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domingo, 8 de junio de 2014

Ética, estética, patética… ¿y la épica?

En el primer tercio del año 2003 David Silveti concedió a Francisco Prieto y a Eduardo Garza una extensa entrevista a propósito del anuncio que hizo de que debido a una lesión neurológica causada por un percance sufrido en San Miguel de Allende al final del año anterior, se veía precisado a dejar los ruedos en definitiva. En esa charla con los entrevistadores, El Rey David habla de lo que fue su vida en los ruedos, de lo que esperaba para el porvenir – que él mismo se encargaría de truncar meses después – y de lo que representaba para él la fiesta de los toros.

En uno de los diálogos iniciales, David Silveti expresó lo siguiente:
Haces cosas técnicamente aberrantes y, sin embargo, las haces porque ves que las puedes hacer y porque estás muy entregado y muy lanzado… En el toreo paralelo yo ya no me cruzaba sino que, a diferencia de Manolete, que dejaba la muleta atrasada, yo la echaba para adelante y únicamente corría la mano. Gané mucho en verticalidad, que es parte de la estética. Gané mucho en patética, porque los toros me pasaban cerquita – a diferencia de los toreros que se cruzan –. Siempre fui muy respetuoso de la parte ética, del ser coherente dentro y fuera del ruedo, de una serie de cosas por respeto a mis antepasados, a todos los que han regado sangre en la arena por defender una posición. Entonces me tomé como norma estos tres pilares: la ética, la estética y la patética… (Ética, estética y patética: tres ejes del arte taurino. – Ixtus, número 43, año XI, Homenaje a David Silveti, México, 2003, Págs. 91 – 92)
La ética

La declaración de principios – en retrospectiva – que hace David Silveti implica que el ejercicio del toreo lleva implícita una moralidad, un conjunto de virtudes que, desde un enfoque aristotélico, deben desarrollarse como hábitos – la valentía o la templanza – pues como afirmaba el estagirita, para ser valeroso, hay que actuar valerosamente. Cuando esas virtudes son llevadas a un ejercicio, toman la forma de saber práctico, de excelencia en la deliberación. Las virtudes se desarrollan con el aprendizaje y maduran con la experiencia.  De aquí podemos derivar que el toreo, como la vida es más compleja que un simple juego de teorías y de reglas, pero esas reglas y teorías son el cimiento de un ser y un estar, en este caso, en el ruedo, que hace diferente al torero que se sujeta a ellas, de todos los demás.

La estética

Luego, hace referencia a la estética. Samuel Ramos, filósofo mexicano, afirma lo siguiente:
Puesto que la estética tiene que definir el concepto del arte, su gran problema radica en la multitud de formas históricas que apenas parecen tener algo de común entre sí. Las formas del arte varían con los pueblos, las épocas, las culturas, los lugares; en un mismo lugar y en el mismo tiempo, el arte varía de individuo a individuo. Los valores artísticos tienen altas y bajas, a veces en cortos intervalos y parecen estar sujetos al capricho de la moda… Una vez acabada la obra de arte y salida de las manos de su autor, empieza a vivir una vida propia… La obra de arte una vez creada ejerce por contragolpe una sugestión en el espíritu de su propio autor y, con frecuencia, traza el cauce de sus creaciones posteriores. En un cierto momento, por debilitamiento del poder creativo, puede darse el caso del artista preso en su propia obra y condenado a repetirse a sí mismo…
La obra de arte vive por sí sola y ostenta cualidades objetivas, pero no necesariamente existe como cosa en sí. Efectivamente tiene un sustrato material, aunque lo artístico de la obra no radique en esa materialidad. La obra de arte se presenta como tal, solo cuando es apreciada por un espectador. Es allí cuando la obra de arte se convierte en objeto estético o como algunos lo señalan, un objeto de apreciación estética.

La materialidad de la obra de arte en la tauromaquia se circunscribe a la conjunción del toro y del torero en el redondel. Es una materialidad efímera, puesto que cada lance de la lidia es irrepetible. También, esa materialidad es fugaz, porque una vez llevada a cabo una faena, no queda más que en la mente del espectador y en la reproducción, más o menos fiel que de algunos instantes de ella se realizan. Al final, lo que queda para trascender, es el conjunto de sensaciones que toro y torero produjeron en quien los presenció, sensaciones que ningún medio puede reproducir.

La patética

Y lo que el hijo y nieto de los Juanes llama la patética. Según el diccionario de la lengua, patético es aquello que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía.

Entonces, esa patética se traduciría, creo, en la capacidad del artista de transmitir a sus observadores los sentimientos que pretende transmitir con la obra realizada o en el caso de la tauromaquia, con la faena que se realiza, pues dadas las características del arte del toreo – fugaz, efímero, pero trascendente – la comunicación con el espectador tiene que producirse en el instante mismo de la creación, no puede dejarse para después, porque entonces, ya no habrá obra, habrá concluido, fenecido.

La épica

La épica es la narración o el canto de lo heroico. Lato sensu, podrá afirmarse que el toreo lleva implícita su propia épica porque quien se viste de luces y enfrenta un astado tiene un cierto dejo de heroísmo. En otros tiempos quizás fuera así. Hoy con el toro determinado – Alameda dixit – el valor estética es el que parece primar sobre todos los demás y el de la ética parece ser el que se ha quedado al final de la escala de valores.

Pero hay oportunidades en las que tenemos la ocasión de recordar que el torero es mucho más que un héroe literario. Lo pudimos apreciar el pasado jueves 5 de junio en la plaza de Las Ventas, cuando una seria corrida de Victorino Martín exhibió por una parte, que el arte del toreo no es solo aquello de pegar pases – dar pases no es lo mismo que torear dijo textualmente Ortega – sino que implica el saber lidiar y el poder a los toros que no son adecuados al toreo que hoy gusta.

En casos como éste los toreros no pudieron expresar lo que la mayoría entiende como arte. La opción que les quedó a los torero fue la de – materialmente – jugarse la vida y lidiar y matar lo que le salió de los toriles de la plaza, es decir, luchar con el toro incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte

Los toreros salieron entre almohadillas y pitos de la plaza. Manolo Rubio, tercero de la cuadrilla de Antonio Ferrera, con una cornada y una lesión de ligamentos en una rodilla que quizás le quite de torero. Y los toros de Victorino Martín se fueron al desolladero entre inmerecidas ovaciones, cuando en realidad ocultaron su mansedumbre con genio. 

Peligrosa bipolaridad de un público – excluyo al aficionado cabal – que dos días antes daba síntomas de su padecer al dividirle la opinión a Diego Urdiales tras de hacer el toreo y un par de toros después, pedir dos generosísimas orejas para Miguel Ángel Perera y al día siguiente volver a abrir la puerta grande a Daniel Luque en lo que pareció una barata de liquidación de premios por final de feria.

Rematando

David Silveti no enunció a la épica como valor en su declaración de principios y sin embargo está bien presente. Los toreros son héroes más allá de la literatura – de color o no – y han escrito brillantes páginas a partir de esa arista del hacer en los ruedos. No nos olvidemos de ella y no dejemos también de respetarla.

domingo, 25 de mayo de 2014

La sentencia de Frascuelo

Salvador Sánchez Frascuelo
El pasado martes – 20 de mayo – ocurrió en la plaza de Las Ventas un hecho infrecuente. Tras de estoqueado el segundo toro de la tarde el festejo tuvo que ser suspendido porque los tres espadas del cartel estaban ingresados en la enfermería del coso y el servicio médico determinó que no les era posible continuar en la lidia. De inmediato se trajeron al recuerdo algunos de los antecedentes más inmediatos de suspensiones similares. De mi cuenta, repasé la historia de la plaza y creo haber encontrado todos los casos en los que sucesos así se han producido. Un breve recuento de cada uno de ellos es el siguiente:

26 de junio de 1955: Novillada picada. Alternaron Juan Gálvez, Jaime Ostos y Arán de la Casa Morenito de Talavera – la crónica le llama Antonio –. Salieron al ruedo 2 novillos de Fermín Bohórquez y uno de El Pizarral de Casatejada (1º, sustituto del titular, devuelto por reparado de la vista). 

Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en su crónica publicada en el diario ABC de Madrid, entre otras cosas, relata lo que sigue:
En el segundo lance de la corrida Gálvez sufría una cogida que le produjo una herida de diez centímetros en el muslo derecho. El novillo era peligrosísimo por el lado derecho y reparado de la vista por el izquierdo. El presidente, según lo pedía el público, lo retiró y salió uno de «Pizarral», despachado por Jaime Ostos. El segundo novillo fue también, naturalmente para Jaime... Va su deseo más allá del genio del novillo. Se queda en la cara, sufre un pitonazo y dos achuchones más. Se pasa sin herir; tres pinchazos, media estocada. Descabella. Pasa a la enfermería. Cuando sale el tercero está solo el novel «Morenito»... Procura sobreponerse Antonio de la Casa... Ya está el cuarto sobre la arena. También ha de ser para «Morenito», según el turno del forzado mano a mano. Al dar Antonio uno por alto con la mano izquierda es enganchado y revolcado. Otra cornada en el muslo derecho, de diez centímetros de extensión y otra en la región perineal anterior... Ostos coge los trastos. Y el novillo le coge a él en seguida... Conmocionado, pasa a la enfermería... Pedro de la Casa despachó al novillo. El público pensó que iba a continuar la fiesta. Apareció el texto del artículo 97. Dentro quedaban dos novillos de Bohórquez. Un escándalo...”
Partes facultativos: Juan Gálvez sufre una herida en el tercio inferior, cara interna del muslo derecho con trayectoria ascendente de 10 centímetros, que deja al descubierto el conducto de los abductores, de pronóstico menos grave. «Morenito de Talavera» dos heridas: una situada en la cara interna, tercio inferior del muslo derecho, con dos trayectorias, una ascendente de 10 centímetros, que produce destrozos en los músculos semimembranoso y semitendinoso y tercer abductor y otra oblicua, de 15 centímetros que atraviesa el muslo y termina en el tejido celular subcutáneo de la cara externa, contusionando el paquete vascular y el nervio ciático; y otra herida en la región perineal anterior, con una trayectoria oblicua hacia adelante y abajo, que termina en la cara interna, tercio superior del muslo izquierdo. Pronóstico muy grave. Jaime Ostos, puntazo en la región glútea, conmoción cerebral y erosiones de pronóstico reservado. 
25 de mayo de 1975: Corrida de toros. Feria de San Isidro. Alternaron mano a mano Francisco Ruiz Miguel y Antonio José Galán. Se corrieron 5 toros de Alonso Moreno de la Cova y uno El Jaral de la Mira (6º), que hirió al sobresaliente Julián de Mata. La corrida de Alonso Moreno sustituyó a una de Osborne, rechazada en el reconocimiento.

Vicente Zabala Portolés escribió en su día lo siguiente:
Afortunadamente las aparatosas cogidas de Galán y Ruiz Miguel no han revestido caracteres graves. A partir del quinto toro se quedó solo el sobresaliente Julián de Mata, al que conozco desde hace más de veinticinco años, cuando iniciaba su carrera en unión de Alfonso Merino, Luis Parra «Parrita»... y otros tantos que iban a torear de salón al «Pilón» junto a la vía del tren de Arganda... Ni los años ni el desentrenamiento perdonan... Quiso dar la cara, pero ya no está en condiciones para ello. En mi vida me he acongojado más en una plaza de toros. El sobrero de Jaral de la Mira le atravesó un pulmón. Pudo costarle la vida el querer volver a sentir emociones, que bien muertas están...

Partes facultativos: Ruiz Miguel: Herida superficial en región malar izquierda. Puntazo en cara posterior del muslo izquierdo. Conmoción cerebral. Pronóstico Reservado. Antonio José Galán: Contusiones y erosiones múltiples. Conmoción cerebral. Pronóstico reservado. Julián de Mata: Herida por asta de toro en cara posterior del hemitórax derecho, entre novena y décima costillas, penetrante en cavidad torácica, produciendo graves destrozos en lóbulos inferior y medio del pulmón derecho, contusionando el pericardio. Intenso shock traumático que precisa 1,200 centímetros cúbicos de sangre. Pronóstico muy grave.
26 de mayo de 1979: Corrida de toros. Feria de San Isidro. Los diestros fueron Rafael de Paula, Manolo Cortés y Francisco Ruiz Miguel. Salieron al ruedo dos toros de El Torero y uno de Juan Andrés Garzón (3º). 

Es de nuevo la crónica de Vicente Zabala Portolés, publicada en el ABC madrileño, la que nos relata lo sucedido ese día:
El Paula no midió que le quedaban tres toros. Animoso como estaba quiso darle un quite al toro de Torrealta. Recogió el capote y muy al filo del pitón, sin cruzarse, dibujó tres lances de corto mando, pero de precioso trazo, tres verónicas de pura filigrana por lo lentas y cadenciosas. Cuando se presentía el remate, el toro se le quedó debajo del capote. Lo derribó y le metió la cara en el suelo corneándole con saña. El gitano no pudo incorporarse. Estaba inconsciente. La cogida fue impresionante, pues Rafael sangraba por la cara abundantemente. Fue llevado a la enfermería sin sentido enmedio de la general preocupación. Ahí se acabó la corrida... Ruiz Miguel también salió con ganas de triunfo... Luego los nervios le traicionaron. Se aceleró un poquitín. Sufrió una cornada en un muslo de pronóstico menos grave, pero siguió en la arena hasta que mató al toro. Los aplausos le acompañaron hasta la enfermería. Parecía que Manolo Cortés había respondido al tratamiento del neurólogo que le asistió en Sevilla... Pero aquí volvió a hacer su aparición la parálisis precisamente ante el toro, que se manifiesta con una flojedad terrible que le deja indefenso. Mató como pudo al noble toro de Garzón... Según mis noticias no solo peligra su carrera taurina, sino que de avanzar la enfermedad medular, Manolo Cortés podría acabar sus días en una silla de ruedas... Con el cuarto toro en la arena se suspendió la corrida. Jaime Ostos saltó al redondel. Pidió autorización, a la vieja usanza, para estoquear los toros que quedaban. El presidente denegó el permiso. No era un chaval o un indocumentado el que pedía que la corrida continuara. Bajo la responsabilidad de Ostos, cuya profesionalidad está largamente acreditada, el usía debió complacer al público. Reglamentariamente cumplió, pero ¿cuántas veces se hace la vista gorda?...
28 de mayo de 1979: Corrida de toros. Feria de San Isidro. Alternaban Paco Alcalde, Ortega Cano y Niño de Aranjuez. Se lidiaron dos toros de Victorino Martín y uno de El Torero (3º).   

Vicente Zabala atestiguó dos días después del festejo anterior otra tarde con visos de tragedia. Así lo contó en el ABC de Madrid:
La corrida de Victorino salió con un trapío decoroso... La corrida de Victorino era eso; una corrida de toros para una plaza de primera. No cabía motejarla esta vez de terrorífica... No tiene justificación la disparatada actuación de Paco Alcalde, que ha podido concluir en tragedia por haber perdido totalmente los papeles... cuando los toreros pierden el sitio, «su sitio», aunque sea el de voluntariosos trotarruedos, es absurdo insistir... Mal estuvo Alcalde con su primero... El toro de Victorino iba muy bien, especialmente por el lado derecho, pero no había que dudarle, afianzar las zapatillas y cerrar la mano... Al final incluso sacó algún muletazo aceptable. Pero se veía la inseguridad del que no está en su momento. De pronto se lo echó a los lomos. El «victorino» le corneó con rapidez, muy certero, volviendo a meterle la cara en el suelo... Ortega Cano, joven torero, está en su momento. La revelación de San Isidro se ve de lejos que tiene afición y unos enormes deseos de ser figura del toreo... Ortega Cano se había entregado con ese celo admirable de los toreros que quieren ser... a continuación, muy despacio, emprende el volapié con la mirada fija en el morrillo. El toro era rápido. Y también rápido había que haberle entrado. Cogida de novato, de honrado, de «primo» suelen decir las gentes de coleta en su jerga... El Niño de Aranjuez venía a sustituir a Ruiz Miguel. El hombre se llevó un sobrero de la ganadería de Salvador Domecq, más espectacular que los propios «victorinos», un auténtico «tío» manso y con fuerza. El de Aranjuez, muy nuevo todavía, anduvo a empellones con él. El muchacho quiso justificarse, pero el «pavo» era un regalito. Lo hirió por la axila. Cuando vino a la barrera muy pocos vieron que llevaba la casaquilla manchada de su propia sangre... Una vez más, por favor, respeto para los que se juegan la vida. Hay que pronunciarse al final de las actuaciones, incluso con toda la dureza que se crea conveniente, pero fuera de la broma, el pitorreo (que viene de pito) y las palmas de tango durante la lidia. No se pide blandenguería ni tolerancia. Solo justicia y respeto. Sobre todo respeto…

Partes facultativos: Paco Alcalde sufre dos heridas por asta de toro, una en el tercio superior de la cara interna del muslo izquierdo con trayectoria hacia abajo, de 20 centímetros de profundidad, que produce destrozos en músculos aductores y contusiona el paquete vásculo – nervioso y otra en el tercio medio de la cara interna del muslo derecho con trayectoria hacia arriba, de 15 centímetros, que produce destrozos en el músculo vasto interno. Pronóstico grave. Ortega Cano sufre herida por asta de toro con entrada en cara posterior del tercio inferior del muslo izquierdo, con trayectoria hacia arriba de 25 centímetros, que produce destrozos en el músculo semimembranoso y tiene su salida en el tercio superior del mismo muslo. Pronóstico grave. Pedro Fernández «Niño de Aranjuez», sufre herida por asta de toro en la cara interna del tercio superior del brazo derecho, con trayectoria hacia arriba, de 10 centímetros, que contusiona el paquete vásculo - nervioso. Pronóstico menos grave.  
En el límite

Hay múltiples tardes en las que un solo torero se ha quedado con varios toros o con la corrida completa por percances de sus alternantes. Algunas de las que la historia recuerda o de las que he encontrado de interés son las siguientes:

18 de mayo de 1941: Corrida de toros. Alternaban Gitanillo de Triana, Pascual Márquez y Fernando Domínguez. Enfrentaron toros de Concha y Sierra. Es la tarde de la cornada mortal de Pascual Márquez – falleció 12 días después – y aunque don José Mª Sotomayor afirma que Gitanillo de Triana mató 5 toros porque Fernando Domínguez solamente mató uno, la crónica que Giraldillo hace de la corrida afirma que el vallisoletano solamente se preocupó por salir ileso de la tarde, y lo logró

12 de agosto de 1945: Novillada picada. Alternaron Rafael Llorente, Jesús Guerra Guerrita y Manolo Navarro. Novillos de Demetrio Fraile. Rafael Llorente mató los seis novillos por percances de Guerrita – grave – en el segundo de la tarde y de Manolo Navarro – menos grave – en el tercero.

25 de mayo de 1952: Corrida de toros. Feria de San Isidro. Raúl Acha Rovira, Juan Silveti y Pablo Lozano. Toros de Pablo Romero. El tercero de la tarde envió a la enfermería a Pablo Lozano y a Rovira. Así, Silveti mató 4 toros y se convirtió en el primer torero mexicano en abrir la puerta grande de Las Ventas en una feria de San Isidro, tras de cortar las dos orejas a Campero, quinto de la corrida.

26 de octubre de 1952: Novillada picada. José Rodríguez Pichardo, Manolo Cano y Francisco Blázquez Pacorro. Los novillos fueron de José Carvajal. Rodríguez Pichardo mató 5 novillos por cornadas de sus alternantes. Pacorro no mató ninguno. Ambas cornadas recibieron calificativo de graves. El encierro lidiado era el sexto que presentaba el ganadero en su prueba de ascenso.

13 de julio de 1968: Novillada picada. Juan Antonio Alcoba El Macareno, como único espada. 6 novillos de El Castillejo. Fue herido al iniciar la faena al sexto de la tarde con el cartucho de pescao en los medios. El sobresaliente Pedro Santamaría finiquitó el festejo.

30 de mayo de 1971: Corrida de toros. Feria de San Isidro, Antonio Bienvenida y Andrés Vázquez. Mano a mano. Concurso de ganaderías: Palha, Juan Mari Pérez Tabernero, Passanha, Alonso Moreno de la Cova, Fermín Bohórquez y Murteira Grave. Andrés Vázquez fue herido por el 4º y así Antonio Bienvenida mató cuatro toros esa tarde y cortó cuatro orejas en una de las tardes más grandes de su trayectoria por los ruedos.

17 de octubre de 1971: Novillada picada. Ángel Rodríguez Angelete, Bartolomé Sánchez Simón, Antonio Martín Guerrita y Eduardo Torres Bombita (Rej.). 5 novillos de Flores Albarrán (1 Rej.) y 2 de García Aleas (4º y 5º). Angelete mató 5 novillos por percances de Simón en el 2º de la tarde – menos grave – y Guerrita en el 3º - probable fractura de húmero, pronóstico reservado – y además el banderillero Aurelio Calatayud, también ingresó en la enfermería con probable fractura de costillas.

La sentencia de Frascuelo

El 13 de noviembre de 1887 se celebró – tras dos posposiciones – la corrida a beneficio de la sociedad filantrópica El Gran Pensamiento. Ante diez toros de varias ganaderías actuaron Frascuelo, Cara – Ancha y Ángel Pastor. Originalmente Luis Mazzantini iba en la combinación, pero con el cambio de fechas no pudo actuar por tener programado un viaje a América y los toros de su lote los estoqueó al final de la corrida Rafael Sánchez Bebe, a quien Salvador Sánchez quería otorgar la alternativa al siguiente año en Madrid.

El primer toro de la tarde se llamó Peluquero, era de la ganadería de Antonio Hernández y de capa negra. Al tirarse a matar, el toro prendió a Frascuelo por debajo de la faja y le infirió una cornada en el vientre. Aún encontrándose herido se levantó y permaneció en el ruedo para finiquitar al toro.

Pasó a la enfermería y allí los médicos Pérez Obón y Alcaide de la Peña procedieron a explorar la herida y a practicar las primeras curaciones. Los miembros de su cuadrilla los miembros de su cuadrilla Ostión, Pulguita, Ojitos y Bebe aparecieron por la enfermería y el primero de ellos hizo un gesto de condolencia por el estado de su maestro. Ante tal expresión, la respuesta del Negro fue la siguiente:
Los toros dan esto porque no pueden dar otra cosa. Si dieran caramelos daría gusto torear. Pa evitar verse así no hay más que dos caminos: huir o cortarse la coleta…
Y remató la lección:
No me había tocao en toa la temporada un toro tan bueno como éste. Le toree a placer y cuando le vi cuadrado, quise meterle el pie a favor de obra, porque yo daba la espalda a los chiqueros. Entonces, se tapó. Quise ponerle en suerte y como hoy había en Madriz una teja que tenía que caerle a alguien en la cabeza, me cayó a mí. No ha pasao más
Apostilla final

En una de sus relaciones Vicente Zabala Portolés reclama respeto para los toreros. El contexto en el que lo pide es bien distinto al que en estos días se reclama ese mismo respeto para quienes se visten de luces. Hoy, la falta de respeto de un sector de la población es evidente y en los días de Zabala, me parece, era mera exigencia, subida de tono quizás, pero exigencia al fin, derecho inalienable del que paga una entrada para ver un espectáculo íntegro.

En estos tiempos, individuos sin nombre y sin rostro se dedican a injuriar y a denostar a quienes se visten de luces por el mero hecho de hacerlo. Sin embargo, los sucesos del pasado martes y los que aquí les presento de la historia de la plaza de Las Ventas, creo que dejan claro que en el enfrentamiento del hombre con el toro, el piso está parejo.

Aclaración necesaria: Los resaltados en los textos que se citan, son obra imputable exclusivamente a este amanuense.

domingo, 27 de octubre de 2013

Detrás de un cartel (X)

El cartel con historia
Tras de la conclusión de la Feria de San Isidro de 1956 – de solamente 10 festejos – y previo a la celebración de la Corrida de la Beneficencia de ese año – formada con los triunfadores del serial del santo patrono, no montada de antemano, como hoy se acostumbra – para el domingo 3 de junio se ofreció a la afición madrileña un festejo en el que los toros a lidiarse provenían de la ganadería de los hermanos Escudero Calvo y se encargarían de lidiarlos el sevillano Antonio Vázquez, el venezolano César Faraco y el mexicano Antonio del Olivar. Por delante iría la rejoneadora Ana Beatriz Cuchet, con un novillo de Clemente Tassara.

De las relaciones que he podido obtener, veo que la corrida tuvo muchas aristas de interés para el aficionado. Pero en este caso vale desmenuzarlas, porque reflejan situaciones que a más de medio siglo de distancia no son nuevas y se siguen produciendo, como podremos leer a continuación.

José María del Rey Caballero Selipe, en el diario ABC de Madrid del 5 de junio de 1956 hace la siguiente reflexión acerca de los toros lidiados:

¿Dónde están los ases?... Podíamos haber estampado diversos títulos, todos directamente relacionados con el trapío y la fuerza de los toros, que reclamaron los comentarios básicos de la corrida, pero se nos vino al teclado de la máquina la interrogante que figura en la cabeza y que, naturalmente, no resulta, ni mucho menos, ajena a la estampa y el respeto de las reses de los señores Escudero Calvo que, de entrada, merecen, por la presentación de su ganado, una ovación cerrada de todos cuantos, en los presentes tiempos de blandenguería, no olvidan que la fiesta taurina, pese al almíbar con que se la desnaturaliza, es espectáculo recio, gallardo y viril… señalemos que los toros de Escudero tomaron veinticinco varas, a más de algún refilonazo, y proporcionaron diez caídas, casi todas ellas violentas y de peligro. Los piqueros pasaron una jornada laboriosa y comprometida, y es justo, ya que en otras ocasiones nos dan motivo de censura, subrayar que varios de los varilargueros actuaron con animosa perseverancia…
Por su parte, Luis Uriarte Don Luis, en la Hoja del Lunes del día siguiente al del festejo, reflexiona lo siguiente sobre los antes Albaserrada:
Una corrida a la antigua... ¡Vaya toros los de Escudero Calvo lidiados ayer en Las Ventas! Dentro del tipo de los albaserradas – predominando el gris de los cárdenos, dos más claros y dos entrepelados, junto a dos negros –, seis toros magníficamente presentados, con romana, con pitones, con los pelos de la edad en la cara, con cuajo de toros hechos por entero, a la antigua… Toros, además, con casta y mucho poder, con el poder que hoy supones el derribar algunos de ellos hasta tres y cuatro veces a los acorazados jamelgos, conmoviendo con su estrepitosa pelea al respetable, que aplaudió durante el primer tercio y en el arrastre…
Como podemos ver, ayer como hoy, el toro existe. El problema es que solamente se le aparece a quienes son los menos afortunados.

Respecto de la actuación de los toreros, Selipe señala lo siguiente:
Vaya seguidamente un caluroso elogio, igualmente previo, a los diestros que pecharon con una corrida que a muchos resultaría espantable, y quede también para los tres jefes de cuadrillas la estimación, valedera para todas las suertes que ejecutaron, de las circunstancias en que salieron a enfrentarse con la dura papeleta. Mientras los toreros de más campanillas, por frisar ya la veintena de espectáculos, se encuentran, teóricamente en condiciones para hacer frente a las pruebas más difíciles, que rehúyen, de los matadores que actuaron el domingo, no habrá llegado uno a torear tres festejos, uno habrá participado en un par y el tercero aún no se había vestido de luces esta temporada, y para más justa ponderación del gesto no está de más recordar que dos de los espadas han visto rasgar sus carnes por cornadas de suma gravedad… Creemos que la Empresa brindará a cada uno de estos tres espadas ocasión de más propicias posibilidades…
En tanto, Don Luis dice acerca de ese mismo tema lo que sigue:
…con esos “tíos” – ¿cómo no? – se las entendieron, y se las entendieron bastante bien, que conste por anticipado, tres muchachos modestos, sin otras pretensiones que las muy legítimas de triunfar y abrirse paso en el toreo…
Un escuderocalvo romaneando y el picador aguantando
Foto: Agencia Cifra (Hoja del Lunes, 04/06/1956)
El torero de San Bernardo, Antonio Vázquez parece ser que al final resultó ser el mejor librado de la terna. En el primero de su lote dio la vuelta al ruedo y en el segundo armó una faena que rozó, por las descripciones que contienen las crónicas consultadas, los límites de la importancia. La narración que de ella hace Don Luis es de la siguiente guisa:
La forma en que llevó la lidia de su segundo toro, especialmente desde el principio al fin, cuidándolo, mimándolo, para que no se viniese abajo y se le estropeara, no está al alcance de cualquiera y acredita a un diestro de que así se le deba y se le pueda considerar. En estos matices de la lidia se fija poco el público, pero en la crítica está el resaltarlos por su meritorio valor intrínseco. La faena del sevillano con este toro fue sencillamente magnífica, sobresaliendo los redondos sobre la mano derecha mandones y templados, los naturales con la izquierda, ceñidos y arrogantes, los de pecho como remate de las series, las giraldillas como adorno del conjunto. Una faena, de añadidura, ligada con la más sobria justeza, exacta, sin un pase de más, sin un pase de menos. Así lo entendieron los espectadores, que le jalearon a todo lo largo de su desarrollo. Si la estocada no hubiera llegado después de tres pinchazos, el toro no se hubiera ido sin alguna oreja al desolladero. ¡Por vida del estoque!...
Tuvo que matar además al quinto, por percance de César Faraco, quien tras de la muerte del segundo de la tarde, también dio la vuelta al anillo. La versión de Selipe acerca de su actuación en ese toro, es la siguiente:
César Faraco, que se había apretado en su turno del primero, veroniqueó con ajuste por el lado izquierdo al segundo de la tarde, en el que hizo un quite valiente. Ante los toriles comenzó la faena, tratando de corregir la querencia del bicho hacia la puerta de salida, y, cuando lo consiguió, muleteó el de Venezuela con pundonor para lograr el asenso del respetable, que aplaudió pases altos y redondos de estimable factura y naturales muy voluntariosos; César entro a herir de dentro afuera; la segunda vez también atacó recto aunque en ninguna de las dos acertó a ahondar el acero, lo que alcanzó en el tercer viaje, del que resultó un estoconazo contrario…
César Faraco fue trasladado al Sanatorio de Toreros para ser atendido por el doctor Jiménez Guinea de contusiones múltiples y conmoción cerebral misma que fue calificada de pronóstico reservado, pero que le impedía continuar la lidia.

Y por lo que refiere a la actuación de Antonio del Olivar, ambas crónicas coinciden en que saludó dos ovaciones. La versión de Don Luis sobre su actuación, es esta:
Otro valiente: Antonio del Olivar. Se lo jugó casi todo en un quite con el capote a la espalda con su primer toro, que se aplomó a las primeras de cambio, y acabó de jugárselo en la faena de muleta, dispuesto, como sus compañeros, a no desentonar en el heroico trance que representaba contender con tan serios enemigos. Algunos pases en redondo, sobre todo, le resultaron soberbios. Le faltó al muleteo cierta ligazón, y acaso por ello no lució el conjunto lo debido. Tras un pinchazo y una estocada corta, no acertó con el descabello hasta el sexto golpe, y la calificación definitiva se quedó en una ovación… Al sexto lo veroniqueó, muy bien, lo muleteó con la misma valentía que al anterior, y, tras una estocada, tampoco acertó con el descabello hasta el séptimo intento, por lo que las palmas sonaron en atención a los merecimientos de la faena y a la voluntad y valentía que el mejicano puso en agradar a la concurrencia…
La rejoneadora Ana Beatriz Cuchet dio la vuelta al ruedo tras de que el sobresaliente diera fin al novillo que le tocara en suerte.

La reflexión final que puedo obtener de esta remembranza es que nada nuevo hay bajo el sol. Las corridas de verdaderos toros siguen criándose en el campo y estarán en la plaza para aquellos que no están bendecidos por la fortuna y tal parece que así ha sido desde hace mucho tiempo. La historia que aquí les recuerdo así parece demostrarlo. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Detrás de un cartel (X)

Ya había expuesto en esta misma Aldea que Domingo González Mateos se propuso hacer toreros a sus hijos en cuanto éstos aceptaron el reto que implica dedicarse a tan intrincada profesión y que por encontrarse España en medio de una guerra civil cuando les llegó la edad de empezar a recorrer la arena de los ruedos, les consiguió oportunidades en Sudamérica, Portugal y México. Sería hasta mediado 1939, cuando las hostilidades de la guerra terminaron, que los tres hijos varones de Dominguín comenzaran a torear vestidos de luces en España. Lo hicieron en festejos sin picadores, enfrentando, por lo regular los dos mayores, Pepe y Domingo, dos novillos y Luis Miguel, el menor de los tres, por delante despachaba dos erales.

Pepe Dominguín narra esa etapa de su carrera en los ruedos de la siguiente manera:
Con nuestros flamantes trajes hicimos el paseíllo en junio de 1939. ¡Qué emoción! «Los hijos de Dominguín», los Dominguines empiezan a sonar en los públicos y en la prensa ya como profesionales… Se suceden las actuaciones en salpicados puntos de España… Toreamos ese año 27 novilladas: nos vamos haciendo profesionales de la mano y consejo de mi padre… Domingo tiene un toreo macizo, basado principalmente en una valentía natural que llega deprisa a los públicos… Miguel, que mataba dos becerros erales cada corrida, era ya un asombro de sabiduría y técnica… Yo me podía considerar como un torero de corte fácil, de variado y grácil repertorio… (“Mi Gente”, Págs. 156 – 157)
Se presentaron sin caballos en San Martín de Valdeiglesias y al año siguiente, el 2 de mayo, Pepe y Domingo lo harían con los del castoreño en Barcelona, cuando para lidiar novillos de Domingo Ortega, fueron acartelados con Luis, el hermano del ganadero. La impresión que causaron fue grata, pues Ortega cortó la oreja del cuarto, Pepe las dos del segundo y Domingo una del tercero. Así se iniciaba un andar por las rutas del toreo que terminaría muchos años después.

Dominguín padre vio que el final de la temporada era un momento propicio para que sus hijos se presentaran en Madrid. Así, arregló con José Alonso Orduña y Carlos Gómez de Velasco que debutaran en Las Ventas el día 1º de septiembre de 1940. Los novillos elegidos para la ocasión fueron salmantinos de Arturo Sánchez Cobaleda y completaría la terna de los toreros el sevillano Mariano Rodríguez Exquisito, que después de haber recibido la alternativa, regresó al escalafón inferior intentando reordenar su paso por la fiesta.

La tarde fue tormentosa para los debutantes, que cargaron con el peso de una irracional exigencia de la afición madrileña que llenó los tendidos de la plaza. Quien firma como El de Tanda en la Hoja del Lunes del día siguiente al del festejo, relata lo siguiente:
¡También existen imponderables en el toreo! Por su virtud, el papel habíase agotado ayer antes de la hora de comer; por su maleficio, la gente fue a la plaza no precisamente dispuesta a presenciar con su acostumbrada benevolencia la presentación de dos nuevos novilleros, sino a exigirles como si se tratara de dos matadores de toros y aún a pedirles cuentas de cuentas que a ellos no les conciernen... En tales condiciones, entre la borrascosa destemplanza de un ambiente cargado de hostilidad manifiesta y desconcertante, que a cualquiera le hubiese materialmente aplastado, por su injusta coacción, no era fácil triunfar. Y de triunfar, como triunfaron los Dominguín en el magnífico tercio de banderillas durante la lidia del quinto novillo, como triunfaron en otros meritísimos lances, y principalmente el pequeño de los hermanos en su faena al sexto de los cobaledas, era inútil aspirar a la brillantez de un éxito que de antemano había propensión a no apreciar... Pero no faltaron intransigentes que no cedieran ni un ápice en su actitud. Y ello puede bastar para aguar la mejor fiesta, aunque, al fin y a la postre, reconozcan hasta los contumaces el justo valor de las cosas y se convenzan de que no se debe negar por sistema el agua y la sal...
En ese ambiente hostil resultaba difícil simplemente quedar bien. Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en el ABC madrileño cuenta lo que sigue:
Venían los chiquillos de «Dominguín» precedidos de la fama que les dio una bien dispuesta propaganda. El pro fue que al mediodía no hubiera un billete y el contra, que el público fuese con un criterio formado, con un feroz prejuicio. No hubo ecuanimidad al juzgar a los dos muchachos. En ellos quisieron vengar muchos agravios de la administración taurina. Las injustas protestas tuvieron muy caracterizados promotores. Ángeles que hubieran pintado Domingo y Pepe, demonios que hubieran parecido a los que fueron con todos los diablos en el cuerpo, no a ver a dos debutantes, sino a exigir a dos «amos del toreo». A mí me parecieron dos buenos toreros, valientes y con voluntad, que todo lo intentan y en tarde de más aplomo podrán lograrlo. El domingo tuvieron poco reposo. En realidad, no había nervios capaces de aguantar la constante e injustificada gritería. En el quinto novillo parecía ganado el público. Fue en un magnífico tercio de banderillas. ¡Pero qué si quieres! Domingo hizo alardes de valor y estuvo temerario. En el sexto, Pepe hizo una gran faena, digna de oreja si se hubiera llamado Pérez y Fernández. Yo salí francamente apenado. Bien la pasión en la fiesta pasional, pero es lastimoso que se vaya a la plaza a hundir a unos muchachos que empiezan, que tienen sus defectos – ¡qué duda cabe! –, pero que mostraron pundonor…
No hay diferencia esencial entre una versión y otra. Quizás la justeza de la presencia de los novillos lidiados – aunque Giraldillo los califique de aceptables – y el aparato publicitario armado por Dominguín padre incomodó a muchos. Tanto, que Mariano Rodríguez se levantó como el triunfador de la tarde dando una vuelta al ruedo tras la muerte de cada uno de sus novillos.

Pepe Dominguín resume así el debut suyo y el de su hermano Domingo en la plaza de Las Ventas:
Para nuestra presentación se decide una novillada de Cobaleda, ni grande ni chica, normal para aquellos tiempos de posguerra… La endeblez del ganado dio al traste con nuestro posible éxito y el público paseó su injusticia (alertada por profesionales fracasados) por encima de nuestras ilusiones… (“Mi Gente”, Pág. 166)
La revancha – y el principio del ascenso – se tendría el jueves siguiente, alternando con Morenito de Valencia al enfrentar un encierro de Miura – una corrida de toros –, teniendo una tarde en la que, sin cortar apéndices, se les juzgó de manera más imparcial.

Antes de concluir. Revisando el programa veo que solamente la nómina de picadores y banderilleros anunciados para actuar garantizaba por sí sola el espectáculo. Por los de aúpa salieron Salustiano García, Paco Díaz, Juan López Tigre, Ramón Atienza, Manuel Suárez Aldeano, Aurelio Pacheco, Fernando Vallejo Barajas y Antonio Salcedo y para la brega y las frías estuvieron Cayetano Leal Pepe – Hillo, Francisco Escudero, Emilio Ortega Orteguita, Isidro Ballesteros, Luis Suárez Magritas, Antonio Labrador Pinturas, Pedro Aparicio Pedrín, Enrique Clemente Alpargaterito y Emilio Rodríguez Cata. ¡Casi nadie!

Así fue la historia detrás de este cartel, que resultó ser el inicio de una gran historia y una leyenda.

domingo, 14 de julio de 2013

Detrás de un cartel (IX)

El cartel de la
remembranza
José Ramón Tirado había debutado en la Plaza México en septiembre de 1950. Su divisa fue el valor a toda prueba y un toreo pirotécnico, en el que lucía su dominio de lo que muchos consideran suertes accesorias y que combinadas con la exposición con la que las ejecutaba, involucraban de inmediato a los públicos en su quehacer en el ruedo, independientemente de que los aficionados más ortodoxos reconocieran su gran valentía, pero no quedaran muy conformes con sus procedimientos.

Tirado, de la mano de El Pipo

Apoderado por Rafael Sánchez El Pipo, llegó a España en 1956 y acerca de esa relación entre el torero de Mazatlán y su peculiar apoderado, Javier Manzano cuenta lo que sigue:
Su primera peripecia, añagaza y osadía la perpetró a finales de los 50 con el mexicano José Ramón Tirado a quien para darle a conocer en España le inventó la siguiente historia contada por él mismo: "iba a llegar Franco de un viaje y llamé a Tirado para que sacase un billete de avión para ese mismo día pero que no viajase. En el aeropuerto estaba toda la prensa esperando al Caudillo y yo a través de un fotógrafo amigo hice correr el rumor de que el torero que llegaba ese día no lo haría porque se había tirado del avión. Al momento todos los periodistas estaban a mi alrededor y yo inventando la historia; al día siguiente todo el mundo conocía a Tirado. Pero no me quedé ahí sino que la seguí alimentando y un par de días después me inventé que un barco había rescatado al torero en alta mar y que aquello era un milagro. Tirado volvió a llenar páginas de periódicos y revistas, y esa temporada todo el mundo quería verle torear...
En ese ambiente se presenta en Madrid el 8 de julio de 1956. Los novillos fueron 5 de Atanasio Fernández y uno de El Pizarral de Casatejada. Sus alternantes Fermín Murillo y Paco Pita y le cortó la oreja al primero de su lote, lo que le aseguró ser repetido el siguiente jueves, en esta ocasión alternando con Pepe Cáceres y Victoriano Valencia y lidiando de nueva cuenta novillos de Atanasio Fernández

Hace 57 años

Esta última tarde cortó una oreja al sexto y dejó las cosas listas para que el domingo 15 volviera a actuar en Las Ventas, esta vez alternando con Pepe Cáceres y Juan Jiménez El Trianero para dar cuenta de un encierro de Garro y Díaz Guerra procedencia José Bueno (hoy la ganadería es la de Laurentino Carrascosa y se ha decantado por el encaste Domecq).

En esa tercera ocasión José Ramón Tirado abriría la puerta grande de la plaza de Madrid y de acuerdo con las crónicas que pude localizar, lo hizo a base de redaños y de carisma. En primer término está la apreciación de don Luis Uriarte Don Luis, en la Hoja de Lunes del día siguiente al festejo, de la que extraigo lo que sigue:
Dos orejas al mejicano Tirado en Madrid. Valor atómico... El valor de que hace alarde el mejicano José Ramón Tirado es más que heroico, más que temerario, más que brutal; es un valor de locura, que tendríamos por inconsciente si ello no fuera lo consciente en la fiesta de toros – como si se tratara de la guerra – de un torero que quiere ser torero. Dada la época en que vivimos, nada lo calificaría mejor que decir que es un valor atómico. Hasta por la impávida tranquilidad con que lo derrocha el mejicano en cuestión... Saltemos, para seguir con lo mejor de lo bueno e hilvanar con lo que decíamos del valor de Tirado, al tercer novillo. Un bravo ejemplar, como casi todos los lidiados, con excepción del sexto, de Garro y Díaz Guerra, quienes se apuntaron un nuevo y muy estimable éxito. El mejicano lo había lanceado a la verónica y quitado por chicuelinas con su reconocida valentía. El primer muletazos lo dio, según acostumbra, sacándose al enemigo por la espalda. Después, en los redondos sobre la derecha, en los naturales sobre la izquierda – con el mismo aguante de sus anteriores actuaciones, pero más erguido y con más temple – y en los de adorno de frente, de costadillo, de espaldas y hasta de coronilla, dicho sea sin exageración, puesto que en uno de ellos cayó, empitonado, cabeza abajo, compuso un faenón que se jaleó con inusitado estrépito, entre un entusiasmo elevado al cubo del paroxismo. Y como de contera se volcara sobre el morrillo para clavar una estocada que puso el punto y raya del matador a la emocionante labor del torero, las dos orejas se le concedieron sin discrepancias y la ensordecedora ovación no se interrumpió mas que al final de la vuelta al ruedo, en breves instantes de respiro, para volver a tronar mientras el triunfador saludaba nuevamente desde el tercio. Pocas veces hemos visto en una plaza de toros un mayor y más increíble desprecio del peligro... Así quedó plantado en lo más alto el pabellón taurino del mejicano, ya que lo del sexto novillo no cuenta, por ser absolutamente cierto que el morlaco, manso, bronco y peligroso, no se prestaba a más que a la faena de aliño con que Tirado lo preparó para quitárselo de enmedio con dos pinchazos, media estocada y un descabello. Se le aplaudió en reconocimiento de la dificultad del trance...
La segunda es la aparecida en el diario madrileño ABC, firmada por José María del Rey Caballero Selipe. quien según Joaquín Vidal era, un ejemplo permanente de dignidad en el ejercicio de la profesión para cuantos nos dedicamos a este oficio... y retomo de lo escrito por él, lo que sigue:
Sangre vivaz. Se llenó la plaza, sin duda porque el cartel reunió aliciente, y, sobre todo, orque el mejicano Tirado, que en él figuró, había despertado, por sus temeridades de días anteriores, el interés de la gente... Los Sres. Garro y Díaz Guerra, que por la presentación de su ganado cumplieron con las exigencias de la plaza madrileña, por la bravura de sus reses, gustaron el aplauso del graderío, que vio como los novillos, con temperamento inextinguible, mantuvieron codicia y bríos para la pelea con los montados, y empuje sostenido para el cite de los engaños: es posible que los lidiadores estimasen excesiva la acometividad de los astados, pero los aficionados se recrean en el juego que las reses desarrollan, sin apagamiento, durante su vida en la arena. La excepción al conjunto, merecedor de buena nota para los criadores, la constituyó el novillo lidiado en último lugar... Entre todas las reses recibieron veintiún puyazos, y a alguna, como la corrida en cuarto lugar, el castigo le resultó insuficiente... El mejicano Tirado, que se recreó al ceñirse por chicuelinas en un quite al primero y con el capote a la espalda en otra intervención ante el segundo novillo, se apretó en el lanceo al tercero, aunque no cumplió los tiempos de la verónica, si bien se ajustó en su sucesión y en la media de remate; despertó la emoción de la galería en un quite temerario por chicuelinas, con cierre de revolera, y desarrolló una labor abierta, con cite en los medios y salida de la res al variarla con displicente asomo de la franela por la espalda, y continuada con agobio de terrenos y correlativo sobresalto del graderío, progresivamente entusiasmado a mediad que el muletero, en los redondos, en multitud de pases de espaldas, en otros de rodillas, en afarolados y en molinetes, acertaba a mover los resortes más sensibles de la masa, que cuando el azteca, con sentido de la proporción, arrancó oportunamente a matar, y lo hizo de una estocada hasta las cintas en el primer envite, solicitó los trofeos con tal frenesí, que la presudencia hubo de otorgarlos al máximo... Unos entusiastas alzaron a hombros a Tirado y pese a disconformidades, ruidosamente manifestadas, se lo llevaron... por la puerta grande. Valdría la pena defender la tan ponderada seriedad de la plaza de Madrid...
Tirado y Pepe Cáceres en la óptica
de Antonio Casero (ABC, Madrid
17 de julio de 1956)
Como lo ven, de las relaciones escritas de Don Luis, y de Selipe, se advierte el reconocimiento sin cortapisas al valor del torero mazatleco, aunque de la opinión de ambos se desprenda que no convienen totalmente en los procedimientos que usaba ante los toros. No obstante, la tarde que aquí me ocupa José Ramón Tirado salió en hombros de Las Ventas y sumó algo que al paso de los años se vuelve cada vez más complicado de replicar, pues en una semana toreó tres veces allí y cortó cuatro orejas de los novillos que enfrentó.

Otras informaciones de la prensa de esos días

La prensa de la fecha hablaba además del homenaje que se hizo a Nicanor Villalta en Zaragoza y en el que se lidiaron novillos de Moreno Yagüe y en el mismo, toreó el propio Villalta que cortó una oreja; también cortaron una oreja Domingo Ortega, Julián Marín y Jumillano, en tanto Antonio Vázquez fue ovacionado y Marcos de Celis se llevó las 2 orejas de su novillo. Al final del festejo, el alcalde de Creta, Teruel, le entregó a Villalta una placa con el título de hijo predilecto... También relata que el novillero de Arles, Pierre Schull fue herido de gravedad en Carabanchel, en tanto que Joselito Huerta, en la corrida final de la feria de Pamplona cortó el rabo al segundo de su lote (6º), en tarde en la que alternó con Antonio Bienvenida, Paco Mendes y el rejoneador Ángel Peralta en la lidia de toros del Vizconde de Garci – Grande, y Gallardo (3º). También consigna que Gregorio Sánchez fue herido en La Línea de la Concepción al enfrentar toros de José Villar alternando con Dámaso Gómez y Chicuelo II. Por otra parte, deja constancia de que Chamaco cortó 4 orejas y rabo y Carlos Saldaña 3 y rabo en Barcelona cuando alternaban con Rafaelito Chicuelo en la lidia de novillos de Antonio Urquijo. Cierran estos retales lo sucedido en San Sebastián, donde Paco Pita resultó lesionado en un ojo, en tanto que Fermín Murillo cortó una oreja y Sergio Díaz fue ovacionado al lidiar novillos de Escudero Calvo.

José Ramón Tirado
Tirado recibió la alternativa en Mérida, España el 12 de octubre de ese mismo año, apadrinándole Litri y llevando el testimonio de Antonio Ordóñez. El toro de la ceremonia se llamó Cuellolargo y fue de Manuel González. La confirmó en la Plaza México el 13 de enero siguiente, recibiendo otra vez los trastos de manos de Litri y siendo el testigo el Güero Miguel Ángel y el toro Remador de La Laguna el de la cesión.

En el San Isidro de 1957 El Pipo le consiguió tres tardes y en la primera, el 10 de mayo, confirmó su alternativa extremeña de manos de Julio Aparicio y fungiendo como testigo Antoñete. El toro cedido fue Medianejo de Eusebia Galache. Tirado ya no pudo repetir los exitos de su temporada novilleril y este paso isidril fue el último que hizo por la plaza madrileña.


José Ramón Tirado falleció en Ontario, California, Estados Unidos, el 27 de marzo de 2010.

domingo, 9 de junio de 2013

En busca de la competencia

Diego Silveti en Madrid (19/05/2013)
Foto cortesía de altoromexico.com
En 1989 vio la luz una obra escrita por el matador de toros y escritor de toros Juan Posada que lleva el título que he escogido para esta entrada. Contiene el sumario que hace el torero – escritor de los sucesos más relevantes de la temporada de ese año en España y en él, en plena era de Espartaco aparte de presentar un ensayo literario sobre los sucesos de ese calendario taurino, reflexiona sobre la necesidad de que Juan Antonio Ruiz encontrara competidores entre sus pares. Su impresión es que en esos días, el único torero que se le aproximó – taurina y no numéricamente – fue Roberto Domínguez y que otros diestros, como Julio Robles u Ortega Cano, teniendo todo para asaltar la cumbre, discurrieron por otras vías.

Hoy únicamente tomo prestado el título de la obra de Juan Posada, pero la aproximación al tema, pretendo que sea distinta. Espero no faltar a la memoria y a la obra de quien concibió el título que aprovecho.

Habían pasado trece años sin que un matador de toros mexicano cortara una oreja en la Plaza de Toros de Las Ventas. Hace un año la temporada madrileña se prestaba para que nuestros toreros replicaran lo que por última vez – 22 de mayo de 2000 – realizó Eulalio López Zotoluco en la que se considera la principal plaza de toros del mundo, pues actuaron en esa ocasión siete matadores de toros y un novillero. Las cosas no resultaron de la manera esperada y el intento quedó postergado para este año, en el que la presencia numérica de los toreros mexicanos fue inferior a la del año anterior y según la opinión de algunos, en condiciones más desventajosas que en años anteriores.

Arturo Saldívar, Madrid, 28/05/2013
Foto cortesía de altoromexico.com
El día 19 de mayo se rompió el maleficio. Diego Silveti, en un ejercicio de entrega y valor, en medio de una granizada, cortó una oreja al toro Orador de Fermín Bohórquez; obtuvo réplica de Arturo Saldívar nueve días después – se llevó la oreja de Afrentoso de El Ventorrillo – y ya en el llamado Ciclo del Arte y la Cultura – que tiene solución de continuidad con San IsidroJoselito Adame consumó una actuación que, al decir de las crónicas escritas, fue la más contundente de nuestros paisanos, poniéndose, como en alguna de esas relaciones se dijo, a una espada de la Puerta Grande, obteniendo la oreja de Hojalayero de Montecillo

La presentación de Sergio Flores como matador de toros se fue por el camino de las espinas, pues el toro de su confirmación le hirió y le impidió mayores hazañas. Juan Pablo Sánchez se presentó el 7 de junio y en uno de esos vuelcos que da la fortuna, uno de sus alternantes ha sido Joselito Adame, quien se ganó la sustitución de Iván Fandiño con su entonada actuación de tres días antes y tras de saludar en su primero, volvió a pasear una oreja del segundo de su lote, Alcaparrito de Alcurrucén, en tanto que su paisano y alternante, Juan Pablo Sánchez corrió con poca suerte Hacía 41 años que un torero mexicano no cortaba dos o más orejas en una temporada madrileña. Eloy Cavazos y Curro Rivera fueron los anteriores, en el ya lejano San Isidro de 1972.

Por el lado contrario, varios aficionados de pro consideran que la plaza de Madrid ha perdido seriedad – verbenera u orejera le llaman – y discuten la solidez de los triunfos obtenidos durante estos ciclos feriales. Insisten en que el rasero que implica la obtención de trofeos se ha reducido al mínimo y que hoy resulta fácil – si es que hay alguna facilidad en intentar hacer el toreo – cortar orejas en la Villa y Corte.

Mi conocimiento de los hechos de nuestros toreros viene de la televisión. La tele nos lleva los toros a la comodidad de nuestro salón, pero también nos muestra una imagen parcializada de los sucesos en la plaza. Vemos en acercamiento al torero y al toro, pero el resto de la escena que se nos muestra – en audio y vídeo – está sujeto a la voluntad – o al interés – del productor de la transmisión. Por esta razón, mis apreciaciones pueden resultar incompletas o equivocadas.

Joselito Adame, Madrid, 04/06/2013
Foto cortesía de altoromexico.com
Yo no voy a discutir el valor de las orejas cortadas por los toreros mexicanos en esta primavera madrileña. Lo que veo yo en la concesión de ellas, es más bien el interés de una afición que, después de muchos años de ver repetidos nombres y bosquejos de triunfos en Las Ventas, encontró a un grupo de jóvenes que sin duda, han demostrado que quieren y pueden ser toreros y consideró que ellos, que se han conducido sin complejos en un escenario que impone, pueden ser los que despierten de su marasmo a quienes han mantenido bajo anestesia general las cosas de toros y toreros allá en España.

Creo que es por eso que las actuaciones de los toreros de México – y también tuvo ese síntoma la presentación del novillero colombiano Sebastián Ritter – han sido valoradas en esa forma. Tengo la impresión de que ahora es la afición – y los públicos – la que, a falta de que los miembros del establishment taurino intenten romper con esa inercia negativa, intenta encontrar a quien o quienes se encarguen de revertir ese estado de cosas, aún a riesgo de que se considere que los triunfos obtenidos son sobrevalorados.

El otro ingrediente para propiciar esa competencia está en quienes se autocalifican como los profesionales. Son ellos los que tienen en sus manos la ocasión de propiciar y fomentar esa competencia que los que pagan por entrar a las plazas esperan hallar en el ruedo. Es a esos profesionales a quienes debe interesar que los encuentros entre una generación mexicana de toreros – que en el ambiente hispano serían emergentes – y quienes ocupan puestos de importancia en el escalafón se produzca e invite a la gente a volver a los tendidos.

Creo que los cimientos están ya puestos, ahora sigue levantar el edificio. La pregunta aquí es: ¿se pondrán los interesados a hacerlo, o mantendrán la posición cómoda y cortoplacista que ahora guardan? Solo el tiempo nos dará la respuesta.

domingo, 24 de marzo de 2013

Detrás de un cartel (VII)



Alfredo Leal fue llamado El Príncipe del Toreo. Creo que no es necesario aclarar que el sobrenombre le viene de la elegancia de su porte y de la que llevaba implícita en sus maneras al hacer el toreo. Aunque el 16 de septiembre de 1952 había recibido en la Plaza México una alternativa de manos de Carlos Arruza y fungiendo como testigo José María Martorell, renunció a esa dignidad en 1953 para ir a España a hacer campaña como novillero. Debutó en Madrid el jueves 26 de agosto de ese año alternando con Luis Francisco Peláez y Alfonso Gómez en la lidia de novillos de Juliana Calvo, Alicio Tabernero y Sánchez de Terrones, con una actuación que le vale la repetición el domingo siguiente, tarde en la que corta una oreja a un novillo de Alicio Tabernero

Su última comparecencia madrileña en el escalafón inferior en Las Ventas se produjo el 20 de septiembre de ese 1953 fecha del cartel que da pie a que yo meta hoy los míos, cuando para lidiar de nueva cuenta novillos de don Alicio Tabernero, de Villanueva de Cañedo, Salamanca, se le anunció junto con el murciano Ramón Barrera y el donostiarra José María Recondo. Al final solamente se lidiaron cuatro novillos de los anunciados, porque el tercero fue devuelto a los corrales por su invalidez ostensible – cojeaba visiblemente decía la crónica del ABC – y fue sustituido por uno de Ángel Rodríguez de Arce y el quinto, desde el reconocimiento fue sustituido por uno de José Tomás Frías. Así, Leal mató el de Rodríguez de Arce y solamente uno de los titulares.

La entrada fue un lleno, aunque hoy como ayer, la concurrencia fue variopinta, como lo refleja la relación del festejo que para el ABC madrileño escribió quien firmó como M.M.CH.:

Otra novillada sin pena ni gloria la del domingo en Madrid. La cátedra en pleno se congregó en torno al ruedo de las Ventas, atraída por la buena impresión que los tres espadas causaran en anteriores actuaciones. Tarde espléndida, y ni un solo claro en los tendidos. La profusión de cámaras fotográficas y folletos bilingües, en la zona de sombra, denunciaba la presencia de un elevado número de espectadores extranjeros. No hubo pena ni gloria para nadie; ni para los toreros, que si no lograron cosechar nuevos laureles, salvaron el escollo decorosamente y salieron indemnes en que se vieron metidos a lo largo de la lidia; ni para el público, que si no llegó a sestear presa del tedio, tampoco encontró motivo para entusiasmarse…

Más adelante veremos que el juicio inicial del cronista es demasiado duro conforme al resultado del festejo. Ramón Barrera y José María Recondo resultaron volteados sin consecuencias por sus novillos y aunque Leal no se escapó de recibir su dosis de leña, saldó su actuación con vuelta al ruedo y ovación – según el ABC – o con dos vueltas al ruedo – según la Hoja del Lunes – ya vemos también que entonces tampoco había acuerdo en eso. En lo que sí coinciden ambas crónicas, es en el buen hacer del Príncipe. El de Tanda, que escribió la crónica para la Hoja del Lunes, dijo lo siguiente:

Novillada a plaza llena en Las Ventas… Alfredo Leal apencó con el mulo jugado en tercer lugar, reservón y de sentido, y tanto se paró en los ayudados por alto y se recreó en los redondos, y obligó en los naturales, sin que su enemigo se prestara a entrar francamente a ninguno, que el público ovacionó al mejicano con calor en diversos momentos de la valerosa faena, así como le hizo dar la vuelta al ruedo al rematarla con un pinchazo, media estocada y un descabello al cuarto intento... Al sexto lo recogió sobre la derecha para ligarle algunos redondos y ayudados de buena ejecución, que se le aplaudieron, y también dio la vuelta al ruedo al poner fin a su meritoria labor con una estocada y un descabello al segundo golpe…

En tanto, la relación del ABC nos traslada la siguiente información:

El mejicano Alfredo Leal es, a nuestro juicio, el más "puesto" de la terna. A él le tocó cargar con el sustituto de Rodríguez de Arce, cuya muerte brindó a su compatriota Juan Silveti, que ocupaba una barrera. En primer lugar se hizo aplaudir en una serie de ayudados por alto muy ceñidos y muy quietos. El novillo embestía bien, cuando por fin se decidía después de dudar mucho, y Leal se hizo aplaudir nuevamente toreando al natural, después de porfiar mucho. En una ocasión llegó a dar dos vueltas en torno a la res en su intento de lograr la arrancada. Muy tranquilo, volvió a lucirse nuevamente con la muleta en la derecha. Después de un pinchazo logró, entrando muy bien, una estocada perpendicular y descabelló al cuarto golpe. El diestro dio la vuelta al ruedo y el toro fue pitado en el arrastre... En el sexto, muy abierto de cabeza, se hizo aplaudir al ahormar al bicho con pases de castigo por bajo. Al torear en redondo sufrió, sin descomponerse, una impresionante colada. Sigue toreando muy bien en redondo y se aplauden tres estatuarios muy ceñidos. Después de sufrir un achuchón se dispone a entrar a matar, pero se le pide más faena y accede. Toma la muleta con la izquierda y porfía de nuevo, pero el bicho se le cuela por debajo del engaño y el diestro sale nuevamente achuchado. Tras meter el estoque hasta el puño, descabella al segundo golpe y es despedido con aplausos...

Como vemos, hay disparidad en el resultado final de la actuación de Alfredo Leal de ese 20 de septiembre de hace 60 años, pero coincidencia en lo relativo a su tesón, a su valor y a sus buenas maneras.

Al inicio de la temporada siguiente, el 18 de abril de 1954, en Sevilla, Cayetano Ordóñez hijo, ante Manolo Carmona y con la actuación del rejoneador Ángel Peralta, le cedería la muerte de Dadivoso, negro, número 75 de don Tomás Prieto de la Cal, invistiéndolo como Matador de Toros nuevamente. Este doctorado lo confirmaría en Madrid una semana después, el día de San Marcos de 1954 nuevamente de manos del hijo mayor del Niño de la Palma y con el testimonio de Jerónimo Pimentel, con el toro Encendedor de María Matea Montalvo para continuar una carrera en los ruedos que culminaría bien entrados los años ochenta del pasado siglo.

Alfredo Leal falleció en la Ciudad de México el 2 de octubre de 2003

Retales de la prensa de la fecha

Los diarios de esas fechas consignaban que el mismo 20 de septiembre de 1953, Joselillo de Colombia recibió la alternativa de manos de Antonio Bienvenida en Lorca, en tanto que mi compatriota Luis Solano la recibió de manos de Cayetano Ordóñez hijo en Barcelona, llevando como testigo al también mexicano Anselmo Liceaga. También referían que Juan Posada cortaba 4 orejas en Logroño junto a Antonio Ordóñez y Pedrés. Por otra parte daban cuenta de que el novillero mexicano Rafael García – allá llamado García Olmos – toreó ese día en Córdoba. En otra noticia, se recuerda el 51º aniversario de la alternativa de Vicente Pastor.

Por otra parte, me llama la atención el hecho de que se anunciaba la Corrida del Montepío de Toreros para el jueves 24 de septiembre con el rejoneador Ángel Peralta, Julio Aparicio, Antonio Ordóñez y Jumillano, para lidiar todos toros de Manuel Sánchez Cobaleda. Ante tal anuncio, el Real Madrid, que tenía pactado en su Estadio de Chamartín un partido contra el F.C. Nancy de Francia, adelantó un día su juego para no perjudicar en la taquilla al Montepío de Toreros y además solicitó un palco e hizo un donativo de cinco mil pesetas para que los visitantes franceses asistan a la corrida. ¿Alguna diferencia con los tiempos que corren?

Así son las historias detrás de este cartel.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Una fotografía con historia (III)



Fotografía: Manuel Vaquero. © Archivo Ragel.
Cortesía: Carlos González Ximénez
Para su actuación del 22 de septiembre de 1935 en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, Juan Belmonte hizo saber que esa sería su postrera presentación vestido de luces ante el público de la capital española. Y se fue triunfalmente, cortando el rabo al toro Ocicón de don Francisco Sánchez de Coquilla, corrido en cuarto lugar esa memorable tarde. 

Apenas un año antes, al reaparecer ante la cátedra, había cortado, en la cuarta corrida de toros que se ofrecía en ese nuevo escenario, el primer rabo de su historia, a Desertor de doña Carmen de Federico. Eran los tiempos en los que se podía ser el primero en varias cosas en esa plaza. Así, Fortuna mató el primer toro en ese ruedo, Hortelano, de Juan Pedro Domecq, antes Veragua; Maravilla cortó allí la primera oreja; Armillita y Domingo Ortega dieron la primera gran tarde de toros y podemos seguir en una sucesión de primicias, pero no es aquí el caso.

La reproducción del hecho en La Voz

El día en el que probablemente su amigo Sebastián Miranda le hizo entrega del busto que carga en la imagen que da pie a que meta yo los míos, Juan Belmonte pronunció lo que sería su última lección magistral ante la afición de Madrid. Y lo hizo vestido de plata, así como cuando el día que reapareció, su vestido iba bordado en hilo blanco. Federico M. Alcázar, que por esos días tenía su tribuna en el diario La Voz, expresa estos pareceres acerca de la comparecencia de El Pasmo esa señalada tarde:

...Yo no sé si esta nueva estética llegará a su completa realización o quedará sólo en Belmonte, pues depende de que encuentre otro genio interpretativo – no creador – que lleve la lleve al término de su desarrollo dándole cabal y perfecta expresión... Yo no sé si Belmonte se va o se queda y si la de ayer es la última o penúltima corrida que va a torear. Si no es merece serlo, para que su recuerdo quede en la memoria de la afición... Como amigo, quiero que se marche y no se exponga a los riesgos que tiene la profesión, a pesar de que el riesgo – como ha dicho D'Annunzio y ayer me recordaba Sebastián Miranda –, es el eje de la vida sublime... ¿Qué faena fue la mejor? Las dos: pero de más mérito la del cuarto. Y el mérito de esta faena no radica en el número y calidad de los pases... sino en ver dónde estaba la faena y realizarla precisamente allí. En darle al toro lo que pedía... Y después de torear, matar. Y matar bien, esto es, con estilo de matador. Una tarde de apoteosis, con la oreja del primer toro, las orejas y el rabo del cuarto y un público enardecido que no cesa de aclamarlo delirante, loco de entusiasmo... 

La conclusión generalizada de quienes vieron al torero de Triana irse de los toros por propia decisión, era de cierta extrañeza. Se veía pleno de facultades y anunciando, como lo apunta la crónica de Alcázar, una nueva manera de hacer el toreo. Así también parece advertirlo Federico Morena, de El Heraldo de Madrid, que reflexiona lo siguiente: 

...El traje que lleva puesto – corinto y plata – es un símbolo. La montera también. Son – o lo parecen al menos – de aquella época, de la época de la alternativa. Representan cuanto de viril y grandioso tenía el toreo entonces. Representan también cuanto aportó al toreo Juan Belmonte, el verbo, el generador del nuevo arte... Los discípulos de Juan han aprendido, al cabo del tiempo, a parar y a templar. En esto alcanzan, sin duda, un alto grado de perfección. Pero no han dado con el secreto de ligar, pese a las lecciones que el maestro ha explicado en reiteradas salidas... 

Lo que Morena y Alcázar, ambos en su éxtasis por el triunfal adiós de Belmonte no alcanzan a vincular, es que unos cuantos años antes, otro torero sevillano – y trianero también – Manuel Jiménez Chicuelo, había encontrado la manera de reunir las piezas de ese rompecabezas suelto que implica el parar, templar y ligar al mismo tiempo. Lo había hecho ya en el viejo Toreo de México con los toros Lapicero y Dentista, ambos de San Mateo en 1925 y que en la Plaza de la Carretera de Aragón que estaba a punto de sucumbir a la picota, lo dejó patente con el toro Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero.
La entrega del busto vista por Martínez de León
en el diario madrileño El Sol

Quizás ese 22 de septiembre de 1935, cuando para lidiar esa corrida de Francisco Sánchez de Coquilla se acarteló con Marcial Lalanda y Alfredo Corrochano, Juan Belmonte decidió que era ya la hora del adiós, era porque sabía que el círculo se había cerrado y que, sus continuadores tendrían, a partir de ese momento la responsabilidad y el peso de llevar adelante la evolución del toreo.

Agradecimiento: Se lo expreso a Carlos González Ximénez, custodio y titular del Archivo Ragel, por haberme permitido utilizar la imagen que me permite expresar estas ideas y reciclar este texto publicado originalmente en su Tauropedia en mayo de este año.

Aclaración: Rebuscando sobre el tema, me encuentro en el ejemplar del semanario madrileño Crónica, aparecido el 29 de septiembre de 1935, una reseña firmada por Federico Piñero, en la que asegura haber visto esta corrida acompañado por el escultor Sebastián Miranda y que el que entregó el busto a Belmonte, fue un joven aficionado. La reseña de mérito, la pueden consultar aquí.

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