Mostrando entradas con la etiqueta Manolete. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Manolete. Mostrar todas las entradas

viernes, 28 de agosto de 2009

Manolete en México, a 64 años vista (I)

Aclaración pertinente: Este trabajo ya lo había publicado en otro tiempo y en otro lugar. No obstante, creo que vale su relectura, por los hechos que revisa, sobre todo la manera y la circunstancia en la que se concretó la llegada del Monstruo de Córdoba a México y que permitió que, a diferencia de Joselito, nuestra afición conociera a una de las grandes cumbres del toreo del Siglo XX.

El boicot del miedo

En 1936 quedaron interrumpidas las relaciones taurinas entre España y México. Fue lo que Juan Belmonte definiera com el boicot del miedo lo que dejara a los públicos de aquí y de allá sin ver a los representantes de la torería de dos países en los ruedos de unos y otros. Ese hecho instigado en buena medida por Marcial Lalanda y Victoriano de la Serna como cabezas notables, tuvo como caldo de cultivo el hecho de que el Maestro Armillita era el torero que dominaba el panorama taurino en el mundo, al ser el torero más solicitado para confeccionar carteles en todas las plazas, tanto, que se afirmaba que ese año del 36 tenía cien corridas firmadas en plazas españolas, una cifra que solo alcanzó en su día el nombrado Pasmo de Triana.

Don Humberto Ruiz Quiroz refiere también como antecedente del boicot el hecho de que tras de una serie de litigios y de controversias, tanto por la tenencia de la plaza de toros El Toreo, como por el destino de los recursos generados por la fiesta, se promulgó un decreto en el que se establecía la normativa en el sentido de que solamente podían ofrecer toros en el Distrito Federal la Beneficencia Pública o empresas con capital mexicano al cien por cien, concesionadas por ésta. Ese decreto gubernativo implicó la salida de la empresa que hasta ese momento manejaba la plaza de la colonia Condesa de Domingo González Mateos, Dominguín¸ quien era el socio más destacado de la entidad que manejaba los destinos del principal escenario taurino de la capital de la República.

Así pues, la imposibilidad de que empresarios hispanos se hicieran cargo de dar toros en la Ciudad de México y la supremacía de un torero mexicano en los ruedos españoles fue el caldo de cultivo que generó la imposibilidad de que los mexicanos actuaran en España y los españoles en México, hecho que produjo, en la óptica del nombrado don Humberto Ruiz Quiroz, la independencia taurina de México, pues por primera vez en mucho tiempo, la fiesta de los toros tendría que subsistir con elementos puramente nacionales.

Por otra parte, en ese mismo 1936 estalló la Guerra Civil Española, que paralizó prácticamente las cosas de los toros, ocasionó la pérdida de una importante porción de la cabaña brava y la muerte de importantes criadores de toros. Igualmente varios toreros resultaron heridos o perdieron la vida en combate y la formación de aquellos que deberían de tomar la estafeta para llevar adelante la fiesta quedó en suspenso y no se reanudaría sino hasta tres años después en condiciones muy precarias, pero abriendo paso a uno de los más grandes toreros de la historia; Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, en los ruedos Manolete.

La situación en México

El regreso de Armillita, El Soldado, Luciano Contreras, Silverio y otros muchos toreros que buscaban en España construir carreras taurinas sólidas, abrió la posibilidad de desarrollar en México temporadas más extensas a diferencia de la española, gracias a la benignidad del clima, que permitiría cubrir un territorio muchas veces más extenso sin tener que suspender la actividad por el invierno, que en la península suele ser crudo en muchas regiones.

También, para enriquecer la cartelería, se promocionaron prospectos que cuajaron en interesantes realidades, como Calesero, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Luis Procuna y Fermín Rivera, que serían quienes entrarían en competencia con Armillita, Alberto Balderas El Torero de México, Lorenzo Garza, El Soldado y Jesús Solórzano como cabezas principales de una torería que llevaría sobre sus hombros el peso total de una fiesta que en esos tiempos tendría que avenirse con lo que hubiera en casa.


Las cosas comenzaron a darse de una manera importante, Benjamín Padilla, que fue quien se hizo cargo de las cosas de El Toreo a la salida de Dominguín, abre con una serie de fastos, entre ellos la faena de El Torero de México al toro Capa Rota de Piedras Negras, la inmortal obra del maestro Fermín con Pardito de don Antonio Llaguno, la de Lorenzo El Magnífico con Tortolito de Torrecilla y para no quedarse atrás, también se inscribió en el cuadro de honor el torero de Mixcoac, Luis Castro El Soldado, al inmortalizar a Pajarito de San Mateo. Es decir, la presencia de las figuras hispanas ni se extrañó en ese momento, pues los diestros nacionales colmaron las expectativas de la afición y dejaron patente, nada más iniciada la situación, que podían con el paquete, cuestión que se puso en duda al inicio de la problemática.

Entretanto, la promoción de nuevos valores no se dejó de lado y surgían jóvenes interesantes, como Manuel Gutiérrez Espartero, Juan Estrada, Carlos Vera Cañitas, Antonio Velázquez, Ricardo Torres, Ricardo Balderas, Luis Briones y su hermano Félix y Eduardo Liceaga, que animan las novilladas y llegan casi todos a la alternativa prometiendo una transición sin sobresaltos en el momento de que el relevo se haga necesario.

El tórrido verano del 43

En el verano de 1943 la Unión Mexicana de Matadores envía a España una curiosa embajada. Luis Briones acude en la parte álgida de la temporada ultramarina, en carácter diríamos, de plenipotenciario, a tratar de negociar un reencuentro entre las torerías de aquí y de allá. Ya sucedidos los hechos, resulta evidente que detrás de la actividad de Luis de Seda y Oro se encontraba el gerente de la empresa Espectáculos El Toreo S.A., Antonio Algara, quien seis años después de iniciadas las hostilidades entre ambos bandos de toreros, apreciaba la necesidad de implantar algunos cambios de fondo en la oferta de festejos taurinos en la capital y en la República entera.

En las publicaciones especializadas, principalmente en La Lidia, esa actitud de la Unión fue acremente censurada, columnistas como don Flavio Zavala Millet, que firmaba con el pseudónimo de Paco Puyazo, el hidrocálido don Luis de la Torre El-Hombre-Que-No-Cree-En-Nada y el politólogo e historiador Roberto Blanco Moheno fustigaron a Briones y a quienes lo enviaron a negociar la paz, por considerar que traicionaban un movimiento que podía generar una total independencia de la fiesta de toros en México.

Por otra parte, diversas voces del exilio español se alzaron en contra de la intentona que tras bambalinas patrocinaba Algara, pues decían, Lalanda y Domingo Ortega eran falangistas y esa era la razón de fondo por la cual pretendían mantener el estado de cosas que permanecía en ese momento, habida cuenta de que el Gobierno de México había dado un lugar en el cual rehacer sus vidas a muchos españoles que en su tierra fueron perseguidos por sus ideas políticas.

Así pues, se daban los primeros pasos para allanar las cosas y permitir que México pudiera conocer al torero que estaba conmocionando a la afición española: Manolete.

El arreglo

Las gestiones de la dupla BrionesAlgara rindieron algún fruto, porque a principios de 1944 la agencia de noticias Associated Press, dio a conocer una información, fechada en Madrid el 14 de enero, en la cual se comunica que los Ministerios de Estado y del Trabajo autorizaban a los empresarios españoles a contratar toreros mexicanos libremente, con la única restricción de que el Sindicato Nacional del Espectáculo debería de aprobar los contratos.

El comité que en España participó en la revocación de las medidas gubernativas generadas por el boicot del miedo, se integró por los empresarios Eduardo Pagés, Pedro Balañá y Carlos Gómez de Velasco; los matadores de toros Domingo Ortega, Manuel Jiménez Chicuelo y Joaquín Rodríguez Cagancho; el periodista Ricardo García López K – Hito, los picadores Díaz y Barajas y los banderilleros Morales y Pinturas.

Tres días después Antonio Algara recibe un cablegrama firmado por Manolete, Juan Belmonte Campoy, Pedro Barrera, Manuel Álvarez Andaluz, Rafael Ortega Gallito, Emiliano de la Casa Morenito de Talavera, Cagancho y Chicuelo, en el que comunican su deseo de que los toreros mexicanos que vayan a España no firmen contratos de exclusiva, según reza el texto del cable, para mejor armonía.

Como se ve, el arreglo se entrampó apenas anunciado. Y la temporada 44 – 45 peligraba, porque los toreros que tenían que tomar la estafeta simplemente no daban el paso adelante. Juan Estrada se perdía en un mar de mediocridad. Espartero no aprovechaba el padrinazgo de Garza, Cañitas seguía siendo una buena cabeza de las corridas económicas, pero hasta allí. Ricardo Torres gozó de la incomprensión de empresas y públicos. Gregorio García prefirió derrochar en las arenas de Eros el valor que debió echarle a los toros, según decía don Arturo Muñoz La Chicha y faltaba todavía algún rato para que el sol le saliera de noche a Antonio Corazón de León.

Algo tenía que hacerse y es así que Antonio Algara se dirige de nueva cuenta a la antigua Iberia, a desfacer los entuertos que quedaban pendientes tras de su visita anterior, cosa que consigue el día 11 de julio de 1944, dejando como principal condición que torero español o mexicano que pretenda actuar en México o España, deberá llevar firmados cuando menos tres contratos, mínimo que entiendo perdura hasta nuestros días.

Corresponderá a Carlos Arruza, que buscaba hacer campaña en Francia y Portugal, el poner en marcha el nuevo estado de cosas y así, se presenta en la plaza de Las Ventas de Madrid exactamente una semana después de suscrito el nuevo convenio, para confirmar su alternativa de manos de Antonio Mejías Bienvenida y llevando como testigo a Morenito de Talavera, el toro de la ceremonia se llamó Avilés, de don Vicente Muriel, como todos los lidiados esa histórica tarde, tanto por lo que representa para la historia común del toreo de ambos pueblos, como para la particular del Ciclón Mexicano, que de esa tarde partió a convertirse en una de las más grandes figuras de la historia del toreo mundial.

Pero la temporada mexicana se vislumbraba nebulosa. Lorenzo Garza había anunciado otra vez que se iba y prometía a los cuatro vientos que no volvería a vestir un terno de luces. En una entrevista publicada en La Lidia, afirmaba incluso que había obsequiado todos sus avíos y vestidos de torear y que lo último que le quedaba, que eran unas camisas, se las regalaría a Heriberto Rodríguez hijo, que comenzaba sus pasos como novillero. La historia nos cuenta que a los pocos meses de hacer esos públicos juramentos, volvió para escribir algunas páginas gloriosas de una carrera en los ruedos que se prolongó casi dos décadas más.

Silverio Pérez mantuvo esa regular y enigmática irregularidad que le caracterizó toda su trayectoria en los ruedos. Cuando la confluencia de las circunstancias era la adecuada, el Faraón era insuperable, tanto así que se metió en el ánimo de la afición del mundo, aún sin haber sido visto en muchos lugares. Su leyenda fue suficiente y eso, en el caso de un torero es bastante para trascender. El problema en este caso, es que desde el punto de vista del empresario, no se puede sostener una temporada con un artista de esta clase.

Balderas había dejado la vida en las astas de Cobijero, Solórzano acusaba ya el castigo de los toros y la necesidad de atender otras cuestiones ajenas a los ruedos, El Soldado sufría los embates tanto de las cornadas que dan los toros, como las que dejan las lides nocturnas, por las que sentía una gran afición y si a eso le sumamos, como decíamos arriba, que los que debieron tomar la estafeta, apuntaron, pero por alguna razón, no pudieron o no se atrevieron a disparar, la temporada 44 – 45 en la capital de la República se planteaba complicada para Antonio Algara.

A todo esto había que sumar otro hecho trascendente, el 19 de noviembre de 1944, en San Luis Potosí, el toro Despertador de Zotoluca, infirió al Maestro Armillita una cornada calificada de grave, que lo sacó de circulación por un buen lapso de tiempo, hecho que vino a poner en mayores aprietos la organización del serial taurino más importante del país, de organizarse solamente con lo que se tenía en casa.


Esas fueron las razones por las cuales Tono Algara movilizó lo necesario para sacar adelante la reanudación de las relaciones taurinas entre España y México y para actuar en reciprocidad a lo iniciado con la presentación de Arruza en Madrid en la Corrida de la Concordia y a la campaña que Cañitas entre otros armó por aquellos pagos, contrató para reforzar el elenco a Cagancho, Gitanillo de Triana, Pepe Luis Vázquez, Rafael Ortega Gallito y Antonio Mejías Bienvenida. No obstante la intención, se siguió criticando al empresario por importar toreros en lugar de hacerlos.

La versión mexicana de la Corrida de la Concordia se celebró en El Toreo el 3 de diciembre de 1944 y alternaron en ella Cagancho, Carlos Arruza y Luis Briones. Guillermo Ernesto Padilla afirma que los toros fueron de La Laguna y Carlos Septién García dice que fueron de Rancho Seco, tlaxcaltecas al fin. El primero de la tarde, para el gitano Joaquín Rodríguez se llamó Jazmín y curiosamente representó el retomar un camino que se había dejado de andar algo más de ocho años antes, pues en febrero de 1936, fue precisamente el trianero el último torero español que actuara en México antes de la ruptura.

La intención final del arreglo era la de traer a Manolete, pero dado lo avanzado de la campaña española cuando éste se logró, no fue posible ajustarlo para venir a México, por esa razón, se tuvo que esperar hasta la temporada siguiente, en la que Manuel Rodríguez Sánchez, traería su conmoción en persona, al medio taurino mexicano.

miércoles, 20 de mayo de 2009

20 de mayo: 43º Aniversario luctuoso de Carlos Arruza


Por sus hechos les conoceréis, dice un viejo aforismo. Hoy se cumplen 43 años de la muerte de Carlos Arruza, El Ciclón Mexicano, que después de muchos años de jugarse la vida delante de los toros, pereció en un accidente automovilístico. Muchos asuntos – que rayan en el lugar común – pueden tratarse a propósito de la efeméride, pero hoy me surge uno, que deriva de la manera en la que la existencia de las personas se entrevera y que espero resulte de su interés.

Este año se cumplen 70 de la alternativa de Manolete y hace apenas unos días, falleció Manuel Capetillo, torero y hombre con el que Arruza tuvo muchas cosas en común. Una arista de su vida taurina en la que confluyeron estas tres leyendas del toreo, tuvo verificativo el domingo 21 de octubre de 1951 en la Plaza de los Tejares en Córdoba, cuando tuvo verificativo una gran corrida de toros organizada por el Ciclón para recaudar fondos para la construcción de un monumento en honor de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez en su ciudad natal y uno de los alternantes, junto con Arruza, sería precisamente el llamado Mejor Muletero del Mundo.

José Luis Sánchez Garrido, periodista conocido universalmente como José Luis de Córdoba había iniciado una campaña para lograr la erección del monumento que honrara la memoria de El Monstruo, pero a casi cuatro años de su deceso, la idea parecía perder fuerza. Es allí cuando Carlos Arruza, torero con el que Manolete formó una extraordinaria pareja en los ruedos, interviene para ver la manera de sacar adelante la idea y concluir de una vez el proyecto.

Arruza propone la organización de una corrida de toros singular, una corrida monstruo, en la que toreros de México y de España se unan para lograr el propósito, tal y como lo contó Rafael Soria Molina, Rafaelito Lagartijo, sobrino del homenajeado y parte del cartel a don Filiberto Mira:

Él – con su apoderado Andrés Gago, al que también estamos muy agradecidos los familiares de Manolete – organizó la llamada ‘Corrida Monstruo’, que se celebró aquí en Córdoba a final de la temporada de 1951. Fue deseo de Carlos que el monumento fuera hecho con el homenaje de toreros mejicanos y españoles.

Se lidiaron once toros de distintas ganaderías que matamos: Gitanillo, Arruza, Parrita, Martorell, Calerito, Aparicio, Capetillo, Jorge Medina (que sustituyó a Silveti), Anselmo Liceaga, el Duque de Pinohermoso y yo…


Tras de sufrir un percance en Jerez a mediados de septiembre de ese año, Arruza da por terminada su campaña a excepción de ese festejo, como lo refleja la información de la agencia Cifra, publicada en el diario barcelonés La Vanguardia del 20 de septiembre de 1951:

El diestro mejicano Carlos Arruza ha pasado la noche bastante tranquilo y con intensos dolores, a consecuencia de la cogida en Jerez… Arruza ha decidido no torear más en España en esta temporada, a excepción de la corrida que él organiza para aumentar los fondos de la subscripción pro monumento a «Manolete».

En esta corrida actuarán cuatro diestros españoles y otros cuatro mejicanos e intervendrán asimismo los rejoneadores Domecq y duque de Pinohermoso. Parece que se celebrará en Córdoba o Sevilla.



Como ya lo decía, la corrida se celebró el Córdoba y el cartel se integró de la siguiente manera: toros – por su orden – de Duque de Pinohermoso – para rejones –, José de la Cova, Felipe Bartolomé, Galache, Sánchez Cobaleda, Alipio Pérez Tabernero, Clairac, Conde de la Corte, Marceliano Rodríguez, Juan Belmonte y Carlos Arruza para el rejoneador Duque de Pinohermoso y los diestros Gitanillo de Triana, Carlos Arruza, Parrita, Manuel Capetillo, José María Martorell, Jorge Medina – sustituyó a Juan Silveti –, Calerito, Julio Aparicio, Anselmo Liceaga y Rafael Soria Molina Rafaelito Lagartijo.

La crónica publicada en La Vanguardia de Barcelona el día 24 de octubre de 1951 dice del festejo:

Presidió el alcalde de Córdoba, don Alfonso Cruz Conde, asesorado por el ex rejoneador don Álvaro Domecq y por el ex diestro «Machaquito». La plaza estaba adornada con banderas españolas y americanas y guirnaldas.

Empezó con el desfile de las presidentas que ocupaban coches enjaezados a la andaluza. Detrás de los alguacilillos hizo el paseo el duque de Pinohermoso y diez matadores con sus respectivas cuadrillas, caso insólito en la historia taurina.

Todos fueron acogidos con calurosas ovaciones. Las cuadrillas, con montera en mano, se situaran frente a la presidencia, y el académico, Federico García Sanchis, hizo un brindis, con palabras líricas, recordando la memoria de «Manolete» y diciendo que al conjuro de su nombre se había llenado la plaza...


Al final de la corrida, Gitanillo y Martorell habían cortado una oreja, Arruza, Parrita, Capetillo, Calerito y Aparicio, las orejas y el rabo de su respectivo toro y Liceaga, Medina y Rafaelito Lagartijo, así como el Duque de Pinohermoso que descordó a su toro, fueron ovacionados. Los momentos más emotivos de la tarde se produjeron aún así, tras la lidia del octavo, cuando Julio Aparicio sacó a dar la vuelta al ruedo a todos los alternantes y a los subalternos que desinteresadamente actuaron en ese festejo y que en tono de apoteosis recorrieron la circunferencia.

El segundo gran momento se produjo cuando Rafaelito Lagartijo brindó el undécimo de la tarde a Carlos Arruza, que recibió en ese momento la ovación más grande de la sesión, en reconocimiento a su labor de conjunción de esfuerzos y voluntades para lograr la erección del monumento que hoy está en la Plaza de los Condes de Priego, frente a la Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas. Concluido el festejo, fue Arruza el que salió en hombros de la plaza, para cerrar el círculo del reconocimiento.

Es así como creo que vale recordar a Carlos Arruza, por sus realizaciones y esta gran corrida y el monumento que le viene como resultado, es una de las importantes en su trayectoria.

sábado, 11 de abril de 2009

Peñuelas. Una ganadería de Aguascalientes (Anexo gráfico)



Esta es la casa grande de la Hacienda de Peñuelas, asiento de la ganadería que lleva el mismo nombre.





De acuerdo con don Francisco Madrazo Solórzano, esta imagen corresponde al toro Terciopelo, de los herederos de don Vicente Martínez




Los toros de Peñuelas fueron parte de carteles históricos en la Plaza de San Marcos.




Gallareto, uno de los sementales que llegaron de San Nicolás Peralta en 1928




La mitad del Siglo XX fue también una cita importante para los toros de Peñuelas




El 5 de febrero de 1947 fue quizás la cumbre de la historia ganadera de Peñuelas, sin estar anunciada siquiera.

sábado, 7 de febrero de 2009

Manolete en Aguascalientes: Nihil Novum…


En el post relativo al aniversario de la Plaza México, les contaba que el 5 de febrero tiene algunas otras cuestiones para recordar en lo taurino. En el caso de Aguascalientes, se cumplieron 62 años de la única presentación del Monstruo de Córdoba en la hoy centenaria Plaza de Toros San Marcos, en lo que constituyó su penúltima actuación en América, pues cuatro días después toreó en la Mérida mexicana y regresó a España para allí, encontrarse con su destino.

Di algunas vueltas para buscar la forma de comentar este hecho histórico, pero al final de cuentas concluí en que la versión más fiel de los hechos, la podría dar una crónica de la época. Así pues, transcribo íntegra la que escribiera Ramón Morales Padilla para el semanario La Lidia de México, misma que apareció en su número 219, correspondiente al 14 de febrero de 1947. Los resaltados son míos y demuestran que en una importante medida, no hay nada nuevo bajo el sol en estas cuestiones de las relaciones taurinas hispano – mexicanas.

Corrida triunfal en Aguascalientes

Aguascalientes, Ags., a 6 de febrero de 1947. – (Exclusivo para La Lidia de México). – Gran interés despertó en esta ciudad entre los aficionados la corrida efectuada ayer tarde, en la que alternaron El Monstruo de Córdoba, Manuel Rodríguez Manolete, Luis Procuna y Chicuelín, lidiando toros de Peñuelas, que vinieron a sustituir a los de Pastejé, en vista de que no se dio el permiso para que los toros salieran de sus dehesas hasta la plaza, evitando así el contagio de la epizootia.

Quince días antes que fuera anunciada esta corrida, los boletos se comenzaron a vender en gran escala y si la plaza no se llenó completamente como era de esperarse, se debió a que muchos aficionados no habían adquirido su boleto con anterioridad, y dado que también los toros no se pusieron a la vista del público sino hasta el día del festejo, no siendo de la procedencia anunciada.

¿Sabía Usted que la aftosa hizo un bien?

Aquellos que no quedaron conformes con el cambio de los toros, imaginándose que se les iba a engañar, a estas horas estarán contrariados, porque los toros de Peñuelas fueron la base para que viéramos una gran tarde de toros. Don Miguel Dosamantes Rul, propietario de la ganadería envió un lote terciado pero de mucha bravura y nobleza, que permitió el lucimiento de los alternantes. De los seis toros corridos, cuatro hicieron la pelea del verdadero toro de casta, yéndose siempre los toros para arriba, a los cuales Procuna cortó oreja y rabo del segundo y quinto; Chicuelín obtuvo iguales apéndices en el sexto y Manolete hizo una gran faena, pero no tuvo suerte con el pincho y se le fueron las orejas.

El primero llegó aplomado al último tercio pero sin presentar dificultad ninguna y el tercero se aquerenció al último. Pudiéramos asegurar que si se hubieran lidiado las reses de Pastejé, no se habría dado una corrida tan buena tanto para los toreros como para el público. Bendita sea la fiebre aftosa. ¿O no?

Orejas y rabo a Procuna

El berrendito Luis Procuna nos ha dado la impresión de poder más con el toro más valiente y más artista. Con el capote y sobre todo, al torear a la verónica, no se acomoda y lo hace de muy fea manera; en los quites está más variado y se ve adelantado. Pero con la muleta cambia totalmente. Aquel toreo que hacía en épocas pasadas, forzando demasiado el cuerpo, parece haberlo olvidado. ¡El torero se hace toreando!

Desde que el chico partió plaza la gente le hizo saludar desde el tercio al terminar el paseo: (¿Para hacer que Manolete apretara?) y estuvo animándolo para que nos diera una buena tarde como lo hizo.

En el primer toro cuando libró al picador, Procuna hizo un gran quite por chicuelinas, llevándose las primeras palmas.

A su primer toro lo lanceó de fea manera. En los quites se animó tantito, pero con la muleta prodigó algo serio. Después de echar la muleta por abajo en algunas ocasiones, se estiró para dar una serie de muletazos altos girando en la embestida. Vinieron los derechazos, manoletinas, procunesas, pasándose a un milímetro los pitones de la res. Cuando los espectadores aplaudían a rabiar, se fue tras la espada, sepultándola en todo lo alto y que bastó para que el bravo de Peñuelas cayera patas arriba. La oreja y el rabo, dos vueltas al ruedo y ovaciones a Dios dar.

Pero si la faena del primer toro entusiasmó mucho al público, la del quinto toro los volvió locos. Sus mismas deficiencias con el capote, pero después con la muleta, vimos el toreo bueno, sin trampas. ¡Qué bien toreó! El principio de esta faena fue como la del primero. Muy quieto citó Luis de largo para instrumentar unos pases altos, con la particularidad de la casa. Derechazos, naturales, lasernistas, manoletinas, procunesas y pases de adorno, rematando todos ellos. Con el ruedo tapizado de sombreros, Procuna se volcó en el morrillo del bravo animal, volviendo a tirar patas arriba al de Peñuelas. Nuevamente se le concedieron la oreja y el rabo; dio tres vueltas al ruedo, acompañado en una de ellas de Calesero, representante del ganadero.

¡Juventud, valor, clase, personalidad y todo lo que hay que tener para ser figura del toreo lo tiene LUIS PROCUNA!

También en Jalisco hace aire y fresco

Pero en el cartel figuraba además de Procuna y Manolete, otro matador de toros muy bravo y con mucha enjundia. Casta de torero tiene Manuel Jiménez Chicuelín, que si no tiene un lugar de figura entre los primates por el momento, aseguramos que si sigue por esa ruta, muy pronto lo tendrá.

Manolo no había tenido suerte en su primero y hasta se tardó para matarlo. Cuando el toro cayó por fin, el público le premió con algunas palmas. En los toros de sus alternantes había hecho varios quites muy valientes y muy artísticos; pero Procuna había estado enorme y Manolete había toreado estupendamente bien. ¿Qué decisión tomaría Chicuelín para salir adelante? Valor, toreo bueno y otras cosas. A Jiménez se le había puesto la cosa muy dura y pudo salir avante y es cuando se premia más un esfuerzo de esa magnitud.

Al sexto toro lo recibió con una serie de verónicas con los pies juntos, pasándose al toro por los adornos del traje. En los quites Chicuelín hizo el lance creado por su homónimo, volteando la cara a los tendidos. Remató guapamente y las ovaciones, que en esta vez fueron continuas, volvieron a ensordecer el coso.

Inició la última faena de la tarde con tres pases de rodillas. Ya de pie, toreó por derechazos, naturales, un gran pase de pecho. Manoletinas con la vista fija en los tendidos y en fin, desplantes suicidas. Un pinchazo en lo duro y una estocada en la que Manolo salió rebotado de la suerte, dieron fin al festejo. Los pañuelos volvieron a salir rebosantes por enésima vez para pedir las orejas y el rabo para este diestro, que el público sacó en hombros hasta el hotel.

Sí, en San Juan hace aire, pero en Jalisco también lo hay, y muy perfumado.

Manolete, muy buen torero

Hemos dejado al último al torero cordobés cometiendo una arbitrariedad. Pero hay que juzgarlo a la manera que lo vimos.

No cabe duda que el nombre de MANOLETE en el cartel es garantía para la empresa que lo contrata. En Aguascalientes no se había visto nunca que se apartaran boletos con anticipación. Esta vez lo hubo y en qué forma. A Manolete fuimos a ver todos, parece que su nombre tuviera arte de magia; pero si no de magia, sí de arte de torear con mucha grandeza.

La nueva escuela trazada por este señor, trae a la fiesta un alarde más de tragedia, pero para el torero, una forma más sencilla de torear. Así lo creímos.

En su primer toro no pudo redondear una faena de las más grandes pero sí un alarde de torerismo indiscutible; y de no haberse puesto pesado con el estoque, se hubiera ganado una oreja.

Pero también este torero tiene grandeza de no dejarse ganar la pelea, y por ello, le vimos instrumentar unos lances rematados en forma peculiar, para recibir al cuarto.

Con la muleta le vimos estar siempre muy cerca del toro, aguantarlo, consentirlo y sacárselo de abajo. Así tiró varias veces del toro en unos derechazos y naturales. Como sus alternantes, Manolete volteó la cara hacia los tendidos para torear de esa manera. El muletazo de su invención hizo calentar más a la gente y si hubiera tenido suerte con la toledana, se hubiera llevado iguales apéndices que sus compañeros.

Aguascalientes ya vio a MANOLETE, al igual que en otras partes, ha dejado la impresión de lo que es: UN TORERO MUY GRANDE y muy honrado.

El Corresponsal
Ramón Morales Jr.


Como podemos ver, en seis décadas y algo más las cosas no han variado mucho. Se aprecia la grandeza de las figuras, pero también que a veces optan por la comodidad. Creo que la crónica transcrita, así lo revela. Curiosamente, en Aguascalientes no volvieron a darse festejos taurinos, sino hasta octubre de ese 1947, por lo que más adelante les contaré las impresiones de la época sobre un abril sin toros.

jueves, 5 de febrero de 2009

La México, 63 años después

La Plaza de Toros México fue inaugurada el 5 de febrero de 1946. La corrida inaugural se anunció con seis toros de San Mateo para Luis Castro El Soldado, Manuel Rodríguez Manolete y Luis Procuna, siendo estos dos últimos quienes a la postre, resultarían los triunfadores de la tarde de la efeméride, cortando una oreja cada uno.

Al preparar este post, recordé que hace algún tiempo leí una versión en el sentido de que la Plaza México fue construida al influjo de la aparición del Monstruo de Córdoba en el planeta de los toros. Intenté recordar de quien era la afirmación, pero la memoria se ponía esquiva. Así que me puse a releer algunos textos en en su busca y me encontré de nuevo con la cita, que es de don Filiberto Mira, quien al realizar una magnífica biografía del hijo de doña Angustias, afirma lo siguiente:

La afición española saboreó poco a poco la transfiguración que al arte de torear le imprimió el carácter propio de Manolete. La mexicana se lo encontró de pronto, y tal fue la colosalidad del impacto, que habiéndolo visto – y solo en un toro, pues su segundo lo hirió al abrirse de capa – por primera vez el 9 de diciembre de 1945, la conmoción hizo que se hiciera – para él, con él y por él – la mayor plaza de toros que en el mundo existe. Esta se inauguró el 5 de febrero de 1946. Es la de México, Monumental con monumento a Manolete. ¿Qué otro torero ha provocado que en tan corto tiempo – menos de dos meses – se haya construido un coso tan descomunal como el de Insurgentes, con cabida para 50.000 espectadores? (Mira, Filiberto. Manolete. Vida y Tragedia. Ed. Aplausos – Salvador Pascual Benet, Valencia, 1984, Págs. 204 y 206).


Aunque a veces hoy no lo parezca, la Plaza México no es una plaza de talanqueras que pueda levantarse en dos meses. Por los antecedentes apuntados arriba, fue meramente circunstancial el hecho de que estuviera lista para ser inaugurada a los pocos días de la llegada de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez a suelo patrio. Las obras de construcción de la plaza se iniciaron en 1944 y duraron dieciséis meses más de los referidos por mi admirado don Filiberto, quien seguramente al socaire de su veneración por Manolete, incurrió en ese gazapo histórico.

Al final de cuentas, lo que vale es que la Ciudad de México tiene para sí la plaza de toros con mayor capacidad en el mundo, escenario que hoy cumple 63 años y que en buena medida, es el punto focal – por este día – de la atención de los aficionados a la Fiesta en el mundo, aunque a veces, por lo que allí se presenta, no lo merezca.

Espero en los próximos días, agregar algunos comentarios sobre los inicios de esta plaza de toros y sobre alguna otra cosa sucedida en un día como hoy.

Aldeanos