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domingo, 5 de febrero de 2012

5 de febrero de 1973: Triunfo y escándalo en Aguascalientes. Manolo Martínez y Palomo Linares


Al delinear la personalidad y la actividad de Guillermo González Muñoz como empresario de las plazas de Aguascalientes, señalaba que a pesar de que inició el proceso que terminó por reducir la actividad taurina de nuestra ciudad al lapso temporal de la Feria de San Marcos, tuvo la creatividad para procurar a la afición de su tierra carteles con atractivo, procurando aprovechar los huecos que quedaban en las agendas de las exclusivas de las figuras con empresas que regentaban plazas de mayor capacidad, propiciando verdaderos acontecimientos como el que me motiva a escribir estos recuerdos.

El ambiente previo

El día 5 de febrero, aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917 hasta hace pocos años era feriado – hoy el feriado se ha recorrido al lunes siguiente – y por ello, era una fecha en la que se celebraban festejos taurinos a lo largo y ancho del territorio nacional. En 1973 nuestra Plaza de Toros San Marcos fue escenario de un festejo que tras concluir, quedaría en la historia del coso, un mano a mano entre Manolo Martínez y Sebastián Palomo Linares, para lidiar toros de Suárez del Real

Los dos toreros venían precedidos de notables actuaciones. Manolo Martínez era el triunfador de las últimas ediciones de la Feria de San Marcos y el domingo anterior, en la despedida de Joselito Huerta, en la Plaza México, realizó una faena de gran calado a un toro de José Julián Llaguno, en tanto que Palomo Linares todavía venía con el sambenito del rabo cortado en el San Isidro anterior en la Plaza de Las Ventas. La nota previa al festejo, publicada por Everardo Brand Partida en el diario El Sol del Centro del día de la corrida, recoge entre otras cuestiones lo siguiente:

Se ha dicho que un mano a mano debe tener una justificación, y esta es precisamente la que consideró el empresario Guillermo González para montarlo, al reanudar su temporada, confrontar a los dos toreros que más interesan, que más despiertan las pasiones entre el público, y estos son los de México, Manolo Martínez y de España, Sebastián Palomo “Linares”... Este torero, cabe así señalarlo, está en deuda con la afición hidrocálida, le debe una tarde. Aún recordamos aquellas declaraciones vertidas hace un año, en vísperas de su confrontación con Eloy Cavazos, en el mismo ruedo de la San Marcos. Sebastián dijo a EL SOL: “A la Sevilla de México, a Aguascalientes, vengo a dar la tarde, vengo por un triunfo grande”... Si bien Palomo “Linares” estuvo en plan grande aquella tarde, especialmente con su quinto enemigo al que toreó superiormente y mató mucho mejor, entregándose como los buenos, no logró redondear el triunfo que esperaba en la “Sevilla de México”, como es considerada Aguascalientes en la Madre Patria... ¿Será esta la tarde que Sebastián adeuda a la afición hidrocálida? Pues sinceramente así lo esperamos, ya que el público disfrutará en grande viendo torear a los ases de las barajas taurinas de aquí y de allá...

La corrida estaba sujeta a grandes esperanzas de la crítica y de la afición y aunque su desenlace sería agridulce, se puede considerar que terminó por responder al interés que despertó, aunque en los tendidos numerados no se reflejara en su totalidad ese interés, puesto que si bien recuerdo que las localidades generales lucían repletas, las de mayor precio ostentaban evidentes claros.

El triunfo… y el escándalo

Manolo Martínez vistió de negro y oro, en tanto que Palomo Linares lo hizo de negro y plata. No recuerdo quién ofició como sobresaliente, pero casi creo que fue el trianero Armando Mora. La corrida fue presidida por don Jesús Gómez Medina, que por esas calendas se tomaba un tiempo sabático en su tribuna de El Sol del Centro, para dedicarse a intentar conducir los festejos taurinos desde el palco de la autoridad en la Plaza de San Marcos. El encierro de Suárez del Real fue justo de presencia, acusando su procedencia de Jesús Cabrera y en términos generales dirían las crónicas, se dejó hacer, tanto así, que Manolo Martínez le cortó las orejas al primero y al quinto y perdió quizás el rabo del tercero por fallar con la espada y Palomo Linares pudo brillar a altas cotas, de no ser por lo que enseguida veremos.

La crónica de Everardo Brand Partida relata lo siguiente respecto del triunfo de Manolo Martínez:

“Caramelo”, fue el primero de la tarde... y el diestro de Monterrey se enfrenta con su enemigo, que cambia totalmente de lidia, ya que se fue p’arriba, embistiendo suavemente y con nobleza, y estas condiciones son aprovechadas extraordinariamente por el diestro regiomontano, para instrumentar una faena “de las suyas”, toreando con suavidad con una pasmosa lentitud que entusiasmaron a los tendidos. Los pases circulares, con el sello de Martínez, fueron surgiendo uno tras otro, los ayudados, en redondo y por abajo, fueron subiendo de tono, y el público estaba con el torero, que se crecía a cada muletazo… El toreo al natural de Manolo fue paladeado por el cotarro y los pases de extraordinaria magnitud surgían, y las series perfectamente rematadas con los pases del desdén y los forzados de pecho hicieron vibrar a la plaza hasta sus cimientos. Un estoconazo en todo lo alto, coronó esa faena, conquistando el de Monterrey las dos orejas de su enemigo... Tras de la bronca de Palomo Linares con el cuarto de la tarde, Manolo Martínez se enfrentó a “Velador”, un toro al que le sacó gran partido... Afloró el temple y la maestría de Manolo, su clase de excelso muletero y brilló en toda su intensidad el toreo derechista e izquierdista, los pases del desdén, “la regiomontana” y “el martinete”, no a toro parado, sino ante un socio que le embestía y que daba la sensación de peligro, pero éste desaparecía, ya que frente al bicho se encontraba un torero de pies a cabeza, bordando una faena que difícilmente será olvidada por cuantos la presenciamos. Manolo necesitó de un pinchazo y una estocada en bastante buen sitio para dar muerte al quinto de la tarde, del que recibió las dos orejas, con las que recorrió, hasta en otras tantas ocasiones, el anillo del Coso San Marcos… 

Por su parte, su apreciación de lo medular en la actuación de Palomo Linares es como sigue:

Sebastián Palomo fracasó, cabe la apreciación, hasta en su intento de recurrir a ardides pésimamente vistos por nuestro público, al que trató de sorprender pretendiendo que se indultara a un toro, el cuarto de la tarde, con el que armó una bronca, desorientó a los aficionados y puso en evidencia al Juez de Plaza... Señalamos lo anterior, porque el español, quien había estado bien, no a la altura de las condiciones del astado, bueno, con raza, de magnífico estilo, y prestándose extraordinariamente para el toreo, se dejó llevar, inicialmente, por los gritos de un sector, – mínimo éste – del público que, impresionado, consideró que el toro merecía el indulto. El de Linares volteó hacia el palco de la autoridad, y el señor Gómez Medina ordenó que debería matar al de Suárez del Real, y entonces Sebastián acató la orden del juez tirándose, pero pinchando en hueso, y fue ahí que consideró que había perdido las orejas, que el triunfo “que tanto necesitaba”, se le iba de las manos, y tras de torearlo nuevamente por lasernistas, “fabricó” e hizo su teatrito, ya que encarándose entonces a la autoridad, pidió que le tocaran los tres avisos reglamentarios, para que el toro fuera devuelto a los corrales... El público no se tragó la píldora, y abroncó al español, al que llevaron – su peón de confianza – las orejas y el rabo, tratando de hacer ver aquello como el indulto del toro concedido por el juez, pero sólo avivó las protestas y rechiflas en su contra, pues ¿“cómo pretende un torero que se indulte un toro después de haberlo pinchado”? y su actitud, su teatro, no fue enérgicamente sancionado, de ahí que señalamos que puso en evidencia a la autoridad... Tras de ese pinchazo, si bien volvió a torearlo, debería de haber intentado la suerte suprema, “y así debería habérselo exigido el juez”, para que diera muerte al astado en el ruedo, pero lamentablemente, sorprendió y esa es nuestra explicación, a la misma autoridad, ya que aceptando el pedimento del torero, hizo sonar el clarín hasta en tres ocasiones, y el toro volvió a los corrales...

De allí la corrida se fue por el despeñadero para el linarense, que cada vez que salía del burladero de matadores, era objeto de fuertes rechiflas.

Comentarios posteriores

Por esas fechas, el periodista Agustín Morales Padilla era redactor del diario El Sol del Centro. En la misma fecha de la crónica del festejo – 7 de febrero –, publicó un artículo titulado ¡Basta ya!, en el que hace una serie de reflexiones sobre lo sucedido en la corrida del día 5. Del mismo extraigo algunas de ellas:

Porque el desprecio al Reglamento taurino se ha costumbre inveterada. Porque el espectáculo se está manejando soslayando, muchas ocasiones, el interés del aficionado... es que decimos: ¡Basta Ya!... Acontecimientos como el que suscitó la insolente actitud del torero español Sebastián Linares, el último lunes, jamás deben repetirse en una arena donde muchos diestros han escrito las páginas que les han valido su consagración firme y total, y en la que, también, otros muchos han tenido que pagar, por su honesta entrega a una profesión que exige responsabilidad y entrega, un tributo de sangre... Lo de “Palomo” Linares no alcanza, empero, calificativo. Más tampoco habrá que lanzarle toda la culpa, si bien se trata de uno de los muchos extranjeros que todavía nos siguen llegando poseyendo una mentalidad avasalladora. Al hispano lo empujó en primer término, ese su concepto erróneo de que se hallaba en tierra de conquista. Y lo impulsaron, también: su apoderado y cuadrilla; el empresario González, que insultó ostensiblemente al juez; el ganadero Suárez del Real y un pequeñísimo grupo de beodos... Sabían ellos claramente que el indulto del astado era improcedente, porque el bicho, aunque suave y de buen estilo, pasó con un solo puyazo y no humillaba totalmente. A pesar de ello y no obstante la airada protesta del público, Linares fue varias ocasiones al pie del biombo y faltó a la autoridad del juez, al que ordenó, no pidió, el regreso del toro a los corrales, cuando en definitiva se negó a éste la gracia del conservar la vida, por una boyantía suprema que no poseía... La autoridad tuvo también su culpa en que el sainete se prolongara, pues contemporizó con el español, en lugar de aplicarle un severo correctivo económico y, en caso de persistir, ordenar su detención policiaca... Como epílogo de este bochornoso acto, Linares declaró ayer, con inconcebible cinismo, que la de Aguascalientes había sido la faena de su vida y que lamentaba que no la hubieran entendido ni el juez, ni el público que lo abroncó. Menos mal que estas han sido las últimas palabras en la existencia taurina – en México –, de Linares, quien curándose en salud, ha señalado que no volverá a ruedos aztecas... Pero en fin, dejemos aparte a esta pésima caricatura de “El Cordobés” y volvamos a lo que decíamos al principio. El Reglamento no puede continuar siendo letra muerta, porque a la autoridad corresponde velar por el interés del público. No olvidemos que es un espectáculo sumamente caro y eminentemente productivo para la Empresa, lo que otorga un derecho especial al aficionado para exigir más y mejor... Basta ya, repetimos, de deshonestidades para con una afición cuya nobleza conmueve…

Lo que después sería

Palomo Linares se fue de México tras de esa corrida y no volvió a México sino hasta 1993 para torear dos corridas que tuvieron carácter benéfico. Las dos fueron mano a mano con Eloy Cavazos. La primera fue en Querétaro el 25 de septiembre, con toros de Fernando de la Mora y llevando por delante al rejoneador Luis Covalles y la segunda en Aguascalientes, al día siguiente con toros de Arroyo Zarco.  También me tocó presenciar esa corrida. Desde entonces, no ha vuelto a torear en nuestro país.

Por su parte, Manolo Martínez sufriría algo más de un año después - el 3 de marzo de 1974 -, la cornada más grave de su vida – 2 trayectorias, 34 y 24 centímetros, con sección de las arterias femoral y safena –, del toro Borrachón de San Mateo, en la Plaza México, en tarde que alternó con Mariano Ramos y José María Manzanares. Una cornada que muchos afirman que marcó un antes y un después en la carrera del torero de Monterrey, pero que no le impidió escalar la cima de la torería de su tiempo.

Espero que esta larga remembranza les haya parecido interesante.

domingo, 1 de mayo de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, XI

1º de mayo de 1971: Cierra la Feria con una novillada y el triunfo de José Manuel Montes

La única novillada de la Feria de San Marcos de hace 40 años se ofreció como el cierre del serial. Cuando se anunció la novedosa manera de darlo, se dijo en inicio que serían dos los festejos menores, pero los hechos concluyeron de manera distinta. Los nombres que se manejaron en un inicio, fueron los del moreliano Miguel Munguía El Inspirado y el local Arturo Magaña, para formar terna con un indiscutible José Manuel Montes, que era el novillero que durante la segunda mitad de 1970 y los primeros meses de 1971, con sus actuaciones, se había asegurado un puesto en los festejos feriales, pero, seguramente no se llegó a un arreglo con la administración del torero michoacano y en el caso de Magaña, la nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro, el mismo día del festejo, explica el por qué de su ausencia del mismo:


 ...La novillada de hoy, enmarca el último festejo taurino de la feria y en el cartel, figurarán los triunfadores de la temporada, Pepe Luis Sánchez, José Manuel Montes y Luis Procuna Jr., quienes se disputarán el trofeo, El Cristo Negro del Encino, lidiando seis magníficos novillos de la ganadería de Chinampas que imponen respeto por su peso y su estampa.


Se conjugan en sí, tres auténticas figuras que salen al ruedo con el afán de lograr la faena que los coloque como el triunfador absoluto de la novillada porque en ello va aparejado el éxito personal y la obtención del trofeo que marque un recuerdo perdurable de su relevante actuación en el último festejo taurino de la feria en este 1971 que taurinamente fue la más abundante. 

Pepe Luis Sánchez, a quien la suerte le deparó su inclusión en el cartel por el grave percance sufrido por Arturo Magaña, quien por cierto evoluciona satisfactoriamente, tiene enormes deseos de justificar la oportunidad y llega dispuesto a cuajar las mejores faenas durante los dos novillos que le toquen en suerte, de lo que puede hacer de frente a los astados, ya hay clara evidencia cuando toreó al sobrero de Valparaíso en forma extraordinaria…”

En ese orden de ideas, se conformó un cartel con dos novilleros locales que tuvieron actuaciones destacadas en la temporada novilleril previa a la feria y con uno que, a más del atractivo que su nombre implicaba, también se destacó por sus actuaciones en esa serie de festejos llamados menores. La crónica de don Jesús Gómez Medina, como siempre, en El Sol del Centro, resalta la actuación de José Manuel Montes ante el cuarto de la tarde, de nombre Arriero, de Chinampas, al que califica como el mejor toro de toda la feria y de la que extraigo lo siguiente:

…El epílogo al brillante capítulo taurino de la Feria, constituido por la novillada del día primero, tuvo también una página de gran esplendor: la lidia y muerte del cuarto novillo de Chinampas, que mereció a José Manuel Montes obtener las orejas y el rabo del magnífico burel y, posteriormente, el trofeo que estaba en disputa. 

Lucido éxito el de Montes, sin género de duda. Más, ¿cómo olvidar lo que para su obtención representaron la alegría, la nobleza, la acometividad y el claro estilo de “Arriero”? Por esta suma de cualidades, seguramente fue este el mejor burel lidiado en la Feria; un burel cuya bravura pasó con creces la prueba de fuego de los piqueros, frente a los que recargó con auténtica codicia. 

Con mayor razón que ningún otro, “Arriero” era merecedor de los honores que se otorgan a los despojos de los astados de excepción; pero ni la Autoridad – ¡oh, la Autoridad! – acertó a ordenarlos, ella, que hace una semana se exhibió tratando de homenajear los despojos de un manso; ni tampoco José Manuel Montes tuvo el buen juicio de solicitarlos. De esta manera ni el toro ni su criador recibieron el premio necesario, salvo los aplausos de algunos buenos aficionados y el reconocimiento que desde aquí hacemos a lo que fue “Arriero”. 

Frente a tal adversario, José Manuel Montes volvió a ser el novillero emotivo, entusiasta que se estaba perdiendo. Tras un farol de hinojos, en el que aguantó enormidades, lances valerosos, con ajuste y sabor. Y una faena en la que hubo ligazón, continuidad y emoción; un trasteo derechista, que llegó al público por el aguante de que hizo gala el torero, aprovechando la alegría y la nobleza del burel. A toro desigualado, un espadazo fulminante. Las orejas, el rabo y varias vueltas al ruedo, entre ovaciones y música…

De esta forma, José Manuel Montes cerró triunfalmente la feria llevándose el trofeo llamado El Cristo Negro del Encino, que por aquellas calendas se entregaba al triunfador de las novilladas de Feria. Para la estadística, Luis Procuna hijo se vio empeñoso y Pepe Luis Sánchez inexperto, de acuerdo con la relación de don Jesús.

De este recuento del cuadragésimo aniversario de nuestra feria en este modo de darse, solo me queda hacer el balance de lo que significó para el futuro, lo que espero hacer en los próximos días. Hasta entonces.

lunes, 25 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, IX

25 de abril de 1971: Manolo Espinosa se inspira y se lleva el Escapulario de Oro de San Marcos


De izquierda a derecha: El ganadero Suárez del Real, el
empresario Guillermo González, el Maestro Armillita y
Manolo Espinosa (Foto: Archivo Carlos Meza Gómez)



La noche del 8 de abril de 1967, en la Plaza México, Manolo Martínez lidió el último toro de la corrida del Estoque de Oro, trofeo que se consideraba ya en la posesión de Raúl Contreras Finito, por su faena al quinto de ese festejo, Lobito, que como todos los del encierro fue del Ingeniero Mariano Ramírez. Ese sexto toro se llamó Catrín y ante él, Manolo Martínez salió a defender su interés de aspirar a la cabeza de la torería mexicana, realizó una de las grandes faenas que acabaron consagrándolo como un torero de esa plaza y terminó por llevarse el dorado alfanje a despecho del triunfo del malogrado diestro de Chihuahua.

Este 25 de abril de 1971, una historia similar se produciría en Aguascalientes. Para el día del Evangelista se anunció la corrida en la que ante toros de Suárez del Real, Alfredo Leal, Joselito Huerta, Finito, Manolo Martínez, Jesús Solórzano y Manolo Espinosa se disputarían el Escapulario de San Marcos, trofeo que durante el boom de la vitivinicultura en nuestro Estado, una casa de estos géneros, obsequiaba al triunfador de este festejo, que se formaba con las principales figuras anunciadas en el serial.

Lo sucedido en esa corrida se relató por don Jesús Gómez Medina en El Sol del Centro del día siguiente de esta guisa:


A Fermín Espinosa ‘Armillita’ que en el ruedo ennoblecido ayer por el toreo de ambos Manolos, dejó escritas antaño, muchas jornadas de gloria.


Fue a partir del cuarto burel que la tónica del festejo señaló un ‘crescendo’ que más tarde culminaría en el diapasón triunfal que iba a subsistir hasta el final y a Manolo el de Monterrey correspondió iniciar ese ritmo ascensional…

¿Estaría ya el trofeo en poder de Manolo Martínez? ¡Pues no señores, que voy a hacerlo mío; aquí estoy yo!, preció Manolo Espinosa a través de su actuación desde el lance inicial a pies juntos, hasta la estocada mortal con la que fulminó al nobilísimo ‘Abrileño’.

¡Qué bella lección de arte y torerismo de este Manolo! Y, a la vez, ¡cuánta riqueza de matices y qué insospechada cornucopia de remates y adornos, en el curso de una faena en la que el clasicismo más estricto hermanábase con los momentos de la súbita inspiración del orfebre.

Ah, Manolo Espinosa, hijo y nieto de toreros y gran torero también tú. ¿Cómo pudiste privar a la afición, durante tanto tiempo del ingente caudal de arte que llevas contigo? Olvídate en buena hora del restirador y de la regla de cálculo y date a lo que ha sido la vida y honra de los tuyos, porque eres torero y de los buenos, como a voz en cuello lo proclamó la plaza, cuando tras de fulminar a ‘Abrileño’, con las orejas y el rabo de este recorrías una y otra vez el ruedo acompañado en tu apoteosis por tu ilustre padre, por el ganadero y por Guillermo González, afortunado promotor de estos festejos. Y lo proclama también el trofeo que, por aclamación, te fue entregado al final de la corrida…


Manolo Martínez le había cortado el rabo al cuarto de la tarde y se daba por descontado que el Escapulario era suyo, pero como le sucedió a Finito algo más de cuatro años antes en la corrida del Estoque de Oro, ahora sería el de Monterrey el que vería su suerte cambiar de rumbo en el toro que cerró plaza y el trofeo en disputa acabar en las manos de uno de sus alternantes, en una de las tardes más destacadas de la historia reciente de nuestra feria de abril.

Necesaria aclaración: Este mismo texto lo había publicado hace exactamente un año. Como por aquí decimos, se me fueron las cabras al monte y no me di por enterado en ese momento de este aniversario que ahora intento conmemorar. De cualquier forma, para su orientación, la publicación anterior se encuentra aquí.

domingo, 24 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, VIII

24 de abril de 1971: Corrida de expectación…

La cuarta corrida de la Feria de 1971 era la del cartel más redondo del serial. Comprendía el mano a mano entre las dos principales figuras de nuestra torería y el encierro a lidiarse provenía de una de las ganaderías que en ese momento era la que tenía, junto con su hermana gemela Torrecilla, la cabecera en la preferencia de los más importantes diestros de la baraja taurina nacional.

Habida cuenta de que Antonio Lomelín, Eloy Cavazos y Curro Rivera hacían campaña en ruedos españoles en esos días, no era posible ofrecer aquí en México una confrontación más atractiva que la de ese 24 de abril, en la que por una parte, participaba el torero veterano, deseoso de sostener su categoría y por la otra, el joven que venía empujando con fuerza y con el interés de quedarse en la cima y con el mando de las cosas aquí.

En esa forma lo planteaba la información previa a la corrida, aparecida el mismo día de esta, en El Sol del Centro, que en lo esencial dice:

Es el mano a mano que ha causado una verdadera expectación y una carretada de comentarios respecto a quién pueda resultar el triunfador de la tarde porque, tanto Manolo, como Joselito tienen aptitudes sobradas y, si acaso el éxito le ha sonreído hasta ahora al regiomontano, no es menos cierto que el León de Tetela, llega dispuesto a hacer valer su jerarquía y a evidenciar su experiencia y el por qué de sus crecientes triunfos (...) Finalmente, en la temporada de feria hacen su presentación los bureles de Dn. José Julián Llaguno, de magnífica estampa y con suficientes kilos en los costillares que acusan la bravura que ya son tradicionales en ese hierro y con los cuales, los aficionados pueden vivir la mejor corrida de la Feria Nacional de San Marcos, que está en pleno clímax.

Pero hay una expresión manida que dice que llega el toro y todo lo descompone y todavía otra, que sirve de cabeza a esta entrada, que sentencia que una corrida de expectación, es corrida de decepción. Y eso fue lo que nos quedó al salir de la plaza a los que asistimos a los toros ese 24 de abril de hace 40 años. Por su interés, transcribo íntegra la crónica de don Jesús Gómez Medina, aparecida el 25 de abril de 1971 en El Sol del Centro, que puede dejarles más claro lo sucedido, que cualquier cosa que yo pueda decirles:

La corrida de ayer no justificó el entradón 

Una oreja a Huerta, 2 medias verónicas de Manolo y un encierro chico y débil 

La monotonía es el gran mal del toreo moderno. Una de sus lacras más características. 

Otros podrían serlo – en realidad lo son – el becerrismo, el afeitado... 

Pero, concretamente, hoy en día las faenas pecan de falta de variedad. Suelen reducirse a series alternadas de pases por abajo, con la izquierda, luego con la derecha y de nuevo con la de cobrar. 

Ciertamente el toreo por abajo puede conceptuarse como la más alta expresión del toreo de muleta, una vez que el descastamiento de las ganaderías dejó ya fuera de uso aquellas faenas de dominio, verdaderas luchas de poder a poder entre el poderío del astado y la sapiencia, el valor y la eficacia del torero; faenas en las que la emoción ocupaba el sitio propiedad hoy de un esteticismo decadente. 

Sí; el toreo por abajo con la muleta puede ser, en la actualidad, una bella manifestación plástica, despojada, por otra parte, del condimento de la emoción a la que ahuyentaron de los ruedos la falta de edad y de fuerza de los bureles. Pero intentarlo a todo evento; con todos los toros y en todas las ocasiones puede ser inadecuado. Nos encontramos así ante esas faenas en las que los pases parecen extraídos con sacacorchos; en las que, por consecuencia, no existe la continuidad y el ritmo que avivan y mantienen el entusiasmo colectivo; faenas trazadas a retazos, luego de una porfía que, por machacona, acaba provocando el fastidio. 

Los públicos modernos, mal informados, argumentan: 

- ¡Pero si Manolete les hacía faena a todos los toros y a todos los toreaba por naturales y derechazos!... ¡Mentira!, volvemos a decir. 

Manolete, merced a su genio, acertó a suponer que situándose más cerca, obligaría a pasar a toros que, en otras condiciones, “antes de él”, no pasarían y serían tan solo materia de los trasteos de aliño, de las faenas por la cara. Pero cuando el astado decía francamente que no; cuando no existía el mínimo de posibilidades requerido, Manolete, como cualquier otro torero y más él que lo era en mayor grado que otros, apelaba también al toreo por la cara para cumplir su cometido. 

Ahora bien; al sobrevenir la innovación manoletista existían circunstancias que favorecieron su realización. España había salido apenas de una guerra que produjo una intensa sangría en su población y que originó la extinción de muchas de sus ganaderías bravas. Así, al ansia de diversión de toda etapa postbélica sumábase la carencia de toros con la edad y el peso adecuados. Se transigió, pues, en virtud de las circunstancias, con el novillo adelantado, escaso en años y en kilos. 

Y apareció también el afeitado sistemático. Y comenzó a hablarse del “hombre del saco”. 

Y, finalmente, quedó sembrada la simiente de lo que ahora cosechamos. 

Cinco lustros después... 

Hoy, a la vuelta de casi treinta años, asistimos, quizás, a la etapa preagónica del espectáculo taurino. Los toros son más chicos que nunca y también más faltos de fuerza que nunca lo fueron, en tal grado que la suerte de varas está a punto de desaparecer, por innecesaria. 

El descastamiento de los astados, producto del trasiego de sangres y la multiplicación de las vacadas, nos ofrece actualmente la penosa escena del utrero cebón, que dobla dulcemente los remos ante el primer lanzazo. 

Y esto, ¿cómo remediarlo? Porque también en España afrontaron a la fecha este problema. ¿Cómo, pues, refrescar y avivar la sangre de las ganaderías bravas, que mueren paulatinamente víctimas de un implacable linfatismo? 

¿Y cómo reinfundirle a la fiesta la emoción, piedra básica del espectáculo? 

Nos encontramos, pues, ante el grave riesgo de asistir, incapaces de remediarlo, al lento pero implacable derrumbamiento de la que se llamara la más bella de todas las fiestas; que, quizás, antes de morir, a semejanza del astro rey, nos regala con sus más bellos fulgores, si bien, desprovistos ya del calor que sólo da el mediodía... 

Lo ocurrido ayer 

El mano a mano de Joselito Huerta y Manolo Martínez, que se desarrolló ante un entradón formidable, fue en buena parte una copia de los festejos anteriores; seis bureles escasos en edad y respeto, unos en mayor grado que otros y dos toreros empeñados en eslabonar series de naturales y derechazos a cada uno de sus tres enemigos.”

Después de lo relatado por don Jesús, creo que huelga cualquier comentario. Hasta mañana.

sábado, 23 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, VII

23 de abril de 1971: Baile de corrales, tedio y una oreja para Alfredo Leal

La tercera corrida de la feria de 1971 fue accidentada. El encierro de Javier Garfias fue rechazado por impresentable y de los toros que trajo para sustituir lo que envió de inicio, solo superaron el reconocimiento tres. Al final, se remendó el encierro con otros tantos de El Junco y si sumamos el de rejones que era de Suárez del Real, en la noche de ese 23 de abril, acabaron lidiándose toros de 3 hierros distintos. El problema fue, que no se le anunció a la poca concurrencia al festejo, ni el cambio en los toros a lidiar, ni la procedencia de lo que iba saliendo de toriles.

Así pues, poco para contar hay de la corrida. La versión de don Jesús Gómez Medina en El Sol del Centro, aparecida al día siguiente del festejo, es del tenor siguiente:

Tediosa y deslucida resultó la 3a de Feria 
Una ensalada de toros sin casta y sin bravura, estropeó el festejo 
Tras la fiesta de toreo grande en que el arte de Manolo Martínez convirtió a la corrida del jueves, la de ayer, en cambio, fue apenas un tibio remedo de la anterior. 
En ocasiones, inclusiva, la parodia degeneró en caricatura grotesca del espectáculo taurino, haciendo más rotundo el contraste con la brillante jornada de la víspera. Así ocurrió al comparecer el sexto, un astado con tipo y hechuras de buey, en el que los espectadores, que no los aficionados, creyeron encontrar un toro bravo. 
Esto nos lleva a considerar la importancia definitiva que tiene las buenas o malas condiciones de los bureles, para la brillantez o fracaso de un festejo. No en balde se llama éste – y se llamará mientras exista – corrida de TOROS; aunque el público actual, tan enemigo de ahondar en los problemas de la fiesta, menosprecia al astado, al que inclusive llega a olvidar, y no tiene ojos y atención, sino para el torero. 
Una desagradable ensalada cornuda 
A última hora, en atención a que la ganadería de Garfias no podía presentar un encierro decoroso, se hizo necesario completarlo con tres toros de El Junco, amén del de rejones, de Suárez del Real. Fue, pues, aquello, una ensalada cornupetil formada con ingredientes de mala calidad. 
Más censurable aún es hecho de que no se haya informado al público sobre la procedencia de cada astado. De esto, la culpa íntegra es de la autoridad; debió ésta exigir que, con el nombre y el número de cada toro, se anotase también el nombre de la vacada de donde procedía; mas está visto que tan respetable señor, a tono con la época de viajes interplanetarios por que atravesamos, continúa viviendo en la luna. 
Pero, en fin, olvidemos este pequeño detalle y concretémonos a considerar que está visto que, en el Coso San Marcos, es de todo punto inútil sugerir modificaciones que contribuyan a dar más brillantez y categoría al espectáculo. Quede todo como está, por los siglos de los siglos... 
Ahora bien, de los siete bureles lidiados, el de rejones fue más o menos manejable; los seis restantes, sosos, tirando a mansurrones. Los mejores, el primero de lidia ordinaria y el quinto; el peor, el último, manso a carta cabal. 
La corrida 
Poco hay que decir de ésta. Gastón Santos, ejecutor brillante del rejoneo a la portuguesa, lució ampliamente su habilidad y gallardía como jinete y clavó varios rejones y pares de banderillas entre ovaciones. Se adornó inclusive con la suerte de la rosa y, luego de un rejón de muerte, en su sitio, echó pie a tierra para terminar con la vida de su enemigo con habilidad y decisión. Palmas estruendosas y vuelta al ruedo. 
Alfredo Leal, con su primero, exhibió su buen estilo, su excelente planta torera. Muleta en mano, tras dos espectaculares pases por la espalda, a pie quieto, eslabonó tandas de templados y quietos derechazos y pases naturales; se adornó en diversas formas, con oportunidad y buen gusto, y concluyó con la vida de su enemigo mediante un pinchazo y la estocada. Ovación, oreja y la vuelta al ruedo de rigor... 
La entrada, la más floja de la Feria. Indudablemente los aficionados “olieron” lo que iba a ser la corrida...

Así pues y con todo en contra, Alfredo Leal, con su clase y su torería salvó del desastre un festejo que iba encaminado a ello, más que nada, por la falta de seriedad del ganadero titular, que no presentó el encierro adecuado a la categoría de la plaza y del festejo para el que había sido contratado y por los despropósitos de la Autoridad, que tampoco cumplió con su cometido, advirtiendo a la afición de los cambios sufridos en el programa inicialmente anunciado, pero eso, seguirá sucediendo per sécula. Hasta mañana en este mismo espacio.

viernes, 22 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, VI

22 de abril de 1971: El primer gran lleno y orejas para todos

La segunda corrida de la Feria de San Marcos de hace cuatro décadas también se celebró bajo la luz de las candilejas. El cartel tenía como incentivo la presentación del León de Tetela y del chihuahuense Raúl Contreras Finito, a más de la repetición de Manolo Martínez, que venía como triunfador del festejo con el cual se inició el ciclo. El encierro provenía de la ganadería zacatecana de don Jesús Cabrera, la que fuera originalmente formada por el torero de Monterrey Lorenzo Garza, con lo más selecto de los ganados de San Mateo en los días de don Antonio Llaguno.

La nota previa a la corrida, aparecida el día de su celebración en El Sol del Centro, refiere en su médula lo siguiente:



Segunda corrida nocturna con 6 cromos de Dn. Chucho Cabrera 

Arribamos a la parte central de la Feria. Desde hoy y hasta dentro de una semana, la escala de la alegría señalará un continuo crescendo, que alcanzará su ápice el día 25, para declinar paulatinamente más tarde (...) Hoy por la noche, segunda corrida de feria. ¡Y con qué cartel, amigos! Presentación de Joselito Huerta, el admirable torero poblano, en la cima de su madurez, en la plenitud de su arte, y de su torerismo... Reaparece el reinero Manolo Martínez, cuando los lauros ganados tan en buena lid el pasado día 18 conservan plenamente su lozanía (...) Se presenta también, Raúl Contreras “Finito”, el torero de Chihuahua, poseedor de un arte recio, viril, enterizo, como si lo hubiese forjado con el metal y el basalto de sus ariscas serranías norteñas (...) ¡Ah!, pero además, está el encierro de Don Jesús Cabrera, ganadería postinera, si las hay. Formada con la flor de la vacada sanmateína, después de pertenecer a su fundador, Lorenzo Garza, pasó a las manos de Chucho Cabrera, tan buen aficionado como entusiasta ganadero, que ha logrado hacer de ella una de las más solicitadas por los toreros y públicos (...) El encierro que va a ser lidiado este día, arrojó, al salir de la hacienda, un peso promedio de 430 kilos. Y está además en el tipo de la casa...

De lo que sucedió en la corrida, da cuenta don Jesús Gómez Medina, quien con extraordinario gusto, pero con emoción, narra lo que quizás se pueda considerar la primera faena extraordinaria realizada en este tipo de ferias en Aguascalientes y que fue la realizada por Manolo Martínez al sexto de la función. Sin más, les dejo con lo medular de la narración de don Jesús:

¡El sentimiento del toreo! ¡Ah!; cómo constatábamos su existencia en carne propia mientras Manolo Martínez toreaba de muleta al sexto. ¿Quién, entonces, pudo sustraerse a la emoción que, desprendiéndose de la arena, inundaba luego el graderío hasta formar la fusión plena entre los enfebrecidos espectadores y el torero que majestuosamente oficiaba en el altar del arte? 

Recordemos la escena: un toro cárdeno, tirando a veleto, que en el primer tercio no se dejó torear, habiendo desarmado inclusive, al de Monterrey; un toro que aceptó dos puyazos peleando tan solo regularmente. Y nada más. Pero fue a él, muleta en mano, Manolo Martínez, le pisó el terreno, lo consintió, lo aguantó y la faena comenzó a brotar de lo que, aparentemente era la nada. Y surgió el toreo grande, como brota también el cante grande de la garganta de un cantaor en trance. 

Y los muletazos que comenzaron siendo intrascendentes, muy pronto adquirieron el empaque y la brillantez de los lances de excepción. Y las series fueron encadenándose. Y el torero, entregado plenamente a la realización de la faena, fuéla sintiendo cada vez con mayor intensidad; y al saborear su propia obra, al gustarse él mismo toreando, acabó envolviendo en el mismo alud emocional a los espectadores, a la plaza entera. 

¡Ah!: y cómo dilató entonces Manolo la trayectoria de los muletazos, como si pretendiese prolongar la duración de la caricia que había llegado a ser su muleta: ¡tal era el temple exquisito, el mimo con que la manejaba! ¡Y de qué manera, al ahondar en su propia emoción, provocó el brote del sentimiento multitudinario, para formar de esta manera el marco incomparable de las grandes jornadas del toreo! 

Entre tanto, Manolo continuaba su obra, seguía toreando. Con la derecha y también con la izquierda; derechazos, naturales, de pecho, un abanico caricioso. Y entre otros adornos, un molinete estatuario, piramidal. La estocada y la apoteosis. Las dos orejas. Las vueltas al ruedo a hombros de los más decididos. El triunfo total, en suma. El triunfo del sentimiento del toreo. 

Lucida reaparición de Huerta 

Que Joselito Huerta es un señor torero, lo saben de sobra los aficionados. Un torero que, además, es dueño de un pundonor extraordinario (...) En el cuarto surgió el torero magistral, cuya muleta resulta lección de diáfana eficacia para todo burel. Fue así como Huerta, pisando el terreno de su enemigo, aguantando quietamente sus embestidas y templando y mandando como lo que es: un torero, llevó a cabo un meritísimo trasteo a base de pases en redondo con una y otra mano, precursores de adornos varios y ceñidos; y rematado todo con tres cuartos de estoque en el sitio debido. Gran ovación, la oreja del de Cabrera y la vuelta al ruedo. 

Otra oreja para Finito 

Incrustado a última hora en el cartel para salvar la irresponsabilidad del hispano Bernadó, Raúl Contreras justificó su inclusión realizando una aplaudida faena a su primero. Constó ésta, como es de rigor en estos tiempos, de varias tandas de pases naturales y también de derechazos, con algo de rapidez, pero imprimiendo a las suertes la vistosidad y la alegría que son, también, condimento del toreo. No faltó desde luego, el capítulo de adornos, entre el palmoteo del respetable. 

Y cuando concluyó “Finito” con una estocada honda en sitio mortal, sonó fuerte la ovación, salieron los pañuelos en solicitud de la oreja que la autoridad otorgó, aunque “Finito” hubiese exhibido en sus manos ambos apéndices auriculares, con disgusto de la parroquia, que lo obligó a tirarla, mientras realizaba el primero de los dos recorridos por la arena (...) El encierro de Cabrera, terciado y sin mucha alegría, si bien exhibiendo gran docilidad. El de mayor respeto, el sexto. La entrada fue un lleno total.

Como podemos ver, la noche fue hasta cierto punto redonda, pues los tres toreros realizaron obras que calaron en los tendidos. El único pero que se puede poner a los sucesos de aquél 22 de abril, es lo que narra en las últimas líneas de su crónica para El Sol del Centro don Jesús Gómez Medina, la presencia de los toros, pues de ella se observa que fueron de poco respeto, un mal que se arrastraría por estos pagos durante muchos años y que seguirá apareciendo con más frecuencia de lo que se desea. Más así ocurrieron los hechos y de esa manera se los expongo. Hasta mañana.

domingo, 9 de mayo de 2010

Tal día como hoy: 1992. Ortega Cano y Miguel Armillita tienen tarde triunfal

La corrida del 9 de mayo de 1992 originalmente se anunció con toros de De Santiago para Eloy Cavazos, Ortega Cano y Jorge Gutiérrez. Tanto Cavazos como Gutiérrez sufrieron percances en actuaciones anteriores y durante el transcurso del serial, Guillermo González Martínez se vio en la necesidad de recomponer los carteles, formando una serie de mano a mano para, sin deteriorar la calidad de la feria, mantener el interés en la misma. De allí que en esta fecha, la sustitución la tomara el hijo menor del Maestro de Saltillo y en los términos de la crónica de don Jesús Gómez Medina, a la que doy paso enseguida, se diera una gran tarde de toros:


Jornada memorable la de ayer. Corrida de perfiles históricos, en la que dos toreros - ¡dos grandes toreros! - ungidos con el don del arte, esparcieron generosamente sobre la arena de la Monumental las gemas preciosas de sus privilegiados tesoros e inundaron los tendidos con el cálido efluvio de su torerismo.

¡José Ortega Cano!... ¡Miguel Espinosa 'Armillita'!... Tales fueron los artífices que, a impulsos de la inspiración, en ocasiones transformaron el mezquino percal de su capote en espléndida capa de seda para dibujar con ella los lances de más peregrina belleza; a la vez que convirtieron la rústica condición de su muleta en manto de perfiles regios, con el que plasmaron reiteradamente las suertes de más noble prosapia en el toreo de muleta.

¡Ortega Cano!... ¡Miguel 'Armillita'!... Figuras indiscutibles ambos, adalides del toreo de España y de México.

Dos toreros que, ayer, ascendieron el Himalaya del éxito, mientras dejaban en los afortunados testigos de su proeza el regusto de su toreo de calidad, el recuerdo de los lances de diáfana belleza, la nítida imagen de aquellos muletazos en los que el venido de allende el Océano y el nacido en Aguascalientes, mejor que torear, bordaron el toreo...

Pues ocurrió, en efecto, que el toreo en manos del diestro hispano como del nacido bajo el cielo de México, adquirió tal nivel de calidad y una plasticidad tan exquisita, que a la mente nos vino la definición belmontina: el toreo es un ejercicio del espíritu. Se torea con el alma.

Los brazos son meros intérpretes de la voluntad rectora y el capote y la muleta, ínfimos instrumentos para domeñar y conducir a la bestia.

¡El toreo, ejercicio espiritual!

Por eso, ayer, el arte del toreo, esa vieja disciplina con más de dos siglos de vigencia y que arrancando de los Romeros, 'Costillares' y los ‘Illos’ ha llegado hasta nosotros enriquecida con el aporte de multitud de lidiadores - Paquiro y 'Cúchares' -, 'Lagartijo' y 'Frascuelo', Gaona, Joselito y Belmonte, 'Armillita' y Garza, Silverio, Manolete y Arruza y tantos más, el arte del toreo, decíamos, tan espléndido como no lo hiciera antes en la expirante Feria.

Y lo realizado por el nacido en la Cartagena que fundaran los fenicios en la ribera del Mediterráneo como también lo realizado por el menor de los vástagos del glorioso Maestro de Saltillo, quedará en los anales de la Plaza Monumental como un hito histórico, como punto de referencia: el día en que José Ortega Cano y Miguel 'Armillita' bordaron el toreo...


El balance final del festejo fue que a Cartagenés – así se anunció en la pizarra – cuarto de la tarde, se le premió con el arrastre lento y Miguel le cortó una oreja al cuarto; Ortega Cano otra al quinto y el mal manejo de los aceros privó a los diestros de la obtención de más trofeos en una de las tardes más redondas que se recuerdan en nuestra Plaza Monumental Aguascalientes.

En un comentario posterior a la corrida, recabado por el recordado don Juan Esparza Rodríguez, también para El Sol del Centro, Guillermo González Martínez – entonces empresario de la Monumental – reflexionaba lo siguiente:


La faena de Miguel a “Cartaginés” toro de Santiago, la considero de momento como el broche de diamantes a un trabajo que me dediqué de cuerpo y alma de ofrecerle al público fiesta brava”, así lo comentó ayer el empresario Guillermo González Martínez en el propio estacionamiento de la Plaza de Toros Monumental de Aguascalientes, una vez terminada en forma tan clamorosa la décima segunda corrida del serial…

Memo señaló: no puedo mentir o fanfarronear, los aficionados taurinos de Aguascalientes y la región están debidamente informados que desde el mes de agosto de 1991, empezamos a trabajar en forma entusiasta con los alumnos de la Escuela Taurina Jesús Ramírez Gámez”.

Monté la corrida de la Independencia y acto seguido proseguí con las novilladas, los festejos chicos en la San Marcos no iban a ser demasiados, pero las cosas empezaron a rodar bien y la temporada se alargó demasiado, se encendió mi entusiasmo y ni las aguas de los meses de octubre, noviembre y diciembre del año pasado y ni las que cayeron en enero y febrero del 92 nos detuvieron…

No sé y ni me imagino como vayan a rodar el domingo las cosas, espero que se dé todo bien, pero insisto en que Miguel, con su faena al cuarto del festejo rubricó feliz y artísticamente un largo y pesado trabajo de nueve meses…


Así se vio y vivió ese penúltimo festejo de la Feria del 92, año del Quinto Centenario del Descubrimiento de América y que para la historia, resulta ser uno de los más brillantes realizados en la historia de la Plaza Monumental Aguascalientes.

El festejo de hoy: Corrida de la Oreja de Oro, 6 toros de Medina Ibarra para Israel Téllez, Fabián Barba, Víctor Mora, César Delgadillo, Juan Chávez y José Manuel Montes.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Tal día como hoy: 1982. Se lidian por primera vez toros vazqueños de San José de Buenavista

El encaste predominante en la cabaña brava mexicana es el forjado por don Antonio Llaguno en San Mateo, a partir de una seleccionada base de ganados adquiridos en España al Marqués del Saltillo, mediante una serie de cruzas con el ganado criollo que poseía, mismo que había comenzado a mejorar con un toro portugués de Palha que Bombita le había obsequiado en 1906, creó un toro de una gran aptitud para la lidia y que por ello ha sido el preferido por ganaderos y toreros como la base del espectáculo en este lado del Atlántico.

No obstante ello, en algunas fincas ganaderas se prefirieron algunas otras bases genéticas, como fue el caso de la de San Nicolás Peralta, que por la relación personal del ganadero Ignacio de la Torre y Mier con el entonces titular del Ducado de Veragua, tuvo la posibilidad de importar toros y vacas de esa procedencia en los albores del Siglo XX, como lo he explicado en otro sitio de esta misma Aldea y al tener sus sucesores que deshacerse de la ganadería, pasó por varias manos, quedando algunos de esos productos en poder de la familia Aranda, titulares del hierro de San José de Buenavista, con sede en el Estado de Guanajuato.

Para el 5 de mayo del 82 estaba anunciada la 10ª corrida de feria, en la que los rejoneadores Gastón Santos y Gerardo Trueba compartirían cartel junto con los matadores Mariano Ramos y Marcos Ortega. El encierro de San José de Buenavista era variopinto, contra la costumbre generalizada estaba herrado en el costillar del lado izquierdo, con el número del lado derecho y llevaban doble señal de sangre, el zarcillo en la oreja izquierda y la corbata, de abajo hacia arriba en la badana. Todos estos signos exteriores hicieron atractivo a la vista el lote enviado por don José Alberto Aranda Díaz Infante, sobre todo por la presencia de un toro albahío dorado, otro ensabanado y un par de jaboneros.

El resultado del festejo no deja para la memoria más que la espectacularidad de la pinta de los toros lidiados, de acuerdo con lo que nos relató en su día don Jesús Gómez Medina:


Mientras que en el viejo jardín y en los sitios aledaños, la Feria vive sus últimos días, en el interior de la Monumental asistimos, anoche, a la agonía de la fiesta brava.

¡Sí! El maravilloso espectáculo que por su gallardía y vistosidad deslumbra y embelesa a quienes lo presencian; el juego hecho de emoción, de gracia y de plasticidad en el que poetas y artistas han encontrado una copiosa fuente de inspiración; las corridas de toros, la fiesta brava de nuestra raza… fue ayer una triste parodia de lo que conocíamos: un evento sin emoción, sin calor y sin vistosidad en el que el llamado arte de ‘Cúchares’ naufragó y terminó hundido bajo las toneladas de mansedumbre de los toros – ¿de los toros? – de San José de Buenavista.

Y todo esto frente al desencanto y quizás frente a la repulsa de nuestros huéspedes, los miembros del cuerpo diplomático…

De manera que, lo que debió ser broche de oro, se convirtió en un cierre de vil latón y todo ello por las deleznables condiciones de los bureles…


La corrida fue nocturna, con el fin de ajustarla a la agenda de un grupo de integrantes del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país que visitaban la feria a invitación del entonces Gobernador Rodolfo Landeros, quien en el segundo año de su administración, llevaba a cabo una intensa actividad de promoción de Aguascalientes dentro y fuera de nuestras fronteras en busca de reconvertir – así se expresan los tecnócratas hoy – su vocación económica.

Por supuesto, los efectos de la iluminación artificial del coso sobre el juego de los toros, ocupó espacios de opinión en los diarios, aunque he de señalar que don Jesús Gómez Medina no alude eso como problema, pues como lo anota en su crónica, el juego de los toros fue malo, por su mansedumbre.

Así pues, la presentación de esta singular vacada en nuestra plaza y en nuestra feria no fue exitosa, lo que motivó que a la fecha no haya vuelto a comparecer con sus toros a ella, ni a ninguna de nuestras plazas en circunstancia alguna.

El festejo de hoy: 6 toros de Carranco para Antonio Barrera, Fermín SpínolaJuan Antonio Adame. Spínola sustituye al herido Mario Aguilar.

lunes, 3 de mayo de 2010

Tal día como hoy: 1991. Con triunfo del puntillero, Joselito corta una oreja

José Miguel Arroyo, Joselito, reaparecía en Aguascalientes después de que en 1989 resultara ser el triunfador de la feria de ese calendario y recibiera una cornada de un imponente toro de la ganadería de Claudio Huerta, en una tarde en la que la épica se hizo presente en la arena de la Plaza Monumental Aguascalientes y el madrileño, junto con David Silveti y César Pastor nos dieron una de las tardes de toros que son de las más destacadas en su historia.

La víspera del festejo se entregó a Joselito el trofeo que lo acreditaba como el mejor matador del serial del 89, entrega que había quedado pendiente dada la herida que el diestro sufrió en el 29 de abril de ese calendario en la corrida a la que antes me refería. El festejo era esperado con avidez, porque se anunciaba como alternantes del diestro de Madrid a dos toreros de la tierra, a Miguel Espinosa Armillita Chico y a Héctor de Granada, quienes enfrentarían un encierro del hierro de don Fernando de la Mora registrado a nombre de su esposa.

La crónica escrita para El Sol del Centro por don Jesús Gómez Medina nos revela lo siguiente acerca del resultado de esta corrida:


El toreo, como nos dice el Evangelio que ocurre en el reino celestial, posee diversas moradas destinadas cada una de ellas a distintos ocupantes. Existe, así, la morada de los triunfadores, de aquellos a los que la diosa Fortuna ha convertido en favoritos y que por ello caminan por el planeta de los toros nimbados con el aura de la idolatría popular.

Pero también está la morada de los segundones, aquellos que a través de una dilatada serie de acciones, quizás al cabo de muchos años, tan solo han podido disfrutar de una parte minúscula del gigantesco pastel del éxito.

Y que decir del recinto ocupado por los fracasados, aquellos a los que la adversidad, flagelándolos constantemente, terminó por despojar de todo entusiasmo, convirtiendo en receptáculo de amargura eso que antaño fuera manantial incesante de ambición y optimismo…

Pues al diseñarse el edificio que regiría la tauromaquia, el artífice, el arquitecto, o lo que Ustedes deseen llamarle, reservó otro espacio o morada para los humildes de la fiesta, para los modestos y, sin embargo, no por ello los menos importantes de los personajes que participan en la realización del espectáculo, tales como torileros, monosabios, puntilleros…

La historia del toreo registra los nombres de algunos de los pertenecientes a este último grupo, bien haya sido por su actuación en general o por algún hecho en especial, que conquistaron tal honor; así, al torilero de la vieja plaza de Madrid que se llamaba Carlos Albarrán, apodado ‘El Buñolero’, que desempeñó tal función durante más de sesenta años y mereció que Luis Carmena Millán le dedicara un poema.

En la Ciudad de México han sido célebres Ramón Medina, torilero del viejo Toreo; entre los monosabios Simón Cárdenas y como puntillero, Macario Castelán ‘Gallinito’…

Pues bien: ayer al llegar a su fin el festejo de feria, las puertas de la morada dedicada a las personas más modestas del espectáculo se abrieron de par en par para dar paso a un nuevo ocupante que aspiraba a tal lugar por legítimo derecho de conquista por la vía del éxito, con el beneplácito de la afición de Aguascalientes. ¿Su nombre? Jesús Gutiérrez ‘El Callos’.

‘El Callos’, sí, que cuando estaba a punto de concluir y había doblado el sexto y último toro, puso fin a la vida de éste y dio al ‘esaborío’ un remate pletórico de torerismo, rematando a ‘Buen Mozo’, que tal era el nombre del bicho, con espectacular y certero puntillazo a la ballestilla. Esto es: lanzando la puntilla, haciéndola entrar en el cerviguillo del burel, que quedó fulminado.

Y los aficionados, los que van a la plaza a disfrutar de las diferentes incidencias de la lidia y no tan solo a brindar a la salud de esto o de aquello, irrumpieron instantáneamente en una cálida, rotunda ovación.

¡Enhorabuena Jesús Gutiérrez ‘El Callos’!…

Como se puede apreciar, a pesar de la oreja cortada por Joselito – entre los compases de Las Golondrinas según denota la misma crónica – el detalle más torero de la tarde estuvo a cargo del puntillero y es el que fue el motivo a recordar por el cronista. En declaración posterior para el mismo diario, José Miguel Arroyo se quejaba de que la espada le había emborronado sus mejores trasteos durante ese serial.

A Joselito ya no le hemos vuelto a ver por aquí, pero a don Jesús Gutiérrez El Callos le tenemos todavía apuntillando con arte y seguridad a los toros, y que sea por muchos años.

domingo, 2 de mayo de 2010

Tal día como hoy: 1976. Fabián Ruiz triunfa en el doblete asegurado la víspera

El 1º de mayo de 1976 se ofreció una corrida en la que para dar cuenta de un encierro de Matancillas, se anunció a tres diestros hidrocálidos. Ellos eran Fabián Ruiz, Efrén Adame y Armando Mora, quienes en las semanas anteriores al serial habían protagonizado habían protagonizado una huelga de hambre reclamando una oportunidad a la empresa. En ese festejo Fabián cortó una oreja de cada toro y Armando una, dejándose Efrén un toro vivo y quedando en el ambiente la pregunta de sí en ese festejo había terminado su transitar por los ruedos vestido de seda y oro.

El triunfo de Fabián – aunque fuera numérico – le valió el completar el cartel del día siguiente – estaba ofrecido desde que se anunció la feria que el triunfador de la víspera entraría a esta corrida – junto con Guillermo Montero y Fermín Espinosa Armillita, para dar cuenta de un encierro de Sierra Ortega y de nueva cuenta ha sido Fabián Ruiz el que ha salido mejor librado del trance, al cortar una oreja del primero de su lote.

El recuento que hace don Jesús Gómez Medina sobre este particular es el siguiente:


…los toros de don Manuel Ortega, desiguales en presentación y no muy sobrados, en general de fuerza y alegría, si exceptuamos al primero y en menor proporción al cuarto, obstaculizaron la labor de los espadas.

De estos, de nueva cuenta, el mejor librado fue Fabián Ruiz. Su estilo brillante y su notorio afán de complacer le conquistan de inmediato las simpatías populares y como además el muchacho lo intenta todo y se queda quieto al torear de muleta y como lo hizo ayer, con mayor asentamiento que en su actuación anterior, imprimiendo a sus pases una templanza y una longitud que no había tenido anteriormente y estuvo certerísimo con el acero, aunque sus estocadas hayan sido delanteras, de aquí que Fabián haya sido aclamado de continuo y cortado la oreja del noble cárdeno lidiado en primer término...

Guillermo Montero quedó poco menos que inédito para el público hidrocálido. Ciertamente sus dos enemigos fueron los menos aptos para el lucimiento; muy soso el segundo y dificilillo el quinto, al que se picó insuficientemente. En estas condiciones la labor del debutante resultó tan gris como intrascendente.

A Fermín Espinosa no acaban de embestirle los toros. Su primero de ayer, sea dicho con respeto, delantero de pitones y alto de agujas, terminó aplomado y Fermín que le había clavado tres magníficos pares de garapullos con esa facilidad tan de la casa, muleta en mano estuvo por encima de las condiciones del bicho y lo toreó lucida y eficazmente con la derecha, concluyendo con un estoconazo en todo lo alto. Ovación y vuelta al ruedo…

Así terminaba la segunda feria ofrecida en la nueva plaza de toros de nuestra ciudad, cuando el serial todavía se concentraba en su parte medular en el mes de abril y para lograr eso, se procuraba dar los festejos en días consecutivos, incluso, ofreciéndose de noche los que eran en días laborables, lo que entre muchos conocedores levantó muy variados comentarios, casi todos en contra, aunque sin razón científica de por medio.

Por ello hoy los festejos se concentran en fines de semana y la feria se adentra mucho en el mes de mayo, de forma tal que todos los festejos sean de día, lo que provoca que en ocasiones la parte medular del serial se aparta de la fiesta del Evangelista y se concentra en el siguiente mes, separándose en alguna medida de su original intención.

sábado, 1 de mayo de 2010

Tal día como hoy: 1964. Triunfo de Peñuelas. Juan Silveti actúa por última vez en nuestra feria.

Durante el último tercio de la década de los 50 y la primera mitad de la siguiente, el hijo del Tigre de Guanajuato fue uno de los toreros que fortificaron la tradición y la leyenda del serial de San Marcos. Su depurada tauromaquia era un platillo que la afición de Aguascalientes se solazaba en degustar, pues de los de su generación, es quizás junto con Jesús Córdoba, el torero que mejor dominó el conocimiento de la lidia, de los terrenos y de las suertes precisas para poder dar a cada toro la lidia correcta y adecuada a sus condiciones.

La oportunidad que da ocasión a este comentario, fue el festejo final de la feria en el que alternaron con él Humberto Moro y el utrerano Juan Gálvez, para dar cuenta de un importante encierro de Peñuelas. Las crónicas refieren la actuación del Tigrillo como discreta y como triunfadores de la corrida al encierro de Peñuelas y al linarense Moro que cortó una oreja.

El relato de de don Jesús Gómez Medina sobre lo destacado de la tarde es el siguiente:


El pasado viernes la del toro con nervio y pujanza. En efecto, por obra de los astados de Peñuelas volvimos a apreciar la suerte de varas con todo lo que encierra de emoción y dramatismo; de gallardía y de espectacularidad.

Por obra de los toros de Peñuelas, mal de su grado, visitaron varias veces la inhóspita arena – ¡los primeros tumbos de la Feria! – y también, en dos o tres ocasiones, el poderío de los bureles, aunado a su fiereza, lanzó estrepitosamente a jinete y cabalgadura contra los tableros, para reproducir una escena que arrancada, al parecer, de las añejas estampas de Daniel Perea, conserva aún su abigarrado patetismo.

Fueron los de Peñuelas en suma, fieramente bravos, con la bravura que emociona y entusiasma; con esa bravura, con esa fiereza que son y serán siempre las cualidades esenciales del toro de lidia. Con la bravura, con la fiera acometividad que, desgraciadamente, va escaseando en otras ganaderías; pero que hay que cuidar con todo celo, pues cuando tales características dejan de existir en los cornúpetas destinados al toreo, se habrá extinguido ya esa raza admirable llamada toro de lidia.

A todo esto, digamos que, con tales cualidades, los de Peñuelas tenían mucho que toreárseles, como se dice en el argot taurino. No, no eran los toros de azúcar y mazapán que por faltos de fuerza o de fiereza – de bravura – se antojan inofensivos. No.

A estos bureles había que dominarlos antes de hacerles florituras. Había que poder con ellos, en suma. ¿Lo consiguieron los maestros?...

El programa anunciador del festejo en los diarios invitaba al público a asistir a los corrales de la plaza a apreciar el encierro. Es curioso observar ese detalle, pues si bien la reglamentación exige que los toros estén a la vista unos días antes del festejo, es raro que se invite públicamente a verlos, más bien se trata de evitar, so pretexto de que con la afluencia de público se mueven y se pueden inutilizar.

Al final de cuentas y como decía antes, solamente Humberto Moro logró cortar una oreja al segundo de la tarde, con el que pasó algún momento de apuro en el primer tercio, cuando le echó mano. Por su parte, Juan Gálvez tuvo una tarde de esas para no recordar, en la que se vio sin deseos ni reposo al hacer el toreo.

Juan Silveti seguiría asistiendo a nuestra Feria de San Marcos, aunque ya no lo haría vestido de luces. La fiesta en México ya se comenzaba a manejar de una nueva manera y el respeto a la dignidad de los toreros estaba siendo soslayado, se pretendía tratar a los artistas como jornaleros sin importar la jerarquía que les es consustancial. Por eso él y varios de los de su tiempo decidieron que era el momento de dar vuelta a la página y dar por concluida con lucimiento una trayectoria, que seguir adelante pero sin esa necesaria dignidad.

Hoy le recuerdo en la que fuera su presentación postrera en nuestra feria y como actual cabeza de una dinastía de toreros, que se encamina a encontrar ya a la cuarta generación de matadores de toros en su historia.

Aldeanos