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domingo, 29 de diciembre de 2013

3 de enero de 1954: Jesús Córdoba y Estanquero de Pastejé


Jesús Córdoba
La temporada 1953 – 54 en la capital mexicana hoy en día puede ser calificada de irrepetible. Entre el 6 de diciembre de 1953 y el 14 de marzo de 1954 se dieron 28 festejos, dos cada domingo en las plazas México y El Toreo de Cuatro Caminos, y por lo que las crónicas de la época reflejan, con lleno en los tendidos en ambas. Aclaro que en la plaza más grande del mundo se totalizaron tres corridas más – el número exacto fueron 17 en La México y 14 en Cuatro Caminos – para sumar treinta y un corridas de toros entre el 22 de noviembre de 1953 y el ya indicado 14 de marzo de 1954.

El elenco de la Plaza México tenía como principales atractivos la reaparición de Armillita después de casi cuatro años de su apoteósica despedida en ese mismo escenario, la presencia de las figuras del momento como lo eran Manuel Capetillo, Jesús Córdoba, El Ranchero Aguilar y Juan Silveti y las confirmaciones de alternativa de toreros como Antoñete, Calerito o Chaves Flores. En Cuatro Caminos las cabezas de cartel eran Fermín Rivera, Jumillano, Manolo Vázquez, Luis Procuna, Antonio Velázquez y Luis Castro El Soldado. Dos toreros participaron en los dos elencos, el madrileño Julio Aparicio y el albaceteño Manuel Jiménez Chicuelo II.

Dos corridas triunfales el mismo día

Las primeras corridas del año 1954 en la capital mexicana fueron de triunfo. Hace un año me ocupé de los sucesos del Toreo de Cuatro Caminos y al final de la entrada apuntaba que al prestarse las circunstancias me ocuparía de lo que sucedió esa misma fecha en la Plaza México, en corrida organizada por la esposa del Presidente de la República a beneficio de la Asociación de la Protección de la Infancia, misma en la que se acartelaron Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Jorge El Ranchero Aguilar, Manuel Calero Calerito, Pedro Martínez Pedrés y Antonio Chenel Antoñete para lidiar toros de Pastejé, ganadería que recién había sido adquirida por Carlos Arruza, dando lugar al hecho singular de que una persona fuera ganadero en México y en España al mismo tiempo.

En Cuatro Caminos, con un lleno, alternaron Héctor Saucedo, Manolo Vázquez y Emilio Ortuño Jumillano ante tres toros de Coaxamalucan y tres de Rancho Seco. Fue la gran tarde de Manolo Vázquez en la capital mexicana, cortando el rabo a un toro de regalo de Xajay. Lo que sucedió ese día pueden leerlo en esta ubicación

Jesús Córdoba y Estanquero

La corrida de la Plaza México también se celebró con un lleno hasta el reloj. La mejor faena de la tarde corrió a cargo de Jesús Córdoba quien ante el segundo de la tarde, Estanquero, firmó lo que sería su obra más importante de esa temporada y una de las más destacadas de su paso por el ruedo de la Colonia Nochebuena. Encontré dos versiones del suceso. La primera está firmada por Don José – presumiblemente José Octavio Cano – y es de febrero de 1966, contenida en una sección de remembranzas de la Revista Taurina que se publicaba por esos días en la Ciudad de México y es del tenor siguiente:
El segundo toro de la tarde se llamó “Estanquero”, bien presentado y con imponentes defensas. Y ante este respetable burel, vimos muletear a Córdoba con perfección, limpio arte y asentamiento de figura consagrada… Poco logró hacer con el capotillo. No hubo mayor relieve en los quites, pero con la muleta, después de brindar a toda la concurrencia, Chucho se fue agigantando y causando asombro por la pureza de su estilo, por la naturalidad que imprimía al trazo de los pases. Con sabor, con cadencia, dibujó los derechazos amplios, despaciosos, llevando el engaño terso y suave ante la cara del astado, sin una descompostura, sin un tropiezo, conservando la misma exacta distancia siempre, entre los pitones y los vuelos del trapo rojo. Enseguida, con aplomo y ajustamiento, con pasmosa tranquilidad, imperturbablemente sereno, ejecutó en varias tandas los naturales, extraordinarios, largos, templados, completos… Córdoba iba desarrollando una faena de arquitectura admirable y ejemplar, reuniendo el dominio sobre el toro con arte cristalino. Destacaron los de pecho, echando todo el toro por delante y los cambios de mano, precisos, oportunos, con jugueteo de los giros de la muleta entre los puñales de la fiera. Intercaló un pase de rodillas muy lento y dramático, más tarde se adornó con los lasernistas que dieron las últimas pinceladas al trasteo bello y perfecto. Y con un estoconazo hasta la empuñadura, coronó Chucho Córdoba su admirable labor para ser premiado con la oreja que reclamaron multitud de pañuelos y con ovaciones ensordecedoras y prolongadas, que le obligaron a recorrer dos veces el redondel, entre sombreros, ramos de claveles y aclamaciones vibrantes de rendida admiración a su arte depurado, al clasicismo de su toreo y a la verdad nítida que predominó en todos los momentos de aquella magnífica faena…
La otra versión apareció publicada en el diario El Siglo de Torreón el 4 de enero de 1954, al día siguiente del festejo y aunque más breve, relata lo que sigue:
Jesús Córdoba, máximo triunfador en la corrida de ayer en la capital. En la Plaza México se verificó la corrida a beneficio de la Asociación de Protección a la Infancia, bajo el patrocinio de la Primera Dama, lidiándose toros de Pastejé, sobresaliendo por su bravura los lidiados en segundo, quinto y sexto turnos... Córdoba fue el máximo triunfador de esta tarde; veroniqueó con sabor y en el último tercio realizó bellísima e inspirada faena iniciada con dos doblones, dos tandas de buenos derechazos; en dos ocasiones dibujó la vitolina con limpieza y emoción singular, siguiendo con una cátedra de toreo al natural, intercalando un molinete de rodillas, terminando con una estocada hasta las cintas. Se le concedió una oreja y el público abroncó al juez por no darle otro apéndice; dio tres vueltas al ruedo entre interminables ovaciones...
Aunque en esencia esta última versión no difiere de la de Don José, contiene un dato adicional que refleja la magnitud de la obra del Maestro Córdoba, que es la bronca que la concurrencia le echó al Juez de Plaza – Presidente – por no conceder la segunda oreja a la faena realizada, sobre todo si consideramos que de ambas relaciones, la de la fecha de la corrida y la de la remembranza, se desprende que se realizó sobre el eje fundamental del pase natural, algo que a mi juicio agrega valor a cualquier trasteo y cobraría aún mayor valor cuando se otorgara a Pedrés la oreja de Gitanito, 5º de la tarde y a Antoñete la de Giraldillo, el que cerró plaza.

Jesús Córdoba reaparecía esa tarde después de haber sido herido el 29 de noviembre anterior en ese mismo ruedo y al domingo siguiente en la reaparición de Armillita volvería a visitar la enfermería nada más al abrirse de capa, lo que le alejaría del ruedo de Insurgentes hasta el año de 1956.

Esta tarde, el nombre de Estanquero se unió a otros como los de Luminoso y Cortijero en la trayectoria de Jesús Córdoba por el ruedo de la Plaza México, inscribiéndose en las páginas trascendentes de nuestra Historia del Toreo.

domingo, 10 de marzo de 2013

8 de marzo de 1953: Antoñete recibe la alternativa en Castellón

Antoñete en Caracas, con un toro mexicano de
don Manuel de Haro (Cª 1977)
El pasado viernes se cumplieron 60 años de que Antonio Chenel Antoñete fuera investido como matador de toros por Julio Aparicio en la Feria de la Magdalena de Castellón de la Plana, otorgándole una dignidad que llevó por los ruedos del mundo durante casi medio siglo, proclamando siempre una tauromaquia pura, ejemplar y modélica que a despecho del así llamado cambio de los tiempos, nunca perdió su solidez y su aroma.

La de 1953 fue una temporada que inició temprano en el calendario. Ese domingo 8 de marzo aparte de la corrida de Castellón, se dieron dos festejos en Madrid – uno en Las Ventas y otro en La Chata de Carabanchel – y también en Barcelona y Calatayud se celebraron novilladas y la prensa de la época relata el verificativo de una corrida en Casablanca en la que actuó mi compatriota Jesús Córdoba.

Otro aspecto de interés que rodeaba la alternativa de Antoñete es que durante el año de 1952, Antonio Bienvenida había lanzado su campaña contra la manipulación de las astas de los toros – afeitado – y algunos medios de comunicación se habían hecho eco de ella. En el ambiente de esa justa reivindicación, muchas figuras se negaron a alternar con el hijo del Papa Negro, pero al tiempo, al menos en las plazas de más predicamento se comenzaban a ver corridas de mayor arboladura y en apariencia, intactas.

Antoñete contó a Manuel F. Molés lo siguiente:

La gente – rememora Antonio – como si fueran a ver toros contra leones. La campaña contra el afeitado fue de un eco enorme. La verdad es que se afeitaba tanto como se afeita ahora, para las figuras y en las plazas que podían. En las plazas grandes, y sobre todo en las corridas de toreros modestos, el toro salía sin tocar. Pero se formó la mundial y a la postre salió una corrida de Curro Chica, astifina, esaboría, sin clase y con sólo un toro medio bueno al que Aparicio le cortó una oreja. (Antoñete. El Maestro. Pág. 57)

El cartel del 8 de marzo de 1953 en Castellón lo formaron Julio Aparicio, Pedro Martínez Pedrés y Antoñete, que recibiría la alternativa. Los toros serían de los que llevaban en el anca la corona de Braganza, es decir de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. El toro de la cesión se llamó Carvajal, número 54, de pelo negro.

Las crónicas del festejo son casi partes informativos de la misma. Tanto la Hoja del Lunes de Madrid del día siguiente de la corrida, como el ABC del 10 de marzo, reproducen la siguiente información generada por la agencia CIFRA:

Castellón de la Plana, 8. – Lleno completo. Toros de Francisco Chica. – Antoñete, que tomaba la alternativa, toreó bien de capa al primero y lo muleteó aceptablemente para una estocada. Se le ovacionó. En el sexto hizo una buena faena, lo despachó de una estocada, un pinchazo y un descabello y fue ovacionado. – Aparicio veroniqueó superiormente al segundo, le hizo una gran faena y lo mató de una estocada. Cortó una oreja. En el otro cumplió con la muleta y acabó con una estocada. – Pedrés muleteó aceptablemente a su primero y lo mató de tres pinchazos y un descabello. En el otro, por el estilo con la muleta, para acabar con media estocada y un descabello. – Pesos: 278, 268, 287, 309, 303 y 286.

Una crónica algo más prolija aparece en el diario que en la fecha se nombraba Nueva España. Diario de Falange Española, Tradicionalista y de las J.O.N.S y que hoy es el Diario del Altoaragón, de Huesca, aparecida al día siguiente de la corrida y que es del tenor siguiente:

Antoñete obtuvo un éxito en Castellón el día de su alternativa. – Castellón de la Plana. Corrida de la Magdalena. Toros de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. Alternativa de Antoñete. – Antoñete, en su primero, estuvo valiente y fue ovacionado. A su segundo le hizo una buena faena, acabando de una estocada, pinchazo y descabello. El diestro es despedido con una gran ovación. Aparicio hizo entrega en el primero a Antoñete de los trastos de matar. – Aparicio, en su primero, oyó música en la lidia y se adornó en varios pases de rodillas. Mató de una estocada casi entera y cortó una oreja, aunque el público pedía las dos. Ovación. – A su segundo, Aparicio le hizo una buena faena y lo mató de una casi entera, con derrame. Se lanzó un “capitalista” que fue cogido y recibió una cornada que le produjo destrozos en las partes blandas de la pierna derecha. – Pedrés, en su primero, tiene que salir al quite del “capitalista” que se lanza al ruedo y que después de que se dan dos pases es retirado del ruedo por los peones. El diestro acabó con el toro, después de una faena lucida, de tres pinchazos y descabello; a su segundo enemigo, Pedrés lo toreó por bajo y lo mató de media y descabello.

De la relación que hace J. Lloret, corresponsal del semanario El Ruedo, extraigo lo siguiente:

Dos factores principales contribuyeron al brillante resultado económico de la corrida: el día primaveral que hizo y la propaganda que durante todo el invierno se ha venido haciendo en torno al toro de lidia... En cuanto a peso y edad, vino a Castellón una corrida seria. Pertenecían los toros a la ganadería andaluza de don Francisco de la Chica, y como decimos estuvieron muy bien presentados, ya que dieron un peso en bruto de 501, 516, 530, 557, 549 y 535 kilos, respectivamente, por orden de salida. La corrida no ofreció dificultades para los lidiadores, ya que ninguno de los seis bichos acusó peligro. Cierto que casi todos ellos llegaron muy aplomados al último tercio, pero cúlpese de ello a la poca fuerza que sacaron. Los menos apropiados para el lucimiento fueron los corridos en primero y cuarto lugar, es decir, el toro de la alternativa de Antoñete y el segundo de Julio Aparicio, diestro este último que cortó la única oreja del festejo... Creemos que con Antoñete estamos en presencia de un torero de extraordinarias proporciones, a pesar de que su primera actuación como matador de toros no ha sido muy afortunada. Antoñete es un torero de clase y además lidiador, condición ésta muy interesante si hay que enfrentarse con corridas cuajadas. En su primero se lució en unos lances muy buenos; pero luego los picadores se ensañaron con el bicho y ante la bronca del público el novel matador de toros se desconcertó. En su segundo creímos que iba a llegar la faena grande; pero el toro se vino abajo y el madrileño sólo pudo conseguir unos pases muy buenos con la derecha y dos series de naturales soberbios que ligó con el pase de pecho. Lo que hizo fue de tal calidad que pudo haber cortado la oreja si la estocada no hubiese resultado atravesada...

Entrada a la corrida de la
alternativa de Antoñete
Como podemos ver, el recuento que hace Antoñete en 1996 del resultado de la tarde de su alternativa a través del juego de los toros, no difiere en mucho con lo que las crónicas periodísticas dijeron en su día. Los toros no se prestaron a florituras y los toreros les dieron la lidia que éstos pidieron, siendo reconocidos por ella, pero sin aires de apoteosis. Eran otros tiempos.

Fueron compañeros suyos de quinta entre otros Dámaso Gómez y Manuel Jiménez Chicuelo II y entre los que son o se arraigaron de este lado del mar, Luis Solano, Miguel Ortas y José Zúñiga Joselillo de Colombia y en cuanto a sus actuaciones, siguió a Pedrés que sumó 48; Antonio Ordóñez con 47; César Girón, 41; Jorge Ranchero Aguilar, 39 y Antoñete con 36 al igual que Jumillano, para ser el quinto lugar de su escalafón.

Decía al inicio que Antoñete ejerció su ministerio de matador de toros durante casi medio siglo. Medio siglo en el que vivió con intensidad muchas luces y sombras para escribir una historia con la que, quizás, sin proponérselo, se convirtió en referente de varias generaciones de aficionados y de toreros y con un mérito agregado, atrajo al mundo de la fiesta a personas a las que sin su manera de ser y de ver la vida, quizás no las hubiera interesado en él.

Concluyo esta remembranza con una reflexión de José Carlos Arévalo a propósito de la faena de Antoñete a Atrevido de Osborne en 1966 y que creo que presenta con claridad la manera en la que El Maestro entendía el toreo:

La lidia es un arte de preguntas y respuestas que se hacen mutuamente el torero y el toro. Según este pensamiento, a la par esencial y estratégico, basta para garantizar nuestra atención a la lidia. Toro y torero se niegan en cada embestida y la afirmación de uno supone el fracaso del otro. Solo cuando la conjunción de ambos disuelve (¿o agudiza?) la pugna, el misterio del toro ha sido descubierto y el toreo resplandece. Es mentira, es una superficial tentación platónica creer que la faena ideal cae del cielo, que la regala el toro, que se la regala y nos la regala el torero. Sí así fuera, la lidia carecería de sentido y el arte de torear no justificaría tan paciente espera...
Un interesante documento visual se encuentra en los primeros tres minutos del No – Do del 29 de junio de 1953 (mismo que pueden ver en esta ubicación). No lleva imágenes de la corrida de la alternativa de Antoñete, aunque el cartel de toreros sea el mismo – Aparicio, Pedrés, Antoñete – porque estas corresponden a la Corrida de Beneficencia de ese año. No obstante, nos deja ver lo que sería la primera edad del Torero de Madrid por antonomasia y tener una aproximación a lo que fue la tarde de su alternativa. Los toros fueron de Sánchez Cobaleda.

domingo, 22 de julio de 2012

18 de julio de 1948: Se presenta Jesús Córdoba en la Plaza México


Jesús Córdoba en 1949

El pasado miércoles se cumplieron 64 años de lo que podría considerarse como el arranque de la Edad de Plata del Toreo en México. En esa fecha se celebró la séptima novillada de la tercera temporada de festejos menores que se daba en el nuevo coso de la capital mexicana y debutaban en ella dos toreros. De raigambre familiar en León de los Aldamas, la tierra de Rodolfo Gaona y del entonces emergente Antonio Velázquez, pero con la particularidad de haber nacido en Winfield, Kansas, en los Estados Unidos de América, se presentaba Jesús Córdoba, que triunfó en una corta serie de novilladas que el picador Juan Aguirre Conejo Chico ofreció en el Rancho del Charro ubicado en la calzada de Ejército Nacional, donde ya por su manera clásica de hacer el toreo, se le comenzó a anunciar como El Joven Maestro.

El otro debutante era Rafael García, originario del Estado de México y que se decía era asilveriado en sus maneras frente al toro y el segundo. La cuarteta que enfrentaría el encierro de La Laguna a lidiarse esa tarde de domingo, la completaron el tapatío Luis Solano y otro joven que repetía después de que dos domingos antes, había puesto a la plaza más grande del mundo de cabeza al exhibir un valor desmedido y hasta temerario delante de los novillos, el hidalguense Paco Ortiz.

Jesús Córdoba se enfrentó esa tarde a Apizaquito y a Rondinero, cuarto y octavo del hierro titular y en ambos dio la vuelta al ruedo. La crónica enviada por el corresponsal de la agencia que transmitía la información al diario El Informador de Guadalajara, Jalisco, narra lo siguiente acerca de lo sucedido esa tarde:

Derroche de buena voluntad en la corrida de la Plaza México. Alternaron Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba.  
México D.F., julio 18.  – En la Plaza México se llevó a cabo la novillada de La Laguna, alternando Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba. Los cuatro alternantes hicieron un derroche de buena voluntad, siendo los más afortunados Paco Ortiz y Rafael García, que cortaron oreja a sus segundos... Paco, al banderillear a su primero en el segundo viaje, cita a un metro escaso de la jeta del animal, saliendo prendido por la taleguilla y arrojado a la arena, resultando ileso, y en su segundo, al buscar un forzado de pecho es prendido nuevamente, levantado y despedido... Con un valor característico da dos pases por alto mirando a los tendidos que le resultan de una manera temeraria, pues a cada pase se va metiendo en los propios pitones de la res. Vuelve a colocarse a un palmo del enemigo y sufre un derrote que le parte totalmente la taleguilla por el lado derecho... En su primero recibió la gran ovación, y en este último troza la oreja de su enemigo, por petición del público. 

Rafael García estuvo bien en su primero, que fue el tercero de la tarde, y en su segundo, que fue el séptimo, hace un faenón que se le premia como a Paco, con el apéndice de su enemigo... Solano estuvo desafortunado en su primero, pero no así en su segundo, que por su actuación le hace merecedor a la vuelta al ruedo... El cuarto de la tarde fue para Chucho Córdoba, su primero, al que al intentar el segundo viaje, después de haber señalado un pinchazo, es prendido por la entrepierna. Retornando al ruedo muy valiente, y dispuesto a jugarse el pellejo, coloca un formidable estoconazo. Se le ovaciona la faena de buena voluntad, ya que le tocó lidiar la res más mala y difícil de la tarde. En su segundo, el octavo de la tarde, hace una faena con prontitud, serenidad y torerismo, adornándose con pases de rodilla en tierra y un toque de pitones. Recibe fuerte ovación y el público pide la vuelta al ruedo, que le es concedida...

Transcribí casi la integridad de la crónica, pues me llama la atención de que el relator de la agencia de noticias ponga mayor énfasis en las actuaciones de Paco Ortiz y de Jesús Córdoba. El de Apam fue uno de los que cortaron oreja esa tarde, pero su actuación fue de esas que son emblemáticas del novillero que quiere ser. De la lectura de la crónica podemos desprender que fue entregado, sin verse la ropa cuando los novillos le echaron mano y jugándoselo todo a cara o cruz con tal de salir triunfante. En lo que narra de Jesús Córdoba, nos refiere escuetamente a un torero con valor y enterado, que sin arredrarse ante las complicaciones de su primer novillo, salió a demostrar que podía con él y ante el que se lo permitió, desplegó su tauromaquia clásica y dominadora.

Lo que me cuestiono es si hoy en día, un novillero que no terminara con las orejas en la mano, en una de las principales plazas del mundo, volvería a tener una oportunidad. En aquellos días, se valoraba la torería y la voluntad de ser; hoy, parece que solamente se mide a los toreros por su capacidad de cortar lo que Manolo Martínez llamó un día retazos de toro.

De los alternantes de esa tarde, Paco Ortiz terminaría toreando 9 tardes en la temporada; Jesús Córdoba, 8; Rafael García, 3 y Luis Solano tendría ese domingo su única aparición en ella. El serial constó de 29 tardes y en la número 24, celebrada el 31 de octubre, Jesús Córdoba ganó la Oreja de Plata en cerrada disputa con Paco Ortiz, quien pese a haber cortado un rabo, vio como el trofeo le era adjudicado al Joven Maestro, quien solo cortó una oreja esa tarde.

Luis Solano en 1949
De los alternantes de la tarde que les comento, Jesús Córdoba recibió la alternativa en Celaya el 25 de diciembre de ese 1948, de manos de Armillita; Paco Ortiz recibió una primera en Puebla en 1950, de manos de Silverio Pérez; después otra en Piedrahita, Ávila en 1951, de manos de Pablo Lalanda y una definitiva en 1958 en Pachuca, de manos de Luis Castro El Soldado; por su parte, Luis Solano recibe una en 1951 en León, Guanajuato, de manos también de El Soldado y la definitiva en 1953 en Barcelona, siendo su padrino Cayetano Ordóñez, en tanto que Rafael García se hará matador de toros en 1952, en Barcelona, apadrinándole Julio Aparicio.

La temporada de novilladas 1948 fue rica en prospectos, pues en ella surgieron toreros que tendrían trayectorias importantes en los ruedos como Alfredo Leal, Jorge El Ranchero Aguilar, Héctor Saucedo, Curro Ortega, Alfonso Pedroza La Gripa o Rubén Rojas El Jarocho. Aunque el real corolario de la temporada de novilladas 1948 fue la consolidación de Los Tres Mosqueteros, Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba – les cito ya por orden de alternativa –, llevando como una especie de D’Artagnan a Paco Ortiz. Los tres primeros fueron figuras del toreo por derecho propio y Paco Ortiz por diversas circunstancias vio truncado su camino al pasar al escalafón superior.

Mi enhorabuena al Maestro Córdoba por este aniversario y expreso mi esperanza que la manera de tasar el paso por las plazas de los novilleros en la actualidad sea de otro modo, porque solo así hay futuro posible para esta fiesta nuestra.

domingo, 11 de marzo de 2012

Sevilla, 1953. Un esplendoroso abril para Jesús Córdoba


El Maestro Jesús Córdoba

La Feria de Abril sevillana del año 53 fue accidentada. Primero, porque la lluvia impidió que se celebrara conforme a lo originalmente planteado. De las seis corridas ofrecidas inicialmente, terminaron dándose solamente cinco y con varios cambios en el programa original. La feria descansaba en cuatro comparecencias de Antonio Ordóñez y completaban el elenco Jesús Córdoba, Rafael Ortega, Manolo Vázquez, Emilio Ortuño Jumillano, Jorge El Ranchero Aguilar, José María Martorell y Manuel Calero Calerito, todos ellos, originalmente a dos tardes cada uno.

El mal tiempo impidió iniciar los festejos el día 18 de abril, por lo que las tres primeras corridas se desplazaron en su fecha, arrancando el día 21 con la Corrida de la Cruz Roja, misma en la que Antonio Ordóñez fue herido de consideración y quedó imposibilitado para cumplir con los tres compromisos que le restaban en la feria. El mismo recorrido de fechas, hizo que la corrida de Clemente Tassara, originalmente anunciada para el 20 de abril y que lidiarían José María Martorell, Rafael Ortega y Jumillano, se suspendiera en definitiva y que varios carteles se reconfiguraran, quedando El Ranchero Aguilar solo con una de las tardes que tenía contratadas. 

Para sustituir al herido Antonio Ordóñez, el 22 de abril se programó al cordobés Manuel Calero; para el 24, a Jerónimo Pimentel y el 25 de abril, fue El Tesoro de la Isla quien cogió la sustitución. Por último, el 26 de abril, domingo, se cerró el serial con una novillada en la que destacan la presencia de Manolo Zerpa y el lusitano Paco Mendes. Luego siguiendo con las vicisitudes, el 22 de abril, la corrida se suspendió tras la lidia del tercero de la tarde, debido a la negativa de los toreros para continuar toreando por lo impracticable del ruedo a causa de la lluvia, razón por la cual el Teniente de Alcalde que presidía el festejo puso a disposición del gobierno civil – eufemismo para decir que mandó detener – a los toreros actuantes, que fueron multados. 
Anuncio de los carteles de la Feria de Abril de 1953 recompuestos
tras de las suspensiones debidas a las lluvias (ABC de Sevilla, 19/04/53)

Jesús Córdoba y la tarde de los Miuras

La presentación del Joven Maestro se produjo el día 24 de abril con la corrida de Miura – anunciada como la tradicional corrida de Miura – en la que formó cartel junto con Calerito y Jerónimo Pimentel. Para la anécdota, al festejo asistió el General Franco acompañado de su esposa y mi paisano Jesús Córdoba, le cortó una oreja al cuarto de la tarde. De la relación de Gil Gómez Bajuelo, publicada en el diario ABC de Sevilla al día siguiente del festejo, extraigo los siguientes recuerdos:

…Sus dos faenas de muleta fueron excelentes, siempre con el sello elegante. La primera, brindada al Caudillo. Muy derecho, corriendo la mano, acabando los pases. Girando muy bien en los naturales y preciosos de ejecución los redondos. Siempre erguida la figura, airoso el andar. Cuando el toro no pasaba, le obligó y le sacó unos estatuarios magníficos. La espada le quitó la oreja. Porque pinchó dos veces, no entrando muy bien. En cambio en la estocada entró superiormente y la logró en lo alto. Córdoba recibió un regalo del Caudillo y dio la vuelta al ruedo. La segunda faena, brindada al público, tuvo el mismo perfil de esencia torera. Y como la primera, arrullada por los alegres sones de la música. Volvió la suavidad y mando de los redondos, el aguante con los pies juntos en los bellísimos altos, barriendo despaciosamente los lomos, y el tirar de la res a un centímetro del pitón en los momentos de obstinada queda. Faena torera de los pies a la cabeza. Y esta vez, coronada con una estocada hasta la empuñadura, entrando decidido y saliendo trompicado en su preocupación de mirar sólo al morrillo y porque el toro se quedó quieto… Jesús Córdoba cortó la oreja, dio la vuelta al ruedo devolviendo sombreros, recibiendo ramos de flores y ordenando guardar la oreja… El mejicano es también de los que saben el calor de una oreja en Sevilla...

Al día siguiente, a hombros, tras un hecho inusitado

Apunte de Vicente Flores de una estocada
de Jesús Córdoba la tarde de los Miuras
(ABC de Sevilla, 25/04/53)
El día de San Marcos – 25 de abril –, Jesús Córdoba alternó con Rafael Ortega y Jumillano para matar una corrida originalmente anunciada de María Sánchez Cobaleda. Al final, solo se lidiaron cuatro de los originalmente anunciados y dos de Escudero Calvo como sobreros. En esa tarde se produciría en el festejo un hecho inusitado tanto en España, como en una plaza como la de la Real Maestranza sevillana, se lidió como regalo un séptimo de Benítez Cubero, regalo que a petición de los señores Maestrantes haría a la afición congregada en el Coso del Baratillo precisamente el diestro leonés Jesús Córdoba

Independientemente de lo que más adelante comentaré, recurriré de nueva cuenta a la relación hecha por  Gil Gómez Bajuelo del ABC de Sevilla, que en lo medular de su crónica, nos refiere:





Jesús Córdoba lidió el sobrero de la última corrida de Feria en el que obtuvo un triunfo saliendo a hombros 
Evidentemente, no se pueden hacer cestos sin mimbres. Esto ocurrió ayer en la última corrida de toros de nuestra renombrada Feria. Claro es que, con corridas de este corte, el renombre corre riesgo de esfumarse. Se lidiaron cuatro toros de Cobaleda, dos de Escudero y uno de Benítez Cubero, obsequio gentil del mejicano Jesús Córdoba... En esta corrida, el mejicano Jesús Córdoba confirmó plenamente sus excelentes aptitudes toreras. Deja en Sevilla un gran cartel de torero fino y enterado... La faena a su primero fue de calidad. El Cobaleda, aunque feo y con grandes defensas, era noble. Pero se fue apagando de tal modo que sólo un torero de los recursos del mejicano pudo obtenerle el máximo rendimiento. Había que citarle muy cerca, tirar de él, a una distancia inverosímil, y después llevarlo empapado en el viaje, con un temple ideal. Fue así como Córdoba aprovechó el poco gas que tenía el bruto. Tan al límite aprovechado que logró unos pases altos mayestáticos, unos redondos suavísimos y otro del mismo género, monumento de aguante, que hizo entrar en acción el metal de la banda. Todo ello muy cerca, muy torero, en una faena en la que hasta lo accesorio tuvo aire de elegancia. Alegrando al bicho, esculpió un pase alto soberano. La faena quedaba lograda. Unos pinchazos y media estocada no pudieron interponerse en la aprobación unánime a la gran faena de muleta. En el cuarto, de Escudero, no había nada que hacer. Lidiado entre constantes protestas del público y cayéndose con frecuencia. Córdoba, instigado por los espectadores, dio sólo unos pases, poquísimos, y con sólo dos pinchazos se echó el animal. Entonces Córdoba tuvo un gesto, que el público ovacionó calurosamente. Fue obsequiar a los espectadores con un séptimo toro, de Benítez Cubero. Lo brindó al respetable. Quiso la docilidad del enemigo que el mejicano cuajara una gran faena, con variedad de pases, bajo el signo unitario de un estilo personalísimo. Los pases altos, los ayudados por bajo, los derechazos, los naturales y el rodillazo afarolado. Todo con mando, suavidad y derechura. Faena oleada por el público y alegrada por la música. Una estocada en lo alto culminó la actuación feliz del mejicano, que dio a hombros la vuelta al ruedo, exhibiendo el trofeo triunfal de la oreja de su enemigo. Bonito final de una corrida que, había transcurrido sin grandes relieves y en la que Córdoba puso de vez en cuando la nota alegre de su reposado y elegante capote...

Y terminando su casi redonda actuación – la espada le restó ese aire de rotundidad –, se lo llevaron en hombros por la puerta de cuadrillas hasta salir de la plaza por la calle Iris, en una tradición sevillana que hoy se encuentra lamentablemente abandonada.

Otro apunte de Vicente Flores de la tarde del 25
de abril (ABC de Sevilla, 26/04/53)
Alguna vez tuve la ocasión de escuchar del Maestro Córdoba el recuerdo de esta tarde. Contaba que al estar preparando para la muerte a un débil segundo de su lote, le llamaron a acercarse a las tablas y lo hizo intrigado, con cierto recelo, pues pensó que quizás le sancionarían por ir a tomar muleta y espada y sin mayor trámite, salir a doblarse con el toro para buscar la igualada y tirarse a matar. 

Ya en tablas, es enterado de que el recado era otro, de parte de los señores Maestrantes, en el sentido de que el sobrero estaba a su disposición para que lo obsequiara, pues querían seguirle viendo. Allí refiere el Maestro, pidió que el representante de la Autoridad en el callejón interviniera, porque él sabía que solo se podía obsequiar el sobrero, excepcionalmente, en corridas de un solo matador. Allí le confirman que tiene la venia de la presidencia del festejo y de los maestrantes para obsequiar el toro si así lo desea. Cuenta el Maestro que la manera en la que se lo ofrecieron, le hizo sentir que era un desprecio el no hacerlo.

Al final, el obsequio del toro de Benítez Cubero ese día de San Marcos le permitió a Jesús Córdoba redondear una feria sevillana y destacar la firmeza del paso con la que llevaba y que le permitiría terminar la campaña con 35 corridas toreadas y entre los diez primeros del escalafón, según podemos ver en esta página del blog del Aula Taurina de Granada.

Mi homenaje

Faltan algunas semanas para llegar al aniversario de estos fastos, no obstante, el pasado miércoles el Maestro Córdoba cumplió 85 años de edad y llegó a ellos bien y de buenas. No se me ocurre mejor forma de rendirle homenaje – a los toreros se les debe recordar siempre por lo que hacen delante de los toros y nada más –, más que recordando estas dos grandes actuaciones suyas en los ruedos, que resultaron de las más importantes de ese abril y de esa temporada de 1953.

domingo, 19 de junio de 2011

Jueves de Corpus de 1954: Juan Silveti sale en hombros de La Maestranza

Algunas razones para recordar esto

La entonada actuación que han tenido los toreros mexicanos en el reciente San Isidro y la proyección que les ha dado con cara a la realización de una real campaña en ruedos hispanos, me motiva a repasar la historia y a encontrar antecedentes en ella de diestros que en otros tiempos, mantuvieron en alto el pabellón nacional y con sus buenas actuaciones abrieron el camino para que los toreros de nuestros días pudieran cruzar el Atlántico y continuar con la obra que ellos iniciaron.

Suma además al hecho, que uno de los cinco nacionales que comparecieron a Las Ventas, es precisamente Diego Silveti, nieto de quien me ocupa en esta ocasión y representante de la cuarta generación de toreros de su dinastía que comparecía en la capital hispana y en lo general, representante de una dinastía de toreros de suyo larga, de las que la Historia del Toreo registra muy pocas.

Por último, además de la efeméride, creo que vale la pena entrar un poco más a profundidad en la trayectoria de Juan Silveti Reynoso en los ruedos de España. Siempre que se habla de ella, se llega al punto de algo que ya parece un mero lugar común, la tarde de los toros de Pablo Romero en el San Isidro de 1952, cuando en el fondo su historia en esas arenas es más profunda y rica que esa única tarde. Es por eso que recurro a ella, la que en su día, confesara a don Filiberto Mira, que había sido el día más feliz de su vida y se trata de la Corrida de la Asociación de la Prensa de Sevilla, celebrada el 17 de junio de 1954 – Jueves de Corpus por cierto –, en la que para lidiar toros de don Salvador Guardiola, alternaron Cayetano Ordóñez Niño de la Palma II, Jesús Córdoba y el nombrado Juan Silveti

¿Hoy cómo ayer?

La crónica que me sirve de apoyo para esta remembranza, es la de Gil Gómez Bajuelo, quien fuera cronista del diario ABC de Sevilla entre 1952 y 1960. Al inicio de ella, hace una reflexión que, pese al tiempo que ha transcurrido entre la celebración del festejo y estas calendas, creo que vale en todos sus términos:

Decíamos días pasados que lo de menos era el éxito económico. Y lo demás, procurar que el público saliera satisfecho. Creo que esto se ha conseguido plenamente. Lo primordial es darle a la afición sevillana su sitio, rendir a la plaza respetuoso vasallaje, velar por el rango de una fecha tradicional y la pureza de una fiesta de nacional raigambre y reiterar el prestigio de la entidad organizadora. Lo demás viene, o debe venir por añadidura, si es cierto que la rectitud del procedimiento tiene su premio…”

Hoy, pareciera que no se respeta ni a las plazas, a las aficiones ni se vela por el rango de fechas tradicionales o por la pureza de la fiesta. Igual, sale sobrando la integridad o el prestigio de la entidad que organiza o a cuyo nombre se organiza un festejo determinado. Ahora – el mundo al revés – el éxito económico es el principio y fin de la organización de cualquier festejo. Y sí la fecha tradicional, la pureza de la fiesta o el prestigio de la entidad organizadora se van al caño por un puñado de dólares… pues bien empleado, que de ganar se trata.

Hasta en eso han cambiado los tiempos, pues si vemos los festejos benéficos de estos días, veremos que la organización es rácana y en consecuencia, la finalidad es obtener el mayor retorno a cambio de una inversión mínima o nula y si no, remito a Ustedes al recuerdo de la últimas Corridas de la Beneficencia celebradas en Madrid, en la que ni la Asociación de la Beneficencia, ni la Plaza de Las Ventas, ni la fiesta en su conjunto, ni la afición, ni nada importaron a los organizadores. Sólo les interesaba el lleno y lo demás… pues lo demás era añadidura y si venía o no, parecía no importarles realmente.

Información previa a la corrida

En la nota previa al festejo del que hago este recuerdo, se hacen los siguientes apuntamientos:

…La animación fue extraordinaria, especialmente después que los aficionados vieron el desencajonamiento en la plaza de los seis soberbios ejemplares escogidos y enviados por el prestigioso criador de reses bravas don Salvador Guardiola. Los aficionados salieron gratísimamente impresionados, haciendo encendidos elogios de la presentación de los hermosos toros… La baratura de los precios fue también gran aliciente para este movimiento taquillero, haciéndose gran acopia por los aficionados de las entradas de cinco duros, cifra "récord" en esta época, de precio económico, tratándose de una corrida de toros… La terna de maestros, todos ellos de categoría artística, pueden ofrecernos una gran tarde de toros. Y esperamos que, al hacer el paseíllo, el público les reciba con una cariñosa ovación, lo que en realidad merecen quienes han mostrado una elogiosa decisión al no oponer reparo alguno a la lidia de toros de respeto, como tiene que ser, si queremos que la fiesta mantenga el tono de riesgo, seriedad y majeza que la han hecho singular y famosa en el mundo…

Anuncio de la Corrida de la Prensa en el diario
ABC de Sevilla, la víspera del festejo
Los presagios que hacía el redactor del ABC de Sevilla, según veremos enseguida, serían debidamente honrados por el encierro y por los diestros actuantes, dado que la Corrida de la Prensa del año 54 fue triunfal – en el recto sentido del término – dado que los toros lo fueron y dieron juego de tales y los toreros cumplieron ante ellos lo que se esperaba.

La Corrida de la Prensa del año 54

Como lo indica el título de esta entrada, el triunfador del festejo fue Juan Silveti. No obstante, por fallos a espadas, Niño de la Palma II y Jesús Córdoba solamente tuvieron la ocasión de dar sendas vueltas al ruedo, manteniendo el tono de un calendario que don Filiberto Mira llama el año de los extranjeros, pues no olvidemos que en la Feria de Abril de ese año, es en la que César Girón salda su participación con el corte de dos rabos. ¿Pero cómo fue el triunfo del hijo del Tigre de Guanajuato? La crónica de Gómez Bajuelo, ya citada en parte líneas arriba, en su médula, dice lo siguiente:

Para Juan Silveti, la tarde fue de éxito. Cortó las dos orejas a su primero y salió a hombros de la plaza. Le tocó en suerte el mejor lote, y el mejicano sacó de ello provechoso fruto, dejando en el público una impresión inmejorable de torero valiente y de torero artístico. Si vino a Sevilla con ambiciosas metas, no cabe duda que las consiguió plenamente y las conquistó en buena lid. Silveti ganó a pulso la inclusión de su nombre en futuros carteles sevillanos. 
Su manera de torear en el primero, con lances bellísimos, de suavidad y mando, con las manos bajas, puso el ambiente en muchas atmósferas. En los cuatro colosales lances, repetida la calidad en otro tiempo y reafirmada en el quite soberbio, con remate airoso de pies juntos, coronando el temple precedente. Las ovaciones fueron entusiastas y enardecidas. En este tercio de quites, el «Niño de la Palma» y Jesús Córdoba pusieron también de manifiesto su indiscutible clase. Ya hacía tiempo que no se veía en la plaza un tercio de quites así. Parecía olvidado o soterrado en el recuerdo tejano de los aficionados, y ayer surgió en toda su belleza de plástica ejecución y noble competencia de los maestros. 
Así estaba el ambiente, abonado de felices presagios, cuando Silveti, tras brindar a la plaza, se dirigió al encuentro de la res, arropado por la expectación del graderío. Dos pases altos, pasando toda la caja del animal, fueron el inicio, seguidos por dos por bajo finísimos y con sello, en los que «mataba» la arrancada del animal con un corte del pase en el que la fiera quedaba «fijada» obediente al original y torero mando. Prodigó los redondos, y en el cambio de mano de muleta por la espalda engendraba los pases de pecho colosales, coreados por olés, con el alegre fondo de la música torera. La suavidad de los derechazos tenía una continuación en los personalísimos pases por bajo, de airoso remate. Se perfiló Juan Silveti y clavó todo el estoque en la carne del bravo y noble animal. Al toro se le dio lenta y apoteósica vuelta al ruedo. Y cuando ésta terminó, Silveti, con las dos orejas que Barrera le llevó, dio dos vueltas al ruedo, entre incesantes aclamaciones. Todavía durante la lidia del toro siguiente, el público seguía ovacionando al mejicano…”

Al Tigrillo le tocó el toro bueno de la corrida y sin cuidarlo, aceptó la competencia en los quites de sus alternantes. Sin falso celo aprovechó ese momento en el que tradicional y reglamentariamente los demás espadas del cartel pueden intervenir para hacer crecer el ambiente y dejarlo a punto para el momento en el que tuviera que enfrentar con el trapo rojo y la espada al toro, hecho que consumó con su toreo clásico, vertical y profundo.

A Juan Silveti se lo llevaron en hombros de La Maestranza al terminar el festejo. Por la calle Iris, pues no había cortado más de dos orejas para salir por la Puerta del Príncipe, pero con esa actuación quedó en el ánimo de la afición de Sevilla y encantado con la ciudad, tanto, que es Cófrade de San Roque y como decía antes, en los años 80, cuando Filiberto Mira vino a México a estudiar el origen de nuestro toro de lidia, le confesó lo siguiente:

El día más feliz de mi vida, fue aquél en el que le corté las dos orejas a un toro de Guardiola en La Maestranza…

Fue el jueves 17 de junio de 1954. Jueves de Corpus, fecha tradicional del calendario taurino de Sevilla y una de las páginas importantes en la historia de Juan Silveti Reynoso.

domingo, 2 de enero de 2011

3 de enero de 1954: Manolo Vázquez corta el rabo a un toro de Xajay en El Toreo de Cuatro Caminos

Monumento a Manolo Vázquez
Paseo Colón, Sevilla
Obra de Luis Álvarez Duarte
Ya expresaba en algún otro espacio de esta misma Aldea que Manolo Vázquez tuvo sus mejores momentos en México en El Toreo de Cuatro Caminos, plaza en la que se presentó ante la afición mexicana en la temporada 1953 – 54 y en la que fue uno de los ejes de la temporada allí ofrecida pues actuó en 5 tardes de las 14 que se dieron en ella.

Para la quinta corrida de esa temporada de Cuatro Caminos se anunciaron toros de Rancho Seco, y a los diestros Héctor Saucedo, Manolo Vázquez y Jumillano. La corrida al final fue remendada con tres toros de Coaxamalucan y ni los de la ganadería titular, ni los de la suplente dieron el juego esperado. El torero del barrio de San Bernardo, que esperaba refrendar la buena impresión dejada el 20 de diciembre anterior ante Cartero de Tequisquiapan, se vio precisado a recurrir al regalo de un toro. Estaba como sobrero uno de la ganadería de Xajay, del que no se anunció su nombre – en esos días no se acostumbraba hacerlo en la mayoría de las plazas – y la remembranza que hace Don José – presumiblemente José Octavio Cano – en el ejemplar de la Revista Taurina correspondiente al 6 de febrero de 1966 es la siguiente:


...Se anunciaron toros de Coaxamalucan y Rancho Seco, pero ni con “Estudiante”, el segundo toro de la primera ganadería, ni con “Tejedor”, de la segunda, había logrado el sevillano el éxito de la tarde de su presentación.

Fue con uno de Xajay, la ganadería queretana que entonces pertenecía a los señores Edmundo y Jorge Guerrero, que Manolo lució plenamente, aún más que en su primera tarde ante nuestro público. Si en aquella ocasión causó magnífica impresión por sus características, esta vez triunfó rotundamente, manifestando su torerismo, la alegría de su estilo, el arte luminoso que atesoraba y sus peculiaridades diferentes.

Casi todos los toreros podían verse y siguen viéndose hasta la fecha, a través de un mismo corte y bajo la influencia de una misma norma, confundiéndose en sus procedimientos y en la realización muy semejante de las pocas suertes que le han quedado al arte del toreo.

De ahí que Manolo Vázquez, con la gracia propia de los toreros sevillanos, con el celo propio de un lidiador joven e impetuoso, que salía en pos del triunfo siempre en todas las ocasiones y buscándolo en todos los toros y en cada tarde, hizo que el público se le entregara con todo su alboroto, por el sabor, el aroma y el colorido de su toreo, capaz de arrebatar a los públicos, que lo veían distinto y se dejaban embriagar con el son alegre de sus faenas, con la emoción de su verdad y con la diferente forma y variantes que presentaba.

Armó la escandalera al torear de capa al de Xajay, con cinco lances formidables. Y continuó alborotando a toda la plaza al quitar, combinando las verónicas y las chicuelinas, hasta rematar la serie con una ondulante rebolera.

Y más tarde, desarrolló un faenón indescriptible, ejecutando primeramente los pases por alto, estatuarios y engarzando enseguida los derechazos rítmicos, templados y de ligazón ejemplar. Como acostumbraba, citó de frente, a la manera más clásica, con la muleta pendiente de la mano zurda, desde largo, para correr la mano con suavidad maravillosa en varias tandas de naturales, que se sucedieron entre el escándalo del gentío, que los coreaba ensordecedoramente. Añadió adornos variados, el molinete, el afarolado, los medios pases, el remate por bajo, los cambios de mano, en medio de aquél manicomio en que saltaban millares de espectadores desquiciados, mientras el ruedo se alfombraba de sombreros.

¡Daba gloria ver torear así a Manolo Vázquez! Engarzaba los pases para luego rematarlos con gracia luminosa y desbordante y salir andando, paso a paso, acariciado por las aclamaciones y las dianas. Y para coronar su labor, entró decidido, recto, entregándose y metiendo un estoconazo, que hizo rodar al pupilo de los hermanos Guerrero a los pocos momentos, sin puntilla y con las patas por alto.

Entonces se cubrió de pañuelos toda la torera plaza cuatro caminera y se otorgaron las dos orejas y el rabo, pedido con creciente insistencia. Y vinieron las vueltas al ruedo, una, dos, cuatro, hasta cinco, así como otras tantas salidas a los medios, sin que aquella ovación ensordecedora ni aquella apoteósica escena, pareciera tener fin.
Del resto del festejo, cabe relatar que el saltillense Héctor Saucedo no tuvo posibilidad de lucimiento ante toros deslucidos y Jumillano salió con dos puntazos, uno en el pecho, otro en la cadera  y varias contusiones – según lo reportado por la Agencia Efe y con una cornada en el pecho, según Heriberto Lanfranchi – que le dejó Sultán, de Rancho Seco, sexto de la tarde.

¿Pero cuál es el recuerdo del torero acerca de esta faena? Transcribo lo que le contó a mi amigo Heriberto Murrieta en una entrevista realizada para su sección Jueves Taurino del noticiero 24 Horas del Canal 2 de la televisión mexicana, el año de 1985:

...Guardo como uno de los gratos recuerdos de mi vida profesional como torero el haber sido aquí en México, donde he toreado uno de los toros que yo recuerdo con muchísimo cariño, un toro de la ganadería de Xajay, en El Toreo de Cuatro Caminos, que tuve la suerte de acomodarme con él, de ponernos de acuerdo los dos y al final le corté el rabo. Para mí aquello fue muy importante, fue muy bonito y desde entonces, no he dejado de tener a México presente...
De esta manera Manolo Vázquez había entrado en el gusto de la afición mexicana, aún antes de confirmar la alternativa, pues su presentación en la Plaza México no tendría lugar sino hasta casi dos años después, ya que sería hasta el 11 de diciembre de 1955, en la inauguración de la temporada 1955 – 56 cuando Juan Silveti, en presencia de Jaime Bolaños le cedería al toro Bandolero de Tequisquiapan. Actuaría 3 corridas en esa temporada y no le volveríamos a ver en La México sino hasta el 12 de octubre 1985, cuando junto con Antoñete vino a torear un festival a beneficio de los damnificados por los sismos que casi destruyó la Ciudad de México el 19 de septiembre anterior, junto con Alfredo Leal, Joselito Huerta, Jaime Rangel y Eloy Cavazos.

Como podemos ver, la historia de El Toreo de Cuatro Caminos tiene muchos y grandes episodios que merecen ser contados. Este es uno de ellos, cuyo recuerdo me han despertado la propia efeméride y una hermosa viñeta de Enrique Martín, que pueden ver aquí.

Apostilla final

Esa temporada de El Toreo coincidirá con la 53 – 54 de la Plaza México y el mismo domingo 3 de enero de este último año, se ofreció en la plaza más grande del mundo, una corrida a beneficio de la Asociación de la Protección de la Infancia, en la que actuaron Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, El Ranchero Aguilar, Calerito, Pedrés y Antoñete para lidiar toros de Pastejé. Esa tarde Pedrés cortó la oreja de Gitanito, 5º de la tarde; Antoñete la de Giraldillo, el que cerró plaza y Jesús Córdoba escribió una de las páginas más importantes de su historia en los ruedos ante el segundo de la tarde, Estanquero, del que también se llevó la oreja. Lo que también es relevante aquí es que la Plaza México estuvo llena, al igual que El Toreo.

De este asunto del Maestro Córdoba con Estanquero, ofrezco ocuparme en otro tiempo y en otro lugar de esta misma Aldea.

Post - scriptum: El subrayado en la remembranza de Don José, es imputable solamente a este amanuense.

domingo, 8 de agosto de 2010

Óscar Realme

Óscar Realme, nacido Óscar Enrique Realme Flores en Saltillo, Coahuila, la tierra de Armillita, el 8 de agosto de 1936 es hijo de un afamado economista y hombre de letras que cultivó una estrecha amistad con el poeta salmantino de la Generación del 27, Pedro Garfias, afincado en Monterrey, México desde 1940. La afición de su padre por la fiesta de los toros le hace frecuentar las plazas desde la primera infancia.

Se presenta como novillero en Zapotiltic, Jalisco el 3 de enero de 1954, alternando con Eugenio Alvarado, Enrique Cervantes y Gabriel Linares y esa tarde corta una oreja al novillo de Cerro Prieto que le tocó en suerte. Su presentación en el Toreo de Cuatro Caminos fue el 18 de agosto de 1957 acartelado con el utrerano Juan Gálvez y Enrique Aguilar, yéndosele vivo uno de sus novillos por manejar mal la espada. En la Plaza México debuta el 7 de agosto de 1960, formando terna con Antonio Durán y David Maldonado para despachar un duro encierro de Tepetzala. Farolito, con 342 kilos, sería su primer novillo en la plaza mayor y su actuación le vale volver el 18 de diciembre siguiente.

Tardaría casi un año para volver al Coso de Insurgentes, pues reaparece allí hasta el 15 de octubre 1961 en la primera de 7 veces que se vería allí anunciado ese calendario, incluida la Novillada de la Oreja de Plata. Su tarde más destacada en cuanto a resultados fue la del domingo 10 de diciembre, cuando acartelado con Juan Gálvez y el tapatío Pedro Jiménez Pedrín se enfrentó a novillos de la Viuda de Miguel Franco y dio vuelta al ruedo tras lidiar a Siete Leguas, tercero de la tarde. A la semana siguiente, Lunero, 2º de los de Pepe Ortiz jugados ese domingo, le mandó a la enfermería con una cornada, cuando alternaba con Eduardo Moreno Morenito y Guillermo Sandoval.

Marcha a España en 1962 y antes cierra sus actuaciones en el escalafón novilleril mexicano en la Plaza Monumental de Monterrey el 4 marzo, alternando con Joel Téllez El Silverio y Carlos Peña Peñita para dar cuenta de un encierro de La Playa. Inicia su campaña española en Palma de Mallorca el 15 de abril alternando con Alfonso Vázquez II y Rafael Chacarte en la lidia de novillos de la Viuda de Alicio Tabernero y José Matías Bernardos. Logra presentarse en Las Ventas el 26 de agosto, alternando con Rafael Montero Rafaelete y el canario Pepe Mata y obtiene la oreja de su primer novillo, que llevaba el legendario hierro de don Manuel García – Aleas. Además logró presentarse ese año en otras plazas de importancia como Barcelona, Zaragoza y San Sebastián.

En 1963 torea novilladas también en las principales plazas españolas. Se presenta en Sevilla el 12 de mayo, en cartel formado por el rejoneador mexicano Gastón Santos y los novilleros Luis Parra Jerezano Curro Montenegro enfrentando todos novillos de don Clemente Tassara. Actúa 4 tardes en Madrid, una de ellas en la Feria de San Isidro y pasa además por plazas como Logroño, Valencia y San Roque. Más o menos 80 novilladas toreó Óscar en nueve años en el escalafón menor. De ellas 60 fueron en México y el resto en España.

Recibe la alternativa en Plaza de Oviedo el 21 de septiembre de 1963 de manos de Diego Puerta y con el testimonio de El Cordobés. Los toros fueron de Atanasio Fernández. Contra la costumbre, esa tarde estrenó un terno azul purísima y oro. La tarde de la alternativa la saldó con la vuelta al ruedo en el de la ceremonia; una salida al tercio en el que cerró plaza y la fractura de un metacarpiano de la mano derecha. Al día siguiente confirma en Madrid de manos de José Martínez Limeño que le cedió un toro de Francisco Ramírez, en presencia de José María Montilla, quien también confirmaba su doctorado. Esa tarde la mansedumbre del ganado no permitió a Óscar pasar de estar discreto.

Se le anuncia para confirmar en la Plaza México el 5 de enero de 1964, pero el toro de la ceremonia Señorito, de La Punta, le pega dos cornadas, una en el muslo derecho y otra en el glúteo del mismo lado, quedando la corrida en un forzado mano a mano entre quien iba a ser su padrino, Jaime Rangel, quien tuvo una gran tarde con Malicioso y Manuel García Palmeño el encargado de atestiguar la ceremonia, quien dio la vuelta tras pasaportar a Estrechito. Por esta razón, la confirmación se postergó hasta el 13 de diciembre siguiente, cuando Jaime Bolaños le cedió al toro Chamacón, de Zamarrero, en presencia de Benjamín López Esqueda, también confirmante ese día. Esa fue la única actuación de Óscar como matador de toros en la Plaza México.

Por esas calendas Óscar Realme entró en una dinámica sindical - que a la postre resultó de efectos desastrosos para sus actores - junto con Luis Procuna, Jesús Córdoba, Jorge Medina, Eduardo Moreno Morenito, el rejoneador Juan Cañedo y Joselito Huerta, surgida inicialmente de la postura del Secretario General electo de la Unión Mexicana de Matadores de Toros, El Ranchero Aguilar, acerca de la presencia de las cámaras de televisión en las plazas de toros. Eso produjo un cisma en la Unión y se celebró una nueva elección, siendo electo nuevamente El Ranchero. Los toreros disidentes se separaron de la Unión y vieron declinar sus carreras pues esa separación sindical los condenó prácticamente al ostracismo.

Es por eso que Óscar Realme retomó sus estudios de Economía, sobre los que manifestó lo siguiente en una entrevista concedida a Mario Erasmo Ortiz en diciembre de 1965, unos días antes de su confirmación de alternativa:

A los 28 años ha de escoger definitivamente su camino. La afición al toreo nació con él ya que tanto su padre y su tío fueron toreros aunque el primero sea hoy un conocido Economista y no quiso en un principio que su vástago siguiera sus pasos por los ruedos...el licenciado accedió y prometió a su hijo darle cuanto necesitara para hacerse torero a cambio de no cortar sus estudios... La madre le arrancó el juramento de que obtendría un título Universitario aunque tardara para lograrlo y aunque triunfara ante los toros. Por eso siguió estudiando y toreando y ahí nació el dilema que hoy encara Oscar Realme matador de toros y Licenciado en Economía.

La suerte aquí no le ha sido propicia desde entonces. Reapareció en la México el 5 de enero de 1964 y al segundo lance le regaló (de reyes) dos cornadas en el muslo y rodilla derechas. Desde, entonces apretó el paso para terminar la carrera universitaria... Acaba de obtener su carta de pasante y dentro de unos meses habrá obtenido el título que hace muchos años le juró a su madre. Tiene propuestas para torear en esta temporada. Y por un momento dejamos a Oscar Realme tratando de resolver un dilema que, a la postre, habrá de resolver el toro; porque estamos seguros de que quien, como Realme nació con afición al toro deja cualquier cosa por la gloria del aplauso que premia una faena.
Al final, Óscar Realme terminó toreando esporádicamente hasta el año de 1972, cuando las asperezas entre los que permanecieron en la Unión Mexicana de Matadores de Toros y la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos quedaron debidamente salvadas. Un celo sindical mal entendido privó a la afición de disfrutar de un torero de finas maneras, de gran personalidad y de probado oficio, que tenía todo para ser un importante personaje de la fiesta.

Torea su última corrida el 21 de julio de 1974 en la Plaza de Toros Monumental de Monterrey, en la despedida de Fernando de la Peña, alternando también con Jesús Delgadillo El Estudiante en la lidia de toros de La Playa, teniendo así una despedida de los ruedos no anunciada.


domingo, 4 de julio de 2010

Detrás de un cartel (III)

Barcelona se ha caracterizado por ser un lugar hospitalario. En julio de 1952 recibió, como venía sucediendo desde hacía unos años antes, a la tripulación del buque escuela argentino Pueyrredón que supongo que evitando el invierno austral, iniciaba una gira hacia las aguas más templadas del Norte, en busca de proporcionar experiencia a sus jóvenes tripulantes. De acuerdo con las hemerotecas, a las tripulaciones del Pueyrredón se les agasajaba de distintas maneras, siendo recibida incluso por el entonces Jefe del Estado, lo que implica que su presencia en España era todo un acontecimiento.

Entre las festividades que Barcelona ofrecía para celebrar la presencia de esos visitantes, estaba la fiesta de los toros y así, como lo señala, tanto el cartel que da motivo a esta entrada, como la publicidad dada al mismo en los diarios, el domingo 5 de julio de 1952, la empresa de don Pedro Balañá ofreció en la Plaza de Toros Monumental una corrida de toros con un gran cartel de toros y toreros. Anunció 6 toros de Sepúlveda de Yeltes para Pepe Dominguín, mi paisano Jesús Córdoba y Rafael Ortega, corrida que resultó un éxito, según lo narró en La Vanguardia del martes siguiente al festejo Eduardo Palacio en su crónica titulada La copa del olvido y de la que lo medular dice:

Amable y bondadoso lector, sí eres de mi quinta y a Dios pido te aumente los años si no te han de agobiar, recordarás que allá por el 1917 ó 18 llevó por toda España una bella canzonetista, americana del Sur un tango argentino que titulábase como me he permitido rotular esta reseña. Llamábase ella nada menos que María Tubau, o sea como aquella ilustre dama de la escena española, de feliz añoranza, y la canción, llorona y sentimental, venía a ser una especie de exaltación del hombre que, burlado por una mujer, no puede vivir sin aquel «cariño». Vestía la artista de frac, simulaba la clásica borrachera y si los hombres compadecían al protagonista del tango, las damas pensaban: ¡qué imbécil!

Pero bueno, yo no aludo más que al titulejo en cuestión. Y es que si en este mundo olvídanse los beneficios, cosa que no tiene perdón, olvidanse igualmente los amores, los ultrajes y hasta las afrentas, lo que es muy noble ciertamente; pero una de las cosas que sólo dejan de recordar por completo los toreros valientes son las cornadas que esmaltan sus carnes. Pues bien, el diestro de la Isla de San Fernando, Rafael Ortega, tiene una amnesia completa para sus graves percances. Puede decirse que al abandonar las clínicas que se ha visto obligado a visitar, no hace ya memoria del porqué fue huésped, en ellas. ¡Ah!, y tampoco es supersticioso, lo que es aun más increíble. Quiero decir, en fin, que el gaditano diestro apura hasta las heces esa nueva «copa del olvido».

En la temporada de 1950 un último toro de Villamarta atravesóle el muslo derecho la tarde del 8 de junio, y a los treinta días justos, recién dado de alta, el 8 de julio de hoy hace dos años el último toro de Bohórquez, en Pamplona, infirióle una tan tremenda cornada, que sólo Dios y la pericia del insigne operador doctor Juaristi pudieron tornarle a la vida. Recuperarla él y seguir arrimándose a los cornúpetas como de ordinario fue para el artista cosa facilísima y natural. Y el domingo, en la Monumental, demostró nuevamente la impavidez de siempre. Es decir, de siempre no, porque ahora torea muchísimo mejor. Se ha afinado mucho, y si para mejorarlo ha trocado su estilo, el valor que posee no ha perdido un solo quilate. Fue triunfal su jornada, escuchó la música al veroniquear, en los quites y en las faenas de muleta, pero es tal su modestia, que hasta en esas ocasiones costábale trabajo destocarse para saludar al público que lo aclamaba. A éste brindó su primera faena con la franela, realizada, entre gritos de entusiasmo… Se le concedieron las dos orejas del toro y dio dos vueltas al ruedo y salió a los medios. Más aún faltaba la «cola por cortar» y la cortó al sexto de la función. Recibiólo con seis asombrosas verónicas y media inaudita sonando ya la música. Hizo su quite con tres lances y medio también a la verónica y tornó a sonar la música Pepe «Dominguín» entró al suyo con el capote a la espalda y Jesús Córdoba – ¡vaya señorío artístico! – dibujó cinco «chicuelinas» de maravilla. ¡Qué tercio de quites! Banderilleado el toro, brindó Ortega al comandante del «Pueyrredón», capitán Cordeu y derrochando valor y arte… las aclamaciones al diestro no dejaban oír la música y para remate, el gaditano se arrancó en corto y en el propio hoyo de las agujas enterró todo el estoque, rodando el bicho a sus pies hecho una pelota. Y entonces sí, entonces otorgáronsele las dos orejas y la «cola» del cornúpeta, trofeos que recibió encontrándose ya izado en hombros de los «capitalistas», quienes paseáronle en derredor de la circunferencia, mientras el público aclamaba a un auténtico torero, que en vez de «echar teatro» a su arte, prefiere trufarlo con un valor desmedido que, por fortuna suya, ha dejado de ser temeridad para quedar en eso: en puro valor. Yo le deseo sinceramente que siga emborrachándose de «copas del olvido».

La voluntad de Pepe «Dominguín» si no lució en el bicho que rompió plaza, fue debido a que su lidia transcurrió entre una constante protesta a causa de la insignificancia del torete. Despenóle, previa una faena más que decorosa, de una estocada desprendida. Al cuarto de la tarde, de doña María Montalvo, le clavó dos imponentes pares de rehiletes, tras lo que solicitó el cambio de tercio. La música amenizó luego una faena valerosa, de la que sobresalieron unos buenos derechazos, un molinete y cuatro «orteguinas». Pinchó en lo alto dos veces antes de dejar medio estoque bien puesto, y entre unánimes aplausos el diestro salió al tercio a saludar.

En cuanto al mejicano Jesús Córdoba, que actuó el domingo de segundo espada, aténgome en todo y por todo a cuanto dije el día de su presentación en Barcelona. Es un gran torero, tiene con capa y muleta, un soberano empaque, no obstante lo cual en su toreo brillan una naturalidad y una soltura que se armonizan perfectamente. El domingo veroniqueó en dos tiempos su primer enemigo, realizando luego un primoroso quite con el capote a la espalda. Llegó el toro muy aplomado al último tercio, y el artista, a los sones de la música… Otorgósele una ovación unánime, mientras el mejicano daba la vuelta al anillo y salía o los medios. La muerte del quinto de la tarde brindóla al ilustre marino argentino señor Cordeu, a quien el público ovacionó cariñosamente, lo que agradeció el brindado poniéndose en pie en su palco y saludando… Se pidió insistentemente la concesión de oreja y quedó la cosa en una fragorosa ovación, con vuelta al ruedo y salida a los medios, todo muy merecido en verdad… Los toros dieron los siguientes pesos en bruto: 426, 429, 450, 515, 410 y 459 kilogramos respectivamente.
Los toros lidiados al final no fueron los Contreras de don Ignacio Sánchez y Sánchez anunciados como Sepúlveda de Yeltes, sino que cinco de ellos provinieron de Samuel HermanosSamuel Flores – y uno de María Montalvo. Las razones de la sustitución del encierro el mismo día del festejo, su presencia y el juego que dieron, las proporciona el mismo Eduardo Palacio en un apartado de la misma crónica a la que he aludido antes:

…Estaban anunciados seis toros de «Sepúlveda de Yeltes», pero al estar atacados de fiebre aftosa, como sus hermanos de la novillada anterior, substituyéronse con cinco de «Samuel Hermanos», sangre de lo de Parladé y divisa azul, encarnada y oro viejo, y uno de doña María Montalvo, que jugóse en cuarto puesto, divisa azul y amarilla y sangre de lo de don Vicente Martínez. El encierro resultó así: El primero, pequeño y desmedrado, tenía casta, tomó tres varas y no sólo se protestó en vida, sino al ser enganchado su cadáver a las mulas. El segundo, mayor y bien puesto, cuando solo habla recibido dos puyazos, pidió Córdoba el cambio de tercio, El tercero, gordo y bien armado, llevó una sola vara por solicitar Ortega el paso a banderillas, donde también pidió, a los dos pares, nuevo cambio. El cuarto, largo, abierto de cuerna y con poder, sufrió tres lancetazos. El quinto, pequeño, con mucha leña en la cabeza y con poder, soportó tres puyas y se protestó su tamaño. Y el sexto, grande, largo y con cuerna aparatosa, aguantó tres varas…
Lo que sí se desprende del conjunto de la crónica, es que los toros menos pesados fueron objeto de protestas y lo mismo ocurrió cuando la suerte de varas o el segundo tercio no se cubrieron a cabalidad, observando este amanuense que ya se comenzaba a imponer una costumbre que a la larga resultaría perniciosa y que consiste en que los diestros actuantes pidan – o manden – el cambio de tercio aún cuando el cometido del mismo no esté cumplido. Podrán aducirse variadas razones – como la falta de fuerza o de presencia de los toros, por ejemplo –, pero eso no exime el cumplimiento de la tradición primero y de la normativa después.  

La taurinidad de Barcelona como se ve, no tiene razón para ser puesta en duda. Solamente hay que asomarse a la historia – reciente y no tanto – para entender que la fiesta de los toros resulta ser parte de la manera en la que sus habitantes ven la vida. Así nos lo enseña la historia que está detrás de este cartel, la de una tarde de triunfo.

Aldeanos