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domingo, 17 de noviembre de 2013

Los giros de la fortuna (III)

Carlos Arruza
(Aguascalientes, Cª 1947)
Carlos Arruza recibió la alternativa de manos de Armillita el 1º de diciembre de 1940 en El Toreo de la Condesa, fungió como testigo el queretano Paco Gorráez. El piedrenegrino de la cesión se llamó Oncito y aunque el toricantano lo finiquitó, se fue a la enfermería con una cornada calificada de grave, por lo que fue el único toro que estoqueó en esa inauguración de esa temporada capitalina.

Tras de su alternativa, parecía que, como se dice en estos tiempos que corren, el paso del novillo al toro le pesó a Carlos Arruza, pues después de la alternativa no terminaba de confirmar con contundencia las buenas maneras con que se había revelado a la afición mexicana. Le faltaban todavía algunos años para sacar de su interior la extensa tauromaquia que llevaba dentro y que, unida a una personalidad arrolladora, resultara en ese torero portentoso que nos describiera don Celestino Espinosa R. Capdevila al narrar para el diario madrileño Arriba su confirmación de alternativa en la Corrida de la Concordia celebrada el 18 de julio de 1944 en la plaza de Las Ventas.

El episodio de su trayectoria al que hoy me refiero, es apenas unos meses anterior a ese fasto y es el resultado de un inesperado giro de la fortuna de quien después sería conocido como El Ciclón Mexicano.

Un mano a mano frustrado

Don Ignacio García Aceves había anunciado para el domingo 14 de noviembre de 1943 en su plaza El Progreso de Guadalajara, una corrida de toros en la que para dar cuenta de un encierro tlaxcalteca de Zacatepec, alternarían mano a mano Silverio Pérez y Carlos Arruza. La víspera del festejo el Faraón resultó afectado de un mal respiratorio – principio de pulmonía dice el telegrama con el que se disculpa su ausencia – y Arruza acepta despachar la corrida él solo.

La prensa tapatía apenas pudo dar cuenta a la afición, el mismo día del festejo de la modificación del cartel. En una columna titulada El deporte en si bemol del diario El Informador, su autor, Don Detalles reflexiona lo siguiente:
En toros nos falló el programa. Silverio Pérez, anunciado para hoy alternando con Carlitos Arruza, no podrá torear a causa de haber contraído una pulmonía. Por tanto, Arruza tendrá que encerrarse con la media docena de Zacatepec sin ayuda alguna…
En un anuncio pagado por la empresa, que cubre media plana del diario, se anuncia a la afición el cambio del programa, que no fue posible sustituir a Silverio Pérez con otro diestro de igual categoría y que por esa razón es que Carlos Arruza matará la corrida en solitario y además se hace saber que uno de los toros de Zacatepec se inutilizó, por lo que será sustituido por uno de La Punta. Por esas razones, pone a la disposición de quien quiera hacerlo, el precio de las entradas adquiridas en caso de devolución.

El anuncio del cambio del cartel (El Informador, 14 de noviembre de 1943)
En la misma edición de El Informador – 14 de noviembre de 1943 – se inserta una gacetilla sin firma, titulada La casta de Arruza. Esa inserción tiene visos de ser pagada y es del tenor que sigue:
¡Yo toreo los seis toros!... En esa forma categórica, firme, producto de su consistencia, de su confianza y su poderío, contestó Carlos Arruza a la empresa cuando fue a suplicarle que lo hiciera… Pocas palabras, pero con un sentido hondo de la responsabilidad que tiene un matador de toros que posee casta de la buena… Silverio Pérez está enfermo. Y en la imposibilidad de sustituirlo con otra figura de su categoría, nadie mejor que un torero poderoso como Carlos Arruza para llenar el hueco del Faraón, y llenar plenamente el escenario ocre de la plaza con su alegría y su torerismo… Así que esta tarde veremos en una prueba máxima, sucederse en emotiva continuidad, las bellezas artísticas, el poderío, la técnica maestra, que en su espuerta lleva Carlos Arruza, torero de casta. (R)
El festejo y su resultado

Lo que parecía dispuesto para un gran triunfo del joven Carlos Arruza, al final concluyó en una actuación que yo podría calificar de buena a secas. La crónica y comentarios del festejo reconocen la solvencia del torero, pero traslucen que le faltó alma a su quehacer en el ruedo. Primero pongo aquí lo que Don Detalles publicó en su columna del día siguiente de la corrida:
La corrida de ayer fue de bostezo. Desde al encender el Canalejas, hasta tirar la bachicha, fue un puro cabecear. Despertamos únicamente con dos quites de Carlitos Arruza, y una faena al tercero que hizo aplausos. Fuera de eso vimos ayer un Carlos despacha – toros como se pudo y “naa” más… Se notó desde luego, la falta de Silverio. Si ha estado por ahí, Carlitos no se hubiera sentido tan apático. Se le notaron ganas de torear, pero no cualquier toro. Lo quería suavecito, hecho a la medida, dócil, comprensivo. Pero como ese animal no salió, Carlitos no hizo más que despachar bichos como se los mandaban del corral. Lo que vimos ayer, pues, no fue otra cosa que una matanza de reses salpicada con un poco de toreo… Sin embargo, en lo poquísimo bueno que vimos de Arruza, siguió éste siendo el torero fino de siempre. El público le toleró mucho, porque le estima. Si ha sido El Soldado, le echan la plaza abajo…
El comentarista juzga con dureza al sobrino de León Felipe, acusándole incluso de querer ir cómodo y de salir meramente a cumplir. La crónica firmada por Jarameño, sin juzgar con tanta dureza, nos deja ver que los toros fueron mansos y que aunque el diestro se esforzó, faltó ese punto de inflexión que hace que una tarde que tiende al hundimiento se transforme y se encamine hacia la luminosidad del triunfo. Lo escrito por el nombrado cronista es lo siguiente:
Carlos Arruza dio buena faena al 3º. Por haberse enfermado Silverio Pérez, tuvo que lidiar Carlos cinco sosos bureles y uno bravo. Debido a la enfermedad de Silverio Pérez, el matador Carlos Arruza tuvo que apechugar con la lidia de cinco toros de Zacatepec y uno de La Punta, dándose una tarde sosa y fría, pues hacía falta la competencia de diestros y además el ganado superó en sosería al festejo… El entusiasmo que existía en el público tapatío por esta corrida, decayó en cuanto se anunció el sábado que no actuaría Silverio y el lleno que se mascaba tuvo que conformarse con ser una buena entrada en sombra y mala en sol, ya que se vio un gran claro en este tendido… Cuando salió Carlitos, ataviado con hermoso terno azul y oro, fue recibido con calurosas palmas… No logró lucimiento con la capichuela en el lanceo de sus seis toros, pues no vimos una sola verónica digna de mencionar… En quites estuvo más afortunado, ya que al primero le dio cuatro chicuelinas, cada una mejor que la anterior. Al siguiente toro hizo el alivio con tres gaoneras valientes embarrándose al animal y un verdadero quite por mariposas, pues alejó al burel del picador caído… Vistosas fueron sus chicuelinas y navarras que recetó al tercero y con el cuarto uso las fregolinas y las navarras de nuevo, tan buenas como las anteriores, repitiendo este quite con el quinto. Al que cerró plaza, no había nada que hacerle… En cada una de estas ejecuciones fue entusiastamente ovacionado y escuchó el toque de la música, pues estuvo muy torero Carlos al hacer los alivios a los piqueros… En dos ocasiones prendió banderillas sin que lograra fortuna en ninguno de los seis pares que colocó… Con la muleta lo vimos como torero enterado y dominador que es… A “Coyotito”, que inició el desfile de sosos, lo dobló con suavidad y le insistió con pases de pitón a pitón, rodilla en tierra. Una media estocada, delantera y caidita, y luego otra hasta el pomo, también caidita, fueron suficientes para despacharlo… “Limeño” fue el segundo de Zacatepec, al que se dedicó a castigarlo únicamente, cogiendo una estocada pulmonar, un tanto caída… Su mejor trasteo fue el del tercero, de nombre “Resbaloso”, iniciándola con tres derechazos, de los cuales el último fue superior. Vienen luego un pase lasernista y uno de la firma, para hacer un cambio de mano y luego más derechazos, todo ello con sabor, por lo que se le aplaudió con frenesí… Continúa con pases por alto, aguantando, y ejecutando un riñonudo molinete de rodillas, en la mera cuna del astado, terminando con lasernistas, para que se desgranara la ovación. Vuelve a los de Laserna, pero ahora de hinojos, por lo que el público le agasaja con más aplausos y la música toca dianas en su honor… Lástima que tan lucida faena no la haya coronado como debía, pues da tres pinchazos antes de introducir el acero hasta lo rojo, resultando la estocada caída y descabellando al segundo intento… Con los otros tres bichos, que presentaron innumerables dificultades, pues se defendían, tiraban tarascadas, se colaban, etcétera, no pudo hacerles el trasteo que deseaba. Además pasó fatigas con la espada, pues al cuarto, de nombre “Aceitero”, lo mató con una media estocada, cuatro pinchazos y cuatro sopapos. Con los dos últimos tuvo más suerte, ya que al primer viaje dejó buenas estocadas… El “Chatito” Mora, que fue el sobresaliente, hizo dos quites, uno por gaoneras ceñidas y el otro con un farol de rodillas… Como decimos al principio, el ganado fue el malo, ya que solamente salió bravo el tercero, al que le dio una buena faena Arruza. Por lo demás el diestro se concretó a salir del paso como mejor pudo y en hora y media despachó a sus seis enemigos… ¡Ojalá un alma piadosa le obsequie un diccionario al “Artista” para que haga los letreros de los nombres de los toros con menos faltas de ortografía!
Faltaban unos cuantos meses para que Carlos Arruza aprovechara a cabalidad otro giro de la fortuna y sorprendiera primero, a la afición de Madrid y después a la de España entera, revelándose como un torero capaz de enfrentar y de mantener una competencia con Manolete y permaneciendo desde entonces, como una de las principales figuras del toreo de la historia.

El telegrama que justifica la ausencia de Silverio
El Informador
(14 de noviembre de 1943)

domingo, 11 de diciembre de 2011

En el centenario de Armillita (y XII/I)


1947: Armillita habla acerca de él mismo, anuncia su retiro y expone su tauromaquia

Armillita en Aguascalientes
(Cª 1937, colección Isidoro Cárdenas Carranza)
En este mes concluye el año del Centenario de Armillita. Hace doce meses ofrecí presentar una vez al mes cuando menos, una estampa de la vida torera de quien es, insisto, con poco margen para la discusión, uno de los más grandes toreros de la historia y además, orgullosamente mexicano. Pensé en recordar en esta oportunidad alguna de sus grandes faenas, pero al revisar la hemeroteca, me encontré con una extensa entrevista, realizada al Maestro de Saltillo por don Carlos Septién García El Tío Carlos y publicada en el número 226 del semanario La Lidia de México, correspondiente al día 4 de abril de 1947, la que pensé que sería del interés de Ustedes.

En ese año de 1947, tras de concluir Manolete su campaña en México, se anunció que terminaba la vigencia del convenio entre las asociaciones de toreros de México y España. Se planteaba en un inicio que la ruptura sería breve y que en unos cuantos meses los toreros mexicanos estarían actuando en las principales ferias españolas. Aparte, una semana antes de la entrevista, Silverio Pérez anunció una sorpresiva retirada de los ruedos. De eso y de mucho más habló Armillita con El Tío Carlos.

Pensé en hacer un extracto de la publicación, pero considero que su valor está intacto aún con el transcurso del tiempo, así que procedo a publicarla en dos partes, iniciando hoy con la primera:

“Armillita” expone por primera vez su doctrina: “En el toreo si no hay dominio no hay verdad” 
Galantería de “El Tío Carlos” (Cronista de “El Universal”) 
Sencillez en el porte, sobriedad en las palabras, naturalidad en la actitud. A los veinticinco años de vida torera – veinte de ellos como primera figura – Fermín Espinosa es un hombre en el que se combinan la sensatez del varón y la simplicidad del muchacho.  
Y es todavía algo más difícil: un torero en el que no han dejado sombra los veinticinco años de lucha por los ruedos del mundo. En este cuarto de siglo los toros apenas han podido trazarle una leve cicatriz en la carne y los hombres no han sido capaces de asestarle una cornada de amargura en el espíritu. 
Fermín Espinosa es un hombre sano. No solo en el sentido fisiológico del término, sino en el psicológico, que es mucho más importante. Ahora mismo, cuando al iniciar esta grata charla de toros se han tocado necesariamente los temas del momento y Fermín se ha visto precisado a hablar de la hostilidad de la Empresa hacia él, lo hace con sencilla objetividad. 
“No soy santo de su devoción – dice –. Me han querido perjudicar por muchos medios. Me mandan notarios como si yo me hubiera negado a torear alguna vez; me hacen campañas de prensa; me ponen en carteles poco ventajosos”. 
“No soy santo de su devoción”, repite. 
Y no hay en el comentario ni acritud, ni desplante, ni enfado. 
Porque una empresa adversa es, en la vida taurina de Fermín Espinosa, un incidente como ha habido tantos. 
Como por ejemplo, un toro más. 
Que al fin y al cabo será un toro menos. 
La influencia de “Armillita” en Silverio Pérez 
La charla va pasando a temas más toreros que éstos de los notarios y de las campañas de prensa. 
Y desde luego está la retirada de Silverio Pérez, el genial texcocano que se despidió bruscamente hace ocho días. La opinión de Fermín resulta especialmente interesante. Silverio nunca ocultó – y por el contrario gustó de proclamarlo – que en “Armillita” tuvo un guía y un consejero. 
“Hizo bien en retirarse – dice Fermín –. Sí ya se sentía cansado y si la familia lo llamaba tan fuertemente, ¿para qué seguir en los toros? Alabo su determinación”. 
“¿Qué cuál fue la aportación de Silverio al toreo mexicano?” 
“Verá Usted. Creo que su emoción. Eso que Ustedes los cronistas llaman dramatismo. Yo no vi a Carmelo, el hermano, porque en aquellos años de su aparición y su cornada estuve en España. Pero creo que Silverio ha sido el torero más emotivo que he visto”. 
¿Y cuál ha sido la participación de Usted en la carrera de Silverio? Hemos preguntado. 
“Da un poco de pena hablar de uno – responde Fermín, pero sigue, vencida su discreción –. Lo que hice fue darle aliento siempre que se desanimaba y en el ruedo, cuando toreábamos juntos y estaba yo cerca, decirle mis opiniones sobre el toro y mis ideas para el modo de torearlo. Esta fue mi influencia en la carrera de Silverio. 
El fracaso de la temporada actual 
Ligando la despedida de Silverio y el lamentable fracaso artístico y económico de la temporada que hemos padecido, Fermín prosigue:
“Son muchos las causas que determinaron el desastre de la temporada. Desde luego, está el ganado. La camada de este año no ha sido ni tan pareja ni tan brava como la del año anterior, y esto determina que los toreros tengamos menos ocasiones de lucimiento, con el consiguiente enfado del público”. 
“Está además la actuación de la Empresa. Ocurrido el rompimiento taurino hispano – mexicano, se dio a organizar malos carteles, en vez de buscar la organización de combinaciones atractivas. Eso acabó de echar a la gente fuera de la plaza”.  
“Y luego, la plaza misma. En la México no se puede torear. Yo no recuerdo plaza alguna en la que sople el aire con tanta fuerza y tal constancia. Desde enero hay viento en todas las corridas. Y frente al aire no hay recurso que valga. Sale uno a disgusto, sabiendo que no habrá lucimiento, y sí en cambio, mucho riesgo”. 
Fermín anuncia su retirada: misión de Arruza y de Procuna 
“Yo no he pensado en retirarme en la forma en la que lo hizo Silverio esta temporada – dice Fermín cuando le hemos lanzado esa interrogación – pero me retiraré la próxima temporada. Lo he decidido firmemente. Aún arreglándose el conflicto no pienso ya torear en la Península. Aquí esperaré la temporada 47 – 48 que será para mí la última”. 
“¡Es que son veinte años de alternativa los que llevo! – exclama – y durante esos veinte años no he rehuido la pelea con nadie, ni en México, ni en España”. 
Retirado Usted, ¿en quién descansará la responsabilidad del toreo mexicano? Preguntamos. 
“En Arruza y en Procuna – contesta sin titubeos “Armillita” –, a Carlos lo he visto torear en España la temporada anterior. Asusta su valor. Puedo decirle a Usted que nunca he visto un torero arrimarse tanto a los toros como Arruza. Tiene una capacidad, una facilidad para meterse en los pitones, que no he visto en nadie”. 
“A Procuna lo vi en Lima la temporada última. Está toreando extraordinariamente. Muy cerca, muy valiente y muy artista. Es una verdadera lástima que no haya toreado esta temporada en México”. 
“En Carlos y Luis, a más de lo que se cuaje en las temporadas de novilladas, quedará la responsabilidad del toreo mexicano”. Concluye. 
Un aficionado puede ser armillista o no serlo. Puede también ser anti – armillista. Pero si es aficionado de verdad, habrá de tributar a “Armillita” el respeto que se merece como figura inconmovible del toreo mexicano durante casi un cuarto de siglo, como sostenedor de la fiesta entre nosotros en épocas críticas y como autor de varias de las más gloriosas faenas con que nuestro torero ha enriquecido la historia de la tauromaquia. 
Sobre estos veinte años triunfales y macizos de “Armillita” – estos veinte años que a veces suelen olvidar públicos y empresas – hemos querido que hable el propio Fermín. Que sea él mismo el que haga la historia y el juicio de su obra y de su carrera. Y que sea él, quien explique su doctrina taurómaca – la que ha dado esos veinte años de éxito incansable. 
“Tenía doce años apenas. Un día fui con mis hermanos a la plaza de Tacuba – una antigua placita que había allá –, en la que en esa fecha de 1922 se toreaba un festival. Primero le di algunos capotazos y pases a un becerro. Luego salió una vaca grande destartalada, pero suavota”. 
“Y “Llaverito”, un torero español que estaba entonces aquí y que fue apoderado de mi hermano Juan, me dijo: ‘A ver muchacho, ¿te atreves con esa vaca?’”. 
“Yo no contesté, tomé el capote y me fui hacia la vaca. Le di tres lances. Al cuarto lance me empitonó por la pierna derecha. Pero no perdí el control, alcé la pierna y la saqué por arriba del cuerno. De modo que ni siquiera me levantó del suelo el animal”. 
“Llaverito me gritó: ¡Ya está bueno muchacho, vámonos para afuera!” 
“Y me fui. Pero ya había dado mis primeros lances a un animal grande”.
Concluye mañana...

domingo, 30 de enero de 2011

En el centenario de Armillita I

30 de enero de 1946: Armillita, Manolete y Silverio lidian en El Toreo, el último encierro español que se ha corrido en la capital mexicana

Necesaria aclaración

El día 3 de mayo de este año se cumple el primer centenario del natalicio de don Fermín Espinosa Saucedo Armillita, quien resulta ser, a la luz de los hechos, una de las más altas cumbres de la Historia Universal del Toreo. A partir de este día y cuando menos una vez al mes, procuraré ocuparme de alguno de los hechos notables de su paso por los ruedos del mundo, distintos a los que ya he dejado constancia en las virtuales páginas de esta bitácora. Espero que los encuentren de interés y que sirvan para dejar claro que independientemente de que haya un océano entre América y Europa, la Fiesta es una y así debe seguir siendo.

La temporada 45 – 46 en El Toreo

A la reparación de la ruptura de las relaciones taurinas entre España y México, producida en 1936 y la forma en la que se gestó la temporada en la que se dio la corrida que aquí me ocupa, dediqué otro espacio de esta misma Aldea y a él les reenvío. También escribí ya a propósito del impedimento oficial al ingreso de ganado español a nuestro territorio, a causa de una epizootia de fiebre aftosa, así que para aligerar, les pido también, si es el caso, dirijan sus pasos al espacio relativo.

Solamente añadiré que esa temporada 45 - 46 encontraba en puerta, aparte del serial de El Toreo, la inauguración de una nueva plaza de toros en la capital mexicana. La ya bautizada como Plaza de Toros México, con capacidad inicial de 50,000 espectadores – después reducida en un 10% por disposición gubernativa –, manejada por una empresa distinta a la de La Condesa y con la que se iniciaría una competencia en materia de asuntos taurinos en la Ciudad de México, con el Monstruo de Córdoba como eje de ella, tanto así, que el día 22 de abril de 1946, se publicó en el Diario Oficial de la Federación un decreto del Jefe del Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, limitando la celebración de festejos taurinos a 2 por semana, pues se aducía entre otras cosas, que con más, se afectaba seriamente la actividad productiva y la economía de las familias.

En ese entorno se anuncia en El Toreo un festejo con un cartel encabezado por Armillita, Manolete y Silverio Pérez, para enfrentar un encierro español de origen Murube. Aludo a su origen, dado que en las distintas informaciones que he podido recabar, me encuentro con autores como Guillermo Ernesto Padilla, que aseguran que la corrida era de doña Carmen de Federico, en tanto que Filiberto Mira y Francisco Narbona señalan que los toros fueron de don Luis Vallejo Alba y  por su parte El Tío Carlos simplemente dice que fueron de Murube. Cualquiera que sea el caso, lo único seguro es el origen de los toros, puesto que la familia Urquijo de Federico compró a la familia Murube la ganadería que formaron a partir de ganados de Vistahermosa, vía Arias de Saavedra y en su caso, don Luis Vallejo Alba o compró a doña Carmen de Federico el pie de simiente para formar la suya o como afirma el veterinario Juan José Zaldívar, adquirió directamente de Tomás Murube una fracción de la ganadería de su familia.

Un festejo accidentado

La corrida estuvo envuelta en varios accidentes previos. La presencia de Manolete en las plazas mexicanas representó un revulsivo para las cosas de los toros de este lado del mar. Las entradas para ir a verle se cotizaban a altos precios y las instalaciones para ir a adquirirlas resultaban insuficientes. Me encuentro en el diario El Informador de Guadalajara, la víspera de la corrida, con la siguiente información:

Multa por falta de taquillas. – México D.F., enero 28. – Mil pesos de multa fueron impuestos a la empresa de “El Toreo” por no haber colocado las taquillas que dispuso el Gobierno del Distrito Federal en los terrenos de la plaza, para facilitar la venta de los boletos. Cada semana que pase sin cumplirse, aumentará la multa.

El equivalente en dólares de esa época eran 125 aproximadamente. Y es que las colas que se formaban alrededor del coso hacían imposible la adquisición de las ansiadas localidades. Pero no solo se tomaban medidas gubernativas, el asunto tomó también tintes políticos. Un senador, Vidal Díaz Muñoz, arremetió en contra de las empresas, tanto de El Toreo como de la Plaza México en los siguientes términos:


Continúa la reventa en la Capital. Todas las medidas que se han adoptado, parece que resultan inútiles. – México D.F., enero 29. – El señor senador Vidal Díaz Muñoz, expresó que no se había acabado con la reventa de boletos para los toros, por más medidas que se habían adoptado. Que es vergonzoso que antes de expenderse los boletos en las taquillas oficialmente, la víspera o el mismo día de la corrida, desde varios días anteriores se ven a los revendedores con blocks de boletos en los cafés, peluquerías, clubs y demás sitios de reunión, a donde se trasladó la perseguida reventa de las calles. El senador Díaz Muñoz hace responsable de esta reventa al gerente de El Toreo, Antonio Algara, de quien dijo que era un personajillo que al parecer goza de grandes favores oficiales. También dijo el mismo senador que los precios en la nueva plaza México eran excesivos, lo que demuestra que su dueño, el licenciado Neguib Simón va igualmente por el camino de la especulación y la explotación.
Ese era el ambiente en el que se iba a desarrollar la corrida a la que me referiré enseguida.

Armillita sin los toros de Murube

Al final de cuentas Fermín El Sabio no lidió ninguno de los toros españoles que le hubieran correspondido, sino dos de Zacatepec, de la misma procedencia, pero de origen nacional. En el sorteo se desechó uno de los de Urquijo o Vallejo – según la versión que se acepte – por chico y el cuarto de la tarde fue devuelto por manso, así que acabó enfrentando dos pupilos criados en Tlaxcala por don Daniel Muñoz, quien después de haber intentado fusionar los ganados familiares de origen Piedras Negras con simiente zacatecana de San Mateo que le facilitara su amigo don Antonio Llaguno, se decantó por lo saavedreño, vía Murube, siendo una de las contadas ganaderías mexicanas que se mantuvieron fieles a esa línea de sangre.

¿Cómo fue la actuación de Armillita en esta señalada tarde? Voy a recurrir a la relación de don Carlos Septién García El Tío Carlos, que en el diario El Universal publicó la crónica de la corrida bajo el título Manuel Rodríguez Manolete o la pureza del arte y que de la actuación del Maestro Armillit, destaca lo siguiente:

FERMÍN: El de Saltillo – vestido de paja y oro, como trigo maduro – salió por la victoria. Pase a pase, lance a lance, fue elaborando un triunfo sólido, consciente, sereno; dijérase que Fermín estaba cuidando su tarde con el mismo esmero cariñoso con que se cuida un toro suave y dócil. Fermín quería cortarle las orejas a la tarde... Era ese Fermín distinto que hemos visto desde que llegara “Manolete”: el Fermín que despojado de su profesoral indiferencia ante los retozos más o menos brillantes de sus discípulos, ha encontrado en la solemne presencia del cordobés un estímulo digno para hacer esplender toda la vasta dimensión de su ciencia... Así, el toreo de Armillita ha dejado de ser el monólogo entristecido o la algarabía sofística que solía ser antes, cuando no había quien lo entendiera o cuando, aburrido, apelaba al engaño para recibir algún calor de palmas. Hoy es un diálogo levantado, profundo: diálogo que, en mutua fecundación, se ha entablado entre la plenitud de Fermín y la liturgia de Manuel Rodríguez. Diálogo cuyas frases de clásica prosa imperial están siendo nuestro regalo y nuestro afán... “Número 28”, de Murube, fue el cuarto. Negro, apretado de encornaduras y bizco, astillado del derecho. Chico también, como todos los de esta tarde. Salió trotón; luego se puso abanto; después se dio a revolver al revés. Por fin, se mantuvo con la cabezota alta... En un derroche de maestría, Fermín lo recogió, lo hizo humillar y luego se lo pasó en varios lances seguidos. Lo que se llama corregir los defectos y luego torear con lucimiento... Vinieron las varas y el toro salió suelto... Luego, el toro hizo asco y por evidente mansedumbre, fue devuelto... En sustitución apareció un toro de Zacatepec, negro bragado, chico y sacudido... Tres varas y el toro salió suelto... Como preludio, un pase de costado; un pase alto y un natural y otro pase por abajo... Luego se lo llevó a los medios. Y allí trazó cinco pases naturales, dos de ellos muy buenos, los otros con ligero enmiendo... Un pase alto; otro de pecho, y de nuevo por abajo. El animal huía por momentos. Además, había necesidad de acosarlo para que embistiera. Fermín lo probó así, cuando en un descanso le metió la muleta hasta los propios hocicos y se la agitó varias veces. Como si se lo hiciera al “Caballito”... A fuerza de aguante, Fermín logró tres derechazos muy ceñidos, toreando con el brazo, y un derechazo con remate alto en el que sintió el calor del toro, y en el que aguantó un gañafón... Se marchó el toro a su querencia de toriles. Y allí lo siguió toreando por alto y por abajo. Luego, con pases de tirón, lo sacó de la querencia para volverlo a citar al pase natural; sólo que el toro rehusó la pelea y, huyendo, volvió a las tablas... Allá fue entonces Fermín. Se dobló con él varias veces. Lo volvió a sacar, y el toro se volvió a marchar. Una lucha con el bueyote... Al fin, en la propia querencia de tablas, Fermín toreó en cuatro derechazos magníficos. Al final de ellos pescó por el rabo al manso para hacerlo regresar. Lo dobló varias ocasiones más para igualarlo, y entrando con habilidad, dejó una estocada caída que hizo doblar. Se levantó el toro y al fin cayó definitivamente... La mayoría pidió la oreja. La minoría la rechazó. Fermín, entonces, al igual que Manolete en el toro anterior, hizo un signo diciendo que para él estaba bien ganada. Y se la guardó tranquilamente en la bolsa de la chaquetilla... Y les peló los dientes a los que le chillaban… Vueltas al ruedo, salida a los medios, música maestro... Fermín había cuidado su triunfo con cariño”.

Manolete cortó un rabo esa tarde y Silverio Pérez estuvo discreto. De allí el título de la crónica de El Tío Carlos. No obstante, la actuación de Fermín Espinosa, según se retiene de la relación transcrita, deja en claro que todos los toros tienen faena posible – sobre todo cuando se tiene que defender el sitio que de figura se tiene – nada más es cuestión de sabérselas hacer y de encontrar el terreno en que la misma sea posible, lo que para Armillita era el eje de su tauromaquia, escribiendo con ello una de las páginas importantes de su historia.


Espero que disfruten esto, como yo lo he hecho al prepararlo.

domingo, 9 de enero de 2011

9 de enero de 1944: Silverio y Cirilo de Matancillas

Cuando a un torero se le pregunta acerca de la que haya sido su mejor o su más grande faena, su opinión coincidirá en la mayoría de los casos con la de gran parte de la afición y de la prensa, pues seguramente será una de esas obras calificadas de imperecederas en las que el diestro salió de la plaza con todos los trofeos posibles en la mano y en olor de multitud.

Rarísimos son los casos en los que un torero señale como una de sus grandes obras una que haya pasado desapercibida para la historia. Ese es el caso que les presento hoy, sucedido hace 67 años en el viejo Toreo de la Condesa, cuando Silverio Pérez se encontró con el toro Cirilo de Matancillas y según su decir, realizó lo que para él, fue una de las faenas que más le gustó, dejando al margen a las realizadas a toros como Pizpireto, Guitarrista, Cocotero, Cantaclaro, Guitarrista, Peluquero, Caraba o Barba Azul – todos parte de su historia y su leyenda – y que sin embargo, reconocemos a fuerza de que, ha sido el propio Faraón de Texcoco quien nos la recordó cada vez que tuvo la oportunidad, pues la memoria de la historia no la coleccionó entre las que a su juicio, tuvieron ese dejo de grandeza.

El parecer de Silverio sobre su faena a Cirilo

Decía antes que es el propio torero, en múltiples entrevistas, quien se encargó de dejarnos claro cuál era a su juicio, si no su mejor faena, sí una de las mejores. Recurro, por su inmediatez a la que le realizara don Carlos Septién García, El Tío Carlos, en el año de 1947, primero publicada en el diario El Universal de la Ciudad de México y después reproducida en el número 227, correspondiente al 11 de abril de 1947 del semanario La Lidia de México. En la parte relativa, dice lo siguiente:


...hablando de faenas, le diré que la que me dio el sitio de torero, fue la de Pizpireto de La Punta, un toro grande y fuerte al que toree muy a gusto... Tanguito es el toro más difícil que he toreado... Porque aquél toro era excesivamente suave... Tenía que torearlo centímetro a centímetro, con una suavidad absoluta, porque si modificaba tanto así la velocidad de la muleta, el toro me derrotaba como pasó en los primeros muletazos. Recuerde usted que ni Fermín, ni Velázquez pudieron hacerle quites. Fue por eso...

...Pero la que yo prefiero fue una faena a la que el público no le dio la importancia que a esas. Fue la que hice con el toro Cirilo de Matancillas la tarde del 9 de enero de 1944, toreando con Armillita y Chucho Solórzano... Fue la temporada de la cornada – agregó con cierto dejo –... Cirilo – prosigue – era un toro codicioso y bravo al que había que poderle. Lo toree con mucha limpieza, con mucho desahogo, haciendo cada muletazo a todo mi sabor. Sentí mucho el toreo en esa faena... Me gustó mucho – agrega con una sinceridad espléndida –...

La entrevista del Tío Carlos es a propósito de una despedida que anunció Silverio en la Plaza México al final de la corrida del 16 de marzo de 1947, en la que para lidiar toros de Zotoluca, actuó mano a mano con Lorenzo Garza. Es una pieza periodística de un gran valor, pues hace un repaso por la vida torera del Tormento de las Mujeres, desde el momento en que decide adoptar la profesión de torero y hasta el día en que sin anunciarlo previamente, pretendió dejar para siempre su actividad en los ruedos vestido de luces.



Esa despedida no sería definitiva, pues reaparecería el 21 de diciembre de ese mismo año en El Toreo de Cuatro Caminos, alternando con el mismo Lorenzo Garza y el portugués Diamantino Vizeu, para lidiar toros de Matancillas y el 8 de febrero de 1948 haría lo propio en la Plaza México, alternando con Carlos Arruza y Alejandro Montani, dando cuenta de un encierro de Pastejé. El adiós definitivo quedaría para el 1º de marzo de 1953.


Los recuentos en la prensa de la época

De los documentos que he podido localizar, he encontrado tres relatos de lo ocurrido esa tarde. El primero de ellos, en orden de inmediatez, es el aparecido el día 10 de enero de 1944 – día siguiente de la corrida – en el diario El Informador de la ciudad de Guadalajara, que sobre el particular dice lo siguiente:
Los toros de La Punta no permitieron lucimiento. En la corrida efectuada ayer en El Toreo, en que alternaron Fermín Espinosa "Armillita", Chucho Solórzano y Silverio Pérez. (Por hilo directo) México, D.F. – Enero 9. – La Plaza de El Toreo registró un lleno imponente. Los bichos de La Punta, ahora de Matancillas fueron de mala estampa, sosos, cumplieron con los de a caballo, pero ninguno fue lucido. Durante el paseo hubo palmas para los matadores... En el tercero Silverio no puede hacer nada en el primer tercio. Con la muleta logra una faena Silverista, con los pies abiertos mandando tranquilo con su peculiar estilo. Ovaciones. Sus derechazos se repiten. El terno está mojado con la sangre del bicho. Toda la plaza se encuentra entusiasmada. Nuevos pases asombrosos, entre ellos el trincherazo de Ortega. Hay gritos de entusiasmo. Logra un pinchazo hondo, otro sin soltar de metisaca. Por eso Silverio perdió la oreja que tenía bien ganada, pero da dos vueltas al ruedo... La corrida en general fue aburrida.
Aquí haré una reflexión sobre la última expresión que contiene la crónica del corresponsal de la agencia que transmitía las noticias al diario tapatío con relación al resto de la crónica. Señala que la corrida fue aburrida. Yo más bien creo que la expresión final fue de desencanto. La propia narración del cronista no transmite un festejo aburrido, sino uno que tuvo un gran momento no culminado y en todo caso, la sensación que a eso sigue es el desencanto, no el aburrimiento.

Le sigue en el tiempo el comentario de don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, publicado en el número 61 del semanario capitalino La Lidia de México, correspondiente al 21 de enero de 1944, mismo que sobre el particular relata:

…UNA DE CAL POR OTRA DE ARENA. – Silverio Pérez, que con la capichuela se limitara a largar toda la tarde, sin asomo de acierto en momento alguno, se AGIGANTÓ en la faena de muleta en su primer enemigo. Doblándose con él en los primeros muletazos, instrumentados con ese sabor especialísimo que les imprime el texcocano, prosiguió toreándolo ya por alto, ya por bajo, pero en todo momento con el aguante y ligazón tan peculiares en este torero EXCEPCIONAL, aunque exclusivamente derechista. ¡Portentosa fue la faena de Silverio!, como enorme fue la ovación que se le premió, habiendo perdido el corte de la oreja y aún el rabo por la fea manera de estoquear. Tres veces entró a herir en forma que en nada correspondió a su fenomenal trasteo, dando fin al cornúpeta de horrendo chalecazo. ¡Qué desilusión! No alcanzo a comprender cómo un torero poseedor de semejante arrojo al torear, sobre todo con la franela, no quiera exponer lo más mínimo al estoquear. Esto no puede ser por cobardía; pero es el caso que con ello resta mucho mérito a lo que pudiera ser más grandioso, pese a quienes se empeñan a todo trance en pretender quitar el mérito inigualable a lo que fue SUERTE SUPREMA por la belleza y valor que requiere.

El sexto toro de los corridos, enmorrillado y de hermosa lámina, fue merecedor de trasteo semejante al practicado por su matador con el que ocupó el tercer lugar. Pero aquí la decoración cambió por completo, al grado que en parte nos hizo olvidar, aunque fuera momentáneamente, por la impresión final recibida, lo asombroso del toreo netamente silverista con que nos obsequiara “el compadre” mientras duró el postrer tercio en la lidia de “Cirilo” de Matancillas.

A pesar de los soberbios detalles admirados durante la sexta corrida de la temporada, el resultado general no satisfizo a la copiosa concurrencia que abarrotó las graderías de la plaza desde temprana hora.
Don Luis de la Torre captura, a mi juicio, de mejor manera, ese sentimiento que califico como desencanto que provocó el resultado final del festejo, sobre todo, cuando por el mal manejo de los aceros, no pudo homenajear debidamente a Silverio Pérez, tras de su gran obra con Cirilo. Incluso, publica el nombre del toro, lo que me sugiere el gran impacto que la faena tuvo en el escritor y al igual que la crónica aparecida en El Informador, considero que capta y transmite la grandeza de la obra y el impacto que tuvo entre los que la presenciaron.

La relación final que les presento es la que hace El Tío Carlos en la entrevista que cito antes. Tras de dejarnos conocer el punto de vista del torero, el periodista expresa lo siguiente:

…Y junto con él hemos recordado la faena de Cirilo de la que este cronista dijo entonces, que era una de las más toreras de Silverio.

Aquello comenzó en las tablas con tres doblones suaves y un pase de pecho. Siguió una serie doble en la que combinó el pase alto y el de pecho ciñéndose cada vez más. Luego vinieron cuatro derechazos a pies juntos ciñéndose, muy limpios, muy bien ejecutados. Y más afuera lo grande, tres pases con la derecha, abierto el compás, ligando asombrosamente y un orteguista perfecto. Cerró el trasteo con tres pases lasernistas tomando al toro un poco sesgado y recibiendo el derrote a la espalda y con un pase de la firma texcocana.

Y de este toro no cortó Silverio la oreja porque el estoque le arrebató lo premios. Pero la ovación fue grande.

He aquí cual es la faena predilecta de Silverio Pérez...
Quizás porque el análisis lo hizo el propio torero, don Carlos Septién se limita a reproducir el contenido de la faena, pero no deja de señalar que a su juicio, era una de las más toreras del Faraón de Texcoco.

El por qué del desencanto

Aquí, de manera consciente, me meto en un berenjenal y voy a teorizar el por qué la faena de Cirilo se quedó solamente en la memoria y el gusto de Silverio y en la noche de la historia.

La temporada 43 – 44 iba en ascenso y la afición estaba engolosinada con los triunfos que se iban sucediendo, Gregorio García había arrancado una oreja a Vigilante de Santín en la inauguración, que fue la tarde de su alternativa; en la cuarta corrida, El Soldado había cortado el rabo de Rayito de San Mateo y apenas el domingo anterior, el propio Silverio había firmado la obra de Azulito de Torrecilla cortándole las orejas y David Liceaga la de Afinador, llevándose el rabo, lo que incubó una gran expectación en el redondo cartel del 9 de enero, sexto de la temporada.

Cuando ese imponderable – el fallo a espadas – no permitió decorar con apéndices la gran obra, facilitó su caída en cierto olvido para la memoria colectiva y por eso 61 años después, el propio Silverio Pérez le decía al periodista José Mata:

…hubo un toro que incluso ningún apéndice le corté y se llamó Cirilo, un toro de la ganadería de Matancillas. Fue una de las faenas que más me ha gustado, que no me dio miedo, tenía el toro una embestida armoniosa, que no daba la impresión de peligro. Anduve muy a gusto, sin embargo, el público no le dio la importancia que en mi interior como torero se la di, y bueno no trascendió como yo esperaba…
No obstante, los documentos que perpetuaron en su día el hecho, nos dejan ver su grandeza y nos confirman que la apreciación del torero no está exenta de razón, tanto en la magnitud de la faena, como en la escasa trascendencia que en su momento tuvo. Quizás por eso fue que poco más que un mes después, el 13 de febrero de ese mismo 1944, Silverio Pérez se pegó el arrimón que le causó lo que fue la cornada más grave de su carrera, la del toro  Zapatero de La Punta. Pero de eso me ocuparé en otro momento, aquí mismo.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Diamante del redondel...

Así definió Agustín Lara a Silverio Pérez, el amado compadre de todos los mexicanos en su inolvidable pasodoble. Hoy la vida y la leyenda del Faraón de Texcoco está puesta en la internet, con una gran profusión de textos e imágenes que nos dejan a la vista la grandeza de este torero mexicano que trascendió a su tiempo por sí mismo y que aún hoy, sigue representando un enigma para todos aquellos que se interesan por esta fiesta.

Copio de la página de inicio del sitio:


Silverio Pérez Gutiérrez, figura del toreo, ídolo de la afición de México y Texcocano universal. El torero más querido del pueblo mexicano en toda su historia, no supo de rendiciones ni derrotas sino de tenaces victorias existenciales mediante el empleo de dos armas poderosas: sencillez y sentimiento.

Silverio Pérez, además de un gran torero fue un gran ser humano, capaz de reflejar la grandeza de su pueblo, enalteciéndolo. No obstante su popularidad jamás perdió su sencillez ni su fe en Dios ni en sí mismo. Silverio supo ser un hermoso testimonio de amor a sus padres, hermanos, esposa e hijos, amigos, compañeros y ciudadanos.


domingo, 27 de septiembre de 2009

45 efemérides interesantes en la historia de El Toreo de la Condesa

Aunque la historia reciente de la fiesta en México se comienza a escribir en El Toreo de la Condesa, se puede delinear lo que esta ha sido a partir de los acontecimientos que sirvieron para darle forma. En esta relación seguramente no encontrarán varios que son conocidos como piedras angulares de la historia de ese gran coso, pero es que tantos grandes hechos sucedieron allí y todos merecen ser contados, que a veces, resulta interesante dejar de lado los que son de todos conocidos y sacar a la luz otros que tienen menos difusión. Algunos de los que me han parecido más destacados - más o menos uno por cada año de los que funcionó - son los siguientes:



22 de septiembre de 1907, corrida inaugural, 4 toros de Tepeyahualco para Manuel González Rerre y Agustín Velasco Fuentes Mexicano que recibía la alternativa y 4 novillos de la misma procedencia para la Cuadrilla Juvenil Mexicana dirigida por Enrique Merino El Sordo, siendo matadores de ella Samuel Solís y Pascual Bueno.

26 de enero de 1908, se lidia por primera vez un encierro español en El Toreo. 5 toros de don Felipe de Pablo Romero y uno de Piedras Negras para José Clarós Pepete y Morenito de Alcalá.

28 de febrero de 1909, Presentación de la ganadería de Miura. Corrida a beneficio de Vicente Segura, que realiza gran faena al toro Perlito del que le es concedida la oreja. Alternó con Diego Rodas Morenito de Algeciras y Francisco Martín Vázquez.

23 de enero de 1910, Rodolfo Gaona ejecuta por primera vez en México la gaonera ante el toro Pinalito de Rafael Surga, en corrida a su beneficio en la que alternó con Tomás Alarcón Mazzantinito.

29 de enero de 1911, beneficio de Antonio Fuentes que alternó con Rodolfo Gaona y Luis Freg en la lidia de toros de San Diego de los Padres. El Califa de León cortó la oreja del quinto toro de la tarde.

3 de marzo de 1912, concurso de ganaderías en el que participaron Atenco, San Diego de los Padres, Tepeyahualco, Piedras Negras, San Nicolás Peralta y Santín. Alternaron Vicente Pastor, Fermín Muñoz Corchaíto y Rodolfo Gaona. El toro premiado fue el de Tepeyahualco y Corchaíto le cortó las dos orejas por una valerosa faena al de San Nicolás Peralta.

12 de enero de 1913, se lidian 6 toros del Duque de Veragua, que habían sido sementales en San Nicolás Peralta, para Rafael González Machaquito, Arcadio Ramírez Reverte Mexicano y Merced Gómez. Asistió al festejo el Presidente de la República, Francisco I. Madero.



29 de marzo de 1914, se presenta como novillero Juan Silveti, anunciado como Belmonte Mexicano, en corrida mixta en la que el matador Eligio Hernández El Serio mataría 2 toros de Santín y Silveti y Nacho Gómez, cuatro novillos de la misma procedencia.

19 de diciembre de 1915, Juan Silveti se despide de las filas de la novillería. Alterna con Eduardo Leal Llaverito y Manuel González en la lidia de novillos de Piedras Negras. Silveti salió en hombros de la plaza.

27 de febrero de 1916, recibe la alternativa Rodolfo de los Santos Templaíto de Sevilla. Fue padrino Luis Freg; testigo, Juan Silveti y los toros, de San Nicolás Peralta.

11 de julio de 1917. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo, Venustiano Carranza, expide un decreto que prohíbe los festejos taurinos en el Distrito Federal, el decreto de referencia dice en lo conducente:

…Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, en uso de las facultades que me encuentro investido y CONSIDERANDO....Que siendo el deber primordial de todo gobierno asegurar a todos los individuos que forman la colectividad del estado, el goce de los derechos fundamentales, sin los que la sociedad no puede existir, ni llenar debidamente sus fines, también como consecuencia la obligación, de fomentar aquellos usos y costumbres que tiendan a la realización de aquel objeto, sea favoreciendo el desenvolvimiento de la personalidad humana, sea procurando mayor adaptación de las exigencias y necesidades de la época, así como igualmente tiene el deber de contrariar y extirpar aquellos hábitos y tendencias que indudablemente son un obstáculo para la cultura o predisponen al individuo al desorden, despertando en él sentimientos antisociales… Que entre esos hábitos, figura en primer término la diversión de los toros, que a la vez que se pone en gravísimo peligro sin la menor necesidad, la vida de un hombre, se causan torturas igualmente sin objeto a seres vivientes que la moral incluye dentro de esfera de protección a la Ley… Que además, la diversión de los toros, provoca sentimientos sanguinarios, los que por desgracia, han sido el baldón de nuestra raza a través de la historia, y en los actuales momentos, un incentivo para la malas pasiones y causa que agrava la miseria de las familias pobres, las que por proporcionarse el placer malsano de un momento, se quedan sin lo necesario para el sustento de varios días…


5 de octubre de 1919, se presenta Enrico Caruso en El Toreo con la ópera Carmen de Bizet, concluyendo su actuación a despecho del aguacero que se soltó durante la función.

9 de diciembre de 1919, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión derogó el decreto expedido el 11 de julio de 1917 por el encargado del Poder Ejecutivo Federal, que prohíbe la celebración de festejos taurinos en el Distrito Federal.

2 de mayo de 1920, la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión aprobó la derogación del decreto expedido el 11 de julio de 1917 por el encargado del Poder Ejecutivo Federal, que prohíbe la celebración de festejos taurinos en el Distrito Federal.

16 de mayo de 1920, se reabre El Toreo a los festejos taurinos. 6 toros de San Mateo para Juan Silveti y José Corzo Corcito.

26 de diciembre de 1920, Ignacio Sánchez Mejías corta el rabo al toro Caparrota de San Diego de los Padres, en festejo en el que alterna con Juan Silveti.

2 de noviembre de 1921, con toros de Coaxamalucan alternan Juan Silveti, Domingo González Dominguín y Bernardo Casielles. Silveti cortó la oreja a su primero; Dominguín fue herido por el quinto y Casielles salió en hombros de la plaza aún sin cortar orejas.



5 de febrero de 1922, Alternando con Juan Belmonte e Ignacio Sánchez Mejías, Rodolfo Gaona realiza una gran faena al toro Bordador de Piedras Negras.

7 de enero de 1923, Rodolfo Gaona corta las orejas y el rabo a Curtidor de Atenco, en tarde en la que alternó con Rafael El Gallo y Manuel García Maera.

23 de marzo de 1924, Rodolfo Gaona triunfa con los toros Quitasol y Cocinero de San Mateo, cortando las orejas y el rabo de ambos, en corrida en la que alterna con José Roger Valencia y Francisco Peralta Facultades.

12 de abril de 1925, despedida de Rodolfo Gaona. Alternó con Rafael Rubio Rodalito y llevaron de sobresaliente a Pepe Ortiz. Los toros fueron 2 de Atenco, 2 de San Diego de los Padres y 2 de Piedras Negras. Azucarero, de San Diego de los Padres, fue el último toro que estoqueó vestido de luces el Califa de León.

25 de octubre de 1925, toros de San Mateo para Manuel Jiménez Chicuelo, Juan Silveti y Manolo Martínez. Es la tarde de la faena de Chicuelo a Dentista, faena que Pepe Alameda califica junto con la que en Madrid hizo a Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero, como parteaguas histórico en la manera de hacer el toreo.

18 de julio de 1926, se presenta como novillero en El Toreo Fermín Espinosa Armillita, para lidiar novillos de San Mateo alternando con Edmundo Maldonado Tato y Julián Pastor.

13 de marzo de 1927, Manuel Mejías Rapela Bienvenida o El Papa Negro se corta la coleta en El Toreo, matando dos toros de San Diego de los Padres. Sus hijos, los hermanos Manolo y Pepe Bienvenida, le desprenden el añadido y lidian 4 erales de Xajay esa tarde.

1º de enero de 1928, el toro Calzorras de San Diego de los Padres, infiere grave cornada a Pepe Ortiz, en tarde en la que alternaba mano a mano con Cayetano Ordóñez Niño de la Palma.

3 de febrero de 1929, Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, realiza su inmortal faena al toro Como Tú de San Mateo, en tarde en la que alternó con Pepe Ortiz, Cagancho y Vicente Barrera.



12 de octubre de 1930, toros de Atenco para Luis Freg, Pepe Ortiz y Gil Tovar. Se utilizan por primera vez petos en los caballos de picar en las plazas de toros de la capital mexicana y es en El Toreo.

1o de febrero de 1931, Heriberto García corta las orejas y el rabo de Lamparillo de Miura, en tarde que alterna con David Liceaga y Alberto Balderas.

10 de enero de 1932, Jesús Solórzano, en tarde que alterna con Joaquín Rodríguez Cagancho y Pepe Ortiz, realiza su inmortal faena al toro Granatillo de San Mateo.

5 de febrero de 1933, David Liceaga, en tarde que alternó con Cagancho y Luis Gómez Estudiante, realiza una gran faena al toro Ilustrado del Marqués de Villamarta, que es indultado.

28 de enero de 1934, Luis Freg actúa por última vez en El Toreo. Lo hace en la Corrida de la Oreja de Oro alternando con Pepe Ortiz, Armillita, Alberto Balderas, Jesús Solórzano y Domingo Ortega en la lidia de toros de La Laguna.

3 de febrero de 1935, Lorenzo Garza realiza corta el rabo a los toros Gitanillo y Saladito de San Mateo, en tarde en que por cornada de Alberto Balderas en el primero de la tarde, se queda prácticamente con toda la corrida.

23 de febrero de 1936, Alberto Balderas corta el rabo al toro Mensajero de San Mateo, en tarde en la que alternó con Lorenzo Garza, que también cortó el rabo de Doradito, sexto de la tarde.



7 de febrero de 1937, en la Corrida de la Prensa, Jesús Solórzano corta la oreja al toro Redactor de La Laguna. La faena a este toro fue utilizada como stock shot para la película ¡Ora Ponciano!, estelarizada por el diestro y la ilustración de una de sus verónicas fue la cabeza del semanario El Redondel durante casi medio siglo. Alternó esa tarde con Lorenzo Garza.

20 de marzo de 1938, Fermín Espinosa Armillita corta las orejas y el rabo al toro Tapabocas de Coquilla, en tarde que alternó con Alberto Balderas y Lorenzo Garza.

15 de octubre de 1939, Julián Rodarte gana el Estoque de Plata alternando con Arturo Álvarez Vizcaíno, Antonio Rangel, Carlos Vera Cañitas, Andrés Blando y Miguel Montes en la lidia de novillos de La Trasquila.

29 de diciembre de 1940, Alberto Balderas es mortalmente herido por Cobijero de Piedras Negras, en tarde que alterna con Carnicerito de México y Andrés Blando, que toma la alternativa.

16 de febrero de 1941, Fermín Espinosa Armillita tiene una tarde triunfal con los toros Flautista, Payaso y Chocolate de Torrecilla, en tarde que alterna con Lorenzo Garza. El día 6 de diciembre de ese año, se colocó una placa en bronce en los muros de la plaza para conmemorar esa gran actuación.

22 de marzo de 1942, Silverio Pérez corta el rabo al toro Peluquero de Carlos Cuevas, en corrida en la que actuó mano a mano con Carlos Arruza.

31 de enero de 1943, inmortales faenas de Armillita a Clarinero y Silverio Pérez a Tanguito, de la debutante ganadería de Pastejé, en la tarde que recibió la alternativa Antonio Velázquez.

9 de enero de 1944, toros de Matancillas para Armillita, Jesús Solórzano y Silverio Pérez, que se encontró con Cirilo al que según su propio dicho, le realizó la mejor faena de su vida, misma que no culminó con el estoque.

9 de diciembre de 1945, toros de Torrecilla, se presenta Manolete para confirmar su alternativa de manos de Silverio Pérez y llevando a Eduardo Solórzano como testigo. El de Córdoba cortó el rabo de Gitano, primero de la tarde y fue herido por Cachorro, quinto del festejo. Silverio también le cortó el rabo al cuarto, Cantaclaro.



17 de febrero de 1946, toros de Coaxamalucan para Manolete, Pepe Luis Vázquez y Luis Procuna. Manolete cortó el rabo de Platino, Pepe Luis el de Cazador y Procuna el de Cilindrero, se afirma que es esta quizás la tarde más redonda de la presencia de Manuel Rodríguez en las plazas de la capital mexicana.

Extraer recuerdos así, entraña el riesgo de dejar fuera de la recolección muchos igual o más valiosos que los aquí presentados, pero en el caso, la idea inicial era escoger unos cuantos y al empezar la labor, consideré que sería interesante entresacar uno de cada uno de los años que funcionó como plaza de toros y el dato curioso de la presentación de Enrico Caruso en su albero, que no es cosa de todos los días. Espero que la idea de la grandeza de su historia quede dibujada con este breve repaso.


Créditos de las ilustraciones:

La fotografía aérea de El Toreo es obra de Margaret Bourke - White y pertenece al acervo de la revista LIFE, archivado en Google.
La del concierto en el ruedo de El Toreo está tomada del foro digital El México de Ayer.
La fotografía de Gitanillo de Triana es obra de Urbina.
La fotografía de Lorenzo Garza pertenece a la colección particular del Dr. Antonio Ramírez González, quien me ha permitido su uso. No tiene indicación de quién es su autor.
Y la fotografía de Manolete, dando la vuelta al ruedo en El Toreo, probablemente con el rabo de Gitano de Torrecilla en las manos, es obra de William C. Shrout y pertenece también al acervo de la revista LIFE, archivado en Google.

sábado, 29 de agosto de 2009

Manolete en México, a 64 años vista (y II)

El Monstruo llega a México

Manolete era ya un personaje legendario desde antes de venir a México. En el año de 1941, apenas dos años después de la alternativa del Monstruo, con un guión de Alfredo B. Crevenna y Alejandro Galindo, así como con la dirección de éste último, se filmó la película Ni Sangre, Ni Arena, en la que Mario Moreno Cantinflas, importante cómico mexicano y un extraordinario torero bufo, amén de haber sido años después ganadero de reses de lidia, interpreta un doble papel, el de Cantinflas, que es un vendedor de golosinas en la plaza de toros y el de Manolete, el principal torero de ese momento. Es decir, Manuel Rodríguez, aún antes de pisar un ruedo mexicano ya daba lugar a la invocación de su nombre como atractivo e inspiración de cintas con motivo taurino.

Juan Soto Viñolo, crítico taurino catalán le califica como el torero para olvidar una guerra. Y a fe mía que logró cautivar la atención de un pueblo desgarrado por las heridas que dejan los fusiles y la discrepancia en los pensamientos, además de la diáspora que provoca la intolerancia hacia las ideas divergentes. Para nadie es un secreto que en la América Hispana, Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, a riesgo de su vigencia en el mundo taurino español, se reunió, como español, con diversos personajes republicanos – como Indalecio Prieto y Antonio Jaén – mismos que estaban proscritos en su patria y que fuera de cualquier filiación política, reconocían en el Monstruo, al más grande torero de su tiempo. Así pues, Manolete fue capaz, aunque fuera por los fugaces momentos en los cuales ejecutaba su arte, de unir a quienes en otras aristas de la existencia, tenían diferencias irreconciliables.

Son legendarias las entrevistas que para la prensa escrita le hicieron José Octavio Cano y para la radio y los noticieros cinematográficos Paco Malgesto, quienes se desplazaron a La Habana a capturar las primeras impresiones de quien en ese momento era la principal figura mundial del toreo. Son entrevistas realizadas en tres tiempos, pues se distribuyen en la etapa habanera al descender del barco y abordar el avión, después una segunda al llegar a Mérida y la tercera, con la llegada a la Ciudad de México, dónde ya el comité de recepción comprendía a casi la totalidad de los medios y a una notable cantidad de aficionados y curiosos que pretendían conocer de cerca al mítico Monstruo de Córdoba.

Uno de los detalles que llamaron la atención de quienes se acercaron a esos eventos, fue que Manuel venía con compañía femenina. Una bella mujer, de tez morena y ojos verdes no se separaba de su lado. Los primeros rumores que corrieron fueron en el sentido de que había contraído matrimonio y que era su esposa, pero después se supo que solamente era su novia, una actriz manchega llamada Lupe SinoAntonia Bronchalo Lopesino, que de su apellido materno toma su alias cinematográfico – con quien en América tendría mayor libertad de convivencia que en España.

No obstante, Manolete no hablaba abiertamente de su relación con Lupe Sino, según nos lo advierte Antonio de la Villa, quien refiere un encuentro que sostuvo el torero con una cronista de sociedad en San José Purúa, a quien únicamente identifica como R.H., y que entre otras cosas, le interrogó sobre lo siguiente:

...Alguien me ha dicho que Ud. trae loco todos los días a su ayudante, el Chimo, preguntándole como primer saludo cada mañana: - “¿Ha habido cable de Madrid?”

- Si señorita. Todos los días espero cable de Madrid. Pero no tiene relación con ninguna aventura de tipo amoroso.

- Sin embargo. Yo se que allá por un rinconcito del Paseo de Rosales, y en una casa con jardín, hay unos ojos de mujer que esperan con zozobra la vuelta del torero…

- ¿Tiene Ud. muchas aventuras que contar?

- Las hondas, no las cuenta uno nunca. Hay algunas frívolas en mi repertorio taurino, que precisamente por ser tan superficiales, no merecen ni siquiera ser mencionadas.

- ¿Es cierto que le siguen a Ud. muchas mujeres a través de sus viajes y de sus fiestas?

- ¿Muchas? Pues si son muchas yo no las veo. Esos son los cuentos de la popularidad.

- Se habla de una millonaria, morena ardiente, que ha venido a México – yo no sé de dónde – y que ocupa actualmente tres habitaciones en el mismo hotel donde Ud. vive.

Esta señorita que siempre está en acecho para abordarle.

- Pues trabajo le doy. ¡No señorita, no! Esos son cuentos, repito, que siempre acompañan al artista que goza de un poco de nombre.
(Antonio de la Villa, Manolete. Otra época del toreo. México, 1946, Pág. 213)


Como se puede ver de las esquivas respuestas del Monstruo, en el principio, la presencia de su amada y su relación con ella debía pasar desapercibida, hasta en tanto se pudiera percatar de la manera en la que sería aceptada por la sociedad de este lado del Atlántico.

Es la suite número 224 del Hotel Reforma la que se convertiría en el cuartel general del torero cordobés. Pero esos primeros días los pasará propiamente en la hacienda de don Julián Llaguno, El Sauz, donde pastan los toros de Torrecilla, que serán los elegidos por Camará para la corrida de la confirmación. Así pues, la estancia en tierra zacatecana servirá para que el Monstruo se acople a la embestida del toro mexicano y de igual manera conozca de primera mano la gran calidad de los productos del encaste Llaguno, que con el paso de los años, dominarían la cabaña brava mexicana.

No hay plazo que no se cumpla, ni fecha que no se llegue y así, una miajita más de un año después de aquella Corrida de la Concordia celebrada en el coso de la colonia Condesa, el 9 de diciembre de 1945, Silverio Pérez cedía la muerte del toro Gitano, número 3, de Torrecilla, a Manuel Rodríguez Sánchez, que de esa forma convalidaba la alternativa que Chicuelo le otorgara en Sevilla el 2 de julio de 1939. Las películas nos muestran que desde que se abrió de capa realizó una obra de gran intensidad, dejando a la afición reunida en El Toreo el convencimiento de que todo lo que se había escrito sobre su figura no rebasaba los límites de la realidad. El segundo toro de su lote, Cachorro, le infirió una cornada cuando toreaba de capa, retirándose a la enfermería entre el reconocimiento y la admiración de la afición allí reunida.

El despliegue mediático y la confirmación de la sustancia de éste generó una euforia manoletista que motivó el reclamo del torero en todas partes. Es célebre un cartón de Rafael Freyre en el cual una persona lleva en la cinta del sombrero una tarjeta con una leyenda que dice No me hable usted de Manolete, porque la figura del Monstruo parecía ser el único tema de conversación que había en México, acentuando el importante carácter que adquirió en ese tiempo la presencia del diestro que acaparaba la mayor atención de aficionados y catecúmenos.

Recuperado de la herida, reaparece en Irapuato el 12 de enero de 1946 con Gitanillo, Silverio y Guerrita, para enfrentar por primera vez toros de La Punta y vuelve a cortar oreja y rabo entre el delirio de la concurrencia, quedando para la posteridad una placa que aún se puede observar en los muros de la Plaza Revolución de la ciudad fresera. Cuatro días después reaparece en El Toreo alternando con Armillita y Solórzano y el día 19 de enero en Orizaba vive uno de los momentos de mayor intensidad en su paso por las plazas de México.

Se le contrató para alternar con Fermín Rivera y Calesero en la lidia de toros de don Francisco y don José C. Madrazo. Ya se percibía que uno de los efectos de la presencia de Manolete en México era el de sacar de su marasmo a la torería nacional, que de aquella sensación de comodidad que percibiera Tono Algara en 1944, de pronto se vio dispuesta a dar la pelea al cordobés y a reivindicar el sitio y la clase que de siempre le había correspondido. Pero además de eso, transmitieron al tendido y al resto de la afición su deseo de competir y de superarlo en el ruedo. Tanto así, que habiendo realizado El Monstruo una de sus acostumbradas faenas plagadas de quietud, recibió la réplica del Poeta del Toreo que al oír sonar la música en su honor, fue con las notas del Himno Nacional, hecho que acabó con el director de la banda en la cárcel. Esa fue la clase de revulsivo que representó la presencia de Manolete en México, dio un nuevo impulso a la fiesta y de alguna manera ayudó a hacer viable un proyecto monumental que estaba a punto de ser echado a andar.

El penúltimo día de enero de ese 1946, se lidió en El Toreo la última corrida española completa que se ha jugado en la Capital de la República. Como el de la reaparición de Cagancho, la procedencia de este encierro es también motivo de contradicciones. Francisco Narbona y Filiberto Mira lo señalan como procedente de las dehesas de don Luis Vallejo Alba y por su parte, Guillermo Ernesto Padilla le fija su origen como de doña Carmen de Federico, en cualquier caso, su origen es puro Murube. Los alternantes son Armillita y Silverio Pérez. El Monstruo de nueva cuenta salió con un rabo en las manos, convenciendo a tirios y troyanos de la grandeza de la que venía precedido.

La Plaza México

Refiere Aurelio Pérez Villamelón, que desde el inicio de la cuarta década del pasado siglo se hicieron estudios tendientes a determinar el mejor lugar para construir una nueva plaza de toros para la Capital de la República. El sitio que en un inicio se determinó como ideal, era un paraje conocido como Cuatro Caminos, en el término municipal de San Bartolo Naucálpan, hoy Naucálpan de Juárez, limítrofe con la Ciudad de los Palacios.

Para Cuatro Caminos la suerte estaba echada, pues sería el asiento de una plaza de toros, pero no de la principal de la ciudad de México, sino del reconstruido Toreo, que después de pasar cuarenta años en la Colonia Condesa, tendría una nueva ubicación.

Neguib Simón Jalife era un político yucateco, de origen libanés y alguna vez líder de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y adquirió unos terrenos ubicados en la confluencia de las actuales colonias Nápoles, Del Valle y Roma, a escasa distancia del trazo de la Avenida de los Insurgentes, diseñada en ese tiempo para fungir como la principal arteria vial del Distrito Federal. Esos terrenos, hoy sitos en la colonia Nochebuena, tenían como particularidad la presencia de unos enormes socavones, producto de las excavaciones hechas allí, para extraer el material necesario para la fabricación de ladrillos.



Neguib Simón fue sin duda un visionario. Ante la imposibilidad de rellenar los auténticos cráteres que dejaron las ladrilleras en esos terrenos, ideó la posibilidad de aprovechar los restos de las excavaciones, encargando el diseño de una Ciudad de los Deportes, que contaría con un centro comercial, un frontón, un estadio olímpico, una pista de patinaje y una monumental plaza de toros. Tras de muchas vicisitudes – que terminaron con la ruina de don Neguib – se concluyeron las obras del estadio y las de la plaza de toros, finalmente llamada México, planeada para contener en sus tendidos a cincuenta mil espectadores. El proyecto y la dirección de la obra se encomendaron al Ingeniero Modesto C. Rolland.

El 5 de febrero de 1946 se inauguró la plaza de toros con una corrida en la que para lidiar seis toros de San Mateo se acartelaron Luis Castro El Soldado, de Mixcoac, con Manuel Rodríguez Manolete, de Córdoba, España y Luis Procuna, también capitalino, pero de San Juan de Letrán, siendo estos dos últimos quienes a la postre, resultarían los triunfadores de la efeméride, cortando una oreja cada uno.

Hace algún tiempo leí una versión en el sentido de que la Plaza México fue construida al influjo de la aparición del Monstruo de Córdoba en el planeta de los toros. Durante mucho tiempo traté de recordar de quien era la afirmación, pero la memoria se ponía esquiva. Al releer algunos textos con la finalidad de preparar este trabajo, me encontré de nuevo con la cita, que es de don Filiberto Mira, quien al realizar un libro biográfico del hijo de doña Angustias, afirma lo siguiente:

...La afición española saboreó poco a poco la transfiguración que al arte de torear le imprimió el carácter propio de Manolete. La mexicana se lo encontró de pronto, y tal fue la colosalidad del impacto, que habiéndolo visto – y solo en un toro, pues su segundo lo hirió al abrirse de capa – por primera vez el 9 de diciembre de 1945, la conmoción hizo que se hiciera – para él, con él y por él – la mayor plaza de toros que en el mundo existe. Esta se inauguró el 5 de febrero de 1946. Es la de México, Monumental con monumento a Manolete. ¿Qué otro torero ha provocado que en tan corto tiempo – menos de dos meses – se haya construido un coso tan descomunal como el de Insurgentes, con cabida para 50.000 espectadores? (Filiberto Mira. Manolete. Vida y Tragedia. Valencia, 1984, Págs. 204 y 206).


Aunque en la actualidad a veces no lo parezca, la Plaza México no es una plaza de talanqueras que pueda levantarse en dos meses. Por los antecedentes apuntados arriba, fue meramente circunstancial el hecho de que estuviera lista para ser inaugurada a los pocos días de la llegada de Manuel Rodríguez Sánchez a suelo patrio. Las obras de construcción de la plaza se iniciaron en 1944 y duraron dieciséis meses más de los referidos por don Filiberto, quien seguramente al socaire de su veneración por Manolete, incurrió en ese gazapo histórico.

El Monstruo tuvo el honor y el lugar histórico de haber cortado la primera oreja que se otorgó en ese monumental recinto, al toro Fresnillo, procedente de las zacatecanas dehesas de don Antonio Llaguno González, genio ganadero que creó un encaste propiamente mexicano que dignamente puede competir con cualquiera de los demás del mundo y dio junto con la terna de toreros el primer paso de una historia que aún se sigue escribiendo el día de hoy, pues es el máximo escenario taurino de nuestro país y quizás el de América.

El hecho de que la Plaza México emergiera al que Díaz Cañabate llamara el planeta de los toros, generó una competencia entre ésta y El Toreo, por lo que se empezaron a programar corridas a media semana y en domingo. Un genial poeta gitano, Agustín Rivero, dice en uno de sus versos, que en estas cosas -las de los toros-, a la política no hay que mencionarla siquiera, pero dado que el ansia de ver a Manolete generaba ya situaciones de dispendio en un país que apenas se recuperaba de una situación de guerra mundial, Javier Rojo Gómez, entonces Regente de la Ciudad de México, emitió una disposición en el que se establecía que solo se podían dar corridas los domingos y las de entre semana solamente en fiestas de guardar.

Así por ejemplo, el 16 de febrero de 1946, Silverio Pérez realiza, mano a mano con Manolete, lo que quizás represente su obra más acabada en el ruedo de la plaza más grande del mundo. Le tocó en suerte el toro Barba Azul de Torrecilla, con el que el Faraón pudo desplegar toda la gama de su tauromaquia inigualada y dígase lo que se quiera, sin continuadores. Quizás le han salido imitadores, pero éstos al final de cuentas, acabarán por resultar exhibidos como quienes pretenden hacer lo mismo que el imitado, no por llevarlo a un punto de evolución y de perfección. Así pues, Silverio Pérez cortó a ese Barba Azul el único rabo que obtuvo en el Coso de Insurgentes y demostró el por qué era taurina y sentimentalmente el amado Compadre de todos los mexicanos.

El regreso a España

Al día siguiente del mano a mano con Silverio en la México, Manolete vuelve a El Toreo, para actuar junto con Pepe Luis Vázquez y Luis Procuna en la lidia de toros tlaxcaltecas de Coaxamalucan. Es quizás la tarde más redonda de la presencia manoletista en la plaza de la colonia Condesa, pues Pepe Luis cortó el rabo a Cazador, segundo de la tarde, Procuna igual apéndice a Cilindrero, salido en tercer sitio y El Monstruo hizo lo propio con Platino, corrido en cuarto sitio. Resultaron tan redondas las faenas y tan bravos los toros, que tras la lidia de Platino, los tres diestros y el ganadero don Felipe González fueron llamados a recorrer el anillo en son de triunfo.

Manolete concluyó su primera campaña mexicana en El Toreo el 3 de marzo de 1946 y retornó a España, en dónde solamente actuó una tarde. Fue en Madrid, el 19 de septiembre de ese mismo año, en la famosa Corrida de la Beneficencia, cuando se enfrentaron a nueve toros de don Carlos Núñez, el rejoneador Álvaro Domecq y Díez y los espadas Gitanillo de Triana, Antonio Mejías Bienvenida, Manolete y Luis Miguel Dominguín. Es la legendaria corrida de la Beneficencia en la que Luis Miguel se cuela a un cartel ya hecho, pagando sus toros y donando cien mil pesetas a la fundación presidida por el Marqués de la Valdavia y de la que la crónica de K – Hito sentenció: Esta tarde, El Monstruo ha sido Luis Miguel.

Ese año de 1946, Manuel Laureano Rodríguez Sánchez dedicó su tiempo y su vida a cultivar la relación humana y sentimental que tenía con Lupe Sino. Sabidas son las etiquetas que se han puesto a la actriz manchega por la forma y el lugar en la que Gitanillo – y se dice que Pastora Imperio – la presentaron al torero. Quizás una sociedad pacata como la de entonces, veía con un importante aire de intolerancia, que uno de los baluartes de la reconstrucción de su pueblo se viera con una mujer que estaba marcada por pertenecer al mundo del espectáculo y por ello tener su integridad bajo sospecha.

No escapaba en ese aspecto, ni al escrutinio de su propia familia, que hasta donde se sabe, por todos los medios censuró y trató de obstaculizar esa relación. Sin embargo, el torero encontraba en ella el remanso de tranquilidad que requería para poder hacer planes hacia el futuro. Se habló incluso de un matrimonio morganático, pero la historia se ha encargado de desmentir esa versión, como en su momento lo hizo el propio Manolete, que tras de cumplir con la Corrida de la Beneficencia, obligado por circunstancias políticas y según el dicho del banderillero de esta tierra, La Chicha, como condición para obtener el pasaporte para poder salir de nuevo hacia América, regresaría a México al final de ese mismo 1946.

Tardes cumbres de la historia

El miércoles 11 de diciembre de 1946 se escribió una de las tardes más grandes de la historia de la plaza México. El Ave de las Tempestades, con el testimonio de Manolete confirmaría la alternativa de Leopoldo Ramos El Ahijado del Matadero, con toros de Pastejé, ganadería que se presentaba en el monumental escenario y que unos años antes había dado la materia prima para que Armillita y Silverio escribieran dos de las páginas más brillantes de esa Edad de Oro del toreo en México. Esas páginas tienen nombre propio y se llaman Clarinero y Tanguito. Creo que mayor explicación no se requiere.

Pues bien, los toros de Pastejé darían a Lorenzo Garza y a Manolete la oportunidad de replicar lo realizado por los maestros en El Toreo, cuando el regiomontano obtuvo los rabos de Amapolo y Buen Mozo y por su parte, el cordobés, el de Manzanito, amén de perder el de Murciano, por un deficiente manejo de los aceros. Refiere Pepe Alameda que tuvo la ocasión de charlar con El Monstruo acerca de esta tarde y que le hizo saber que solamente un error había cometido. Al preguntar el torero cuál había sido éste, le replicó el escritor: No haber mandado al taxidermista la cabeza de Manzanito, que es el toro con el que mejor has estado con los que te vi en México.

Cuatro días después de lo de Manzanito, en el mismo escenario, alternaría con Armillita y Calesero para lidiar toros tlaxcaltecas de Piedras Negras. Me contaba el citado don Arturo Muñoz, que esa tarde salió en la cuadrilla de Calesero, que la gente que llenaba la plaza apoyaba fuertemente a los toreros mexicanos, sin dejar de reconocer el buen hacer del diestro de Córdoba. Cuando salió el cuarto de la tarde, Nacarillo para más señas y cuando vieron a Fermín ponerse la muleta en la izquierda, la gente comenzó a pedirle ¡cómo Manolete!, ¡cómo Manolete! y el Maestro se los concedió, ligándole en el centro del anillo, según la versión de Carlos León, veintisiete naturales que calificó de impecables y según La Chicha, que sostenía haberlo visto evidentemente de más cerca, veintidós. Creo que la cantidad sale sobrando, lo que importa es la calidad y el hecho de que seguía la intención de dar la pelea hasta el final por los diestros mexicanos.

El 19 de enero de 1947, Manolete se lleva el último rabo de su trayectoria en la Plaza México, del toro Boticario de San Mateo, en tarde que alterna con Lorenzo Garza y Arturo Álvarez Vizcaíno y pasa a la enfermería con una fuerte contusión tras de ser prendido por este mismo toro. El día 5 de febrero actúa aquí en Aguascalientes, con Luis Procuna y Manuel Jiménez Chicuelín, en la lidia de toros de Peñuelas, pues la corrida anunciada de Pastejé no pudo ser trasladada debido a una veda de movimiento y transporte de ganado por una epizootia de fiebre aftosa y concluye su campaña mexicana en la Mérida yucateca, que fue el primer sitio en el que tocara suelo nacional, alternando con Fermín Rivera y Gregorio García en la lidia de toros de Palomeque, festejo en el que, corta de igual manera, la última oreja que se le otorgara en nuestro país.

Apostilla final

Manolete regresó a España a cumplir con lo que se dijo era la campaña final de su carrera, pues terminada esa temporada de 1947, dejaría los toros para contraer nupcias y dedicarse a vivir como un ciudadano más. Empezó a torear hasta el mes de junio y al 28 de agosto había sumado veintiún festejos, llevándose en las carnes un par de cornadas y la hostilidad de la afición que veía ya, como sucediera casi 30 años antes con Joselito, como fácil de hacer, todo lo que realizaba en los ruedos.

El 28 de agosto estaba anunciado para la feria de San Agustín en Linares, con Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín, con un encierro de Miura.El desenlace es conocido por todos y hoy se cumplen sesenta y dos años de que la muerte rompiera las ilusiones y los proyectos de vida que El Monstruo de Córdoba tenía por delante.

Manuel Laureano Rodríguez Sánchez seguirá siendo tema para discutir, investigar y proponer como personaje de diversas expresiones comunicativas. Su vida y su obra tienen ese germen cautivador y la suficiente cantidad de aristas, que a la vuelta de otras muchas décadas, cada 29 de agosto, tendremos temas para comentar en torno suyo.

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