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Dos de esas corridas fueron en mano a mano con el regiomontano, la primera el 29 de julio, con toros de don Jesús Cabrera y su defecto común, la espada, les privó a ambos de obtener apéndices. Ese 3 de diciembre se repetía el mano a mano. En los corrales de la plaza estaban listos los seis toros de San Miguel de Mimiahuápam que don Luis Barroso Barona había escogido para la ocasión.
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El juicio histórico de esa tarde nos lo proporciona Manolo Martínez por la voz de su biógrafo, Guillermo H. Cantú:
...¿Cuándo empezaste a mandar?
A Manolo no le queda más remedio que responder, así que arremangando la frente y subiendo los ojos a la memoria me dice directo:
Como al año y medio de tomar la alternativa.
¿Fue a mediados de 1967, cuando vinieron todos aquellos mano a mano con Joselito Huerta, Manuel Capetillo y Jaime Rangel, o fue el 3 de diciembre del mismo año, en El Toreo, con Capeto y los Mimiahuapam?
Un poco antes. Tal vez esta última fecha se dio cuenta más gente, pero sucedió unos meses antes.
¿Los mano a mano fueron para convencer a los incrédulos?
No, era parte de la organización que se traía; pero quiero decirte que no fueron corridas fáciles. Hablamos de toreros poderosos con mucha clase, con experiencia y valor… (Guillermo H. Cantú. Manolo Martínez, un demonio de pasión. Ed. Diana, 1ª edición, México, 1990, Pág. 122).
Como se puede ver, el juicio es duro, pero a la vez, implica el reconocimiento de uno de sus pares, de la gran calidad que atesoraba y prodigaba en los ruedos Manuel Capetillo y el conocimiento que tuvo el propio Manolo Martínez del inicio de una era en la que el mando absoluto de la fiesta mexicana quedó en sus manos, para bien... y para mal.
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