domingo, 26 de abril de 2020

Hoy hace 75 años: Silverio se presenta en España como matador de toros

Silverio y España

Silverio Pérez visto por Carlos Ruano Llopis
Silverio Pérez fue uno de los toreros perjudicados por el llamado Boicot del Miedo y la Guerra Civil española. Habiéndose presentado en Madrid al final de septiembre de 1935 como novillero, todo estaba dispuesto, seguramente, para que recibiera la alternativa al final de la campaña siguiente, sin embargo, las cosas se torcieron para la fiesta en España y al final quien unos años después sería El Faraón de Texcoco tendría que esperar hasta 1938 para recibir la borla e iniciar su camino hacia la inmortalidad.

Ya matador de toros, la conseja popular es que no quiso o no pudo en los ruedos hispanos. Sin embargo, durante la temporada de 1945 tuvo 13 actuaciones en plazas de importancia en aquellas tierras. Después de torear una corrida en Gijón y tras de la modificación del encierro que lidiaría en la corrida de su confirmación en Madrid, decidió dar por terminada su temporada allá. 

Se atribuye eso al miedo silveriano. Sin embargo, mi teoría personal se apoya en dos vertientes. La primera es que Silverio Pérez es quizás uno de los primeros toreros mexicanos que se dio a valer ante el establishment taurino español y que ante los cambios injustificados de condiciones e imposiciones indebidas, simplemente decidió rescindir sus contratos y volver. 

La segunda es de un orden más humano y artístico. En 1947 Armillita le decía al Tío Carlos que a él le acomodaba más la temporada española porque allá se toreaba a diario. Que el torear cada ocho días como se hacía aquí, le quitaba afición y facultades al torero. Para un torero apolíneo como él, esa línea de razonamiento es perfectamente entendible, entre más tiempo se esté delante de la cara del toro, mejor para el desarrollo de su arte. 

Pero un torero dionisiaco como Silverio, que hace residir su tauromaquia fundamentalmente y de un modo intenso, en el sentimiento, necesita de espacios de reflexión, de reposo, que le permitan alimentar el espíritu y de esa manera seguir avanzando por las veredas del arte. Entonces, una campaña como la española, en la que desde el final de la primavera y hasta el principio del otoño, se puede estar toreando casi todos los días, un torero de esta cuerda puede ser materialmente reventado si no se le sabe llevar y eso es lo que a mí me parece que se quiso hacer con Silverio y por eso es que compró su pasaje de regreso. Pero insisto, esta teoría es mía y me responsabilizo de ella.

Barcelona 26 de abril de 1945

Para el jueves 26 de abril de 1946, don Pedro Balañá Espinós anunció la presentación en ruedos hispanos del Faraón de Texcoco. No está de más recordar que Barcelona, tradicionalmente, fue el puerto de entrada de la torería mexicana a las plazas de España. Es mítico ese muro del despacho de don Pedro, en el que tenía colocadas fotografías de casi todos los toreros de México que había puesto a torear en sus plazas y que entre 1909 y 1975, 18 toreros mexicanos recibieron la alternativa allí. A Silverio le acompañarían en el cartel Aurelio Puchol Morenito de Valencia y el madrileño Manolo Escudero, quienes en principio lidiarían un encierro salmantino de Benito Martín, antes Terrones.

¿Qué sucedió esa tarde? La crónica de Eduardo Palacio, aparecida en el diario La Vanguardia de Barcelona del día siguiente del festejo, entre otras cosas nos dice esto:
A no hallarse esta pluma tan convencida como lo está, de su modestia, hubiese sentido algo así como ligero remusgo de engreimiento, al ver que lo que ella predijo va a hacer diez años en «ABC», de Madrid, ha tenido plena confirmación. Porque el mejicano Silverio Pérez, que en tal plaza, sólo toreó una corrida, el 26 de septiembre de 1935, novillada concurso en la que disputóse un toro de oro modelado por Benlliure que ganó la res de Coquilla, mostró entonces una facilidad y un arte manejando la muleta, que tres años más tarde, el 38, le hizo ser la más destacada figura de su país. Y qué su fuerte es la muleta lo afirmó ayer en esta su segunda presentación en Barcelona. Digo segunda, porque como novillero lo había hecho ya en 1935, toreando los días 8 y 23 del aludido septiembre. 
Hizo el paseo montera en mano saludándosele con grandes aplausos que le obligaron a salir a los medios, a los que sacó a sus dos compañeros de terna. Su primer enemigo, de Marzal, pues el Terrones se devolvió a los corrales, era un bicho flacón y mansote cuya muerte brindó al público, haciendo una faena amenizada por la música, muy artística, dominadora y revelando que el «Faraón de Texcoco» como le apoda la «afición» de su país, es mucha, muchísima «gente» con la franela. Un pinchazo y una estocada en las agujas concluyeron con la res, a la que se silbó en el arrastre, mientras su matador daba la vuelta al ruedo y salía, a los medios entre una ovación de bienvenida cariñosa. Su segundo toro, grande y manso, salió suelto de las varas correteando miedoso en todas direcciones. Silverio Pérez brindó a su competidor de novillero Carlos Arruza — a quien la multitud saludó con grandes aplausos —, y enjaretó una faena que careció de ligazón a causa del fuerte viento que reinaba. No obstante, su dominio con ella quedó de nuevo bien patente. Despenó al Terrones de un pinchazo sin soltar el acero y un volapié de través, y los aplausos obligáronle a salir al tercio a saludar...”
Como podemos apreciar, entre los elementos y los toros, la tarde no se prestó para que Silverio pudiera desplegar toda la magia de su toreo, sin embargo pudo demostrar a la afición catalana la calidad de su trazo y la afición que le permitía poder con los toros y definitivamente gustó a la afición barcelonesa, que le recordó, de sus anteriores presentaciones novilleriles, debidamente apuntadas por el cronista. Puede afirmarse que tuvo, una buena tarde, aún sin redondear un triunfo.

La presencia de México

Manolo Escudero cortó la única oreja de la tarde. Reaparecía después de una muy grave cornada que recibió en San Sebastián el 21 de agosto del año anterior, al hacer un quite al torero potosino Gregorio García. De la misma crónica, extraigo lo que sigue:
Y voy a lo grande de la corrida de ayer, que estuvo a cargo del madrileño Manolo Escudero; pero antes, recordaré, unos breves datos: Toreando la pasada temporada la «Semana grande» de San Sebastián, exactamente el 21 de agosto, Escudero sufrió una tremenda cornada que le dejó cuatro meses en lucha con la muerte que, por fortuna, fue derrotada. El percance no tuvo por móvil ni un descuido ni un desplante; fue algo más digno, más hermoso, más caballeresco, más español en suma. Un toro había derribado a un espada mejicano, Gregorio García, y lo tenía en el suelo a su merced. Las astas iban a prender al caído sin defensa, y Escudero se metió con su capote y su cuerpo entre ellas y el inerme, y se llevó majamente al toro a costa de una gravísima cornada. A la enfermería no fue el mejicano; el madrileño empezó en ella una lucha en defensa de la vida, encomendándose a la Virgen de la Paloma, cuya imagen, rutilante de oro y pedrería, campeaba ayer en la espalda de su capote de paseo... 
Ahora permítame usted. Manuel Escudero, que yo le envíe un abrazo de gratitud en nombre del diestro mejicano Gregorio García, como recuerdo en esta su primera salida vestido de luces, de aquella tarde del 21 de agosto pasado, en la «Semana grande», de San Sebastián...
Esa tarde del 21 de agosto de 1944 toreaban en San Sebastián una corrida concurso toros de Domecq, Félix Moreno, Antonio Pérez, Galache, Tassara y Atanasio Fernández, Manuel Álvarez Andaluz, Manolo Escudero y Gregorio García

Manolo Escudero, en entrevista concedida a quien firmó como A.R.A. en el número de El Ruedo, fechado el 6 de septiembre de 1944, describe como ocurrió el percance:
«... ¿Cómo fue la cogida?
- Una cogida tonta. Era el último toro de la tarde y Gregorio García prendía el último par de banderillas, Yo iba andando hacia la barrera para abandonar el ruedo, cuando vi al mejicano que caía y abrí el capote para hacer el quite. El toro se arrancó ciego, le atropelló y se me echó encima. Me enganchó y sentí perfectamente que me pegaba la cornada en el pecho. Me tuvo prendido unos instantes, durante los cuales no sólo sentí un dolor terrible, sino que me di cuenta de cómo se desgarraba la carne. Pensé que me había matado y ya no pude levantarme...»
El parte médico de la cornada fue el siguiente:
«Durante la lidia del sexto toro ha ingresado el diestro Manolo Escudero, que presenta herida penetrante en el pulmón, por la región axilar izquierda, con rotura de costillas y fuerte conmoción. Pronóstico, muy grave. El torero, al ingresar a la enfermería, fue asistido por los doctores Urbina y Garmendia. Sufrió un fuerte colapso, que inquietó a los facultativos, así como la gran pérdida de sangre. La primera impresión era de que el diestro sufría una cogida de las que pueden hacer peligrar su vida. A la media hora de su permanencia en la enfermería reaccionó algo, lo que permitió a los médicos su traslado a la Clínica San Ignacio, donde se le hará nueva intervención.»
Una cornada penetrante de tórax que le supuso una larga recuperación al diestro de Madrid, pero que afortunadamente le permitió continuar su carrera en los ruedos. Pude conversar con el maestro Raúl García, sobrino de Gregorio, acerca de ese incidente. Me comentó que su tío recordaba con desazón esa cornada que era para él y que nadie pudo hacer por evitarla, sin dar más detalles.

Una coda numérica

Decía líneas arriba que los toreros como Silverio Pérez necesitaban administrar sus actuaciones. El Faraón toreó apenas 372 corridas en los 14 años y meses que duró su carrera de matador de toros, lo que promedia unas 26 al año, es decir, una cada dos semanas. Si los guerreros necesitan reposo, los artistas requieren de meditar y para ello se requiere tiempo.

domingo, 19 de abril de 2020

12 de abril de 1966: Calesero Chico se presenta en plazas de España

Calesero Chico (Cª 1966)
Le guarda la vuelta Arturo Muñoz La Chicha
Foto: Carlos Meza Gómez
Alfonso Ramírez Ibarra es el hijo mayor de Calesero. Y llegado el momento decidió intentar ser torero. Se presentó como novillero en la Plaza de Toros San Marcos, aquí en Aguascalientes el 19 de abril de 1964, para lidiar novillos de Peñuelas, alternando con Ramiro Cuevas y según don Luis Ruiz Quiroz, con Manolo Rangel, porque don Jesús Gómez Medina afirma que el que cerró la terna fue el hidrocálido Armando Mora. Independientemente de esta cuestión, quien sería conocido en los carteles como Calesero Chico, terminó la tarde dando dos aclamadas vueltas al ruedo, pues por fallas con la espada, no pudo culminar dos buenos trasteos.

Dos grandes faenas

Calesero Chico se presentó en la Plaza México el domingo 14 de junio de 1964, alternando con Sergio Zermeño y Jorge Carrasco para lidiar novillos de San Antonio de Triana, de don Manuel Ibargüengoitia Llaguno y en esa séptima novillada de la temporada sorprendió a la afición. Cortó una oreja al primero de su lote, Monarca y a pesar de haber escuchado dos avisos en el sexto, Chaparrito, dio dos vueltas al ruedo.

Lo anterior le valió para volver a la gran plaza dos domingos después, para enfrentar novillos de Javier Garfias acartelado con Mario de la Borbolla y Rodolfo Acacio. En esta oportunidad volvió a mostrarse a la afición de la capital con el sexto, Orientador, al que también cortó la oreja. La impresión del psiquiatra Enrique Guarner acerca de esas dos tardes es la siguiente:
México ha carecido de toreros importantes desde hace más de doce años, en que se retiró Carlos Arruza, pero a partir de 1964 la situación comienza a cambiar y una nueva generación va a desarrollarse paulatinamente. 
El 14 de junio se presenta en la Plaza México el hijo de Alfonso Ramírez «Calesero», que lleva el mismo nombre y apellido. La faena que realiza ese domingo ante «Monarca», novillo que pertenecía a la ganadería de San Antonio de Triana, produce una conmoción tremenda entre los asistentes, que la presencian de pie. 
Quince días después, «Calesero Chico» vuelve a ejecutar un trasteo inenarrable frente a un encastado burel de Javier Garfias. Para aquellos que contemplamos esta faena el momento resulta inolvidable. El diestro torea vertical, llevando limpiamente al astado y templándolo como lo hacen muy pocos. Todos pensamos que por fin había llegado un torero de época, pues se trataba de un muletero de una enorme pureza...”
El 16 de agosto de ese 1964, tendría otra gran tarde en Aguascalientes, alternando con Manolo Espinosa Armillita y Jesús Solórzano, en un festejo que don Jesús Gómez Medina llamo como el de los tres cachorros y del que ya me he ocupado por aquí. Otra vez la espada le traicionó, pero recorrió triunfalmente el anillo.

En esa temporada de 1964 toreó en la capital seis de las treinta novilladas que se dieron y al año siguiente regresaría a torear otras cinco de las treinta y una ofrecidas. Con ese bagaje, decide cruzar el charco para adquirir experiencia en campo y ruedos hispanos.

En España

La primera huella de su presencia en tierras hispanas la encontré en una entrevista que le realizó Carlos M. Tosantos y que se publicó en el semanario madrileño El Ruedo, en su número aparecido el 22 de marzo de 1966, misma en la que entre otras cuestiones, Calesero Chico menciona lo siguiente:
Alfonso Ramírez «El Calesero», hijo, ha venido de Méjico en compañía de Antonio Ordóñez, del que el muchacho habla con admiración y le llama «maestro» siempre que se refiere a él. Antonio Ordóñez, que era amigo de su padre, se ha ofrecido para ayudarle, e incluso le ha buscado apoderado: su hermano Pepe. 
«VENGO A ESPAÑA PARA FORJARME» 
—Yo vengo dispuesto a todo, con la mejor voluntad del mundo, y esperando ponerme con el toro lo más pronto posible. 
— ¿Ese ha sido el motivo de tu viaje a España? 
— Sí. He venido a España para forjarme y darme a conocer. A todos los toreros mejicanos les ha venido muy bien la estancia en España. Ordóñez me ha dicho que si quería ser torero y tenía ilusión que viniese y él me ayudaría. 
— ¿Tus toreros predilectos? 
— Ante todo, mi padre, prescindiendo del hecho de que sea mi padre, y juzgándole como simple aficionado. Luego, «el maestro». Su toreo es de una clase tan extraordinaria y de un estilo tan depurado que es para envidiar. Mi padre, al que más admiraba era a Pepe Luis Vázquez. A mí, personalmente, y según lo que me han «platicado» hacia él toreo que a mi me gustaba... 
— ¿Cuánto tiempo estarás en España? 
No tengo idea. De momento, quiero estar la temporada entera, pues Livinio Stuyck y el «maestro» me han arreglado el contrato para venir aquí. Quisiera tomar la alternativa en España, de ser posible, de mi padre, y si no, del «maestro», y volver a Méjico con ella. El recibir la alternativa de mi padre seria una cosa emocionante y curiosa. Que yo sepa, hay pocos antecedentes de esto...
Se observa de la entrevista que iba bien apadrinado. Le introdujo en el medio español Antonio Ordóñez y le apoderaba su hermano Pepe. Esa circunstancia le podía abrir la puerta de plazas importantes allá.

La presentación se arregló para el Domingo de Resurrección – 12 de abril – de ese año en Jerez de la Frontera, alternaría con otro debutante en esa plaza, José Rivera Riverita y Ventura Núñez Venturita en la lidia de novillos de los Herederos de don Salvador Guardiola. La crónica aparecida en el diario ABC de Sevilla y firmada por Rodrigo de Molina, refiere entre otras cosas lo que sigue:
Jerez. Lo desapacible de la tarde, restó público a la novillada de Resurrección, en la que hacía su presentación en esta plaza José Rivera «Riverita» y Alfonso Ramírez «Calesero», mejicano, precedido de gran fama en su aparición en España, con los que completaba la terna el novillero jerezano Ventura Núñez «Venturita», triunfador en el festejo de San José, por lo que se hizo merecedor al capote de paseo, que al comienzo del espectáculo le fuera entregado por las peñas taurinas, en nombre de la empresa Belmonte. 
Los novillos pertenecían a la ganadería de los Herederos de don Salvador Guardiola, de Sevilla, de mucho nervio, bonita estampa y codiciosos con los caballos, siendo aplaudidos en el arrastre los lidiados en segundo y tercer lugar. El sexto, protestado por un sector del público – aún desconocemos por qué –, fue devuelto a los corrales, o mejor dicho, se hicieron intentos de que siguiera a los cabestros, y ante la imposibilidad de lograrlo, el de turno «Calesero», lo finiquitó de dos medias estocadas, solicitando con anterioridad de ese sector descontento con las dificultades del astado, lidiarlo en forma y a continuación el sobrero. Pero no fue así, y el desánimo total cerró plaza… 
El diestro mejicano Alfonso Ramírez «Calesero» arrancó los primeros aplausos con la capa. Buen estilo. Con la muleta desarrolló una faena muy bonita y ligada, rematándola con una casi entera. (Una oreja y vuelta al ruedo.) Al sexto, ya dijimos como lo despachó, y al sobrero, contrariado ya por lo anterior, y por ser inferior a sus hermanos de camada, «Calesero» lo aliñó y mató de media y unos pinchazo…”
Un buen debut. Su padre se había presentado casi veinte años antes – 21 de abril de 1946 – también un Domingo de Resurrección en Sevilla. Calesero Chico permaneció en España solamente hasta el mes de junio. En ese lapso de tiempo toreó cuatro novilladas y cortó tres orejas, de acuerdo al escalafón del semanario El Ruedo

Pude localizar dos de esas fechas, que fueron el 1º de mayo en Vista Alegre, Carabanchel, donde alternó con Simón Mijares El Duende y Alfonso Núñez en la lidia de novillos de Carmen González de Ordóñez y cortó allí una oreja al sexto y dio la vuelta con el mayoral y la del 30 de mayo en Valencia, donde formó cartel con Héctor Álvarez, Fernando Tortosa y Antonio Millán Carnicerito de Úbeda en la lidia de novillos de Francisca de Mora Figueroa, El Pizarral de Casatejada (2º) y Conde de la Maza (3º). En esta última tarde fue ovacionado en su lote.

La alternativa

Al final de cuentas, Calesero Chico regresó a México a recibir la alternativa en ese mismo 1966. La ceremonia se verificó en Ciudad Juárez el 24 de julio, apadrinándole su padre en corrida mano a mano con toros de Carranco. El toro de la ceremonia se llamó Noche Buena. El doctorado lo confirmó en la Plaza México el domingo 15 de enero de 1967, le apadrinó Manuel Capetillo y fungió como testigo Andrés Hernando – también confirmante – con la cesión del toro Trovador de Reyes Huerta, tercero de esa tarde.

Hasta aquí este recuerdo de uno de los toreros que en el escalafón de novilleros ha realizado una de las faenas más importantes de la historia de la Plaza México, y que por eso, tiene reservado un sitio propio en la historia de ese recinto y de la del toreo en nuestro país.

domingo, 12 de abril de 2020

José C. Madrazo. Esbozo de un retrato

José C. Madrazo a la izquierda de Luis Miguel Dominguín
y Lucía Bosé, Plaza de Las Ventas Cª 1956 
Durante alrededor de cuatro décadas los toros de La Punta se anunciaron en los carteles como propiedad de don Francisco y don José C. Madrazo. La propiedad de la ganadería por ambos hermanos data del año de 1918, cuando inician la crianza de ganado de lidia con vacas de San Nicolás Peralta y dos sementales españoles: uno de Parladé, llamado Pinchasapos, y el otro de Saltillo, de nombre Finezas.

En 1925 los hermanos Madrazo se decantan por el encaste Parladé e importan, en dos lotes, ganados de Gamero Cívico y de Campos Varela. En ese giro, que sería histórico, formarían una ganadería que sería durante muchos años la más larga del mundo, tanto en superficie territorial como en número de vientres, pues en algunos años llegarían a tener mil vacas núbiles, todas con una importante característica, su sangre no había sido mezclada con ganados criollos nacionales; es decir, el encaste original se mantuvo siempre en pureza.

Interesante es que aún cuando los carteles anunciadores contemplaban a don José Madrazo como condueño de La Punta, el grueso de la grey taurina y de los medios de comunicación consideraran a don Francisco como el artífice de la ganadería. Pareciera que se hacía menos a don José. Sin embargo, hurgando un poco en los acontecimientos, se puede advertir que cada uno de los hermanos tenía una función bien definida en el devenir de La Punta – y de Matancillas, después – y que la huella de esta histórica vacada tiene la firma de ambos.

Una gran collera

José Cipriano Madrazo y García Granados nació, como todos los varones de su familia, en la casa de la hacienda de La Punta, el 14 de septiembre de 1889. Fue el cuarto hijo del matrimonio formado por don Ignacio Madrazo y Carral y doña Carlota García Granados. Recibió, seguramente, una educación esmerada y se le formó para dirigir lo que hoy llamaríamos una empresa agropecuaria de gran envergadura. Al fallecimiento de sus padres, por herencia se adjudicaron a él y a su hermano Francisco las fincas de La Punta y Matancillas.

Su segundo nombre – Cipriano – no era de su gusto, según nos cuenta su sobrina Carmelita Madrazo en el libro Mis Muertos:
Era el hermano pequeño de mi padre, quien le llevaba casi cuatro años. Todo el mundo lo conoció por José C., o Pepe Madrazo. El ponerse José C. se debió a que su segundo nombre – Cipriano – no le agradaba mucho, pero tampoco le disgustaba tanto como para no poner el toque «chic» de José C.
El manejo de las cosas del campo lo llevaba don Paco con la ayuda de su esposa, María Luisa Solórzano, hermana del matador Jesús, El Rey del Temple. Eso era su pasión y la razón de su vida. Sin embargo, el funcionamiento de una ganadería de toros de lidia a veces trasciende lo que sucede en los cerrados y en los tentaderos. Y más aún en aquella época en la que México acababa de salir de una Revolución que dejó como una de sus herencias una reforma agraria, que mal entendida, se enfocó en deshacer unidades eficientes de producción con la finalidad de repartir tierras a campesinos inhábiles para hacerlas producir por falta de recursos para ello.

Así lo refiere Carmelita Madrazo, sobrina de don Pepe en Cornadas al Viento:
Mi padre y mi tío Pepe fueron en cierta forma una sola persona. Yo misma nunca supe en dónde comenzaba uno y en dónde terminaba el otro. Es como cuando en un día nublado se mira al horizonte, es muy difícil distinguir en dónde terminan los cerros y en dónde empieza el cielo. No puedo pensar en uno de ellos sin recordar al otro. Siempre estaban juntos, unas veces discutiendo y otras no...
Y es que en esa especie de teoría del alter ego, don Pepe era el diplomático, el negociador, el que hacía las gestiones en la Presidencia de la República, en las Secretarías de Estado, con los Gobernadores o en los despachos de los taurinos. Su carácter y su forma de llevar la mano de hierro envuelta en un guante de seda le permitieron siempre obtener resultados convenientes para sus ganaderías y para sus pares.
Todo ese boato, a su hermano Paco no le atraía demasiado y aprovechaba la habilidad de Pepe para las relaciones públicas y que él tuviera contacto con Presidentes, Ministros, Gobernadores que los ayudaran a solucionar los problemas que en el campo se iban presentando...
Esa habilidad para relacionarse con las personas le permitió sentar a su mesa y dialogar con todo tipo de personas. Tuvo una profunda amistad con el embajador Justo Sierra Casasús – en su día Secretario Particular del Presidente Adolfo López Mateos y aficionado práctico –, quien llegó a pasar temporadas en La Punta. También pudo reunir en torno suyo a personajes como los ganaderos Manuel Buch y Escandón, Agustín Barbabosa y Jerónimo Merchand; los empresarios Antonio Algara, Alfonso Gaona y Jesús Ramírez Alonso, o a los escritores Carlos León y José Alameda.

Con todos esos personajes tuvo amistad y pudo establecer una importante trama de relaciones que le fueron útiles para el desarrollo de sus funciones tanto como ganadero de La Punta, como en las distintas funciones que desarrollaría en los entretelones de la Fiesta en tiempos futuros.

Como aficionado, gustaba de acudir a España todos los años (muchos de ellos en compañía de su sobrino Francisco Madrazo Solórzano) y tenía una estrecha relación con todos los taurinos relevantes de aquellos años, ya fueran empresarios, ganaderos o apoderados, lo que sin duda facilitaba su desempeño en cuanto a relaciones públicas se refiere.

Primer presidente de los ganaderos

Los ganaderos de lidia mexicanos se reunieron en una Unión de Criadores en el año de 1930. Fundadores de ésta fueron, por supuesto, don Francisco y don José C. Madrazo. En el año de 1946, al recibir reconocimiento oficial como Asociación Ganadera, la Unión se transforma en la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia. Don Pepe Madrazo fue su primer presidente y estuvo al frente durante cuatro periodos, los que iniciaron los años de 1946, 1949, 1955 y 1957, un caso único en esa agrupación.

Los dos últimos periodos fueron extremadamente sensibles. El campo mexicano pasó por una gran sequía entre los años de 1949 y 1958. Todos los aspectos de la actividad agropecuaria en México se vieron afectados y especialmente diría yo, los dedicados a la ganadería extensiva, que sin pastos naturales para alimentar a sus animales se vieron en la necesidad de recurrir a la adquisición de forrajes y piensos y, en casos extremos, al sacrificio de pies de cría para la subsistencia de sus vacadas.

Sus gestiones en esa posición le permitieron obtener apoyos gubernamentales para la actividad, lo que facilitó la continuidad de la Fiesta en esos tiempos difíciles, con la conservación de puestos de trabajo y la generación de recursos que implica todo ello.

El árbitro de las cosas de los toros

Cossío señala que, en su día, Eduardo Margeli llegó a ser el árbitro de las cosas de los toros en México. Quizás al gaditano le valió ser el que manejaba los destinos de la plaza más importante del país. 

Las informaciones de la prensa de su tiempo reflejan también que don José C. Madrazo fue el fiel de la balanza en muchas cuestiones. Sus dotes para la diplomacia y la conciliación le permitieron resolver distintas situaciones que durante su paso por la vida se fueron presentando en las cosas de los toros.

Quizás el primer hecho notable que tuvo que resolver, junto con su hermano Francisco, fue el enfrentamiento de Ignacio Sánchez Mejías con Rodolfo Gaona en Aguascalientes.

Los dos diestros fueron anunciados para actuar los días 24 y 25 de abril de 1921 en la plaza San Marcos. Gaona no se presentó a la primera, invocando una cláusula de su contrato que establecía que él podía alternar con quien quisiera, por lo que mandó a Zapaterito a sustituirle y el día 25, trajo a Carlos Lombardini para completar el cartel con él. Sánchez Mejías se quedó, como decimos vestido y alborotado, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada cuenta lo siguiente al respecto de este asunto:
Para el segundo festejo se anunció como estaba prevenido, el mano a mano Gaona-Mejías, sorprendiéndose la afición el día de la corrida con la circulación de nuevos programas conteniendo la novedad de un cambio radical en el cartel: Sánchez Mejías sería sustituido por Carlos Lombardini en atención (esto no lo rezaban los programas) a la famosa cláusula de imposición. Mejías alegó insistentemente su compromiso y absoluto derecho para tomar parte en la lidia de esa tarde; Gaona se impuso y hubo de recurrirse a la intervención de las autoridades, inclusive la del señor don Rafael Arellano, Gobernador del Estado, para hacer desistir a Sánchez Mejías de su decisión de presentarse en la plaza vestido de luces a la hora de la corrida, llegándose por fin a hacer uso de la fuerza armada para que impidiera aquella justa determinación, lo que se logró gracias a la intervención de los señores Madrazo, propietarios de la ganadería de La Punta, quienes se llevaron a Ignacio a su finca poco antes de que empezara el festejo…
Otro asunto relevante en el que don José Madrazo tomó parte, fue en el arreglo del convenio hispano - mexicano de 1944, cuando, en combinación con su amigo Antonio Algara (por entonces gerente de la plaza El Toreo de la Condesa), allanó el camino ante la Asociación de Matadores de España, para que las relaciones taurinas entre ambos países se restablecieran. Y tras el acuerdo alcanzado, se movieron los hilos con el empresario Livinio Stuyck para cerrar la contratación de Carlos Arruza, que confirmó su alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid aquel 18 de julio de 1944. Así fue como quedó zanjada la ruptura de relaciones que se venía arrastrando desde 1936 al suscitarse el llamado Boicot del Miedo.

Más adelante, en los años cincuenta, las cuestiones de los toros estaban revueltas en México. En la capital operaban dos empresas, una en la Plaza México y la otra en El Toreo de Cuatro Caminos. Algunos consideraban que se hacían una competencia desastrosa. En una columna aparecida en El Ruedo de Madrid, el 24 de julio de 1958, Don Dificultades escribió:
Las dos empresas, la de la Plaza México, con su fuerza taquillera, y la del El Toreo, con carteles atractivos, siguen trenzadas en la pelea, pero lo gracioso del caso es que unos ganando poco y los otros perdiendo también poco, no tienen ganas de cejar en la guerra. En El Toreo han interesado Rubén Bandín, que de cuajarse será un magnífico torero, y Gabriel España que es artista, pero endeble. En la México no ha logrado interesar nadie, pero interesa la Plaza, y ella es la preferida… Los «señores de la México» tienen puestas sus miradas en la casa «Camará», y don José Madrazo, el ganadero de La Punta, ha sido requerido, sin mayor resultado, para que intervenga; pero parece que ya están tendidos los cables, y hasta hay por ahí una proposición de don Moisés Cosío entregada al señor Oñós de Plantolit, encargado oficioso en Méjico del Estado español. Los señores de El Toreo, parece que con intervención tapada del señor Algara (¡), andan en pláticas con Domingo González, hijo, y con el mismo Luis Miguel...
Y ya cerca del final de ese 1958, ante la división de los toreros en dos agrupaciones sindicales, su intervención fue de nuevo clave para llevarlos a la unidad, según cuenta de nuevo José Jiménez Latapí, en el número del mismo semanario aparecido el día 13 de noviembre:
Bien. Ya están unificados todos los ganaderos mexicanos, gracias a la mano izquierda de oro de don José Madrazo. Ya no habrá cuentos chinos ni yugoslavos. También con la muñeca áurea de don Pepe Madrazo se han unificado los matadores de toros y novillos en la Unión de Matadores, habiendo desaparecido la Asociación. Tal fusión fue hecha en el local de la Unión de Ganaderos, y firmamos como testigos don José Madrazo y un servidor...
Mano izquierda de oro… Eso dice Don Difi. Yo escribía arriba, mano de hierro envuelta en guante de seda. José C. Madrazo aprendió, quizás desde su niñez, la necesidad del trabajo en equipo, el desarrollo de actividades donde cada uno de los miembros del grupo – breve o extenso – tiene una función específica que desarrollar, y así se convirtió en lo que hoy llamaríamos un magnífico ejecutivo.

También, de su actuación se observa su entendimiento de que el choque frontal debía evitarse a toda costa, pues es más fácil obtener las cosas por las buenas.

El final

Don José C. Madrazo fue un codiciado soltero que no tuvo descendencia. Su relación amorosa más sonada fue con la excéntrica poetisa Pita Amor, y en el ocaso de su vida contrajo matrimonio cuando contaba con 78 años, y lo hizo con una mujer – Manuela Roselló, española – 46 años más joven que él.

Duró menos de seis meses casado, pues falleció el 12 de febrero de 1969 en la Ciudad de México, nueve años más tarde que su querido hermano Francisco, con el que había formado una extraordinaria mancuerna de trabajo.

Ya había dejado de ser ganadero de toros de lidia, pues dos años antes de su muerte, había vendido la ganadería de Matancillas, que fue la que le correspondió en la división de los bienes familiares. 

Sin embargo, creo que este esbozo sobre lo que ha sido y lo que representó para la fiesta de los toros en México es necesario, pues a veces, personajes como él pasan desapercibidos y en realidad su labor resulta ser trascendente para lo que hoy vivimos.

domingo, 5 de abril de 2020

Hoy hace un siglo: Confirma su alternativa en Madrid Ignacio Sánchez Mejías

Confirmación de Ignacio Sánchez Mejías
Ignacio Sánchez Mejías estaba destinado a ser un personaje histórico por sí mismo. Desde que decidió ser torero su vida se envolvió en una historia rocambolesca que valía ser contada. En 1908 se subió como polizón al vapor Manuel Calvo junto con Enrique Ortega Cuco para venir a México y aquí ambos, intentar hacer carrera en los ruedos.

Ambos fueron detenidos en Nueva York, confundidos con unos anarquistas buscados por la justicia y una vez que se aclaró su identidad y situación, Aurelio Sánchez Mejías, hermano mayor de Ignacio, que inicialmente llegó a nuestro país al cuidado de los encierros españoles que se lidiaban en las plazas de la capital mexicana y que en ese momento estaba al cargo del recién inaugurado Toreo de la Condesa, ofreció los avales necesarios para que Ignacio y El Cuco pudieran continuar su viaje hasta territorio nacional.

Así Ignacio iniciaría su carrera en los ruedos en Morelia, como banderillero en el año de 1910 y ya como novillero lo haría en la capital mexicana al año siguiente. Seguiría alternando sus actuaciones como jefe de cuadrilla y como subalterno y en esta faceta actuaría a las órdenes de Fermín Muñoz Corchaíto, Cástor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao y Rafael González Machaquito.

Debutaría en Madrid como novillero en 1913 y el 21 de junio de ese año durante una actuación en Sevilla sería gravemente herido, lo que lo hace replantearse su futuro en los ruedos, por lo que en 1915 retoma los vestidos de plata y actúa a las órdenes de Juan Belmonte y Rafael Gómez El Gallo. De 1916 a 1918 formará parte de la cuadrilla de Gallito.

Recibe la alternativa el 16 de marzo de 1919 en Barcelona, de manos de Gallito y llevando como testigo a Juan Belmonte, el toro de la cesión se llamó Buñolero y fue de los Herederos de Vicente Martínez.

La confirmación de la alternativa

La confirmación se programó para la Corrida de la Beneficencia del año de 1920. En ese calendario se verificaría el día 5 de abril, lunes, precisamente después de la corrida de apertura de temporada, misma que se verificaría el domingo 4 anterior.

Para el festejo, que todavía en esos días era a beneficio de los hospitales de la capital de España, se anunció, a Gallito como padrino de la ceremonia de confirmación y a Juan Belmonte y a Manuel Varé Varelito como testigos de ella, enfrentando la cuarteta, un encierro de ocho toros de los Herederos de Vicente Martínez.

El encierro lidiado

Alejandro Pérez Lugín Don Pío, en la crónica que escribió para el diario madrileño La Libertad, expresa lo siguiente acerca de los toros lidiados esa tarde:
“...Si es difícil enviar una corrida de las corrientes de «a seis», en que haya semejanza total de caracteres, ya que igualdad es imposible, calculen sus señorías lo que sucederá con una serie de ocho. 
Pues ayer la hubo en la buena, en la excelentísima crianza de los toros de Martínez, y en la bondad de su carácter. Y aunque, como es natural, los hubo con sus más y con sus menos de bravura, en conjunto, y por lo que toca a su pelea con las plazas montada, que es la que sirve, pese a las teorías modernistas, para calificar a los toros, merece la corrida de Martínez el calificativo de muy buena, Voluntad para acometer a los jinetes y nobleza para los infantes fue la nota característica de esta corrida que satisfizo mucho a todos...
Es decir, los ganaderos del Colmenar lograron acabalar una corrida de presencia y juego adecuado al acontecimiento para el que fue presentada. Además, deja entrever que ya se ponía en cuestión si la suerte de varas era en realidad la medida para calificar la bravura de los toros o no.

El triunfo del confirmante

Es César Jalón Clarito, cronista de El Liberal, hizo al día siguiente del festejo, el siguiente relato:
“Sánchez Mejías — decía un íntimo del diestro — se ha hecho matador de toros por su hijito. Es un nene simpático y precoz, que cuando su padre se iba a banderillear en la cuadrilla de su cuñado Joselito y se despedía diciendo: 
— «Ea, con Dio; que me voy a torear», el pequeñuelo oponía: «Papá, no torea. Torea «tiito». Y como Ignacio tiene mucho amor propio... 
Yo me he hecho matador de toros — refería otro día el diestro — porque tengo afición y porque creo que tengo valor y porque he dado con una escuela de toreo en la que la que pienso practicar. Esta escuela tiene como principio el de que «torear es arrimarse» y como fin... como fin el talonario de cheques o el de las recetas...  
¿Practicó en esa escuela Sánchez Mejías todo el año pasado en las plazas de provincias? El público esperaba la respuesta ayer. Y de ahí el silencio expectante que se hizo en la plaza ai aparecer en el ruedo el primero de los toros de Martínez, un berrendo, buen mozo, gordo y bien criado... 
El diestro se hizo presente a la res en el tercio, y dio el cambio de rodillas... Después, veroniqueó... Las masas guardaron silencio. 
El berrendo era bravo y derribó en la primera vara con estrépito; cayó el piquero entre las astas y la cabalgadura y el astado embistió recogiendo y apretando al hombre contra la bestia. Sé inició en este punto la emoción y continuó en el quite de Ignacio, que llevó a la res embebida en la tela, y con gran serenidad y templanza, la hizo pasar una y otra vez por tan cerca de sí que el berrendo debió babearle los alamares del chaleco... «Allí» ya sonó la primera ovación...  
Dos pares clavó el hombre, llegando de frente, decidido hasta la cara y uno de dentro a fuera... Y la muchedumbre siguió su labor con tal atención y deleite, que dos aeroplanos que en las alturas simulaban una maravillosa pareja de aviones, pasaron desapercibidos. 
Llegó el de Martínez al último tercio bravo y noble. Sánchez Mejías lo hizo llevar a las tablas. Se sentó en el estribo, por bajo de la barrera del 10. Y ofreció la muleta al bruto a dos dedos de sus hocicos... 
Tres apretadísimos pases allí, en el mismo estribo, sin moverse el hombre más que lo suficiente para dar gracia a la suerte, hicieron prorrumpir en ¡olés! y aplausos a la concurrencia. 
Pero aun fueron mejores, a mi juicio, dos estupendos pases, uno de ellos de pecho, que me hicieron pensar en el aforismo del diestro: ¡Torear es arrimarse!... Y sí que lo es. Arrimarse bien, claro está. Con serenidad, para no descomponer la figura y para dar templanza a los movimientos. 
Cuando se arrostra el peligro desde tan cerca y con tal tranquilidad, el que no es «artista» de por sí, lo parece. 
Y lo de torear cerca y tranquilo no se redujo a la lidia de ese magnífico ejemplar; se extendió a los tercios de quites en los otros toros y culminó en unos apretados muletazos al toro que cerró plaza. 
¡Ovaciones y vuelta triunfal, en la plaza de Madrid, un día de lleno rebosante, con un público que espera de uñas y que ha pagado a diez duros la localidad!... 
¡Oye, tú, pequeño Sánchez Mejías, ¿te parece que digamos que ha toreado tu papá?...
El resto del festejo

Gallito realizó una de sus obras más acabadas en Madrid con el cuarto de la corrida. Juan Belmonte, refieren las crónicas, se vio desganado y Varelito sorprendió a la afición con su habilidad estoqueadora. En suma, fue una gran tarde de toros.

El hilo del destino

Los cuatro diestros que actuaron en Madrid hace un siglo terminaron sus días en un halo de tragedia. Gallito, Varelito y Sánchez Mejías serían víctimas de las astas de los toros y Juan Belmonte, aquél de quien sentenció Guerrita que lo sería y que había que darse prisa si quería vérsele torear, terminó con su vida con su propia mano. 

Sin embargo, antes de llegar a la conclusión terrenal de todo ser humano, tuvieron sus días de sol y de gloria, como la tarde que he intentado relatarles.

domingo, 29 de marzo de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (IV)

1º de abril de 1951. Carlos Arruza torea tres corridas en un día

Que un torero logre torear tres corridas en un día es un hito importante. Aparte del azar que conlleva el mantener la integridad corporal para completar los compromisos pactados, se debe sumar la dificultad de trasladarse de un sitio a otro y todo lo que implica lo que hoy se llama la logística que conlleva la organización de los festejos.

La Historia del Toreo registra como el primer caso de esta naturaleza, quizás, el que llevó a cabo Guerrita el 19 de mayo de 1895. Ese día comenzó su periplo a las 7 de la mañana en la Isla de San Fernando, para lidiar 6 toros de la Marquesa Viuda del Saltillo mano a mano con Pepete. La segunda corrida se verificó a las 11:30 horas del día, en Jerez de la Frontera, alternando con el valenciano Fabrilo, en la lidia de 6 toros de José Ma. de la Cámara y terminó a las 17:30 horas en Sevilla, donde su alternante fue Antonio Fuentes, y los toros fueron de Joaquín Murube.

A propósito de la última corrida, Carlos Valverde Castilla, en la revista Arte Fotográfico, relata lo siguiente:
No es de extrañar que el Guerra realizara por entonces una hazaña que ni tenía precedente ni ha vuelto a repetirse: torear tres corridas mano a mano el mismo día y en distintos puntos. Por la mañana, en San Fernando; a mediodía, en Jerez, y por la tarde, en Sevilla. Era el 19 de mayo de 1895. (...). Para su hazaña contó, naturalmente, con un tren especial y con tres cuadrillas distintas; los compañeros fueron también distintos. Sólo él fue el mismo, y ni siquiera se cambió de “vestío”. Por cierto, que cuando asomó al portón de cuadrillas de la Maestranza, levantado desde el amanecer, con dos corridas despachadas y tras varias horas de tren, le preguntó Antonio Fuentes,  que  compartía el cartel:
— Rafael,  ¿vendrá  osté  cansao?
— Cansaíllo vengo...
—Pues hoy, que le  cojo cansando,  le voy a dar p’al pelo.
Saltó Guerrita:
— ¡Hoy me vas a...!
Y como si empezara entonces, banderilleó a sus tres toros y los mató superiormente.
Guerrita mató ese día nueve toros y realizó sus traslados en un tren especial destinado al efecto.

La réplica de Arruza

Carlos Arruza y Manolo Dos Santos, ambos apoderados por don Andrés Gago, anunciaron que intentarían replicar la hazaña de Guerrita a poco de cumplirse 56 años de la hazaña de éste último. Para el efecto manifestaron que las corridas se realizarían en las ciudades de Morelia, México y Acapulco y que en los tres carteles actuarían mano a mano y que en principio cada uno de ellos mataría nueve toros en la jornada.

Conforme fueron avanzando las fechas, se anunció que la corrida de Morelia sería matinal, a las once de la mañana, lidiándose toros de la ganadería debutante de El Olivar, sangre pura de Zacatepec; que la de la Plaza México se daría a las cuatro de la tarde y los toros serían de la ganadería de Armillita Hermanos, también debutante y la de Acapulco a las nueve y media de la noche, con toros de Zacatepec.

En Morelia

La corrida en Morelia tuvo el siguiente desarrollo, según el corresponsal de La Lidia de México:
Con toros de Zacatepec se verificó el primer mano a mano del día, de los diestros Carlos Arruza y Manolo dos Santos. La entrada no fue la que se esperaba. El primer toro, muy bravo, se rompió una pata quedando inutilizado para la lidia. Los demás, cumplieron en términos generales.
Arruza fue de menos a más. Con su primero cumplió, con su segundo estuvo bien y con su tercero, extraordinario, toreándolo maravillosamente en los tres tercios. Al matar de certera estocada se le dieron las dos orejas y el rabo y dio vueltas al ruedo entre ovaciones y música.
Manolo dos Santos instrumentó naturales muy templados a su primero, lo pasaportó de una honda y se ganó una oreja, en su segundo se limitó a cumplir, pues no se acomodó con el estilo del cornúpeta. Con el que cerró plaza estuvo muy artista, habiendo petición de oreja. La autoridad no le entregó el galardón porque pinchó.
Al final Carlos Arruza salvó in – extremis el festejo, que, quizás por la hora en la que se celebró, no tuvo la entrada esperada.

En la Plaza México

La corrida llamémosle estelar de la terna, fue accidentada casi desde abrirse la puerta de cuadrillas. Paquiro, redactor de la crónica aparecida en el ejemplar de La Lidia de México aparecido el 6 de abril de 1951, relata lo siguiente:
…no vaya a creerse que la totalidad de la afición aspiraba a que sobre el ruedo no se viese nada que valiera la pena; no, particularmente un grupo escondido en los tendidos de sol se preocupó por hacer fracasar a los diestros alternantes, y los gritos y denuestos que emanaron de tales tipejos cumplieron con su cometido pues crearon una “psicosis” entre las mayorías y consiguieron que los alternantes, a ratos, desesperaran… No puede pasarse por alto la actuación de la porra de marras. Indudablemente que esos criminales con toda anticipación percibieron un sueldo por sus gritos, y al exclamarlos en la plaza, a la hora de la corrida, no hicieron sino cumplir con una obligación contraída con anterioridad. Quiere decir que hubo premeditación… Esta es la verdad: se pagó por ir a pitar, salieran las cosas bien o mal. Y mucho hicieron los diestros con que no estallara la bronca premeditada…
Sugiere el cronista de La Lidia de México que hubo la decisión de reventar el acontecimiento. Por su parte Carlos León, cronista del desaparecido diario Novedades, con su estilo mordaz, refiere lo siguiente:
Por otra parte, despacharse tres encierros en el curso de un día, le daba a la profesión taurina un sentido de oficio desempeñado a destajo, en vez de ser una actividad artística, cuyo único móvil debe ser el sentimiento y cuya única fuerza motriz ha de ser la inspiración. Lo de ayer, en cambio, no parecía ser movido por lo imprevisto. En todo se adivinaba el cálculo, la precisión de un horario sabiamente concebido de antemano, pues la exactitud de los aviones tenía tanta importancia para el desarrollo de la gira, donde aquella tribu de lidiadores y testigos trashumantes parecían ser una de esas excursiones de “todo pagado” de la Wagon Lits Cook, donde el viajero debe supeditarse al plan trazado, sin dejársele nada para su propia iniciativa. Y así salió la cosa: con prisas, con desgano, frente a un lote nada fácil de la ganadería de Chichimeco…
Ve el puntilloso y atildado don Carlos en la efeméride, mucha planeación y poca entrega, pero apunta una cuestión que es de capital importancia, el juego de los toros. Y dice de la corrida:
Un encierro duro, sin duda, pero con el cual se evidencia que hasta los mandones de la fiesta necesitan del toro de carretilla para realizar los trasteos memorables, aunque esto sea decepcionante reconocerlo… Tampoco como ganadero triunfaría “Armillita”, pero de todas maneras la tarde fue suya, pues los broncos pupilos pudieron más que los encargados de pasaportarlos. Y tal vez se acordaría de las veces en que él, lidiador todopoderoso, cuajó trasteos memorables a bueyes de carreta…
Por su parte Paquiro, en La Lidia de México afirmaría:
La ganadería Armilla Hermanos – ya queda dicho – debutó con un encierro encastado, con mucho poder, bravura y fuerza. Espectaculares para los montados y difíciles para los de a pie. Todos los toros tuvieron hermosa lámina – ¡seis cromos! – y fueron cómodos de defensas. La escrupulosidad de los ganaderos estaba demostrada… Ahora que nadie, ni los criadores, podía prever que los morlacos iban a resultar de “prueba”, ¡Pruebas para toreros buenos...!
En fin, que una corrida de lidia difícil, se uniría a la animadversión del público en la plaza.

En Acapulco

De nuevo recurro al corresponsal de La Lidia de México, quien manifestó lo siguiente:
A las nueve y cuarto de la noche se inició ayer el tercer mano a mano que sostuvieron los colosos Arruza y dos Santos. Se lidiaron toros del Olivar, en total ocho, cuatro para cada matador, que dieron un juego incierto.
Arruza se limitó a cumplir con el primero, el tercero y el quinto. Pero con el séptimo se soltó el pelo veroniqueándolo muy bien y ejecutándole una gran faena de muleta. Se le ovacionaron sus derechazos, naturales, lasernistas, arrucinas y demás desplantes de dominio. Metió el estoque hasta la empuñadura y se le entregaron las dos orejas y el rabo de su astado rival.
Manolo dos Santos empezó a tambor batiente desorejando a su primero, al que toreó de muleta con una claridad exquisita. Sus naturales ahí quedaron. Mató pronto y cortó una oreja. Al cuarto lo lidió con voluntad, pero con el sexto volvió a surgir la calidad del lusitano y los pases naturales enloquecieron al público. Cobra buena estocada y cortó otra oreja. Y al octavo le hubiese cortado el apéndice auricular si es que no hubiera pinchado. Volvió a torear estupendamente.
Y así fue como estos dos diestros superaron lo hecho por el legendario Rafael Guerra. ¡Cada uno lidió y pasaportó a diez toros en un solo día…! Para la historia.
Así culminaron su hazaña Carlos Arruza y Manolo Dos Santos. Con los toros regalados en Acapulco, terminaron mataron diez toros cada uno esa fecha. El encierro anunciado para Morelia terminó lidiándose en Acapulco y el de Zacatepec se lidió en Morelia. Sus desplazamientos los hicieron por vía aérea y no tengo constancia de que hayan usado el mismo vestido en los tres festejos, pero seguramente cambiaron de ropa de torear en cada uno.

En números, Carlos Arruza cerró la jornada con cuatro orejas y dos rabos y Manolo Dos Santos con tres orejas.

Un dato curioso es que el programa oficial de la Plaza México señalaba que el acontecimiento conmemoraba los 25 años de la hazaña de Guerrita… Seguramente al publicista del doctor Gaona le fallaron las cuentas.

A posteriori

Después de esas tres corridas, en México se verificaron algunos otros acontecimientos de esa especie, entre los que se recuerdan estos:

De matadores de toros: 1º de enero de 1972: Francisco Rivera Paquirri toreó 3 corridas de toros en Querétaro, Guadalajara y San Luis Potosí; 2 de octubre de 1977: Eloy Cavazos toreó 4 corridas de toros en San Luis de la Paz, Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende y Celaya; 21 de abril de 1984: Miguel Espinosa Armillita toreó 3 corridas de toros en San Juan del Río, San Luis Potosí y Zacatecas.

De novilleros: 31 de octubre de 1965: Efrén Adame, Antonio Canales y Felipe Zambrano (Rej.) torearon 3 novilladas en Nuevo Laredo, Reynosa y Saltillo; 21 de julio de 1974: Curro Plaza toreó 3 novilladas en Jesús María, Silao y León; 11 de diciembre de 1982: Valente Arellano toreó 3 novilladas en Apan, Pachuca y Tulpetlac; 20 de noviembre de 1997: Julián López El Juli toreó 3 novilladas en Toluca, Texcoco y Cuautla.

Queriendo concluir

Esta es algo de la historia de una fecha que por sí sola pasa a la Historia del Toreo. Como vemos, su resultado artístico no es uno de esos que llamen mucho la atención, pero el mero hecho de lograr torear tres corridas de toros en un día en plazas que en su momento eran todas de primera categoría, tiene un mérito que no admite discusión.

domingo, 22 de marzo de 2020

Aguascalientes 2020. Otro abril sin toros

Plaza de Toros San Marcos
En los últimos 73 años nuestro mes de abril se ha quedado sin toros en tres ocasiones, mismas en las que se han invocado motivos de salubridad general para dejar de ofrecer el espectáculo a los asistentes a las fiestas del santo patrono. 1947, 2009 y este 2020 son los calendarios en los que la tauromaquia ha dejado de estar presente en nuestras vidas durante la primavera.

1947: La fiebre aftosa

A finales de 1946 se decretó que era cuestión de interés general el combate y erradicación de la fiebre aftosa del ganado – principalmente vacuno –, que como epizootia se declaró cuando sin terminar el periodo de cuarentena de unas reses en la Isla de Sacrificios, Veracruz, se introdujeron a tierra firme unos ejemplares de ganado vacuno infectados. El mal se diseminó rápidamente y motivó la formación de una comisión binacional con los Estados Unidos para la erradicación de la enfermedad y el sacrificio, mediante el llamado rifle sanitario de alrededor de un millón de cabezas, de una cabaña que se estimaba en 14 millones. A este último propósito, sería interesante saber en qué medida afecto a la ganadería de lidia la aplicación de esa medida.

El 5 de febrero de 1947 se presentó en la plaza San Marcos Manolete. Alternó con Manuel Jiménez Chicuelín y Luis Procuna. El encierro que se anunció en los carteles para esa corrida fue de Pastejé, pero por venir de la zona del país que se consideraba afectada por la aftosa, no se pudo trasladar a nuestra ciudad, razón por la cual se le sustituyó con una de Peñuelas, ganadería situada en las afueras de Aguascalientes, que en una división que practicaron las autoridades, se encontraba en una zona de contención del mal.

Llegado el mes de abril se preparó la celebración de la verbena anual. Se organizaron las peleas de gallos, se instaló el casino y se prepararon las exposiciones y distintos eventos de tipo social que ocurrían durante las dos semanas que en ese entonces duraban las festividades, pero se anunció que debido a la fiebre aftosa, no se ofrecerían corridas de toros.

En el número 231 del semanario La Lidia de México, aparecido el 9 de mayo de 1947, don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, hacía entre otras, las siguientes reflexiones:
Tradicional, sin punto de comparación, ha sido en la ciudad de Aguascalientes la Feria de San Marcos o Fiestas de Primavera, con sus vendimias y apetitosos platillos regionales, sus incomparables paseos matutinos y vespertinos reuniones de sabor netamente provinciano; sus peleas de gallos, partidas y ruletas, centros de reunión ampliamente animados con el contingente de enorme cantidad de visitantes de todos los rincones de la República. Pero a todos estos atractivos, como acontece en los lugares en los que ha tenido asiento la fiesta, les eran indispensables las corridas de toros, para las que siempre se tuvo cuidado especial en la confección de los carteles, con ganaderías escogidas y lidiadores postineros... 
Pues bien, en este año de gracia de 1947, tomándose infantil pretexto la decantada fiebre aftosa, las autoridades, haciéndose cómplices en el decaimiento del espectáculo, tuvieron a bien no autorizar las corridas de toros durante la feria que acaba de celebrarse. En cambio, no tuvieron empacho en dejar libertad absoluta a las peleas de gallos, partida de ruleta, con beneplácito de viciosos y tahúres, no obstante la prohibición legal existente para tales manejos... 
No ignoran tampoco la afición aguascalentense ni los numerosos asistentes a la feria, las exigencias monetarias de elevadísimo monto puestas en juego para la concesión de la licencia, así como tampoco lo improcedente de tal determinación, contándose, como se cuenta, en las cercanías de la población del pequeñísimo Estado, con ganaderías bravas de una de las cuales, recientísimamente se trajeron toros para ser lidiados en la Plaza México, sin la más insignificante traba, sin tomar en cuenta los peligros de la fiebre aftosa. Sábese además, que en los propios corrales de la plaza descansaba plácidamente un encierro completo, no habiéndose permitido su lidia ni siquiera para seguir la tradición en la fecha central de tan renombradas fiestas primaverales...
Como lo expone don Luis, en el 47, hubo feria pero no hubo toros. Y más gravedad adquiere la afirmación cuando se desprende de ella que para ofrecer al menos un festejo, un encierro estaba confinado en los corrales de la plaza. Entonces, en esos días, simplemente no hubo voluntad de ofrecer a la afición el espectáculo, pero al final el resultado es el mismo, la feria se quedó sin toros.

2009: El año de la influenza

Para el ciclo sanmarqueño de 2009 se anunciaron once festejos. Nueve corridas de toros y dos novilladas. José Tomás era quizás el atractivo del programa aunque venía a una sola tarde y El Juli, Sebastián Castella y Antonio Barrera llevaban el peso por los toreros ultramarinos a dos fechas cada uno. Por los nacionales, Zotoluco, Ignacio Garibay, Rafael Ortega y Joselito Adame eran los que hacían doblete.

Los primeros tres festejos se dieron sin mayores incidencias. Así, el domingo 19 de abril, en la primera novillada, actuaron Fernando Labastida, Jorge Adame y Fernando Alzate con novillos de Malpaso; el viernes 24 de abril se dio la primera corrida de toros con Rafael Ortega, Antonio Barrera, Juan Antonio Adame y Fabián Barba con toros de Medina Ibarra y el sábado 25 de abril, día de San Marcos, actuaron Zotoluco, José Tomás y Arturo Macías, con un encierro de Teófilo Gómez

Para el domingo 26 de abril estaba programada la tercera corrida de la feria. Formaban el cartel el rejoneador Rodrigo Santos y los toreros de a pie Ignacio Garibay, Antonio Barrera y Víctor Mora, quienes enfrentarían un toro de El Vergel para rejones y seis de Carranco para la lidia ordinaria.

Todo estaba dispuesto para que el festejo se llevara a cabo, se celebró el sorteo; a la hora indicada los toreros llegaron a la plaza y a las seis de la tarde, del palco de la autoridad se ordenó el inicio del festejo, se abrieron las puertas y los charros que hacen de alguaciles hicieron el despeje y de pronto… regresaron al patio de cuadrillas, las puertas se cerraron y la concurrencia cayó en la perplejidad.

En el palco del Gobernador del Estado se verificaba al tiempo una airada conversación telefónica. Al otro extremo de la línea se encontraba el Secretario de Salud ordenando la inmediata suspensión de la feria y de todos los eventos y espectáculos que le eran consustanciales. Se imponían desde el Gobierno Federal medidas de distanciamiento social para evitar la propagación de lo que inicialmente se llamó influenza porcina y que después se conoció por su nombre técnico de influenza tipo AH1N1 entre la población.

Entonces, se anunció por el sonido local que la corrida, que estuvo a punto de iniciar quedaba suspendida y de paso se informó a los asistentes que todas las actividades feriales igualmente quedaban concluidas desde ese momento por disposición gubernativa.

Así pues, en 2009 quizás no nos quedamos absolutamente sin feria y absolutamente sin toros, pero fue un año en el que las cosas terminaron abruptamente “por motivos de salud”.

2020: El año del coronavirus

Para este calendario que corre apenas se iba a anunciar la feria. Primero se pospuso el anuncio del programa general de la misma y hace apenas un par de días el Gobernador del Estado tomó la decisión de posponer los festejos para el próximo verano, cuando se estima que la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud estará superada.

En esta oportunidad ni siquiera se habían anunciado los carteles que compondrían el serial sanmarqueño. De hecho, tampoco se habían iniciado en los medios locales aún las cábalas o especulaciones de quienes serían los toreros, sobre todo los extranjeros que participarían en esos festejos.

Habrá que esperar. Se espera que para finales de junio o principios de julio se pueda ofrecer a la afición y a los feriantes una verbena que sea al menos un sucedáneo de la de San Marcos. Nadie puede predecir, primero, cuál será el resultado de la situación sanitaria que vive el planeta y después, si fuera de las fechas primaverales, esa feria tendrá el mismo impacto en lo económico, en lo artístico y en lo taurino.

Lo que sí es cierto, es que en menos de un siglo, es la tercera vez que nos quedamos sin toros aquí en abril y eso sin duda, para nosotros, es un hecho histórico.

domingo, 15 de marzo de 2020

3 de marzo de 1974: El encuentro de Borrachón de San Mateo y Manolo Martínez

Manolo Martínez al natural
Las cornadas de los toreros

Ya en algunas entradas anteriores había comentado lo que es conocido como la sentencia de Frascuelo, la expresión aquella que indica que los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa. ¿Pero es esto nada más así? ¿Son las cornadas meramente azar?

Para conformar esta participación busqué corroboración de la idea que se propaga en el sentido de que las cornadas son resultado de errores de los toreros. Resulta complicado encontrar en blanco y negro el reconocimiento de tal afirmación. Sin embargo, esta se hace y por allí algo queda. Hace unos once años, el 26 de julio de 2009, con motivo de haber cumplido setenta años, se publicó en el Diario Vasco una entrevista a Santiago Martín El Viti y a este propósito dijo lo siguiente:
...todas las cornadas o las cogidas son por un error del torero. Es cierto que el toro avisa casi siempre pero incluso cuando no lo hace te coge por algo que tú no has hecho bien. Y de los errores se aprende. Como en todos los aspectos de la vida...
Por otro lado, don Javier Villán, en su obra Tauromaquias. Lenguaje, liturgias y toreros, bajo la voz Error, define entre otras cuestiones, lo siguiente:
Error. Las cornadas acaecen casi siempre por un error de los toreros. Es dogma universalmente aceptado que el toro avisa pero nunca se equivoca...
Seguramente habrá más opiniones y comentarios al respecto, pero los que cito creo que ilustran suficientemente la situación. Entonces, aunque queda un breve espacio para el azar o para la influencia de los elementos, sin duda las cornadas pueden atribuirse en gran medida debidas a errores de los toreros.

Plaza México, temporada 1973 – 74 

Este ciclo, organizado por DEMSA y segundo que encabezaba como gerente el ganadero Javier Garfias, constó de 16 corridas y una extraordinaria. El elenco de toreros lo conformaron, por orden de aparición Alfredo Leal, Eloy Cavazos, Antonio Lomelín, Curro Rivera, Mariano Ramos, Francisco Ruiz Miguel, Raúl Contreras Finito, Adrián Romero, Raúl Ponce de León, José Mari Manzanares, Jesús Solórzano, Pepe Cáceres, Manolo Espinosa Armillita, Mario Sevilla y Jaime Rangel. Actuaron también los rejoneadores Pedro Louceiro y Gastón Santos. Confirmaron su alternativa El Niño de la Capea y Curro Leal (1ª) y Jorge Blando (12ª) y se despidió de la profesión Luis Procuna (14ª).

Los grandes hechos de esa temporada fueron sin duda la faena de Mariano Ramos a Abarrotero de José Julián Llaguno que fue indultado en la 5ª del serial; la de Jesús Solórzano a Fedayín de Torrecilla en la 6ª; la del Niño de la Capea a Alegrías de Reyes Huerta en la 7ª, malograda con la espada; la de Luis Procuna, a Caporal con la que cortó el último rabo de su carrera y la de Jesús Solórzano a Billetero, ambos toros del Ing. Mariano Ramírez, estas dos en la 14ª.

Los efectos del número 13

El domingo 3 de marzo de 1974 se celebraba la 13ª corrida de la temporada. Alternaban Manolo Martínez, José Mari Manzanares y Mariano Ramos. El encierro anunciado era de San Mateo. La tarde y la temporada se presentaban cuesta arriba para el torero de Monterrey. Era su sexta presentación del ciclo y hasta el momento no había tenido una tarde en la que se pudiera decir que había justificado su posición de eje del mismo.

En el renglón de resultados, no había cortado un solo apéndice y sí al contrario, llevaba dos toros devueltos al corral, Campanero de Mimiahuápam en la segunda – esta tarde también el Niño de la Capea se dejó uno vivo – y Huapanguero de Reyes Huerta en la séptima. 

En esta última tarde ocurrió un hecho que vale para la anécdota, pues el juez de plaza, mi paisano don Jesús Dávila, le sonó a Manolo el primer aviso cuando intentaba meter al toro en la muleta. El torero, furioso, arrojó los trastos a la arena y se metió al burladero de matadores a esperar que le sonaran los otros dos avisos. Cuando sonó el tercero, salió, tomó su muleta y comenzó a torear por naturales, salieron los cabestros, uno de ellos arrolló al subalterno Chucho Morales, mientras, Manolo Martínez le metió la espada a Huapanguero que cayó muerto y después los cabestros también arrollaron al diestro. La gente pedía los trofeos para el torero. Gran bronca al juez, vueltas al ruedo al torero. Al final, multa al torero y hecho inusitado para la historia de la plaza.

Pero volviendo al tema, la decimotercera corrida de la temporada 73 – 74 era de fuerte compromiso para Manolo Martínez. Los toros de San Mateo, con edad, resultaron complicados. El cuarto de la tarde, llamado Borrachón, número 13, era el segundo del lote del llamado Milagro de Monterrey. Y era un toro con cierta historia. Gustavo Castro Santanero, caporal – mayoral – entonces de la ganadería relata lo siguiente:
Manolo Martínez, de novillero, le cortó el rabo a un novillo de nombre “Toledano”, número 50, al que me había dicho don Javier Garfias que le pusiera nombre. Cuando me preguntó por qué lo había bautizado así, le dije: “porque va a salir con mucho temple, igualito que las espadas de Toledo”. No recuerdo si era la segunda o la primera novillada que Manolo toreaba en Guadalajara. Estuvo sensacional; desde entonces apuntaba el cante. 
Ya de matador, a Manolo le salió el toro número 13 en la Plaza México, aquél famoso “Borrachón” que puso en peligro su vida por la cornada tan grave que le pegó en la corrida del 3 de marzo de 1974. A este toro, en el embarque, me le escapé gracias a que andaba muy bien “montao” en mi caballo “El Charrasqueao”; me hizo dos veces el viaje en un terreno muy corto, y en una corraleta me le salí. Eso fue nomás gracias a que andaba bien montado... (Gustavo Castro Cuna “El Santanero” Capítulo 7, Págs. 77 – 78)
El peso de la responsabilidad hizo a Manolo Martínez intentar hacerle fiestas al toro número 13. De las relaciones que pude leer, quizás pensó que podría someterlo como a Jarocho, de la misma ganadería, un par de años antes. Esto escribió Daniel Medina de la Serna sobre lo sucedido esa tarde:
Sin mencionar en ningún momento que se trataba de una corrida vieja, pasada de edad; lo que también puede corroborarse con las fotografías que publicaron los diarios, porque se ha venido creando la leyenda de que algunos de esos toros, especialmente el primero y “Borrachón”, tenían nueve años de edad y que hasta habían estado padreando en la ganadería. El causante del desaguisado era un toro resabiado, sí, de indudable peligro, al que Manolo Martínez, a pesar de haber sido avisado antes, trató de pasárselo por la faja hasta que sobrevino el percance; y es que las figuras, si lo son, tienen que pisar esos terrenos comprometidos cuando su jerarquía puede estar en entredicho, y la temporada, para el de la Sultana del Norte, se había venido dando en forma bastante adversa y necesitaba el triunfo… o la cornada…
La crónica de la agencia Excélsior, aparecida en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente del festejo, señala como mecánica del percance la siguiente:
El percance se registró en el tercio, cerca del burladero de matadores, cuando Manolo intentaba dar un pase natural a “Borrachón”, toro negro astifino, marcado con el número 13 y con 444 kilos. 
El burel, que había manifestado casta, se quedó y se venció; prendió a Manolo con el pitón izquierdo y derrotó. Todavía en el suelo el torero, el burel hizo por él y lo levantó impresionantemente por la casaquilla…
El parte facultativo presentado por el doctor Javier Campos Licastro, en esa fecha Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza México fue del siguiente tenor:
Estado de shock traumático intenso. Herida de cuerno de toro como de 8 centímetros de extensión situada el tercio medio de la cara interna del muslo izquierdo. Hemorragia profusa. Se apreciaron dos trayectorias, la primera hacia arriba y afuera casi hacia el trocánter mayor, como de 36 centímetros de longitud. La segunda hacia fuera y abajo como de 24 centímetros de longitud. Están lesionados ampliamente los músculos vasto interno, vasto externo y recto anterior, con sección de la arteria y la vena femoral profunda. Pronóstico grave. Tardará en sanar más de quince días.
Sección de la arteria y la vena femoral profunda... En otros tiempos esa leyenda era una sentencia de muerte para un torero. El avance de la cirugía y quizás también, el destino, permitieron que Manolo Martínez superara esa gravísima lesión – aunque el parte facultativo use solamente el término grave – y continuara su carrera en los ruedos.

El día después

Entrevistado por periodistas de la agencia Excélsior en su habitación de hospital, el torero de Monterrey expresó lo siguiente al día siguiente del percance:
La temporada presente ha estado llena de percances para Manolo, 2 toros que oficialmente se fueron vivos al coral, aunque uno murió en el ruedo por su espada. La competencia de nuevas figuras, las broncas, los pleitos y en veces el arte de una capa que silenciosa recorre el espacio entre él y la res que bufa y estalla de nervios...
- “¿Contribuyó esto a la cornada?”
- “No creo. Lo que pasa es que el público cada vez me exige más. Competencia no creo, yo no tengo competencia, nadie...”
- “¿Pérdidas económicas?”
- “Pues en las plazas pequeñas – dice José Chafic – un promedio de 60,000 pesos por corrida. Lo que no toree en la México equivale a 250,000 por cada domingo”.
Pero lo que me duele es no poder torear las corridas que ya tenía firmadas...
Y ya tiempo después, con espacio para la reflexión, Manolo Martínez le contó esto a Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios:
¿Puede ser el mismo un hombre después de una experiencia así?
- Dicen que influyó determinantemente la impresión nerviosa que tuve al saberme herido de tanta gravedad… La verdad es que desde el principio, desde que entró el cuerno de Borrachón en mi carne, yo sentí que me moría, que la vida se me iba por la herida. Nunca me había sucedido, pero también es cierto que nunca había sufrido una cornada tan grave.
- ¿Te hizo más temeroso la cornada de Borrachón?
- Al contrario. Después de haberme salvado de esa cornada todo lo que viniera era ganancia. Nunca aprecia uno tanto la vida como cuando acaba de ver el rostro de la muerte. (Las Cornadas, Pág. 251)
La realidad es que en el imaginario colectivo, la cornada de Borrachón se percibe como un parteaguas en la historia taurina de Manolo Martínez. Recurro nuevamente a la apreciación de mi amigo Gastón Ramírez Cuevas, quien señala que el Manolo Martínez anterior al percance era el de blanco y negro y el posterior era en technicolor. El eterno contraste del antes y el después.

Sea como fuere, errores de los toreros, mero azar o simplemente, como decía El Negro, retribución de los toros porque no pueden hacerlo de otro modo, la historia de los toreros también se puede escribir a partir de las cornadas que reciben.

Manolo Martínez reapareció en Morelia el 31 de marzo de ese 1974. Alternó con Eloy Cavazos y Curro Rivera en la lidia de toros de Javier Garfias. Cortó tres orejas y un rabo. Yo le vi reaparecer aquí la noche del 23 de abril de ese año, flanqueado por mi padre y don Toño Ramírez González. Para lidiar toros de Gustavo Álvarez se acarteló con Eloy Cavazos y Mariano Ramos. Vestía un terno negro y oro y en el tendido corría la especie de que era el mismo que vestía la tarde del 3 de marzo anterior...

Y fuera de tema. En estos tiempos difíciles, cuiden su salud y la de quienes los rodean.

domingo, 8 de marzo de 2020

José Tomás: ¡así no!

Simón Casas escribió hace siete años
José Tomás se deja ver con cuentagotas, no accede a ninguna entrevista, rechaza las actuaciones televisivas e impone sus elecciones: fechas de compromisos, ganaderías que lidiará, matadores que le acompañarán e incluso la ilustración de los carteles destinados a anunciar sus escasas corridas... Cada veinte años surge un torero llamado «de época», es decir, cuyo estilo expresa efectivamente la época a la que pertenece... A comienzos de la década de 2000, aparece José Tomás... Cuando torea, José Tomás suspende el tiempo, la vida y la muerte se funden en una unidad con la incertidumbre de la gracia. José Tomás nos transporta más allá de la angustia que la muerte impone... (La Tarde Perfecta de José Tomás, 2013, Págs. 25 – 27)
Ilustra el empresario francés – aunque le guste que le llamen productor – en esas breves palabras, el profundo significado que tiene el torero de Galapagar para la fiesta de hoy en día. No es un torero de cantidad, sino de calidad. Es un torero que cuida personalmente de los detalles, hasta del más mínimo y sin duda, ha marcado a la afición de su tiempo y seguramente a los que venimos de otro también. Y es que toreros de ese calibre no surgen, como dice Casas, cada dos décadas, yo más bien creo que surgen una sola vez en la vida.

Lo que sí tiene veinte años de distancia, es el hecho de que José Tomás comenzara a dosificar su presencia en los ruedos. Y viene de aquella rueda de prensa celebrada en marzo del año 2000 en el Hotel Victoria para establecer su postura respecto de la cuestión de los festejos televisados. Allí, entre otras cosas, por voz de Enrique Martín Arranz en aquella ocasión, dejó ver que la presencia de un torero debe dosificarse para potenciar su interés en la afición. Y lo llevó a cabo.

Después vino lo de Navegante, un tabaco que a cualquiera otro lo hubiera quitado de torero. La historia de la fiesta tiene en sus páginas muchos nombres que por percances similares han decidido poner punto final a carreras más o menos destacadas, pensando en mantener su integridad y considerando también que el día de decir adiós fue precisamente ese. En el caso de José Tomás no ha sido así, ha decidido continuar, con medida, pero seguir andando el camino.

En esa tesitura el pasado viernes se anunció que el presente año reaparecería en el anfiteatro de Nimes el día 31 de mayo, para actuar junto al rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza y que después lo haría en el mismo escenario el 20 de septiembre también con una rejoneadora, en este caso Lea Vicens. Ambos festejos serán matinales. Unas horas más tarde, se informó también que se tenía pactada también una presentación en la Feria del Corpus de Granada, pero sin precisar fecha o composición del cartel.

Los comentarios no tardaron en surgir. En primer término fueron encomiásticos por la esperada presencia en los ruedos del llamado Príncipe de Galapagar, pero enseguida en muchos corrillos se empezó a soltar la expresión: así no. Debo confesar que yo soy uno de los que la emitieron y entre las respuestas que recibí está aquella que dice que José Tomás no tiene nada que demostrar y que por ello, puede acartelarse con quien le convenga.

Efectivamente, José Tomás no tiene nada que demostrar. Ya recorrió el camino y es una figura del toreo. Conquistó el sitio delante de los toros y derramando más sangre que otros que ostentan la misma categoría. En ese orden de ideas, efectivamente puede hacer lo que quiera, pero en el fondo, el sitio de figura del toreo conlleva también una responsabilidad hacia la afición que es la que lo otorga y ante ella hay que salir a defenderlo. También se conquista entre pares y la defensa del sitio es ante ellos.

De allí mi expresión así no. De serme posible, de cualquier manera iría a verle torear, pero con cierto sabor de desencanto, no le vería defender su sitio, le vería únicamente crear arte – si las circunstancias son propicias – pero sin el acicate que representa la competencia en el ruedo.

Dice mi amigo Gastón Ramírez Cuevas: beggars can´t be choosers, que traducido al cristiano quiere decir algo así como que los pedigüeños no tenemos derecho a escoger. Siguiendo la lógica de mi abuela Eulalia, esos refranes son evangelios chiquitos, verdades verdaderas y entonces, no hay de otra, pero yo me mantengo en mis trece: ¡así no! Pero mi admiración y respeto por José Tomás seguirán siendo los mismos.

Como podrán ver, hoy he expresado en esta bitácora mi opinión, esa que casi siempre me guardo. Ya volveré la próxima semana con algún tema de los acostumbrados por aquí.

Aldeanos