lunes, 2 de agosto de 2010

5 toros de Coquilla y... 2 sueños (II/II)

La corrida se dio con un gran lleno y representó para Armillita una de las páginas brillantes de su historia en los ruedos. La reseña que hace del festejo Guillermo Ernesto Padilla nos transmite lo siguiente:

El ‘cavaleiro’ expuso mucho frente a dos bureles de gran sentido y peligro. Fermín tuvo sonadísimo fracaso con ‘Palmito’, arrogante burel de Pérez Tabernero que sustituía al de Coquilla que abrió plaza. La porra hizo objeto de una bronca formidable al torero de Saltillo. Pero salió a la arena en cuarto lugar ‘Tapabocas’, para que el maestro sacara la casta y diera con él una soberbia cátedra de torerismo, perfección y grandeza. Con el capote, inmenso. En banderillas, monumental. La faena, de enorme dominio en su primera fase y bellamente clásica en la segunda, fue un asombro. Pisando sobre prendas agarró el de Saltillo un volapié superior que desbordó el delirio. Luego, cierta precipitación de Fermín al descabellar, hizo que le fuera otorgada una oreja, pero la ovación, apoteósica y grandiosa, fue interminable. Por cierto, Armillita, resentido con los de la porra, evitó pasar frente a ellos cada vez que daba la vuelta al ruedo. Balderas puso a escote su enorme valor frente al poderío y bravura de sus dos enemigos que terminaron pudiendo más que él. Garza, frente a un bicho encastadísimo, como fue ‘Lobito’, el tercero, dio tremendo mitin. Luego, en el sexto, tratando de extraerse la espina, realizó una faena bellísima que de nada le valió, pues las broncas en su contra no cesaron hasta que desapareció de la plaza…
Heriberto Lanfranchi, en su obra La Fiesta Brava en México y España 1519 – 1969, recoge la siguiente impresión de este festejo:

Los toros: Excesivo poder tuvieron cuatro de los Coquilla y a pesar del castigo que recibieron de los picadores, el segundo (‘Lobito’), cinco el cuarto (‘Tapabocas’), cuatro el quinto (‘Tabernero’) y cinco el sexto (‘Africano’), llegaron sin el suficiente quebranto al último tercio y embestían sin cesar, con mucha codicia y aspereza y no fueron nada fáciles. Hubo vuelta para los restos del cuarto. S. da Veiga: Fue alcanzado al clavar un par de banderillas a dos manos y rodó por la arena, salvándose de un percance por estar embolado el toro. Armillita: Estuvo inmenso con ‘Tapabocas’, un toro que hubiera puesto de cabeza a más de cuatro. Soberbias verónicas, rematadas de rodillas y dos pares de poder a poder monumentales, para un faenón con la muleta, no bastando cerca de cien pases, todos soberbios, para domeñar a la fiera astada, que acometía de continuo con renovada pujanza y no le dejaba un instante de reposo. Mató de una honda tendenciosa, dos intentos de descabello y un estoconazo, otorgando la autoridad solo una oreja, cuando todo el público pedía insistentemente que le entregaran las dos y el rabo, para cinco vueltas triunfales en las que agradeció las interminables ovaciones. A. Balderas: Excelentes detalles con el capote y las banderillas; pero con la muleta no pudo imponerse al temperamento de sus dos enemigos, los cuales lo pusieron en serios aprietos. L. Garza: Tremenda bronca en el tercero, al que no quiso ni ver y al que despachó de cualquier manera, mientras insultaba al público y el ruedo se cubrió de cojines. Algo se desquitó en el sexto, en que por momentos mandaba él y en otros no.
Como podemos ver de este par de reseñas, la tarde de los toros de Coquilla en el Toreo, la única en la que se lidiaron toros de esa ganadería en los casi cuarenta años de funcionamiento de la plaza de la Colonia Condesa, fue memorable. Y por lo que aquí podemos leer, el éxito de la tarde no resulta ser el producto del despliegue publicitario que se le dio al encierro lidiado antes de la fecha, sino que de la lidia dada por los toros, únicamente se confirmó la expectación que se creó en la afición con la bravura de ellos y la comprensión y lidia adecuada, de al menos uno del encierro, el todavía hoy famoso Tapabocas.

El segundo sueño

En el año de 1927 don Carlos Cuevas Lascuráin inició la aventura de ser ganadero de reses de lidia con ganados de Ajuluapan, Zacatepec y San Mateo. Cuatro años después agregaría otras vacas y sementales de San Mateo a su hato que mantenía en la Hacienda de Los Morales, en la cercanía de la Ciudad de México. En 1937 se definirá el rumbo de su ganadería, pues se presentaría en la capital mexicana con su primera novillada y por otra parte, entraría a participar en los hechos que dan motivo a esta entrada. Del origen de Coquilla y de su presencia actual en el campo bravo mexicano, me he ocupado ya en alguna medida en otro espacio de esta misma Aldea.

En ese 1937 agregará a sus ganados sanmateínos de acuerdo con la versión de Heriberto Lanfranchi, 8 vacas españolas de Coquilla y un toro de Graciliano Pérez Tabernero de nombre Chacón. El portal de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia de México, señala, a partir de los datos de Agustín Linares, que las vacas de Coquilla solo fueron 6. Con esa base, logra establecer una ganadería de primerísima línea, que entre el año de su presentación y el de 1965, se mantuvo en la preferencia de las figuras del toreo por la calidad de sus productos.

MuñecoLuis Procuna, primer toro indultado en la Plaza México –, RastrojeroFermín Rivera –, FlamencoRafael Rodríguez –, MineroJumillano –, son algunos de los nombres ilustres que salieron de la ganadería de don Carlos Cuevas, que a partir del año de su óbito – 1949 –, se comenzó a anunciar a nombre de su hijo Ernesto, como en la actualidad. Antes, en 1942, una porción significativa de la ganadería pasó a la propiedad de don Fernando de la Mora Madaleno, quien con ella inició la de Tequisquiapan, que comparte el mismo origen que la hoy de los sucesores de don Ernesto Cuevas.

Pero de los toros y vacas que dice Pepe Dominguín que casi por arte de magia su padre sacó de España en plena Guerra Civil, se nutrieron más ganaderías mexicanas, aunque hoy su descendencia no se perciba casi en los ruedos nacionales y así, don Jesús Zamora adquirió dos de las vacas y un toro de Coquilla para su ganadería de Ajuluapan formada inicialmente con ganados de Piedras Negras. Por su parte, don Eduardo y don Jorge Jiménez del Moral se quedaron con 2 toros de Graciliano Pérez Tabernero y uno de Antonio Pérez de San Fernando para su vacada guanajuatense de Quiriceo, formada principalmente por ganados encastados en Parladé y Gamero Cívico.

De esta información puedo deducir algunas interesantes conclusiones. La primera es la explicación de que la corrida de Coquilla se haya lidiado incompleta. Seguramente el toro de mejor reata del encierro se dejó junto con las 6 u 8 vacas que adquirió don Carlos Cuevas, para asentar esta base genética en su ganadería. Esta preferencia la asumo por el hecho de que hospedó a los toros después del viaje trasatlántico. Igualmente, el sexto toro de los hermanos Sánchez Fabrés junto con dos vacas, se fue para Ajuluapan, así pues, la corrida al salir a la plaza tuvo que ser remendada con uno de los gracilianos. De los toros de Graciliano, acabaron lidiándose solamente 4, pues los otros dos se quedaron como sementales en Quiriceo. La corrida de Montalvo sí se lidió completa – el 30 de enero – y de la de Clairac, solo se jugaron 5 toros el 27 de marzo en la reaparición en México de Juan Silveti, sin que haya noticias de que el toro faltante se haya conducido como semental a alguna vacada mexicana, aunque no me sorprendería encontrarme algún día de estos, con que es uno de los secretos muy bien guardados de alguno de nuestros criadores.


Pero en fin, que me separo del tema aquí planteado, que es el segundo sueño, el de don Carlos Cuevas Lascuráin, de tener una ganadería de primera línea y a fe mía que lo logró, pues entendió la necesidad de mantener una base pura de sangre española en su ganadería y por eso adquirió vacas, hecho que solo se puede reportar en las principales casas ganaderas de México, como lo son San Mateo, Piedras Negras, San Diego de los Padres y La Punta, aunque solo esta última mantuvo en pureza el ganado adquirido, pues las tres anteriores formaron encastes propios al cruzar el ganado de Saltillo con ganado criollo o con ganado que había sido expuesto a cruzas con ganado de lidia de diversas procedencias, como el caso del toro de Palha de los señores Llaguno. De 1937 a 1965 la ganadería formada por don Carlos Cuevas tuvo un importante espacio en el firmamento taurino mexicano y sus resultados así lo avalan.

Terminando

Todo esto me surgió a partir de la idea de encontrar primero, cuántos toros o encierros de Coquilla se habían lidiado en la Plaza de El Toreo durante su existencia. Me sorprendió encontrar que solamente se había importado uno en sus cuatro décadas de existencia y también, que su llegada a México coincidía con quizás, el apogeo de la Guerra Civil Española.

Después, veo que por esos mismos años es que se agrega simiente de esa ganadería a la de Carlos Cuevas, siendo este un caso único en la ganadería brava de México, por lo que al empezar a atar los cabos, me hallo con que Pepe Dominguín – aún con las licencias literarias del caso – recuerda el hecho del transporte y traslado de esos ganados a México, junto con otros y que al final, más en los ruedos que en el campo bravo, escribieron importantes páginas de la historia de la fiesta en este país.

Para presentar el panorama completo de este tema, me sentí precisado a abordar a un tiempo algunos asuntos que pudieran considerarse colaterales, pero como partes del todo, creo con firmeza que facilitan la comprensión del que resulta, en este momento, el centro de esta participación, la que espero les resulte de interés, a pesar de su extensión.

domingo, 1 de agosto de 2010

5 toros de Coquilla... y 2 sueños (I/II)

En el año de 1936 España iniciaba una Guerra Civil, que como todas las de su género, me parece que tuvo un absurdo substrato. En ese mismo calendario se rompieron las relaciones entre las torerías de México y de la Península, por causas de origen más político que taurino. En ese entorno se encontraba Domingo González Mateos Dominguín, empresario, apoderado y padre de toreros en agraz. Siendo junto con Eduardo Margeli accionista de la empresa que tenía a su cargo los asuntos de la Plaza de el Toreo de la CondesaEl Toreo de México S.A. –, su permanencia en el coso más grande de México se veía comprometida, pero también en su tierra estaba en aprietos, pues por causa de la Guerra la actividad taurina se paralizaría prácticamente y en esas condiciones, había que buscar en dónde sacar adelante el quehacer familiar.

Pepe Dominguín, en Mi Gente, lo cuenta de la siguiente manera:


Desembarcamos en Veracruz. Allí, un propio del coronel Escalante nos esperaba para hacer el viaje a México D.F., en tren… El panorama era malo. La propiedad de la plaza había sido nacionalizada, y mi padre tuvo que malvender sus acciones por lo que le quisieron dar, y gracias. De todas formas, con el dinero conseguido, parte del cual nos dieron en joyas, tendríamos para vivir unos meses…
Creo que el punto de vista de Pepe Dominguín tiene que ser aclarado. La propiedad de El Toreo no fue nacionalizada – eso sucedería años después, a la muerte de Maximino Ávila Camacho –. Su socio Eduardo Margeli había sido asesinado unos meses antes y en esas condiciones, los sucesores de éste enajenaron sus derechos sobre el coso a una nueva sociedad. La ruptura de los estamentos taurinos de ambos países hacía insostenible, por ese momento, la presencia de cualquier español en la empresa de la principal plaza de México, motivo por el que, lo más razonable resultaba, en ese espacio de tiempo, liquidar sus negocios en ella y dedicar el producto a otra cosa. También hay que aclarar que el pago que Dominguín recibió no fue el total, porque los hechos que dan pábulo a esto que les cuento, vendrían al final a cerrar la cuenta del asunto.

El primer sueño

En esos meses de 1936 en que los Dominguín vivieron en la calle Tuxpan de la capital mexicana, Domingo González comenzó a fraguar el futuro de su familia. Los toros en España estaban fuera de toda cuestión, así que de ver a sus chicos torear en los tentaderos a los que acudía con los toreros que apoderaba o en festivales privados, le surge la idea de que podrían hacerlo profesionalmente. Es aquí en México, en las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna donde parece definirse su destino. Vuelvo al testimonio de Pepe Dominguín que es en el siguiente sentido:

En la hacienda de don Wiliulfo González, dueño de las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna, toreamos unas vacas en un tentadero. Los resultados fueron buenos y mi padre pensó en lanzarnos a torear en público, pero otra vez el odioso pleito entre toreros españoles y mexicanos lo hizo imposible, por más gestiones que a altos niveles se hicieron, viendo así desparecer otra posibilidad de ganar algún dinero para casa… Imposibilitados para nuestro quehacer, pensó mi padre en el regreso a España. Habían transcurrido nueve meses desde nuestra llegada y el panorama no estaba ni medianamente claro…Después de unos meses de permanencia en una casa situada a un lado de la playa de San Pedro en Estoril… nos mudamos a la capital, a Lisboa… Un día, terminadas las clases, nos reunió a Domingo (dieciséis años), Luis Miguel (diez años) y a mí (catorce años) en su despacho y seriamente nos trasladó la proposición que le habían hecho. Él sabía que aquel primer paso de torear en público, podía significar el comienzo de una vida profesional que hasta entonces en nosotros no había pasado de ser un diversión sin más trascendencia… Casi al unísono, juntándose sus últimas palabras con las primeras nuestras, dijimos: ‘¡Adelante! ¡Queremos torear! ¡Yo sí! ¡Yo también! ¡Y yo!...

El sueño de Dominguín de verse perpetuado en los ruedos y de tener en sus manos el futuro de una dinastía de toreros estaba a punto de iniciar su vuelta a la realidad. En México se decide el destino y en Portugal y América del Sur se dan los escenarios en los que se inicia el camino de una de las sagas toreras más importantes de la historia.

5 toros de Coquilla

Decía al inicio de todo esto, que pese a las licencias literarias de Pepe Dominguín, el trato que se le dio a su padre aquí en 1936 no fue tan malo. Tanto así, que al año siguiente vuelve con toda su familia y al menos 5 encierros españoles con la finalidad de lidiarlos en México. Su amistad con Armillita – torero al que apoderó en España y de quien fue entrañable amigo – y el afecto y sociedad de negocios que tenía en esta última etapa con el coronel Manuel Escalante – su compadre – le permitieron organizar en El Toreo algunos festejos que le facilitaron el cerrar sus cuentas en lo referente a ese escenario y a sus negocios taurinos en México, al menos por esos tiempos.

Esta es la versión de Pepe Dominguín:

Mi padre, inquieto, aventurero nato, lleva a cabo, en aquellas fechas, algo casi irrealizable. Logra sacar de España toros sementales bravos para México y entre ellos alguna vaca de vientre… La mercancía que lleva es muy codiciada. Escasea la sangre brava nueva que de vigor y raza a la que allí existe, venida a menos porque los climas y el hábitat merman al cabo del tiempo esa fiereza del toro ibérico, único, bello y rebelde… A mi padre no le perdonan su afán de lucha, de gladiador de la vida, que, continuamente, le lleva a estar en la brecha con un nuevo y original negocio… Y llegan sus envidiosos enemigos a conseguir que se le aplique un famoso artículo, llamado el 33, que viene a ser algo así como la expulsión de los extranjeros no gratos. Y se lo aplican. Pero antes de que lo detengan y se den el gustazo de vejarle, él se embarca en Veracruz, vestido de vieja turista ‘gorda, rubicunda y miope’. Así sale y deja en México montones de amigos y a unos cuantos que en la orilla ven cómo Dominguín les despide detrás de las gafas y de la peluca rubia ‘sonriente y bobalicona’, mientras abraza con gran firmeza un gran bolso donde van los dólares…
Refuto de nueva cuenta al autor de Mi Gente. La sangre de Saltillo importada por las familias González y Llaguno y la de ParladéCampos Varela que trajo la familia Madrazo en ninguna forma estaba mermada. El manejo en las casas matrices de Piedras Negras y San Mateo tendían a crear un toro que, si bien era predominantemente de origen Saltillo, tendía ya a ser de un encaste propio creado por esos ganaderos mexicanos – sin dejar de mantener, hasta hoy una base saltilla pura – y en lo que refiere a lo de los señores Madrazo en La Punta, mantuvieron en pureza esa sangre – en la dehesa y en las plazas – hasta que por los avatares de lo que resultó ser una desastrosa reforma agraria, su ganadería se extinguió prácticamente a mediados de los años setenta.

La realidad es que Dominguín traía de España cinco encierros; de Antonio Pérez de San Fernando, Graciliano Pérez Tabernero, María Montalvo, Rafael Lamamié de Clairac y Sánchez Fabrés hermanos antes Coquilla y entre esos encierros venían una decena de vacas de esta última ganadería, según resulta de la historia de un par de vacadas mexicanas, que ligada con lo que Pepe Dominguín nos narra, adquiere consistencia al menos en ese aspecto y como veremos, esos toros no estaban destinados, en principio, a servir de simiente a ganaderías mexicanas, sino a morir en la plaza.

La corrida de Coquilla no llegó a la plaza completa. Para el domingo 20 de marzo de 1938, haciendo empresa Dominguín y Escalante – así lo reza el programa que anuncia el festejo –, en el viejo Toreo de la Condesa se anunciaron 2 toros de San Diego de los Padres para el caballero portugués Simao da Veiga y para la terna formada por Armillita, Alberto Balderas y Lorenzo Garza, 5 de Coquilla, con divisa amarillo y verde y uno de Graciliano Pérez Tabernero, con divisa celeste, rosa y caña.

Los toros de Coquilla fueron quizás los más atractivos de los encierros españoles lidiados en esas calendas, pues en la prensa se les publicitaba como los sanmateos españoles y también en algún medio de difusión se hizo la precisión que los toros eran de los señores Sánchez Fabrés hermanos, antes Coquilla. Este encierro, como todos los demás ganados importados en esa ocasión por Dominguín se repusieron del viaje en la Hacienda de los Morales, propiedad entonces de don Carlos Cuevas Lascuráin, él mismo, ganadero de reses de lidia. Hasta los potreros de Los Morales acudió, el maestro Carlos Ruano Llopis a pintar el encierro en el campo, utilizándose en las entradas a la plaza como alegoría, la fotografía del pintor en plena faena artística, tras del cercado. Luego, captó la atención el toro Lobito, que pronto hizo buenas migas con Enrique Cosío Charifas, el encargado de acercarles el pienso y el agua en los corrales de la plaza y se publicaron fotografías de ambos en franca convivencia amistosa.

Aunque el aspecto más interesante de todo el cartel era el hecho de que Alberto Balderas toreara para la empresa de Dominguín. En 1934 El Torero de México entró en una guerra mediática con Domingo Ortega y con Dominguín a causa de lo que se dice fue un boicot, de estos dos últimos, hacia Balderas, que públicamente retó a Ortega a torear mano a mano con él y cuando el de Bórox recogió el guante, Alberto siguió aumentando condiciones a su reto inicial, lo que al final dejó a la afición sin la posibilidad de verles en el ruedo. Precisamente una de las condiciones extraordinaria era que la empresa que diera la corrida en El Toreo, no fuera la allí constituida, es decir la de Margeli y DominguínEl Toreo de México S.A. – sino otra de capital enteramente mexicano, de allí que llamara la atención que Alberto Balderas estuviera anunciado en este singular festejo.

El día de mañana concluiré con estos apuntes.

domingo, 25 de julio de 2010

En Barcelona: Armillita y sus dos Clavelitos

Resultaron ser dos

Al darme a la busca de los datos para cumplir este ofrecimiento hecho tiempo atrás, me encontré con versiones contradictorias en cuanto a la fecha en la que Armillita y Clavelito habían cruzado sus caminos en Barcelona. Pero al profundizar en la búsqueda, me encontré con que en esa Monumental, Fermín el Sabio había realizado dos importantes faenas a toros con ese nombre y que ambas se habían logrado con diferencia de poco más de un año. Entonces, me resultó más interesante la preparación de esta entrada, pues aparte de clarificar el mito tejido en torno a Armillita y Clavelito, me surge la ocasión también de presentar otra obra inmortal de esta auténtica figura del toreo.

El de Justo Puente antes Vicente Martínez

Junto con la faena realizada al toro Centello de Aleas en Madrid el 5 de junio de 1932, se señala como su otra obra más acabada la realizada en la Plaza Monumental de Barcelona el día 29 de julio de 1934, cuando para lidiar toros de Justo Puente – antes Vicente Martínez – alternó con Juan Belmonte y Marcial Lalanda. Esa tarde es la de uno de los famosos toros de nombre Clavelito con los que se cruzó en la capital de Cataluña y en torno del cual se han tejido numerosas historias que rayan casi en el mito, generado éste incluso desde la perspectiva del propio autor de la faena, que en torno a ella expresó a José Pagés Rebollar lo siguiente:

La tarde más espectacular de mi vida Pepe, tuvo lugar en Barcelona una vez que alterné con Belmonte y Lalanda. Belmonte cortó una oreja, Lalanda dos orejas, un rabo y una pata. Yo por primera vez en la historia del toreo, corté cuatro patas, dos orejas, el rabo y los testículos de “Clavelito” toro de la ganadería de Justo Puente.
La realidad de los hechos es diferente. Como lo expresa don Humberto Ruiz Quiroz en su libro Fermín el Grande visto por la crítica española, las relaciones escritas del festejo acotan esa apreciación del Maestro en términos diferentes, más mesurados y aún contradictorios, aunque sin desmerecer el tamaño de la hazaña lograda por el torero saltillense en esa corrida que marcaba la reaparición en el ruedo barcelonés del Pasmo de Triana.

Los diarios madrileños en los que ubiqué crónicas sobre ese particular fueron el ABC, el Heraldo de Madrid, La Voz, La Libertad y Luz y aún entre ellos, las versiones no son exactamente coincidentes, no obstante que el festejo que pretenden reseñar es el mismo, como se verá a continuación.

ABC consigna que a Lalanda se le concede la primera pata que se otorga en Barcelona, después de agotar la ciencia del toreo con el segundo de la tarde y en cuanto a Armillita, tras de matar al sexto, que se llevó una ovación enorme, las orejas, el rabo, una pata del bruto y vuelta al ruedo a hombros de los entusiastas, que se lo llevan así hasta la calle, hasta que los guardias lo rescatan y lo meten en un taxi, aclarando que, la corrida fue de las que hacen época, no obstante no haber sido el ganado gran cosa.

El Heraldo consigna la pata de Marcial al segundo, más no la de Armillita al sexto, pero sí su salida en hombros y agrega que la corrida fue verdaderamente memorable. De igual manera, Febus, corresponsal de La Voz consigna la pata de Lalanda y no la de Fermín, aunque sí su salida en volandas. Es La Voz el único diario madrileño que transmite el nombre y número del toro y lo manifiesta como Clavel, número 55 y lo describe negro, gordito y con pocas defensas.

La Libertad no menciona ninguna de las dos patas, aunque sí consigna la salida triunfal de Fermín el Sabio al final de la corrida y Luz consigna las dos patas. La de Marcial, según su corresponsal fue la mano izquierda y la de Armillita, la mano derecha.

La descripción del corresponsal del diario madrileño Luz acerca de los hechos es la siguiente:

Sexto. – De Manuel Fuente, gordo. Para bien en unos capotazos buenos de Armillita seguidos de unas verónicas. El matador se ciñe mucho en su quite. Los picadores aprietan de lo lindo. Belmonte da la media verónica en su quite. Vuelven a recargar los de a caballo. (Protestas.) Marcial remata su quite de rodillas. Armillita coge las banderillas y pone dos buenos pares voluntariosos. Cierra el tercio el hermano del matador con un buen par. Brinda Armillita al público y da el de pitón a rabo. Da siete naturales con la zurda y el por alto y recibe un achuchón. Sigue toreando cambiándose la muleta de mano. (Música.) Molinetes y faena valiente, confiada y mandona. Da un molinete rodilla en tierra. (Ovación.) El toro acude con nobleza. Estocada hasta el puño. (Orejas, rabo y la mano derecha del toro.) Es paseado en hombros por el redondel y sacado igualmente de la plaza.

Como podemos ver, la descripción de los hechos varía de testigo en testigo, pero es coincidente en un elemento esencial, en que los trofeos obtenidos por el Maestro Fermín llegaron a la primera pata cortada y nada más. Afirma don Humberto Ruiz Quiroz que la exageración nace, aparte de las expresiones propias del torero, de alguna crónica que afirma que el torero cortó todo lo que pudo apetecer…, hecho que se prestó, junto con la versión contada por el propio torero, para la exageración mencionada.

El de Atanasio Fernández

Poco más de un año después de la tarde de la reaparición de Belmonte, se anunció una corrida de 8 toros de Atanasio Fernández para Marcial Lalanda, Armillita, Manolo Bienvenida y Victoriano de la Serna. El festejo se celebró el 24 de septiembre de 1935, dentro del marco de las fiestas de La Merced.

En esta oportunidad las versiones son más coincidentes, las crónicas encontradas en los diarios ABC, El Heraldo, La Voz, La Libertad y El Siglo Futuro son uniformes en el sentido de que Armillita cortó la pata al sexto toro de la tarde y que Manolo Bienvenida, con el que el torero mexicano disputaba la cabeza del escalafón ese año, se llevó tres orejas y un rabo.

El único diario que consigna el nombre del toro al que le cortó la pata Fermín, es La Voz, mismo del que tomo su descripción de la faena al sexto de la tarde:

Sexto. - «Clavelito». Negro, colín, amorrillado y cornicorto Embiste con sosería, sin que Armillita logre hacerse con él al torearlo de capa. Se ovaciona un quite finísimo de Bienvenida por chicuelinas, y otro de Armillita torerísimo echándose el capote a la espalda. Bienvenida repite con un quite por faroles que se ovaciona largamente. Cambia un par superiorísimo. Repite con otro de frente de igual calidad, y termina con otro par por dentro formidable. (Ovación.)

Armillita brinda a un amigo, y tras un ayudado por alto enorme, sigue con cinco naturales prodigio de arte y ejecución. Suena la música. Frente a toriles y solo en el anillo, sigue el mejicano la faena con derechazos, naturales, molinetes y afarolados. Los espectadores no cesan de ovacionar al torero artista y sabio. Al pretender engendrar un molinete de rodillas sale trompicado, y por fortuna, ileso. Después de unos pases con la derecha imponentes, da el molinete de rodillas, rematando de un volapié hasta la guarnición. Rueda el toro sin puntilla, y la ovación es de las que forman época, ya que ha sido la mejor faena de la tarde. Corta las orejas, el rabo y una pata. Da dos vueltas al ruedo y sale a los medios.

Antonio Santainés recuerda, algo más de siete décadas después este suceso y la personalidad de Fermín el Sabio de la siguiente manera:

Torero de repertorio con el capote, fácil en banderillas, excelente muletero y estoqueador habilidoso, sus recursos para mandar en los toros y su portentosa intuición hicieron que se le considerara como el Joselito mexicano. Y, en realidad, quienes así lo vieron no cometían ningún error en proclamarlo... En Barcelona gozó de un sólido prestigio y llegó a torear en total 35 corridas, cantidad de festejos nada despreciable considerando el excelente plantel de toreros de aquella lejana época. Contabilizar sus triunfos y darles una valoración sería un trabajo prolijo. No obstante se considera y admite como la faena más destacada la del 24 de septiembre de 1935. En dicha corrida toreó con Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida y Victoriano de la Serna que lidiaron ocho toros de Atanasio Fernández... Lo que resultó con el sexto fue el momento culminante de la corrida. «Clavelito» se llamaba el toro que había de proporcionarle a Armillita Chico el mayor éxito de su vida. Clavó tres grandes pares de banderillas. Seguidamente brindó la muerte del toro al prestigioso señor Vasconcelos, acompañado de su esposa y sobrinas, desarrollando una histórica faena con la muleta que el público no dejó de paladearla un momento. Y al rodar el toro tras una estocada en las agujas se produjo un indescriptible delirio. Se le concedieron las orejas y como el toro era rabón, quedó mutilado del todo, y una pata y en medio de una atronadora ovación dio dos vueltas al ruedo...
En este segundo caso, las relaciones del hecho que han llegado hasta nuestros días son coincidentes tanto en la forma en la que se desarrolló, como en la conclusión que tuvo. Reflejan también una grandeza de la fiesta que parece que en estos días tiende a perderse, pues hoy la competencia dentro del ruedo parece ser una mera entelequia, en tanto que aún de las crónicas escritas, como las que nos narran los festejos a los que me he referido aquí, podemos percibirla de manera tal, que nos invita a seguir adelante con nuestra afición, porque como escribió el citado Antonio Santainés: aquella faena al toro «Clavelito» se expandió por todo el universo. Aun la recuerdan los que la saborearon…

domingo, 18 de julio de 2010

La despedida del Papa Negro

Cerca del final del pasado año, Fernando Rivera Rubio nos contaba en su bitácora Bélmez Taurino que el último festejo que don Manuel Mejías Rapela Bienvenida toreó vestido de luces en España, ocurrió el 9 de septiembre de 1924 en la plaza de la cordobesa localidad de Bélmez. Esa tarde se acarteló con Manolo Belmonte para dar cuenta de un encierro de Pérez de la Concha.

Algo menos de 3 años después, el 20 de marzo de 1927 – y aquí ofrezco una disculpa a Fernando, a quien en su oportunidad, situé la efeméride una semana antes –, El Papa Negro se despidió definitivamente de la torería activa. Lo hizo en México, en el viejo Toreo de la Colonia Condesa. La historia de la manera en la que se fraguó el festejo de la despedida la recogió el periodista Rafael Solana Verduguillo, en su obra Tres Décadas del Toreo en México, de la siguiente manera:

Uno de los sucesos de mayor resonancia taurina en México, fue la visita que nos hicieron a fines de la temporada 1926 - 27 los niños 'Bienvenida'. Estos chicos venían de Sudamérica, donde su padre don Manuel había vivido algunos años. Por allá comenzaron hacerse toreros...

Manuel Mejías 'Bienvenida' había actuado en México quince años antes. Era un torero muy bueno; toreaba con mucha finura con el capote, muy buen banderillero, extraordinario, manejaba la muleta con soltura y mataba solamente bien, No olvidemos que en aquella época los matadores lo eran de verdad.

Regresó a España y ese mismo año de 1910 se resolvió a escalar la primera fila... hasta que la desgracia se interpuso. Una terrible cornada lo echó para atrás y puede decirse que lo quitó de torero.

Sobre este percance yo estaba equivocado como lo estaban todos los aficionados de México. Yo creía que a 'Bienvenida' lo había quitado de torero la cornada que le dio el 10 de julio de 1910 en la plaza de Madrid el toro 'Viajero', cárdeno, número 13, de la ganadería de Trespalacios, al iniciar su faena con el llamado pase de la muerte.

El mismo 'Bienvenida' me sacó del error.

- No – me dijo una noche – el toro que me cortó la carrera fue 'Morito', negro zaíno, número 45, de la ganadería de don Esteban Hernández, en Madrid, el 14 de mayo de 1912...

Un día se le presentó la oportunidad para manifestar más intensamente el afecto que sentía por todo lo nuestro. Una comisión de damas respetables, integrantes del comité de una sociedad de beneficencia fue a verlo, a solicitar la actuación gratuita de sus hijos.

- Somos de la Sociedad Protectora del Niño – dijeron – y necesitamos allegarnos fondos para ayudar a tanta criaturita desvalida.

- Estoy incondicionalmente a la disposición de Ustedes, contestó don Manuel.

- Queremos que sus niños toreen un festival sin cobrarnos un centavo.

- Con mucho gusto, señoras; Ustedes fijan la fecha y los niños torearán. Los gastos que origine su actuación, cuadrillas, etc., correrán por mi cuenta. Ustedes no tienen que más que decir cuando...

Se despedían ya las señoras, muy reconocidas por tanta gentileza, cuando don Manuel les sugirió una idea.

- Vean Ustedes, yo le tengo mucho cariño a México y he pensado cortarme aquí la coleta. Si Ustedes creen que podría despertar mayor interés anunciando mi despedida de los toros, yo también torearé para la Sociedad de Ustedes.

Las distinguidas damas no sabían nada de empresarias de toros, pero que vieron en este nuevo ofrecimiento un atractivo más para el espectáculo, aceptaron sin titubear.

Y en esta forma se dio la corrida con un matador de categoría que se despedía definitivamente y con dos chavales que venían abriéndose paso para llegar a figuras. No hace falta decir que el entradón fue fantástico y que los fondos recaudados montaron a muy apreciable suma en aquella época, cuando los comerciantes se enojaban con el cliente porque les pagaba con ORO...

El cartel del festejo se integró con dos toros de San Diego de los Padres para el matador que se despedía y cuatro erales de Xajay para sus hijos Manolo y Pepe, que fueron los originalmente convocados al festejo benéfico. El festejo resultó, como todas las despedidas, impregnado de un alto grado de emotividad, dado que los dos hijos del torero, vestidos de luces, al terminar la actuación de su padre, que fue de una gran dignidad torera, le despojaron del añadido y posteriormente los chicos tuvieron la oportunidad de demostrar que estaban llamados a convertirse, en un tiempo no largo, en importantes personajes de la torería.

El cariño de Bienvenida por México y por los mexicanos se haría patente en repetidas oportunidades, quizás la más dolorosa ocurrió a la muerte de Carmelo Pérez, cuando sin posibilidad de que sus compatriotas toreros se hicieran cargo de la repatriación de sus restos, fue El Papa Negro quien se encargó de ello.

Tras del festejo postrero, Manuel Mejías Rapela pudo dedicar todo su tiempo y todo su esfuerzo a la formación de una dinastía de toreros que siempre se distinguieron por ejercer con clase y con dignidad su ministerio y se convirtió en un referente histórico y paradigma para la torería de todos los tiempos.

martes, 13 de julio de 2010

Juan sin Miedo (II/II)


La recuperación

Después de un mes de convalecencia, Juan parte para Madrid, siempre acompañado de su hermano Manuel. Ya anda Pepe del Rivero, el empresario mexicano por aquellas tierras… Rivero, Juan y Manuel se encuentran una mañana muy temprano por la carrera de San Jerónimo. Rivero va acompañado del periodista Enrique Uthoff, no se han acostado. El torero, en cambio, se acaba de levantar para hacer ejercicio.

- ¿Cómo sigues Juan? ¿Ya estás completamente bien?
- Ya estoy bueno, no me queda más que esto:

Juan se abre la camisa y enseña la terrible cornada en vías de cicatrización. Se le aprecia un agujero, debajo de la tetilla derecha, cerca de las falsas costillas. El agujero está cubierto con un algodoncito.

- ¿Y esto qué es?, pregunta el empresario horrorizado.
- Es una fistulilla que cerrará, dice el doctor que pronto se me cerrará sola.

Entonces Juan se quita el algodoncito, le da una chupada al puro, aspira el humo y lo arroja por aquél agujero.

- ¡Tápate eso, no seas bruto!, le dicen a una Rivero y Uthoff, que parten sin apenas despedirse.

Días después se anuncia la reaparición del temerario Juan Silveti, a quien muchos llaman ‘El Resucitado’.
Así transcurrió uno de los episodios en los cuales se fincó la leyenda de Juan Silveti Mañón, iniciador de una dinastía de toreros mexicanos y valiente entre los valientes, el único y auténtico Juan sin Miedo.

Algo de su trayectoria

Juan Silveti Mañón fue un torero longevo. Alternativado el 16 de enero de 1916, vistió el terno de luces hasta el año de 1942 y llevó siempre con gallardía, en cualquier lugar del mundo, el traje nacional, pues su ropa de diario era precisamente el traje estilizado que usan los hombres del campo mexicano, al cual, en un personalísimo atrevimiento, despojaba de sus alamares y botonadura de plata y los adornaba con vistosas calaveras, mismas que mostraban su muy mexicano desprecio a la muerte. Juan Sin Miedo siempre aderezaba su charra vestimenta con un pavoroso revólver, al que nuestro Arturo Muñoz, La Chicha, llamaba con cierto gozo Doña Genoveva.

Fue conocido en todo el mundo taurino. Triunfó en las principales plazas y tan solo un desliz político le impediría mostrarse ante sus públicos en la plenitud de su madurez profesional. Resulta que en las postrimerías del régimen interino que encabezó el Licenciado Emilio Portes Gil, se dio una corrida en El Toreo, en la que actuaba El Tigre de Guanajuato. Leal a sus amigos, en esa oportunidad el torero sacó una muleta en la que con unas contrastantes letras amarillas aparecía la leyenda ¡Viva Calles!, en adhesión a su amigo don Plutarco. La idea no pareció adecuada a quienes trataban de pacificar el país y con tal pretexto, se desató una persecución en contra del torero, misma que culminó con su forzado traslado a tierras sudamericanas, en las que toreó en Colombia, Ecuador y Venezuela.

Volvería a México el diestro, pero ya sus actuaciones irían declinando en cuanto a su número. Vistió de luces en la Capital de la República por última vez el 1º de mayo de 1942, en El Toreo de la Colonia Condesa, en cartel de ocho toros, encabezado por la Diosa Rubia, Conchita Cintrón y llevando como alternantes a pie al Cachorro Paco Gorráez y al valentísimo Carlos Vera Cañitas. La cuarteta se enfrentó a ocho toros de Romárico González (La Laguna) y El Meco se llevó la oreja del segundo de su lote, la que paseó en son de triunfo en cuatro vueltas a la periferia. Juan Silveti Mañón nunca se despidió expresamente de los redondeles, quizás nunca quiso que su recia personalidad se quebrara en un adiós premeditado, por lo que sin dejar de frecuentar las plazas y sin dejar de esparcir su aroma de torero, dejó las hazañas en los ruedos para otros.

Su tauromaquia

El Hombre de la Regadera fue un torero que tuvo como signo el valor, aunque como escribió Don Tancredo, no era un valor privado de inteligencia. El torero declaró en su día a José López Pinillos Parmeno lo siguiente:



…Lo que pasa es que como el arte tiene sus reglas y hay que cumplirlas, cuando al toro le da por impedir que se cumplan, le coge a uno el toro… Pa’mí las principales son no huir y parar siempre… El secreto del toreo es parar… no con los pies, sino con el capote y la muleta…

Y a su vez dijo en entrevista a Rafael Morales Clarinero muchos años después:

Yo era un torero de muy pocas cosas: cambios de rodillas, media verónica, muletazos con la derecha; rematando la serie, estoqueaba seguro; y dentro de esto, podía con los toros… Mi mayor preocupación fue poder con los toros… Los toros buenos los torea bien o bonito cualquiera; el chiste está en saber lidiar a todos. El quitarles poder, en la actualidad, no lo hacen ya los matadores, sino los de a caballo…

De sus propias apreciaciones alcanzo a deducir que Juan sin Miedo entendía correctamente el valor y la importancia de la técnica y el oficio del torero, pero igualmente respetaba su necesidad de expresar su manera de ser en su quehacer en los ruedos. Por eso Juan Silveti fue un torero que sorteó las muchas dificultades y pruebas que la vida y los toros le pusieron delante y lo hizo con éxito, pues al final de cuentas, la intención del torero es trascender y con creces la ha colmado.

El personaje

Juan Silveti, decía al principio es un ícono de la fiesta mexicana. Tanto así, que en el año de 1938 se filmó una película inspirada en él - Juan sin Miedo - y en la que el torero llevaba uno de los papeles estelares. Le acompañaron en el reparto Jorge Negrete – el hijo de Juan sin Miedo –, María Luisa Zea y Emilio El Indio Fernández entre otros. Antes, en 1927, participó en El Tren Fantasma, un documento recuperado por la filmoteca de la UNAM en la colección de DVD’s taurinos que sacó a la luz y en la que, sin ser taurino el asunto, tiene ocasión de mostrarnos en el campo, la reciedumbre de su tauromaquia.

Escribió Don Tancredo:

Con un mechón de pelo sobre la frente y el cigarro puro entre los labios, invariablemente vestido de charro, su natural arrogancia destacaba en todas partes y era un tipo clásico en el ambiente taurino mexicano, en contraste con los torerillos de alfeñique y espaditas de aluminio, aguas perfumadas y manos con uñas bien pulidas y barnizadas. Tosco, hombruno, fue siempre Juan Silveti lidiador como los de antaño, como aquellos bravos capitanes de cuadrilla que no hacían deporte, que no jugaban frontón, que vivían en constante juerga y usaban bastones de hierro y cuando se vestían de luces se enfrentaban a fieras de cinco años y quinientos kilos, toros con la edad y el trapío de las estampas clásicas y que lucían cornamentas rústicas, sin saber de peluquerías… Fue Silveti un torero – hombre, no un torero – niño…

Aquí dejo estos apuntes acerca de la vida y de la historia de un gran torero. Ojalá les haya resultado interesante.

Las fotografías de Juan Silveti que ilustran esta serie de entradas, las tomé del repositorio de tarjetas postales antiguas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

lunes, 12 de julio de 2010

Juan sin Miedo (I/II)

Apostillas a una (insulsa) entrevista

El pasado martes inició la Feria de Pamplona. El cartel de apertura fue una novillada en la que actuaron Cristian Escribano, Juan del Álamo y Diego Silveti. En el entreacto del quinto y sexto novillo, el entrevistador de Canal Plus, David Casas se acercó a conversar con Juan Silveti Reynoso, abuelo de Diego y padre de David y Alejandro, estos dos, como él, matadores de toros e integrantes de la tercera generación de diestros de alternativa que llevan el apellido Silveti.

Casas preguntó meras fruslerías al Tigrillo, lo que de suyo representa una pena, pues es Juan Silveti hijo, quizás uno de los pocos puentes que nos quedan para conocer y entender los orígenes de la fiesta que hoy vivimos y con un valor añadido en el caso de este torero, que es el haber sido parte de las entrañas de esto de ambos lados del Atlántico. Por eso afirmo que Juanito Silveti – como también se le llama de manera cariñosa – tiene mucho y muy bueno que contarnos.

Pero Casas se perdió, guiado por Molés, en una serie de intrascendencias, motivadas, deduzco, del desconocimiento de lo que ha sido el paso por los ruedos y por la vida de Juan Silveti Reynoso y acabaron comentando – a medias y sin referir la sustancia – la actuación del torero en Madrid el 25 de mayo de 1952, cuando por percances de Rovira y de Pablo Lozano, se quedó solo con una corrida de Pablo Romero, terminando por salir en hombros esa memorable jornada.

Tal pareciera que tomaron, antes del festejo, un libro de los varios que sumarizan la historia de la Plaza de Las Ventas y allí vieron el tema que convirtieron en tópico – seguramente el de Suárez Guanes, pues la expresión de se decía que parecías un torero español así lo delata, pues en esa obra de 1991, se contiene el comentario en ese sentido –, cuando del Tigrillo hay más hazañas que contar, como la del 12 de octubre de ese 1952, cuando él, Antonio Bienvenida y Manolo Carmona tuvieron ante toros del Conde de la Corte una tarde muy importante a beneficio del extinto Montepío de Toreros o la de los toros de Guardiola en Sevilla, el 17 de junio de 1954, cuando con Jesús Córdoba y Cayetano Ordóñez, abrió la Puerta del Príncipe en la Corrida de la Prensa. Pero no, ni al que cargaba el micrófono, ni al que le hacía de apuntador, se les pasó siquiera por la mente eso.

Pero dónde preguntador y apuntador de plano patinaron, fue cuando le preguntan a Juan Silveti Reynoso el por qué de los sobrenombres de Juan sin Miedo o El Tigre de Guanajuato. Allí estuve a punto de caer de la silla, sobre todo, al ver que con socarronería, el abuelo – que orgulloso debe estar de serlo – de Diego Silveti, respondía algo así como esto: …es que en México la gente es muy inclinada a poner apodos… y lo hizo el Tigrillo a sabiendas de que, quien le transmitía la pregunta de Molés, ni idea tenía de lo que inquiría y seguramente de que el mismo Molés tampoco hablaba de un tema que conociera.

Belmonte Mexicano, Juan sin Miedo, El Tigre de Guanajuato, El Hombre de la Regadera, El Meco, El Hombre del Mechón y El Resucitado entre los más conocidos, era don Juan Silveti Mañón, padre del entrevistado y bisabuelo del novillero actuante, pero de eso, ni idea en los hacedores de la transmisión televisiva. De allí que diríamos, en cadena mundial, Juan Silveti Reynoso materialmente se cachondeara de ellos con la respuesta que les dio.

La verdad es que aparte de la hilaridad que me produjo el gesto del torero, resulta que me sugirió tema para presentarles esta semana, pues hay días en los que simplemente no se me ocurre nada nuevo, como no sea el deseo de ofrecerles algo aquí. Así que independientemente de lo insulso de la entrevista a la que aludo, al menos me surgió algo interesante de ella y es lo que enseguida les presento.

Belmonte Mexicano

Cuenta Verduguillo lo siguiente:

A mediados de 1914, para ser más exactos, al iniciarse el segundo trimestre de aquél año trágico y sangriento, se presentaron en mi oficina dos personas, conocida la una, mayor de edad, desconocido el joven que le acompañaba… Uno de ellos era el viejo banderillero Margarito de la Rosa, el otro un mocetón alto, fuerte, seco… Frecuentemente se llevaba la mano al cuello de la camisa con ganas de arrancárselo… Margarito hizo la presentación: ‘Este se llama Juan Silveti y le dicen «Belmonte Mexicano»’. Entramos en conversación; me enteré desde luego que el muchacho había nacido en Marfil, lugar cercano a Guanajuato y que la mayor parte de su vida la había pasado en Celaya al lado de su madre; allí le brotó el sarampión de la afición taurina… Ese era el Silveti que me fue presentado en el año de 1914, un muchacho fuerte, sano de cuerpo y alma… Debuta Juan como novillero y arma el escándalo grande. Repite el siguiente domingo y al otro y al otro; llena la plaza como antes la habían llenado Merced Gómez primero y luego Luis Freg. Es el amo de la novillería. Su estilo es basto, no tiene la finura de Cayetano González, pero derrocha valor por toneladas. Pelea con los toros cuerpo a cuerpo y se apodera de ellos. Lo diré de una vez: Silveti fue un gran dominador con la mano derecha; cuando cogía la muleta con la zurda, no sabía correr la mano…

Este es el perfil que don Rafael Solana nos dibuja de quien es todavía un ícono en la tauromaquia mexicana y nos deja en claro que su primer sobrenombre fue el de Belmonte Mexicano, que con ese se anunciaba en los carteles y que al poco tiempo, dejaría atrás por mérito propio, para adquirir otros, que como hemos visto, trascienden el tiempo y a quien los llevó orgullosamente por los ruedos del mundo y por la vida.

El Resucitado

El 25 de junio de 1916 Juan Silveti está en Valencia y va a tener allí su segunda actuación en ruedos hispanos. Hay un encierro de Palha para Luis Freg, Saleri II y él. Todavía se le conoce y anuncia como Belmonte Mexicano, pero el segundo toro de la tarde cambiará la apreciación de la afición acerca del torero y también la manera de llamarle en los carteles.

Ese domingo fue particularmente ocupado para los servicios médicos de las plazas en España. En Carabanchel, Mariano Montes y Bernardo Casielles resultaron heridos; en la Monumental de Barcelona, el novillero Marchenero y el banderillero Compare también pasan con los facultativos y en Tetuán por su parte, los novilleros Madriles y Morato también caen víctimas de las astas de los toros. En Valencia, Juan Silveti pasaría a formar parte de esa nómina de sangre y por poco no lo cuenta.

La cornada en la prensa madrileña

En El País (26 de junio):

Silveti, que debutaba en esta Plaza, fue cogido al hacer el primer quite con media verónica; el toro le prendió por una pierna, le derribó, recogiéndole en el suelo por el pecho y volteándole aparatosamente. Silveti cayó como desvanecido, pero se levantó cayendo enseguida de rodillas y viendo el público que arrojaba mucha sangre por el pecho. Cayó otra vez a la arena, de donde le recogieron los monos. El público se horrorizó al ver que la arena estaba llena de sangre y que el diestro estaba pálido y contraído. Según parece, la herida ha interesado la pleura y un pulmón. La impresión del público es enorme. A poco de ingresar el diestro mejicano en la enfermería, nos dan el siguiente parte facultativo:

El diestro Silveti sufre una herida penetrante de pecho, de diez centímetros, superficial y fracturas de la quinta y sexta costillas, situada en la cara anterior del tórax, estando interesado el pulmón derecho y la pleura. Pronóstico grave.

Me dicen de la enfermería que el diestro herido está postradísimo, habiéndosele dado, para reanimarle, inyecciones de suero fisiológico y de aceite alcanforado. Los médicos han establecido turnos y han rectificado el primer parte, diciendo que el estado del diestro es muy grave. Pasará la noche en la enfermería de la Plaza y se suspenderá una verbena que se debería celebrar en sus dependencias.

Por nuevas noticias que llegan de la enfermería, se sabe que el estado de Silveti es muy grave. El diestro, a consecuencia de la gran cantidad de sangre perdida, ha sufrido varios colapsos. Se pensó, en vista de la gravedad, administrar al diestro los últimos Sacramentos; pero se desistió de ello a ruegos del hermano del herido, que expresó el temor de que la ceremonia impresionara a éste mucho. Témese esta noche fatal desenlace en la enfermería. Después de vestirse los toreros han vuelto a la Plaza y no les han dejado entrar en la enfermería. Su paisano Freg está afectadísimo. Silveti toreaba hoy por segunda vez en España.

En El Heraldo de Madrid (26 de junio por la noche):

El estado de Silveti. Por telégrafo. Valencia 26 (1m). Solo funciona el pulmón izquierdo de Silveti. Los diestros Freg y «Saleri» con sus cuadrillas se han ofrecido incondicionalmente y permanecen a la puerta de la enfermería. Los médicos turnan. Se ha rogado a la estación del Norte que las máquinas que pasan junto a la enfermería eviten en lo posible el ruido. Se teme que se presente la pulmonía traumática. Se reciben muchos telegramas y muchas personas acuden a la enfermería...

Valencia, 26 (2:40 t). Ha sido trasladado «Silveti» al Hospital, aplicándosele inyecciones de aceite alcanforado, dándosele antes un sorbo de «champagne». También se le aplicó un terrón de hielo. Se le ha levantado el apósito, viéndose que la herida presenta el mismo aspecto de gravedad.

El Heraldo de Madrid (27 de junio por la noche):

Estado de Silveti. Por telégrafo. Asistido por dos monjas. - Una de ellas, mejicana. - Palabras del diestro. - Viaticado. - Aumenta el pesimismo. Valencia 27 (4, 5 t). Silveti está asistido por dos monjas, una de las cuales es mejicana. El diestro confraternizó con ella, recordando a sus familias. La monja mejicana le entregó una medalla de la Virgen de Guadalupe, patrona de Méjico. Silveti le pidió otra de la Virgen del Carmen, siendo complacido. En vista del estado del herido, la monja le pidió que se confesase. Silveti contestó: «Soy bueno, esperamos unos días. Deme agüita hermana, pues tengo mucha sed». Esta madrugada se agravó subiéndole la fiebre a 38 grados. Ahora tiene Silveti 37 grados y medio y 140 pulsaciones. Aumenta el pesimismo de los médicos.

El Liberal, diario de Madrid, en su ejemplar correspondiente al 22 de agosto de ese año, informa lo siguiente:

Silveti, restablecido. El novel matador de toros mejicano, Juan Silveti se encuentra totalmente restablecido de la gravísima herida que le causó en Valencia un toro de Palha en día 25 de junio último. Silveti, a quien las Empresas de Bilbao y Sanlúcar de Barrameda habían hecho ofrecimientos que reanudase sus tareas, pero no lo hará hasta el día 3 de septiembre, en que probablemente toreará en el Puerto de Santa María. Después es casi seguro que se presente al público madrileño en una Plaza de las proximidades de la villa y corte.

Como podemos ver, la cornada que le infirió Jilguero de Palha fue gravísima. La versión de Verduguillo es que Juan Silveti fue dejado en la enfermería de la plaza esperando su pronto deceso y que la atención médica que se le proporcionó fue ya cuando se vio que superó la noche siguiente a la cornada. Por lo que se lee en los diarios consultados, esa es una versión alejada de la realidad, pues al diestro herido se le atendió con los medios que en ese día había al alcance.

El día de mañana concluiré con estos apuntes.

domingo, 4 de julio de 2010

Detrás de un cartel (III)

Barcelona se ha caracterizado por ser un lugar hospitalario. En julio de 1952 recibió, como venía sucediendo desde hacía unos años antes, a la tripulación del buque escuela argentino Pueyrredón que supongo que evitando el invierno austral, iniciaba una gira hacia las aguas más templadas del Norte, en busca de proporcionar experiencia a sus jóvenes tripulantes. De acuerdo con las hemerotecas, a las tripulaciones del Pueyrredón se les agasajaba de distintas maneras, siendo recibida incluso por el entonces Jefe del Estado, lo que implica que su presencia en España era todo un acontecimiento.

Entre las festividades que Barcelona ofrecía para celebrar la presencia de esos visitantes, estaba la fiesta de los toros y así, como lo señala, tanto el cartel que da motivo a esta entrada, como la publicidad dada al mismo en los diarios, el domingo 5 de julio de 1952, la empresa de don Pedro Balañá ofreció en la Plaza de Toros Monumental una corrida de toros con un gran cartel de toros y toreros. Anunció 6 toros de Sepúlveda de Yeltes para Pepe Dominguín, mi paisano Jesús Córdoba y Rafael Ortega, corrida que resultó un éxito, según lo narró en La Vanguardia del martes siguiente al festejo Eduardo Palacio en su crónica titulada La copa del olvido y de la que lo medular dice:

Amable y bondadoso lector, sí eres de mi quinta y a Dios pido te aumente los años si no te han de agobiar, recordarás que allá por el 1917 ó 18 llevó por toda España una bella canzonetista, americana del Sur un tango argentino que titulábase como me he permitido rotular esta reseña. Llamábase ella nada menos que María Tubau, o sea como aquella ilustre dama de la escena española, de feliz añoranza, y la canción, llorona y sentimental, venía a ser una especie de exaltación del hombre que, burlado por una mujer, no puede vivir sin aquel «cariño». Vestía la artista de frac, simulaba la clásica borrachera y si los hombres compadecían al protagonista del tango, las damas pensaban: ¡qué imbécil!

Pero bueno, yo no aludo más que al titulejo en cuestión. Y es que si en este mundo olvídanse los beneficios, cosa que no tiene perdón, olvidanse igualmente los amores, los ultrajes y hasta las afrentas, lo que es muy noble ciertamente; pero una de las cosas que sólo dejan de recordar por completo los toreros valientes son las cornadas que esmaltan sus carnes. Pues bien, el diestro de la Isla de San Fernando, Rafael Ortega, tiene una amnesia completa para sus graves percances. Puede decirse que al abandonar las clínicas que se ha visto obligado a visitar, no hace ya memoria del porqué fue huésped, en ellas. ¡Ah!, y tampoco es supersticioso, lo que es aun más increíble. Quiero decir, en fin, que el gaditano diestro apura hasta las heces esa nueva «copa del olvido».

En la temporada de 1950 un último toro de Villamarta atravesóle el muslo derecho la tarde del 8 de junio, y a los treinta días justos, recién dado de alta, el 8 de julio de hoy hace dos años el último toro de Bohórquez, en Pamplona, infirióle una tan tremenda cornada, que sólo Dios y la pericia del insigne operador doctor Juaristi pudieron tornarle a la vida. Recuperarla él y seguir arrimándose a los cornúpetas como de ordinario fue para el artista cosa facilísima y natural. Y el domingo, en la Monumental, demostró nuevamente la impavidez de siempre. Es decir, de siempre no, porque ahora torea muchísimo mejor. Se ha afinado mucho, y si para mejorarlo ha trocado su estilo, el valor que posee no ha perdido un solo quilate. Fue triunfal su jornada, escuchó la música al veroniquear, en los quites y en las faenas de muleta, pero es tal su modestia, que hasta en esas ocasiones costábale trabajo destocarse para saludar al público que lo aclamaba. A éste brindó su primera faena con la franela, realizada, entre gritos de entusiasmo… Se le concedieron las dos orejas del toro y dio dos vueltas al ruedo y salió a los medios. Más aún faltaba la «cola por cortar» y la cortó al sexto de la función. Recibiólo con seis asombrosas verónicas y media inaudita sonando ya la música. Hizo su quite con tres lances y medio también a la verónica y tornó a sonar la música Pepe «Dominguín» entró al suyo con el capote a la espalda y Jesús Córdoba – ¡vaya señorío artístico! – dibujó cinco «chicuelinas» de maravilla. ¡Qué tercio de quites! Banderilleado el toro, brindó Ortega al comandante del «Pueyrredón», capitán Cordeu y derrochando valor y arte… las aclamaciones al diestro no dejaban oír la música y para remate, el gaditano se arrancó en corto y en el propio hoyo de las agujas enterró todo el estoque, rodando el bicho a sus pies hecho una pelota. Y entonces sí, entonces otorgáronsele las dos orejas y la «cola» del cornúpeta, trofeos que recibió encontrándose ya izado en hombros de los «capitalistas», quienes paseáronle en derredor de la circunferencia, mientras el público aclamaba a un auténtico torero, que en vez de «echar teatro» a su arte, prefiere trufarlo con un valor desmedido que, por fortuna suya, ha dejado de ser temeridad para quedar en eso: en puro valor. Yo le deseo sinceramente que siga emborrachándose de «copas del olvido».

La voluntad de Pepe «Dominguín» si no lució en el bicho que rompió plaza, fue debido a que su lidia transcurrió entre una constante protesta a causa de la insignificancia del torete. Despenóle, previa una faena más que decorosa, de una estocada desprendida. Al cuarto de la tarde, de doña María Montalvo, le clavó dos imponentes pares de rehiletes, tras lo que solicitó el cambio de tercio. La música amenizó luego una faena valerosa, de la que sobresalieron unos buenos derechazos, un molinete y cuatro «orteguinas». Pinchó en lo alto dos veces antes de dejar medio estoque bien puesto, y entre unánimes aplausos el diestro salió al tercio a saludar.

En cuanto al mejicano Jesús Córdoba, que actuó el domingo de segundo espada, aténgome en todo y por todo a cuanto dije el día de su presentación en Barcelona. Es un gran torero, tiene con capa y muleta, un soberano empaque, no obstante lo cual en su toreo brillan una naturalidad y una soltura que se armonizan perfectamente. El domingo veroniqueó en dos tiempos su primer enemigo, realizando luego un primoroso quite con el capote a la espalda. Llegó el toro muy aplomado al último tercio, y el artista, a los sones de la música… Otorgósele una ovación unánime, mientras el mejicano daba la vuelta al anillo y salía o los medios. La muerte del quinto de la tarde brindóla al ilustre marino argentino señor Cordeu, a quien el público ovacionó cariñosamente, lo que agradeció el brindado poniéndose en pie en su palco y saludando… Se pidió insistentemente la concesión de oreja y quedó la cosa en una fragorosa ovación, con vuelta al ruedo y salida a los medios, todo muy merecido en verdad… Los toros dieron los siguientes pesos en bruto: 426, 429, 450, 515, 410 y 459 kilogramos respectivamente.
Los toros lidiados al final no fueron los Contreras de don Ignacio Sánchez y Sánchez anunciados como Sepúlveda de Yeltes, sino que cinco de ellos provinieron de Samuel HermanosSamuel Flores – y uno de María Montalvo. Las razones de la sustitución del encierro el mismo día del festejo, su presencia y el juego que dieron, las proporciona el mismo Eduardo Palacio en un apartado de la misma crónica a la que he aludido antes:

…Estaban anunciados seis toros de «Sepúlveda de Yeltes», pero al estar atacados de fiebre aftosa, como sus hermanos de la novillada anterior, substituyéronse con cinco de «Samuel Hermanos», sangre de lo de Parladé y divisa azul, encarnada y oro viejo, y uno de doña María Montalvo, que jugóse en cuarto puesto, divisa azul y amarilla y sangre de lo de don Vicente Martínez. El encierro resultó así: El primero, pequeño y desmedrado, tenía casta, tomó tres varas y no sólo se protestó en vida, sino al ser enganchado su cadáver a las mulas. El segundo, mayor y bien puesto, cuando solo habla recibido dos puyazos, pidió Córdoba el cambio de tercio, El tercero, gordo y bien armado, llevó una sola vara por solicitar Ortega el paso a banderillas, donde también pidió, a los dos pares, nuevo cambio. El cuarto, largo, abierto de cuerna y con poder, sufrió tres lancetazos. El quinto, pequeño, con mucha leña en la cabeza y con poder, soportó tres puyas y se protestó su tamaño. Y el sexto, grande, largo y con cuerna aparatosa, aguantó tres varas…
Lo que sí se desprende del conjunto de la crónica, es que los toros menos pesados fueron objeto de protestas y lo mismo ocurrió cuando la suerte de varas o el segundo tercio no se cubrieron a cabalidad, observando este amanuense que ya se comenzaba a imponer una costumbre que a la larga resultaría perniciosa y que consiste en que los diestros actuantes pidan – o manden – el cambio de tercio aún cuando el cometido del mismo no esté cumplido. Podrán aducirse variadas razones – como la falta de fuerza o de presencia de los toros, por ejemplo –, pero eso no exime el cumplimiento de la tradición primero y de la normativa después.  

La taurinidad de Barcelona como se ve, no tiene razón para ser puesta en duda. Solamente hay que asomarse a la historia – reciente y no tanto – para entender que la fiesta de los toros resulta ser parte de la manera en la que sus habitantes ven la vida. Así nos lo enseña la historia que está detrás de este cartel, la de una tarde de triunfo.

Aldeanos