domingo, 28 de marzo de 2010

Una ventana digital a la Edad de Oro del Toreo en México

Contextualizando

Cuando los hermanos Lumiere secularizan la cinematografía, por allá al final del siglo XIX, usan la cotidianeidad de la vida familiar como argumento. El descubrimiento de que la proyección de imágenes concatenadas a una cierta velocidad para reproducir casi en su integridad el movimiento de personas y de cosas, consigue a través de un impulso comercial, convertirse en una de las nuevas maravillas de un mundo que estaba por ingresar a una centuria en la que los avances de las ciencias superarían todo lo logrado hasta entonces por la humanidad.

Pronto el cinematógrafo abandonó el confín de la vida diaria en familia y se aplicó para perpetuar otros aspectos del tránsito de las comunidades por el tiempo y a la vez, provocó la gestación de una industria que devendría en poderosa y que tendría por finalidad el simplificar la presentación de diversas obras literarias, originalmente destinadas a los teatros, con presentaciones en vivo y sujetas a todo el trajín y conjunto de contingencias que el movimiento de las compañías implicaba.

También se advierte que las manifestaciones de la cultura popular pueden ser trascendidas por el cine y la fiesta de los toros no debería ser refractaria a ello. Hoy, gracias al vídeo y a otras tecnologías digitales podemos coleccionar y conservar diversos testimonios de épocas que parecían irremisiblemente condenadas a ser conocidas únicamente por las relaciones escritas de quienes las vivieron, por las pinturas, grabados y apuntes recogidos en esos momentos y más recientemente, a través de la fotografía fija, medios que nos proporcionan la visión subjetiva del cronista, del pintor o del que seleccionó las fotos que habrían de conservarse para la posteridad. Estos medios son una valiosa ayuda para conocer el pasado remoto, pero tienen el estigma de no reproducir en su integridad los sucesos.

En el mundo de los toros, en cuanto la tecnología lo permitió, se inició un movimiento tendiente a preservar y a difundir los testimonios captados para la posteridad por el cine y así surgen firmas de coleccionistas, como las de Fernando Achucarro y José Gan en España, o las de Julio Téllez, Ramón Ávila Salceda o Nadim Alí Modad en México, mismas que por distintos vehículos han puesto a la disposición de los aficionados a los toros, selectas piezas de sus filmotecas, en formatos que permiten apreciarlas en la comodidad de sus hogares.

La colección Daniel Vela

Daniel Vela, originario de Guadalupe, Zacatecas, fue propietario de una compañía distribuidora de gas denominada Vel – A – Gas que se anunciaba en el cintillo que formaba el friso de loa palcos de contrabarrera del viejo Toreo de la Ciudad de México. Era también – se advierte por el legado que ahora comentamos –, un gran aficionado al llamado séptimo arte y a la fiesta de los toros, logrando en su tiempo, conjuntar ambas aficiones, capturando con su cámara de cine una serie importante de imágenes, que constituyen hoy, una magnífica ventana a lo que puede calificarse como la Edad de Oro de la fiesta en México.

Las filmaciones de Daniel Vela que se recuperan en el DVD objeto de este comentario, muestran por una parte, la destreza de éste como operador de la cámara y su idea sobre las cuestiones trascendentes de los festejos taurinos y por la otra, la ya mencionada afición por el cine y por los toros, pues la mayoría de los testimonios fílmicos que ahora son divulgados, son capturados en color y sobre esto, habrá que hacer notar un par de cuestiones: la primera es que en el cine comercial se comienza a filmar en color desde la década de los treinta, pero solo para aquellas cintas calificadas como de gran presupuesto, popularizándose el formato sólo hasta los años cincuenta, cuando entra en el mercado general el formato de ocho milímetros. La segunda es que el filmar en color de una manera diríamos casera, representaba un costo altísimo en la década de los cuarenta, pues la película virgen y el revelado debían adquirirse y hacerse en los Estados Unidos.

Todas estas cuestiones agregan valor histórico al acervo puesto a la disposición de la comunidad por la filmoteca de la UNAM durante el rectorado del Médico Juan Ramón de la Fuente, uno de los pocos hombres públicos de este tiempo que no se abochornan al reconocer y al vivir su afición a los toros, como lo demostró apenas el pasado 28 de febrero al recibir un brindis de Manolo Mejía en la Plaza México y llevarse por amplio margen, la ovación de la tarde. Hoy el Rector de esa casa de estudios es el abogado José Narro Robles, de quien no tengo noticias acerca de su afición por todo esto, pero al menos su silencio respecto de ellas, en estos tiempos que corren, es confortante.

La Edad de Oro

No es tema de discusión, que la Edad de Oro de la fiesta de los toros en México corresponde al lapso de tiempo que va entre la mitad de la década de los treinta y la mitad de la década siguiente. Se produce cuando, por consecuencia del llamado boicot del miedo y la guerra civil española, quedan interrumpidos los intercambios de toros y toreros con España y la fiesta de los toros en México tiene que desarrollarse exclusivamente con elementos domésticos.

Es en este tiempo cuando toreros y ganaderías mexicanas alcanzan las cotas más altas de su historia. Es cuando Armillita, Jesús Solórzano, Lorenzo Garza, El Soldado y Silverio establecen su imperio enfrentándose a toros de San Mateo, Piedras Negras, Coaxamalucan, La Laguna, La Punta, Matancillas o Carlos Cuevas, dejando ver que en ese momento de la historia, no era indispensable la comparecencia de toreros hispanos para hacer atractivas las temporadas, pues la maestría, la clase, la personalidad y el sentimiento que imprimían a sus faenas ante los bravos toros mexicanos colmaban las aspiraciones de los aficionados de esa época y daban pábulo a esperar más el siguiente día de toros.

La fiesta en México era autosuficiente en esos días. Tanto, que a través de los testimonios capturados por Daniel Vela, nos encontramos con la presencia de toreros que, en lo que pudiéramos llamar la historia oficial de la fiesta mexicana, son considerados solo como elementos colaterales de ella. Carlos Vera Cañitas, Manuel Gutiérrez Espartero, Gregorio García, Ricardo Torres y Juan Estrada son toreros que se recuerdan por haber sido parte de corridas memorables, una especie de convidados de piedra para aderezar las hazañas de los que trascendieron como figuras, pero inexplicablemente sin pasar a la historia el por qué de su inclusión en esos momentos que hoy, constituyen los grandes hitos de nuestra fiesta.

México tenía en ese tiempo, muchos y muy buenos toreros. Las películas de Daniel Vela nos muestran la profundidad y la clase de Ricardo Torres al torear a la verónica; la planta torera de Gregorio García y su facilidad con las banderillas; el valor y la calidad torera de Cañitas, un torero que hoy, sería un fuera de serie, pero que saltó a los ruedos en una época en la que para ser primera figura, uno tenía que ser tan grande como Fermín o Lorenzo o Silverio. También entendemos por estas filmaciones por qué Juan Estrada ganó dos veces la Oreja de Plata en El Toreo y por qué Espartero fue impulsado y protegido por El Magnífico.

Por otra parte, bien decían Julio Téllez, Paco Coello y Luis Ramón Carazo al comentar en la televisión este DVD (2003) que rompería algunos mitos relacionados con el toro de lidia mexicano. En primer término, creo que concluye con aquél que hablaba de las catedrales con cuernos que se decía se toreaban en esos días y también da fin a aquél que dice que el toro de hoy es más bravo que el de antes.

El vídeo disco que hoy les comento nos deja ver que el toro que se lidiaba en ese tiempo, como producto de una crianza por métodos extensivos era de poco volumen, pero de gran pujanza. Son frecuentes las escenas en las que vemos que toman tres o cuatro puyazos, dados sin barrenar y sin hacer la carioca. Puyazos en los que los toros recargan, empujan y producen tumbos o llevan al caballo hasta las tablas y en alguna oportunidad – la alternativa de Cañitas – matando al equino aún a pesar del peto. En fin, que se advierte que los toros de entonces tenían edad y tenían raza, condiciones que hoy se ven, como diría Pepe Alameda, por rarísimo acaso.

Así pues, la colección de Daniel Vela nos presenta en un interesante panóptico, la fiesta de los toros mexicana en la edad mas grande que ha vivido, cuando los toros y los toreros nacionales eran de una calidad y categoría tales, que novillada o corrida, los tendidos del coso de la colonia Condesa se encontraban repletos domingo a domingo y a veces, con festejo en el jueves intermedio, hecho que en estos tiempos, se produce una o dos veces por temporada.

El DVD y su contenido

Al inicio hablaba de la subjetividad en la selección de los testimonios y aunque el cine y hoy, el vídeo reducen esa posibilidad, se advierte que en la selección de los materiales, se practicó algún trabajo de edición que dejó fuera algunas escenas que quizás no reproducen momentos trascendentes en sí, pero que tienen trascendencia por su valor histórico. A guisa de ejemplo, haré referencia a la tarde de Rafael Osorno con Mañico de Matancillas. Al comentarse en el programa Toros y Toreros del Canal 11 de la Televisión Mexicana la salida al mercado del DVD, se proyectó, creo que casi completa, la película filmada por Daniel Vela en esa oportunidad y así, vimos las actuaciones de Rutilo Morales y de Luis Briones esa tarde de 1942, mismas que no se recogen en el documento digital. La faena de Osorno con Mañico es la que pasó a la historia, pero hoy, las imágenes recogidas de la totalidad del festejo, tienen un importante valor histórico. ¿Por qué no dejarlas?

Por otra parte, considero que se pudo dar un mejor tratamiento al material reutilizado, en cuanto a que al inicio de cada apartado se indica la fecha y el cartel del festejo a que se refiere, pero deja al espectador la tarea de adivinar que diestro es el que actúa, sobre todo, si partimos de la realidad de que las filmaciones, dada la condición de las cámaras con las que se realizaron, no contienen en muchas partes, una división lógica de los diversos estadios de la lidia, ni de la actuación de los diestros que forman el cartel, identificables por quienes les vieron en su tiempo, pero un enigma para aquellos que solamente los conocen por las referencias que la historia hace de ellos y que – como dijera el amigo Claudio Vargas –, por un accidente meramente demográfico, constituyen quizás más de tres cuartas partes de los posibles espectadores. ¿No se pudo poner en subtítulos el nombre de los diestros recogidos por la imagen? Lo anterior se vuelve necesario, sobre todo, si consideramos que la mayor parte de las imágenes transcurren silentes, dado que tras una breve noticia histórica expuesta por Paco Coello, se reproduce un pasodoble de la época, cuya duración llega apenas a los dos o tres minutos y los cortes de película son de mucha mayor duración.

En fin, el esfuerzo realizado es importante y su resultado a mi juicio, extraordinario. El equipo de trabajo integrado por Sergio Iván Trujillo Bolio, José Francisco Coello Ugalde, Ángel Martínez Juárez, Francisco Ohem, Jesús Brito, Enrique Ojeda Castol, Alejandra Montalvo, Julio Téllez García, Juan Felipe Leal, Eduardo Barraza, Carlos Arturo Flores Villela, Jesús Flores y Escalante, Pablo Dueñas Herrera, Clara Guadalupe García y Ricardo Orozco Ríos tienen derecho a disfrutar de la satisfacción que deja una labor bien realizada y concluida en esta etapa.

Así pues, si se quiere conocer mejor la Edad de Oro de la fiesta de toros en México, el DVD que contiene la selección de la Colección de Daniel Vela constituye una extraordinaria ventana digital para asomarse a ella.

Post – scriptum: En la época de la aparición de este vídeo disco, había publicado ya una versión distinta de este mismo artículo, misma que pueden consultar aquí. La colección de DVD’s sobre tauromaquia de la UNAM comprende cuatro de ellos, por lo que próximamente me ocuparé de los siguientes ejemplares.

domingo, 21 de marzo de 2010

El Palacio de los Deportes: una feria atípica (1976)

El Palacio de los Deportes


Una vez que se anunció que la Ciudad de México sería la sede de los Juegos Olímpicos de 1968, se acometieron una serie de edificaciones de audaz arquitectura. Una de ellas fue el Palacio de los Deportes, ubicado dentro del complejo denominado Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca cuyo diseño y construcción fue encomendado a los arquitectos Félix Candela, Antonio Peyrí y Enrique Castañeda Tamborrell.

Es un edificio de planta circular cubierta con una cúpula cuyo claro máximo es de 160 metros, con una superficie de 171,000 metros cuadrados y fue diseñado originalmente para albergar las competencias de basquetbol, boxeo, lucha libre, levantamiento de pesas, gimnasia y esgrima y su utilización posterior a la Olimpiada se destinaría para otros eventos que necesitan una gran superficie para su desarrollo como hockey sobre hielo, espectáculos ecuestres, danza, circo, centro de convenciones y exposiciones y sala de conciertos.

Cuenta con 22,370 asientos, de los cuales 7,370 son desmontables y su signo distintivo es la cúpula que lo cubre, que es un paraboloide hiperbólico de aluminio tubular sostenido por enormes arcos y techado con láminas de madera impermeabilizada recubiertas con placas de cobre, diseño del arquitecto hispano – mexicano Félix Candela (1910 – 1997), uno de los distinguidos huéspedes que recibimos de la diáspora republicana.

La Fiesta y la Ciudad de México en 1976

Daniel Medina de la Serna llama a la temporada 1975 – 76 de la Plaza México la temporada a la deriva. Fue la última que ofreció Diversiones y Espectáculos de México S.A. (DEMSA) – de infeliz memoria en su paso por la gran plaza – y lo hizo sin contar con la presencia de Manolo Martínez y Mariano Ramos, que eran los triunfadores del serial anterior, así como tampoco con los toreros españoles, dado que por esos días se había producido una nueva ruptura del convenio que regula la actuación de los toreros de aquí y de allá, aquí y allá.

Las atracciones de esa temporada eran la reaparición de Manuel Capetillo, que volvía a los ruedos después de algo más de 7 años de ausencia, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Manolo Arruza que regresaba de cumplir una interesante campaña española. La temporada de 16 corridas transcurrió entre tumbos y con muchos carteles, a decir del citado Medina de la Serna, con tufo a novillada. Capetillo no logró captar el interés de la afición y se la pasó armando mítines. Cavazos mantuvo esa relación tortuosa que tuvo siempre con la afición capitalina y Curro Rivera y Manolo Arruza no demostraron tener la personalidad suficiente para cargar con el peso de una temporada como la de la Plaza México.

Para la anécdota, vale contar que el candidato único a la Presidencia de la República, José López Portillo, asistiría a la corrida del 28 de marzo, acompañado por Armillita, Silverio, Calesero, El Soldado y Lorenzo Garza y que al siguiente domingo, el 7 de abril, terminó la temporada con la corrida del Estoque de Oro, misma que representó la última vez que Manuel Capetillo pisó el ruedo de la plaza de Insurgentes vestido de luces. El trofeo en disputa fue para Manolo Arruza.

El cierre de la Plaza México

El 2 de mayo de 1976, el novillero retirado Carlos González, en su carácter de representante de DEMSA, anunció a los medios de comunicación que la empresa se retiraba del negocio de los toros en la Plaza México por incosteable.

Ya durante los dos años anteriores se había mantenido una campaña mediática criticando el sistema impositivo que gravaba a la fiesta en la Capital de la República, mismo que databa de la década de los cuarenta y que aparte de las contribuciones regulares a cualquier actividad empresarial, llevaba una sobretasa del 10 por ciento sobre las entradas brutas, destinadas a la asistencia pública, producto de aquella oscura donación que hizo la familia de Maximino Ávila Camacho de las acciones de El Toreo S.A. a la Beneficencia Pública.

La realidad de los hechos es que cuando se montaron carteles con imaginación y se provocaron entradas respetables en los tendidos, la sobretasa de referencia nunca fue un gran lastre. Se convirtió en tal, cuando la empresa intentó aplicar la ley del menor esfuerzo e intentó conseguir las mismas entradas con carteles con tufo a novillada – reitero la misma terminología de Medina de la Serna – sin pensar que el destinatario final del producto que ofrecen, aún conserva su libertad de elegir si asiste o no al festejo anunciado.

La Plaza México permanecería así, cerrada, sin empresa al frente de sus destinos, hasta el 13 de febrero de 1977.

Jaime de Haro Caso

Jaime de Haro Caso no era una persona ajena al mundo de los toros. Su hermano Manuel era ganadero en Tlaxcala y él mismo tenía una estrecha relación familiar con don Juan Sordo Madaleno, ganadero de Xajay. Aparte, en 1974, había ya organizado en Marbella, una corrida de toros en la que Paco Camino y Manolo Martínez despacharon mano a mano un encierro de Carlos Núñez. El objetivo del festejo era que se transmitiera en vivo a México, así que el festejo fue nocturno (a la media noche de España) y aunque el resultado artístico fue un petardo, fue un buen intento de demostrar que toros y tele podían convivir de una manera rentable y conveniente.

Ante la ausencia de quien se hiciera cargo de los destinos de la Plaza México, la imposibilidad de acceder a su manejo y el hecho de que El Toreo de Cuatro Caminos tampoco estaba disponible para ser utilizado de inmediato, se dio a la tarea de conseguir un escenario en el cual ofrecer festejos taurinos y por otra parte a intentar destrabar el conflicto existente entre las torerías de España y México.

Jaime de Haro consiguió que el Gobierno de la Ciudad de México le rentara el Palacio de los Deportes, en el que inició de inmediato las obras de acondicionamiento y el 18 de agosto de 1974, con la presencia de Jaime Ostos en México, anunció la reanudación de relaciones taurinas - las diplomáticas se reanudarían entre 77 y 78 - entre México y España. Rafael Morales Clarinero, se lo contó así a don Martín Luis Guzmán:

Jaime Ostos, jefe de los diestros españoles, pasó por México y reanudó el convenio taurino entre México y España. Desde el 18 de agosto, diestros de uno y otro país podrán torear, libremente, aquí y allá. Los intereses, que siempre pesan más que los principios, abren el cauce a la variedad de carteles que se pueden hacer en las temporadas próximas…

Solucionados esos problemas, se anunció que del 12 al 19 de septiembre se darían en el Palacio 8 corridas de toros, seguidas, en un hecho inusitado en la Capital del País, pues regularmente allí los festejos son de domingo a domingo y por rarísimo acaso – diría Alameda – ocurre alguna ocasión en la que se llegan a dar dos en días seguidos. Las combinaciones anunciadas fueron las siguientes:

Domingo 12 de septiembre 1976: Jesús Solórzano, Rafael Torres y Manolo Arruza. 5 Las Huertas, 1 Manuel de Haro.

Lunes 13 de septiembre 1976: Manuel Capetillo, Marcos Ortega y Gabriel Puerta. 5 Campo Alegre, 1 Zacatepec.

Martes 14 de septiembre 1976: Curro Rivera, Roberto Domínguez y Cruz Flores. 6 San Miguel de Mimiahuápam.

Miércoles 15 de septiembre 1976: Manolo Arruza, Manili y Cruz Flores. 6 Manuel de Haro.

Jueves 16 de septiembre 1976: Curro Rivera, Roberto Domínguez y Ricardo Balderas. 7 Santo Domingo.

Viernes 17 de septiembre 1976: Curro Rivera, Miguel Villanueva y Rafael Torres. 5 Manuel de Haro, 1 Coaxamalucan.

Sábado 18 de septiembre 1976: Curro Rivera, Manolo Arruza y Cruz Flores. 7 Tequisquiapan.

Domingo 19 de septiembre 1976: Manuel Capetillo, Jesús Solórzano y Gabriel Puerta. 7 Coaxamalucan.

Podrán observar las ausencias de Manolo Martínez y Eloy Cavazos. La del primero resulta evidente, dado que al ser televisada totalmente la feria, el asunto era para él una cuestión de principios y en el caso de Cavazos, al parecer fue una cuestión de pesos y centavos. De los presentes, Rafael Torres, Gabriel Puerta, Roberto Domínguez, Manili y Cruz Flores confirmaron sus alternativas y Ricardo Balderas hijo la recibió. El asunto de las confirmaciones lo comentaré más adelante.

En el renglón trofeos, se cortaron 12 orejas y un rabo, Curro Rivera fue el triunfador numérico al llevarse 7 y un rabo, Manolo Arruza y Cruz Flores obtuvieron 2 orejas cada uno y el sevillano Gabriel Puerta cortó una oreja, por cierto, la primera de la feria. En el renglón de los percances, Manili sufrió una cornada de 7 centímetros de extensión que le impidió continuar en la feria y Roberto Domínguez una contusión al lidiar un toro de regalo en su actuación final de la feria.

El momento más destacado de esta feria, para Rafael Morales Clarinero, resultó ser la faena realizada por Curro Rivera al toro Consentido de San Miguel de Mimiahuápam, el 18 de septiembre, faena de la que hace el siguiente recuento:

En la biografía de Curro Rivera y en los anales de la tauromaquia mexicana va a quedar, eternizada en letras de oro y en crónicas ricas en superlativos, la faena extraordinaria, genial por momentos, que el hijo del potosino Fermín le hizo al noble Consentido de la ganadería de San Miguel de Mimiahuápam. Mire Usted señor Martín Luis, cómo el entender al toro mexicano ha llevado a Curro a faenas muy armoniosas, muy acompasadas, tan limpias en su ejecución, que yo solo podría equipararlas al más liso lenguaje de Cervantes en las Novelas Ejemplares. Sin duda alguna el toro fue nobilísimo, sin malas intenciones, más merecedor de vuelta al ruedo que de arrastre lento, pero en otras manos que no hubieran sido las de Curro, hubiese parecido un poco soso. Curro consintió a Consentido y el toreo alcanzó uno de sus inolvidables momentos en el tiempo, distancia y forma…

Sobre esta feria escribió en su día Joaquín Vidal a propósito de una entrevista que realizó a Roberto Domínguez sobre su participación en esta feria:

...la feria tiene interés, por la atención que le presta el público, pero cuenta con el gran inconveniente de la mala calidad del ganado. «En cuanto a trapío, los toros vienen a ser como los que se lidian en España en plazas de segunda categoría. En cuanto a casta no hay comparación posible: apenas si se les vislumbra.»

Los toros de las mejores ganaderías, Vistahermosa, San Mateo, Torrecillas, Llaguno, los tienen copados las principales figuras mexicanas, para lidiarlos en los festejos de la temporada grande. Lo usual en México es que las figuras adquieran corridas completas para los festejos en que han de participar. Adelantan una señal por cada corrida reseñada y cuando se embarcan para su lidia abonan el resto. Naturalmente, en los contratos que firman con las empresas se tiene en cuenta el precio del ganado. No es, por otra parte, una práctica original y exclusiva. Sabemos que en España las figuras también imponen hierros y reses, y cuentan con veedores para la selección en el campo…


La realidad es que al ser el toro mexicano genéticamente diferente al español, su trapío tiene que ser valorado en la medida de su encaste. Admito que en la feria del Palacio de los Deportes de 1976 hubo algún baile de corrales y algún toro devuelto después de salido al ruedo, pero de los 50 lidiados, la mayoría tuvieron el tipo y la categoría suficiente para ser lidiados en una plaza de primera categoría.

El asunto de las confirmaciones

Decía hace unos párrafos que Rafael Torres, Gabriel Puerta, Roberto Domínguez, Manili y Cruz Flores confirmaron sus alternativas en la feria. De todos estos toreros, solamente Roberto Domínguez y Cruz Flores volvieron a actuar como matadores de toros en la Capital mexicana y específicamente en la Plaza México. A ambos se les hizo confirmar de nueva cuenta su alternativa.

Daniel Medina de la Serna – como muchos otros –, al referirse a esas confirmaciones del Palacio de los Deportes, las cuestiona, entrecomilla el término confirmación y las llama evidentemente inválidas. La realidad de los hechos es que quienes cuestionan la validez de esas confirmaciones de alternativa lo hacen amparados exclusivamente en un sentimiento de defensa de una supuesta tradición que no tiene sustento alguno, pues en todo caso, la confirmación de alternativa es un hecho que está reglamentado y que se sujeta a la normatividad que rige los festejos taurinos en la Ciudad de México.

El artículo 1º del Reglamento de los Espectáculos Taurinos de 1953, vigente en el Distrito Federal en 1976, cuando las confirmaciones en cita se dieron, establecía que las plazas de toros eran de primera categoría cuando tenían capacidad de 10 mil o más espectadores; de segunda, cuando su capacidad era entre 4 mil y 10 mil y de tercera, aquellas con cupo inferior a 4 mil.

Por su parte, el artículo 68 del mismo Reglamento decía en su parte conducente lo que sigue:

…el matador que actúe por primera vez en una plaza de primera categoría en el Distrito Federal, matará en esa ocasión el primer toro, previa cesión de trastos que le haga el espada correspondiente, excepto en el caso de que el matador que se presente ocupe el primer lugar en el programa, pues entonces le cederá los trastos el que le sigue en antigüedad…

Como se observa, la regla es clara al hablar de plaza de primera categoría y el Reglamento no hace excepción en cuanto a que la plaza sea fija, desmontable o transitoria, así como tampoco exige que la confirmación o cesión de trastos se deba hacer en la plaza de mayor capacidad del Distrito Federal, simplemente exige que se haga en una que sea de primera.

Entonces, el que se exija que solamente sean válidas las confirmaciones de la Plaza México, es un verdadero despropósito y el haber obligado en este caso a Cruz Flores a que confirmara de nuevo el 5 de marzo de 1978 y a Roberto Domínguez el 1º de febrero de 1981 en la Plaza México, un verdadero atropello, puesto que en su día, habían confirmado debidamente sus respectivas alternativas, aunque a más de algún defensor de las tradiciones no le pareciera y demostrara con ello, su ignorancia del entorno jurídico de este asunto.

Colofón

Al final de la feria, en un alarde populista, las autoridades de la Ciudad de México anunciaron que no se volvería a facilitar el Palacio de los Deportes para un espectáculo elitista como el taurino y es que los precios de acceso al inmueble fueron muy diferentes – al alza – que los de la Plaza México. También dejaría claro que el maridaje toros – televisión, sujeto a determinadas medidas de control y difusión beneficia a la fiesta y a sus actores.

El tiempo demostraría que en política, como ante los toros, se vale rectificar y el Palacio de los Deportes, algo más que una década después, volvería a albergar festejos taurinos y los toreros que echaron a las cámaras de las plazas, abogarían por el regreso de ellas. De este último asunto, ya me ocupé en otro espacio de esta misma Aldea. Del otro, del regreso de los toros al Palacio de los Deportes, espero hacerlo pronto.

domingo, 14 de marzo de 2010

Una fotografía con historia (I)


El médico Antonio Ramírez González fue condiscípulo de mi padre desde los tiempos del bachillerato, es más la abuela de don Antonio era del mismo pueblo que mi padre. Fueron juntos a la Facultad de Medicina y compartieron durante muchos años el ejercicio de la cirugía y la afición a los toros. De cuando en cuando don Toño me permite escudriñar en su extensa y bien cuidada biblioteca y es allí donde me encontré esta fotografía de Sosa que les presento en esta ocasión.

En el año de 1945 se dio lo que resultaría ser la última temporada de novilladas en el viejo Toreo de la Colonia Condesa de la Ciudad de México. El jueves 28 de junio se anunciaron seis ejemplares de La Laguna de Guadalupe, en un festejo de concurso para Alfonso Reyes Lira, Ignacio Cruz Ortega, Aurelio García, Alejandro Cázares, Guillermo Carvajal, Eduardo Solís y Juan de la Cruz, quienes se disputarían, además de la oportunidad de seguir actuando en las tercias subsecuentes, el vestido de luces verde y plata que el actor Ricardo Montalbán había utilizado en la película La Hora de la Verdad, próxima a estrenarse en las salas de cine de México.

La reseña que Guillermo Ernesto Padilla hace del festejo en el segundo tomo su obra Historia de la Plaza de Toros El Toreo 1907 – 1946, refiere lo siguiente:


Alfonso Reyes Lira vio regresar vivo a un astado infumable. Ignacio Cruz Ortega  toreó muy valiente y mató con gran verdad. Aurelio García sacó insospechado partido de un buey. Alejandro Cázares consumó un faenón con un astado de carreta. Guillermo Carvajal emocionó con su enorme valor. Eduardo Solís llevó a cabo torera faena y Juan de la Cruz se esforzó lo indecible.


La actuación de Cázares le señaló pues como triunfador de la noche y como acreedor del terno de luces que el actor mexicano, nacido en la Ciudad de México, pero radicado desde su infancia en Torreón, Coahuila y por tanto, considerado como nativo de allí, vistiera en la cinta que dirigiera Norman Foster y sobre la que Tomás Pérez Turrent, destacado crítico de cine y en su día, también novillero (llegó a presentarse en la Plaza México), escribiera lo siguiente:


…Es un cineasta norteamericano, Norman Foster, quien va a realizar el mejor melodrama taurino que haya hecho el cine mexicano: La hora de la verdad (1944). El argumento (de Janet Alcoriza) recoge todas las convenciones y los prototipos del melodrama taurino: el joven torerillo (Ricardo Montalbán) que es ayudado por un viejo picador, el triunfo después de muchas penurias, la alternativa, el matrimonio con la hermosa joven, a quien la preocupación por la profesión del marido hace perder la razón, hasta que tiene que ser internada en un manicomio; el héroe que se refugia en el amor de otra mujer, con la que tiene un hijo que no conocerá porque ella decide sacrificarse y abandonarlo; la etapa de los fracasos, la soledad, la bebida, las parrandas, la muerte providencial de la loca y el reencuentro de la mujer amada que lo hace conocer a su hijo; la nueva oportunidad, el triunfo y la muerte.

Foster, ayudado por su buen oficio de cineasta, logra profundizar en ciertas verdades del mundo taurino a partir de sus propias convenciones y sin romper las reglas del juego melodramático o pretender trascender el melodrama. Su sentido del ritmo da fluidez al relato y hace verosímiles aun las peores convenciones. Evita constantemente la redundancia (tan común en el melodrama mexicano) gracias a la atinada utilización de la elipsis (buen ejemplo es la escena final, el torero agonizando en la enfermería, la mujer deambulando en la plaza vacía, resuelta con convicción y rigor sin por ello perder su intensidad melodramática). El realizador consigue además una serie de apuntes muy permanentes sobre el torero y el mundo que lo rodea, su especificidad; sabe analizar sus sentimientos contradictorios, la relatividad del miedo y/o el valor. Por último, a través de la locura de la esposa del torero, esboza un tema inédito que afortunadamente no se ha vuelto a tratar: el toreo como privilegiado momento erótico. La locura es un producto de los celos, los celos tienen un motivo concreto: la fusión entre toro y torero, la comunicación que se establece entre ellos, la entrega de uno a otro representa el acto amoroso…
Los estelares del reparto en la cinta fueron el citado Montalbán, Lilia Michel y la veracruzana Virginia Serret, continuando con  un estereotipo que había iniciado con la segunda versión de Santa (1943), dirigida por el mismo Foster, en el que interpreta al torero Jarameño al lado de Esther Fernández. Señalo que el papel del torero es un estereotipo para Montalbán, porque en 1947 vuelve a personificar al diestro Mario Morales en Fiesta, un musical dirigido por Richard Thorpe, compartiendo papeles con Esther Williams, Cyd Charisse y Mary Astor. Espero que el amigo Gustavo de Alba sepa disculpar el que invada sus terrenos.

La tarde del 23 de septiembre de 1945 se anunció la reaparición de Alejandro Cázares, quien para lidiar novillos de Torreón de Cañas de alternaría con el hispano Gabriel Alonso y Ramón López y tras de concluir el paseíllo, bajó al ruedo la guapa Virginia Serret, a cumplir con el segundo de los trofeos ofrecidos al triunfador de la novillada del 28 de junio, la entrega del vestido de luces que utilizó Ricardo Montalbán en el rodaje de La Hora de la Verdad. Ese es el momento en el que el fotógrafo Sosa captó la imagen que encabeza esta entrada.

Guillermo Ernesto Padilla relata como resultado del festejo el siguiente:


El domingo 23 de septiembre se presentó el novillero español Gabriel Alonso, con quien alternaron Alejandro Cázares y Ramón López lidiando astados de Torreón de Cañas. Alonso dejó apreciar estilo y buenos procedimientos. Cázares mostró afición y valor. Ramón López realizó una faena extraordinaria con el sexto burel.

La Hora de la Verdad se estrenó en la Ciudad de México el día 15 de noviembre de 1945 y en el Cine Alameda de Guadalajara al día siguiente. Alejandro Cázares todavía prolongó su carrera novilleril algunos años más, pero fue duramente castigado por los toros. Fue de los novilleros que iniciaron sus pasos en la arena de la Colonia Condesa y que lograron hacer la transición a la Plaza México, donde actuó un par de tardes y en las dos resultó herido de gravedad, terminando por dejar la profesión de torero.

Uno de los hechos más trascendentes del paso por los ruedos de Alejandro Cázares es el ser uno de los primeros en haber presentado a las empresas y haber llevado con él a sus primeras andanzas taurinas a un jovencito que en unos cuantos meses irrumpió para convertirse en una gran figura del toreo, me refiero a Rafael Rodríguez, con quien convivió y a quien auxilió en sus primeros pasos en los ruedos y que en un brevísimo tiempo se convirtió en El Volcán de Aguascalientes.

La fotografía de Ricardo Montalbán es obra de Peter Stackpole, tomada en la plaza de toros El Toreo, de la Ciudad de México, en el año de 1945 y pertenece al archivo de la Revista Life, recopilado en Google y probablemente corresponde a un reportaje realizado a propósito de la filmación de La Hora de la Verdad, por la fecha de su realización.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Diamante del redondel...

Así definió Agustín Lara a Silverio Pérez, el amado compadre de todos los mexicanos en su inolvidable pasodoble. Hoy la vida y la leyenda del Faraón de Texcoco está puesta en la internet, con una gran profusión de textos e imágenes que nos dejan a la vista la grandeza de este torero mexicano que trascendió a su tiempo por sí mismo y que aún hoy, sigue representando un enigma para todos aquellos que se interesan por esta fiesta.

Copio de la página de inicio del sitio:


Silverio Pérez Gutiérrez, figura del toreo, ídolo de la afición de México y Texcocano universal. El torero más querido del pueblo mexicano en toda su historia, no supo de rendiciones ni derrotas sino de tenaces victorias existenciales mediante el empleo de dos armas poderosas: sencillez y sentimiento.

Silverio Pérez, además de un gran torero fue un gran ser humano, capaz de reflejar la grandeza de su pueblo, enalteciéndolo. No obstante su popularidad jamás perdió su sencillez ni su fe en Dios ni en sí mismo. Silverio supo ser un hermoso testimonio de amor a sus padres, hermanos, esposa e hijos, amigos, compañeros y ciudadanos.


domingo, 7 de marzo de 2010

Feria habemus

El pasado jueves 4 se hizo la presentación oficial de los carteles de la Feria de San Marcos para este año 2010. Aunque ya habían circulado en los medios desde casi una semana antes, el evento protocolario en el que el representante de la empresa en Aguascalientes reunió a fuerzas vivas, gente prominente del establishment y representantes de los medios de comunicación para exponer de viva voz la composición de la Feria y los pormenores de su organización.

El conjunto

La de este año representa un avance respecto de las de los anteriores, en cuanto a que se ha procurado balancear los carteles ajustando como base de ellos a los europeos José Tomás, Julián López El Juli, Sebastián Castella y José María Manzanares y a Eulalio López Zotoluco, Rafael Ortega, Fernando Ochoa e Ignacio Garibay por los toreros nacionales, siendo estos dos últimos una novedad, pues en los dos últimos abriles no habían estado entre nosotros.

También se observa una fuerte apuesta por los jóvenes, pues se conceden tres oportunidades en carteles rematados a Octavio García El Payo, dos a Joselito Adame y a Mario Aguilar, aunque el trato a estos dos últimos, no obstante ser de la tierra, no es tan preferente como el del queretano, quien prácticamente reaparecerá después del grave percance que sufrió en la Plaza Santa María de su tierra natal.

Redondean el asunto dos novilladas, encabezadas por Sergio Flores una y la otra por Gerardo Adame y pendientes de ser completadas las ternas por los triunfadores de la temporada de preferia y la corrida de la Oreja de Oro, organizada por la Asociación de Matadores de Toros y Novillos, en la que se presentarán cuatro diestros que verán en ella su único toro de la feria, en tanto que dos más completarán en ella su segunda tarde.

Paradójico es ese asunto de la Oreja de Oro, una corrida que en su origen nace para reunir en ella a los triunfadores de las temporadas y en ella disputar un trofeo para el mejor entre ellos. Hoy es una especie de clavo ardiendo para los diestros que, de otra manera estarían en el paro y que de no ser por ese tipo de festejos, estarían absolutamente sin torear. Pero para redondear la paradoja, hay dos tardes importantes para Antonio Barrera, un torero que aquí particularmente a nadie interesa y cuyo único mérito es ser compadre de Alfredo Sahagún, funcionario de la empresa y encargado de la plaza de Guadalajara, lo que le permite desplazar a toreros como Víctor Mora o César Delgadillo, que torean una sola corrida, sin cobrar, a beneficio de su sindicato, mientras el enchufado Barrera disfruta de la enésima oportunidad nunca ganada en nuestra plaza.

El ganado

En el renglón ganadero se observa de nuevo la presencia de ganaderías light (pero de garantía, dirían los que las piden) como Fernando de la Mora, De Santiago, Herederos de Teófilo Gómez y Carranco, mismas que van ligadas a los nombres de Sebastián Castella Antonio Barrera y José Tomás. También están los de la casa, San Miguel de Mimiahuápam y Begoña que en los últimos años se han comportado de manera irregular. Xajay representa una incógnita, pues lo mismo presenta de la cosecha suave para El Juli, que de la línea dura como los jugados hace un par de domingos en la Plaza México.

La presencia de ganaderías locales y de la región circundante es notable también, San Isidro debuta en corrida de toros y Santa Bárbara y Corlomé (el único encierro de encaste diferente, Parladé - Campos Varela) reaparecen después de varios años de ausencia y por tercer año consecutivo vuelven los santacolomas de Medina Ibarra, aunque en un cartel de menos fuste que en los dos años anteriores.

No resta más que esperar que los toros que se presenten tengan la presencia adecuada, que el juego que den, es otra cuestión, aunque en las fechas cruciales se hayan seleccionado encierros de ganaderías que no se distinguen precisamente por su bravura, sino por lo contrario, es decir, por pasar, no por embestir y por dejar estar cómodos a los toreros que se ponen delante de ellos. Ojalá no se carguen las tardes en las que están anunciados.

El affaire Macías

La ausencia más notable es la de Arturo Macías, torero de Aguascalientes, quien inicia campaña española y de quien se dijo que la interrumpiría unos días para presentarse en la Feria de su tierra. Cuando se anunció el primer bosquejo extraoficial de los carteles, lo primero que se notó, fue precisamente su ausencia, sobre todo, cuando resulta que además que es apoderado por la misma empresa que oferta los carteles de feria.

El propio torero se manifestó extrañado por no estar anunciado y dijo en entrevista que en principio tenía apalabradas las fechas del 23 y 25 de abril y 1º de mayo y que no había problema con los dineros. Después, el representante de la empresa, el torero retirado Ricardo Sánchez, señaló que la exclusión del torero de los carteles, era una decisión administrativa, una consideración de apoderados y no de empresarios.

El argumento central de la posición de Ricardo Sánchez es que la Empresa Pagés le ha asegurado a Arturo que de presentarse en Sevilla la posibilidad de una sustitución, será él quien la cubra. Entonces, dice el diestro retirado, no quisieron arriesgar ni la oportunidad del torero, ni la integridad de nuestra feria en la eventualidad de que se produjera esa ocasión.

La realidad es que a mi juicio, las justificaciones dadas por la ausencia de Macías suenan a hueco. Si la causa de su no presencia a la Feria de San Marcos es su campaña española, pues simplemente a decirlo así y no buscar pretextos veredes para encubrir una realidad que a nadie ofende y si la causa hubiera sido otra, pues a ventilarla y a poner las cosas en su sitio que la verdad no peca, aunque a veces incomode.

En fin, que este es el panorama que presenta a estas fechas la Feria de San Marcos de este 2010 que está por llegar, aunque me queda claro que cuando se quiere, se puede...

Los carteles anunciados

1ª Novillada. Domingo 18 de abril. 6 Boquilla del Carmen. Sergio Flores y 2 Triunfadores de la temporada de preferia.

1ª Corrida. Viernes 23 de abril. 6 Fernando de la Mora. Ignacio Garibay, Sebastián Castella y Joselito Adame.

2ª Corrida. Sábado 24 de abril. 6 De Santiago. Rafael Ortega, José Tomás y Octavio García El Payo.

3ª Corrida. Domingo 25 de abril. 7 Begoña. Rodrigo Santos (Rej.), Eulalio López Zotoluco, Sebastián Castella y Octavio García El Payo.

4ª Corrida. Viernes 30 de abril. 6 Xajay. Fernando Ochoa, Julián López El Juli y Octavio García El Payo.

5ª Corrida. Sábado 1 de mayo. 6 Herederos de Teófilo Gómez. Eulalio López Zotoluco, Rafael Ortega y Sebastián Castella.

6ª Corrida. Domingo 2 de mayo. 6 Santa Bárbara. Fernando Ochoa, José Mari Manzanares y Mario Aguilar.

7ª Corrida. Lunes 3 de mayo. 6 San Miguel de Mimiahuápam. Eulalio López Zotoluco, Julián López El Juli e Ignacio Garibay.

8ª Corrida. Martes 4 de mayo. 8 San Isidro. Rafael Ortega, Antonio Barrera, José Mari Manzanares y Joselito Adame.

9ª Corrida. Miércoles 5 de mayo. 6 Carranco. Antonio Barrera, Juan Antonio Adame y Mario Aguilar.

10ª Corrida. Sábado 8 de mayo. 6 Corlomé. Israel Téllez, Fabián Barba y José Mauricio.

11ª Corrida. Domingo 9 de mayo. (Oreja de Oro) 6 Medina Ibarra. Israel Téllez, Fabián Barba, Víctor Mora, César Delgadillo, Juan Chávez y José Manuel Montes.

2ª Novillada. Lunes 10 de mayo. 6 Jesús Cabrera. Gerardo Adame y 2 triunfadores de la temporada de preferia.

Edito:

Aquí dejo las referencias a las diversas publicaciones que se hicieron a la ausencia de Arturo Macías en nuestra Feria y que pueden dar una vista más amplia de lo que aquí he presentado y la prueba de la oquedad de las justificaciones de la misma:

La surrealista ausencia de Arturo Macías

"Yo seguiré con mi lucha hasta el final": Macías

"Es una decisión administrativa": Ricardo Sánchez

Ricardo Sánchez: "Se pensó más como apoderados que como empresarios"

Antiadministración, la fórmula

viernes, 5 de marzo de 2010

Ooops!

Amigos: He tenido que modificar de nuevo la apariencia de esta Aldea. Algunos de Ustedes me han hecho saber que no les resulta posible enlazarse a ella y otros, que con la vista anterior les resultaba complicado leer lo que aquí puedo expresar, entonces, regreso a un formato de los preestablecidos por quienes prestan este servicio, con el que creo que se resuelven ambos problemas.

Visualmente es menos sofisticado, pero más legible y el problema del enlace queda solucionado. Espero su comprensión.

domingo, 28 de febrero de 2010

Una estampa del pasado (IV)

El ganadero y los toros de lidia

Ha corrido por toda España la noticia inverosímil de que el acaudalado D. Faustino Udaeta, ha resuelto deshacer su acreditada ganadería y convenirla en vacada de reses mansas con destino al matadero público, en vista del mal juego que dieron sus toros en la Plaza de Madrid el día 13 de mayo; y, francamente, como aficionado admirador de la brillante historia de los toros de Freire, Torre y Rauri y Miura, no puedo menos de considerar aquella resolución, si es cierta, como impremeditada y de escaso fundamento; porque si todos los dueños de ganado bravo que saliese manso un día o dos al año, tomasen tal determinación, ¡adiós corridas de toros! Por fortuna, paréceme que no hay que abrigar semejante temor, si entra la reflexión en el asunto; que ahora, como antes y como siempre, no se compran las ganaderías sólo por hacer alarde de riqueza, sino también por afición, por el placer que a los dueños proporcionan las faenas de campo; los mil accidentes de la crianza de los becerros, y cuidado que en todas épocas hay que emplear hasta verlos en completo desarrollo y aptitud para la lidia, y por la satisfacción que justamente ha de causarles ver en los Circos sobresalir sus reses entre otras, dándoles honra y provecho.

Una ganadería que tiene el origen que antes he dicho; una divisa de ochenta años de antigüedad, y unos recuerdos se han lidiado, no puede, no debe desaparecer. Si tal hace el Sr. Udaeta, mostrara más afición a otro género de utilidades, que a las lidias de toros bravos; acreditará que compró la vacada como negocio mercantil, y no como aficionado; y que al menor revés que experimenta, cambia de rumbo, importándole tanto el titulo de ganadero de reses bravas, como el de tratante en bueyes. Si tal determinación fuese cierta, irrevocable, no habría palabras para calificar al Sr. Udaeta, a quien he creído hasta ahora un buen aficionado y un entendido criador de toros de lidia; y desde luego haría dudar “de su afición y de su inteligencia”, si la realizase sin reflexionar maduramente.

No demuestra una ni otra quien, rompiendo un pasado de mucha nombradía, lanza al ruedo los toros que presentó en la corrida del 13 de Mayo, que no eran, a los ojos de un conocedor práctico, ni de buen trapío, ni de esas condiciones exteriores que a primera vista hacen concebir esperanzas de bravura. Que eran grandes y estaban gordos y bien criados: ¿y qué? gordos, y grandes, y limpios, y lustrosos, llevan carretas algunos bueyes murcianos, que da gozo ver por las calles de Madrid, haciendo comprender que a unos y a otros se les alimenta bien, hay esmero en atenderlos, y no se escatiman gastos; pero no es eso únicamente lo que exige el toro de lidia, cuya bondad se aprecie por su forma estética.

Aparte de la sangre de casta, que en su mayoría es indispensable para que dé buen resultado al lidiarle, y esa la tiene su ganadería; además de la mayor bravura que en las tientas acredite, si se hacen escrupulosamente, lo cual dudo, bueno es atender a otras particularidades que distinguen al toro fino del basto; de esta clase fueron la mayor parte de los lidiados el día 13, puesto que tenían patas gruesas, vientre abultado y cuerna blanca, señales todas de haber embastecido una casta que fue tan fina, y prueba evidente de que para ser ganadero de toros se necesita algo más que dinero. De cien reses que se aparten con esas señales, noventa resultan en la lidia bueyes mansurrones; y precisamente acontece lo contrario cuando se presentan finos de estampa o lámina.

¿Sabe el Sr. Udaeta cuáles son los signos distintivos de un buen toro fino y de lidia? Pues voy a decírselos para que si no destruye, como no debe destruir, su ganadería, los tenga presentes; y si los supo y los olvidó después, los aprenda nuevamente, así como algunos aficionados que llamaron de buen trapío á los bichos del día 13, sin saber lo que decían.

El toro de lidia ha de tener cabeza medianamente voluminosa, algo acarnerada, pero no estrecha; antes al contrario, debe ser ancho el testuz, en proporción a la misma; hocico pequeño; ojo saliente, vivo y brillante; cuernos bien colocados: ni muy altos ni muy bajos, ni estrechos ni anchos en demasía, verdinegros y no blancos; oreja pequeña y muy movible; cuello flexible, corto y redondo; pecho no muy ancho y profundo; vientre recogido; ancas ligeramente elevadas; dorso marcado, pero lleno; lomos rectos, cola alta, fina y prolongada, hasta pasar los corvejones; extremidades anteriores, o sean los brazos rectos y delgados; las posteriores casi rectas; los corvejones bien pronunciados; las cuartillas de los cuatro remos, más bien largas que cortas; pezuñas casi redondas, recogidas, bien hendidas, elásticas y del color de los cuernos, muy obscuras o negras; buenos aplomos, y los órganos de la generación normalmente constituidos y bien desarrollados; y en cuanto al color de la piel o capa, siempre aparecerá más agradable a la vista el obscuro que el claro, y el berrendo que el sardo, salinero, etc.

Un toro de esas condiciones, en completa libertad dentro del Circo, donde los rayos del sol sobre su piel la hagan aparecer fina y brillante, como la de un buen caballo limpio con braza y cepillo, rara vez es manso; un toro así, de movimientos rápidos, enérgicos y muy desenvueltos, con los órganos de sus sentidos muy desarrollados, especialmente los de la vista y el oído, es un ejemplar magnífico, cuya presencia en el redondel excita la admiración de los espectadores, haciéndoles concebir desde el primer momento esperanzas de su bravura. Hasta los más refractarios a nuestra incomparable fiesta, no pueden ocultar su asombro al contemplarle, al observar su gallardía y arrogancia, y al considerar que sólo en España, y nada más que en nuestro privilegiado suelo, se crían al aire libre esos ejemplares tan hermosos, tan fieros y tan valientes como nobles.

J. Sánchez de Neira

Pregunto:

¿Habrá quien a un siglo y tres lustros vista, de cualquier lado del Atlántico, tenga la dignidad de hacer lo mismo que el señor Udaeta ante un desastre cómo los por él sufridos?

domingo, 21 de febrero de 2010

Sois la ocasión de lo mismo que culpáis...

Se la van a cargar…

Hace algunos años, no más de diez, creo, un sorprendido y molesto Enrique Ponce declaraba entrebarreras, con cierto aire doctoral, a un entrevistador de la televisión mexicana en el transcurso de una corrida del 5 de febrero, tras de llevarse una fuerte bronca por su imposibilidad de realizar algo parecido a una faena al impresentable inválido que le había salido por la puerta de toriles, que de mantenerse esa actitud por los públicos mexicanos, nos íbamos a cargar la fiesta, como ya había sucedido en algunos lugares de España… y agregaba que la exigencia de un toro de mayor presencia y más raza que el que se acababan de llevar las mulillas, era en detrimento del espectáculo y de los intereses de todos.

Siento mucho no haber tenido la precaución de haber guardado en vídeo la corrida de mérito o de haber conservado el recuento periodístico del exabrupto del torero valenciano para precisar la fecha y algunos detalles más de esa ocasión, pero me resulta evidente que es su criterio en lo que a la presencia y selección del ganado se refiere, el que se aplica, en lo que al menos teóricamente es la primera plaza de América.

Las distintas varas de medir

Esta temporada 2009 – 2010 en la cual su compadre y supuesto socio, Rafael Herrerías volvió a ser desde el inicio la cabeza visible de los asuntos de La México, se advierte que existen dos varas de medir. La primera, que comprende a los toreros que prácticamente están en el paro y que tienen que salirle a corridas de toros bien comidas, con su edad aparente. Toros duros dirían algunos, a los cuales, los nombres más rutilantes del firmamento taurino, no osarían ponérseles enfrente, creo que ni asados con patatas. Esos toros dan pocas opciones cuando no hay sitio, por lo que las oportunidades dadas con ellos, no son tales.

Pero si se es alguien, se puede aspirar a un trato distinto. Un ejemplo reciente de ello, es lo que sucedió con el niño de Pedro Gutiérrez Moya, El Niño de la Capea. Para su primera aparición en el Coso de Insurgentes, estaba programada inicialmente una seria corrida de San Marcos. La oportuna intervención de su progenitor consiguió que la mitad del indeseable encierro fuera sustituido por cuatro chivos de Carranco y eso que el Capeíta no pinta nada ni aquí, ni allá, pero ser hijo de…, como contar con cierta tarjeta de crédito, tiene sus privilegios y eso le valió ser tratado de manera distinta a los desheredados. Al final, los sustitutos no le dieron opciones y la benévola orejita que se llevó ese día, la cortó al toro que no quería. Lecciones que da la vida.

El remedio y el trapito…

Tras de que no terminaron de cuajar los que habrían de ocupar el sitio que dejó vacante Manolo Martínez a mediados de la década de los ochenta, se reinició la contratación de toreros hispanos para variar la conformación de los carteles de las temporadas grandes de la capital mexicana. A la llegada de Enrique Ponce y con la posterior alternativa de El Juli, se inició la etapa de las manías, que coincidió con la escasez de toreros nacionales para hacerles frente, pues solamente contábamos aquí con Zotoluco para darles la cara. A José Tomás no lo menciono, pues Herrerías en esos tiempos no lo contaba entre sus opciones para armar sus temporadas.

También estaba Pablo Hermoso de Mendoza, pero con un capital más limitado, pues el toreo a caballo es una vertiente de este arte que no ha penetrado a profundidad en la afición mexicana por una parte y por la otra, dada la reticencia del estellés a alternar con rejoneadores mexicanos, resulta complicado colocarlo en carteles variados en una misma temporada, por eso Pablo Hermoso de Mendoza trae su propia fiesta en toda la República Mexicana.

Herrerías – y su quizás alter ego Ponce – discurrió por esos días que para llenar la mega – plaza, la solución era programar a dos de los toreros de la manía con uno de los nuestros y buscó fórmulas para burlar tanto los Estatutos Sindicales de la torería mexicana, como la Ley de Espectáculos del Distrito Federal obteniendo victorias pírricas, pues al final de cuentas no pudo justificar los medios empleados y tampoco pudo exponer con ecuanimidad y claridad las razones reales que le empujaron – aparte de las meramente comerciales – a presentar carteles así, dado que lo único que alcanzaba a balbucear era que eso era lo que a él como empresa le convenía y punto. Quizás, si hubiera recurrido a las razones de la historia y a los hechos recientes, hubiera acogido para sí el favor de la opinión pública, pero los bravucones siempre acaban perdiendo, porque antes de reflexionar se enojan.

Pero su intento no quedó en balandronada. Al final de cuentas, la Asociación Sindical de toreros mexicanos, la Asociación de esquiroles que Herrerías formó y la Asociación de Empresarios hicieron un convenio mediante el cual, en determinadas plazas y en determinadas circunstancias, se podrían dar corridas de toros con mayoría de toreros extranjeros en el cartel, es decir, se admitió la fórmula Herrerías, aunque no fuera aplicable en la Ciudad de México, por impedirlo la Ley de Espectáculos Públicos allí vigente.

Así, en Aguascalientes, Monterrey, Guadalajara, Juriquilla, León y alguna otra plaza y feria, se pueden ofrecer una cantidad limitada de festejos en esas condiciones. La información se puede leer aquí y aquí. Así pues, obtenida la aquiescencia para la fórmula Herrerías, se pensó que los males de nuestra fiesta estaban remediados per sécula.

¿La maldición gitana?

En el fondo, resulta que el punto de busca estaba en otro sitio, precisamente en los toros que se ponía a lidiar a los maniáticos en las principales plazas de México. Si en lugar de recomendar a esos diestros (con Ponce y El Juli a la cabeza de la fila) el lidiar ganado de vacadas que se distinguen por su borreguez, quizás este asunto no nos estaría ocupando. Si revisamos corrida a corrida lo que lidiaron esos artistas, tanto en sus comparecencias en la gran plaza, como en las listadas antes, veremos primero, que eran en su mayoría reses que no eran de recibo en un festejo anunciado como corrida de toros y por el otro, que en lo que a comportamiento se refiere, no fueron precisamente bravas, sino todo lo contrario.

Xajay, José Garfias, Barralva (lo mexicano), Reyes Huerta, De Santiago, Montecristo, Mimiahuápam, Begoña, Vistahermosa, Bernaldo de Quirós, etc., son una parte de los hierros que han pasado por las espadas de esos conspicuos miembros del escalafón taurino y si verificamos crónica a crónica, vídeo a vídeo, podremos constatar que la suerte de varas fue un simulacro y que de todo lo que salió por toriles, difícilmente podremos armar un toro de lidia auténtico, sino solamente, algo que se les parece. Hace ya algunos ayeres escribió don José Sánchez de Neira:

…Que eran grandes y estaban gordos y bien criados: ¿y qué? gordos, y grandes, y limpios, y lustrosos, llevan carretas algunos bueyes murcianos, que da gozo ver por las calles de Madrid, haciendo comprender que a unos y a otros se les alimenta bien, hay esmero en atenderlos, y no se escatiman gastos; pero no es eso únicamente lo que exige el toro de lidia, cuya bondad se aprecie por su forma estética… Aparte de la sangre de casta, que en su mayoría es indispensable para que dé buen resultado al lidiarle… además de la mayor bravura que en las tientas acredite, si se hacen escrupulosamente, lo cual dudo, bueno es atender a otras particularidades que distinguen al toro fino del basto… De cien reses que se aparten con esas señales, noventa resultan en la lidia bueyes mansurrones; y precisamente acontece lo contrario cuando se presentan finos de estampa o lámina... (La Lidia, Año XII, Núm. 14, Madrid, 24 de junio de 1894)

 
El problema es cuando les sale a esos toreros un toro bravo, como el de la maldición gitana. Ya vimos el pasado 5 de febrero que tanto Rafael Ortega como Sebastián Castella tuvieron uno en sus manos y seguramente fue tal su sorpresa, que no supieron qué hacer con ellos, más que tratar de hacerlos ver mal. Orteguita fracasó en su intento, terminando abroncado y en la enfermería y Castella, más avezado, medio metió en el garlito al feriante público asistente a La México, que se quedó con la duda cuando el cinqueño no se tragó las dosantinas que el franchute le quiso endilgar como a los borreguetes que de ordinario enfrenta allí, algunos creyeron el cuento del toro malo, pero no todos. Lo paradójico del asunto es que hoy en día cuando sale el toro bravo o no se sabe qué hacer con él, o no se le quiere ver. ¡O tempora, o mores!

Por las afueras

Se pensó que la fórmula Herrerías sería la superación de lo sucedido en México y así en Guadalajara y Juriquilla se programaron corridas en las cuales El Juli y Castella iban en el mismo cartel con un torero mexicano. El resultado final de ambos festejos, celebrados en la vecindad del 5 de febrero, fue un fracaso casi absoluto, salvado por toritos de regalo, pues los bueyes apartados por los veedores de los toreros no caminaron, tuvieron que jalar de los sobreros para tratar de compensar las pérdidas de tardes de entradas caras y resultados nulos.

Así pues, ¿somos los que pedimos el toro íntegro y bravo los que nos cargamos esta fiesta? Creo que no. En la medida de lo que cabe y aplicándola al caso, hago una mala paráfrasis de la Redondilla de la inmortal Sor Juana Inés de la Cruz, que viene como anillo al dedo a estas cuestiones (la versión original y completa se puede consultar aquí):

Taurinos necios que acusáis
a la afición sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis…

Espero haberme hecho entender.

domingo, 14 de febrero de 2010

Relecturas de invierno II: Cornadas al viento

En Cornadas al viento nos vamos a encontrar con una parte sustancial de la historia de la ganadería de La Punta. Pero no anticipemos vísperas. No es esa historia manida que nos habla de los toros y las vacas que El Pasmo de Triana le consiguió a don Francisco y a don José C. Madrazo y García Granados en las ganaderías españolas de Campos Varela y Gamero Cívico y que según su propia confesión, en tanto las embarcaba a tierras mexicanas, el cuidado de esos ganados le fascinó tanto, que acabó por hacerse ganadero él mismo.

La historia que recogió mi amiga Carmelita Madrazo (Aguascalientes 1940 – Guadalajara 2007), es la narración de su madre, doña María Luisa Solórzano Dávalos, esposa del ganadero don Francisco Madrazo y hermana de los toreros Jesús y Eduardo Solórzano, es la que se cuenta en el libro y es más bien la relación de los hechos que son concomitantes a la crianza de los toros y a la forma de vivir la vida en una ganadería mexicana de toros de lidia.

La narración de Cornadas al viento transcurre entre 1932 y 1959 y recoge una buena cantidad de las incidencias del diario vivir en una unidad de producción agropecuaria en la que, si bien la parte pública de su ser era la crianza de toros de lidia, su viabilidad económica se sustentaba en otro tipo de actividades como la crianza de ganado lanar y la siembra de distintos granos, porque a diferencia de otros lugares, en un clima semidesértico como el de la zona en la que La Punta se ubica, requiere diversificar las actividades para hacer viable las explotaciones.

Las vivencias contadas por doña María Luisa Solórzano a su hija y recogidas en  el libro, cubren las relaciones interpersonales y familiares de los ganaderos de La Punta con los habitantes de la Hacienda y contiene una interesante descripción de cómo era la vida en Aguascalientes y su región circundante en una época en la que a diferencia de la actual, toda la actividad económica descansaba en los talleres de los Ferrocarriles Nacionales (hoy extintos) y en la agricultura.

También presenta la visión desde dentro del hogar de la asimilación del éxito. Sobre todo cuando en ese tiempo se tuvo la única ganadería que lidiaba en su totalidad ganado de sangre española pura, mismo que era reclamado por los principales toreros y empresas de ese tiempo y que al paso de los años, sería considerada con una de las casas fundacionales de la ganadería de lidia en México.

Es este uno de los pocos libros, si no es que el único, en el que abandonándose algún criterio de corrección política, se aborda el tema de la influencia de la Reforma Agraria en la crianza del toro de lidia en México y en muchos otros textos se omite simplemente el asunto, ella toma el toro por los cuernos y relata el daño que desde su punto de vista, cree que hizo a La Punta y a la ganadería mexicana en general, dejando un principio de análisis que está aún por hacerse a profundidad y que puede arrojar interesantes respuestas a interrogantes que se plantean desde hace décadas.

Los toreros que pasaron por la casa de La Punta, los visitantes ordinarios, las fiestas, como se vivía la Semana Santa, quienes eran los dueños de las fincas vecinas y a que tipo de labores se dedicaban, recordando siempre que fueron parte del Mayorazgo Rincón Gallardo, que tuvo su sede en la Hacienda de Ciénega de Mata, ubicada a corta distancia de allí.

En el epílogo de la obra doña María Luisa Solórzano Dávalos refiere lo siguiente:

…Paco falleció a la edad de 73 años. Había nacido el 11 de septiembre de 1886, y a las pocas horas del dia 12, cuatro años después, nacía su hermano Pepe. El sepelio de Paco fue el 11 de febrero de 1960, y al comenzar el día 12, nueve años después, moría Pepe.

Mis 30 años de vivir a su lado y en La Punta, van unidos y arrullados con el bramar de los toros, el relincho del caballo, el balar de los borregos y sobre todo, con las lágrimas de mis recuerdos.

Siendo ya viuda, fuimos invitadas a un día de campo en La Punta, las madres Teresianas Petra Ayerra y Aurelia de Moratín, dos españolas simpáticas y sumamente inteligentes que gustaban de los toros. Había tienta, y ellas felices con el terceto de guapos que eran mi sobrino Chucho, Currito Rivera y Paquirri. En esa ocasión yo fui como invitada a la que había sido mi casa.

Estando en la placita de toros, mi hija comentó:

Al estar en la placita de toros, vi los hermosos árboles que daban una sombra refrescante y acogedora. Sus enormes ramas cubrían el callejón y un tercio del redondel.

Ahora también dan sombra esos mismos árboles, pero la sombra que antes se veía esplendorosa, ahora se ve sombría. Antes, en La Punta había señorío. Ahora solo hay soledad.

La historia concluye allí y es una de esas que merecen ser leídas y contadas. Hoy La Punta pertenece a otras personas y las historias que allí se formaron siguen siendo parte de la memoria colectiva. Aquellos toros punteños serán siempre el paradigma del toro bravo y bien presentado, en suma el toro adulto, no adulterado.

Cornadas al viento
C. Madrazo
Editorial Emprendedores Universitarios – Secretaría de Cultura
Gobierno del Estado de Jalisco
Guadalajara, 2005
ISBN 970 – 624 – 405 – 0

Aldeanos