el regusto, por lo que tuve permitido percibir, que el gran primer tercio de Morante de la Puebla ante el 4º de la tarde produjo el mismo efecto que el toreo de capa de Gitanillo ocho décadas antes. La hipnosis colectiva que produjo, me da la impresión de que le magnificó una faena de muleta que, por las condiciones del toro y la ira colectiva derivada de tantos días de nefandos acontecimientos ocurridos en el ruedo venteño, fue en realidad menos intensa que la primera parte de la lidia. Pero insisto, mi punto de vista es reducido, parcializado, encogido a lo que una pantalla de ordenador quiere y puede mostrar.

Ya me dirán Ustedes si mi padre tendría razón en sus señalamientos o no y por delante una acusación manifiesta, tanto por tratar de aguar la fiesta o de convertirme en agorero del desastre, como decía un político de estas tierras que decía tener ascendencia en Caparroso, como por el fárrago que aquí les receto.

7 comentarios:

  1. Un artículo no solamente precioso, sino también de una clarividencia que, tratándose de ti, no me sorprende. Como siempre, muchas gracias.

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  2. Tengo la suerte de ver las corridas de San Isidro con una serie de amigos y conocidos en un bar, los comentarios siempre están presentes. La tarde de Morante manfesté en público que no me gustó ni lo que paso en el tercio de varas ni con la muleta y mis dudas sobre como entró a matar, me cayó encima la de cristo es dios, me echaron la bronca del siglo por ser tan meticuloso. Tanto es así que en mi blog en vez de reporoducir alguna de las criticas publicadas, Lorca, Zabala, u otros, me limité a poner la que hacia referencia a los toros con el fin de que alguien despertarse y viese que Morante no se puso precisamente delante de toros bravos. Con franqueza creía que era el único que le ve a Morante casas que no s solo la barbilla pgada o biendoblado que llev el capote 'a la antigua' como dirían en Canal Sur TV donde tratan a este torero como si de la reencarnación de todos los toreros clásicos juntos se dieran en él.
    Compartimos por tanto las broncas y los tirones de orejas que nos dan por ver lo que otros no quieren o no pueden. Gracias por exponer su pensamiento y siga adelante. Un cordial saludo
    José Mª Martínez

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  3. Verdad de Pero Grullo es señalar que una cosa es ver los toros en la plaza y otra en el televisor. Hay muchas satisfacciones en el asistir al festejo, que en una enumeración rápida sería el poder seguir el desarrollo del toro, dado que muchos de los cambios en la lidia o el juego del burel, un aficionado los puede percibir desde el momento en que como acudió a un capote de los subalternos y hacerlo diferente a como lo venía haciendo. No menciono al capote del torero, porque la televisión, al centrarse en lo que él hace, es obvia la posibilidad de palpar en su andar de inmediato los matices del comportamiento del burel, que vendrán a manifestarse, para bien y mal en el último tercio. Por ello el aficionado televidente adivina, en tanto el “hombre en plaza” confirma.
    En la plaza podemos captar las incidencias, en la medida de nuestras capacidades y limitaciones de los conocimientos que tenemos sobre la lidia, a la vez el ánimo y euforia colectiva puede desarmar nuestra “objetividad”, arrastrándonos en la vorágine de la exaltación desproporcionada, ante lo que sucede en el ruedo, sobre todo en las corridas de feria, en que lo acumulado , en particular de frustraciones en lo visto en los otros festejos, lleva a la masa de los asiduos constantes, a “soltarse” y valorar en demasía, en este caso lo realizado por Morante.
    El hecho de ver la corrida en televisión en forma solitaria o con unos cuantos amigos, nos permite tener nuestras “defensas” ante el ataque del arrebato perfectamente activadas y reaccionar con mesura o un prudente distanciamiento, entre lo que vemos, escuchamos de los narradores y observamos de los estremecimientos de los aficionados en plaza y si se es un aficionado escéptico como Xavier González Fisher, hurgar y rumiar en su memoria, que tan extraordinario e insólito resulta el toreo de capa de Morante, en la tarde de marras.
    Xavier ha encontrado en una tarde de Gitanillo de Triana (Cuyo Puya) una similar situación en que lo realizado magníficamente con el capote, desarma a la inmensa mayoría de los testigos en situ y los lleva a no poner reparos, ni encontrar deficiencias en la muleta, donde en la “distancia” dada por el televisor, los cauces de la percepción no fueron desbordados. Así que sólo el sedimento del tiempo dará la justa dimensión de la “hazaña” de Morante, entre la algarabía del aficionado que vivió el momento en su asiento en Las Ventas, con la consabida carga, inconsciente si gustan ustedes, que lleva todo aquel que acude al festejo, en vivo y en directo, de haber estado en una tarde histórica, que pasara a los anales del toreo y en el devenir de los años, en la tertulia cafetera poder afirmar con orgullo “estuve en Las Ventas, la tarde del 21 de mayo de 2009…”
    En tanto, los Fisher y varios asistentes a la corrida que ya comienzan a manifestar su distanciamiento ante el estado de hipnosis colectiva, por el llamado antológico toreo de capa de Morante, nos van ofreciendo los elementos y argumentos taurinos para dimensionar lo visto y luego reevisto en las diversas proyecciones en televisión e interntet. ¿Cuál postura ganará? No tiene importancia, lo valedero es que seis u ocho verónicas han devuelto el enardecimiento y el arrebato entre los aficionados, ante lo que parecía una opaca y gris Feria de San Isidro 2009, inundando los diarios y los blogs con comentarios sinfín. Enhorabuena Xavier y a seguir “sufriendo” con tu pasión.

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  4. Verdad de Pero Grullo es señalar que una cosa es ver los toros en la plaza y otra en el televisor. Hay muchas satisfacciones en el asistir al festejo, que en una enumeración rápida sería el poder seguir el desarrollo del toro, dado que muchos de los cambios en la lidia o el juego del burel, un aficionado los puede percibir desde el momento en que como acudió a un capote de los subalternos y hacerlo diferente a como lo venía haciendo. No menciono al capote del torero, porque la televisión, al centrarse en lo que él hace, es obvia la posibilidad de palpar en su andar de inmediato los matices del comportamiento del burel, que vendrán a manifestarse, para bien y mal en el último tercio. Por ello el aficionado televidente adivina, en tanto el “hombre en plaza” confirma.
    En la plaza podemos captar las incidencias, en la medida de nuestras capacidades y limitaciones de los conocimientos que tenemos sobre la lidia, a la vez el ánimo y euforia colectiva puede desarmar nuestra “objetividad”, arrastrándonos en la vorágine de la exaltación desproporcionada, ante lo que sucede en el ruedo, sobre todo en las corridas de feria, en que lo acumulado , en particular de frustraciones en lo visto en los otros festejos, lleva a la masa de los asiduos constantes, a “soltarse” y valorar en demasía, en este caso lo realizado por Morante.
    El hecho de ver la corrida en televisión en forma solitaria o con unos cuantos amigos, nos permite tener nuestras “defensas” ante el ataque del arrebato perfectamente activadas y reaccionar con mesura o un prudente distanciamiento, entre lo que vemos, escuchamos de los narradores y observamos de los estremecimientos de los aficionados en plaza y si se es un aficionado escéptico como Xavier González Fisher, hurgar y rumiar en su memoria, que tan extraordinario e insólito resulta el toreo de capa de Morante, en la tarde de marras.
    Xavier ha encontrado en una tarde de Gitanillo de Triana (Cuyo Puya) una similar situación en que lo realizado magníficamente con el capote, desarma a la inmensa mayoría de los testigos en situ y los lleva a no poner reparos, ni encontrar deficiencias en la muleta, donde en la “distancia” dada por el televisor, los cauces de la percepción no fueron desbordados. Así que sólo el sedimento del tiempo dará la justa dimensión de la “hazaña” de Morante, entre la algarabía del aficionado que vivió el momento en su asiento en Las Ventas, con la consabida carga, inconsciente si gustan ustedes, que lleva todo aquel que acude al festejo, en vivo y en directo, de haber estado en una tarde histórica, que pasara a los anales del toreo y en el devenir de los años, en la tertulia cafetera poder afirmar con orgullo “estuve en Las Ventas, la tarde del 21 de mayo de 2009…” En tanto los Fisher y varios asistentes a la corrida, que ya comienzan a manifestar su distanciamiento ante el estado de hipnosis colectiva por el llamado antológico toreo de capa de Morante, nos van ofreciendo los elementos y argumentos taurinos para dimensionar, lo visto y luego reevisto en las diversas proyecciones en televisión e interntet. ¿Cuál postura ganará? No tiene importancia, lo valedero es que seis u ocho verónicas han devuelto el enardecimiento y el arrebato entre los aficionados, ante lo que parecía una opaca y gris Feria de San Isidro 2009, inundando los diarios y los blogs con comentarios sinfín. Enhorabuena Xavier y a seguir “sufriendo” con tu pasión.

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  5. Te felicito por tu artículo. También por tu delicadeza al tratar la tarde de Morante en Las Ventas. Te comprendo perfectamente. Muchos nos sentimos aguafiestas y a veces ejercemos una pequeña autocensura o mejor ponderamos excesivamente lo que escribimos. En el post que escribí en mi blog, se puede sacar claramente a poco que se lea con detenimiento y sin pasión, como consideré la actuación de Morante y como la consideramos más de uno, no solo yo. Porque procuro expresarme sin presiones de lecturas o programas de radio, pero si comparto opiniones y comentarios con mi circulo mas cercano y personal. Alguno a veces nos sentimos, en Las Ventas, fuera del ambiente general y casi avergonzados ante las euforias injustificables. Creo que a pesar de verlo en una pantalla supiste sacar deducciones muy validas. Otros en la plaza parecieron enterarse de poco.¡Felicidades!

    El hombre de colmenar, el aficionado de José Alameda, lo reconocemos fácilmente, porque algunos nos hemos sentido así, en muchas ocasiones, con esa postura de brazos cruzados, aunque seguro que no con la sabiduría y conocimiento de aquel.
    Padua. (El aficionado cansado)

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  6. Mi querido Xavier: Me volvió el alma al cuerpo. Después de ver la faena de Morante y de escuchar los comentarios de los cronistas españoles y leer una que otra crónica, me quedó la impresión que las operaciones de cataratas me habían privado de la sensibilidad para apreciar los toros. Yo ví detalles muy taurinos pero no vi una faena redonda menos una tarde completa. Evidentemente la hipnosis colectiva, los momentos mágicos que se viven en la plaza no se pueden transmitir por la televisión. Lástima. Un abrazo.
    Jesús Eduardo Martín Jáuregui

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  7. Gracias a todos los que hasta ahora se han tomado su tiempo en pasar por aquí. Ojalá José María y Padua me enviaran un correo-e para hacer este agradecimiento personal, como lo he hecho con los demás comentaristas. Saludos desde Aguascalientes.

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