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domingo, 15 de febrero de 2015

15 de febrero de 1953: Luis Procuna y Polvorito de Zacatepec

Luis Procuna en la Plaza de Acho
Luis Procuna sin duda fue un torero marcado por los contrastes. En una andadura por los ruedos que se prolongó durante más de tres décadas, su juego de luces y sombras fue uno de los distintivos que siempre le acompañó. En la Plaza México tuvo tardes de triunfo, pero las dos más grandes, sin duda, sucedieron con veinte años de diferencia, la primera, a la que me refiero el día de hoy y la de su despedida de los ruedos, ocurrida el 10 de marzo de 1974, cuando en olor de esa atracción que sobre las grandes masas ejercen solamente los genios de acusada personalidad, dijo adiós a una profesión que le permitió conocer las grandes alturas, pero también las más profundas simas.

La tarde de Polvorito

Esta faena es quizás una de las más vistas en el cine dentro de la historia del toreo. Es la que da pábulo a la construcción de la historia de la película ¡Torero!, dirigida por Carlos Velo y producida por Manuel Barbachano Ponce, en la que, a partir de las meditaciones del torero antes de la corrida, se reconstruye su vida y se nos presenta la catarsis del fracaso, trocada en el gran triunfo.

Recurro en primer término a la versión del periodista mexicano Javier Santos Llorente, un periodista que no lo es de toros y que en la proximidad del cincuentenario de la Plaza México, se propuso presentar un retrato de quien era el único sobreviviente – en ese momento – de los tres espadas del cartel inaugural del gran coso. El libro se titula Procuna. Retrato surrealista de un torero y allí se cuenta este episodio de la vida del Berrendito de San Juan de la siguiente forma:
Aquella tarde del 15 de febrero de 1953 destacó como nunca la personalidad desigual y desconcertante de Luis Procuna. Atravesaba por una etapa de depresión que había hecho bajar demasiado sus bonos taurinos. Estaba fuera de control nervioso y se encontraba en esa situación en que la mente no se centra, no responde, sino que conduce a actos involuntarios… En el cartel figuraban Carlos Arruza y Manolo Dos Santos, quienes ya venían toreando en pareja con bastante éxito. Procuna iba de relleno y ni así querían dejarlo torear al lado de aquellas figuras, pero Arruza lo impuso… Aparte de otras preocupaciones, Procuna tenía la de querer manifestar su agradecimiento a Arruza, quien era un gran torero, gran compañero y un gran señor, pues habiendo notado la perturbación de Luis se convirtió prácticamente en su subalterno para ayudarle a que su toro doblara, así, en la plaza, públicamente, Procuna se lo agradeció… Pero las cosas no quedaron en eso; empeoraron. Procuna estaba en plan de desastre. Con sus dos toros había estado fatal. Quién sabe qué se había apoderado de él, pero el caso era que se mostraba aterrorizado, presa de pánico, y huía del toro como de un fantasma demoníaco para ir a echarse de cabeza al callejón. Esto sucedió tres o cuatro veces por lo que el público se encrespó primero, luego se enfureció, y empezaron los insultos desde los tendidos. Bronca completa, hasta el reloj… Un griterío, una escandalera en grande que amainó cuando por el sonido de la plaza se escuchó: “Atención respetable público, en vista de su conducta, la autoridad ha impuesto una multa de cien pesos al diestro Luis Procuna”. Regocijo por parte de la gente y vivas al juez Lázaro Martínez porque la había vengado… La corrida estaba terminada, pero no… aún no. De pronto apareció Procuna plantado frente al palco de la autoridad solicitando permiso para regalar un toro. No podía hacer otra cosa que jugársela… La tarde había sido terrible, mortal para él; no enmendar representaba la ruina como torero. Ángel su hermano, que actuaba como su apoderado, le había autorizado el toro de regalo. El juez multador se levantó el sombrero y concedió el permiso… Mucha gente empezaba a abandonar los tendidos y desfilaba hacia los túneles de salida, pero volvía los ojos hacia el ruedo y vio con escepticismo que Procuna iba a regalar un toro. ¿Para qué?, se preguntaban. Casi todos los espectadores estaban levantados de sus asientos cuando se abrió la puerta de toriles y salió en estampida un toro, ¡pero un toro!, bufando y embistiendo con tal bravura que hundía los cuartos traseros en la arena arremetiendo contra el burladero como si quisiera levantar la plaza… El recibimiento que hizo Procuna a aquella fiera con el capote fue una llamarada que encendió la tarde que empezaba a extinguirse. Y retumbó el primer ¡olé!, profundo, estentóreo. A partir de ahí ya no dejó de torear en plan de genio. El público se había vuelto a sentar para ver aquél capote brillando con las chicuelinas y las gaoneras, y el tercio de banderillas que realizaba con vistoso estilo y alegría. ¡El toro era todo suyo!... Y después, el último tercio, con la plaza hirviendo. Procuna tuvo una idea que desbordó la grandiosidad del momento. Tomó los trastos y muy majo, encastado, montera en mano, se plantó respetuoso ante el placo de la autoridad y brindó la muerte de “Polvorito” a don Lázaro Martínez, con lo que lo hizo pasar a la historia como el único juez que ha recibido el brindis de un torero en la Plaza México… Luego empezó la faena. No es posible volver a narrar algo que tenía a todos al borde de la locura, con el frenesí sacudiendo la plaza hasta sus cimientos. Procuna se embriagaba del placer de torear, por alto, por abajo, en todas formas, como él quería, y emborrachaba a la gente con aquél derroche de inspiración, valor y arte. Toro y torero eran la fusión perfecta que hay en la fiesta brava… Envuelto en el triunfo y por el coro electrizante de la México… ¡TORERO!... ¡TORERO!, con el ruedo alfombrado con prendas y sombreros, se perfilo para matar, se tiró y hundió el estoque en todo lo alto para hacer caer a “Polvorito” con una sola estocada… Siendo un pésimo matador, eso fue como un milagro venido de lo alto. Las orejas, el rabo y locura en los tendidos. Todo lo sucedido en el redondel, desde los clavados al callejón, la multa, el brindis, todo se había conjuntado para que se realizara aquella maravillosa tarde… Inenarrable lo que luego sucedió. La gente, enardecida, sacó a hombros a Procuna y lo llevó triunfalmente por toda la avenida de los Insurgentes hasta el centro de la ciudad de México, y a las nueve de la noche aún lo paseaban en hombros por la avenida Juárez. El público que se disponía a entrar a esa hora al cine “Regis” lo vio… En solo una tarde se había mostrado tal cual es el sol y la sombra de la personalidad de Procuna, quien no sólo era el torero desigual sino un hombre desigual. Su humildad a veces y su arrogancia otras, sobre todo cuando estaba en el ruedo posesionado de su ego taurino, lo presentaban como un personaje de película que se materializó en el proyecto cinematográfico que concibió el productor Manuel Barbachano Ponce tan pronto como presenció la faene de “Polvorito”…
En la emoción de su relato, Santos Llorente omite señalar que Procuna pinchó al menos un par de ocasiones a Polvorito antes de dejar la estocada definitiva y que la gente, poseída por la emoción, se tiró al ruedo para cargar a hombros al torero antes de que el toro doblara, sin importarle su integridad física. Pero esas son minucias, quizás datos para la estadística o para la mera anécdota, pues la esencia del momento vivido está, creo, debidamente capturado por lo que nos cuenta en su obra.

Encontré una croniquilla de agencia de la época. En esos días era mera información y no se tenía quizás la dimensión de la trascendencia que tendría al paso de los años. La suscribe Tomás Avendaño, corresponsal de la Associated Press y dice lo que sigue:
Muy buena resultó la corrida de hoy en la Plaza México, en la cual alternaron los diestros mexicanos Carlos Arruza y Luis Procuna y el portugués Manolo dos Santos, pues los tres triunfaron, cada cual en un toro… El mayor triunfo correspondió a Procuna, quien tras de una labor deslucida en sus dos toros ordinarios, regaló otro a petición del público, porque el segundo de los suyos dobló sin que pudiera hacerle faena, y en el obsequio realizó estupenda faena, variadísima, brillante, con arte magnífico, que le valió estruendosas aclamaciones; ligó pases altos, estatuarios, naturales, de pecho, manoletinas, afarolados y muchos más, con gran sello original; a pesar de que estuvo desacertado con el estoque, cuando al fin logró tras dos pinchazos, cuajar buena estocada, el entusiasmo del público fue indescriptible y le concedió las dos orejas y el rabo y lo sacó en hombros...
Publicidad estadounidense a la película
¡Torero!
Esta crónica suaviza definitivamente el fracaso de Procuna ante los dos toros del lote que sacó en el sorteo, omite el hecho de que fue sancionado económicamente por el Juez de Plaza y señala con claridad que antes de la estocada definitiva, pinchó al menos dos veces – hay quien afirma que los pinchazos fueron tres – a Polvorito y aún así le cortó el rabo.

En cuanto al resto del resultado del festejo, Carlos Arruza cortó una oreja a Temblador de Pastejé, sustituto del cuarto, devuelto por inválido y Manolo Dos Santos se llevó las dos orejas de Lusitano del encierro titular de Zacatepec.

La película ¡Torero!

Decía al principio que la faena de Polvorito dio espacio para la elaboración de la película ¡Torero!, la misma está disponible en línea, con una muy aceptable calidad de imagen, misma que pueden ver en ESTA UBICACIÓN. Los últimos 16 o 17 minutos son el sumario del festejo que recuerdo en esta fecha.

Nota necesaria: Los resaltados en los textos de Javier Santos Llorente y de Tomás Avendaño son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en los respectivos originales.

domingo, 4 de enero de 2015

3 de enero de 1965: Javier Garfias lidia su primera corrida en la Plaza México. Confirma su alternativa Victoriano Valencia

Victoriano Valencia
La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida inaugural fue la tercera del ciclo. Además, los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, pues a instancias de su Secretario General, el inefable Panchito Balderas, hicieron un paro de labores para exigir que fueran las empresas las que signaran con ellos un contrato colectivo de trabajo y no los matadores como hasta entonces se hacía.

En esos festejos actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, que sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al puntillero Luis del Pozo

Señala también que el picador hispano que venía con Joaquín Bernadó hizo causa común con sus colegas mexicanos y vestido de luces, se negó a salir a picar el día de la corrida inaugural – tercera – de la temporada y que el picador Gabriel Márquez, que salía en la cuarta corrida con Victoriano Valencia – en el primero de la tarde – fue agredido por Felipe Bedolla El Hielero, Agustín Salgado El Muelón, Antonio Martínez La Crónica e Israel Vázquez entre otros subalternos, para tratar de bajarle del caballo e impedirle que saliera a picar y de esa manera boicotear el festejo.

Sainete en la Unión de Matadores

El día 1º de enero se llevó a cabo la asamblea de la Unión de Matadores en la que se elegiría a quien habría de suceder a Fermín Rivera en el cargo de Secretario General de ella y a los demás miembros de esa representación sindical. La elección la ganó Jorge El Ranchero Aguilar, pero en un ambiente enrarecido, que terminó en una violenta trifulca entre los asistentes. En una nota escrita por Don Neto para la agencia France – Presse y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente, se relata lo siguiente:
Desde un principio, se sintió el ambiente caldeado que rodeaba a todos y cada uno de los asistentes. Transcurrido el tiempo, los ánimos se fueron poniendo al rojo vivo, hasta que llegó un momento en que Luis Procuna, Juan Cañedo, Eduardo Moreno “Morenito” y Jorge Rosas increparon duramente a Fermín Rivera, tratando incluso de quitarle por la fuerza la documentación que llevaba en el portafolio. Allí comenzó la gresca… Primero, las palabras salieron en todos los tonos y en diversas formas. Después vinieron las amenazas, más tarde los golpes y, por último, ya en plena batalla campal, volaron las sillas, rompieron los teléfonos de la mesa del Secretario, etc…. Todo este marco bochornoso tuvo lugar minutos después de que oficialmente se había nombrado a Jorge Aguilar como el nuevo Secretario General de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos… Después del escándalo se nombró una mesa directiva que fungirá como tal hasta el próximo quince de enero, en que volverán a reunirse para designarla ya con carácter formal y oficial… Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Joselito Huerta y Antonio Duarte “El Nayarit”, fueron designados en los puestos directivos de la citada mesa directiva de la Unión de Matadores… Como la asamblea terminó en medio de una gran escandalera en la que tuvieron que intervenir fuerzas policiales para calmar los ánimos, los que tuvimos la suerte de refugiarnos debajo de una mesa o aquellos que tuvieron la fortuna de escudarse con alguna silla, fuimos testigos oculares de lo que allí aconteció y que ojalá no vuelva a suceder…
Al final de cuentas se celebro una nueva asamblea unas semanas después y El Ranchero volvió a salir electo Secretario General. Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Juan Cañedo y Eduardo Moreno Morenito entre los más notables, terminaron segregados de lo que fue la Unión y con sus carreras en los ruedos virtualmente terminadas y lo más importante quizás, es que nació lo que actualmente es la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos y Similares.

La corrida del 5 de enero de 1965

Joselito Huerta
(Foto: Lyn Sherwood)
El cartel ofrecido por la empresa era atractivo por varias razones. Primeramente se presentaban dos toreros mexicanos que llevaban tras de ellos una importante estela de triunfos en las plazas mexicanas de mayor importancia el calendario anterior; luego, se presentaba a confirmar su alternativa un diestro español que también había realizado en su tierra una interesante campaña y para cerrar el círculo, se presentaba en la plaza más grande del mundo con su primera corrida de toros una ganadería formada con la más pura simiente sanmateína y que con el devenir de los años, se convertiría en una de las vacadas madres más importantes del último tercio del siglo XX en la cabaña brava mexicana.

Victoriano Valencia

Victoriano Valencia había recibido la alternativa en Barcelona el 27 de julio de 1958 y la confirmó en Madrid el 14 de mayo de 1959. Entre sus curiosidades, había obtenido en Salamanca el título de Abogado unos meses antes de recibir la alternativa de matador de toros. Sobre su primera actuación en la Plaza México, Pepe Luis, en crónica escrita para la agencia United Press International y publicada en el diario tapatío El Informador al día siguiente del festejo, señala lo que sigue:
Victoriano Valencia se enfrentó a los dos toros de su lote, de Garfias, y uno de Piedras Negras que regaló. No se prestaron para el lucimiento a pesar de la voluntad que puso el diestro hispano. Algunas verónicas buenas al primero. Palmas. La ceremonia de la alternativa despertó entusiasmo en los tendidos, actuando de padrino Joselito Huerta y de testigo Jaime Rangel. Principió doblándose superiormente rodilla en tierra y un trincherazo como remate. Ovación. Derechazos demasiado buenos, se cambió la muleta por la espalda y ligó el pase de pecho. Aplausos. Varios naturales y pases por alto. Terminó con lasernistas y afarolados. Pinchazo hondo y estocada. Descabello al primer empujón. Aplausos. Con magníficas verónicas recibió al quinto. Aplausos. Joselito Huerta ejecutó la fregolina, ciñéndose. Aplausos. El toro llegó al tercio final venciéndose por ambos lados y además se caía. Algunos naturales aislados sacados a base de empeño para después abreviar. Media estocada y descabello al tercer golpe. Aplausos. Regaló un séptimo toro de Piedras Negras, que embestía con alegría y buen estilo. El diestro español lo veroniqueó estupendamente y remató con dos medias muy buenas, por cierto. Aplausos. Quite por lances al natural, lentos y sedosos. Ovación. Cuando esperábamos la faena grande el toro se vino a menos, poniéndose por delante y frenando sus embestidas. Tres muletazos por alto, derechazos y naturales. Más no se podía hacer. Pinchazo, media estocada y un intento de descabello. Ovación.
El toro de la ceremonia se llamó Centinela y fue el primero que lidió don Javier Garfias de los Santos en la capital mexicana.

Joselito Huerta

El León de Tetela fue quien destacó esta tarde. Mató cuatro toros por lesión de Jaime Rangel y de haber estado fino con la espada hubiera cortado un par de orejas al sexto de la corrida. De la relación que hace Pepe Luis del festejo, se advierte que aparte del gran lucimiento que tuvo con ese sexto, estuvo empeñoso toda la tarde, saliendo triunfador al dar las únicas dos vueltas al ruedo de la sesión:
Joselito Huerta, con el segundo, protestado por chico dio lances al natural, pero en vista de que arreciaba la bronca, abrevió con la muleta. El cuarto, que era un manso, le hizo una faena de dominio con doblones muy buenos y lo despachó de media estocada. En el otro le dio entre ovación de principio a fin verónicas templadísimas y remate por partida triple con ceñidas medias verónicas. Ovación. Quite por fregolinas. Ovación y música. Victoriano Valencia en su turno ejecutó lances muy templados que remató con media. Aplausos. Faena excelente, con series de derechazos largos y templados y como remate el de pecho. Ovación y música. Volvió a torear con la diestra en excelente forma. Ovación. Luego naturales rematados con el de pecho, de exquisitez manifiesta. Ovación. Hubo derechazos de vuelta entera, cambiándose la muleta de mano. Ovación. Dos pinchazos antes de dejar buena estocada. Ovación, dos vueltas al ruedo y saludos desde los medios…
Jaime Rangel

Jaime Rangel no mató a ninguno de los toros de su lote, pues el primero le provocó una fractura en la muñeca derecha que le mantuvo en el dique seco durante siete semanas – reapareció en la misma Plaza México hasta el 21 de febrero en la 11ª corrida de la temporada, alternando con Emilio Rodríguez y El Viti – y fue el primer espada del cartel quien cargó con su lote en términos reglamentarios.

Los toros de don Javier Garfias

Los toros por su orden de salida fueron Centinela, Pirulí, Azulito, Campanillero, Rumboso y Tinterillo. El regalo de Piedras Negras se llamó Arrayán. La crónica de Pepe Luis que he invocado ya en este espacio, dice lo que sigue acerca del encierro:
Toros de Javier Garfias, defectuosos, disparejos en presentación, con mal estilo y algunos de ellos mansos, excepto el sexto que fue aplaudido en el arrastre. Se lidió un séptimo de Piedras Negras que regaló Victoriano Valencia, que dio excelente juego en el primer tercio, apagándose al final…
Jaime Rangel
Esta información es contradicha por don Heriberto Lanfranchi, quien en su Historia del Toreo refiere que el cuarto, Campanillero, fue muy bravo y que recargó fuerte en ¡seis puyazos!, en tanto que el sexto, Tinterillo, mereció los honores de la vuelta al ruedo – no concedida – por su nobleza. 

Así fueron los acontecimientos de dos presentaciones hace medio siglo, permaneciendo más en el recuerdo quizás la de la ganadería de don Javier Garfias, que en ese tránsito ha visto que a sus toros se les han cortado siete rabos y se le han indultado un toro – Boca Seca, el 17 de febrero de 1980 – y un novillo – Jardinero, el 13 de noviembre de 1977 – en una tarde que fue de casi lleno. 

domingo, 21 de diciembre de 2014

21 de diciembre de 1969: Ante Cagancho, triunfos de Alfredo Leal y Ángel Teruel

Alfredo Leal
(Imagen cortesia del blog Toreros Mexicanos)
Voy a hablar de nuevo acerca de Alfredo Leal. Y es que es uno de los toreros que en los principios de mi afición cautivaron mi gusto por la manera tan pura en la que hacía el toreo, pero sobre todo, porque en el ruedo, parecía torero. Quizás se me pueda responder que no rayó a las alturas que sus aptitudes parecían prometer, pero tampoco se me podrá negar que cuando se quiere traer al recuerdo a un diestro mexicano de clase y gallardía, uno de los primeros que salen a la discusión es precisamente el llamado El Príncipe del Toreo.

La efeméride

La tercera corrida de la temporada 1969 – 70 en la Plaza México fue anunciada con toros zacatecanos de José Julián Llaguno para Alfredo Leal, Eloy Cavazos y el madrileño Ángel Teruel. Los tiempos eran otros y la empresa que regentaba los destinos de la plaza de toros con más capacidad en el mundo no se preocupaba por cumplir con el derecho de apartado en busca de ofrecer después de satisfecho éste, carteles de mayor fuste. Es más, la celebración del 5 de febrero ni siquiera cobraba carta de naturalidad – eso llegaría hasta un cuarto de siglo después según lo contaba en este sitio de esta misma Aldea –, así que para dar lustre a la temporada, domingo a domingo se tenían que ofrecer carteles que llevaran a la gente al coso y no esperar conmemoraciones que más que taurinas, resultan ser meros happenings sociales.

Tengo la impresión de que esa tarde Alfredo Leal iba de telonero de Cavazos y de Teruel esa tarde. Para esas calendas, el que después sería llamado El Pequeño Gigante de Monterrey se encaramaba en la cabeza del escalafón nacional y Ángel Teruel había terminado su campaña española con la friolera de 77 festejos toreados, incluyendo una salida en hombros de la madrileña plaza de Las Ventas el 12 de mayo, día de su confirmación de alternativa – con corte de 3 orejas – así que Alfredo Leal, en principio, estaría llamado a ser un convidado de piedra en un festejo de esos a los que a veces se da en llamar de triunfadores.

Más la suerte a veces tiene caminos por los cuales, lo que se pretende que resulte no sale tal cual y así fue esa tarde de domingo de hace 45 años y fue precisamente Alfredo Leal quien refrendó su calidad de gran torero con una faena que queda para el recuerdo en la historia de la gran plaza.

La relación más prolija del festejo la hace Carlos León, el cáustico cronista del extinto diario Novedades de la Ciudad de México en la sección a su cargo titulada Cartas Boca Arriba, en forma epistolar, dirigida en esta oportunidad al general Ignacio M. Beteta y antes de entrar en materia, recojo este párrafo de ella, misma que creo que viene como anillo al dedo respecto de lo que en estos tiempos ocurre:
En el toreo, aunque es un arte donde también se dibujan momentos estéticos, no cabe lo apacible ni la belicosidad termina jamás. Es lucha permanente entre la fiera y el hombre, aunque aquélla ya no sea tan feroz, ni éste, por lo mismo, pueda enfatizar su hombría. Más no en balde, como en la oficialidad de la milicia, la espada es lo importante, lo que da rango, lo que hace que al propio lidiador se le llame el espada; porque el título de matador de toros se otorga, precisamente, al que sabe matarlos. Y al que no es capaz ni de matar el tiempo, transcurren los minutos y se le va vivo el enemigo. Y entonces, aunque uno esté en favor del desarme, tiene que armarse, al menos de paciencia…
Alfredo Leal y Cuate de Reyes Huerta

Respecto de la actuación del Príncipe del Toreo, Carlos León reflexionó lo siguiente:
Regalo principesco de Leal. – Alfredo, héroe ya de mil batallas, es un estratega de los ruedos. No tiene necesidad de ir a la línea de fuego, cuando, capitán general, puede ganar una batalla – como la que hoy ganó – sin por ello tener que oler a pólvora. Allá en la vanguardia que se rajen la cara con cualquiera de los “juanes” y los reclutas de la fiesta, que cuando se ha llegado a “Príncipe del Toreo” es muy difícil meterse en la refriega de ser carne de cañón… Por eso, a veces, como los mariscales de campo, ve las batallas a distancia con los prismáticos de su prudencia. Ya es raro que se meta en las trincheras como cualquier soldado desconocido y anónimo, pues, como usted bien lo sabe, en las grandes batallas pasa a la posteridad y a la historia el nombre de quien las dirigió, sin que nadie se acuerde de los que propiciaron la victoria con su sangre y con su vida… Hoy, en esta tarde pajarera, en que los seis toros de Don José Julián Llaguno vinieron bautizados con nombres de aves, Alfredo vio salir de la jaula de los sustos a “Gorrión” y le dio su alpiste de excelentes verónicas, lo mismo al saludarlo que en un quite. Y en la faena – que brindó a Mario Ramón, hijo de usted y cuñado de él – ha estado sobrio y elegante ante un enemigo sosillo, evidenciando los bien ganados entorchados de su mariscalato. Mató de certera estocada y ha salido al tercio a recoger la ovación… Más tarde con “Cuervo”, un pajarraco que se caía y de pocos vuelos para la embestida, Alfredo se concretó a sacudirle las plumas. Pero después, a petición del pueblo que exigía su aguinaldo, regaló un séptimo toro. Era de las dehesas de Don Reyes Huerta y resultó ser un dechado de docilidad, uno de esos regalitos que el Niño Dios destina a los que se han portado bien durante el año, el bicho de entra y sal, de carretilla, de arrancadas borregunas, pero que estaban pidiendo a gritos un torero… Y el torero allí estaba, para cuajar una de las mejores faenas de su carrera, sin entrega alocada ni desmedido arrojo, sin apearse de su trono principesco, pero trazando sobre el fabriano de la arena las pinceladas magistrales de sus muletazos. Nada de brocha gorda, sino con la transparencia de las acuarelas. Todo pausado y medido, hasta que el bello trasteo adquirió proporciones de faenón. Breve con la tizona, Alfredo el Grande ha cortado las dos orejas, para epilogar la tarde con las aclamaciones delirantes en la salida triunfal. Mejor regalo de Navidad no lo hubieran esperado los aficionados…
Ángel Teruel. Un brindis a Cagancho

El madrileño se fue sin apéndices en las manos, pero también hizo toreo del bueno. Brindó el segundo de su lote a Cagancho, que ocupaba una barrera de sombra. Vuelvo a la crónica de Carlos León, que dijo en su día esto:
Faenón también de Teruel. – Vea usted, mi general. Ese chavalillo vestido de corinto y plata es Ángel Teruel. Tan madrileño que nació en el número 11 de la madrileñísima calle de Embajadores, el 20 de febrero de 1950. Y la juventud será divino tesoro, pero esos mismos 19 años lo obligan a regresar de inmediato a España, para prestar su servicio militar como soldado del reino. Y lo que yo le decía a usted: él es un artista, pero tiene que vestir el uniforme, porque la guerra es la guerra y todavía no acabamos de civilizarnos… Bien había estado con “Colibrí”, aunque se apagó apenas salido del nido. Pero Angel se le arrimó, sobre todo en la emotiva primera parte del trasteo, rabioso en cuatro muletazos sentado en el estribo, y luego muy y muy artista, siempre cerca de los pitones y sacando muletazos excepcionales. Lo que se dice una faena pulcra, pero sin alturas de epopeya, aunque le han ovacionado fuerte… Lo grande – y sobre todo lo meritorio – fue lo que Teruel le hizo a “Canario”, un toro manso que saltaba al callejón y rehuía la pelea. Tras brindarlo al gitano “Cagancho”, a quien el público aplaudió con cariño, el madrileño sacó al toro de la querencia de los tableros y lo llevó a los medios. ¡Y cómo lo ha toreado! ¡Con qué garbo, con qué majeza, con qué gracia! Haciendo honor a la que tuvo a raudales el torero calé, le ha bordado un faenón impecable. Por desgracia, y tal vez porque ha subido el precio del acero, Teruel no consiguió que el suyo tuviera el temple necesario. Y se le fueron los apéndices cuando de sobra los tenía conquistados, perdiendo la batalla en el instante supremo. No obstante, el faenón de consagración ante el público metropolitano allí quedó como un limpio ejemplo de lo que es el bien torear. Dos vueltas al ruedo premiaron su cátedra de artista y, en cuanto vuelva de reconquistar el Peñón de Gibraltar de manos de los “Beatles”, aquí será esperado como uno de los elegidos...
Ángel Teruel
(Imagen cortesía de pcctoros)
Eloy Cavazos enfrentó a Jilguero y a Halcón en segundo y quinto lugar y solamente pudo ofrecer a la concurrencia sus habilidades de estoqueador, pues como se desprende de la narración transcrita, los toros de don José Julián Llaguno – cinqueños por cierto – no permitieron mayores florituras.

El 21 de diciembre de 1969

Es una fecha que representa un interés especial para mí. Hoy hace 45 años que mi padre, el cirujano Jesús González Olivares ejerció por vez primera como Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza de Toros San Marcos en Aguascalientes. Don Guillermo González Muñoz también daba su primera corrida de toros como empresario – ya había ofrecido novilladas antes – con Rafael Rodríguez, Joselito Huerta y Raúl García, quienes lidiaron una corrida del ingeniero Mariano Ramírez. Hubiera querido escribir sobre ese festejo, pero la hemeroteca está en reparaciones y no tuve acceso al material necesario. Sirva esto para recordarlo.

domingo, 16 de noviembre de 2014

16 de noviembre de 1952: La primera alternativa de Alfredo Leal

Le llamaban El Príncipe del Toreo
Alfredo Leal Kuri fue parte de una generación de toreros que hicieron el parteaguas de la historia de la fiesta en México, de aquellos que hicieron posible el hablar del antes y el después de una Edad de Oro, de la generación del 48 que fue encabezada por Los Tres Mosqueteros, aunque en ella también se formaron con honores el propio Leal, y aunque presentados en las dos temporadas anteriores, también la integraron Héctor Saucedo, Nacho Treviño, Jorge El Ranchero Aguilar, Juan Estrada, Alfonso Pedroza La Gripa, Curro Ortega, Fernando López El Torero de Canela, Tacho Campos, Rubén Rojas El Jarocho, Paco Ortiz y otros varios que caminaron más o menos largo en lo que Díaz Cañabate llamara en su tiempo El Planeta de los Toros, pero que tuvieron la virtud de demostrar a la afición que el trono que pronto dejarían vacante Fermín, Garza, Silverio y El Soldado, podría ser dignamente ocupado por un largo tiempo.

Alfredo Leal debutó como novillero en la plaza más grande del mundo el 11 de junio de 1948, flanqueado por nuestro Alfonso Pedroza La Gripa y Tacho Campos, para lidiar novillos de don Jesús Cabrera, ganadero que tendría predilección por las cristalinas maneras de este torero. Da la vuelta al ruedo tras la lidia del novillo Muñequito en esa oportunidad y se abre las puertas de las demás plazas de la República y así, el 26 de septiembre de 1948, hace su única aparición con ese carácter en el viejo Progreso de Guadalajara, sustituyendo a Rafael Rodríguez, quien dos domingos antes había irrumpido como volcán en la Plaza México. Actuó Leal junto a Arcadio Ramírez y Joaquín Díaz para despachar novillos de Santín. Don Paco Madrazo recuerda así esa actuación: Es un diestro de fino hacer y limpio trazo… La gente comenzó a hablar de Leal, un torero de cristal….

Tras recibir en 1949 dos cornadas de un novillo de La Punta en la Plaza México, Alfredo Leal se aparta de los ruedos, para volver con el ánimo renovado en la temporada novilleril de 1952, misma de la que resulta ser uno de los triunfadores y con ello se ganó el derecho a recibir la alternativa en la siguiente “temporada grande”, misma que se programó para la tercera corrida del ciclo, en la que se anunció originalmente un encierro de Zacatepec para Carlos Arruza – quien toreaba la que resultó ser la campaña de su despedida –, José María Martorell y el toricantano. Al final de cuentas, se lidiaron solo cuatro de los toros del encierro titular y por una cuestión administrativa – el hierro de mayor antigüedad tenía que abrir y cerrar plaza – los dos sustitutos de La Laguna vinieron a corresponder al toricantano.

El toro de la cesión se llamó Cortapelo y Alfredo Leal estuvo bien con él. La tarde fue para su padrino Carlos Arruza, quien realizó una de sus grandes obras en la Plaza México ante Bardobián de Zacatepec. Los sucesos de la corrida los cuenta así la crónica de agencia publicada en el diario El Informador de Guadalajara, del día siguiente del festejo:
México, D.F., noviembre 16. - Ante un lleno imponente se efectuó esta tarde una corrida en la Plaza México, alternando Carlos Arruza, José María Martorell y Alfredo Leal, habiendo recibido este último la alternativa de manos de Arruza. Se lidiaron cuatro toros de Zacatepec y dos de La Laguna; estos exclusivamente para Leal, quien estuvo desafortunado en su faena. 
Al primer toro de la alternativa, bravo y pegajoso, le hizo Leal una empeñosa faena, coronándola con una impresionante estocada de efectos rápidos. A su segundo le hizo un trasteo anodino, en el que a menudo fue el toro el que se impuso al diestro. Lo terminó con una buena estocada, ante la indiferencia general. 
Arruza se enfrentó a su primero, que resultó el manso de la tarde. Lo banderilleó sin fortuna, pero le hizo una faena dominadora, con muletazos por bajo muy bien rematados, inclusive varios derechazos, antes de matarlo con una estocada caída. A su segundo le cuajó un extraordinario quite por gaoneras; lo banderilleó en forma magistral y le hizo una gran faena con pases de todas marcas; naturales pletóricos de mando, derechazos pausados y dos muletazos de su invención, pasándose la res por la espalda; le hizo un gran molinete de rodillas y mató de una soberana estocada, todo lo cual convirtió la plaza en un manicomio. Se le dieron las dos orejas y el rabo, y se le hizo dar varias vueltas al ruedo. 
Martorell también logró una buena actuación. Veroniqueó toda la tarde en forma espectacular, con las manos muy bajas, haciendo que la música sonara varias veces en su honor. Cuajó dos dramáticas faenas, metido siempre entre los pitones para hilvanar naturales y derechazos indiscutiblemente emocionantes. Mató a su primero de una buena estocada y le cortó la oreja, dando la vuelta al ruedo. En su segundo también cortó oreja en medio de aclamaciones”. 
La crónica atribuye a José María Martorell el haber cortado dos orejas esa tarde. Por su parte, la estadística que recuperó don Luis Ruiz Quiroz para la obra Plaza México. Historia de una cincuentona monumental, señala que solamente cortó la oreja al quinto de la tarde. El texto de la obra, escrito por don Daniel Medina de la Serna, coincide en lo esencial con la crónica que transcribo, en el sentido de que la alternativa de Leal fue anodina.

La falta de un triunfo sonado en esta fecha le impidió a Alfredo Leal el caminar con la dignidad de matador de toros de inmediato. Tanto así, que al año siguiente renunció a ella y marchó a España a torear como novillero y a conseguir de nuevo la categoría de matador de alternativa, la que ahora sí, paseó con categoría por casi tres décadas por los ruedos del mundo. Pero ese es un asunto del que me ocuparé más adelante en esta misma bitácora.

Alfredo Leal falleció en la Ciudad de México el 2 de octubre de 2003.

Aquí inserto un vídeo de una actuación de Alfredo Leal, a mitad de los años sesenta, en la plaza de toros El Progreso de Guadalajara, donde se puede apreciar la gran calidad de su toreo. Ojalá que lo disfruten.




domingo, 19 de octubre de 2014

Jesús Solórzano y Bellotero a 50 años vista

Jesús Solórzano
(Aguascalientes, 1970. Foto: Carlos Meza Gómez)
Pertinente aclaración: Hace cinco años había publicado otra versión, en este lugar, de esta misma entrada. En esta, agrego información e imágenes – no relativas al festejo de cuenta – de las que entonces no disponía.

El ecuador de la década de los sesenta en México, en las filas de los novilleros, resulta ser una especie de etapa de hidalgos, entendido el término en su sentido original, es decir hijos de algo. En ese tiempo se presentaron en la Plaza México varios toreros que llevaban nombre o sangre ilustre, o ambos, como Ricardo Torres, hijo del gran torero hidalguense que les he presentado en un espacio anterior; Manolo Rangel y Ricardo García, sobrinos del mismo diestro; Víctor Pastor, hijo de un novillero retirado y promotor en esos días de espectáculos bufos.

Luego estaban Luciano Contreras, hijo del otro Luciano que alguna vez saliera en volandas de la Plaza de la Carretera de Aragón en Madrid; Javier Liceaga, emparentado con ese frondoso tronco que iniciara el gran David; de estirpe de varilargueros era Rafael Muñoz Chito; de ganaderos lo era Gonzalo Yturbe y Armando Mora era ya el tercero o cuarto de una familia de toreros de la Triana de Aguascalientes que hacía el intento de llegar a matador de toros y Manolo Espinosa, el hijo mayor del Maestro Armillita y Alfonso Ramírez Ibarra Calesero Chico también se preparaban para subir al escalafón mayor. Entre esos modernos hidalgos, se encontraba Jesús Solórzano, hijo del Rey del Temple, quien llenó importantes páginas de grandes acontecimientos en la historia del toreo.

El 18 de octubre de 1964 estaba anunciada la 26ª novillada de la temporada correspondiente a ese calendario y a despecho de lo que hoy sucede, en los tendidos de la gran plaza se congregaron unas 15,000 personas para ver actuar a Solórzano, quien alternó con Ricardo García y el debutante estadounidense Diego O’Bolger. Curioso festejo este, en el que los tres toreros salieron vestidos de verde muy claro y oro, para enfrentar a los novillos de Santo Domingo que esperaban en los corrales.

La tarde fue ventosa, lo que dificultó la lidia en algunos momentos y sitios del ruedo. En la revisión del vídeo, dos cuestiones me llamaron la atención. La primera fue la extraordinaria entrada a los tendidos; diría yo que había unas veinte o veinticinco mil personas en la gran plaza, y la otra la actitud de Jesús Solórzano, que, cumpliendo con su papel de director de lidia, estuvo en todo momento auxiliando a la peonería y a sus alternantes y ordenando las cosas cuando el viento o los toros las dejaban fuera de su sitio.

Otros sucesos destacables fueron el ver a le peonería salir a recibir a los toros y correrlos a una mano, bregar por delante para no tocar los lados y en el segundo tercio, saliendo a buscar toro donde esté, no esperando a que se los capoteen en exceso para ponerlo en suerte. Bien se habla de que Felipe González El Talismán Poblano, Liborio Ruiz, Cayetano Leal Pepe Hillo, Antonio Martínez La Crónica y esa gran generación de toreros mexicanos de plata, son algo que hemos perdido irremisiblemente, pues hoy, poco, por no decir que nada de eso vemos en nuestras plazas.

El cuarto de la tarde se llamó Bellotero, número 113, y se le anunciaron 358 kilos de peso y ante él, como dijo José Alameda en su narración televisiva, el trasteo, tuvo cualidades como imaginación, sello, temple y estructura y así, Jesús Solórzano lo recibió con un farol de rodillas; tomó las banderillas y el tercer par, al sesgo por afuera, fue el más destacado. Con la muleta, templó y enseñó gran variedad con los remates, pues abrochó unas series con la arrucina y el de pecho ligados; otras con el kikirikí y no le faltó tampoco el pase de la firma y cuando toreó al natural citó de frente, logrando una serie breve pero templada y de buen aire.

Aunque se pedía el indulto de Bellotero, Solórzano se tiró a matar – como es debido – y pinchó en lo alto. Al segundo intento deja una estocada a un tiempo, ligeramente desprendida, pero que es suficiente para que doble Bellotero y surja el grito de ¡torero!, ¡torero!. El Juez de Plaza concede la vuelta al ruedo a los despojos de Bellotero y las orejas y el rabo a Jesús Solórzano que pasea solamente las dos orejas, para acallar algunas protestas que se suscitaron en los tendidos.

Tras de su actuación, declaró lo siguiente a José Alameda, que narraba para la televisión:
...A la gente la había soñado así, pero la faena tuvo muchos defectos para mi modo de ver… aunque el momento más emotivo para mí, fue cuando toree al natural, de frente, en el último tramo de la faena… Lo que uno siente, lo tiene que sentir la gente… Todo depende de lo que salga por la puerta de toriles, si todos salen como este de hoy, seguramente cortaremos las orejas siempre…
La prensa escrita también se hizo eco del suceso. Ernesto Navarrete, Don Neto, escribió lo siguiente para el diario tapatío El Informador:
Solórzano cortó las 2 orejas y el rabo en la México. Jesús Solórzano hijo triunfó fuertemente en la plaza capitalina México, cortando dos orejas y un rabo, en tanto que el norteamericano Diego O'Bolger que hizo su debut ante la afición citadina daba una vuelta al ruedo y Ricardo García, tercer alternante, era ovacionado… La novillada enviada esta tarde por los hermanos Labastida, propietarios de la vacada de Santo Domingo tuvo dos novillos muy buenos, sobre todo el corrido en cuarto lugar que fue extraordinario por su estilo en embestir y por su bravura, y cuatro difíciles, fuertes y encastados… Jesús Solórzano, que salió como primer espada, se hizo aplaudir en el primero de la tarde, pero con el cuarto logró una actuación sencillamente extraordinaria… Con el capote lanceó con valor, aguante y magníficas maneras. Colocó tres pares de banderillas muy expuestos aunque no igualados, y con la muleta realizó una auténtica faena, en la que ligó a la perfección no menos de setenta a ochenta muletazos, siendo ellos derechazos con temple y ritmo, naturales torerísimos y clásicos, forzados de pecho, adornos por la cara, molinetes, manoletinas, derechazos con una rodilla en tierra, afarolados, etcétera. Y como colofón dejó un pinchazo y una certera estocada que le valió cortar dos orejas y un rabo y dar dos vueltas al ruedo... La entrada fue muy buena y la gente salió contentísima del coso. Al fin, hemos visto un triunfador.

Jesús Solórzano
(Apunte de Pancho Flores)
Unos domingos antes, Calesero Chico había realizado una gran faena a Monarca, de San Antonio de Triana, en la tarde de su presentación en la capital, quienes tuvieron la fortuna de verla, señalan que fue una de las grandes tardes en la historia de las novilladas en esa ciudad y hoy, quizás podamos, junto con la que da motivo a esta entrada, colocarlas con las de Rafael Osorno a Mañico de Matancillas en el viejo Toreo; la de Fernando de los Reyes El Callao, a Cuadrillero de San Mateo; la de José Antonio Ramírez El Capitán – hermano de Calesero Chico – a Pelotero de San Martín, como ejemplo de las obras más acabadas de novilleros en las principales plazas de la capital mexicana.

Con esta faena a Bellotero de Santo Domingo, Jesús Solórzano hijo comenzó a escribir una historia que descansa además sobre los vértices de Fedayín de Torrecilla y Billetero de Mariano Ramírez, que son quizás, los trasteos más destacados de este torero mexicano en el ruedo de Insurgentes. Es por eso que hoy, a cincuenta años vista, recuerdo esta brillante actuación de un torero que como poco se acostumbra hoy en día, se preocupó por serlo y parecerlo.

Esos eran los tiempos en los que no había aquí, al menos oficialmente escuelas de tauromaquia. Esos hidalgos de la mitad del Siglo XX abrevaron el aprendizaje del toro en su casa, en la vida de todos los días. Quizás por eso siempre se han preocupado por llevar consigo esa torería, tan escasa en estos tiempos que corren y que en sus manos, es un verdadero tesoro, aparentemente, en peligro de extinción.

domingo, 10 de agosto de 2014

Calesero, en el centenario de su natalicio (I)

Y, viéndote torear,
asomada al palomar
una paloma taurina
no cesa de aletear
como queriendo imitar
tu sin par chicuelina,
o aplaudir
tu verónica trianera
- viento poema de abril -
con rumor a Aguascalientes 
y olor a Guadalquivir . . .

Manuel Benítez Carrasco

La casa en la que nació Calesero hace 100 años
José Alfonso Ramírez Alonzo – así, con “z” está en su partida de nacimiento – nació el 11 de agosto de 1914 en la calle de la Cárcel, hoy el número 506 de la calle de Cristóbal Colón, en el Barrio de Triana o Barrio del Señor del Encino. Hijo del farmacéutico Justo Ramírez Sánchez, y su esposa Rosa Alonzo Parga – también con “z” está en la partida de nacimiento – Alfonso fue el cuarto de cinco hijos, de los cuales, estuvieron ligados a la fiesta Jesús, que fuera por casi cuatro décadas el empresario de la plaza de toros San Marcos y Arnulfo, que pretendió ser novillero en su día y que después fuera un destacado aficionado práctico. El otro varón, Ernesto, fue actor y director cinematográfico y de televisión, siendo conocido internacionalmente como Ernesto Alonso.

Casó el 28 de abril de 1942 con la señora Alicia Ibarra Mora, cuya familia también tenía ligas con la fiesta de los toros, pues en el año de 1948, en sociedad con los hermanos Armillita, Juan y Fermín Espinosa, el padre de ella, Antonio Ibarra Pedroza, funda la ganadería de Santa Rosa de Lima, de la que derivan las actuales de Medina Ibarra y San Isidro.

Del matrimonio Ramírez Ibarra nacieron seis hijos, Alfonso, José Antonio, Francisco, María Alicia, Virginia, Alejandra y Victoria. Los tres varones son matadores de toros, recordándose de Alfonso, que se anunciaba como Calesero Chico, la faena que realizara en la Plaza México al novillo Monarca de San Antonio de Triana el 14 de junio de 1964 y la de José Antonio El Capitán a Pelotero de San Martín el 9 de octubre de 1977, en la decimoséptima novillada de esa temporada. Actualmente un nieto de Calesero, César Alfonso Castro Ramírez también es matador de toros, anunciándose como El Calesa, representando con ello, la tercera generación de matadores de alternativa de esta familia.

Surge El Calesero

A espaldas de la casa de la familia Ramírez Alonso se ubica la calle que fuera conocida como calle de la Asamblea o calle Ancha, que recorre todo el costado Poniente del templo parroquial y del Jardín de la Paz, hoy conocida como la calle de Eliseo Trujillo. Relataba don Rubén Ramírez Cervantes, que en esa calle y en el jardín, los hermanos Rodolfo, Ramón y Julián Rodarte, toreros avecindados en Aguascalientes, pero originarios de Monclova, Coahuila, hacían ejercicio y practicaban el toreo de salón, poniendo en práctica las enseñanzas que recibieran de Enrique Merino El Sordo, banderillero sevillano que actuó en México desde finales del siglo XIX y que estuviera en la cuadrilla de Antonio Montes en la temporada de 1907, cuando el toro Matajaca de Tepeyahualco le infiriera la cornada que a la postre terminó con su vida. Pronto se agregan varios niños y jóvenes que atraídos por la actividad que los Rodarte desarrollaban, pronto se integraron a su ejercicio, iniciándose lo que se considera la primera escuela taurina de nuestra Ciudad.

Los hermanos Rodarte forman una cuadrilla juvenil, patrocinada por el gobernador Isaac Díaz de León y que formaban Rodrigo del Valle El Chino y Alfonso Ramírez, apodado en ese entonces El Cabezón, como matadores y Ricardo García Peña, los hermanos Rubén y Leopoldo Ramírez Cervantes, Manolo García y Juan Jiménez Ecijano de Aguascalientes. La cuadrilla se presenta en la plaza de San Marcos el 9 de agosto de 1927, con un gran triunfo, lo que les lleva a realizar una extensa gira por distintas plazas de la república, destacando la parte de la temporada en la que alternan con los hermanos Pepe y Manolo Bienvenida, que por esas calendas actuaban en México bajo la dirección del inolvidable Papa Negro.

Alfonso Ramírez se separa de la cuadrilla y el 23 de abril de 1930 se presenta como novillero en la feria de abril de su tierra, alternando con Fernando López y Miguel Gutiérrez El Temerario para lidiar novillos de Cieneguilla. El 1 de mayo de ese mismo año se presenta en El Toreo de la Colonia Condesa, en una corrida de concurso, cuyo cartel estaba formado por Manuel Jiménez Chicuelín, Carlos Segura, Manuel Cervantes, Ángel Gómez y Arcadio Ramírez, con novillos de Peñuelas y pese al buen astado que le correspondió, solo pudo demostrar que su toreo de capa no era cosa de todos los días. Con la espada estuvo fatal, sonándole los tres avisos desde el palco. Sobre su actuación de esa tarde, el influyente periodista Carlos Quirós Monosabio sentenció lo siguiente: Alfonso Ramírez será torero el día que a las ranas les salgan pelos

Será hasta 1935 cuando vuelva a El Toreo, apoyado por un comerciante catalán llamado Vicente Lleixá, que para presentarlo con Eduardo Margeli y evitar que éste se negara a programarlo nuevamente, le impone el apodo de El Calesero, mote con el que a la postre, Alfonso Ramírez sería conocido en todo el planeta de los toros. La tarde de su reaparición fue exitosa y le permitió desarrollar una intensa campaña que le llevaría a convertirse en matador de toros.

El 24 de diciembre de 1939, Lorenzo Garza, en presencia de David Liceaga, cede simbólicamente la lidia del primer toro de los de San Mateo corridos esa tarde, llamado Perdiguero. Confirmará ese doctorado en Madrid, en la plaza de Las Ventas el 30 de mayo de 1946, cuando lidiando cinco toros de Arturo Sánchez Cobaleda y uno de Julián Escudero, Pepe Luis Vázquez, con el testimonio de Pepín Martín Vázquez, le cede los trastos a Calesero.

Dentro de su dilatada carrera en los ruedos, Calesero encabezará el escalafón mexicano los años de 1958, 1959 y 1960 y se despidió de la Plaza México el 20 de febrero de 1966, tarde en la que alternó con Manuel Capetillo y Raúl García en la lidia de toros de Valparaíso. El último toro que mató vestido de luces en la plaza más grande del mundo fue Mañanero, del que se le otorgó una oreja. 

No obstante esa despedida, actuó en cinco festejos más, destacando el del 24 de julio de 1966, en Ciudad Juárez, mismo en el que dio la alternativa a su hijo Alfonso y el que Luis Ruiz Quiroz registra como celebrado el 2 de febrero de 1968, en Sombrerete, Zacatecas, alternando con Manolo Espinosa y Manolo Urrutia, corta cuatro orejas y un rabo a los toros de Torrecilla que le tocaron en suerte, siendo esta la última vez que vistió el terno de seda y alamares.

El Poeta del Toreo

Calesero siempre se distinguió por la calidad y la variedad de su toreo durante el primer tercio. Ejecutaba la verónica con gran pureza y aparte de sus creaciones, el farol invertido y la caleserina, era pródigo en la ejecución de una extensa variedad de suertes y de remates, como la larga cordobesa, que le valieron diversos calificativos encomiásticos, perdurando el que le impuso José Alameda, llamándole El Poeta del Toreo

Las Horas Doradas

Detalle de la placa colocada al exterior de la finca
Varias son las efemérides que se pueden recordar en la dilatada trayectoria de Calesero, como la del 15 de febrero de 1942, cuando en la plaza El Progreso, de Guadalajara, cortara las orejas y el rabo al toro Danzante de Rancho Seco; la del 19 de enero de 1946, en Orizaba, cuando actuando al lado de Fermín Rivera y Manolete, ante su brillante toreo de capa, el director de la banda de música le tocó el himno nacional, parando con sus huesos en la cárcel por semejante desacato; o la del 20 de abril de 1958, en El Toreo, ya en Cuatro Caminos, fecha en la que alternando con Manuel Capetillo y José Ramón Tirado, corta dos orejas a uno de los toros de Santacilia que le tocaron en suerte; o la del 18 de enero de 1959, cuando de nuevo en Guadalajara, se lleva las orejas y el rabo de Yuca de Tequiquiápan, actuación de la que Ignacio García Aceves, empresario de El Progreso dijera que de estar Calesero así todas las tardes, sería el dueño del Banco de México.

Pero la cota más alta de su andar por los ruedos del mundo la alcanzó Alfonso el de Triana el día 10 de enero de 1954, fecha de la reaparición de Fermín Espinosa Armillita en la Plaza México, completando la terna de esa tarde otro maestro, Jesús Córdoba, para lidiar toros zacatecanos de Jesús Cabrera. Carlos León tituló así su crónica para el diario Novedades: El Calesero saturó de arte la Plaza México; cortó una oreja, pero mereció el Premio Nóbel de la torería. En la manera epistolar que él acostumbraba, dedicada en este caso don Rodolfo Gaona, nos narra lo siguiente:
…¡Tarde completa y milagrosa, desde el quite al primer toro hasta la triunfal salida en hombros! Izado como un héroe sobre las cabezas de una multitud alucinada, se lo han llevado por las avenidas de la urbe, y para que este homenaje estuviera en consonancia con lo que El Calesero realizó, habría que traerlo en hombros durante todo el resto de la semana, hasta volver a depositarlo sobre la arena del circo monumental… ¡Qué alegría siente el aficionado cuando triunfan los auténticos artistas del toreo! Estoy seguro de que usted, si hubiera contemplado lo que en los tres tercios de la lidia realizó el diestro hidrocálido, habría sentido una gran emoción estética y, muy en lo íntimo, la satisfacción de ver resurgir a quien es capaz de seguir su escuela y continuar el dogma artístico que usted dejó como ejemplo de lo que debe ser el arte del toreo. Pues en esta tarde tan maravillosa que nos ha dado Alfonso Ramírez, no creo equivocarme al asegurar que usted hubiera sido el primero en decir: ¡Boca abajo todo el mundo, que ahí está uno de mis herederos!... He de confesarle, maestro, que hacía muchos pero muchos años que yo no sacaba el pañuelo en demanda de la oreja. Y hoy, ¡con qué alborozo me he unido al clamor popular, celebrando el renacimiento de un auténtico torero! La concesión del apéndice parecía poca cosa, pues para estos casos insólitos y ejemplares del bien torear, habría que ir pensando en inventar trofeos igualmente singulares. Pero, en esas dos vueltas al ruedo y en ese saludar desde los medios, se hará justicia a quien ha triunfado al fin en el ruedo de la metrópoli…
La partida de nacimiento de Calesero
Se pueden recordar también sus actuaciones en Maracay de 1956, cuando junto a Luis Miguel Dominguín y César Girón, Calesero corta las dos orejas al primero de los toros mexicanos de El Rocío, para salir a hombros; la que resultara su despedida de Caracas en 1957 con Curro Girón y Antonio Ordóñez, ante toros de Peñuelas; otra tarde en Guadalajara, de nuevo con toros de Tequisquiapan, el primer día de 1961, cuando mano a mano con Pepe Cáceres corta otro apéndice caudal, o su gran faena a Tarasco de San Mateo, también en El Progreso el 16 de diciembre de 1962, o las ocho orejas y un rabo de la despedida en Aguascalientes, el 13 de febrero de 1966. 

Después de que dejó de vestir de luces, Calesero actuó en un gran número de festivales benéficos. Uno de los que trascendieron, fue el organizado por Filiberto Mira y la cadena radiofónica SER organizaron en beneficio de las obras asistenciales de Radio Sevilla. Tuvo lugar el 18 de octubre de 1980 y actuaron en él Álvaro Domecq Romero, para enfrentarse a un novillo de Fermín Bohórquez y a pie, Calesero, Manolo Vázquez, Curro Romero, José María Manzanares, Tomás Campuzano y Manolo Tirado, para lidiar novillos de Juan Pedro Domecq, asunto del que ya me he ocupado en esta bitácora.

El día de mañana, dada su extensión, concluyo con estos apuntes.

domingo, 4 de mayo de 2014

Las alternativas en la plaza de toros Monumental Aguascalientes

La plaza de toros Monumental Aguascalientes cumple 40 años de haber sido inaugurada el 23 de noviembre de este año. Durante los próximos meses recordaré algunos de los fastos ocurridos en su redondel. El primero de ellos consiste en que el toro que se mató en lo que en esos días era la nueva plaza de toros Monumental, fue un toro de alternativa. Pasadas cuatro décadas, dieciocho son los toreros que han sido investidos como matadores de toros en su ruedo y once de ellos vieron la primera luz en esta Ciudad. 

Con esa base, pasemos pues a revisar esta parte de la historia nuestra plaza y recordemos que en su momento, las alternativas aquí reseñadas representaron el momento en el que se culminaron en todo o en parte, los sueños de esos once toreros que las recibieron.

La alternativa

Los aficionados a los toros hemos presenciado en varias oportunidades la ceremonia por la cual, el matador de toros con más antigüedad en el cartel, al iniciar el último tercio de la lidia, entrega a un novillero muleta y estoque, a cambio del capote de brega y tras de dirigirle unas palabras más o menos breves, sella la entrega de esos trastos con un abrazo a quien a partir de ese momento asciende en el escalafón taurino a la categoría de Matador de Toros. Históricamente no es posible precisar la fecha en la que se otorgó la primera alternativa y así lo señala don José María de Cossío:
...no se puede precisar la fecha en que esta ceremonia se hace con tal rito, pero, sin duda, el hecho de alternar se consideró, desde que se organiza el espectáculo, como alternativa, y el acto de ceder al toro es muy propio de la política y cortesía de los diestros, y aunque sin carácter de obligación debió de practicarse desde tiempos muy antiguos...
Esta situación a la que hace referencia Cossío, nos ilustra que previo al formalismo que reviste hoy al otorgamiento de una alternativa, había una serie de normas consuetudinarias, inveteradas, que revestían un cierto carácter gremial. Así, se iniciaba el aprendizaje como banderillero al lado del maestro, que tenía calidad de espada. Una vez que ese maestro estimaba que el aprendiz era apto para dar una lidia completa a los toros, éste le permitía matar alguno en forma ocasional, adquiriendo el aprendiz la categoría de media espada y al paso del tiempo, si sus aptitudes seguían creciendo, se convertiría en espada y así se iniciaría de nuevo el proceso de la enseñanza taurina, pues ese nuevo espada, se suponía que procedería de igual forma con sus banderilleros. 

La cuestión de la alternativa vendrá a cobrar importancia cuando para el año de 1864, El Chiclanero, apoyado en una cláusula de su contrato, pretende ser primer espada en las corridas del abono madrileño. Cúchares por su parte, aducía que por antigüedad le asistía ese derecho. Total que nadie se puso de acuerdo y al tocar a matar al primer toro que se lidió, compartiendo ellos cartel, los dos intentaron hundirle la espada. Cúchares al final fue el que lo logró, pero creo firmemente que es este el momento en el que se hizo necesario el adoptar una tradición que aparte de dar lucimiento al advenimiento de un nuevo matador de toros, permitiera tener una referencia temporal definida que permitiera establecer el orden de la actuación de los toreros.

Así pues, no debemos perder de vista que la alternativa de un torero, en si es un acontecimiento trascendente y como tal, merece un capítulo aparte en la historia de la fiesta y veremos que en la que ahora como grupo taurino organizado tratamos de bosquejar, no pueden quedar sin repaso las de Fermín Espinosa Armillita, Eduardo Liceaga, Jesús Salazar, Ricardo Sánchez, Luis Fernando Sánchez, Pedro Loredo, Roberto Fernández El Quitos, David Bonilla, Héctor de Granada, Jorge Mora, Fernando Ochoa, Javier Gutiérrez El Cachorro, Gerardo Gaya, Fabián Barba, Arturo Macías, Jairo Miguel, Mario Aguilar y Gerardo Adame toreros todos que iniciaron su camino como matadores de toros, en la plaza de toros Monumental Aguascalientes.

Los catecúmenos

Alternativa de Fermín Espinosa Armillita
23 de noviembre de 1974
Fermín Espinosa Armillita: Recibió la alternativa en la corrida inaugural de la plaza, el 23 de noviembre de 1974. Se la otorgó Manolo Martínez en presencia de Eloy Cavazos. El toro de la cesión fue Hidrocálido de Torrecilla. Confirmó su alternativa en la Plaza México el 4 de enero de 1976 de manos de Manuel Capetillo y actuaría como testigo Curro Rivera. El toro de la ceremonia se llamó Don Chón, de las dehesas del ingeniero Mariano Ramírez. Se despidió de los ruedos en la misma plaza de su alternativa el 3 de mayo de 2002 alternando con Eulalio López Zotoluco y Julián López El Juli. El último toro que mató vestido de luces fue Salmantino, de Los Encinos.

Eduardo Liceaga: En corrida nocturna celebrada el jueves 24 de abril de 1975, Mariano Ramos como padrino y Humberto Moro hijo como testigo le hacen matador de toros con toros de Tequisquiapan. Confirmó su sanmarqueña alternativa en la Capital el 25 de enero de 1976, de manos de Manuel Capetillo y llevando como testigo a Curro Rivera. Los trastos le fueron cedidos para que matara al toro Er Canti, de Cerro Viejo.

Jesus Salazar: Mariano Ramos, su compañero en las lides charras, en presencia del diestro colombiano Juan Gómez, le cede los trastos la tarde del 29 de abril de 1978. Ese día se lidió un encierro de Tequisquiapan del que destacó el tercer toro de la tarde, el número 378, nombrado Molinero, a mi juicio uno de los más bravos que se han lidiado en la historia de la plaza.

Jesús Salazar nunca confirmó su alternativa en la Capital de la República, aunque si actuó en la Plaza México como matador de toros el 29 de abril de ese 1990, en una corrida organizada por el Patronato Taurino del Distrito Federal, en la que, con la complicidad de la Asociación de Matadores, a Jesús y a otros ocho toreros, se les negó el derecho a esa confirmación, so pretexto de que tanta ceremonia restaría seriedad a esa plaza. Esa tarde lidio al toro Chorchero de Manuel de Haro.

Ricardo Sánchez: Es el 1º de mayo de 1982 que Manolo Martínez concedería la última alternativa de su primera etapa en los ruedos, llevando como testigo Manolo Arruza. Los toros para la ocasión fueron de la ganadería de Los Martínez. Ricardo confirmó su alternativa en la Plaza México el 17 de junio de 1983, cuando Mariano Ramos le cediera los trastos para despenar a Flamenco de Manuel Labastida, ante el testimonio del hispano Antonio Sánchez Cáceres. Se despidió de los ruedos el 28 de abril de 1996 en la misma plaza Monumental, siendo el último toro de su carrera, Ingeniero de Real de Saltillo, al que cortó las dos orejas.

Luis Fernando Sánchez: Asciende a matador de toros el día de San Marcos de 1983. Le apadrinó Antonio Lomelín, ante el testimonio de Miguel Espinosa Armillita Chico y el toro de la ceremonia fue Veintiuno, número 241, de Begoña. Confirmó su alternativa el 3 de febrero de 1995, cuando en la Plaza México, Curro Rivera le cediera los trastos para finiquitar a Apóstol de Reyes Huerta, ante Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea. Se despidió de los ruedos en la plaza de su alternativa el día 3 de mayo de 2003, cortándole las orejas al último toro que mató vestido de luces de la ganadería de De Santiago.

Pedro Loredo: Logró la alternativa en la Monumental el 7 de mayo de 1983, actuando como padrino Curro Rivera y como testigo Ricardo Sánchez, siendo los toros de Torrecilla.

Roberto Fernández El Quitos: El 22 de abril de 1986, José Antonio Campuzano, en presencia de Jorge Gutiérrez le cedió los trastos para dar muerte al toro número 22, con 482 kilos de peso, nombrado como Caramelo del hierro de La Paz. Confirma su alternativa en la Capital el 5 de febrero de 1993, de manos de Alejandro del Olivar y llevando a Germán Garza como testigo, con el preludio ecuestre de José Antonio Hernández Andrés, siendo los toros anunciados para lidiarse de Jorge de Haro. El toro de la confirmación fue Quitamoños.

David Bonilla: Su alternativa fue el día 16 de noviembre de 1983, actuando como padrino Manolo Arruza y como testigo Ricardo Sánchez, correspondiendo a la terna enfrentarse a un encierro de Torrecilla. El toro de la ceremonia se llamó Recuerdo, marcado con el número 54 y con 450 kilos de peso. David Bonilla se despidió de los ruedos en un festival celebrado en la plaza de toros San Marcos el 19 de octubre de 2008.

Héctor De Granada: El 24 de abril de 1988 el reaparecido Manolo Martínez, en presencia de Miguel Espinosa Armillita Chico, le cedería al primero de los de Begoña que se lidiaron esa tarde, llamado Doble A. Cabe señalar, que es la de Héctor de Granada, la primera alternativa televisada en directo desde la Monumental. Confirma en la Plaza México el 11 de marzo de 1990, de manos de Paco Doddoli y llevando como testigos a Pepe Murillo y a Arturo Díaz El Coyo, quien confirmó también en esa fecha. El toro de la ceremonia fue de Valparaíso y se llamó Duende

Exterior de la plaza. Monumento a
Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes
Jorge Mora: Su alternativa tuvo lugar el 24 de abril de 1995, siendo otorgada por Eloy Cavazos en presencia de David Silveti. El toro de la ceremonia fue Debutante, de De Santiago, número 29 y con 504 kilos de peso. La confirmó en la Plaza México el 23 de abril del año 2000 con el toro Profeta de San Manuel, siendo su padrino Alfredo Ferriño y llevando como testigo a Víctor Santos. Jorge Mora se despidió de los ruedos el 28 de noviembre de 2013 en el marco de un festival taurino celebrado en la plaza de toros San Marcos.

Fernando Ochoa: Su alternativa se programó inicialmente para el 25 de diciembre de 1995, pero el clima obligó a posponerla para el 7 de enero de 1996, siendo su padrino Miguel Espinosa Armillita Chico y atestiguando Javier Conde. El toro de la cesión fue Asturiano, de la Viuda de Emilio Fernández. Confirmó su alternativa en la capital mexicana el 4 de febrero de 1996, cuando entró a sustituir a Eloy Cavazos en un cartel que completaron Miguel Espinosa Armillita Chico y José Miguel Arroyo Joselito, siendo el toro de la ceremonia Amor Grande. Fue el primer torero alternativado en la Monumental en torear en ruedos europeos y se cortó el simbólico añadido ayer 3 de mayo de 2014 en Juriquilla, Querétaro. El último toro que mató fue Golondrín, número 62, de Fernando de la Mora, de regalo, al que cortó las dos orejas.

Javier Gutiérrez El Cachorro: Recibió la alternativa el 27 de noviembre de 1999, en la corrida con la que se celebraba el XXV Aniversario de la plaza Monumental. Su padrino fue Julián López El Juli, que por primera vez oficiaba como padrino y como testigo actuó Jerónimo. El toro de la ceremonia fue Garambullo de Xajay, número 652 y con 495 kilos de peso. Una inoportuna cornada recibida el 15 de abril de 2001 en Ciudad Juárez, que le causó una seria lesión en la columna vertebral y al parecer, le quitó de torero. 

Gerardo Gaya: Recibe la alternativa el 27 de abril de 2000. Su padrino fue Eulalio López Zotoluco y ofició como testigo El Juli, correspondiendo a la terna un encierro potosino de De Santiago. El primero de la tarde se llamó Idealista, herrado con el número 101 y anunciado como de 480 kilos de peso. Hasta donde tengo conocimiento, después de esta tarde Gerardo Gaya no volvió a vestir el terno de luces como matador de toros.

Fabián Barba: Recibe la alternativa el día 26 de abril de 2003, de manos de José María Luévano, quien en presencia de Ignacio Garibay le cede al toro Aprendiz, cárdeno carbonero, número 374, con 518 kilos de peso, de José María Arturo Huerta, en tarde, en la que actuara también el rejoneador Fermín Bohórquez. Confirma su doctorado en la Plaza México el 30 de noviembre de 2003, apadrinándole Jorge Gutiérrez y atestiguando la ceremonia el albaceteño Manuel Caballero, recibiendo los trastos para finiquitar al toro Lindos Ojos, de 482 kilos de peso, también de José María Arturo Huerta.

Arturo Macías: El 7 de mayo de 2005, José Luis Angelino, en presencia de Israel Téllez y Pedro Gutiérrez Lorenzo El Capea, le hace matador de toros, cediéndole al toro Cortijero número 553, de 481 kilos, de Xajay. Confirma en la México el 21 de mayo de 2006 con el toro Cordobón, de Barralva, de 529 kilos, siendo su padrino Leonardo Benítez y fungiendo como testigo el también confirmante Guillermo Martínez. Es el primer diestro alternativado en la Monumental en confirmar en la plaza de Las Ventas en Madrid, lo que hizo el 11 de mayo de 2010, cuando Miguel Abellán, en presencia de César Jiménez le cedió al toro Juntaollas de Martelilla.

Jairo Miguel: Recibe la alternativa el 3 de mayo de ese 2008 de manos de Eloy Cavazos, con el testimonio de Eulalio López Zotoluco. El toro de la ceremonia se llamó Talismán, número 519, con 479 kilos de peso y como los demás de la tarde, fue de la ganadería queretana de Bernaldo de Quirós. Confirmó su alternativa en Las Ventas el 9 de junio de 2011,  con el toro Aguilucho de Antonio Bañuelos, le apadrinó Víctor Puerto y fungió como testigo Pedro Gutiérrez Lorenzo El Capea.

Monumento a Miguel Espinosa Armillita Chico
Mario Aguilar: Recibe la alternativa el 1º de noviembre de 2009, siendo su padrino Sebastián Castella y fungiendo como testigo Joselito Adame. El toro de la ceremonia se llamó Cafetero de Bernaldo de Quirós. Confirmó en la Plaza México el 31 de enero de 2010 con el toro Tamarindo, también de Bernaldo de Quirós. Le apadrinó Julián López El Juli y fungió como testigo Arturo Macías.

Gerardo Adame: El 29 de abril de 2011 es investido como matador de toros por Miguel Ángel Perera, quien en presencia de Arturo Macías le cede al toro Vuela Alto de Teófilo Gómez.

A manera de conclusión

La historia de nuestra Monumental se seguirá escribiendo. Esperemos que se sigan otorgando en su redondel la alternativa a toreros que ocupen siempre un sitio de privilegio en la fiesta.

Aldeanos