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sábado, 1 de agosto de 2009

1934 – 1935: Lorenzo Garza y El Soldado, mano a mano, los amos de Madrid (I)

El pasado miércoles se cumplieron 75 años de una hazaña en la que los personajes centrales son dos de los más grandes toreros que ha dado este País. El primero, originario de Monterrey, destacado intérprete del pase natural, Lorenzo Garza, llamado por sus desencuentros con las masas El Ave de las Tempestades y el otro, capitalino, Luis Castro, El Soldado, uno de los más puros ejecutantes del toreo a la verónica que conocemos.



Garza y El Soldado se encontraron 5 veces en Madrid. Tres veces como novilleros y dos ya con alternativa, estas en la Plaza de Las Ventas. El sumario de sus encuentros en la primera plaza del mundo es como sigue:

29 de julio de 1934. Novillos de Gamero Cívico, antes Torre Abad, para Cecilio Barral, Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado.

Es este quizás, el más conocido y por ello, el encuentro de estos dos toreros mexicanos en la Villa y Corte, que se ha convertido en una especie de lugar común. Cecilio Barral, un torero al que Cossío califica de enterado y con buenas maneras, que entró en sustitución de última hora por el originalmente anunciado Juanito Jiménez se fue al hule tras de matar al primero de la tarde y los dos mexicanos se quedaron con el resto del encierro.

La versión de Eduardo Palacio, que hizo la crónica del festejo en la edición del diario ABC de Madrid correspondiente al martes 31 de julio de 1934, destaca lo siguiente:
Gestación de un mano a mano… La corrida era de Torre Abad, bien puesta, brava y de bonita presentación, aunque desigual en tamaño, por culpa del bicho lidiado en tercer lugar, de bastantes menos arrobas y mogón del derecho por añadidura. La res que rompió plaza y la jugada en quinto lugar eran gazapona; mas ninguna de las seis, ofreció grandes dificultades para la lidia. El primitivo cartel de la fiesta tenía al frente de la terna de espadas a Juanito Jiménez, pero se negó, mal aconsejado, a torear la corrida en cuestión, previos los requisitos legales, claro es, y se le substituyó con Cecilio Barral, diestro modesto, desentrenado, veterano ya en la profesión, pero, que, puso un destello de amor propio en la actuación brevísima que tuvo. . .

Acerca de El Soldado ante el segundo de la corrida

Cuadró éste, y aquél paseó la vista por la plaza, y después como la cosa más natural del mundo, arrojó la muleta a sus espaldas, sacó parsimoniosamente su pañuelo de bolsillo; y con él en la izquierda, arrancó a herir guapamente y, dejó media estocada lagartijera, que tumbó patas arriba al astado, Lo que vino después se lo imaginara el lector. Una verdadera apoteosis: las dos orejas, el rabo, dos vueltas, al ruedo, salidas a los medios, aclamaciones, Un verdadero delirio. Aficionado antiguo, había, el célebre Vidriero de Ministriles, entre otros, que no podía ocultar su emoción al pensar que lo que acababa de ver le quitaba de encima cincuenta o más años...

Respecto de Garza ante el cuarto de la tarde:

...en cuanto cuadró éste tiró la muleta, y sin nada en la mano izquierda, entró a herir, con mil toneladas de valor en el corazón y su infantil sonrisa en los labios, señalando un gran pinchazo. Se agachó, tomó de nuevo la franela, dio cinco o seis pases más y se volcó sobre el morrillo en un magno volapié. Hizo explosión el legítimo entusiasmó del público, se le concedieron al espada las orejas, se paseó en hombros por el ruedo, y el muchacho se zafó de los que le llevaban, se dirigió: al burladero, donde su compañero descansaba, le obligó a salir de él, y juntos dieron la vuelta al anillo y salieron a los medios. Ya estaba gestado el mano a mano...

Aquí una observación, el lugar común en la narración popular de esta tarde, es que Garza mató al cuarto sin la muleta en la mano izquierda, cuando de las crónicas, tanto la de Eduardo Palacio del ABC, como la de José Tulla en El Siglo Futuro y C.A. en La Época coinciden en que cuando se tiró a matar a cuerpo limpio, pinchó al toro y después, se tiró a matar de manera ortodoxa e hizo la suerte del volapié con todas las de la ley. Es entonces que así mató al toro y es también que es un detalle omitido por la conseja popular y que aquí, con la consulta de las fuentes disponibles y apropiadas, aclaro.



8 de agosto de 1934. Novillos de Juan Sánchez de Terrones, para Miguel Cirujeda, Lorenzo Garza y El Soldado.

En esta oportunidad la buena novillada salmantina de Terrones permitió a nuestros paisanos reiterar que lo logrado dos domingos antes, no fue obra de la casualidad, aunque el saldo en apéndices no fuera igual para todos, pues en esta ocasión es solamente Lorenzo Garza quien se lleva las orejas, aunque el ambiente continúa favorable a ambos. De la relación de José Tulla en el diario El Siglo Futuro de Madrid, del 10 de agosto de ese año destaco lo siguiente:

…Pocas horas estuvo abierto el despacho de localidades. A las cuatro de la tarde del miércoles todo el papel lo tenían los «reventas» y algunos afortunados aficionados. La corrida de ayer salió tan cara como las de Beneficencia, Y esto ocurre cuando la empresa tiene «género» que vale y se saben componer los programas...

Lorenzo Garza repitió lo ejecutado en su última actuación; toreó como nos tiene acostumbrados con el capote y la muleta, y con el acero en su primero dejó media superior, por lo que escuchó ovación, orejas y vueltas al anillo y salida a los medios. En el cuarto la faena de muleta fue sublime, inmejorable, y, en cambio, no le fue concedido más que un apéndice, para mí ésta fue mejor faena que la del primero, para otros, no sé.

Con el capote hizo quites variados en todos los toros, y en el quinto, al querer ayudar a su paisano «El Soldado», haciendo entrar al tercio al novillo, «El Soldado» le recriminó, y el público gritó de lo firme a Luis, pero éste al terminar con el novillo se reconcilió con Garza y ambos se abrazaron, dando la vuelta al ruedo acompañados también por Cirujeda. Garza brindó su primer toro a don Carlos Gómez de Velasco, gerente de la empresa...

Como vemos, el celo profesional del torero de Mixcoac, Luis Castro Sandoval salió pronto a relucir al ver que su paisano y alternante se le había ido por delante. Pero tras el instante de reflexión, comprendió que el auxilio en la lidia solo tuvo por objeto el facilitar las cosas y nunca el taparle, motivo por el cual, compartió con él y el turolense Cirujeda una triunfal vuelta al ruedo.

Eduardo Palacio, en el ABC de Madrid de la misma fecha proclama:

...Pero, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, lo cierto y positivo es que el mano a mano Garza - El Soldado es ya, más que un ansia de la afición, una necesidad imperiosa de la propia fiesta. Llegará pues, el mano a mano, cuando sea, donde sea y el éxito económico de la Empresa está en absoluto descontado...


El tercer capítulo de esta saga será precisamente el que este escritor había pronosticado desde su primera crónica sobre el particular.

23 de agosto de 1934. 5 Novillos de Coquilla y uno de Santos para Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado, mano a mano.

En algunas entradas anteriores comenté tanto las fechas en las que dos toreros mexicanos habían actuado en corridas y novilladas en las Plazas de Madrid, como también me referí ya en específico a las dos ocasiones en las que toreros mexicanos – Rodolfo Gaona y Armillita – han matado corridas en solitario en ese mismo ruedo. Antes de esta ocasión, el 17 de abril de 1932, se dio un cartel todo mexicano, cuando el nombrado Armillita, Heriberto García y David Liceaga lidiaron una corrida de don Alipio Pérez Tabernero Sanchón.

El mano a mano de El Ave de las Tempestades y El Soldado era la respuesta a los reclamos de la afición madrileña, y su trascendencia, al margen de los trofeos, nos la describe de la siguiente manera Eduardo Palacio del ABC de Madrid, en su crónica del 24 de agosto:

...Y de improviso, sin esperarlo nadie, sin sospecharlo siquiera el que presume de más agudo, saltan una tarde al ruedo Garza, El Soldado y otro torero indígena y la pareja de mejicanos forma un lío espantoso en la fiesta de toros, la pone patas arriba y los comentarios, la pasión, el entusiasmo, la contradicción, salen de la plaza, llegan a los cafés, a los talleres, a las oficinas y solo se detienen ante los cabarets, santuario cada uno de tal o cual figura, cuyos amigos forman una barrera inexpugnable hecha con estas siete palabras: "Dicen que están descarados con los becerros." No se permite otro comentario; la frase asemeja una consigna.

Más todo es en vano. Repiten la hazaña los dos mejicanos, haciendo ricos a los revendedores y entonces empiezan a bambolearse los tinglados, y por todas las rendijas penetra la luz, huyendo despavoridos los ratoncillos. Se hace preciso rendirse a la evidencia; se teme a la comparación; ya no puede hurtarse el éxito a la pareja mejicana Garza - El Soldado. Se espera con ansia el mano a mano de ellos, entre comentarios de se da, no se da, no quiere este, no quiere aquél, piden mucho dinero, la Empresa no transige y toda la escala del ratimagueo defensivo...

...La novillada fue terciada, bien puesta y poco desigual en cuanto a bravura. El primero fue un gran toro, suave y noble; el segundo se vencía del lado derecho; el tercero era grande y bien puesto de cuerna; el cuarto mansote, de muy mal estilo y reparado de la vista; el quinto, muy chiquito, cumplió bien en varas y el sexto, de mucho respeto, gordo y hondo, resultó tan manso, que no hubo posibilidad de librarle del fuego. Todos tenían poder y derribaron con estrépito...

...¿Que es doloroso que hayan sido dos mejicanos los que han actuado de fuerte revulsivo en la fiesta de toros? Puede ser cierto. Pero no lo es menos que ello constituye una realidad, que de sobra nos puede compensar de tal dolor. Dígalo si no el hervor de entusiasmo que reinó en la muchedumbre que llenó ayer la plaza.


Lorenzo Garza solamente mató dos de los tres novillos que le tocaron en suerte y cortó dos orejas, pues el tercero de la tarde, durante la faena de muleta, le volteó de mala manera, provocándole una conmoción, misma que provocó su ingreso a la enfermería y no permitió su salida de ella. El Soldado se alzó como el gran triunfador de la tarde, pues obtuvo las dos orejas y el rabo del fogueado sexto y fue retirado en volandas de la plaza.

domingo, 12 de julio de 2009

12 de julio de 1914: Muere Miguel Freg en la Plaza de Madrid

Dados los sucesos del pasado viernes en Pamplona, supongo que el sentido de algunas apreciaciones que expresaré aquí tendrán que cambiar y es qué con frecuencia – no mucha por fortuna – suceden hechos que nos recuerdan que existe otra muerte en el ruedo, esa que no esperamos, que no consideramos, que no queremos que esté allí, pero que es parte del juego de luces y sombras que es la fiesta de los toros.

Hoy como ayer, nihil novum sub sole

Quienes además de no ser partidarios de la fiesta, eran en ese día abiertamente opositores a ella, encontraron una ocasión – como la tienen hoy – para expresarse y tratar de denostarla. Así, veríamos en El País (13-Jul.-1912) en su primera plana, una columna sin firma – imputable en consecuencia a su entonces director Roberto Castrovido – titulada Los Toros Decaen, en la que se califica a los toreros como zafios, ignorantes, brutales y como seres que ordinariamente carecen de valor estético, moral o intelectual. Páginas adentro, junto a la crónica del festejo, publican una nota proveniente de Barcelona, en donde un señor Lerroux, con el apoyo de la sociedad protectora de animales intenta organizar, dentro del Partido Radical, la presentación de una petición al Consistorio, para obtener en la Ciudad Condal, la abolición de las corridas de toros.

Por otra parte en El Siglo Futuro, diario declaradamente conservador, publica contra la toreromanía, esto en alusión a la muerte de un aficionado de nombre Antonio Herencia, en el tendido de la Plaza de la Carretera de Aragón la mañana de ese mismo día, cuando un estoque saltó al fallar Regaterín un intento de descabello durante una becerrada a beneficio del gremio de zapateros.

Hoy seguramente, por la muerte de Daniel Jimeno Romero durante el encierro de Pamplona el pasado viernes, se volverán a alzar voces en contra de las distintas tauromaquias que se ejercitan en este planeta nuestro. Ya vemos que no es novedad, ni que sucedan tragedias, ni que esta fiesta sea objeto de ataques, casi siempre injustificados, de gente sin quehacer. Afortunadamente, su grandeza le ha permitido subsistir y si se ha de acabar, seguramente será por causa de quienes tienen, como dijera Ortega – no el de Bórox, sino el otro – sus entresijos en las manos y eso, creo que también la experiencia nos lo está enseñando.

Al toro…

Miguel Freg Castro fue el tercero de cuatro toreros de su familia. Luis El Rey del Acero o Don Valor, matador de toros; Alfredo, subalterno y fundador de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, asociación sindical de la que orgullosamente portó el carnet número uno y Salvador, matador de toros también. En el año de 1914 generó su efímera fama y entró a la inmortalidad por la angosta puerta del sepulcro, pues fue prácticamente en el decurso de cuatro festejos en ese calendario, donde su suerte quedó echada.

El Toreo de la Capital de México le vio salir en hombros de una entusiasmada multitud la mañana del 15 de febrero de ese año, después de torear a la verónica como lo hacía Juan Belmonte en tarde que actuó con Llaverito, Chanito y Samuel Solís para lidiar novillos de San Nicolás Peralta. Eso le motivó a acompañar a su hermanos Luis y Alfredo que harían campaña en España, para tratar de conseguir la alternativa en ruedos peninsulares.

De esa manera actúa el 12 de abril en Bilbao y el 14 de junio en la Barceloneta, para presentarse en Madrid el 5 de julio – Jueves de Corpus –, en un cartel integrado con toros de Graciliano y Argimiro Pérez Tabernero y llevando como alternantes a Saleri II y Valencia. Esa tarde lidió a los toros Moñudo número 9, negro bragado y cornipaso y a Floro, número 35, ensabanado y mogón del izquierdo. La novillada fue muy difícil y solamente permitió a los alternantes exhibir su valor.

La actuación de Miguel Freg fue lo suficientemente convincente para que se le programara para el jueves siguiente. Los novillos serían de don Juan Contreras, de Badajoz y sus alternantes, Francisco Sánchez Hipólito y el propio Valencia.

El primer toro de su lote fue Saltador, negro, terciado según la mayoría de las crónicas, aunque contradictoriamente en el diario madrileño El País se afirma que era un toro que se había quedado de la temporada anterior, por chico y que se usó para completar la novillada debido a que uno de los ejemplares que envió el ganadero, no fue aprobado por ser cornicorto. Este fue el último toro que lidió en su vida Miguel Freg.

La espeluznante y mortal cornada

José de la Loma, Don Modesto, lo contó en El Liberal del día siguiente al de la trunca novillada, de la siguiente manera:

… ¿Impericia? ¿Ignorancia? ¿Torpeza? ¿Exceso de pundonor?

De todo hubo un poco y la cansa primordial de la catástrofe la mala, la pésima lidia que se dio al toro autor de ella…

…El bicho tomó cuatro ó cinco puyazos, en el último un picador, de cuyo nombre no quiero acordarme, le rajó ignominiosamente en un costillar. No lo censuro. En estas novilladas montan a caballo aspirantes a picadores, ayunos en absoluto de las reglas más precisas para el caso. Harto hacen con salir incólumes del compromiso. Cuando se les arranca la fiera tiran el palo y éste cae donde cae. La cuestión es evitar que el batacazo sea muy gordo. ¡Pobrecillos! Son dignos de lástima.

El novillo, con el rajón, se dolió excesivamente y se puso a la defensiva, creyendo que todo bulto que se le acercaba iba a producirle otro mayor daño. Y abrigado en las tablas, escarbando, incierto y avivadillo, le encontró Miguel Freg cuando cambió el segundo tercio.

El valiente muchacho quiso El valiente muchacho quiso hacerse con el bruto y le llegó hasta la misma cara, llevando el engaño en la izquierda. Una brusca acometida, buscando el toro mejor abrigo, hizo comprender al mejicano que la cosa se ponía fea, o mejor dicho, que ya se había puesto muy fea.

Con la derecha el bicho no se arrancaba, retrocedía escarbando, muy dolido del rajón del piquero.

Con la izquierda, acometía atropellando, huyendo. No era posible, no poseyendo grandísimos recursos, el apoderarse del animal. En todos los pases por la izquierda – por el otro lado no acudía el novillo –, vióse apuradillo el espada. Se desconfió. Y el caso no era para menos.

¿Cómo herir a un bicho de estas condiciones?

Para otro espada, curtido en estos lances de grave compromiso, la solución sino fácil, hubiera sido factible. Un sartenazo al revuelo de un capote o a paso de banderillas «tirando la espada».

A maestros de muchas campanillas, a Pastor y a Joselito, hemos aplaudido estocadas estocadas de recurso. Y para estos casos se inventaron.

Freg entró a matar a querencia del bicho ello. Arrancó. El toro se le metió por debajo. Le atropello. Y le prendió del cuello, volteándole. Y arrojándole en la arena, salió de estampía. Como el criminal que, al huir, hiere con la navaja al que le corta el paso.

El infeliz Freg se puso en pie. Quiso recoger la muleta. Pero no pudo. So llevó las dos manos al cuello, y la sangre saltando con violencia por entre los dedos, le resbalaba por la pechera de la camisa…

…El pitón le degolló. Ahí tienen ustedes el parte facultativo. Yo no lo entiendo; pero me parece que dice que a poquito más que hubiera cabeceado el bruto, hubiese quedado sin cabeza el cuerpo del desventurado novillero.





Las relaciones de los demás medios escritos coinciden en las condiciones y circunstancias del hecho y coinciden también en que la cornada se debió a la poca experiencia de Miguel Freg. Felipe Sassone, en La Lidia del día 28 de julio lo expresa así:

…Insistimos en que de Miguel Freg nos es imposible emitir juicio, pero insistimos también en que halló la muerte aquella tarde, porque se equivocó, porque lidió al revés á su enemigo. ¿Cuántas veces ocurre lo mismo— aunque sin consecuencias fatales por suerte—en las novilladas? Siempre. Antiguamente los toreros cumplían un largo aprendizaje; antes de coger la espada y la muleta, iban de banderilleros con un espada inteligente, y así adquirían el conocimiento que da la práctica y que ningún tratado, ninguna experiencia de las llamadas de salón, pueden enseñar. Los toreros de hoy se improvisan, aprenden ante un espejo a estirarse, a ponerse bonitos, a girar sobre los talones y á doblar la muleta; se preocupan del adorno, de lo accesorio, y olvidan lo esencial, ya que el farolillo, la trincherilla y el molinete no son todo el toreo y no castigan, ni mandan, ni corrigen, y sólo pueden hacerse con los toros claros, póstumos, que pasan buenamente, y que —por desdicha— salen de higos á brevas…



El parte facultativo

En los diarios de Madrid existen varias versiones, obtenidas en diversos momentos posteriores a su expiración. El más completo es el que presenta El Liberal y la descripción de la actividad en la enfermería, la de El Imparcial y que son respectivamente como sigue:

El espada Miguel Freg ha ingresado en esta enfermería padeciendo una herida contusa en la región infra hioidea derecha de 12 centímetros de extensión, con rotura del esterno-cleido-mastoideo, llegando hasta las apófisis transversas cervicales, dejando al descubierto el paquete vásculo-nervioso del cuello, lesión que le impide continuar la lidia. Doctor Mateo Milano.

…En la enfermería prestaba el servicio de guardia el doctor D. Mateo Milano a quien inmediatamente de de ocurrir la desgracia, acudieron a ayudar en su tarea profesional sus compañeros del Hospital provincial Sres. Hinojosa, Vigueras y Taboada que estaban presenciando la corrida.

Con esta valiosa cooperación, tan pronta como solícita, procedió el doctor Milano a separar los bordes de la herida de Freg, cuyo cuerpo había sido colocado en el «hule». El diestro, apenas ingresado a la enfermería, fue presa de un síncope. El cuerno había entrado al torero por la parte inferior delantera del cuello y la herida era muy profunda. En su fondo quedaría al descubierto el nervio neumo-gástrico; se veían disecados todos los grandes vasos; ninguno de ellos había sido roto; a pesar del enorme destrozo causado por el asta, la lesión parecía lo que los toreros suelen llamar una cornada «de suerte».

Sólo existía, gravísimo, el peligro de que el infeliz novillero no reaccionase del colapso cardiaco en que había caído por la gran contusión del nervio neumo-gástrico, golpe parecidísimo al que los boxeadores denominan «golpe a la carótida», mortal a veces, porque determina la paralización del corazón.

Los médicos cohibieron la pequeña hemorragia venosa, taponaron la herida y se dedicaron, por todos los medios, a hacerle salir del colapso en que estuvo durante todo el tiempo que duró la cura…

…Las repetidas inyecciones de suero y cafeína, los cuidados verdaderamente admirables de todo el personal facultativo para hacerle reaccionar, fueron inútiles.

A los treinta y cinco minutos de su ingreso en la enfermería falleció Freg, como se temía y se esperaba, a consecuencia de la tremenda contusión recibida y no a consecuencia de la herida misma, que habría cicatrizado pronto, como generalmente cicatrizan las del cuello y de lo que el mexicano estaría tal vez curado dentro de quince o veinte días…



Como se ve, la apreciación inicial de Don Modesto y de los demás cronistas de que el toro prácticamente descabezó al pobre de Miguel Freg, no resulta ditirámbica, se convertía en el sexto torero muerto en ese ruedo tras de el banderillero valenciano Yust, Nicolás Ardura Pollo, Manuel García Espartero, Lagartijilla y Dominguín.

Corolario

Los hechos de hoy y de ayer nos enseñan que nuestra fiesta está construida a partir de ilusiones, pero principalmente de realidades y estas son a veces tristes y dolorosas, como la que intento – sin respeto a la brevedad – relatarles aquí.

Es por eso que seguimos – diría El Volcán de Aguascalientes – siendo compradores de esas ilusiones, pues cada vez que adquirimos una entrada para asistir a la plaza, lo hacemos con eso, con la ilusión de que veremos algo inusitado, de que viviremos lo que soñamos.


domingo, 5 de julio de 2009

5 de junio de 1932, Plaza de Toros de Madrid: Armillita y Centello de Aleas (I)

La página 3 del diario La Época de Madrid, en su edición del sábado 4 de junio de 1932, contenía el siguiente anuncio:

DIVERSIONES PÚBLICAS: Plaza de Toros de Madrid. – Mañana domingo, se celebrará la octava corrida de abono, lidiando toros de Aleas las cuadrillas de los aplaudidos diestros «Fortuna», Fuentes Bejarano y «Armillita Chico». La corrida empezará a las cinco.


Ese anuncio me permite traer a la mesa de los recuerdos – y quizás de las discusiones – una faena que se considera como una de las más importantes que se han realizado en las plazas de Madrid. Era la octava corrida del abono y se anunció una corrida de la Viuda de Aleas para Diego Mazquiarán Fortuna, Luis Fuentes Bejarano y Fermín Espinosa Armillita, en tarde entoldada y que terminó con un fuerte aguacero.

Armillita tuvo padre y hermanos mayores toreros. Se le califica de superdotado, intuitivo y como torero largo, por el extenso repertorio de suertes y recursos que desplegaba en la lidia, amén del conocimiento que rápido adquiría de las condiciones de los toros en el ruedo. Era un eficaz estoqueador y cuenta en su haber el honor de que nunca se le fue vivo un toro en su carrera. Se le parangonó con José Gómez Ortega, Joselito o Gallito por su precocidad torera y su excepcional sabiduría. Al final, se le reconocería como El Maestro de Maestros.

El jovencísimo diestro mexicano – tenía apenas veintiún años – se encontraba en la línea de ascenso en su carrera ya en el cuarto o quinto año de alternativa, según se contara el tiempo a partir de la que Antonio Posada le diera en El Toreo de la Ciudad de México o de la que su hermano Juan le diera en Barcelona. La realidad era, independientemente del aspecto cronológico, que se en Fermín se gestaba un torero que sería un modelo para su tiempo y el que estaba por venir y que en las tres temporadas siguientes, sería la cabeza de su escalafón en España y en México.


La corrida de Aleas salió con complicaciones. De los seis toros, dieron posibilidad de lucimiento el quinto, al que cortó una oreja Fuentes Bejarano y el sexto, Centello, al que Armillita cortó, según la mayoría de las crónicas, una oreja, aunque alguna le adjudica el otorgamiento de dos trofeos auriculares. El eje de esta faena fue el toreo al natural. Tan lo fue, que la crónica de Federico Morena en El Heraldo de Madrid se titula El ilustre naturalista azteca y en su médula expresa lo siguiente:

...Ya teníamos a Fermín armado de muleta y estoque. Un pase de tanteo con la derecha. ‘Centello’ tomó el engaño rectamente. Y la muleta pasó airosamente a la mano zurda. No era el noble bruto pronto a la arrancada. Y el torero supo aprovechar esta circunstancia para imprimir a la faena más relieve, mayor brillantez. Echó el artista la muleta atrás y adelantó el cuerpo arrogantemente. Pisaba el terreno de los valientes. Entonces la muleta avanzó despaciosa, sin dudas ni vacilaciones, hasta dar suavemente con los vuelillos en el hocico de la res. Y vino la arrancada: una arrancada templadísima. El espada tiró del toro, y se lo llevó al costado, y dobló la cintura sobre el pitón, y obligóle a trazar con el espinazo una curva considerable… ¿Es así como se torea al natural? La plaza crujió en un alarido de asombro. Y otra vez la muleta avanzaba, y prendía al bicho, y tiraba de él, dominadora, triunfante. ¡Y así hasta cinco veces! Cinco naturales perfectos. ¡Lástima grande que cortara la faena! Toro y torero seguían guardando el mismo ritmo, y la faena por naturales pudo haberse prolongado indefinidamente. ‘Centello’ era toro de quince o veinte naturales…

Pero la muleta pasó a la otra mano. Conste que no censuro. Lamento únicamente. El artista quiso, sin duda, dar variedad a la faena. Propósito muy laudable. Sin embargo, desmereció un poco esta segunda parte. No ciertamente por culpa del torero. Es que por este lado no entraba el toro en el engaño con tanta suavidad, y más de una vez se llevó la muleta en los pitones. Hubo, empero, excelentes pases por alto y en redondo, sin perder el espada un solo instante la más perfecta naturalidad en la ejecución.

Aún volvió unos instantes la muleta a la izquierda para esculpir – buril prodigioso – varios naturales, tan acabados, tan meritísimos como los de la primera serie…

Y cuando, al final, buscaba el adorno, al dar un pase afarolado le atropelló el toro y le derribó, la muleta, a la que tan sumiso estaba ‘Centello’, distrajo al noble astado y evitó milagrosamente un percance…

La faena se había prolongado un poco más de lo conveniente, y cuando se acordó Fermín de que tenía que matar encontrándose con la desagradable sorpresa de que el bicho, agotado, echaba la cara al suelo. Y pinchó cuatro veces, bien que todas ellas mirando al morrillo y con deseos evidentes de matar bien.

La faena, o, si lo prefieren los exigentes, la parte de ella destinada al toreo por naturales, produjo tan excelentísima impresión en el público, desató de tal modo sus entusiasmos, que apenas dobló el toro no hubo pañuelo que no saliese agitadamente del bolsillo para pedir el supremo galardón para el supremo artista. Y el presidente se apresuró a concederlo. Participaba, sin duda, de los mismos entusiasmos…


La breve relación de la faena en el diario La Época, del día 6 de junio, dice al respecto:

…Armillita Chico hizo en el sexto toro una de las faenas mejores que se hayan hecho en el ruedo madrileño, dando toda clase de pases. El toro estaba ya agotado, y a la hora de matar no permitió el lucimiento, pues era difícil buscarle la igualada. Con el capote había intervenido Armillita siempre bien. Cortó dos orejas y fue sacado en hombros…

Por su parte, en El Siglo Futuro, también de Madrid, se consigna esto:

…Al último toro, el único bueno, Armillita Chico lo toreó lucidamente de capa. Le banderilleó muy bien, e hizo con la muleta una magnifica faena con pases naturales y altos tan extraordinarios que a pesar de haber pinchado cuatro veces, se le concedió la oreja y se le paseó a hombros por el ruedo…


Cierro esta parte de los recuerdos con la apreciación de F. Asturias, que en la sección Sangre y Arena del semanario madrileño semanario Estampa del 11 de junio de ese año, relata:

…Como "Armillita" toreó el sexto toro es muy difícil mejorarlo. A imitación de Ortega, echó la muleta atrás, teniendo avanzada la pierna contraria, y luego, lento, solemne, la hizo avanzar hasta dar con ella en el hocico del toro y prenderle en la muleta para tirar suavemente del embebido animal. Fue una serie de seis o siete naturales perfectos. Pasó la muletilla a la derecha y, erguido y ajustado, hizo otros tres o cuatro irreprochables. Luego, siguió por altos, volvió a los naturales ligados con el de pecho, a los molinetes y afarolados, a los de la pierna... ¡Qué sabemos cuántas y cuan admirables cosas hizo! Un éxito, una consagración de artista.

Pinchó tres veces y terminó con una, llevándose el acero. Pues bien; cómo habría toreado que le dieron la oreja y lo sacaron en hombros.

Un triunfo definitivo en Madrid...

Como podemos darnos cuenta, la totalidad de los relatos transcritos refieren lo extraordinario del toreo al natural de Armillita, lo establecen como el eje de la faena y como el medio para despertar el entusiasmo de la concurrencia a la Plaza de la Carretera de Aragón.


El Maestro Armillita, me consta, porque se lo escuché en persona, recordaba esta faena, junto con la de un toro Clavelito en Barcelona en 1934, como una de las más acabadas de las que realizó en su carrera, aunque lo contaba siempre con un dejo de desilusión, porque decía que aunque se le reconocía haber hecho algo que no tenía antecedente, a su apoderado Domingo González Dominguín, solo le fue posible ajustarle 22 contratos esa temporada, aunque también con justificado orgullo señalaba que entre 1933 y 1935, fue él matador de toros que más toreó en España y en México, un caso que difícilmente podrá ser igualado.

Decía arriba que también narró el festejo para El Imparcial su cronista titular Federico M. Alcázar, quiero presentar a Ustedes esa crónica también, pero por su contenido, extensión y otras implicaciones que creo que presenta, pienso que conviene hacerlo por separado.

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