lunes, 19 de octubre de 2020

México 1919. Toros en la prohibición (II/II)

Juan Silveti y Antonio Llaguno
12 de octubre de 1919

La fotografía que ilustra este epílogo es la que inició el comentario de ayer. Don Antonio Llaguno y El Tigre de Guanajuato dando una triunfal vuelta al ruedo en una plaza de toros que se nota improvisada, con el caballo dentro del ruedo, seguramente por ser una de esas que tienen solamente una puerta de usos múltiples y evidentemente, de madera.

Esa plaza se instaló en la calle González Ortega de lo que entonces se llamaba la colonia de La Bolsa, hoy colonia Morelos de la capital mexicana, en donde confluyen tres de los barrios más emblemáticos de esa gran ciudad: Tepito, Peralvillo y La Lagunilla y que nos han dado toreros como Jaime Bravo, matador de toros; los hermanos Acosta (Rodolfo, picador; Alfredo y Francisco Paquiro, banderilleros) o los Herros (Paco padre, Paco hijo y José Luis) y aquí hago un agradecimiento al abogado, torero y librero, don Pepe Rodríguez por ponerme en suerte esta información, porque solamente recordaba a Jaime Bravo como originario de ese rumbo.

Días antes del festejo los diarios de la capital, curiosamente entre ellos El Demócrata, anunciaban la celebración del festejo el día 12 de octubre de 1919, auspiciado por la Junta Privada de Sanidad y Embellecimiento de la Primera Demarcación de la Ciudad de México y era pro obras de drenaje de la colonia de La Bolsa.  Actuaría en solitario Juan Silveti con cuatro toros de San Mateo, de cruza española de Saltillo.

Anuncio del festejo aparecido en El Demócrata

No es necesario decir que la placita se llenó. Encontré dos crónicas del festejo, la primera otra vez curiosamente del otrora furibundo antitaurino diario El Demócrata firmada por Aramis y la otra, aparecida en el Excélsior sin firma. La primera de ellas, entre otras cuestiones relata lo siguiente:

¡Por fin vimos toros!

Un inusitado entusiasmo se notaba ayer en las primeras horas de la tarde por los barriales del Norte de la ciudad, con motivo de la inauguración de la plaza de toros “Morelos”, que la Junta Privada de Salubridad de la Primera Demarcación mandó levantar en terrenos de la calle de González Ortega.

¿Qué por qué se permite dar espectáculos taurinos en un coso que no reúne todas las condiciones debidas y no en “El Toreo”? Secretos gubernativos son, que no nos meteremos a dilucidar y nos concretaremos a dar la enhorabuena a los aficionados a la fiesta brava por las horas que pasaron en su espectáculo favorito…

Bien es sabido que los señores Llaguno se preocuparon por formar una ganadería que contendiera honrosamente con las de cartel, y para ello trajeron sementales de ganado español, escrupulosamente escogido, de cuyo resultado hemos visto toros bravos, de verdadera lidia, que no han defraudado los deseos de sus dueños…

De los banderilleros se distinguieron Ferro, en dos estupendos pares que colgó al cuarto de la tarde, tal como mandan los cánones; esto es parando y levantando los brazos con toda maestría, y que le valieron ovaciones y dianas de la charanga que amenizó el festival.

El bravo mozo guanajuatense, Juan Silveti, fue el encargado de dirigir la lidia de los moruchos de ayer, y la verdad es que nos sorprendió una vez más con su arrojo, aunado a los conocimientos adquiridos durante su estancia en España, de donde regresó no ha mucho tiempo…

Con la muleta, no hay torero como él de los que pisan actualmente tierra mexicana, pues bastará para confirmarlo, la faena que ejecutó en el primero y cuarto toro, especialmente en el primero, que lo pasó como él quiso, y quiso muy bien, pues muleteó de rodillas, de todos estilos, cogiendo los pitones, jugando con el toro como si fuera un borreguillo sin peligro, y con un valor que, sin hipérbole, tan solo Silveti es capaz de tenerlo.

La plaza inaugurada es simpática, con el cariz de las de pueblo, pero al verla llena de bote en bote, no pudimos menos que convencernos de que ni el tiempo ni prohibiciones, harán desaparecer de nuestro pueblo el gusto por las corridas de toros.

Al final, el cronista de El Demócrata acaba por reconocer que no hay prohibición que elimine la afición a los toros y, por ende, reconoce el fracaso de la campaña emprendida por su diario.

En Excélsior, se publicaron detalles como los siguientes, de mejor composición literaria:

Por 1ª vez, después de varios años, hubo toros en México

“El pueblo mexicano pide toros”. Así rezaban unos carteles que a mediados de la semana anterior aparecieron fijados en los muros de las casas de todos los barrios de la capital. Este deseo del pueblo, quedó demostrado prácticamente ayer, al inaugurarse la Plaza de Toros “Morelos” construida por la Junta de Mejoras Materiales de la Primera Demarcación, en una de las calles de González Bocanegra. No obstante que en el coso de La Condesa, convertido hoy en teatro al aire libre, cantaban Enrico Caruso y Gabriela Besanzoni, y que se efectuaba una gran kermesse para festejar la Fiesta de la Raza, la nueva plaza de toros se vio pletórica de espectadores…

En general, el señor Llaguno envió una buena corrida, que hubiéramos deseado ver en un coso de mayor importancia. El público pidió que el ganadero bajara al ruedo, tributándole estruendosa ovación, y encomiándoles su afición que ha hecho que forme una de las mejores ganaderías mexicanas…

Juan Silveti, que desde que se prohibieron las corridas de toros en esta capital, había venido haciendo una encomiable labor en las plazas de los Estados, fue una sorpresa para el público. El muchacho guanajuatense ha progresado mucho, ya no es aquel torero que todo lo confiaba al valor y a las portentosas facultades de que dispone. Ahora sabe manejar bien el capote y la franela roja, mandando a los animales con perfección y rematando las suertes que intenta. En lo que sí es el mismo, es en el valor que derrocha siempre, y que en ocasiones llega a la temeridad.

Reseñar paso a paso su labor de ayer, lo creemos innecesario. Baste decir que toda la tarde estuvo muy afortunado, y que las ovaciones que escuchó se sucedieron unas a otras... 

De los del castoreño debemos citar a Meza y a Conejo, que colocaron tres o cuatro varas buenas. Ferro y Montañés, fueron quienes banderillearon a los cuatro toros, haciéndolo bien, sobresaliendo un par del primero, aprovechando, y que fue de suma exposición. Montañés también colocó dos pares de rehiletes singularmente bien.

Al final de la lidia, el público ovacionó al regidor Saldaña Galván, que fue uno de los que principal parte tomaron para la construcción del nuevo coso…

Como se puede ver, la expectación causada por el festejo en esta oportunidad fue correspondida por el resultado del mismo.

Caruso en El Toreo en la misma fecha

Podrá preguntarse por qué se pudo celebrar el festejo estando vigente la prohibición absoluta en la Ciudad de México. En lo personal creo que entran en juego algunas razones de tipo político que reflejan el debilitamiento de la posición del ya presidente Venustiano Carranza. Plutarco Elías Calles, Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Pablo González habían formado un frente para obligarlo a dejar el poder, entonces, estaba más concentrado en defender su situación política, que en hacer cumplir un decreto que al final de cuentas correspondía vigilar en última instancia a los Ayuntamientos. Tanto así, que unos meses después, en mayo de 1920, Carranza moría asesinado en Tlaxcalantongo.

Para más INRI y aunque Venustiano Carranza no lo llegara a ver, un sobrino nieto suyo, fue torero y figura del toreo, se trata nada menos que de Manolo Martínez.

Al final de cuentas, la Cámara de Diputados aprobó la derogación del decreto de Carranza el 9  de diciembre de 1919; la Cámara de Senadores hizo lo propio el 2 de mayo de 1920 y la actividad taurina volvió a El Toreo de la Condesa el 16 de mayo de ese mismo año con una corrida de toros en la que actuaron Juan Silveti y José Corzo Corcito ante un encierro de San Mateo.

Así fue como se dieron toros en la Ciudad de México durante la época en la que estuvieron absurdamente prohibidos. No hay mal que dure cien años... ni afición que lo aguante. 

domingo, 18 de octubre de 2020

México 1919. Toros en la prohibición (I/II)


El amigo Doblón (@toritosyburros) me ha hecho llegar la reproducción de una fotografía que fuera de la colección particular del doctor Jesús Sánchez Pérez, publicada en el número correspondiente al mes de septiembre de 1962 de la revista Toros de Jim Fergus. El doctor Sánchez Pérez en esos días era ganadero de Valcerrajas. La imagen muestra a Juan Silveti y a don Antonio Llaguno dando la vuelta al ruedo en una plaza de toros, según el pie de foto, instalada en el barrio de Tepito en la capital mexicana, el 12 de octubre de 1919. Me sorprendió tanto la ubicación de la plaza como la fecha de la celebración del festejo, pues al menos en la Ciudad de México, las corridas de toros estaban absolutamente prohibidas desde el 10 de octubre de 1916.

Fui a los textos de referencia, es decir, la Historia de Lanfranchi y el libro de Verduguillo sobre esa época del toreo y ninguna mención hacen a ese festejo, así que fui a los diarios de la época que están disponibles en las hemerotecas digitales y allí encontré información de su celebración. Sin embargo, creo importante establecer el contexto en el que se dio, aún a riesgo de que otro amigo, don Gustavo Arturo de Alba, me reproche el exceso de contexto, y paso a ello.

El decreto de Carranza de 1916

En el Diario Oficial del Gobierno Provisional de la República del 10 de octubre de 1916 apareció un decreto firmado por el Primer Jefe del Gobierno Constitucionalista estableciendo dos prohibiciones a los festejos taurinos. Rafael Solana Verduguillo, en su libro Tres Décadas de Toreo en México, cuenta lo siguiente acerca de ese instrumento legal:

Entre las diversas campañas que emprendió “El Universal”, habría de figurar bien pronto una que nos causó mala impresión: la enderezada contra las corridas de toros. Una mañana nos llamó el ingeniero a Edmundo Fernández Mendoza, a Enrique de Llano y a mí. “Sé que ustedes son cronistas taurinos, nos dijo, y les va a sentar mal que dentro de pocos días empecemos a pegarle a lo que ustedes llaman la fiesta brava”.

Es un espectáculo muy popular, dijimos al ingeniero y quizá eso reste simpatías al periódico. Además, ya “El Demócrata” – periódico germanófilo – está haciendo esa campaña, que no encuentra eco alguno en el espíritu del pueblo...

Dos artículos solamente publicó “El Universal” contra las corridas de toros y apareció el decreto firmado por don Venustiano prohibiéndolas. Andando el tiempo me enteré de cómo había estado todo.

Conversando el ingeniero Palavicini con el secretario particular de don Venustiano, el señor Gerzayn Ugarte, éste le dijo que ya el Jefe tenía sobre su mesa el decreto de prohibición. El ingeniero, periodista de muy rápida concepción, dijo a don Gerzayn: “Haga usted lo posible porque ese decreto no salga hasta dentro de unos cuantos días”.

¿Para qué?, preguntó el señor Ugarte.

“Yo sé mi cuento”.

Don Gerzayn retrasó la firma del decreto y mientras “El Universal” hizo la breve campaña de que he dado cuenta. Y así, al aparecer la ley prohibitiva, todo el mundo creyó que se trataba de un nuevo triunfo del diario de la avenida Madero...

Omite Solana que otro diario capitalino, La Defensa, también se había sumado a esa campaña contra la fiesta y que las prohibiciones eran realmente dos, según veremos enseguida.

El decreto de Venustiano Carranza contiene en su exposición de motivos una serie de argumentos que seguimos escuchando de quienes demandan la supresión de la fiesta más de un siglo después. Es decir, no han renovado su línea de pensamiento porque en el fondo no tienen razones de peso para demandar que se prohíba una actividad lícita y moral, entre otras cuestiones dice:

…el Estado [tiene] el deber de procurar la civilización de las masas populares despertando sentimientos altruistas y elevando por lo tanto su nivel moral, se está procurando cumplir en México con especial empeño por medio de los establecimientos educativos... también [con] educación física, moral y estética que prepare suficientemente al individuo para todas las funciones sociales...  [lo que] no produciría su efecto si a la vez se dejasen subsistir hábitos inveterados, que son una de las causas principales para producir el estancamiento en los países en que han arraigado profundamente... Que entre esos hábitos figura en primer término la diversión de los toros en la que a la vez se pone en gravísimo peligro sin la menor necesidad la vida de un hombre, se causan torturas igualmente a seres vivientes que la moral incluye dentro de su esfera y a los que hay que extender la protección de la Ley, que además de esto, la diversión de los toros provoca sentimientos sanguinarios que por desgracia han sido el baldón de nuestra raza a través de nuestra Historia...

La parte dispositiva del decreto establece lo siguiente:

Artículo 1o. – Se prohíben absolutamente en el Distrito y Territorios Federales las corridas de toros. Artículo 2o. – Se prohíben igualmente en toda la República las corridas de toros hasta que se restablezca el orden constitucional en los diversos estados que la conforman. Artículo 3o. – Las Autoridades y particulares que contravinieren lo dispuesto en esta Ley serán castigados con una multa de mil a cinco mil pesos o arresto de dos a seis meses o con ambas penas según la gravedad de su infracción. Transitorio. – Este decreto comenzará a estar en vigor desde la fecha de su publicación. – Constitución y reformas. – Dado en la Ciudad de México a los siete días del mes de octubre de mil novecientos diez y seis. – V. Carranza.

Como se puede apreciar de su lectura, hay dos prohibiciones contenidas en él, la del artículo primero, absoluta, para la Ciudad de México y los entonces Territorios Federales existentes (Baja California, Tepic y Quintana Roo) y la del artículo segundo, relativa, para las demás entidades federativas, sujeta al restablecimiento del orden constitucional.

Es preciso mencionar aquí que en esa misma edición del Diario Oficial, el Primer Jefe también decretó una suspensión general de garantías individuales, estableciendo juicio sumarísimo y pena de muerte para quienes atenten contra la vida, la propiedad o contra la tranquilidad pública.

Las reacciones de la prensa que impulsaba la prohibición no se hicieron esperar. El diario El Demócrata publicó entre otras cosas lo siguiente en su primera plana:

Quedan prohibidas en toda la República, las corridas de toros

El Gobierno tiene el deber de contrariar y extirpar los hábitos y tendencias que son un obstáculo para la cultura”

“El Demócrata” obtiene un señalado triunfo

Pocas notas nos causarán tanta satisfacción al publicarlas como la presente, que se refiere a la supresión del salvaje espectáculo llamado "corridas de toros". EL DEMÓCRATA siempre ha sido enemigo de tal diversión, y en diferentes formas y por cuantos medios ha tenido a su alcance, la ha combatido, procurando llevar a las inteligencias el convencimiento de cuan pernicioso es dicho espectáculo para el pueblo.

En nuestras críticas domingueras censuramos duramente el brutal espectáculo, negándole todo arte y concediéndole que albergaba las más bajas pasiones, y relajaba el gusto de los aficionados a la fiesta a la crueldad...

Las corridas de toros están llamadas a desaparecer muy pronto al influjo de la civilización contemporánea...

Omite hacer referencia alguna en toda su edición al decreto de suspensión de garantías y en cambio, transcribe a la letra el relativo a las corridas de toros.

Por su parte, La Defensa, también en la primera plana, éste sí, dejando allí mismo espacio a la suspensión de garantías, refleja lo que sigue:

Supresión de la fiesta brava

No volverá a haber en México corridas de toros, rigiendo desde hoy el decreto que aplaudirá frenéticamente la gente culta y sensata

La abolición del salvaje espectáculo abarca toda la República

Para honor de México; para honor de la raza y en reivindicación de los fueros de la humanidad ultrajados, el C. Primer Jefe del Ejército, señor Venustiano Carranza, acaba de firmar un decreto que será imperecedero, que prohíbe en lo absoluto, en todo el territorio nacional, las corridas de toros.

Nosotros felicitamos efusiva y calurosamente a la Primera Jefatura, por ese decreto poderosamente reformador, que reivindica la cultura, la humanidad y el altruismo proverbial del heroico pueblo mexicano...

Los que impulsaban la prohibición cantaban lo que resultó ser una victoria pírrica. El restablecimiento de la fiesta en el resto de la República se daría unos meses después con la entrada en vigor de la Constitución de 1917 (restablecimiento del orden constitucional), en ese mismo 1919 Patatero construiría su placita en Tlalnepantla y los habitantes de la capital no se quedarían sin toros, así que de poco o nada sirvió el decreto de marras.

Como escribió Verduguillo:

…La prohibición abarcaba exclusivamente al Distrito Federal. En el año de 1919, el “Patatero” construyó una placita de madera en Tlalnepantla y allí se desarrolló una temporada en toda forma de la que he hecho mención en capítulos anteriores. Muerto el señor Carranza, en mayo de 1920, se reanudaron las corridas en esta capital.

Poco taurino ha resultado el presente capítulo, pero había que colocar al lector en el ambiente de suspensión decretado por don Venustiano, quien, por ser gran admirador de Juárez, no vacilaba en imitarlo hasta en gestos tan intrascendentes como es la prohibición de una fiesta...

El intento de Silveti de 1918

Juan Silveti intentó obtener un permiso especial de la Cámara de Diputados al final de octubre de 1918, durante la etapa más grave de la epidemia de la mal llamada influenza española, para dar dos corridas de toros en El Toreo de la Condesa. Eso se refleja en una nota del diario nocturno El Nacional del 1º de noviembre de ese 1918, que entre otras cosas señala:

Juan Silveti, el valiente matador de toros mexicano, ha enviado a la Cámara de Diputados un memorial que en síntesis encierra la petición de que se le otorgue el permiso necesario para celebrar en la plaza de "El Toreo", dos corridas de toros... Los productos íntegros de estas dos fiestas, se destinarán a la campaña emprendida en contra de la terrible epidemia que asuela a nuestra Patria con todo su furor... Aproximadamente esos productos ascenderán a la respetable suma de $50,000.00, más o menos los gastos que se originen que serán insignificantes. Juan Silveti y su cuadrilla no cobrarán un solo centavo; los demás lidiadores tampoco. Los ganaderos fácilmente prestarán su contingente, renta de plaza no habrá y entendemos que el H, Ayuntamiento de la capital eximirá de toda contribución al espectáculo...

La especie ya no recibió seguimiento por la prensa capitalina. Seguramente la Cámara simplemente lo ignoró, pues tenía cuestiones más importantes que tratar. Pero la celebración de festejos en la Ciudad de México estaba ya próxima, con el decreto aún vigente, como lo veremos el día de mañana...

domingo, 11 de octubre de 2020

El anarquista de la fiesta...

11 de octubre de 1970: Manuel Díaz de León El Bule – Bule es gravemente herido en la Plaza de Toros San Marcos


Aunque los documentos archivados en el Registro Público de la Propiedad reflejan que Guillermo González Muñoz adquirió la plaza de toros San Marcos en agosto de 1970, la realidad es que él ofreció su primer festejo en ese escenario el 21 de diciembre de 1969, una corrida de toros en la que se lidió un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Rafael Rodríguez que reaparecía después de varios años de ausencia de los ruedos, Joselito Huerta y Raúl García.

Ya propietario oficial del coso, para el domingo 11 de octubre de ese 1970 inició la temporada que comprendería el resto de ese calendario y buena parte del siguiente y se haría con una novillada en la que alternarían el novillero de Aguascalientes Pepe Caro, José Torres El Pajarito de San Luis Potosí y Armando Chávez Carnicerito de Puebla en la lidia de un sexteto de novillos de Chinampas, hierro puesto a nombre de la señora Esperanza de la Torre de Madrazo y fundado en 1944 por el doctor Manuel Cortina Rivas.

Pese a que Carnicerito de Puebla se alzó como el triunfador de esa tarde al cortar las dos orejas a Andaluz, número 60, tercero de la tarde, sería un espontáneo, Manuel Díaz de León apodado El Bule – Bule quien se quedara en la memoria colectiva y enseguida veremos por qué.

Algunos conceptos doctrinarios

Luis Nieto Manjón, en su Diccionario Ilustrado de Términos Taurinos define al espontáneo como: El aficionado que se arroja al ruedo a intentar alguna suerte...

Por su parte, José Carlos de Torres, en el Diccionario del Arte de los Toros lo define así: Persona que asiste a un espectáculo público como espectador, y, en un momento dado interviene en él por propia iniciativa, especialmente en las corridas de toros...

El encabezado de estas líneas lo he tomado de un capítulo del libro de José María Requena titulado Gente del Toro. El capítulo es El Espontáneo y allí Requena reflexiona esto entre otras cosas: Es el espontáneo, el anarquista de la fiesta, el que clava la vista en las parejas de los guardias, el de la vida a punto de aliviarse una manía de gloria en ese medio suicidio de echarse al ruedo contra lo ordenado y consabido…

Es decir, un espontáneo es alguien que rompiendo con el orden y la tradición establecidos, irrumpe en la lidia para intentar hacer la suya.

Prolegómenos del festejo

El encierro de Chinampas llamó la atención desde que fue bajado a los corrales de la San Marcos. Como era la costumbre de don Paco Madrazo, envió seis ejemplares muy bien presentados, bien comidos y bien rematados. La nota previa al festejo, aparecida en El Heraldo de Aguascalientes el viernes 9 anterior y firmada por José Luis Espinosa Ponce, encargado de la sección taurina en aquellas calendas, entre otras cosas refleja lo siguiente:

Seis primorosas estampas, auténticos toros, con un promedio de 414 kilos es el lote de Chinampas que serán lidiados mañana por los novilleros José Torres “Pajarito”, “Carnicerito de Puebla” y el hidrocálido Pepe Caro. El número y nombre de cada uno de los toros son los siguientes: 58, “Bonito”, negro zaino; 60, “Andaluz”, negro salpicado; 78, “Hilario”, negro bragadillo; 83, “Aragonés”, negro mulato; 93, “Zumayo”, negro zaino y 99, “Firulais”, negro zaino… Los corrales de la plaza están abiertos a todo el público para que pase a ver los toros y darse una idea del banquetazo que será servido para el domingo…

Si consideramos que el peso reglamentario para corrida de toros en esa época era de 425 kilos, la novillada estaba excelentemente presentada, aunque coincido con quien me diga que el peso no tiene nada que ver con la presencia del ganado. Aclaro también que ese peso es el que dieron al salir de la ganadería, pues en la plaza no había báscula por ese entonces, pero en el viaje de a lo sumo hora y media de la finca al coso, no debieron perder gran cosa.

Al final del festejo, se informó en la prensa que de los seis novillos, dos llevaban el hierro de Pastejé, propiedad también de los señores Madrazo y en la crónica del festejo publicada en El Sol del Centro, Everardo Brand Partida hizo este comentario:

El público aplaudió los seis novillos, 4 de la ganadería de Chinampas y dos de Pastejé, escogidos por el ganadero para la novillada inaugural de la temporada. Parejo, en términos generales venía el encierro, pesados, ya que promediaron 400 kilos y bien armados de pitones, empero algunos aficionados comentaron y criticaron la actitud de la empresa y el ganadero, al anunciar seis novillos de Chinampas, cuando efectivamente sólo cuatro provenían de las dehesas de la ganadería jalisciense y los otros dos estaban herrados con el fierro de Pastejé.

Si bien, esta ganadería, o el fierro de la misma es propiedad de Francisco Madrazo, ¿por qué no anunciarlo correctamente? 4 toros de Chinampas y 2 de Pastejé. De cualquiera forma, el público hubiera asistido al festejo.

Coincido con el argumento de Everardo Brand. Hoy se diría que por ser de ganaderías hermanadas por pertenecer los hierros a una misma persona, se pueden lidiar bajo una misma denominación por así permitirlo el estatuto de la Asociación de Criadores. Sin embargo, ese estatuto rige de la puerta de esa Asociación hacia adentro. Los toros son de la ganadería de la que vienen herrados y así se deben anunciar, por respeto al que paga por entrar a la plaza.

La tarde del festejo

Nada más salir el primero de la tarde, el número 58, Bonito, que correspondió a Pepe Caro y ya se había tirado El Bule – Bule al ruedo. Las cuadrillas lograron quitarle al toro y éste saltar al tendido de sol sin lograr su cometido de torear al de Chinampas. Pero no tardaría en volver al ruedo.

El segundo de la tarde se llamó Aragonés, número 83, negro mulato y le correspondió a José Torres El Pajarito. De nueva cuenta Manuel Díaz de León se tiró al ruedo en cuanto salió el novillo por la puerta de toriles, sorprendiendo a todos los que estaban allí y de acuerdo con la crónica de Everardo Brand Partida, aparecida en El Sol del Centro al día siguiente del festejo, sucedió lo siguiente:

…Al mismo tiempo que aparecía el segundo de la tarde, Manuel Díaz de León, mejor conocido como el “Bule – Bule”, brincó de nuevo al ruedo y en esta ocasión sí logró su propósito, brindó al respetable varios ayudados por alto que le fueron coreados. El muchacho, sintiendo el respaldo del público, que lo aplaudía, se creció y de esta forma aguantó al novillo en varios pases por abajo.

Hubo uno que paró al público de sus asientos. El espontáneo siguió aguantando al novillo, lo supo llevar y torear, hasta que, finalmente el toro fue llamado desde el burladero de matadores por uno de los peones de brega, y se interrumpió “la faena” de Díaz de León, quien siguió al astado y se colocó frente a él. Lo citó, y en el momento que el burel embestía, fue tocado, y sobrevino el percance. El bicho le pegó un cornadón en el muslo izquierdo de tres trayectorias, que lo tiene al borde de la tumba.

En los tendidos se escuchó el comentario de un entendido, que cabe reproducir: “¿Quién le pegó la cornada al espontáneo?”, y ese mismo aficionado preguntó a la vez: “¿El público?”, “¿el toro?”, o “¿LA AUTORIDAD?...

Entre Pepe Caro y un monosabio levantaron al espontáneo herido y lo llevaron a la enfermería de la plaza, donde fue estabilizado y trasladado al Sanatorio La Esperanza para ser intervenido. El parte facultativo que se rindió por mi padre, que era el Cirujano Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza fue el siguiente:

Herida por cuerno de toro que produjo desgarro cutáneo irregular de 25 centímetros de longitud, siguiendo una dirección oblicua a dos centímetros por debajo y paralela al pliegue inguinal del muslo izquierdo, desde 6 centímetros por abajo y por dentro de la espina ilíaca anterior y superior hasta la cara postero – interna del muslo en su tercio proximal, lesionando la Safena mayor en cayado de este vaso. Se profundiza en la parte media de esta trayectoria y presenta una segunda, con dirección posterior y externa hasta llegar al fémur donde descubre trocánter menor, diseca la inserción del Psoas y se vuelve hacia arriba rodeando el cuello del fémur en su cara posterior y se extiende hasta la cara anterior del Glúteo mayor. Tiene esta trayectoria una longitud de 25 centímetros, causando desgarros importantes en el abductor medio, interesando numerosas venas musculares que causaron hemorragia profusa y presenta una tercera trayectoria, por la cara interna del muslo hacia abajo, hacia afuera y hacia atrás desgarrando los planos musculares del aductor mayor, vasto interno, cuádriceps, hasta llegar al fémur en su cara posterior, disecando y contundiendo la arteria femoral posterior. Esta trayectoria tiene una longitud de 30 centímetros.

Se hace debridación de las tres trayectorias, se ligan los vasos mencionados y se canalizan con 4 tubos.

Estas lesiones son de las que ponen en peligro la vida por el sitio en que fueron hechas y el instrumento que las produjo y ameritan hospitalización. Tardarán en sanar más de 15 días sin que se puedan predecir sus consecuencias.

Firmado: Dr. Jesús González Olivares, Cirujano. Dr. Juan José de Alba Martín, Traumatólogo. Dr. Jesús Juan Esparza González, Transfusionista. Dr. Agustín Franco Zermeño, Anestesiólogo.

Grave sin duda el percance, además de aparatoso, pero, siguiendo la sentencia de Frascuelo, los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa.

La evolución del herido

Dos días después de la cornada, una nota publicada en El Heraldo de Aguascalientes daba noticia de la evolución de El Bule – Bule:

Manuel Díaz de León “Bule – Bule”, el espontáneo que el domingo pasado recibiera fea cornada de uno de los astados, a grandes pasos se recupera, según los informes de los médicos que lo atienden, doctor De Alba y González Olivares. De no presentarse complicaciones en la herida el muchacho sanará en unos quince días, esta posibilidad cobrará fuerza al transcurrir las 72 horas reglamentarias para decir que se encuentra fuera de peligro.

El diagnóstico de los doctores que lo atendieron fue de gravedad, pero la fortaleza del muchacho ha permitido que la herida que recibiera en el muslo no se complicara, su estado de salud es satisfactorio y hasta el momento de cerrar la presente edición no se había reportado complicación alguna.

Por esas mismas fechas, el empresario Guillermo González ofreció públicamente a Manuel Díaz de León dos novilladas en la temporada, para cuando estuviera completamente restablecido y en condiciones de enfrentar a los toros.

Dramatis personae

Pepe Caro, el primer espada del cartel, tuvo una carrera prolongada en los ruedos. Se anunció que recibiría la alternativa el 12 de diciembre de 1981 en Calvillo, Aguascalientes, de manos de Manolo Espinosa Armillita. Ese hecho nunca se concretó. Actualmente es presentador de programas de televisión y radio y escribe una columna taurina en un diario de esta ciudad, titulada Arrastre lento.

Armando Chávez “Carnicerito de Puebla recibió la alternativa el 1º de febrero de 1976 en Manizales, Colombia. Le apadrinó Álvaro Laurín y fue testigo Fernando Manuel, los toros de Mondoñedo. Falleció en la Ciudad de México el 12 de agosto de 1999. Nunca la confirmó en la Plaza México.

José Torres El Pajarito recibió la alternativa en San Luis Potosí el 25 de agosto de 1976, de manos de Manolo Martínez y llevando como testigo a Eloy Cavazos, con toros de Tresguerras. Nunca la confirmó en la Plaza México.

Manuel Díaz de León El Bule – Bule, originario de Fresnillo, Zacatecas y que había llegado a Aguascalientes un par de años antes de estos hechos, fue devorado por sus demonios interiores. Nunca toreó las dos novilladas que le ofreciera Guillermo González y no recuerdo haberle visto anunciado en alguna por estos rumbos. Se convirtió en un personaje de la picaresca taurina de esta tierra, pero al final de esta historia, fue el que permaneció en la memoria colectiva.

En conclusión

Al final de cuentas terminó por suceder lo que Juan Belmonte contó a Manuel García Santos acerca de los espontáneos:

Ahora que soy torero me doy perfecta cuenta de lo que es en la plaza un espontáneo. No tiene medio de hacerle nada al toro como no sea por casualidad, ya que los toreros lo acosan para llevárselo y le distraen al toro para que no embista. Además, el espontáneo se echa al ruedo mal armado, con una muletilla insignificante y un palo, y antes de llegar al toro, entre la emoción que él lleva y las carreras que le hacen dar los toreros, la muleta se le lía y se le arruga, y cuando está delante del toro apenas si tiene con qué defenderse de la arrancada. Hay algo peor. Con ese ir y venir del espontáneo y los toreros, el toro se avisa mucho, estropean la lidia y se hacen odiar por nosotros… ¡Pero hay que soportarlos!...

Así es el paso del espontáneo por los ruedos...

domingo, 4 de octubre de 2020

30 de septiembre de 1945: Fermín Rivera y Rotario de Carlos Núñez

Fermín Rivera visto por Antonio Casero
El Ruedo, Madrid, 04 octubre 1945
Cuando al concluir el curso escolar de 1931 doña Concepción Malabehar premió a su hijo Fermín llevándolo a la plaza de toros El Paseo a ver un festejo en el que actuaron Guillermo Danglada y Carmelo Pérez, nunca se imaginó que su intención de que él fuera clérigo terminaría en ese momento. Y es que fue así, porque la luminosidad y la intensidad de lo que vivió en esa tarde de toros, señaló a Fermín Rivera el destino de su existencia. 

Enterado de donde podría aprender el oficio de torero, Fermín Rivera se acercó a Diego Rodríguez Silverio Chico, uno de esos diestros españoles que llegaron a México en el entresiglos del XIX y el XX y que había toreado en 1895 la corrida inaugural de El Paseo, a pedirle que le enseñara a torear. Y Silverio Chico lo tomó como discípulo y para el 29 de noviembre de ese año ya le había conseguido salir con un eral de regalo Santo Domingo en una corrida que torearon Jesús Solórzano y José Amorós, ante el cual se vio valiente, sobre todo si se tiene en cuenta el hecho de que cuando lo lidió cayeron las sombras de la noche.

Buscando nuevos horizontes, marcha en 1933 a la Ciudad de México y allí se integra a quienes reciben enseñanzas de Alberto Cossío Patatero, el que fuera banderillero de Rodolfo Gaona y que ya había sacado como toreros de importancia a dos hidalguenses: Heriberto García y Ricardo Torres. Patatero, uno de los forjadores de la auténtica escuela mexicana del toreo, le consigue primero, un festival en El Toreo el 5 de noviembre de ese año y después de continuar con su formación, logra su presentación como novillero allí mismo el 3 de mayo de 1935, alternando con Fernando López y José Salas Sirio, lidiando novillos de La Laguna.

Fermín Rivera se alzará como triunfador de esa temporada novilleril de 1935, lo que le valdrá recibir la alternativa en la temporada de corridas siguiente y así el 8 de diciembre de ese año, ante toros de Rancho Seco, Fermín Espinosa Armillita, con el testimonio del vallisoletano Fernando Domínguez le cederá los trastos para matar al toro Parlero y adquirir así la dignidad de matador de toros. Ese toro, tuvo el gesto de brindárselo a Patatero.

Como era costumbre en esos tiempos, la intención de Fermín Rivera era la de ir a España al calendario siguiente, necesariamente a torear novilladas allá y obtener una nueva alternativa que le permitiera torear corridas de toros, pero el conflicto de 1936 con la torería española truncó su proyecto, por lo que sus campañas las realizó exclusivamente en ruedos mexicanos.

Logra por fin ir a Europa en 1944 tras reanudarse el intercambio taurino con España, se presenta en Lisboa el 7 de mayo de 1944; debuta en ruedos hispanos en Aranjuez el 4 de septiembre alternando con Luis Gómez Estudiante y Manolete y confirmará su alternativa en Madrid el calendario siguiente, el 8 de julio cuando Manuel Álvarez Andaluz le ceda al toro Algarrobo de Sánchez Fabrés, en presencia de Manolo Escudero.

La tarde del 30 de septiembre

El domingo 30 de septiembre se anunció un festejo que revestía interés, por delante iría el rejoneador portugués Murteira Correia con un toro de Sánchez Fabrés y seis toros de Carlos Núñez para Fermín Rivera, Rafael Albaicín y Jaime Marco El Choni. La plaza se llenó y al final del festejo, quienes completaron el cupo de Las Ventas no quedaron decepcionados. Fermín Rivera cortó dos orejas al sexto que mató por percance de El Choni, quien cortó una oreja al único que mató y Albaicín a su vez, cortó una oreja al segundo de su lote y pasó a la enfermería. El torero a caballo saludó desde el tercio después de que El Ferroviario, sobresaliente, despachara al toro que le tocara en suerte.

El ABC madrileño, tribuna en la época de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, expresó lo siguiente acerca de la actuación de Fermín Rivera:

...Fermín Rivera ha realizado una buena temporada en España. Le vimos en Valencia y allí me gustó mucho y acusé ciertas injusticias del público. Desde el farol de rodilla con el que saludó al primero hasta la gran faena que, con corte de orejas, coronó su labor en el último, Fermín se mantuvo en un nivel muy alto, sin decaimientos. De los tres toros que mató, banderilleó dos, con gran facilidad y guapeza, sobresaliendo en el primero. Muy alegre en los quites y con buen estilo en los lances de salida, mantuvo muy movido el tercio primero de sus toros. Buena la faena primera, variada, con pases sobre la izquierda y con otros de adorno, fue jaleado con olés. Mató de un pinchazo y una estocada sin puntilla, entrando muy bien las dos veces. Hubo ovación y petición de oreja. Brindó la muerte del cuarto al buen aficionado D. Antonio Berdagué. Pases por alto, quieto, y con buena planta, muy forzado uno de ellos; cuatro naturales y uno de pecho, echándose todo el toro por los rizos de la camisola... Faena buena, entre aplausos y aclamaciones, y una estocada hasta la mano, con descabello a la segunda. Hubo ovación y petición de oreja. Por las cogidas de «Choni» y «Albaicín», Rivera quedó solo en el toro sexto. Hizo una faena valiente y adornada. Pases de rodilla, afarolados, desplantes, quedando de rodillas de espaldas al toro. La gente aplaudía con entusiasmo. Fermín colocó una estocada. Pedían la oreja antes de caer el toro descabellado. Y las orejas se concedieron al mejicano, que salió por la puerta de honor, después de haber sido paseado en triunfo por el ruedo... De la corrida – en la que para todos hubo orejas – queda el recuerdo de un soberano tercio de quites en el toro cuarto. Rivera y «Albaicín» tuvieron un momento de inspiración como aquel del «Choni» en el toro primero...

Como podemos ver, Giraldillo describe lo que podríamos considerar una actuación redonda, en la que lo estricto – o cicatero – de la presidencia del festejo, le impidió cortar más apéndices, pero al final el reconocimiento popular fue para él.

Por su parte, don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda en la Hoja del Lunes del día siguiente al festejo, reflexiona lo siguiente:

...Pero Fermín Rivera, torero largo, completo y pundonoroso, no podía irse de la plaza sin redondear el éxito de una buena tarde de toros. Y en el sexto – que también se creció al castigo – se lió con él en singular batalla de muletazos inteligentes al principio, de adorno después y de gran valor al final, valor «in crescendo» desde los primeros pases, y antes aún de que el toro cayera descabellado, ya el presidente, impulsado por el clamor de las graderías y el flamear de los pañuelos, había concedido no una, sino dos orejas, que sirvieran como broche a la triunfal jornada de este buen torero a quien los «capitalistas» se llevaron en hombros por la puerta grande... Los toros de Núñez, muy bien presentados, salieron asimismo buenos. Todos fueron a más, creciéndose al castigo, como toros de casta. El cuarto – «Piconero», 74, negro zaino – fue un gran toro, un toro verdaderamente puntero, por su bravura y nobleza. ¡Bien mereció la vuelta al ruedo! Este toro dio lugar a un excelentísimo tercio de quites a cargo de Rivera y Albaicín. A los dos se les premió con una ovación de las de gala. Fue el momento más inspirado y emocionante de la corrida. Un momento de esos que constituyen la razón de ser – por la emoción del peligro salvado con arte – de la fiesta de toros...

Un par de días después de la corrida, de nueva cuenta en el ABC de Madrid, quien firma como C.S., revela el nombre del toro del triunfo y hace los siguientes comentarios:

...Pero en el que cierra plaza – que Rivera mata por su compañero herido, el «Choni» –, la furia de clamor popular se desata furiosa y unánime en la faena de muleta. ¡Qué faena señor! ¡Qué faena de torero grande, de lidiador perfecto! «Rotario» – tal es el nombre del bicho – es un toro castaño, largo, grande enmorrillado, delantero y desarrollado de armas. ¡Un ejemplar! Y este ejemplar, soberbio de estampa y soberbio de poder, asusta a todo el mundo por su presencia y lo poco claro de su pelea, en la que tiende a defenderse... El hombre torero y el torero hombre de Méjico se lía con el «respetuoso» «Rotario» y le domina hasta convertirle en un guiñapo y en una rosquilla; en un guiñapo, por lo certeramente que le torea y le vence de un modo rotundo, y en una rosquilla, porque se lo «come» a placer en los veintitantos formidables pases de que se compone la grandiosa faena, coronada con un volapié en la yema... La gresca gorda estalló esta vez arrolladora. Los pañuelos vuelven a «hablar», pero ahora más claro y más fuerte. Tan claro y tan fuerte, tan con caracteres de turbulencia, de regocijo, que Rivera no corta solo la oreja de «Rotario», sino las dos...

En el semanario El Ruedo, aparecido el 4 de octubre de 1945, Fermín Rivera declaró lo siguiente a F. Mendo:

Ha sido la corrida donde más contrarios sentimientos he experimentado. En mis dos primeros toros me llegué a gustar, y hasta creí llegarían a concederme alguna oreja, sobre todo en el segundo astado. A éste, desde su salida de los chiqueros hasta la estocada final, entendí haberle hecho cuanto sabía. Cuando le arrastraban, y ante aquel público que no acababa de entregarse, yo sentí una sensación de angustiosa desesperanza.

Pero salió el sexto, y, en mi deseo de vencer las reservas del respetable, me entregué de nuevo plenamente. Entonces fue cuando el público – este público de Madrid, tan temido y querido a un tiempo – se sintió justiciero, y trocando su pasada severidad en desbordante entusiasmo, me aplaudió, no solo por lo que estaba realizando, sino también por lo que antes había parecido no tomar en cuenta.

Y con las dos orejas y la salida en hombros he contraído otra deuda de gratitud imperecedera. La tarde de hoy la añoraré siempre, porque me parecerá mejor que cualquier otra futura...

Fermín Rivera había triunfado. Había vencido las reticencias que dijo sentir del público madrileño y se convirtió en uno de los toreros mexicanos más destacados de esa campaña de 1945, tanto así, que sin contar a Carlos Arruza, fue el que más toreó por aquellas plazas, pues sumó 40 festejos en el ciclo. Una auténtica revelación.

Fermín Rivera queda así instalado como una de las principales figuras del toreo en su tierra. En 1955, toreando en Monterrey, sufre un infarto de miocardio que le aleja de los ruedos y precipita su despedida de ellos, que se verificó el 17 de febrero de 1957 en la Plaza México. Sin embargo, la vida sana y un proceso de recuperación le permitieron seguir toreando de manera esporádica y toreó su última tarde en la plaza El Paseo – que lleva hoy también su nombre – el 10 de enero de 1964, alternando con Manuel García Palmeño y Guillermo Sandoval.

Fermín Rivera, cabeza de una dinastía de toreros, falleció en su ganadería de La Alianza, el 28 de junio de 1991.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables únicamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 27 de septiembre de 2020

A 90 años de la alternativa sevillana de El Rey del Temple

Anuncio de la feria
de San Miguel de 1930
El final de la temporada de novilladas de 1929 en El Toreo se centró en cuatro nombres: Carmelo Pérez, Esteban García, José González Carnicerito y Jesús Solórzano. Ellos disputaron la Oreja de Plata en una novillada extraordinaria celebrada el domingo 8 de septiembre de ese año y el que se la llevó fue quien después sería conocido como El Rey del Temple. Es también de hacer notar que los otros tres alternantes morirían al paso del tiempo a consecuencia de las cornadas que dan los toros y que solamente uno de ellos, Esteban García, no recibiría la alternativa antes de su mortal percance en Morelia apenas dos meses después de esa novillada de triunfadores.

El haber obtenido el argentino trofeo le aseguró a Solórzano la alternativa en la temporada de corridas siguiente y así, el domingo 15 de diciembre siguiente, en la novena corrida de la temporada 1929 – 1930, el santanderino Félix Rodríguez, con el testimonio de Heriberto García, le cedió los trastos para matar al toro Cubano de La Laguna. Esa tarde Rodríguez realizó su más grande obra en nuestros ruedos al cuajar al toro Cafetero de Piedras Negras en el máximo escenario taurino de nuestro país.

Alboreando 1930 Jesús Solórzano marcha a España y como en aquellos años las alternativas americanas no eran consideradas válidas allá – eso se vino a resolver hasta el año de 1944 – debió torear por aquellas tierras como novillero, tratando de obtener una alternativa española que le permitiera ingresar con fuerza en las filas de los matadores de toros allá. Se presenta en la Maestranza de Sevilla el 11 de mayo, alternando con Alberto Balderas – debutante también – y Diego Gómez Laine y pierde apéndices por el mal manejo de la espada, regresando a ese escenario los días 18 y 29, alternando de nueva cuenta con Balderas en ambos festejos, el último, mano a mano.

Debuta en Madrid el 21 de julio de ese año, alternando con Rafael Saco Cantimplas y Manuel Zarzo Perete en la lidia de novillos de Juliana Calvo Viuda de Bueno, Duque de Tovar y Galache (se puede ver aquí) y esa tarde tiene un triunfo resonante, pues con el segundo de su lote armó una gran escandalera, cortando, según a quien se lea, un rabo o dando nada más una vuelta al ruedo… El hecho incontrastable y en eso coinciden los seis cronistas que pude consultar sobre el particular, es que la multitud se lo llevó en hombros de la plaza.

La alternativa

En esa línea triunfal llevó su decurso novilleril Jesús Solórzano durante el año de 1930 en España. Tanto así que se le ofreció la alternativa para la Feria de San Miguel de Sevilla de ese mismo año y en un cartel inmejorable. Le apadrinaría Antonio Márquez – quien además llevó siempre una estrecha amistad con Jesús – y sería testigo Marcial Lalanda. Se apartó para la ocasión un encierro de los hermanos Luis y José Pallarés (antes Peñalver).

Antonio Márquez fue herido el jueves 25 en Barcelona y estando anunciado como cabeza de cartel para las dos corridas de feria, la edición de El Correo de Andalucía del sábado 27 anunciaba que sería sustituido el domingo 28 por Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y el lunes 29, día de San Miguel, por Joaquín Rodríguez Cagancho, así pues el padrino de la alternativa de Jesús Solórzano sería Marcial Lalanda, diestro de mayor antigüedad.

El toro de la ceremonia se llamó Niquelado y no fue precisamente uno que permitiera el lucimiento, sin embargo el toricantano estuvo esforzado y digno. La crónica de Juan Mª Vázquez, en el ABC de Sevilla, entre otras cosas, cuenta lo siguiente de esta trascendente tarde:

De la campaña que el novillero Solórzano desarrolló entre nosotros – olvidando descensos inevitables –, quedaban, para hacerle merecedor de la categoría máxima, los buenos recuerdos de sus lances de capa, ceñidos, templados y elegantes, y, sobre ello, la emoción de la soberbia faena de muleta con que enardeció a los sevillanos, en la tarde en que se les dio a conocer. Las crónicas y comentarios que inspiró su labor afortunada constituía – aún sin el aditamento de su triunfo en Madrid – documentación suficiente para unir a la solicitud de alternativa, escalada hoy por cualquier audaz exento de valor personal y de méritos artísticos. Ya la tiene Solórzano, y alcanzada en la cuna y la sede de su arte. Que siempre use de ella con pundonor y decoro, mirando a completar su personalidad en el oficio – que es ya distinguida – y evitando a quienes fueron los primeros en aplaudirle por estas tierras el mal sabor de las retractaciones.

En su día solemne, el notable lidiador se produjo con ese pundonor que para lo futuro le pedimos; animoso, lleno de los mejores deseos se esforzó en agradar al concurso, y si no siempre el éxito correspondió al designio, por lo general su labor fue buena y dejó grato sabor. 

Capeó al natural al que abrió plaza de salida y en los quites – adornándose aquí con una vistosa serpentina – estirado, quieto y apretándose. Aunque el toro no tenía buen estilo – la corrida de los Sres. Pallarés en ese respecto, dejó bastante que desear –, quiso sumar al esfuerzo de su arte banderillero, y reuniéndose muy bien puso con gran facilidad dos pares y medio – derrotando el bicho las dos últimas veces – que le fueron – como los lances consignados – aplaudidísimos. En fin: investido por Marcial, libró con un buen ayudado una acometida imprevista y, seguidamente, entre dos naturales aceptables, consumó, sereno y valiente, un gran pase de pecho. Con la derecha, cerquísima de las astas, aunque sufriera más de un derrote, siguió con adornos el estimable trasteo, hasta que, igualada la res, entrando muy ligero, dejó una estocada atravesada. Un descabello a la segunda tumbó al enemigo, y Solórzano, afectuosamente ovacionado, dio la vuelta al dorado círculo…

Por su parte, Enrique Feria Triquitraque, en El Correo de Andalucía, reflexiona lo siguiente:

Marcial Lalanda le entregó los trastos al mejicano, que por cierto y como dato que estimarán los historiadores, vestía flamante traje de seda blanca con adornos de oro. ¡De «durce»! Se abrazaron, etc., etc., y el público, tan propenso a contagiarse de estas escenas, aplaudió a Solórzano con cariño.

Jesús brindó al presidente (don Jesús Mensaque, el simpático edil trianero), y luego a gran aficionado don Agustín García Mier. El muchacho se encaró con el bicho todavía no hemos dicho que el ganado lidiado en esta corrida era de los señores Pallarés, sucesores de Peñalver. El toro, manso, cabeceaba mucho.

Jesús, molesto por el viento, inició su faena con un pase ayudado por alto bueno, a los que siguieron dos naturales, el segundo muy apretado, y uno de pecho muy forzado. El toro no era el toro ideal... Jesús, desde cerca, muy voluntarioso, siguió toreando con la muleta, dando varios pases de tirón y otros ayudados por bajo.

La tranquilidad del espada, su buena voluntad, hizo que esta faena fuera subrayada con la intervención de la banda de música. Siguieron otros pases lucidos, entre ellos uno de la firma bueno, y perfilándose desde cerca y entrando a matar con ganas, dejó una estocada corta y caída, y puso fin a la vida del adversario con un descabello a pulso al segundo intento.

El público ovacionó entusiásticamente al nuevo doctor, al que obligó a dar la vuelta al ruedo.

En el resto de la corrida, Solórzano estuvo decidido y dispuesto e hizo varios quites buenos y principalmente uno EXTRAORDINARIO en el tercero. Había entrado en quites Marcial derrochando alegrías. Siguió el Niño de la Palma en su quite entusiasmando al público con unos lances por gaoneras y media verónica estupenda... y Solórzano se creció e hizo el quite de la corrida ¡el mejor!... Fueron dos lances soberbios, insuperables, y media verónica aún mejor que los lances ¡imposible de mejorar!...

Tercia en estas apreciaciones José María del Rey Caballero Selipe, quien en su tribuna de El Noticiero Sevillano escribió:

...Jesús Solórzano ha llegado a la alternativa con dotes que han de facilitarle el triunfo en su carrera; tiene entusiasmos, valentía, dominio y buenos deseos. Da el paso de novillero a matador conscientemente; cuando ha alcanzado la alternativa y la ha merecido, la toma y de este modo podrá encumbrarse, ascendiendo serenamente por sus únicos méritos.

Solórzano toreó muy bien de capa; en varias ocasiones se apretó de veras con el toro, y siempre por su animado estilo y la mucha emoción que imprimía a la suerte, levantó aplausos nutridísimos. Sobre todo en el repetido primer tercio del tercero, en el que Solórzano intervino modelando unos lances ceñidísimos de irreprochable finura.

Banderilleó a sus dos toros con suma facilidad y gran soltura. La faena del toro de la alternativa fue hecha en terreno del enemigo, aguantando el espada el cabeceo de la res, de la que estuvo siempre bien cerca. Entró ligerito a herir y dejó el estoque atravesado; descabelló al segundo intento.

El público, que apreció la buena voluntad del torero, lo ovacionó y obligó a dar la vuelta al ruedo. 

En el sexto, después de un trasteo discreto y voluntarioso, dejó, entrando con rectitud, una estocada delantera y baja.

El viento que sopló con violencia fue atenuante de la labor de los toreros. La brisa de Eolo molestó con más obstinación a Jesús Solórzano en la faena del primero...

Ese sería el primer paso de una historia que se escribiría con nombres como los de Revistero, de Aleasal que cortó las dos orejas en la plaza vieja de MadridGranatillo, Redactor, Cuatro Letras, Batanero, Brillante, Príncipe Azul, Pies de Plata, Tortolito, Picoso o Pimiento y que lograron construir la historia y la leyenda de El Rey del Temple.

Jesús Solórzano se despidió de los ruedos el 10 de abril de 1949 en la Plaza México, en una corrida de toros en la que alternó con Luis Procuna y Rafael Rodríguez en la lidia de un encierro de Matancillas. El último toro que mató vestido de luces se llamó Campasolo y llevaba en el anca el hierro de La Punta – ganadería hermana de la anunciada – también propiedad de sus cuñados Francisco y José C. Madrazo, al que le cortó una oreja. 

Jesús Solórzano Dávalos falleció en la Ciudad de México el 24 de septiembre de 1983.

Avisos parroquiales: 1. - Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales. 

2. - Y por otra parte, una versión anterior de estas líneas la publiqué en esta misma bitácora hace seis años, la pueden contrastar en esta ubicación.


domingo, 20 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XIII)

Carlos Arruza y la literatura taurina mexicana. Una deuda pendiente


En los últimos días algunos buenos amigos, inspirados por los apuntes que más o menos mensualmente publico en esta bitácora sobre la obra en los ruedos del Ciclón Mexicano me han preguntado sobre la existencia de bibliografía relacionada con el gran torero. Debo confesar aquí que mis investigaciones han sido casi todas hemerográficas y apoyadas en el libro biográfico de Barnaby Conrad que cito un poco más abajo – y que aclaro, es el único que obra en mi poder –, pero advertí, desde antes de abordar este proyecto, que la literatura en forma de libro sobre Arruza era escasa.

Afortunadamente en México tenemos el Centro Cultural Tres Marías en Morelia, Michoacán, que cuenta con la biblioteca Salvador García Bolio dedicada al tema de los toros y que conforme a su página de internet (aquí), a esta fecha, tiene más de catorce mil registros dedicados al tema, entre libros, revistas y otro tipo de papeles que hacen alusión a la fiesta de los toros. 

Hecha una búsqueda en ese portal, pude ubicar varios títulos, arrojando esta 51 resultados. En calidad de libros – consideré como tales aquellas publicaciones de más de 30 páginas que no fueran de publicación periódica – encontré los siguientes: 

Carlos Arruza y los toreros mejicanos. Autor: Curro Calderón. Editor: Castells Bonet. Barcelona, 1944. 32 páginas.

Arruza. Autor: Alfredo R. Antigüedad. Editor: Editorial Atlas. Madrid, 1945. 228 páginas.

¡Arruza! El secreto y la magia de su toreo. Autor: Garapullos. Editor: Don Mar. Valencia, 1945. 32 páginas.

La guitarra de Arruza. Autor: Domingo. Editor: Alas. Colección “Triunfadores del Ruedo”, N° 4 (nueva época), año 1, Barcelona, 1945. 31 páginas.

¡Este es Arruza! Autor: J.M. Villapecellín. Editor: Mateu. Barcelona, s/a. 193 páginas.

Carlos Arruza. Autor: Juan Diego. Editor: Alas. Colección Triunfadores del Ruedo N° 2, año 1. Barcelona, 1946. 31 páginas.

El “caso” Arruza. Autor: Enrique Vila Guzmán de Alfarache. Editor: Gráficas López Lozano. Sevilla, 1947. 75 páginas.

My life as a matador. Autores: Carlos Arruza y Barnaby Conrad. Editor: Houghton Mifflin Co. Boston, 1956. 246 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. Autor: Lyn Sherwood. Editor: Hooper Publishing. Phoenix, Arizona, 1966. 45 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. The golden years, 1953 – 1966. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, Arizona. 1967. 28 páginas. Idioma inglés.

We remember Carlos Arruza, torero. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, 1974. 124 páginas. Idioma inglés.

Ciclón en la cumbre. Vida y muerte de Carlos Arruza. Autores: Luis Mortiño y Octavio Alba. Editor: Cine Mundial. Ciudad de México, s/a. 242 páginas

Es curioso observar que de todas estas obras, la tercera parte está escrita en idioma inglés y después de la muerte en un accidente de carretera del torero y más significativo todavía resulta que de la docena que he seleccionado, solamente una de ellas está editada en México, probablemente también alrededor de la fecha del óbito de Arruza, por un diario dedicado a cuestiones de espectáculos diversos al taurino, Cine Mundial, libro que, por cierto, es casi un incunable, pues habiendo hecho una búsqueda para conseguirlo en el mercado del libro usado o antiguo, el mismo simplemente no se encuentra.

Los demás, tanto los editados en España en los años 40, como los que salieron en Estados Unidos en los 60, están disponibles en los diversos canales por los que se comercializan esa clase de libros y a precios bastante razonables. Pero siempre queda la alternativa de consultarlos en la biblioteca Salvador García Bolio, previa cita para ello.

El corolario de esto que pretende ser una historia, es que la afición y quienes intentamos escribir acerca de este subtema – Leonardo Páez dixit – tenemos una deuda con Carlos Arruza y con la Historia del Toreo en México y es, precisamente, escribir un buen libro mexicano sobre uno de los toreros más grandes que ha dado esta tierra.

domingo, 13 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XII)

Carlos Arruza, el solidario. México (I)

Carlos Arruza

La mitad del siglo XX representó un tiempo de profundo cambio para la fiesta en México. Personalmente considero que fue el momento del tránsito de una Edad de Oro brillante en lo histórico y en lo taurino, hacia una Edad de Plata que representó también una etapa de gran lucimiento para nuestra tauromaquia, ya cimentada en nuevos valores y sobre todo en la transformación del toro mexicano, que a partir de esas calendas sería ya el único en lidiarse en nuestras plazas.

Una década después, los toreros que tomaron la estafeta de manos de los maestros de la etapa dorada eran ya quienes tenían en sus manos el devenir del toreo en nuestra patria, aunque todavía por esas fechas, algunas de las figuras de la etapa anterior tuvieran actuaciones esporádicas como en los casos de Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado o Fermín Rivera

Cañitas

Entre esos toreros de la Edad de Oro que seguían activos se encontraba Carlos Vera Cañitas, quien recibió la alternativa en 1941 y que fuera parte importante de la etapa final en la historia del Toreo de la Condesa. También Cañitas gozó de popularidad en ruedos españoles y en esos momentos, quizás la estadística de la fiesta no tenía la importancia que hoy se le adjudica, pero ya era el diestro nacional que más tardes había actuado en la plaza de Las Ventas en Madrid con catorce, sitio que conservó desde junio de 1951 y hasta mayo de 2018, cuando Joselito Adame alcanzó primero y superó después esa marca.

En 1960, Cañitas trataba de relanzar su carrera en los ruedos y llegar a actuar formalmente en la Plaza México, pues su única actuación allí tuvo lugar el mediodía del 10 de abril de 1955, alternando con Fermín Rivera y Nacho Treviño en la lidia de toros de Santa Martha. Ese festejo con entrada gratuita, fue organizado para la filmación de la película El Niño y El Toro – en inglés The Brave One –, de Irving Rapper. Ni antes, ni después había pisado ese ruedo vestido de luces y, los hados apuntaban a que ya no lo haría.

En ese plan de relanzamiento, Carlos Vera se contrató para actuar en el Toreo de Cuatro Caminos el 21 de agosto de 1960 para alternar con Luis Briones y Juan Estrada – otros dos sobrevivientes de la etapa dorada – en la lidia de toros de Ayala. El cuarto de la tarde se llamó Buen Mozo y a juzgar por las fotografías de la época, lo era. En la parte final de la faena, que tuvo sus momentos de brillantez, el toro de Ayala prendió a Cañitas en la entrepierna derecha. La gravedad del percance se percibió de inmediato, pues el terno blanco con pasamanería negra que vestía el torero se tiñó de sangre.

El parte médico rendido por los doctores Javier Ibarra hijo y Manuel Castañeda Uribe fue devastador:

Sufre una herida por cuerno de toro situada en el Triángulo de Scarpa derecho, de cuatro centímetros de orificio de entrada, que interesa piel, tejido graso, aponeurosis, desgarrando los músculos de la región, contundiendo la arteria femoral común y seccionando la arteria femoral profunda, además de la vena femoral. Gran hemorragia arteriovenosa, por lo que hubo de practicársele una transfusión sanguínea de 1,200 centímetros cúbicos. Pronóstico reservado.

La reserva del pronóstico derivaba de la situación que tenía la circulación sanguínea del torero herido en el miembro afectado. No era la primera cornada que recibía en la región y con los procedimientos médicos comúnmente aceptados en la época, los vasos afectados eran ligados en los cabos afectados y la continuidad circulatoria se dejaba a lo que los médicos llaman circulación colateral. Así pues, admitiendo que se usara el mismo procedimiento en esta herida de Cañitas, esa reserva derivaba de la necesidad de esperar que tras la ligadura de las femorales – arteria y vena – afectadas por el cuerno de Buen Mozo, la circulación se restableciera en la extremidad afectada.

Pero la suerte y el destino de Cañitas ya estaban echados. Cinco días después de la cornada, la prensa nacional daba a conocer lo siguiente:

Hubo necesidad de amputarle la pierna herida a Cañitas. – México, D.F., agosto 25. – Al mediodía de hoy fue amputada la pierna derecha, hasta arriba de la rodilla, al torero Carlos Vera “Cañitas”, cornado el pasado domingo… Los médicos tomaron esta medida extrema ante el peligro de que se presentara una septicemia gaseosa, al no haberse restablecido la circulación sanguínea en el miembro herido… Todavía cuando era llevado a la sala de operaciones, “Cañitas” confiaba en que se le practicase una operación más para restablecer la circulación, pero el intenso color amoratado, en algunas partes negruzco de la pierna derecha, indicaba que la amputación debería hacerse desde luego… El doctor Javier Ibarra afirmó: “si existiera una brizna de esperanza, no amputaríamos el miembro”… Dijo inicialmente que se había temido que la amputación se haría casi desde la cadera. El tipo de corte que le fue hecho permite la rehabilitación por miembros artificiales… (El Informador, Guadalajara, 26 de agosto de 1960)

Así pues, el valentísimo Carlos Vera Cañitas había terminado su carrera en los ruedos, como El Tato, como más recientemente Rocky Moody. Quedaba entonces, condenado a seguir sus labores en la Procuraduría de Justicia de la capital mexicana, donde obtuvo un empleo cuando las oportunidades de vestirse de torero comenzaron a escasear.

Cañitas falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985. 

Curro Ortega

El surgimiento del precoz Curro Ortega – curiosamente también “Cañitas” fue un torero que se inició casi desde niño – transcurre ya en la Edad de Plata del toreo mexicano. La alternativa la recibió en Acapulco en 1950 y tuvo actuaciones en ruedos hispanos, aunque no confirmara su alternativa en Madrid. 

Curro Ortega es de la generación de toreros que surgieron en la primera temporada novilleril de la Plaza México con Joselillo y Fernando López y paradójicamente es uno de los que a despecho de no haber encabezado el llamado escalafón menor en esos días, realizó una carrera más o menos larga en los ruedos del mundo.

En la frontera norte era un fijo en las temporadas veraniegas que por esos rumbos se daban y en esa frontera se encontraría con el final de su paso por los ruedos, pues en el mismo 1960, el 25 de septiembre, paradójicamente un mes exacto después de la retirada forzada de Cañitas, se anunció para lidiar toros de Pozo Hondo con Antonio Velázquez y Jaime Bravo en El Toreo de Tijuana.

Esa corrida pareció torcérsele a Curro Ortega desde el inicio. Aunque las notas de prensa publicadas en la época señalan que fue herido por el segundo de la tarde, en realidad la grave cornada que recibió fue al abrirse el festejo, pues Jim Fergus, testigo presencial, en su revista Toros correspondiente al mes de octubre de ese 1960, refleja que por un error de los torileros, el primero del lote de Curro – teóricamente el segundo de la tarde – salió al ruedo para iniciar el festejo:

25 de septiembre (Tijuana – Centro) Curro Ortega fue gravemente herido por el primer toro de la corrida. Curro era el segundo espada del cartel, pero por un error en los chiqueros, se abrió el festejo con el primero de su lote. Un incierto toro de Pozo Hondo de aproximadamente 400 kilos de peso prendió a Curro durante la faena de muleta. El torero, que acababa de completar una primera tanda de naturales, iniciaba la segunda al momento del percance. Al caer al suelo, se hizo evidente que la herida era de varias trayectorias, pues el cuerno le penetró el muslo izquierdo, arrancando tanto la vena como la arteria femoral…

Fue atendido en la enfermería por el equipo comandado por los doctores José Rodríguez Olivas y Gustavo Arévalo, quienes inhibieron inicialmente la hemorragia y posteriormente lo trasladaron al hospital del Dr. Rodríguez Olivas para continuar el tratamiento de la herida. El pronóstico se reservó, pero la visión general era más o menos optimista, pues los facultativos declararon al citado Fergus, que quizás el sábado siguiente el diestro estaría en condiciones de volver a la Ciudad de México y continuar su tratamiento allá y descartaron definitivamente un desenlace como el de Cañitas:

Curro fue trasladado a la enfermería de inmediato y en unos 12 minutos, un equipo de cinco cirujanos, encabezados por el Dr. Gustavo Arévalo hicieron una cura de urgencia, procedimiento que duró más de dos horas. Después fue trasladado al hospital del Dr. José Rodríguez Olivas, jefe de los servicios médicos de la plaza… El lunes fue un día crítico para Curro y para el martes comenzó a dar muestras de mejoría, pudiéndose anticipar que sería trasladado a la Ciudad de México el siguiente sábado. El Dr. Rodríguez descartó la posibilidad de que el diestro herido perdiera la extremidad lesionada, como en el caso de “Cañitas”...

Sin embargo, en el número siguiente de Toros se desplegaba esta información:

Una mala circulación consecuencia de percances anteriores, derivaron en la amputación de la pierna derecha de “Cañitas”. Por ese mismo motivo Curro Ortega ha quedado impedido de continuar toreando. Después de la cornada de hace unos días en Tijuana, los médicos le han advertido que otra herida podría causarle daños irreparables...

Como datos curiosos, el día que Curro Ortega fue herido, Carlos Arruza también toreaba en Tijuana, en la Monumental, formando cartel con Calesero y Manolo dos Santos para lidiar toros de la Viuda de don Miguel Franco y ganadería de Pozo Hondo que lidió ese 25 de septiembre del 60 en Tijuana, es la que hoy se anuncia como San Lucas y fue formada por José Antonio Llaguno García en 1955, con vacas y sementales de San Mateo. Lidió su primera novillada en 1958 en Acapulco y su primera corrida ese mismo año en Nogales.

Así pues, también la suerte de Curro Ortega quedó echada en un ruedo mexicano. Tendría que dedicarse a otra cosa, pues ya la vuelta a las plazas no quedaba en su futuro.

Curro Ortega falleció en la Ciudad de México el 30 de septiembre de 2012.

Carlos Arruza y sus gestos solidarios

En el caso de Cañitas, en cuanto se supo el final triste que tuvo su carrera en los ruedos, tanto el doctor Alfonso Gaona, como quienes hacían empresa en el Toreo de Cuatro Caminos pusieron a la disposición del diestro esos escenarios para que se organizara un festejo benéfico. En el caso de Curro Ortega no tengo información publicada de que así haya sido. De cualquier forma, faltaba que alguien pusiera manos a la obra para lograr la celebración de esas fechas para auxiliar y honrar a los toreros caídos en el ejercicio de su ministerio.

Carlos Arruza surge como el que tomaría el bastón de mando para lograr aliviar, cuando menos en lo económico, las penas de sus iguales. Daniel Medina de la Serna, para el caso de Cañitas, afirma que también se unieron al proyecto don José Murillo Alvírez, Manuel González Pinocho y José Juárez Gitanillo de México. Consiguieron una corrida de don Jesús Cabrera y para el 16 de septiembre de 1960, en la Plaza México, se anunció al propio Carlos Arruza, quien se presentaría como rejoneador en ese escenario, Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia.

La gran plaza se llenó y aunque el clima y los toros no colaboraron, pues se devolvió al quinto por manso y fue sustituido por uno de Santín y el sexto se inutilizó y fue reemplazado por otro de Ajuluapan, in extremis, Joselillo de Colombia realizó una faena vibrante al sexto, anunciado como Sombrerero y le cortó las dos orejas. Se afirma, sin desglosar cifras, que Carlos Vera Cañitas recibió de sus iguales y de la afición una suma cercana al medio millón de pesos, cantidad que le permitiría reencaminar sus pasos por la vida ya fuera de los ruedos.

Escribía en alguna parte de esta serie que Carlos Arruza era un hombre inquieto. Y a fe mía que esa inquietud la desplegaba siempre en causas nobles. Anunciado el final del paso por los ruedos de Curro Ortega, aprovechó el impulso adquirido con la organización del festejo pro Cañitas y se avocó a actuar en igual forma a favor de Ortega. Tomó la palabra de los empresarios del Toreo de Cuatro Caminos, dada en principio para auxiliar a Cañitas y para el 30 de octubre de ese mismo año, consiguió una corrida de Valparaíso para volver a actuar como rejoneador y anunciar su despedida de la afición de la capital mexicana en esa faceta de su paso por los ruedos y completar el cartel con Manolo dos Santos, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Alfredo Leal, Joselito Huerta y Antonio del Olivar. Es de señalarse que el toro que enfrentó Arruza fue uno de San Mateo, lo que le agrió un poco la amistad con don Valentín Rivero, quien esperaba que el Ciclón se enfrentara a uno de sus toros en esa tarde. Arruza cumpliría varios compromisos más y torearía su última corrida en este ciclo el 6 de noviembre siguiente en Tijuana, plaza en la que retornaría a los ruedos el 20 de junio de 1965.

A diferencia de la corrida a favor de Cañitas, la de Curro Ortega fue un éxito redondo. Arruza le cortó las dos orejas a Azteca; Manuel Capetillo una a El Diablito; Juan Silveti, el rabo a Farolero – toro de arrastre lento – y Joselito Huerta también obtuvo el rabo de Soldado, que recibió el homenaje de la vuelta al ruedo a sus despojos. Manolo dos Santos, Alfredo Leal y Antonio del Olivar estuvieron empeñosos y tuvieron momentos de lucimiento. Como afirma Horacio Reiba, todos estuvieron a la altura en este festejo que resultaría histórico.

Curro Ortega también recibió una suma importante para reencaminar sus pasos por la vida. Jim Fergus, en el número correspondiente al mes de noviembre de su citada publicación, refleja algunas cifras de la siguiente manera:

Curro Ortega recibirá $252,877.70 pesos ($20,230.00 dólares) como producto de la corrida celebrada en su beneficio el pasado 30 de octubre en El Toreo. Dicha suma incluye además diversos donativos por $19,753.00 dólares y $12,000.00 dólares por concepto de la venta de la carne de los toros lidiados ese día, sumando en total lo que se entregará al torero la cantidad de $455,175.00...

En ambas situaciones – la de Cañitas y la de Curro Ortega – la inquietud y el sentido de solidaridad de Carlos Arruza para con sus iguales, lograron algún alivio para sus aflicciones y demostraron que los toreros se pueden ayudar entre sí en momentos de tribulación.

El próximo 16 de septiembre se cumplen 60 años del primer festejo al que he hecho referencia y el segundo, al decir del nombrado Horacio Reiba, resultó un punto de inflexión en nuestra historia patria taurina:

Esta corrida memorable – siete orejas y dos rabos de los de antes – marcó la frontera entre la década de transición que clausuraba y la de realizaciones plenas que estaba a punto de comenzar. Porque los años sesenta serían muy diferentes: las figuras de esa tarde histórica afianzaron su soberanía; la reanudación del convenio trajo la gran generación de los Camino, Puerta, Viti y El Cordobés; Arruza volvió a montar para maravillarnos fugazmente hasta su muerte. Y mediado el decenio, Manolo Martínez lanzaría el guante que iban a recoger los Cavazos, Rivera y Ramos, para adentrar nuestra Fiesta en una época bajo cuyos aparentes esplendores iba a germinar, por desgracia, la semilla de su posterior degradación…

Así pues, es como Carlos Arruza mostró que no solamente en los ruedos es donde los toreros deben responder a los estados de necesidad de sus iguales. Y en este caso con un valor añadido, se hizo historia y se encaminó la del porvenir. Más no serían estos los únicos hechos notables del Arruza solidario como veremos en la siguiente entrega de estos pergeños…

Aviso parroquial: Agradezco al amigo Doblón (@toritosyburros), el haberme facilitado la información aparecida en la revista Toros de Jim Fergus.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Tacho Campos. Una alternativa efímera

La Feria de San Marcos 1949
El Sol del Centro 17/04/1949
Nacido en 1922, Anastacio Campos Gallego se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el 2 de agosto de 1942, alternando con Rutilo Morales y Manuel Jiménez Chicuelín en la lidia de novillos de La Laguna. Causó buena impresión y toreó seis tardes esa temporada, quizás las mejores fueron las del 13 de ese agosto y 11 de octubre, cuando corta la oreja respectivamente a Meloso y Onza de Oro, ambos de Coaxamalucan, lo que le vale participar en el festejo de la Oreja de Plata que fue ganada por Antonio Velázquez, que junto con Luis Briones, Luis Procuna, Juan Estrada o Rafael Osorno, fueron algunos de los nombres destacados de ese serial novilleril.

En 1943 actúa 3 tardes en La Condesa y en 1944 tiene la que quizás fue su mejor temporada novilleril, pues actúa en ocho tardes junto a Pepe Luis Vázquez (mexicano), Ricardo Balderas, Jesús Guerra Guerrita, Rutilo Morales, Félix Briones y Eduardo Liceaga entre los más destacados, para partir a España al año siguiente y presentarse en Las Ventas de Madrid el 24 de junio de para lidiar novillos de Claudio Moura en unión de Manuel González Machaquito de MadridManolo Navarro y Manuel Jiménez Chicuelín, en una tarde en la que tuvo poca fortuna.

Se presentaría después en Sevilla el 1º de julio de 1945 para alternar con Lorenzo Pascual Belmonteño, Francisco Astasio Quinito y Manuel González Machaquito de Madrid en la lidia de novillos de Esteban González y en Barcelona el 26 de agosto, alternando con Armando Martín Armillita, Pepe Hillo y Gabriel Pericás en la lidia de novillos de José Escobar (6) y Francisca Marcos (5º y 8º). Volvería a Madrid el primero de octubre, para alternar con Antonio Toscano, Manolo Navarro y Francisco Rodríguez en la lidia de novillos de Hoyo de la Gitana. De acuerdo con los escalafones publicados en la época, sumó un par de festejos más en tierras hispanas. Es curioso observar que estos festejos en las plazas principales en los que actuó Tacho Campos, fueron todos de ocho toros.

Hace la transición a la Plaza México y actúa tres tardes en la temporada de 1946, misma que encabezaron Joselillo y Fernando López; cuatro en la del año siguiente, en la que de nueva cuenta fueron esos dos fenómenos los titulares del escalafón novilleril, con la aparición de un precoz Curro Ortega y la vuelta a las novilladas de Juan Estrada, que renunció a su alternativa. El 18 de julio de 1948, será testigo, junto con Juventino Mora en la Plaza San Marcos de la eclosión del Volcán de Aguascalientes,  y en la plaza mayor de México, de la aparición de los Tres Mosqueteros, toreando entre ellos tres novilladas ese calendario.

La alternativa

Para 1949, Tacho Campos y quienes llevaban su carrera, estimaron seguramente que era el momento de dar el siguiente paso y para ello consiguieron un escenario que les pareció adecuado: la Feria de San Marcos en Aguascalientes, en la que se darían tres corridas de toros que se anunciaron de la siguiente manera: para el domingo 17 de abril Ricardo Torres, Manuel Jiménez Chicuelín y la alternativa de Tacho Campos, con toros de los Hermanos Ramírez; el domingo 24 de abril, Luis Briones, Luis Procuna y Rafael Rodríguez, que se presentaba como matador de toros en Aguascalientes, con toros de Torrecilla y el lunes 25 de abril, Calesero y Rafael Rodríguez mano a mano, con toros de Armillita Hermanos

Al final, sin que mediara explicación alguna, en la corrida del 17 de abril no actuó el hidalguense Ricardo Torres. Lo sustituyó Andrés Blando, que fue el encargado de doctorar a Tacho Campos en una tarde desapacible y ventosa. La crónica de don Jesús Gómez Medina, en El Sol del Centro del día siguiente del festejo, entre otras cosas, dice lo siguiente:

…Negro entrepelado, apretado y vuelto de pitones, fuerte y hondo, y llevando en las ancas el número 55, tales fueron las características del primero de la tarde, con el que Tacho Campos recibió la alternativa. Dignamente lo saludó el reinero, toreándolo superiormente a la verónica entre olés entusiastas, para más tarde, después de que el “Güero Mochilón” se lució con la de detener, forjar un quite por gaoneras, escultóricas y ceñidas, entre las que hubo una extraordinaria. Luego de que Andrés Blando le cedió los trastos, brindó Tacho la muerte de éste su primer astado como matador de toros a su hermano y mozo de estoques. Quieto y erguido, prologó su faena con dos ayudados por alto; intentó luego correr la mano en los derechazos, pero el bicho, insuficientemente castigado se revolvió presto sobre el engaño, llevado de su auténtica bravura y, en tales condiciones, la faena careció del aplomo y del desahogo necesario. Hubo, sí, magníficos muletazos; derechazos y de la firma; trincherazos con el debido remate, pero la faena, el conjunto, careció de la necesaria trabazón, por la causa apuntada.

Tras de sufrir un achuchón de pronóstico, Campos atizó media estocada perpendicular, pero en buen sitio, que bastó. En premio a su voluntad, el nuevo doctor hubo de dar la vuelta al ruedo…

Eso fue lo destacado en la tarde de quien se esperaba, fuera un nuevo matador de toros mexicano.

Paréntesis ganadero

El encierro lidiado en la tarde de la alternativa de Tacho Campos fue de Hermanos Ramírez. Voy a aventurarme a afirmar, que esta pudo ser la presentación no oficial de la ganadería que después se anunciaría como San Antonio, propiedad de los hermanos Enrique, Víctor Manuel y Mariano Ramírez Miguel, formada con ganados originarios de Pastejé y que el encierro se formó con la rastra de algunas de las vacas que se adquirieron en 1947 como pie de simiente. Esta base ganadera fue enajenada en 1958 por los ganaderos a su paisano don Gustavo Álvarez y a partir de entonces don Mariano Ramírez se decantó por la base de Piedras NegrasLa Laguna, al adquirir una importante alícuota de la ganadería de Zotoluca.

La prensa de la época no refleja ningún dato acerca del origen o propiedad de la corrida lidiada ese 17 de abril de 1949, así que esta apreciación es una mera conjetura personal, pero conociendo la voluntad que tenía don Jesús Ramírez Alonso, empresario de la Plaza San Marcos en aquellas calendas por traer toros de ganaderías cercanas, no me extrañaría que así fuera, pues los potreros de los hermanos Ramírez Miguel se ubicaban en la cercana Encarnación de Díaz, Jalisco.

Catorce días después

En la búsqueda de otras informaciones en la hemeroteca, me encuentro con una nota fechada en la Ciudad de México el primero de mayo de ese 1949, titulada como sigue: Fernando de los Reyes cortó oreja en El Toreo. Tacho dio vuelta y Rojas desperdició un gran toro. Al entrar al cuerpo de la nota, me entero que ese primero de mayo del 49, se daban novilladas en El Toreo de Cuatro Caminos y que Tacho Campos había actuado en ese festejo, segundo de la temporada novilleril allí ofrecida, como novillero. Así pues, la dignidad de matador de toros le duró exactamente trece días.

Y siguió actuando como novillero, en Cuatro Caminos toreó todavía otras dos tardes, una, el 22 de mayo de 1949 con Guillermo Carvajal y Pepe Luis Méndez y novillos de Torreón de Cañas y otra en el año de 1950. Volvería a la Plaza México el 11 diciembre de 1949 junto con Anselmo Liceaga, Luis Solano, el ecuatoriano Edgar Puente, Jaime Bolaños y Joaquín Díaz Paquiro para lidiar novillos de Mimiahuápam, ganadería que se presentaba y destacaron en ese calendario los novilleros Juan Silveti, Héctor Saucedo y Curro Ortega.

Su tarde final en la capital fue el 10 de diciembre de 1950, cuando alternó con Fernando de los Reyes El Callao y el cubano José Sánchez Pepillo en la lidia de novillos de Atlanga. Esta fue una tarde aciaga para Tacho, pues fue avisado una vez en su primero, dos en su segundo y en el sexto, que tuvo que matar por Pepillo, que se fue herido a la enfermería, le fue vivo a los corrales. A partir de aquí, el nombre y la presencia de Tacho Campos se diluyen y desaparecen de los principales escenarios taurinos.

Algunos juicios sobre su toreo

Daniel Medina de la Serna señala que Tacho Campos ha sido un torero de intensos detalles. Ya en sus inicios se reveló como un torero que ejecutaba la verónica con profundidad y sabor y al ir avanzando en su carrera taurina, se le reconocía como un importante muletero, un representante se decía en su día, de la “escuela garcista”, por el sello que imprimía a la ejecución del pase natural.

Decir que fue un torero preferido por José Alameda es un gran timbre de honor. En las crónicas que escribió para La Lidia durante la temporada novilleril de 1944, entre otras cosas señala lo que sigue acerca de Tacho Campos:

...Este Tacho Campos, que el domingo pasado triunfó en “El Toreo”, es un lidiador corto, de esos que cuando pierden en extensión lo ganan en profundidad...Tacho Campos toreó el domingo, parando, templando y mandando. Y en eso coincidió con Garza, como Garza coincidió con Belmonte. Dicen que imita a Lorenzo. Pues si así es, ojalá vengan muchos a imitarle, en lugar de entregarse al toreo de chicuelinas, tijerillas, riverinas, orticinas, lasernistas, molinetes y demás manifestaciones patológicas del contorsionismo imperante... Una falta tiene Tacho Campos: su poca fibra. No es un torero que pelea, que se crece ante la adversidad, ni que siente la noble apetencia de redondear un éxito. Y sería lástima que por eso no llegara tan alto como debe. Me hace abrigar esos temores, la frialdad con que Tacho Campos se desentendió de todo el sexto toro, limitándose a quitárselo de delante.

Sería lástima, porque torea con una pureza extraordinaria y con un sello propio que estriba en el fino acento que sabe dar a sus muletazos, un matiz que no han sorprendido quienes lo tachan de imitador de Garza, porque Lorenzo fue toda reciedumbre y en Tacho Campos priva la finura. Esa cualidad suya culminó en los tres medios pases que dio a favor del viaje del toro, en la última parte de su faena. Giró en ellos con gran suavidad y los ligó de modo que, más que tres lances, fueron uno solo. Yo me pregunto: ¿A quién imitó entonces? ¡Cómo no fuese a Tacho Campos!...

Este muchacho representa, como pocos, lo que podríamos llamar el torero del “SÍ” y el “NO”, el tipo de lidiador en el que no caben los términos medios. Tacho no sabe torear mal. Y eso le priva de paliar sus fracasos, pero, en cambio, le proporciona triunfos definitivos...

Como se puede ver, muchas fueron las esperanzas que despertó, pero como pontificó algún día Enrique Martín Arranz, llegar a ser figura del toreo, es casi un milagro, el andar de Tacho Campos, un torero que atestiguó y vivió momentos importantes de la historia reciente del toreo mexicano, así lo demuestra.

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