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domingo, 14 de febrero de 2010

Relecturas de invierno II: Cornadas al viento

En Cornadas al viento nos vamos a encontrar con una parte sustancial de la historia de la ganadería de La Punta. Pero no anticipemos vísperas. No es esa historia manida que nos habla de los toros y las vacas que El Pasmo de Triana le consiguió a don Francisco y a don José C. Madrazo y García Granados en las ganaderías españolas de Campos Varela y Gamero Cívico y que según su propia confesión, en tanto las embarcaba a tierras mexicanas, el cuidado de esos ganados le fascinó tanto, que acabó por hacerse ganadero él mismo.

La historia que recogió mi amiga Carmelita Madrazo (Aguascalientes 1940 – Guadalajara 2007), es la narración de su madre, doña María Luisa Solórzano Dávalos, esposa del ganadero don Francisco Madrazo y hermana de los toreros Jesús y Eduardo Solórzano, es la que se cuenta en el libro y es más bien la relación de los hechos que son concomitantes a la crianza de los toros y a la forma de vivir la vida en una ganadería mexicana de toros de lidia.

La narración de Cornadas al viento transcurre entre 1932 y 1959 y recoge una buena cantidad de las incidencias del diario vivir en una unidad de producción agropecuaria en la que, si bien la parte pública de su ser era la crianza de toros de lidia, su viabilidad económica se sustentaba en otro tipo de actividades como la crianza de ganado lanar y la siembra de distintos granos, porque a diferencia de otros lugares, en un clima semidesértico como el de la zona en la que La Punta se ubica, requiere diversificar las actividades para hacer viable las explotaciones.

Las vivencias contadas por doña María Luisa Solórzano a su hija y recogidas en  el libro, cubren las relaciones interpersonales y familiares de los ganaderos de La Punta con los habitantes de la Hacienda y contiene una interesante descripción de cómo era la vida en Aguascalientes y su región circundante en una época en la que a diferencia de la actual, toda la actividad económica descansaba en los talleres de los Ferrocarriles Nacionales (hoy extintos) y en la agricultura.

También presenta la visión desde dentro del hogar de la asimilación del éxito. Sobre todo cuando en ese tiempo se tuvo la única ganadería que lidiaba en su totalidad ganado de sangre española pura, mismo que era reclamado por los principales toreros y empresas de ese tiempo y que al paso de los años, sería considerada con una de las casas fundacionales de la ganadería de lidia en México.

Es este uno de los pocos libros, si no es que el único, en el que abandonándose algún criterio de corrección política, se aborda el tema de la influencia de la Reforma Agraria en la crianza del toro de lidia en México y en muchos otros textos se omite simplemente el asunto, ella toma el toro por los cuernos y relata el daño que desde su punto de vista, cree que hizo a La Punta y a la ganadería mexicana en general, dejando un principio de análisis que está aún por hacerse a profundidad y que puede arrojar interesantes respuestas a interrogantes que se plantean desde hace décadas.

Los toreros que pasaron por la casa de La Punta, los visitantes ordinarios, las fiestas, como se vivía la Semana Santa, quienes eran los dueños de las fincas vecinas y a que tipo de labores se dedicaban, recordando siempre que fueron parte del Mayorazgo Rincón Gallardo, que tuvo su sede en la Hacienda de Ciénega de Mata, ubicada a corta distancia de allí.

En el epílogo de la obra doña María Luisa Solórzano Dávalos refiere lo siguiente:

…Paco falleció a la edad de 73 años. Había nacido el 11 de septiembre de 1886, y a las pocas horas del dia 12, cuatro años después, nacía su hermano Pepe. El sepelio de Paco fue el 11 de febrero de 1960, y al comenzar el día 12, nueve años después, moría Pepe.

Mis 30 años de vivir a su lado y en La Punta, van unidos y arrullados con el bramar de los toros, el relincho del caballo, el balar de los borregos y sobre todo, con las lágrimas de mis recuerdos.

Siendo ya viuda, fuimos invitadas a un día de campo en La Punta, las madres Teresianas Petra Ayerra y Aurelia de Moratín, dos españolas simpáticas y sumamente inteligentes que gustaban de los toros. Había tienta, y ellas felices con el terceto de guapos que eran mi sobrino Chucho, Currito Rivera y Paquirri. En esa ocasión yo fui como invitada a la que había sido mi casa.

Estando en la placita de toros, mi hija comentó:

Al estar en la placita de toros, vi los hermosos árboles que daban una sombra refrescante y acogedora. Sus enormes ramas cubrían el callejón y un tercio del redondel.

Ahora también dan sombra esos mismos árboles, pero la sombra que antes se veía esplendorosa, ahora se ve sombría. Antes, en La Punta había señorío. Ahora solo hay soledad.

La historia concluye allí y es una de esas que merecen ser leídas y contadas. Hoy La Punta pertenece a otras personas y las historias que allí se formaron siguen siendo parte de la memoria colectiva. Aquellos toros punteños serán siempre el paradigma del toro bravo y bien presentado, en suma el toro adulto, no adulterado.

Cornadas al viento
C. Madrazo
Editorial Emprendedores Universitarios – Secretaría de Cultura
Gobierno del Estado de Jalisco
Guadalajara, 2005
ISBN 970 – 624 – 405 – 0

sábado, 14 de noviembre de 2009

Dinastías en las plazas de Aguascalientes

Se ha anunciado para este día un festival, que para efectos de marketing, es de dinastías, en el que actúan los hijos de Armillita, Calesero, Juan Silveti, Humberto Moro, del rejoneador Jorge Hernández Andrés y el matador en retiro Luis Fernando Sánchez. La finalidad del festejo es el homenajear se afirma – celebrar, diría yo – el septuagésimo aniversario de vida del hijo mayor de Fermín El Sabio, Manolo Espinosa Armillita y el recolectar fondos para la atención de la infancia discapacitada, que serán aplicados por la Fundación Teletón y el Ayuntamiento de esta ciudad.

Aunque casi no me ocupo de la actualidad inminente en este espacio, me siento motivado a hacerlo ahora, porque en ese marketing al que he aludido antes, se afirma que este festival es el primer evento taurino que reúne en una plaza nuestra a varias dinastías de prosapia en los ruedos y creo que un mero accidente demográficoClaudio H. Vargas dixit – lo puede hacer aparecer así, pero un recorrido por la historia, nos puede mostrar que en festejos formales y en festivales también, los hijos de aquellos que han sido gente en esto, se han reunido más de alguna vez.

El retroceso en el tiempo lo iniciaré en el año de 1964 – que si hurgamos en las hemerotecas y en los anuarios con seguridad habrá más para relatar –, cuando precisamente Manolo Espinosa hacía sus primeras armas en los ruedos y en Aguascalientes había lo que parecía iba a ser una próspera industria vitivinícola. En el mes de agosto, la Feria de la Vendimia se acompañaba de festejos taurinos y así, el día 16 de ese mes se anunció una novillada en la que con un seleccionado encierro de Matancillas – todavía encaste ParladéCampos Varela –, aún propiedad de don José C. Madrazo, se reunieron en el ruedo de la hoy centenaria Plaza de Toros San Marcos, el ya nombrado Armillita, Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico, cuyos padres llenaron grandes páginas de la historia del toreo.



Manolo Espinosa y Calesero Chico el 16 de agosto de 1964 (Foto: Archivo Carlos Meza Gómez)


Este festejo tuvo mucho predicamento, pues aún tratándose de una novillada, la plaza se llenó. Me contaba Carmelita Madrazo, una notabilísima escritora de estos temas, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha e hija del de La Punta, que al empresario, don Jesús Ramírez Alonso le sobró únicamente una entrada en las taquillas, misma que colocó en un marco. Sobre este festejo, don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en El Sol del Centro del día 17 de agosto de 1964, en crónica que tituló Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo:
...Una completa faena de Chucho. Soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo. Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos. La tarde, espléndida. Y el lleno, total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma. Y dispersos aquí y allá, entre barreras y en el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: El Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. Todo esto a tono con la categoría y la importancia del cartel. En estas condiciones hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla…


Un segundo encuentro dinástico se daría el 23 de noviembre de 1969, cuando Manolo Espinosa, Jesús Solórzano y el hijo de Fermín Rivera, Curro, se enfrentaron a un gran encierro del Ingeniero Mariano Ramírez. Fue una tarde de grandes triunfos en los que el hijo de Armillita destaca con Garambullo, el primero de su lote; Solórzano con Piel de Plata, al que le corta el rabo y que le ha valido una placa en los muros del coso y Curro Rivera con Pitero, del que también recibe el apéndice caudal.

No pasará mucho tiempo para que el encuentro se dé ya en la nueva Plaza Monumental, el 1º de noviembre de 1975, en esta ocasión serán Alfonso Ramírez Calesero, Juan Silveti y Humberto Moro por los de ayer y Humberto Moro hijo, David Silveti y José Antonio Ramírez El Capitán por los de hoy los que enfrentaron un encierro de Santa Rosa de Lima, entonces sita en Aguascalientes y propiedad en esas fechas de los señores Ibarra Mora, cuñados de El Poeta del Toreo. El festival tenía finalidad benéfica también y resulta interesante ver aquí que en alguna forma, aunque resulte simbólica, los padres entregaron el testigo a sus hijos toreros que prácticamente iniciaban su andadura por los redondeles. El triunfo ese día, fue para el hijo del linarense Humberto Moro, que le cortó el rabo al cuarto del festejo.

Hogaño, a unas décadas de distancia, volvemos a ver algunos nombres anunciados, como el de Manolo Espinosa Armillita, el de José Antonio Ramírez El Capitán – autor por cierto, de una de las faenas más grandes que haya realizado un novillero en la Plaza México –, Humberto Moro y eso me permite alzar la voz para señalar que quizás debió tenerse en cuenta a Jesús Solórzano, que en Aguascalientes realizó algunos de sus trasteos más recordados y que desde ese aparentemente lejano 1964, arrancó junto con el homenajeado una carrera en los ruedos que les llevó juntos por muchos ruedos y por muchas cuestiones de la vida. Pero este es un deseo personal y seguramente los organizadores no están para satisfacer ese tipo de peticiones.

Creo que por la causa noble a la que pretende apoyar y por el reconocimiento que pretende dar a alguien que ha dedicado prácticamente toda su vida a la fiesta de los toros, merece ser exitoso. ¡Que todos tengan suerte!

Aldeanos