martes, 1 de enero de 2013

¡Feliz año 2013!

(Imagen cortesía de bancodeimagenesgratis.com)
Vista la secuencia de los acontecimientos que se producen en la Fiesta que aquí nos congrega, pareciera que los motivos para augurar felicidad no son muchos. Sin embargo, la voz popular señala que la esperanza es lo último que muere, así que todavía creo que vale aferrarse a ese último hálito con la idea de que de algún lugar o de alguna persona saldrá el revulsivo que cambiará el curso que aquí las cosas llevan.

Pero todo eso no me impide el desear a todos Ustedes que el año que hoy inicia les resulte bueno, que les traiga salud y trabajo, pues como dice un buen amigo mío, lo demás nos lo podemos ir agenciando por el camino, haya buena fiesta o no.

Y tratándose de toros, pues que sean eso, toros y bravos; que si de toreros, pues eso y no señoritos o figurines de ocasión y que al menos en los trescientos sesenta y cinco días que están por transcurrir, tengamos la dicha de ver al menos, una tarde de toros como Dios manda. Una sola, que como están las cosas, creo que con eso, podemos darnos por bien pagados.

¡Feliz año nuevo!

domingo, 30 de diciembre de 2012

Cuando un amigo se va...

Arturo Díaz (1957 - 2012)
Hubiera querido reintegrarme aquí de otra manera, pero la fatalidad ha establecido que sea así como lo hago. Un amigo muy querido, Arturo Díaz, residente en San Diego, California y entregado a esta afición como pocas personas he conocido, se nos ha adelantado en el camino la noche del pasado día 24 de diciembre.

Yo le conocí hace unos quince años, quizás veinte, a través de los incipientes foros de discusión que se iniciaban en la internet y posteriormente, en el desarrollo de una Corrida de Calaveras, un mes de noviembre, en la Plaza Monumental Aguascalientes, iniciamos un camino amistoso que por ahora, se ha visto interrumpido.

Arturo ha sido un distinguido miembro de la Peña Taurina más antigua de los Estados Unidos, Los Aficionados de Los Ángeles - de la que me he ocupado por aquí - y además, presidió la Asociación Nacional de Clubes Taurinos de los Estados Unidos - NATC por sus siglas en inglés - del año 2003 al 2009, asociación que le otorgó dos galardones por su actividad, el O. P. Houston en el año 2004, por su meritoria actividad a favor del mundo de la tauromaquia y el Nancy A. Slayton, este mismo año, por servicio meritorio a la NATCArturo Díaz se distinguió siempre por reconocer de manera pública y con orgullo su afición a los toros, aún en una tierra y en un ambiente en el que la Fiesta no es considerada como un ejemplo de corrección política.

Por eso es que quiero recordar aquí a quien fuera una gran persona que siempre tuvo una palabra de aliento para aquellos que se encontraban en alguna tribulación, que el camino no tenía que ser andado en soledad, porque existía la posibilidad de hacerlo en la compañía del amigo, del hermano.

¡Qué descanse en paz!
Cuando un amigo se va,
se detienen los caminos
y se empieza a avinagrar
el duende dulce del vino.

(Alberto Cortez, fragmento de: Cuando un amigo se va...)

lunes, 24 de diciembre de 2012

Mis deseos para todos Ustedes...


A Christmas Homecoming
Norman Rockwell, 1948
Hoy reaparezco por aquí y no lo hago abordando el tema que corresponde a esta bitácora. Las causas que me han alejado de aquí y de quienes me honran con pasar por estas virtuales páginas están casi superadas.

En esta ocasión lo que quiero es expresarles mi deseo de que estas fiestas sean para todos Ustedes un momento de regocijo y como se los expresé el año pasado, espero:

  • Que estén reunidos con su familia. 
  • Que todos sus viajeros hayan llegado a casa con bien y que ya estén a su lado. 
  • Que los que quieren y estiman tengan salud y que Ustedes gocen de ella también. 
  • Que en estos tiempos complicados tengan ese bien tan escaso que es el trabajo. 
  • Que su mesa esté servida y que la providencia les haya permitido ayudar a servir la de otro menos afortunado. 
  • Que su afición a esta fiesta siga adelante y que les anime a seguir haciendo amigos y a conservar los que tienen...

Desde aquí les doy a todos Ustedes un virtual abrazo y espero que en el tiempo por venir, las cosas les resulten mejor, que como decía una persona muy querida para mí, el sol sale para todos.

Y continuando con ese ya acostumbrado apelar a mi alícuota sajona, ilustro esta entrada con otra de las obras del pintor estadounidense Norman Rockwell, titulada A Christmas Homecoming (Regresando a casa en Navidad), del año 1948, misma que creo que no requiere mayor explicación. Ojalá lo encuentren interesante.

¡Feliz Navidad!

domingo, 18 de noviembre de 2012

Parada forzosa...

Una circunstancia personal - personalísima en realidad - me hace tener que hacer un alto en el camino iniciado aquí hace ya cuatro años y unos días. No es que se me haya secado el seso, o que se me haya acabado la afición, la voluntad o las cosas para contar aquí. Es simplemente que se me ha recomendado parar un poco.

Espero estar de vuelta en unas cuantas semanas. Les agradezco su atención a lo que yo pueda o quiera expresar por aquí.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Una fotografía con historia (III)



Fotografía: Manuel Vaquero. © Archivo Ragel.
Cortesía: Carlos González Ximénez
Para su actuación del 22 de septiembre de 1935 en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, Juan Belmonte hizo saber que esa sería su postrera presentación vestido de luces ante el público de la capital española. Y se fue triunfalmente, cortando el rabo al toro Ocicón de don Francisco Sánchez de Coquilla, corrido en cuarto lugar esa memorable tarde. 

Apenas un año antes, al reaparecer ante la cátedra, había cortado, en la cuarta corrida de toros que se ofrecía en ese nuevo escenario, el primer rabo de su historia, a Desertor de doña Carmen de Federico. Eran los tiempos en los que se podía ser el primero en varias cosas en esa plaza. Así, Fortuna mató el primer toro en ese ruedo, Hortelano, de Juan Pedro Domecq, antes Veragua; Maravilla cortó allí la primera oreja; Armillita y Domingo Ortega dieron la primera gran tarde de toros y podemos seguir en una sucesión de primicias, pero no es aquí el caso.

La reproducción del hecho en La Voz

El día en el que probablemente su amigo Sebastián Miranda le hizo entrega del busto que carga en la imagen que da pie a que meta yo los míos, Juan Belmonte pronunció lo que sería su última lección magistral ante la afición de Madrid. Y lo hizo vestido de plata, así como cuando el día que reapareció, su vestido iba bordado en hilo blanco. Federico M. Alcázar, que por esos días tenía su tribuna en el diario La Voz, expresa estos pareceres acerca de la comparecencia de El Pasmo esa señalada tarde:

...Yo no sé si esta nueva estética llegará a su completa realización o quedará sólo en Belmonte, pues depende de que encuentre otro genio interpretativo – no creador – que lleve la lleve al término de su desarrollo dándole cabal y perfecta expresión... Yo no sé si Belmonte se va o se queda y si la de ayer es la última o penúltima corrida que va a torear. Si no es merece serlo, para que su recuerdo quede en la memoria de la afición... Como amigo, quiero que se marche y no se exponga a los riesgos que tiene la profesión, a pesar de que el riesgo – como ha dicho D'Annunzio y ayer me recordaba Sebastián Miranda –, es el eje de la vida sublime... ¿Qué faena fue la mejor? Las dos: pero de más mérito la del cuarto. Y el mérito de esta faena no radica en el número y calidad de los pases... sino en ver dónde estaba la faena y realizarla precisamente allí. En darle al toro lo que pedía... Y después de torear, matar. Y matar bien, esto es, con estilo de matador. Una tarde de apoteosis, con la oreja del primer toro, las orejas y el rabo del cuarto y un público enardecido que no cesa de aclamarlo delirante, loco de entusiasmo... 

La conclusión generalizada de quienes vieron al torero de Triana irse de los toros por propia decisión, era de cierta extrañeza. Se veía pleno de facultades y anunciando, como lo apunta la crónica de Alcázar, una nueva manera de hacer el toreo. Así también parece advertirlo Federico Morena, de El Heraldo de Madrid, que reflexiona lo siguiente: 

...El traje que lleva puesto – corinto y plata – es un símbolo. La montera también. Son – o lo parecen al menos – de aquella época, de la época de la alternativa. Representan cuanto de viril y grandioso tenía el toreo entonces. Representan también cuanto aportó al toreo Juan Belmonte, el verbo, el generador del nuevo arte... Los discípulos de Juan han aprendido, al cabo del tiempo, a parar y a templar. En esto alcanzan, sin duda, un alto grado de perfección. Pero no han dado con el secreto de ligar, pese a las lecciones que el maestro ha explicado en reiteradas salidas... 

Lo que Morena y Alcázar, ambos en su éxtasis por el triunfal adiós de Belmonte no alcanzan a vincular, es que unos cuantos años antes, otro torero sevillano – y trianero también – Manuel Jiménez Chicuelo, había encontrado la manera de reunir las piezas de ese rompecabezas suelto que implica el parar, templar y ligar al mismo tiempo. Lo había hecho ya en el viejo Toreo de México con los toros Lapicero y Dentista, ambos de San Mateo en 1925 y que en la Plaza de la Carretera de Aragón que estaba a punto de sucumbir a la picota, lo dejó patente con el toro Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero.
La entrega del busto vista por Martínez de León
en el diario madrileño El Sol

Quizás ese 22 de septiembre de 1935, cuando para lidiar esa corrida de Francisco Sánchez de Coquilla se acarteló con Marcial Lalanda y Alfredo Corrochano, Juan Belmonte decidió que era ya la hora del adiós, era porque sabía que el círculo se había cerrado y que, sus continuadores tendrían, a partir de ese momento la responsabilidad y el peso de llevar adelante la evolución del toreo.

Agradecimiento: Se lo expreso a Carlos González Ximénez, custodio y titular del Archivo Ragel, por haberme permitido utilizar la imagen que me permite expresar estas ideas y reciclar este texto publicado originalmente en su Tauropedia en mayo de este año.

Aclaración: Rebuscando sobre el tema, me encuentro en el ejemplar del semanario madrileño Crónica, aparecido el 29 de septiembre de 1935, una reseña firmada por Federico Piñero, en la que asegura haber visto esta corrida acompañado por el escultor Sebastián Miranda y que el que entregó el busto a Belmonte, fue un joven aficionado. La reseña de mérito, la pueden consultar aquí.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Los toros en el cine: The Brave Bulls (Toros Bravos) y II

La cinta

El anuncio de la cinta en los vestíbulos de las salas
Rossen intenta concentrar Brave Bulls en la lucha de Luis Bello, el matador de toros que es el personaje central de la novela de Tom Lea con sus demonios interiores. Esos demonios en realidad serán un triángulo. La lucha por encontrar su verdadera identidad; la lucha por superar su propio miedo y la lucha constante por encontrarle sentido a su sitio dentro de la fiesta de los toros.

Luis Bello es en la trama de la novela un huérfano de la Revolución Mexicana, uno de esos que a pesar de que todo lo dieron en la guerra, perdieron a sus seres queridos y continuaron sirviendo a quienes pretendieron derribar de la cúspide de la pirámide social. En un flashback de la cinta, se le ve trabajando para los Pedrazo, grandes terratenientes y criadores de caballos de raza, desde una muy corta edad. Es a través de ellos que tiene su primer contacto con los toros de lidia, en la finca de don Tiburcio Balbuena, Santín en la cinta, Las Astas en el libro y es allí, según la trama, cuando decide hacerse torero para sacar a su familia de la miseria en la que vivían y de la que las promesas generadas por una guerra fratricida nunca los sacó.

Rossen logra dibujar de una manera más o menos fiel ese conflicto del torero – Mel Ferrer – quien se convierte en la víctima de la incomprensión de su familia. Su madre no comprende por qué solamente va a la casa familiar a recuperarse de las cornadas o a los funerales de los familiares cercanos. Tampoco entiende por qué Pepe – el debutante Eugene Iglesias – su hijo menor, decidió seguir los pasos de Luis y jugarse la vida delante de los toros. Los demás miembros del clan ven al diestro como una especie de caja registradora, al que solo recurren cuando se requiere dinero y esa suma de incomprensiones le produce una crisis de identidad personal.

Esa crisis se va a acentuar cuando se involucre sentimentalmente con una educada viuda de las altas esferas sociales de la Ciudad de México, Linda de CalderónMiroslava Stern – quien en la trama de la película, le es presentada por su apoderado Raúl FuentesAnthony Quinn – en vísperas de su presentación en la Plaza México para sustituir a Antonio Velázquez, herido días antes en Puebla y es este quizás uno de los deslices del guionista John Bright, pues en el texto de la novela, Luis Bello conocía a Linda de Calderón con antelación y ya pretendía una relación con ella, pues en la película lo hace aparecer como un amor a primera vista y en realidad, era una relación que se venía generando del hecho de que el torero frecuentaba los círculos de su apoderado, que era un miembro de una de las familias más renombradas de la capital y no un taurino profesional.

Todas esas cuestiones harán mella en Luis Bello, que en toda la trama de la historia se encontrará en la búsqueda de su realidad personal, de su verdadera identidad, porque la confusión sobre ella, es la que le está llevando a otros conflictos, de igual o mayor gravedad que estos y que están en la posibilidad de dar al traste con su vitola de torero triunfador.

Mel Ferrer y Miroslava en Toros Bravos
Los miedos de Luis Bello son consecuencia de su crisis de identidad. El no tener la certeza de cuál es su sitio en el mundo. La tarde en la que sustituye a Velázquez, el miedo a ser herido no le permite estar bien, aun habiendo brindado a Linda el primero de su lote. El primer espada, Juan Salazar será muerto por el cuarto de la tarde, al que Bello, como segundo espada tiene que dar muerte. En la muerte de Salazar, un torero viejo, con nombre pero sin fortuna, ve Luis su futuro y encuentra también la justificación para las precauciones que exhibió esa tarde. Es cuando le dice a su hermano Pepe y a su cuadrilla – representada entre otros por los toreros Pepe Luis Vázquez – mexicano –, Vicente Cárdenas Maera, don Felipe Mota y Pancho Balderas – que así como los toros dan dinero, también reparten cornadas y muerte.

Esos temores se acentuarían cuando Raúl Fuentes y Linda de Calderón perezcan juntos en un accidente de automóvil – el Cadillac del torero – mientras éste torea en Guadalajara. Volverá a sentir la presencia cercana de la muerte con el ingrediente añadido de la traición – misma que ignoraba, pues Fuentes y Linda de Calderón se entendían desde antes a sus espaldas – lo que le hace perderse de vista, para reaparecer en un bar de barriada – en la novela es en un discreto burdel, pero el Código Hayes seguramente exigía ese ajuste – unos días antes de la corrida con la que cierra la historia.

Los miedos de Luis Bello lo comienzan a desubicar acerca de su posición en la fiesta. Pierde la conciencia de su responsabilidad hacia la afición, hacia su cuadrilla y hacia sí mismo. Su primera intención es la de dejar los toros, pero el examen de la situación financiera de Salazar tras de su funeral, le deja ver que no está en aptitud de hacerlo. Ha gastado dinero a manos llenas y no tiene otros medios para subsistir, pues como dice repetidamente a Linda, torear es lo que hace para vivir, no sabe hacer otra cosa y entonces, tiene que prepararse para el futuro.

El abogado de la familia de Fuentes, Félix Aldemas LeónFernando del Valle – cuando se acerca a los Bello para encargarse temporalmente de sus asuntos, le dice a Pepe lo siguiente:

Quiero decirte esto. Méteselo en la cabeza a Luis y piensa tú también en ello, ahora que empieza tu carrera. Es criminal desperdiciar el dinero que ganan en las plazas a costa de arriesgar su vida. A menos de que Luis cambie, terminará en la calle. Como Salazar y como un centenar de toreros más a los que puedo nombrar. Es tiempo de que Luis cambie. Y este triste momento es oportuno para decidir este cambio. Tengo el más profundo afecto por el recuerdo de Raúl Fuentes y comprendo las irresponsabilidades y la falta de criterio de los jóvenes con sangre ardiente. Pero no quiero ver que tu hermano siga cometiendo errores…

Aun cuando en principio Aldemas se refiere a la cuestión monetaria, advierte en el fondo que Luis Bello se encuentra en una situación en la que no sabe cuál es exactamente su sitio en el entorno en el que domina y esa falta de ubicación le puede impedir el cristalizar sus esfuerzos en conseguir el merecido reposo del guerrero.

La catarsis vendrá en una corrida que se celebra en honor de Santa Bárbara en un pueblo llamado Cuenca. Allí actuarán mano a mano los hermanos Bello ante toros de Santín – insisto en que en la novela la ganadería era Las Astas – ante un singular encierro, en el que se incluye un toro que, a pesar de sus defectos – le faltaba el rabo y tenía la jeta deforme por haber sido atacado por coyotes cuando becerro – era de la mejor genealogía de su vacada. En esa tarde Luis Bello despejaría todas sus dudas acerca de quién era, de qué papel jugaba en el planeta de los toros y de su capacidad de sobreponerse a su propio miedo y a su instinto de conservación para así poder crear arte delante de los toros.

Mel Ferrer y Anthony Quinn
El detonante de la recuperación será el ver a su hermano Pepe en un momento de apuro ante el primero de su lote. Allí se dará cuenta de que no es él la única víctima de los cuernos de los toros y que también pueden herir a los que están cerca de él. Se percatará de que tiene ante ellos una responsabilidad, como la tiene ante el público que asiste a las plazas y al hacerlo, el destino le deparará un toro bravo – el defectuoso, llamado Brujo – que le permitirá el reencuentro necesario para retomar una carrera que iba en ascenso hasta antes de la sucesión de defunciones que le confunden en cuanto a su ubicación personal y taurina.

La expresión con la que la película concluye, es la que Luis Bello dirige a su hermano Pepe expresándole que un hombre no puede vivir siempre presa de sus miedos, cuando van camino a la enfermería, entre la algarabía de un público enfebrecido por el triunfo de dos toreros que aprovecharon la bravura de los toros y que se sobrepusieron a sus propias debilidades.

La crítica

En su día The Brave Bulls fue objeto de una exhibición efímera. Los líos de Robert Rossen con el HUAC motivaron su pronto retiro de las carteleras y por ello, me atrevería a decir que es una cinta de un raro culto, casi radicado entre los aficionados a los toros, más que entre los cinéfilos, dada la escasez de material sobre el tema.

Bosley Crowther, en la edición del 19 de abril de 1951 del New York Times, encuentra la traducción de Rossen a la obra de Tom Lea: brillante y que captura la crudeza salvaje y poderosa de la fascinación y repulsión que provoca la fiesta de los toros en la vida de las personas… Aclara que esa afirmación es para él importante, porque lamentablemente en los términos del Código de Producción –   el ya citado Código Hayes –, la muerte del toro y el proceso para llevarlo a ella, no puede ser mostrada y eso es observado a cabalidad.

Por su parte, la crítica sin firma aparecida en la revista Time del 23 de abril del propio año se pronuncia en sentido contrario al proclamar que: 

Rossen indispone el delicado equilibrio que existe entre la dureza y la nobleza que hay en la fiesta de los toros… (y) falla en hacer justicia al toreo como arte, como código de honor y como símbolo de valor… la falla se vuelve evidente en el clímax de la película cuando el protagonista se sacude su miedo y calmadamente enfrenta la muerte… Ferrer nunca se introduce en su personaje… Miroslava, una edición rubia de Rita Hayworth, irrumpe en la atmósfera mexicana como una femme fatale de “stock” hollywoodense. Los aficionados a los toros pueden solazarse con algunas escenas taurinas escogidas por el director Rossen, aunque siempre sujetas al “Código de Producción…

En el Variety del 1º de enero de 1951, se decía:

…las secuencias taurinas tienen una calidad que provocarán fascinación y repulsión. El guión se refiere a un matador que de ser un campesino, llega a la posición de ser un verdadero ídolo popular y que en la cúspide de su fama, se encuentra en un estado de confusión al creer que la posición de la que goza la debe exclusivamente a su apoderado y mentor…

La realidad de las cosas es que el entendimiento del sentido de la película – al menos desde mi punto de vista – no se puede dar si no se entiende la cuestión taurina y eso es lo que comenzó desde la elaboración del guión por John Bright. Al adaptar la novela de Tom Lea para el cine, omite un par de referencias personales que a mi juicio son fundamentales para entender los demonios contra los que Luis Bello lucha. El primero de ellos es de carácter temporal respecto de su relación con Linda de Calderón. Sí se planteara su relación con ella desde el inicio de la película, quedaría claro por qué le produce tanto dolor el engaño del que lo hace objeto su apoderado Raúl Fuentes con ella, el que descubre cuando mueren juntos en el accidente de automóvil que tiene lugar mientras Luis torea en Guadalajara.

Mel Ferrer
El segundo y que explicaría muchas cosas relativas a la personalidad taciturna y retraída del diestro, es el dejar sentado que era viudo. Que su esposa había muerto diez años antes mientras él hacía campaña en Lima y que se llamaba Bárbara y que era por eso que la fiesta de Cuenca tenía cierto significado para él y que esa ausencia de la mujer amada le impedía relacionarse, al menos de manera sentimental y con visos de permanencia, con otras mujeres, algo que pensó que pudo tener con Linda de Calderón y que vio disiparse en un abrir y cerrar de ojos.

La ausencia de esos dos detalles en el guión hace parecer a los dos personajes, Luis Bello y Linda de Calderón, huecos, incompletos y malos intérpretes a quienes los llevan a la pantalla. Debo diferir también con el crítico de la revista Time – a toro pasado – en su apreciación de la femme fatale de stock, pues no todas las mujeres mexicanas son morenas de larga cabellera como supongo querría ver el crítico a una belleza del Sur del Río Bravo que no desentonara. 

Se alaba y se critica el uso de los stock shots y la realidad es que aunque Floyd Crosby y James Hong fueron los encargados de las cámaras durante la filmación, y que el primero fue procurado por Rossen por su experiencia en la filmación de documentales, el uso de las escenas taurinas filmadas previamente es desastroso, pues en una misma faena se usan materiales de dos o tres distintas, sin cuidado de siquiera compaginar el color de los vestidos de los diestros, por lo que puede abrir de capa un diestro con vestido oscuro y torear con la muleta otro con vestido claro, lo que insisto, refleja una defectuosa asesoría técnica en la materia, no obstante que se diga en los créditos que el matador mexicano Pepe Luis Vázquez y el doctor Alfonso Gaona la prestaron durante la filmación, cuando en realidad, cuando debieron hacerlo fue durante la post producción.

Reportaje sobre Toros Bravos
En cuanto a las locaciones, las de los tentaderos se efectuaron en la plaza de tientas de lo que en su día fue la ganadería del Orfebre Tapatío Pepe Ortiz, en la Hacienda de Calderón y la corrida de Cuenca, en la Plaza de Toros Oriente, de San Miguel de Allende, Guanajuato. Igualmente, se hicieron tomas en diversas dependencias de la Plaza México.  

En cuanto a la novela original, ya apuntaba que los toros lidiados en la corrida de la catarsis eran de Las Astas, ganadería que se inspira, según detalles que se captan de su lectura, en la ganadería de La Punta, cuando el personaje Tiburcio Balbuena, propietario de Las Astas, refiere a Eladio Gómez, empresario de Cuenca, señalándole una habitación, que en ella durmieron todos los toreros importantes de la historia, desde Bombita hasta Manolete, sin faltar uno solo y eso en la vida real es así, en La Punta hay una habitación con esas características, que lleva en la puerta el nombre del Monstruo de Córdoba.

En suma, The Brave Bulls es una película que merece la pena ser vista, porque escapa a la temática común de las cintas comerciales de toros y toreros, abordando desde un ángulo distinto lo que vive en su interior uno solo de los personajes de la fiesta.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Los toros en el cine: The Brave Bulls (Toros Bravos), I

Aclaro: Esto ya lo había publicado yo en otro lugar y tiempo, pero creo que vale ponerlo aquí una vez más. Espero que Ustedes también lo consideren así.


Cartel anunciador de Toros Bravos
Tomás Pérez Turrent (apodado El Choni en su época de novillero), escribió en su día que el cine argumental taurino contiene mucho melodrama y poco arte. Desconozco si expresó alguna opinión sobre la cinta que da título a esta participación, pero creo que de haberla criticado, quizás le hubiera motivado a rectificar en algo su afirmación, que parece injustamente lapidaria.

El autor de la historia

The Brave Bulls es la representación cinematográfica de la novela escrita por Tom Lea (El Paso, Texas, 1907 – 2001), un personaje de la historia artística estadounidense que reúne entre sus habilidades, la de ser un extraordinario escritor y un extraordinario pintor. Además, fue corresponsal de guerra de la revista Life, cubriendo acontecimientos como la campaña de Peleliu en el Pacífico en el año de 1944. Como pintor y muralista, se inspiró en Europa en la obra de Eugene Delacroix en París y Piero Della Francesca y Luca Signorelli en Italia.

Su capacidad artística como pintor le obtuvo la posibilidad de ganar los concursos para pintar diversos murales en distintos edificios públicos a través de los Estados Unidos, como el Edificio de Correos Benjamín Franklin en Washington, D.C.; el Edificio Federal en El Paso, Texas y la Estación de Ferrocarriles Burlington en Lacrosse, Wisconsin entre otros. Pero al tiempo que pintaba, no descuidó la arista literaria de su personalidad y escribió dos novelas, The Hands of Cantú (Las Manos de Cantú) y la que nos ocupa en este momento, así como de otros 15 libros sobre otros temas diversos.

Sobre The Brave Bulls, cuya primera edición vio la luz en 1949, Tom Lea comenta lo siguiente:

…mi padre me había llevado a las corridas y había leído Muerte en la Tarde, así que empecé a seguir los toros, conocí a varios de esos jóvenes que aspiran a ser toreros, lo que me encantó y me hizo pensar que no existía manera de que yo pudiera realizar una obra ilustrada en la que pudiera plasmar mis sentimientos acerca de la fiesta de los toros, así que decidí escribir una novela. Empecé a escribir Toros Bravos en marzo del 47. El primer capítulo lo reescribí catorce veces y para el otoño de ese año ya tenía cuatro capítulos, los que envié a Boston y la respuesta que recibí, fue en el sentido de que me darían un anticipo por los derechos de la novela… También les hice saber que concebí los capítulos de la novela como un muralista, que conocía el principio y el final de cada uno, más no el intermedio… y que por eso quería ilustrar el inicio de cada uno de ellos. Eso les sorprendió, pues las novelas dejaron de tener ilustraciones casi desde la época Victoriana, más cuando vieron el proyecto de esos primeros capítulos, consideraron que podían convertir la novela en un ‘best seller’…

La crítica de la obra en su día fue favorable, pues se consideró que no hacía consideraciones filosóficas sobre la fiesta, sino que la presentaba en su cruda realidad. Y seguramente que fue exitosa, pues entre su primera edición americana y el año de 1960 se tradujo al noruego, alemán, francés, italiano, holandés y español (México y España) y además se hicieron ediciones en inglés para Inglaterra y Australia.

Viñeta de Tom Lea que ilustra la novela
The Brave Bulls
Esa fue la materia prima que el guionista John Bright, nominado para el Óscar en 1931 por su labor en El Enemigo Público número Uno utilizó para perfilar la historia que Robert Rossen, un proscrito, dirigiría y produciría casi al tiempo en el que la novela salió a las librerías. 

Robert Rossen

El director y productor de la cinta sería el entonces ya polémico Robert Rossen (Nueva York, 1908 – Hollywood, 1966), quien inició su andadura en el cine una docena de años antes de la producción de Toros Bravos, como co – guionista de La Mujer Marcada, película que tuvo como estelares a Humphrey Bogart y Bette Davis

La novela de Tom Lea salió a la luz en abril de 1949 y el New York Times, en su edición del 24 de mayo de ese mismo año, anunciaba que Rossen había adquirido los derechos cinematográficos sobre la novela, misma que filmaría como una producción independiente para Columbia Pictures, tan pronto como concluyera con el rodaje de All the Kings Men, cinta que obtuvo tres premios Óscar el año de 1949: al mejor actor (Broderick Crawford); a la mejor actriz secundaria (Mercedes McCambridge) y a la mejor película. 

Señalaba que Rossen era, al momento del inicio del rodaje de Toros Bravos, un personaje polémico. Después del 7 de diciembre de 1941, se distinguió por su oposición a la concentración de los recursos bélicos de los Estados Unidos en la guerra del Pacífico en Asia, abogó por la ampliación de un segundo frente en el teatro de operaciones europeo para contener las avanzadas de los nazis y fue cuando se comenzó a señalar su simpatía o afiliación al Partido Comunista de los Estados Unidos.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, participa en un movimiento de huelga en contra de la Warner y forma con Hal Wallis una productora independiente que solamente culmina una cinta, dado que la capacidad de Rossen motiva que se le contrate free – lance por otras compañías, lo que termina de esa manera su asociación con Wallis. Es también en ese tiempo cuando Jack Warner presenta al Comité Congresional de Actividades Antiamericanas (HUAC por sus siglas en inglés) una lista de escritores izquierdistas, entre los que incluye a Rossen y en contra de los cuales se inicia una cacería de brujas.

La novela
Aunque Rossen no será citado a declarar ante el HUAC de inmediato, por lo pronto pierde la oportunidad de dirigir El Tesoro de la Sierra Madre, proyecto en el que había iniciado trabajos y comienza a encontrar diversos escollos para encontrar sitio profesional, tanto, que para tomar la dirección de All the Kings Men, tuvo que manifestar por escrito a Harry Cohn, de Columbia Pictures, que había dejado de pertenecer al Partido Comunista. A Cohn le resultó suficiente esa declaración escrita por un tiempo, porque en 1951, apenas un mes después del estreno de Toros Bravos, declaraba que negociaba la terminación de sus asuntos con Rossen porque éste había sido llamado a declarar con relación a sus ligas con el Partido Comunista.

En 1951 Rossen se negó a proporcionar información, bajo el argumento de que podía incriminarlo a él también. Sin embargo, otros declarantes ante el mismo HUAC lo señalaron como miembro de la izquierda y por ello entró en la lista negra, lo que le apartó de los foros por dos años, pues en 1953 vuelve, de manera voluntaria ante el HUAC y allí reconoce, haber sido miembro del Partido Comunista de 1937 a 1947 y haberle hecho aportaciones económicas por un monto aproximado de 40 mil dólares. Además, en su testimonio señaló alrededor de 60 personas que según su conocimiento, también eran simpatizantes o miembros del Partido Comunista, casi todos ya nombrados en testimonios anteriores. Eso le sacó de la lista negra y le daba la oportunidad de volver a dirigir, ya que:

Le mataba el no trabajar. Estaba roto entre su deseo de trabajar y su deseo de mantenerse en silencio y no sabía que hacer. Yo creo que lo que quería saber era lo que yo pensaría de él si hablara. Nunca me lo dijo de esa manera. Aunque luego me explicó la política sobre el tema en los estudios y me hizo ver que de permanecer callado, no tendría oportunidad de volver a trabajar. Estaba bajo mucha presión, enfermo, su diabetes estaba sin control y bebía demasiado. Para ese tiempo yo ya había entendido que se había rehusado a hablar antes y que ya había cumplido su castigo, desde mi punto de vista. ¿Qué le puede decir un hijo a su padre en ese punto? La respuesta sería: ‘Estoy contigo hasta el final…’

Esa era la visión que Stephen Rossen presentó a Lorraine Lo Bianco acerca del efecto que produjo en su padre el tener que abjurar de sus creencias para poder mantenerse en activo. No obstante, su posición en Estados Unidos no le era ya muy cómoda y por ello emigró a Europa donde estuvo 6 años y aunque volvió a dirigir en su patria, nunca recuperó el placer que le producía el hacerlo en sus inicios.

Este es el hombre que, según la crítica de su tiempo, logró con Toros Bravos:

…capturar con pasión por la autenticidad y un uso creativo de cámaras y grabadoras de sonido que se combinan para la creación de un arte fluido, la recreación del ambiente que se respira en las calles y en las plazas de toros de la Ciudad de México, hasta las fiestas y las plazas de toros de los pueblos de la provincia mexicana, hasta donde ha llevado sus cámaras, artesanos y reparto y ha capturado la esencia de una cultura que eleva el arte de matar toros…

Concluye mañana...

domingo, 28 de octubre de 2012

En el centenario de José Alameda (X)


Alameda antes de Alameda (IX)

José Alameda con el Arq. Juan Sordo Madaleno
ganadero de Xajay
En esta oportunidad seleccioné la crónica de la novillada celebrada en El Toreo el domingo 20 de agosto de 1944 en la que para lidiar novillos de Ajuluapan (5) y Sayavedra (6º), alternaron Félix Briones, Leopoldo Gamboa y el debutante Raúl Iglesias, porque veo que en ella el joven Alameda destaca los valores del conocimiento y dominio del oficio en el torero, sobre el hecho de hilvanar una faena a partir de una sucesión de lances o de pases más o menos ligados. Bajo el título de Buen debut de Raúl Iglesias, y todavía firmando como Carlos Fernández – Valdemoro, podremos encontrar en esta remembranza, una buena loa al toreo que se hace a partir de conocer las condiciones de los toros y los terrenos que los toreros deben ocupar. La crónica apareció publicada en el número 92 de La Lidia, el viernes 25 de agosto de 1944:
El domingo pasado, hizo su presentación en “El Toreo” un novillero al que yo quisiera ver torear de nuevo. Es Raúl Iglesias, muchacho que tuvo un debut afortunado y desafortunado a la vez. Afortunado, porque alcanzó un buen éxito. Desafortunado, porque ese éxito no es nada para el que hubiera podido alcanzar, de haber lidiado novillos propios para el triunfo… Cuando se dio suelta al tercero, Raúl Iglesias fue a buscarlo a terreno comprometido, cerca de tablas y delante de los chiqueros, donde los toros “pesan” siempre mucho. Al verlo, pensé que acaso el muchacho – principiante, al fin y al cabo – desconocía la importancia de lo que estaba haciendo. Pero pronto me convencí de lo contrario. Raúl sabía muy bien el terreno que pisaba, sólo qué, confiando en su arte, contaba con salir airoso. Y así fue. Dio varias verónicas con un arte, una soltura y una serenidad verdaderamente poco comunes. Pero hizo muy mal en darlas allí, porque hay que rehuir las dificultades innecesarias. Los buenos lances de Raúl hubieran resultado mejores en cualquier terreno donde el enemigo no lo asediase como en tal sitio lo asedió. Cuando el diestro – que realmente lo es – se disponía a rematar al novillo, de un derrote le arrebató el engaño. Pero Raúl no se descompuso y salió sin apuros del trance, mientras el público le ovacionaba… Muleteó extraordinariamente bien a ese novillo, dándole primero una serie de ayudados por bajo, templadísimos. Comenzó en el tercio y fue ganando terreno hacia los medios, siempre animado por los aplausos. Irguióse luego para dar cuatro muletazos, altos y de pecho, los que ejecutó manteniendo las piernas firmes, ligeramente abiertas para encontrar buen sustento en la arena, y llevando al novillo toreado con naturalidad, sin efectismos, en forma clásica y seria. Luego, viendo ya más agotado al novillo, lo toreó por delante, cerca de tablas, muy seguro, muy sereno y muy hábil, sin que al aludir a su habilidad quiera yo insinuar que usase de ilícitos recursos. Muy por lo contrario, demostró que pueden conocerse los secretos del toreo, sin que ello traiga como consecuencias la adquisición de viciosas mañas, pues también el toreo eficaz tiene reglas de buen arte, que los toreros con “escuela” como Raúl Iglesias, conocen y aplican. Hubiera sido bueno que lo viesen los principiantes envejecidos, que antes de conocer la ley, conocen ya la trampa… Entró Raúl a matar estando el toro con la penca del rabo en las tablas y formando con ellas un ángulo agudo, es decir con la posición requerida para lo que “Paquiro” llamaba el “volapié mejor”, distinguido del que se practica en otros terrenos, por sus mayores dificultades. Y aunque Raúl no se reuniera a la perfección, ni diese a la muerte cualidades notables, me interesa señalar la forma y el lugar en que la hizo, porque eso contribuye a acentuar su carácter de torero propenso a lo clásico y notoriamente difícil. Dejó en esa forma, media estocada que, por resultar algo contraria, no dio fin al novillo. Y esto produjo la mala consecuencia de que el astado, dolido al acero, empezaba a encogerse. Lo hizo visiblemente cuando Iglesias entró por segunda vez. Pero el espada se dio cuenta enseguida, no obstante lo cual, le costó trabajo matarlo, porque el novillo casi retrocedió al sentirse herido. Raúl lo toreó entonces de nuevo, por bajo y por delante, con severa maestría, nada aparatosa, ni efectista, pero rara y, por ello, muy estimable en un principiante. Después, le metió el brazo con gran habilidad, haciéndolo todo él, y dejó una corta desprendida, que refrendó un descabello a la primera… Se le ovacionó con fuerza y él se “recetó” la vuelta al ruedo. Pero el público no se lo tomó a mal. Al contrario, redobló la ovación… En sexto lugar salió un novillo castaño bragado, de Ajuluapan, que parecía embestir con cierta alegría, pero que era terciado en exceso. Y como, a causa de ello fuera protestado por el público, le sustituyó un manso de Sayavedra, que se quedaba en el centro de la suerte y tiraba peligrosos derrotes altos. Fue un novillo dificilísimo, que hubiese puesto en amargos trances más de un matador de toros. Raúl lo toreó sin perder la serenidad y lo mató con decoro, comportándose en todo momento como un torero auténtico… Sería muy interesante verlo ante novillos de buenas condiciones, para saber lo que da de sí y hasta donde llegan las cualidades de lidiador enterado y con buen estilo que demostró poseer sin duda de ningún género… El primer espada, Félix Briones, recibió al novillo que abrió plaza con un lance a pies juntos, suave y ceñido. El público acompasó el movimiento del torero con un “olé” estentóreo. Pero, enseguida, el astado se quedó. Y aunque Briones, muy valiente, lo obligó a pasar y le dio otra buena verónica y un ceñido recorte, no alcanzó la cosa el elevado tono que hacía presumir el primer lance. Tomó el novillo la primera vara y Félix, aún más valiente que en la ocasión anterior, hizo un quite por chicuelinas apretadísimas, que le valió una ovación. Y como el astado rehusase después la pelea con los montados, la autoridad dio orden de que se le retirase al corral. Al sustituto le veroniqueó Briones también con mucho valor y, luego, al hacer el primer quite por orticinas, – que han vuelto a estar en boga desde que Luis Procuna las resucitó en la corrida de la Oreja de Oro – resultó cogido y aparatosamente volteado. Se levantó y quiso repetir los lances, demostrando con ello más carácter que malicia, pues el novillo no era ciertamente propio para tales adornos… En la segunda vara, derribó el de Ajuluapan, y como el picador cayese al descubierto, Manuel Gómez Blanco “Yucateco” metió el capote y se llevó al toro. Y aunque parezca mentira, cierta parte del público se lo premió con una rechifla. El “Yucateco”, sorprendido y disgustado – no era para menos – explicó por señas que no podía dejarse al picador a merced del toro. Y es que no cabe ni en cabeza de baturro que se abronque a un torero por hacerle un quite oportuno a un compañero en peligro. Sin embargo, hay gentes que creen que el quite no consiste en librar a caballo y caballero del riesgo inminente, sin en dar lances de adorno, vengan o no al caso. Que el dios Tauro los perdone… A la muerte llegó el novillo con acusada querencia hacia las tablas, y aún más allá de ellas. Y saltó al callejón, cuando Félix brindaba ya su muerte. Estaba el novillo decidido a evitarla y apenas lo sacaban de entre barreras, volvía a internarse. Abrieron por fin los monosabios la puerta del callejón que está ante la puerta de cuadrillas y allí se quedó aquerenciado el toro. Félix Briones hizo cuanto pudo para sacarlo, y aprovechó una arrancada para sacarlo hacia las afueras, logrando dejar una estocada un tanto pasada. Saltó el novillo, ya herido, al callejón y allí murió, mientras el público premiaba la voluntad y la decisión de Félix con nutridos aplausos… Al cuarto lo veroniqueó también Briones con sobra de valor, aguantando con singular entereza de ánimo sus violentas arrancadas y toreó después, en el primer quite, por gaoneras, con ajuste y temple, siendo ovacionado en las dos ocasiones… Con la muleta dio algunos pases de costado y por alto, y otros al natural, siempre cerca y empeñoso, aunque sin que hubiera ligazón en la faena por el agotamiento del enemigo. Cuando trasteaba por bajo, muy cerca de las astas, fue prendido y aparatosamente volteado. Pero se levantó indemne y acabó con el novillo de un pinchazo en hueso y una entera perpendicular… A Leopoldo Gamboa le correspondió en primer lugar un novillo berrendo en cárdeno, que estaba ligeramente resentido de la pata derecha. Gamboa, que no se acomodó al veroniquear, logró en el primer quite dos gaoneras muy ceñidas, que tuvieron como continuación unos lances por la cara, destinados a poner al toro en suerte… También este novillo manifestó acusada querencia hacia las tablas, por lo cual resultó sorprendente la decisión del “Chato” Guzmán de banderillearlo al sesgo por dentro, en forma que hacía inevitable que el novillo lo achuchara al seguir su querencia. El “Güero” Merino, a continuación, le enseñó la forma justa de banderillear a ese toro, que era exactamente la contraria, es decir, al sesgo por fuera. Y si el novillo achuchó también al “Güero”, al perseguirlo, fue porque el banderillero le llegó mucho, comprometiéndose con ello, pero no por haber cometido un error… Gamboa, acertadamente, dio tablas al enemigo y lo muleteó por bajo. Es decir, le hizo la faena adecuada, en la que, de haber puesto un poco más de decisión, hubiese alcanzado el éxito que su buena orientación merecía. Entró a matar al hilo de las tablas, dejando una estocada trasera, y, cuando intentaba el descabello, el toro se echó… El quinto que tenía sentido, le dio a Gamboa un achuchón verdaderamente asustante cuando el muchacho intentaba el primer pase. Esto desconcertó al torero que, al volver a citar, vio venir al novillo sobre sí y le soltó la muleta en la cara. En vista de lo cual, decidió entrar a matar inmediatamente, cosa que desagradó al público, aunque Gamboa no pudo estar más afortunado en su empeño, pues agarró una corta en todo lo alto, que terminó con sus tribulaciones… No hubo “séptimo toro”. Gracias Joaquín Guerra.     
Los espadas del cartel

Félix Briones (Foto: Manolo Saucedo
cortesía burladerodos.com)
Félix Briones, nativo de Monterrey tomó la alternativa en la plaza Coliseo de su ciudad natal el 24 de noviembre de 1946, siendo su padrino Lorenzo Garza, en corrida de mano a mano con el toro Reinero de la ganadería del propio Lorenzo Garza. Confirmó en la Plaza México el 29 de diciembre de 1946, llevando como padrino de nuevo a Lorenzo Garza y de testigo a Jaime Marco El Choni, siéndole cedido el toro Huerfanito de Zotoluca. Falleció el 11 de julio de 2011.

Raúl Iglesias, de San Luis Potosí, es el único torero mexicano que ha recibido la alternativa en la plaza de toros de Vista Alegre, la Chata de Carabanchel, Madrid, el 11 de julio de 1954. Le apadrinó Jaime Malaver, y fungió como testigo Enrique Vera, en la cesión del toro Ruiseñor de José Carvajal González. Falleció el 6 de abril de 2011.

A Leopoldo Gamboa ya se los había presentado en algún capítulo anterior de esta serie.

Necesaria Aclaracion: Los resaltados en el texto de la crónica transcrita, son imputables exclusivamente a este amanuense.

domingo, 21 de octubre de 2012

20/X/1907: Litri corta la primera oreja en El Toreo de La Condesa

Miguel Báez Litri
Litografía de La Lidia

La plaza de toros que pasaría a la historia como El Toreo de La Condesa y que en sus inicios se anunció como Plaza de Toros de El Toreo S.A. se inauguró el 22 de septiembre de 1907 – asunto del que ya me había ocupado por aquí  –, iniciando así lo que sería la temporada 1907 – 1908 de la capital mexicana. No obstante que en ese momento había tres cosos taurinos en el lugar, solamente funcionaría el nuevo escenario, pues la de Chapultepec sería demolida ese mismo año y la Plaza México de la Calzada de La Piedad, que todavía a principios de ese mismo año fue el escenario de la temporada de toros, según Lauro Rosell, fue arrendada por los empresarios del escenario recién puesto en funcionamiento para evitar una no deseada competencia.

La temporada constó de veintidós corridas de toros y una novillada y se verificó entre la fecha de inauguración de la plaza y el 23 de febrero de 1908, ofreciéndose a la afición un número similar de festejos al que se había dado el ciclo anterior en la cerrada Plaza México, aumentado en éste, en una corrida de toros.

Entre los diestros más destacados que conformaron el elenco de esa temporada se contaron José Clarós Pepete, Vicente Segura, Antonio Moreno Moreno de Alcalá, Antonio Guerrero Guerrerito, Enrique Vargas Minuto, Ángel Carmona Camisero, Manuel Lara Jerezano y la Cuadrilla Juvenil Mexicana de Saturnino Frutos Ojitos que tenía como principal atractivo a Rodolfo Gaona. Estos y otros toreros lidiaron toros de Piedras Negras, Tepeyahualco, San Nicolás Peralta, Santín, San Diego de los Padres, entre los nacionales y españoles de Arribas Hermanos, Felipe de Pablo Romero, Pablo Benjumea y Pérez de la Concha.

La tercera corrida de la temporada se celebraría el domingo 20 de octubre de 1907. Se anunciaba un encierro de Piedras Negras para Miguel Báez Litri, que originario de Huelva, había recibido la alternativa en Sevilla en 1894 de manos de Bonarillo y ese mismo año la confirmó en Madrid, llevando como padrino a Guerrita. El segundo espada era José Pascual Olmos Valenciano, alternativado por Bombita en Valencia en 1903 y confirmado en Madrid por Jerezano. Cerraba la combinación Fermín Muñoz Corchaíto, quien recibió la alternativa en Madrid de manos de Vicente Pastor, apenas el mes de septiembre anterior al festejo que nos ocupa.

Fermín Muñoz Corchaíto
Cortesía: Tendido Diez
Litri se presentaba en la temporada, en tanto que Valenciano y Corchaíto reaparecían en lo que era la plaza más grande de América y gozaban ya de un importante cartel, tanto, que tras de Pepete, el diestro de la capital del Turia fue el que más corridas sumó en la temporada y el del Viso de los Pedroches fue en el escalafón del ciclo, el cuarto, tras del pachuqueño Vicente Segura.

Hasta este festejo, no se había premiado con apéndices la labor de ningún diestro de los que habían actuado en la nueva plaza. Encontré en la hemeroteca dos relaciones de los hechos sucedidos. La que hace Clarín en el diario La Iberia de la Ciudad de México, en su edición del 22 de octubre de 1907, refiere expresamente la concesión de la oreja a Litri tras la lidia del cuarto de la tarde y otra a Valenciano tras terminar al quinto. La contenida en La Patria firmada por Aficionado en el mismo lugar y fecha, no refiere la concesión de apéndices.

La relación de La Iberia es la siguiente:
La noticia de que volverían a torear «Corchaíto» y «Valenciano», despertó gran entusiasmo entre los aficionados; lo que unido a que se lidiaron toros de Piedras Negras, ganadería que no ha perdido su cartel a pesar del mal juego que dieron en la temporada pasada, hizo que viésemos los tendidos henchidos de gente… El ganado estuvo bien presentado, de bonita lámina y un poco tardos; el sexto tuvo que ser devuelto al corral, siendo substituido por un negro listón el que aparentemente cinco veces fue picado, aunque en realidad solo fue una, con todo y eso se dio el toque de banderillas, sucediendo que el toro no prestándose a la suerte brincó al callejón poniendo en grave peligro al «Marinero» que saltó antes que él; por fin fue retirado a petición del público… Entre los picadores mencionaremos a «Agujetas» y a «Chanito» por su amor propio… De los peones se distinguieron en la brega «Pulga de Triana», «Marinero» y «Cepillero» y con los palos «Pulga» y «Marinero»… Los matadores se portaron con bastante valor y tuvieron ganas de agradar. El «Litri», que nos fue presentado el domingo es un torero de bastante arrojo, que se distingue sobre todo en la hora suprema y en la manera de tirarse. Al primero después de una faena bastante aceptable lo despachó, entrando a volapié, de una estocada algo tendida y un descabello al segundo intento. (Aplausos). Al cuarto toro lo saludó con unas verónicas, con la muleta tuvo una buena faena, dio una estocada hasta la empuñadura, siendo enganchado al mismo tiempo, con gran alarma del público, levantándose enseguida sin novedad para encararse otra vez con su adversario el que cayó sin necesidad de puntilla; recibiendo entonces «Litri» la ovación de la tarde concediéndole la oreja… El «Valenciano» se portó con valor y buena voluntad, al segundo le paró los pies con dos verónicas y tres lances de frente y por detrás estando a punto de sufrir un percance después, con gran valentía lo despachó de un pinchazo, una media y un descabello a pulso, (aplausos)… En el quinto, «Valenciano» tomó los palos y colocó un magnífico par al cambio, (ovación), entra después y puso uno de frente, superior… A la hora de matar, después de varios pases altos sufre la rotura de la taleguilla y un pinchazo, vuelve a entrar muy limpio y dio un buen volapié, siendo ovacionado calurosamente, concediéndosele la oreja… «Corchaíto» estuvo trabajador y empeñoso, a su primero, o sea al tercero, lo veroniqueó, siguiendo con un farol, una navarra y varios recortes que entusiasmaron; tomó los palos y dio un cambio algo trasero y un buen par al cuarteo. Con los trastos hizo una buena faena, sobresaliendo un pase de pecho arrodillándose; perfilándose bien dio una estocada algo baja, siendo muy aplaudido por su faena… Al último toro, «Corchaíto» lo pasó de muleta junto a las tablas y al tirarse fue enganchado y volteado sin consecuencias, volvió a tirarse dando una estocada, terminando con un descabello… En general el público se mostró satisfecho con la corrida, pues gracias a la labor del «Valenciano» y «Corchaíto», se ha levantado la temporada actual.
Así lo refiere La Patria:
«Litri», «Valenciano» y «Corchaíto», dos viejos y concienzudos toreros y un joven fogoso, lleno de alegría y ávido de aplausos, llenaron el cartel del último domingo, estoqueando seis toros de Piedras Negras en la Plaza de «El Toreo»… La corrida nada tuvo que envidiar a las que en otra temporada torearon Fuentes, «Bombita» y otras celebridades, pues hubo lances de capa superiores, banderillas como las de «Valenciano», colocadas con todas las reglas del arte y estocadas superiores como las del viejo «Valenciano», que salió enganchado aparatosamente, pero que despachó a sus enemigos, tirándose como sólo ha podido hacerlo el gran Montes… A «Corchaíto» le vimos dar una estocada buena, entrando con tal denuedo, que recibió un terrible golpe en el pecho, el que, por fortuna, no tuvo consecuencias… En resumen, la corrida fue del agrado del público y los tres matadores confirmaron su cartel, dejando gratísima impresión… De la próxima lidia, daremos crónica detallada.
El Toreo de La Condesa
Como se puede ver, llama la atención a ambos escribidores la experiencia de Litri y Valenciano contra la juventud de Corchaíto, sin pensar siquiera en el final de sus historias. Litri sería la cabeza de una afamada dinastía de tres generaciones de matadores de toros; Corchaíto tendría un triste final entre las astas de los toros siete años después de esta corrida y el único que tendría un final más o menos sin sobresaltos, sería Valenciano, que falleció en su tierra, en 1943, a los 70 años de edad.

domingo, 14 de octubre de 2012

Cuando el sol sale de noche. Antonio Velázquez y la Oreja de Oro de 1945

Portada de La Lidia del 9 de marzo de 1945,
Velázquez y la Oreja de Oro

Antonio Velázquez, que había sido un destacadísimo peón de brega en la cuadrilla de Luis Castro El Soldado y que también, vestido de plata, apoyó los inicios de las carreras de Calesero y Carlos Arruza, debutó como novillero el 19 de junio de 1942, alternando con Antonio Toscano y Luis Briones para lidiar un encierro de Piedras Negras. Su faena al novillo Quitasol le representa su primer triunfo y salida en hombros del viejo Toreo de la capital mexicana. En esa campaña sumaría ocho fechas más, cerrando su temporada en el festejo de la Oreja de Plata el domingo 8 de noviembre, cuando ante novillos de Zacatepec, se disputaron el trofeo Conchita Cintrón a caballo, Rafael Osorno, Luis Procuna, Tacho Campos y el propio Velázquez, que con su faena a Muñeco, se llevó a casa el argentino trofeo.

Recibió la alternativa el 31 de enero de 1943, una fecha que ha quedado inscrita con letras de oro en la historia mexicana de la tauromaquia, pues en ella, Fermín Espinosa Armillita, con el testimonio de Silverio Pérez, hizo matador de toros a Antonio. Los toros fueron de Pastejé, ganadería que se presentaba en el Toreo de la Condesa. Al final, Velázquez naufragó con Andaluz, número 44 y con Jareto, número 19 y la fecha sería recordada por las memorables faenas de Armillita a Clarinero y la del Faraón de Texcoco a Tanguito, dos de las grandes obras de la historia reciente del toreo en México.

La poca fortuna de Antonio Velázquez la tarde de su alternativa le llevó poco menos que al paro. Nadie dudaba de sus aptitudes como torero, ni de su entrega en el ruedo, pero el recuerdo de una tarde que tuvo todo para ser memorable – el toro de su alternativa fue considerado el toro de la temporada – reducida a una mera efeméride, pesó mucho en contra del torero de León de los Aldamas. Así lo contó el torero a José Alameda:
Me iba – cuenta – a la calle de Bolívar – entonces tan taurina –, estacionaba mi coche  junto a la banqueta y me colocaba con la espalda a la pared, en la fachada del restaurante La Flor de México. Allí, permanecía una hora y más hablando con los taurinos, dejándome ver de ellos. Pero no entraba, porque tenía coche, pero no tenía para café...
Antonio Velázquez recibiendo la Oreja de Oro del
empresario Joaquín Guerra (Foto: La Lidia)
La temporada 1944 – 45 representó para nuestra afición el retorno de los toreros españoles después de casi una década de ausencia. Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez, Joaquín Rodríguez Cagancho y Rafael Ortega Gallito fueron algunos de los notables embajadores que vinieron de allende el mar a restablecer el intercambio entre nuestras torerías, lo que dio un nuevo aire a la temporada invernal en el coso de La Condesa y también estableció un interés distinto a la corrida de la Oreja de Oro que, a beneficio de la Unión Mexicana de Matadores, se organizaba cerca del final de la temporada.

El cartel que se propuso inicialmente para ese festejo, a celebrarse la noche del miércoles 28 de febrero de 1945, se formaba con un encierro de Torreón de Cañas, propiedad de don Rafael Gurza, para David Liceaga, Cagancho, El Soldado, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Luis Procuna. La víspera de la corrida, se anunció que Liceaga no podría actuar por enfermedad, por lo que se citó a Arturo Álvarez Vizcaíno y Antonio Velázquez a la Unión de Matadores y allí lanzando una moneda al aire – tirando un volado diríamos aquí – se decidió quién sustituiría a David. Velázquez resultó el afortunado.

El Editorial de La Lidia del 9 de marzo de 1945, un algo más de una semana después del festejo, reflexiona lo siguiente:
Antonio Velázquez tomó la alternativa prematuramente; cuando recibió el espaldarazo, no sumaba quince actuaciones como matador de novillos… En la temporada organizada por la Empresa “La Lidia” S. de R.L., fue el triunfador indiscutible… A pesar de ello, en la presente temporada 1944 – 1945, injustificadamente se le dejó parado y ya sin esperanzas de tomar parte en la presente serie de corridas, por mero accidente y en sustitución del pundonoroso diestro David Liceaga, que por enfermedad no pudo actuar en la corrida de la Oreja de Oro, salió a nuestro coso máximo, con una gran responsabilidad y con toros que no presentaban ninguna garantía, sin entrenamiento y al lado de los ases de la torería; pero imponiéndose a la adversidad y a su destino, triunfó clamorosamente, ganado la codiciada oreja de oro…
El quinto toro de esa corrida fue el número 11, Cortesano, negro y fue el que le permitió a Antonio Velázquez salir del anonimato y a partir de allí constituirse en una legítima figura del toreo. La actuación de quien a partir de esta fecha sería llamado Antonio Corazón de León fue vista de esta manera por don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, en su relación publicada el 9 de marzo de 1945 en el número 118 de La Lidia:
…Antonio Velázquez, de manera inesperada, después de haber permanecido ausente de nuestro coso durante toda la temporada hasta esta noche, quedó incluido en el cartel sustituyendo a David Liceaga, e indudablemente que fue para este humilde torero nuestro un triunfo clamoroso, habiendo dado lidia completísima al burel que le correspondió; lidia llena, de principio a fin, de auténtico torerismo, de ese torerismo en que por igual se manifiestan el valor atesorado, cimiento básico del triunfo, como los recursos y amplio conocimiento del oficio para vencer cualesquiera escollo de que está llena tan riesgosa profesión… El triunfo de Velázquez no fue de aquellos en que el toro por inmejorables cualidades de bravura y nobleza más que un enemigo del lidiador se convierte en franco y definitivo colaborador en muchas ocasiones con porcentaje de superioridad. El burel que correspondió a Velázquez fue bravo, ¡qué duda cabe!, pero no con la bravura fácil tan codiciada por quienes sólo eso saben aprovechar, sino con aquella que tantos fracasos ocasiona a quienes no alcanzan a entenderla y mucho menos a domeñarla. Para ello se necesita un corazón bien templado, afición efectiva, pundonor profesional y demás cualidades capaces de formar el conjunto armónico que determine el derecho de llamarse torero. Y Antonio Velázquez, en esta oportunidad que la casualidad le deparó, dejó demostrado, al jugarse la vida en cada momento de su hazaña completísima, que posee en superlativo grado todas esas cualidades tan raras de reunir… ¡ASÍ SE TRIUNFA, AQUÍ Y EN CUALQUIER PARTE. TOREANDO CON EL CAPOTE, PONIENDO BANDERILLAS, CUAJANDO LO QUE SE LLAMA UNA FAENA Y ESTOQUEANDO CON EL CORAZÓN! La oreja de oro fue para él, naturalmente; pero más que este poco significativo galardón, lo que debe enorgullecerlo, lo que debe llenarlo de satisfacción, es el delirio que supo hacer estallar, las cinco vueltas al ruedo que ganara a ley y la manifestación popular que todavía el domingo 4 de marzo se le patentizó en el tendido antes de dar principio la corrida, repitiéndose varias veces durante su desarrollo. ¡SALVE, TORERO!...
La otra crónica de la corrida, que es ya un clásico del género, es la que publicó El Tío Carlos al día siguiente del festejo en el diario El Universal. De ella, por su sentido valor literario, extraigo lo siguiente:
Antonio Velázquez, Corazón de León: ¡Qué hombrada la tuya, anoche, en esa corrida de la Oreja de Oro! Como hombre triunfaste en una lucha de entrega absoluta, completa, total. Una lucha rebelde contra tu propio, adverso destino de los últimos años; una lucha noble y viril sostenida con tu propio alternante en quites – El Soldado – en cuya cuadrilla militaste como peón de brega; una lucha torera con tu enemigo, fuerte, encastado, difícil, una artística lucha bizarra contra los otros cinco maestros que aspiraban al premio de la Oreja de oro. Qué hazaña la tuya de recia y cabal varonía… ¡Antonio Corazón de León!... y triunfaste como mexicano. Mexicano del Bajío que vale decir castellano de México. Echaste tu vida a un albur de triunfar y créeme que hubo momento en que tuve la duda de si eras un ranchero con la frazada en la izquierda y el machete en la diestra, peleando en la noche tu vida y tu honra… Porque entre el revuelo agitado del trapo y los rápidos fulgores del estoque y en el jadeo de la lucha, yo creí oír una ronca voz que cantaba el viejo canto viril: Sí me han de matar mañana, que me maten de una vez… Y era tu voz… ¡Antonio Corazón de León!... No recuerdo ninguna otra Oreja de Oro ganada tan legítimamente en una sola faena… No evoco otras lágrimas de torero tan sinceras, tan justas, tan emocionadas como las tuyas en esos minutos de ayer… ¡Qué hombre, qué torero, que mexicano eres!... ¡Antonio Corazón de León!...
Ambas relaciones, cada una con el sello personal de su autor reflejan, sin duda, el emotivo momento que se vivió esa noche en El Toreo, cuando un torero que se pensaba desahuciado para esto, salió, diría Carmelita Madrazo, a dejarse matar con tal de salir de la plaza triunfante. Y es que Antonio Velázquez sabía bien lo que era estar en el dique seco.

Un mes después del festejo, Antonio Velázquez reflexionaba lo siguiente acerca del triunfo conseguido, en entrevista que concedió a Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes para el semanario La Lidia:
¿Qué impresiones dejó en usted la obtención de este último galardón?
Ya puede suponerse cuán variadas y qué profundas fueron. Primero, estar sin haber toreado en “El Toreo” en mucho tiempo y no tener esperanzas de hacerlo. Después, la oportunidad que se presenta por enfermedad de David Liceaga; salir avante de todas las dificultades y ganar la inclusión en el cartel mediante un “volado”… Llegué a la plaza lleno de voluntad, con una confianza enorme en el triunfo, no obstante verme entre todas las figuras de la temporada, tanto españoles como mexicanos. Cuando tocó mi turno, y después del quinto muletazo, no puedo recordar ya con precisión. Solamente conservo memoria de un gigantesco rumor que me rodeaba, del aliento húmedo del toro que mojaba mi rostro y del sabor de las lágrimas que corrían por mis mejillas… Reaccioné al tirarme a matar. Fue un instante en el que pasó por mi mente la historia de mi vida, y después… tomó forma ese inmenso rumor, convirtiéndose en una delirante ovación, volvieron a aparecer ante mis ojos la plaza y el público; era como si hubiera despertado súbitamente de un sueño, en el cual, sin embargo, estuve perfectamente consciente de lo que hacía al lidiar a mi enemigo, aunque todo lo demás desapareció para mí… Momentos más tarde tenía entre mis manos el estuche que contenía la Oreja de Oro…
Antonio Velázquez
Antonio Velázquez no dejaría el sitio de figura del toreo que de manera legítima conquistó esa noche hasta el final de sus días. El 1º de mayo de 1969, en la Plaza El Paseo – Fermín Rivera de San Luis Potosí, corta dos orejas al cuarto toro de los de Santa Marta lidiados esa tarde, que fue la de la alternativa de Mario Sevilla hijo, cerrando la terna Curro Rivera. Esta fue la última vez que Antonio Velázquez mató un toro vestido de luces.

El 15 de octubre de ese 1969, mostraba a sus amistades la casa que logró arrancar de los morrillos de los toros y como la obra estaba en proceso, tropezó con una varilla y cayó al vacío, logrando el piso de la calle lo que los toros no pudieron: Terminar con su vida.

En el 43º aniversario del óbito del gran torero de León, Guanajuato, le recuerdo en su despegue hacia la cima.

Aldeanos