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domingo, 16 de octubre de 2011

Sevilla, 18 de octubre de 1980: Se convierte en seda el percal de Calesero...


El Acontecimiento Taurino de la SER

Anuncio del Acontecimiento de la
SER
 de 1980 en el ABC de Sevilla
En 1980 tendría lugar el XII Acontecimiento Taurino de la SER. Una idea que con la intención de homenajear al Arte del Toreo y de recaudar fondos para sus obras benéficas, Radio Sevilla puso en marcha por inspiración de Manuel Alonso Vicedo y con el empuje de quien por esos días era el responsable de la información taurina en esa emisora de radio, Filiberto Mira Blasco. Fueran corridas de toros o festivales a todo lujo – como el que ahora me ocupa y espero les ocupe a Ustedes – se venían organizando desde once años antes en distintas plazas de Andalucía, como Úbeda, Morón de la Frontera, Ronda y algunas otras, en las que se procuró siempre reunir a lo más destacado de la historia y del momento taurino presente.

El Acontecimiento Taurino de la SER, dice Santiago Sánchez Traver, en Un siglo de Corridas de la Prensa de Sevilla, vino a cubrir un hueco que dejó vacante la tradicional Corrida de la Prensa, en un lapso de tiempo que va aproximadamente de 1977 a 1987, decenio en el que, con el cambio de régimen en España, desaparecieron las Hojas Oficiales del Lunes y con ellas, dice, la mayoría de las Asociaciones de Prensa languidecieron o materialmente desaparecieron.

La presencia de Calesero en el festival, la explica Filiberto Mira en la segunda edición de su libro El Toro Bravo. Hierros y encastes, de la siguiente manera:
- Tengo ya, como sabéis algo más de sesenta años. No quiero morirme con la pena de no intentar dar un pase o un lance en la Maestranza de Sevilla. Toreé allí – la mejor plaza del mundo – una sola tarde y no tuve suerte. Plenamente consciente os digo que aún tengo valor para allí hacer el paseíllo.
Manolo Vázquez y Curro Romero, como impulsados por las fuerzas telúricas del sentimiento torero, con voz solemne y clara, exclamaron al alimón:
- ¡Tú torearás allí, y nosotros te acompañaremos!
Manolo y Curro me insinuaron – que comprometiéndose ellos dos a torearlo – yo organizara el XII Acontecimiento Taurino de la S.E.R., patrocinado por Radio Sevilla en homenaje al Arte del Toreo. El Señor del Gran Poder, al que se lo pedí, nos brindó un día de primavera en la tarde otoñal del 18 de octubre de 1980. El festival se celebró, y en él triunfaron – con bravos ejemplares de Bohórquez y Juan Pedro Domecq – El Calesero, Manolo Vázquez y Curro Romero. También éxito para Alvarito Domecq, José Mari Manzanares, Tomás Campuzano y el novillero Manolo Tirado. Se hizo ese día intensa realidad – cuando señorialmente besó El Calesero la arena de la Maestranza – la frase de Juan Belmonte al definir al toreo como una fuerza del espíritu...
Así fue como se gestó la presencia del torero de nuestra Triana en la Maestranza sevillana.



Calesero y Sevilla

Anuncio del debut de Calesero
en 1946 (ABC de Sevilla)

En 1946, Calesero hizo una breve campaña por plazas españolas. Sumó nueve festejos y la inició precisamente en el Coso del Baratillo, entrando al cartel del Domingo de Resurrección – 21 de abril – de ese año por la vía de la sustitución. El festejo inicialmente anunciado era con toros de Juan Belmonte para Manolo Escudero, Rafael Albaicín y Rafael Ortega Gallito. Dice la prensa de la época que se retrasó el regreso de los dos primeros de su campaña americana, razón por la cual el cartel se tuvo que reformular, dejando el mismo encierro y a Gallito firmes, pero entrando Calesero, que daría la alternativa a otro trianero, éste de la Triana andaluza, Bonifacio García Yoni. Tal y como lo relata Alfonso Ramírez, aun dejando buena impresión, la suerte le fue esquiva. La relación que hace Antonio Olmedo Don Fabricio en el ABC de Sevilla del 23 de abril siguiente sobre la presentación del diestro hidrocálido dice en lo medular esto:





El Calesero, bien plantado... se abrió de capa con su primero – el segundo de la tarde –, dibujando media docena de lances apretadísimos que arrancaron el olé unánime y entusiasta. Secundó también con unos faroles, también muy ceñidos, pero dejando el cuerpo al descubierto por alzar excesivamente los brazos, por cuanto el asta del toro prendió en las taleguillas, causando en ellas un pequeño desperfecto. Debió comprobar el mejicano en ese momento la enorme diferencia que hay entre el ganado andaluz y el que se cría en las haciendas de su tierra, y de allí en adelante todo fueron tanteos... Pero en tales intentos no dejaba de atisbarse la idoneidad que sin duda tiene, ostensible en la facilidad y tino con que ejecuta la suerte de matar. Si ponderamos las circunstancias de la presentación de El Calesero, lo emocionante que para él había de ser el caso, más la violencia de contraste por las razones antes anotadas, habremos dado con la razón de su a ratos desorientado quehacer. Sería por tanto, inoportuno y arriesgado un juicio definitivo sobre el mejicano, que a tiempo hemos de formular. La espera es sabia...
Aunque el cronista dejaba patente su intención de que se volviera a ver por allí a El Poeta del Toreo, eso no sucedería, al menos durante el extenso lapso de tiempo en que vistió de luces. Por eso el interés del torero de volver para intentar complacer a la afición hispalense.

El festival de la SER

La intención de Calesero, secundada por Manolo Vázquez, Curro Romero y Filiberto Mira se concretó para el 18 de octubre de 1980. Le acompañarían en el cartel el rejoneador Álvaro Domecq Romero, Manolo Vázquez, Curro Romero, José Mari Manzanares, Tomás Campuzano y el novillero Manolo Tirado y enfrentaron novillos de Juan Pedro Domecq para los de a pie y uno de Fermín Bohórquez para el caballero en plaza. El Acontecimiento fue un éxito en lo artístico y creo – por la entrada registrada – que también en lo económico – cosa importante dada su finalidad benéfica – y de lo que en él realizó Calesero, el entonces cronista titular del ABC de Sevilla, Joaquín Caro Romero escribió lo que sigue:
Alfonso Ramírez «El Calesero», serenísimo señor de Aguascalientes, llegó a emocionarnos. Le vimos poco, pero le vimos mucho. No sé si me explico. Poeta del toreo, le dicen. Y el toreo, antes que una cosa de críticos, es una cosa de toreros y de poetas. Tiene un increíble aplomo y empaque para andar por la plaza. Viejo y florido como el Cid del romance, reencarnado en la hospitalaria tierra mexicana, donde duermen el sueño eterno muchos poetas del éxodo y del llanto, entre ellos Luis Cernuda. Muchos brindis, casi todos los brindis de la tarde para el serenísimo señor de Aguascalientes. Suena bien y lo repito. No he cruzado ni media palabra con «El Calesero», por lo tanto mi impresión es de una absoluta imparcialidad. Lo poco que le vimos con el percal y la franela fue suficiente para situarlo entre los puros, entre los estetas del arte de torear. Los años no perdonan a nadie. Pero a ciertos toreros les pasa como al vino, “si más envejecido, más sabroso”. Sabroso fue su lancear. Sabroso su efímero trasteo muleteril. Media y dos descabellos. Su enemigo no se merecía más en sus manos. Y Sevilla, fina catadora, lo ovacionó con lágrimas en los tendidos. ¿He dicho algo? Lágrimas en los tendidos...”
Días después, don Luis Bollaín agregaría sus impresiones en una serie de artículos sobre el tema, dedicando a Calesero las siguientes líneas, en las que destaca su innegable torería:
ALFONSO RAMÍREZ «CALESERO», TORERÍA ADMIRABLE. EN EL REDONDEL DE LA MAESTRANZA, «EL CALESERO». – Ante nosotros, sesenta y seis años de la torería más excelsa. Un impecable traje negro, de pantalón largo y sobrio corte, cubre un cuerpo enjuto pero sin encorsetar, sobre el que emerge una cabeza firme y noble, de sienes plateadas y semblante bondadoso. “Por ver hacer el paseo a Lagartijo – era dicho entonces – podía darse el dinero de la entrada”. ¿Y qué se podrá dar – pregunto yo ahora – por ver a este singular azteca, en desfile al frente de la cuadrilla; o cruzando en recta el redondel al compás de un adiós que clava en las entrañas el dolor y la dicha del populoso homenaje sentido muy dentro; o los pasos despaciosos y solemnes, ensamblados en saludos de ceremonia, mientras el hombre - el torero -, circundando el anillo, siente como le cae en catarata... el fervor encendido y respetuoso de la Sevilla toda?
¿Qué se podría dar, sí, por ver a «El Calesero»? ¿Por ver lo que es y como está «El Calesero»? Un “ser” y un “estar” que aquí, en Sevilla, podría configurarse como el “estar” – el cómo estuvo – en el Festival de la SER. A mi juicio, estuvo justo para dejarnos constancia evidente de su gran torería. Aquellas dos verónicas iniciales – sí, sí, aquellas de “mano alta” – en las que llevó al torete embebido desde muy lejos, pasándoselo muy despacio, muy cerca y con limpieza impecable... a mí me pusieron de pie. A mí, ¡y a todo el público! ¿Y por qué – pregunto – sí solo quedaba baja, al final del lance, la mano de dentro y ello contradice el culto al supuesto dogma ¿hoy vigente?, de “las manos – las dos manos – bajas”? ¿Me perdonáis si os digo que aquellas dos verónicas llevaban el sello técnico y estético de Juan Belmonte? A lo mejor por eso nos pusieron en pie a mí... y a vosotros.
Luego, en la muleta, el novillete buscaba los tobillos. Era obligado enmendarse, corriendo. Mala cosa – difícil cosa – para el que vino al mundo en la década de los diez. Sin embargo, con qué torería admirable administró «El Calesero» sus fuerzas físicas, para resolver airoso la papeleta, sin verse en ridículo ni en angustias, dominado por el novillo...
Por último, es el propio Filiberto Mira quien, también en el ABC de Sevilla, comenta lo siguiente:
Bastó que le vieran hacer el paseíllo. Por sus hechuras intuyeron la poesía de su toreo. No hay – sin duda – un público más señero. El espíritu de Sevilla rindió homenaje tan sincero como emotivo al inefable Calesero, que con verdadera unción besó la arena de la Maestranza. Acertamos Manolo, Curro y yo al traerlo desde tan lejos para que las nuevas generaciones comprobaran que el arte del toreo rima con el señorío. A los que ya no son tan jóvenes se les humedecieron los ojos. Lo sevillano y lo azteca se fundió en un abrazo íntimo y cordialísimo...
Calesero en la portada del suplemento
taurino del diario ABC
No me cabe duda alguna de que uno de los detalles que más impresionan a los públicos en las plazas, es la torería que demuestre el actuante en el ruedo. Me consta que a Calesero, si algo le sobraba, era eso, torería, porque seguramente nació torero y ciertamente pasó a la otra vida siéndolo. Daba placer verle ya octogenario, pasearse por las calles y por las plazas con ese porte y con ese garbo al andar que le denunciaba desde lejos. Y con las telas en las manos… Por algo se decía que su capote de percal se convertía en seda… precisamente en la Hipérbole de Calesero, debida a la insuperable pluma de Pepe Alameda, algo que ya había traído a esta Aldea hace alrededor de un par de años.

Así como Alfonso Ramírez Alonso, Calesero, un torero de la Triana mexicana, de la de Aguascalientes, vio satisfecha su ambición de demostrar a la afición de Sevilla las posibilidades infinitas de su arte como torero, porque éste no tiene edad. Espero que esta remembranza les haya despertado el mismo interés que a mí, al momento de ponerla en este hipotético papel.

domingo, 9 de octubre de 2011

12 de octubre de 1977: El Presidente de México va a Sevilla a ver los toros...


28 de marzo de 1976: El candidato López Portillo en los
toros, con su esposa, El Soldado y Calesero

Tiempos hubo en los que la Fiesta de los Toros no era tan políticamente incorrecta y los Jefes de Estado y de Gobierno se dejaban ver en las plazas de toros con frecuencia y lo que es más, obsequiaban a sus visitantes distinguidos con corridas de toros organizadas precisamente en su honor. Aquí en México recuerdo a don Adolfo López Mateos llevando a los toros al en esos días emperador de Etiopía Haile Selassie o al Mariscal Tito de la otrora Yugoslavia y también al personaje que me invita a presentarles estas líneas, José López Portillo, acudiendo a la Plaza México cuando candidato a la Presidencia de la República, durante su campaña electoral, que acompañado de Armillita, El Soldado, Silverio Pérez y Calesero, el 28 de marzo de 1976, asistió junto con su esposa a la 14ª corrida de la temporada 1975 – 76, en la que ante toros de Jesús Cabrera, actuaron el rejoneador Carlos Arruza hijo y los matadores Curro Rivera, Manolo Arruza y Humberto Moro hijo. Es decir, no temió un resultado adverso en las urnas – debo aclarar que era candidato único – por hacer pública su afición a los toros.

José López Portillo y Pacheco fue Presidente de México de 1976 a 1982 y uno de los primeros actos trascendentes de su gobierno en el plano internacional fue el terminar las relaciones de México con el gobierno de la Segunda República Española en el exilio en 1977 – que se mantenían desde 1946 – e iniciarlas con el Reino de España recién reinstaurado. No debo dejar de lado que López Portillo hacía orgullosa ostentación de las raíces hispanas de su familia, los que situaba en una localidad Navarra, Caparroso. Fue hijo de José López Portillo y Weber, hombre de letras y nieto de José López Portillo y Rojas, político en la época porfiriana.

Corrida multipropósito

Imágen aparecida en el ABC de Sevilla con la crónica del
festejo del 12 de octubre de 1977
La corrida del 12 de octubre del 77 tuvo propósitos varios. Primero, la celebración de lo que originariamente se celebraba como El Día de la Raza y que hoy, de una manera más eufónica, se llama El Día de la Hispanidad. Después, también sirvió para apoyar las finalidades de la Asociación de la Prensa de Sevilla y como dirían los vecinos al Norte del Río Bravo last but not least, el agasajar a don José López Portillo, que como Antoñito el Camborio... fue a Sevilla a ver los toros. Para el efecto, se confeccionó un cartel integrado por el diestro de Gines Manolo Cortés, el del Puerto José Luis Galloso y nuestro paisano Manolo Arruza. Los toros inicialmente anunciados eran de los Herederos de Carlos Núñez, aunque al final, el cuarto sería de los Hijos de Eugenio Marín Marcos.

La crónica de Joaquín Caro Romero en el diario ABC de Sevilla, dice sobre el particular lo siguiente:
Tres brindis para México
En la Maestranza estuvo ayer no sólo un político, sino un aficionado a los toros, que sacó más de una vez el pañuelo desde la barrera para pedir la oreja. Pero hay otra faceta en la personalidad de José López Portillo digna de resaltarse. El presidente de la República mexicana es un humanista, un escritor, un poeta. Habrá mucha gente que no lo sepa, por eso yo lo destaco complacido... En México, algunos hombres de letras llegan a ocupar altos cargos políticos. Octavio Paz y Carlos Fuentes, dos extraordinarios escritores de vanguardia, han sido embajadores de México. Y no me extiendo en citar más casos. Antes de comenzar la corrida pensaba yo en uno de los libros que escribió López Portillo, el titulado «Quetzalcóatl», donde su autor trata, en una sugestiva prosa de inspiración lírica, de los orígenes míticos del pueblo mexicano. El espíritu del benévolo dios Quetzalcóatl parecía sobrevolar, mágico y voluptuoso, como un pájaro – serpiente, por las columnas del templo taurino del Baratillo. (Por cierto, esta obra del presidente escritor lleva el mismo título que un gran poema de Luis Cernuda, publicado en una revista mexicana en 1943)… José López Portillo, que es un hombre de visible campechanía, que es un intelectual y se expresa en el mismo idioma que nosotros, sabe lo mucho que hay de Sevilla en México, donde yace, en el Panteón Jardín, nuestro poeta Luis Cernuda, muerto, como tantos exiliados, en la hospitalaria tierra hermana...
Por su parte, don Luis Bollaín, en el mismo diario rememora:
...ayer, 12 de octubre de 1977, en Sevilla... Manolito Arruza nos dejó el paladeo – sin campanas a revolar, ni saludos a la llegada de ningún «Mesías» - de que por la plaza andaba un torero... Una actuación de Galloso cascabelera en sí y premiada con alegre cascabeleo, también, por parte de la presidencia... Cortés – ¡mala suerte en tu lote Manolo! – bordó, con cadencia, ritmo y hondura, los mejores lances de la tarde... A López Portillo – ancha simpatía de brazos abiertos – se le fue para la izquierda la montera brindada; pero, con tino y poder, con casta y amor propio de torero, repitió la suerte y, centrando el gobierno de la montera, la mandó hasta el mismo redondel...
Y también en el sevillano ABC remata don Filiberto Mira:
Estaba en la plaza el presidente de México y el festejo fue realmente un homenaje a su patria que es la de más tradición taurina de cuantas celebran nuestra fiesta. Las lentas, suaves y solemnes verónicas de Manolo Cortés en el quite al tercero fue como un buen recuerdo al buen capotear de Solórzano, de Silverio y El Calesero... Manolo Arruza, nacido allí y con sangre sevillana en sus venas, banderilleó con muchas agallas. En los toros de su lote evidenció que con los rehiletes – como tantos compatriotas suyos – tiene sello propio, pues lo hace levantando los brazos, asomándose al balcón y llegando despaciosamente hasta el filo de los pitones. Con la pañosa estuvo valiente y con el capote variado. Actuación la suya muy en tono mexicano, que no es mala música torera la de los mariachis... ¿Hubiera sido capaz el maestro Armillita de sacarle partido al sexto? Sinceramente creo que no. Lo que le hizo Arruza era lo exactamente correcto...
El resultado final de la corrida fue de un par de silencios para Manolo Cortés, que se enfrentó a Sultán y Serenito (de Marín Marcos) dos orejas y ovación tras aviso para José Luis Galloso, que lidió a Ratonero y Deseado y una oreja y ovación para Manolo Arruza, cuyo lote se integró por Corredor y Lechuguino. Los visitantes presenciaron la lidia de los toros primero y sexto desde el Palco Real y del segundo al quinto desde una barrera de primera fila y recibieron el brindis del primer toro de cada matador.

La realidad es que el viaje de López Portillo fue de promoción para México. Así lo delatan la Revista de tropas que realizara con el Rey Juan Carlos I, las rondas de conversaciones que sostuviera con el Presidente Adolfo Suárez, la presentación del Ballet Folklórico de México en diversos teatros, las ferias de muestras, las charlas que públicamente sostuvo con Felipe González, en esos días uno de los líderes visibles del PSOE y otras actividades, que fueron más allá que ir a Sevilla a ver los toros

En estos tiempos que corren…

Portada del ABC de Sevilla del
12 de octubre de 1977
Lo que me llama la atención de esta historia es el hecho de que a nadie pareció importarle esa presencia en la plaza de toros. Hoy cualquier Jefe de Estado se cuidaría muchísimo de pasar por allí para evitar incomodar a las buenas conciencias. No quisiera imaginarme lo que hubiera pasado, volviendo al anecdotario de don Adolfo López Mateos, si a un Jefe de Estado actual, se le ocurre hacer lo que a éste. Resulta que un día Cagancho fue a buscarle a su despacho. El torero de la calle del Evangelista estaba materialmente tieso. Una vez que le recibió el primer mandatario y el diestro le expuso su situación, llamó a su secretario particular y le ordenó incorporar al señor Joaquín Rodríguez Ortega a la nómina de la Presidencia de la República en calidad de consejero. Una vez que el gitano se retiró agradecido, el secretario preguntó que si ese no era un torero viejo y además español. El Presidente dijo secamente: es mi amigo y está en problemas… ah, y le manda su salario a domicilio… Seguramente en estos días, el Jefe de Estado en cuestión, sería linchado material o políticamente, por su afición y por dilapidar los recursos públicos.

Espero que esto les haya resultado tan interesante como a mí.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Relecturas de verano II: El aroma del toreo

El autor

El doctor Alfonso Pérez Romo que ha ejercido exitosamente la medicina, ha sido un destacado académico y en ese campo llegó a ocupar la Rectoría de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, además de que en las diversas actividades profesionales, humanísticas y literarias que ha abordado en el decurso de su existencia, se ha destacado como una persona triunfadora y reconocida por la calidad y la mesura de sus juicios.

Alfonso Pérez Romo es también aficionado a la Fiesta de los Toros, por la que siente:

Una atracción irresistible; un aprecio del toreo que va mucho más allá de su abigarrado colorido, su pintoresquismo, su derroche de valentía y su efusión de sangre; un asombro siempre nuevo por esa hermosa y noble bestia que es el toro de lidia; y una admiración respetuosa por el torero, extraño personaje del arte hispánico que cumple su actuación dramática al filo de la muerte.
Es afición le llevó a constituirse como empresario de la Plaza de Toros Monumental Aguascalientes en la década de los 80, junto con Julio Díaz Torre y el matador en el retiro Eduardo Solórzano, dando un giro radical a la manera en la que se organizaba nuestra Feria de San Marcos y en la combinación de sus aficiones, fue quien animó al Poeta del Toreo, Alfonso Ramírez Calesero, para que reuniera las memorias que son la base del libro que hoy da pie para que yo meta los míos.

La obra en cuestión

Solo el que vive los hechos sabe lo que son. Eso es lo que nos demuestra la recopilación de memorias y vivencias de un torero que se fue por la puerta grande. Aquí nos encontramos con lo que pasa por la mente del que se viste de luces por última vez, con lo que recuerda y con lo que ve en lontananza.

Al fin y al cabo, la obra que hoy intento comentarles contiene la expresión del valor humano en lo taurino, el reconocimiento de que el torero no lo debe ser solo en el ruedo y delante del toro, sino que el torero es un hombre y como tal interactúa con la afición, con la comunidad en la que convive y con su círculo más cercano, con su familia. Los toreros son humanos, aunque para oficiar, se vistan de dioses.

¿Cuándo se debe ir un torero? Decía un contemporáneo de Calesero, también su compañero de muchas batallas, que buena parte de la grandeza de don Rodolfo Gaona residía en que se fue de los ruedos cuando aun le podía a los toros. Seguramente y de lo revelado por Alfonso, el de Triana, ese tema es uno de los principales en esos momentos en los cuales los toreros hablan entre ellos de las cosas de su ministerio y es también quizá por ello, que El Calesa dio la vuelta a la página de su historia vestido de luces cuando lo hizo y como lo hizo, es decir, demostrando que el adiós se debía a una decisión personal y no a aquello que decía Guerrita, a que lo echaban. El contemporáneo al que me refiero es don Arturo Muñoz Nájera La Chicha, inolvidable torero de plata y personaje de la torería de Aguascalientes.

Otras revelaciones interesantes se contienen en la obra del doctor Alfonso Pérez Romo. Por ejemplo, nos cuenta el destino final de aquel toro de Vicente MartínezTerciopelo se llamó – que en la década de los treinta importara don Miguel Dosamantes Rul para Peñuelas, ejemplar único que en la historia de la ganadería brava mexicana es ya mítico.

Hombre de a caballo; significado tentador, Alfonso Ramírez Alonso hizo, ya hace casi medio siglo un análisis, que por lo que hoy vemos, resultó premonitorio. Lo hace cuando habla del toro de esos días, de su comparación con el que lidiaba en las plazas cuando inició su camino por los ruedos y de lo que veía para el futuro. En 1966 escribió:

En México, por el exceso de celo por conservar un tipo de toro y una sola línea genética, la casta se ha ido perdiendo y creo que esta experiencia ya se agotó. Nos guste o no, ha llegado el momento de refrescar, porque cuando la sosería se repite constantemente, la gente acaba por aburrirse y deja de ir a las plazas...

Y sigue diciendo:

...otra cosa que yo veo es que en mis tiempos de matador en activo, todos éramos diferentes; pienso en Armillita, “El Soldado”, Antonio Bienvenida, Garza, Silverio, Solórzano, Arruza, Manolete, Pepe Luis, Procuna, yo mismo. Todos inconfundiblemente personales y distintos. Y lo más importante: cada uno de nosotros hacíamos nuestro toreo totalmente diferente y original; ninguno llevábamos una faena hecha de antemano o estereotipada y el público que nos iba a ver siempre estaba a la expectativa de la sorpresa, de la espontaneidad, del momento inspirado…

Y lapidariamente concluye:

...la gente ya no va a los toros con la esperanza de ver el milagro de lo inesperado, sino a resignarse a ver la repetición interminable de lo mismo, así sea de buena calidad. ¡Como el arte y la artesanía otra vez!
Es a partir de esas reflexiones que Calesero penetra en los terrenos de la creatividad, del sello, de lo que lleva el titulo de la obra que pretendemos comentar, del aroma del torero y del aroma del toreo, aroma que dijera Arthur Miller, no se puede ver, pero se puede percibir y se puede recordar.

También nos habla de aquello que decía Lorca, había que buscar en las últimas habitaciones de la sangre, el duende, que brota cuando menos se espera y que no es de producción en serie; las condiciones deben estar dadas para que el torero se transfigure y en un momento y lugar determinado haga a los toros cosas que no son humanamente imaginables y aunque a Jesús Eduardo Martín Jáuregui no le parezca, he de afirmar como Pepe Alameda, esta es otra evidencia del seguro azar que representa el toreo.

La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna, expresó alguna vez Arthur Schopenhauer y por su parte, Óscar Wilde pareció agregar; cualquiera puede hacer historia, pero solo un gran hombre puede escribirla.

En El aroma del toreo estamos delante de una fracción de esa historia, bien delimitada en su esfera temporal; pero también, bien relacionada con sus antecedentes próximos y remotos.

Estamos delante de lo que considero es el legado de un torero a la afición y muy principalmente a sus pares. Vemos en sus pensamientos un examen preciso de su pasado y del presente que vivía cuando lo hizo y muy especialmente, del futuro que veía venir, y que hoy es para nosotros el presente.

Estamos delante de una breve parte de las memorias de un hombre que siendo padre y abuelo de toreros nunca dejo de tener presentes a su esposa, que a su vez, hija y hermana de ganaderos, conoce la fiesta desde sus entrañas y sabe que ese ver cara a cara a la muerte los días de corrida o de tentadero puede lastimar o fortalecer la armonía familiar, dependiendo de la manera de aproximarse a ella. En este caso, el lazo de unión entre Calesero, su esposa doña Alicia y sus hijos y nietos, después del amor, sin duda ha sido el vivir con autenticidad su taurinidad.

Esta es mi apreciación acerca de este interesante testimonio de vida y aprovecho el viaje para invitarles a leerlo, disfrutarlo y encontrar una a una, las múltiples aristas que representa la vida de un hombre dedicada por entero a la fiesta de los toros, siguiendo la máxima taurina:
Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda del sacrificio.

domingo, 22 de agosto de 2010

Arturo Muñoz, La Chicha

La Chicha, guardándole la vuelta triunfal
a Calesero Chico, 20 de abril de 1964
Arturo Muñoz Nájera nació el 1º de julio de 1914 en el Barrio de Triana en Aguascalientes. Se aficionó a los toros al ser vecino del matador de toros José Flores Joselito, aquél al que Rodolfo Gaona diera la alternativa en la plaza de La Barceloneta en 1923 y del que decía Verduguillo que por sus maneras y su poderío ante los toros, sería el sucesor del Califa de León.

Estando don Arturo estudiando el bachillerato, por el año de 1928, Calesero, que integraba una cuadrilla juvenil junto con Rodrigo del Valle, le ve actuar como banderillero en una capea estudiantil y le invita a participar en ella. Es en ese tiempo en el que se le empieza a apodar La Chicha, sobrenombre que originalmente correspondía al que después sería el médico José Ramírez Gámez, pero que trascendió con este gran torero de plata. A partir del 30 de mayo de ese año, en la plaza de Fresnillo, La Chicha quedó integrado en definitiva a la cuadrilla de Calesero y El Chino del Valle como banderillero.

Cuando Calesero se resuelve a torear vestido de luces, Arturo Muñoz sigue sus pasos y además de auxiliar a su combarriano, su efectividad con los palos y la seguridad que tiene con la capa le consigue la posibilidad de actuar en las temporadas novilleriles de la plaza de La Condesa, en la Ciudad México en las cuadrillas de Ricardo Torres y Heriberto García. Esa seguridad con el capote le llevaría además a ser requerido con frecuencia por ganaderos como los señores Ibarra, entonces ganaderos de Santa Rosa de Lima; los señores Madrazo de La Punta y Matancillas; don Fernando de la Mora entonces de Tequisquiapan, don Jesús Cabrera, don Miguel Dosamantes de Peñuelas y varios otros para sus tentaderos, faenas camperas en las que se requiere sobre de todo efectividad y no lucimiento.

Durante el tiempo que Calesero vistió el terno de luces fue el insustituible primero de su cuadrilla y cuando surgió El Volcán de Aguascalientes, también él lo integró a sus hombres de plata. Su conocimiento de los toros y de la lidia, hicieron que también toreros españoles le llevaran en sus campañas mexicanas y así Luis Gómez Estudiante, Pepe Luis y Manolo Vázquez, Luis Miguel Dominguín y Chamaco contaron con él en su día.

José Luis Fernández Ledesma, Calesero, persona no
identificada y La Chicha, 13 de febrero 1966
Un extraordinario conversador, era una delicia escucharle hablar sobre las interminables tertulias que en Madrid, por los años cuarenta se celebraban con personalidades como don Carlos Gómez de Velasco, el mismo Rafael Gómez El Gallo, Domingo González Dominguín y algunos otros personajes de gran calado en la historia del toreo, de quienes hablaba con profunda emoción, como si les estuviera escuchando en el momento en el que narraba las anécdotas que eran motivo de su conversación.

Sufre solo una cornada grave en su vida, el 18 de septiembre de 1946, en Bayona, la tarde en que Fermín Rivera le dio la alternativa a Ricardo Balderas en presencia de Calesero. Contaba don Arturo que urgía a su matador (Calesero) que le sacara pronto de allí y le llevara a un lugar en el que los médicos hablaran cristiano, pues le costaba el tener que conducirse en muchos casos por conducto de intérpretes.

El día 24 de abril de 1966, sin previo aviso y toreando en la Plaza de Toros San Marcos una corrida de Valparaíso, en la que los matadores fueron Manuel Capetillo, Raúl García y Raúl Contreras Finito, don Arturo Muñoz actuó por última vez vestido de luces, aunque La Chicha nunca dejó los toros, pues posteriormente ocupó el Palco de la Autoridad, primero en la Plaza San Marcos como asesor técnico de don Jesús Gómez Medina y posteriormente en la Plaza Monumental Aguascalientes ya Juez de Plaza (Presidente), dirigiendo la lidia de las corridas.

Don Arturo Muñoz Nájera fue un ferviente admirador de dos grandes toreros de su escalafón, Luis Suárez Magritas a quién siempre se refería como don Luis Suárez Magritas, haciendo un especial énfasis en el don y a Alfredo David, por quien nombró a su hijo mayor, quien es ahijado de bautizo de Luis Miguel Dominguín y quien intentó ser torero, pero quien solamente pasó por las filas novilleriles.

Isidoro Cárdenas brindando a La Chicha en un
festival en su honor, 8 de diciembre 1996
Tuve la fortuna de gozar de la amistad de don Arturo. Durante los años en que asistí con frecuencia a las sesiones del Centro Taurino México España, le llevaba a su casa al final de las sesiones y para mis hijos, fue como un abuelo. Él me enseñó a ver a los toros y a apreciar en su justeza la labor de los toreros de plata, además de dejarme ver, a través de sus ojos, toda una época del toreo que parecía ser un tiempo ido.

La Chicha hizo el último paseíllo el día 13 de agosto de 1997 y quizás debí poner esto aquí la pasada semana, pero nunca es tarde para recordar a quien fue un buen torero y más que todo, un excelente amigo.

Crédito de las imágenes: Las dos primeras, en blanco y negro, pertenecen al archivo de don Carlos Meza Gómez. La última es obra de Humberto González Gitano corresponde a la colección particular de Isidoro Cárdenas Rodríguez y todas las utilizo con la autorización de sus titulares.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El Imposible

Resulta difícil pensar que un torero pueda sacar la cabeza más de tres lustros después de su presentación como novillero. Ese es el caso de El Imposible, que en el Jueves Taurino del 16 de junio de 1945, se presentara en El Toreo de la Colonia Condesa, anunciado como Carlos Moreno y que apareciera quince años después como Antonio Campos (su nombre completo era Carlos Antonio Campos Moreno), ejecutando un muletazo que se describía como imposible de realizar y de allí tomó su nombre artístico, El Imposible.

El muletazo imposible, que consiste en dar una serie de giros con el toro arrancado, para quedar en posición de rematar con una arrucina (vean la composición fotográfica de abajo), es lo que le convierte, con Felipe Rosas, Jaime Rangel y Víctor Huerta, en el sostén de la temporada novilleril capitalina de 1960. Así, contra todos los augurios, el torero que década y media antes había sido desahuciado por la afición y por la crítica al dejarse ir un bravo novillo de Milpillas, ahora estaba en la cresta de la ola.

Recibe la alternativa en Tijuana el 18 de junio de 1961, siendo su padrino Jesús Córdoba y fungiendo como testigo Raúl García, con toros de Javier Garfias y aunque no logra un triunfo rotundo esa tarde, se abre las puertas de las plazas de la zona fronteriza con los Estados Unidos, en una época en la que Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Nogales sumaban cada una alrededor de una treintena de festejos al año, haciéndose un gran cartel en ellas.

Marcha a España el siguiente calendario y suma 14 fechas, convirtiéndose en un ídolo en Barcelona, donde actúa en ocho de sus corridas de ese año. Confirmará su alternativa en Madrid el 12 de mayo de 1963, de manos de Pedrés y llevando de testigo a Andrés Vázquez, con el anticipo artístico de don Rafael Peralta, que lidió un novillo de Antonio Pérez de San Fernando. Los toros de la terna de a pié, fueron de Carlos Núñez. Esa tarde la saldó con una vuelta al ruedo. La opinión de Antonio Díaz Cañabate en el diario ABC de Madrid sobre esa tarde es la siguiente:

…El “Imposible”, en el toro de la confirmación de su alternativa, después de brindar, anunció que iba a dar el pase al cual debe, según parece, su apodo. El pase imposible. Yo ya se lo había visto el año pasado, creo que en Santander. Desde luego es un pase perfectamente posible, porque no es un pase, es un paso de baile taurino. Por mí puede el baile continuar. A mí no me molestan los adornos en su momento, al contrario, me parecen precisos, en su momento, repitoy repetiré. ¿Y es el momento la iniciación de una faena? Pues ¿por qué no? Ahora bien, ya está hecho posible lo imposible. A torear se ha dicho. A torear en serio, que es a lo que estamos. El toreo cómico lo agotaron Charlot, Llapisera y su Botones y unas cuantas “inas” y ridiculeces que privaron durante un tiempo, que ya creemos superado y que estaremos alerta para que no se reproduzca. Adornos sí, pero no como base de una faena…




La presentación de El Imposible en Barcelona, 5 de julio de 1962



Repetirá en Las Ventas el día de San Isidro, cuando compartiendo el cartel con don Ángel Peralta, que se enfrentó a un novillo de Javier Molina y compartiendo terna con Fermín Murillo y Mondeño. Ese día le cortó una oreja al tercero de la tarde, primero del lote de Fermín Bohórquez que sorteó y al que logró pegarle el muletazo de su creación. De nuevo recurro al exigente testimonio de Díaz Cañabate, sobre ese momento particular:

…El tercero toma la primera vara de largo. La segunda, corrida. No tiene mucha fuerza. El presidente lo cambia. A la muleta llega tardo, pero cuando embiste es aquello que llamaban antes los revisteros una perita en dulce. ¡Qué bien se la comió “El Imposible”! No intentó ninguna tontería. No se embarulló. Toreó sereno, sin hacer caso del aire, que soplaba para todo el mundo y parecía que no soplaba para él. Me gustó “El Imposible”. Faena con temple y con mando. Faena a tono (con buen tono) de la perita en dulce, confitura que a muchos toreros se les indigesta. Sobresalieron tres pases iniciales con la derecha realmente excelentes. Un pinchazo y, entrando bien, una estocada. Una oreja…



Al final de esa campaña sumó solamente nueve fechas en ruedos ibéricos, a causa de los percances que sufrió en Málaga, Plascencia, Palma de Mallorca y en San Sebastián. La de Málaga, del 14 de abril, fue muy extensa, según se deduce del parte facultativo:

…Durante la lidia del sexto toro, ha ingresado en la enfermería de esta plaza el diestro mejicano Antonio Campos «El Imposible», que presenta herida por asta de toro en la región glútea inferior, con dos trayectorias, una ascendente, que diseca ambos glúteos, alcanzando hasta el trocánter mayor; y otra descendente, que dislacera el músculo bíceps hasta su inserción en el fémur. Pronóstico, grave. Doctor Abrines…



Un ídolo en Barcelona, 8 tardes en una temporada



Confirmará su alternativa en México el 9 de febrero de 1964, cuando Calesero le cede a Soldadito de Tequisquiapan en presencia de Diego Puerta, que esa tarde tuvo una cumbre al cortar las dos orejas de Rastrojero.

La pirotecnia de su manera de hacer el toreo, anima a las empresas a incluirlo entre los toreros que se integrarán a la campaña que hacía en México El Cordobés y logra actuar en varias tardes junto a él, destacando la del 19 de febrero de 1964, en Aguascalientes, cuando se le va por delante a Manuel Benítez, cortándole el rabo a uno de los toros de Santacilia que le tocaron en suerte.

Sin embargo, tiene que reducir su actividad, pues la enfermedad que al final terminaría su existencia ya le comenzaba a causar molestias que interferían con su actividad profesional y así, después del triunfo hidrocálido, vuelve a la México el 1º de marzo y torea su última corrida en Puebla, el 15 de ese mismo mes, mano a mano con Joselito Huerta, en la lidia de toros de Zotoluca y Santa Marta.

Un cáncer hepático logró lo que otras circunstancias adversas no pudieron; quitar de torero a El Imposible, quien a partir de una férrea voluntad y la decisión de querer ser alguien en los ruedos, resurgió de su propio fracaso. Falleció en la Ciudad de México el 28 de diciembre de 1964, justo cuando empezaba a ver los frutos de su dedicación.

domingo, 9 de agosto de 2009

Hidrocálidos en Barcelona

Hoy se presenta en la Monumental de Barcelona el torero de Aguascalientes Joselito Adame, desde mi particular óptica el torero de esta tierra que tiene mayor proyección en estos momentos. La presentación de Joselito en la plaza grande de la capital de Cataluña representa la del quinto torero nacido en esta tierra y la del octavo, si contamos a los que se avecindaron y arraigaron aquí.

Como todo lo que ocurre en La Aldea de Tauro, sus presentaciones en las plazas de Barcelona – en su día llegó a tener tres en funcionamiento – tuvieron sus luces y sus sombras. Aquí les presento, a través de las crónicas, un breve recuento de momentos importantes en el paso por esos ruedos de los toreros de Aguascalientes que han actuado en ellas. Excluyo deliberadamente al Maestro Armillita, - saltillense arraigado aquí - puesto que de algunos de sus grandes triunfos en la Ciudad Condal, me ocuparé en alguna entrada posterior a esta.

Joselito Flores

Aunque originario de San Juan de los Lagos, Jalisco, José Flores de Alba se avecindó e hizo torero en Aguascalientes. Fue breve su paso por los ruedos, pues murió en 1930, de enfermedad a los 32 años de edad. Tomó la alternativa el 3 de junio de 1923 en la plaza de La Barceloneta, de manos de Rodolfo Gaona y llevando a Punteret de testigo. Los toros que se lidiaron fueron de la Viuda de Soler. La reseña del diario madrileño La Correspondencia de España, fechado el 4 de junio de 1923, recuerda lo siguiente:

En Barcelona. Plaza Antigua. Ganado de la Viuda de Soler, de Badajoz. Espadas: Rodolfo Gaona, que hace su reaparición; Punteret y José Flores, que toma la alternativa. La entrada es buena y la tarde calurosa. Después del aplauso a las cuadrillas sale el: Primero. – Pequeño, bien armado y bravito. Flores intenta recogerlo en varios lances sin eficacia. Con poder y codicia, acepta el toro cuatro, varas, haciendo Gaona su debut con un quite finísimo. Palmas. Gaona cede los trastos a Flores, quien, después de brindar, hace una faena distanciado y sin pasar. Mata de una atravesada, saliendo la punta del estoque por debajo de un brazuelo. Pitos...

Quizá la de su alternativa no fue una tarde de gran lucimiento para Joselito Flores, pero representa para el recuerdo y en su caso, la estadística, la única alternativa que otorgó Rodolfo Gaona en su dilatada carrera en los ruedos españoles.

Alfonso Ramírez Calesero

El 22 de abril de 1946, el Poeta del Toreo fue parte de uno de esos muy extensos carteles que eran de la predilección de don Pedro Balañá, pues para él, don Álvaro Domecq, Domingo Ortega, Juan Belmonte Campoy y Pepe Luis Vázquez, se anunciaron nueve toros, 1 de Bernardino Giménez para rejones y para la lidia de los de a pie, 6 de Fermín Bohórquez y 2 de doña Enriqueta de la Cova. Como era su costumbre, lo que brilló en la tarde, fue el variado y florido toreo de capa de Alfonso el de Triana, que en la crónica del diario barcelonés La Vanguardia del 23 de abril de ese año, fue visto de la siguiente forma:


...El primer quite que realizó el diestro mejicano «El Calesero», en el toro primero de Ortega, nos asombró a todos, pero avanzada la corrida y habida cuenta de la clase del bicho de doña Enriqueta de la Cova que cerró plaza, manso y con mucho poder, se enfrió un tanto nuestro entusiasmo. Clavó a su primero dos pares de rehiletes con fácil dominio, lanceó ambos toros fuera del abrigo de las tablas, y la faena de su primero, que brindó al público, tuvo más cosas buenas que regulares… A «El Calesero» se le disculpa, a más del hecho de su presentación en la Meca del Toreo, el haberse encerrado en su primera corrida con tres primeras figuras que salieron ayer como leones. Esperemos, pues, otra exhibición del «manito»…


Así pues y retomando el dicho de Pepe Alameda, el embrujo de Calesero surgió cuando su capote de percal se convirtió en seda. La pena aquí resultó en el hecho de que no volviera a actuar en Barcelona, para que pudieran verle a plenitud.

Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes

Otra corrida de 8 toros, el día de Santiago de 1951, en esta ocasión para dos toreros mexicanos Antonio Velázquez y Rafael Rodríguez que alternaron con Paquito Muñoz y Calerito. El encierro se formó con 2 toros de Ignacio Vázquez de Pablo y 6 de Juan Pedro Domecq. Para Rafael Rodríguez era su reaparición después de una importante actuación siete días antes y en esta oportunidad logró un triunfo destacado, llevándose las dos orejas del primer toro de su lote. La crónica de La Vanguardia de Barcelona, del 26 de julio de ese año nos refleja:


...Más torero que el día de su presentación parecióme ayer Rafael Rodríguez, si bien su valor fue esta segunda tarde de los mismos quilates que la otra. Veroniqueó deslavazadamente a su primero, pero en cambio con la franela tejió una faena inteligente, valerosa y artística que, acompañada de los oles del concurso y los sones de la Popular Sansense, tuvo mucho color y un brío extraordinario. Volcóse luego sobre el morrillo con un volapié magno, y en la misma cruz, otorgándose al «manito» y merecidísimamente, las dos orejas del bicho, con vuelta al ruedo y salida a los medios, a los que llegó con un brazado de flores...

Humberto Moro El de la Izquierda de Oro

El 13 de julio de 1952 fue la presentación en la Monumental de otro torero que no nació en esta tierra, pero que en ella se forjó como torero y en ella nació un hijo suyo que también es matador de toros, me refiero a Humberto Moro Treviño, natural de Linares, Nuevo León, en el Norte de México. Esa tarde alternó nada menos que con Rafael Ortega y Antonio Ordóñez, para dar cuenta de un muy serio encierro del Conde de la Corte. Era esta una de las primeras actuaciones del de la izquierda de oro en España y eso lo rescata la crónica aparecida, de nueva cuenta en La Vanguardia, el 15 de julio de 1952:


…Del diestro mejicano Humberto Moro, que en esa corrida presentábase en el «Palacio de los grandes espectáculos», sólo sabía yo que había toreado una sola corrida en España, en Sevilla, con Luis Miguel y no recuerdo qué otro artista, donde agradó mucho aunque se le consideraba poco placeado… después de brindar a la muchedumbre… poco a poco, fue ajustándose y desdeñando la «percha» y sacó, ya mientras la música sonaba, tres pases por alto muy buenos, cuatro de adorno lindísimos, tres naturales aguantando un horror y tres «orteguinas». Clavó medio estoque desprendido y salió a los medios para corresponder o los aplausos que se le otorgaron. No le impresionó lo más mínimo la tremenda cuerna de su postrer enemigo, la mayor de la tarde, y veroniqueólo con soltura, haciendo un quite de frente por detrás que se ovacionó largamente. También sonó la música mientras duró la faena con la franela, faena tan bizarra que casi toda ella, tuvo por escenario el peligroso terreno de toriles, deslizándose de esta forma: seis derechazos, una «arrucina», cuatro derechazos, uno de pecho, cuatro naturales, uno por alto, cuatro derechazos, uno de pecho, siete naturales, uno de pecho, ¡9! naturales —en toriles, ¿eh?—, uno de pecho y tres «orteguinas». Señaló un buen pinchazo, que escupió lares y seguidamente enterró el estoque en todo lo alto. Se le ovacionó y a pesar de ser el último toro de la fiesta, el mejicano dio la vuelta al ruedo y desapareció, sonriente, por la puerta de cuadrillas...

Jesús Delgadillo El Estudiante

El 25 de junio de 1964, la hoy extinta Plaza de Las Arenas abrió sus puertas para que en su ruedo se lidiaran 6 novillos de Gascón y Fraile – Puerto de San Lorenzo – hoy en la preferencia de las figuras – por Jesús Delgadillo El Estudiante, Vicente Punzón y Andrés Torres El Monaguillo. Jesús Delgadillo López, torero nacido en Aguascalientes, hacía campaña para volver a tomar la alternativa en España – lo que haría precisamente en Barcelona ese mismo año – y es el último matador de toros de Aguascalientes, que vestido de luces, ha cortado una oreja en Las Ventas de Madrid.

De esa tarde, su única actuación en Las Arenas, el cronista del diario La Vanguardia de Barcelona, Julio Ichaso, en su edición del 26 de junio de 1964 relata:


…Al cuarto, numero 86, «Bilbaíno», negro bragado, lo veroniqueó muy bien y su quite por faroles fue estupendo. El astado entraba muy fácil a los piqueros. El diestro clavó con arte dos pares de banderillas, no colocando el tercero, de rigor, por haberse cambiado el tercio. Tuvo una lucida actuación, aplaudiéndosele mucho y oyendo la música, ya que su muleteo se compuso de naturales, derechazos, molinetes, de pie y de rodillas, «arrucinas» y vistosos adornos. El novillo iba a la muleta de «El Estudiante» bien, embarcándolo éste con muy buen estilo. Un volapié hasta la empuñadura fue el final, finiquitándolo el cachetero. Petición de oreja, vuelta al ruedo entre aplausos, salida al tercio y también el novillo fue aplaudido en el arrastre…

Miguel Espinosa Armillita Chico

El 27 de marzo de 1977, Luis Miguel Moro, Jairo Antonio y Miguel Espinosa Armillita Chico enfrentaron en la monumental 6 novillos de Manuel Francisco Garzón. Ya en otro espacio de esta misma bitácora había relatado que Miguel es el último torero en cortar una oreja y el que dio la última vuelta al ruedo en la plaza de Las Arenas. En esta oportunidad, Julio Ichaso, en su recuento del festejo, publicado en La Vanguardia del día 29 de marzo de ese año hace la siguiente recapitulación:


…es hijo del espada azteca Fermín Espinosa «Armillita», tan conocido y aplaudido en nuestras plazas. Se presenta Miguel, en Barcelona... precisamente en la fecha que su padre Fermín tomara la alternativa aquí, hace cuarenta y nueve años y dos días, para ser exactos. Se la otorgó su hermano Juan y actuó como testigo el diestro valenciano Vicente Barrera… Miguel tomó las banderillas con buena ejecución y estilo. Muchas palmas. Pases corriendo bien la mano, por el lado derecho. Ovaciones y música. Prosiguió en la misma línea, mejorando los muletazos. Dejó una estocada, bien puesta, pero precisó del verduguillo, que fue efectivo al sexto intento. Palmas con salida al tercio… Sexto. — El primer puyazo lo recibió con bravura. Aplausos para el picador. El segundo salió más benigno y se acabó este tercio. Gran quite por chicuelinas. También «Armillita» lo banderilleó, levantando perfectamente los brazos. Palmas. Brindó a Manolo Mateo, el decano de los reporteros gráficos taurinos. Muletazos con agobiante y artística lentitud. Aplausos y música. Lo muleteó por los dos lados. Más
ovaciones. Entró a herir con facilidad pero la espada enseñaba la puntita. Volvió con dos estoconazos más, concediéndole la oreja, despidiéndole con aplausos, así como a sus compañeros de terna y paseo a hombros por los «capitalistas».

César Pastor

Nacido en el Distrito Federal, pero hecho torero y actualmente residente en Aguascalientes, César se presentó en la Monumental de Barcelona el día 8 de abril de 1979, para lidiar 6 novillos de Bernardino García Fonseca en unión de Miguel Vera y Curro Cruz. En esa tarde, César pudo mostrarse como un fácil rehiletero y un torero dominador. La visión de Julio Ichaso, cronista del diario La Vanguardia, en su edición del día 10 de abril siguiente es de la siguiente forma:


Tercero. Manejó perfectamente la capichuela y le ovacionaron. «Andarín» lo picó muy bien, aplaudiéndosele. Primer par de César, con salida atropellada. Piquer le hizo un buen quite. Cerró el tercio saliendo de tablas. Palmas. Brindó al público. Pases por alto y derechazos eso que el burel no daba facilidades, más pases por alto. Un pinchazo, segunda entrada con salida atropellada, con fuerte revolcón y descabello efectivo. Palmas... Sexto. A este ágil animal lo lanceó valiente. Recibió dos varas con bravura. Banderillearon César y Curro. Estuvo muy bien en unos buenos muletazos, eso que el astado se echaba encima. Más pases largos y atractivos. Muchas palmas. Mató a la segunda entrada. Ovaciones y paseo por el ruedo.


Mexicanos en Barcelona

En un memorial dedicado a Fernando Vinyes, Horacio Reiba escribió en La Jornada de Oriente lo siguiente, que me sirve para concluir esta ya de más extensa entrada:

…Si Barcelona es la ciudad donde más festejos taurinos se dieron a lo largo del siglo XX, no debería extrañarnos que fuese también la plaza española más visitada por toreros mexicanos de las condiciones y jerarquías más diversas, a partir de la aparición en un cartel de Las Arenas – junio de 1907 – del nombre de Vicente Segura, matador hidalguense y más tarde general revolucionario, primero de una larga saga de lidiadores aztecas que desfilarían ante sucesivas generaciones de aficionados barceloneses… A partir del pleito de 1936, puntualmente reeditado a principios del 47 cuando los toreros hispanos forzaron una segunda ruptura de relaciones, esta vez con Arruza (¿y Manolete?) en la mira, la participación de diestros mexicanos en las temporadas españolas empezó a angostarse significativamente. Ajeno a los manejos responsables de este progresivo ninguneo y con su olfato de gran empresario, el viejo Balañá continuaba anunciando en sus cosos a cuanto espada mexicano -matador o novillero- aterrizaba en la Península, como muestra reiterada de la proverbial independencia de criterio de la catalanidad bien entendida…

Es este apenas un muestrario de lo que los toreros de esta tierra hidrocálida han logrado en las plazas de Barcelona, por lo que no me resta más que decir: ¡Suerte Joselito!

sábado, 6 de junio de 2009

Hemos perdido un torero…


Mi acercamiento a Luis Francisco Esplá ha sido únicamente televisivo y literario. Una de las tardes de toros en la tele que más he disfrutado en compañía de mi padre ha sido la del 6 de marzo de 1997 – hace algo más de una docena de años de lo de ayer –, desde Castellón, cuando ante toros de Victorino Martín, Esplá, Pepín Liria y El Tato dieron una tarde de grandes dimensiones y en ella, Luis Francisco me dejó ver una esencia torera muy poco frecuente en estos tiempos que corren.

Ayer terminó, al menos para Madrid, una trayectoria que pudiéramos calificar de longeva. Tres décadas de vestir el terno de luces es un lapso temporal que pocos diestros cubren con la brillantez y la dignidad que el hijo de Paquito Esplá ha llevado su ministerio, no obstante que alguno le calificara alguna vez de tener la apariencia de ser un mal discípulo del Papa Negro o que un punzante Alfonso Navalón le llamara titiritero, pero aún esos que le expresaron su desacuerdo tuvieron que convenir en que en su porte y en su comportamiento había un aire de torería que no era común en su tiempo y que pronto se fue acentuando, volviéndose más notorio, más extraño a los usos corrientes.

Tras de que anunció su decisión de irse de los ruedos este año, se le criticó su decisión de hacer esta postrera campaña con encierros calificados de comerciales, dejando de lado los peyorativamente llamados duros o toristas con los que nos dejó verle en su madurez. Ayer esa decisión se vio recompensada con su gran faena a Beato, en la que de haber vivido don Alfonso - que se distinguió siempre por su honestidad -, seguramente hubiera rectificado lo del titiritero, pues la faena del adiós fue completa y emotiva, de un torero en plenitud, que es como deben de irse los que visten de seda y alamares.

Hace algo más de cuatro décadas, cuando se despidió un Poeta de los ruedos, Calesero, Manuel García Santos escribió un sentido editorial titulado Se ha perdido un capote, mismo del que haciendo paráfrasis me ha servido para titular estas ideas. De ese editorial, me hurto estas líneas:

“…Se ha perdido un capote. Como hace mucha falta, se gratificará espléndidamente a quien lo encuentre y lo entregue en el albero de una plaza de toros…

…¡Buscarlo porque se trata de un Stradivarius, de un incunable, de un tesoro y una leyenda!...

Buscarlo… Al que lo encuentre, además de gratificarlo, le espera la gloria, el dinero… y la inmortalidad”.



Aquí hemos perdido un torero y la batalla por recuperarlo será larga, porque como decía García Santos, los toreros de ese cuño no surgen todos los días, son en efecto, casi incunables. Pero seguramente en algún villorrio perdido, ya está algún jovencito deseando ser torero y aprendiendo a atesorar y a respetar los valores de torería que Luis Francisco Esplá lució y defendió por alrededor de tres décadas.


La primera corrida de toros que vi con uso de razón fue precisamente la despedida de Calesero, será por eso que me producen siempre estos fastos una agridulce sensación, aunque sea a la distancia y eso que no hay allá como aquí puñaladas sentimentales como Las Golondrinas y otros añadidos sintéticos que le ponen más emoción, pero le restan autenticidad al hecho.

Ojalá que el guerrero encuentre un buen reposo, que lo tiene bien merecido.

La fotografía que ilustra esta entrada es obra de Rosa Jiménez Cano y la uso con su autorización.

domingo, 5 de abril de 2009

Hace seis décadas: La Feria de San Marcos sin toros (y II)


En la anterior entrada, les ofrecí presentar la visión de la época, escrita por don Luis de la Torre, El-hombre-que-no-cree-en-nada, acerca de lo que fue una Feria de San Marcos sin toros. Pues aquí pongo a su consideración el artículo aparecido en el número 231, correspondiente al 9 de mayo de 1947, del semanario La Lidia de México, en el que este extraordinario periodista taurino, hace sus reflexiones acerca de las causas y de los efectos de la ausencia de la fiesta en la que hoy es llamada La Feria de América:

Feria sin toros

El-hombre-que-no-cree-en-nada

A mi estimadísimo amigo Alberto Chequi, enamorado de la tierra y de la fiesta.

Tradicional, sin punto de comparación, ha sido en la ciudad de Aguascalientes la Feria de San Marcos o Fiestas de Primavera, con sus vendimias y apetitosos platillos regionales, sus incomparables paseos matutinos y vespertinos reuniones de sabor netamente provinciano; sus peleas de gallos, partidas y ruletas, centros de reunión ampliamente animados con el contingente de enorme cantidad de visitantes de todos los rincones de la República. Pero a todos estos atractivos, como acontece en los lugares en los que ha tenido asiento la fiesta, les eran indispensables las corridas de toros, para las que siempre se tuvo cuidado especial en la confección de los carteles, con ganaderías escogidas y lidiadores postineros.

Aguascalientes, todavía hasta no hace muchos años, debido precisamente a sus corridas de feria, estuvo constituida en la ciudad más taurina de este país heredero directo de lo que hasta hace muy poco había sido la más hermosa, varonil y gallarda de todas las fiestas. Por su pequeño coso, en donde hubo épocas de celebración anual de más de medio centenar de festejos taurinos, han desfilado todas nuestras grandes figuras y muchas de las más destacadas españolas que nos han visitado en muchos años.

De entre el considerable número de aficionados prácticos que ha producido esta Sevilla mexicana, algunos se hicieron profesionales, seguramente sin gran relieve; pero en la actualidad, desgraciadamente en esta época de decadencia y desencanto, nacido allí, en su popular Barrio de Triana, uno de los cuatro tan sabrosamente cantados por el poeta Reyes Ruiz, contamos con un torero de verdad, Alfonso Ramírez Calesero, que si por circunstancias nada propias de relatar en este caso, no ocupa el sitio por sus cualidades de artista merecido, tampoco por ello deja de ser en el momento uno de los toreros que justificadamente dan gloria y brillo a nuestra historia taurina.

Pues bien, en este año de gracia de 1947, tomándose infantil pretexto la decantada fiebre aftosa, las autoridades, haciéndose cómplices en el decaimiento del espectáculo, tuvieron a bien no autorizar las corridas de toros durante la feria que acaba de celebrarse. En cambio, no tuvieron empacho en dejar libertad absoluta a las peleas de gallos, partida de ruleta, con beneplácito de viciosos y tahúres, no obstante la prohibición legal existente para tales manejos.

No ignoran tampoco la afición aguascalentense ni los numerosos asistentes a la feria, las exigencias monetarias de elevadísimo monto puestas en juego para la concesión de la licencia, así como tampoco lo improcedente de tal determinación, contándose, como se cuenta, en las cercanías de la población del pequeñísimo Estado, con ganaderías bravas de una de las cuales, recientísimamente se trajeron toros para ser lidiados en la Plaza México, sin la más insignificante traba, sin tomar en cuenta los peligros de la fiebre aftosa. Sábese además, que en los propios corrales de la plaza descansaba plácidamente un encierro completo, no habiéndose permitido su lidia ni siquiera para seguir la tradición en la fecha central de tan renombradas fiestas primaverales.

Feria de San Marcos sin toros. ¡Vaya atrocidad! Este fue el clamor general de habitantes y visitantes al saberse la absurda medida de las autoridades, las que sin embargo, no hubieran cometido el desacato si se atiende a sus peticiones, como no tuvieron inconveniente de pasar sobre una prohibición legal que, si bien es cierto ha sido siempre factor principal en el esplendor y alegría de la feria, no por ella deja de ser una inmoralidad legalmente penada, lo que no acontece con la fiesta taurina, en forma también legalmente autorizada en todo el país y propiedad actual en el Distrito y Territorios, de una Secretaría de Estado.

El acopio de visitantes a la ciudad de Aguascalientes, con motivo de su feria, representa una fuente segura para el comercio, y las corridas de toros un fuerte atractivo para la población flotante, base del auge comercial durante los festejos primaverales. Pero esto no importó a las autoridades, nada les significó para sostener su capricho, mientras permitían el desplumadero en beneficio único de los tahúres, seguros apostadores de personales ambiciones.

No cabe duda que todos los elementos se han puesto en contra de la fiesta, Aquí, allá y acullá, todos, absolutamente todos se han propuesto apuntillarla, acabando con una tradición, dando al traste con una herencia racial que parecía imposible que pudiera desaparecer de nuestro medio. Pero en todo ello no existe más que una razón: el mercantilismo desenfrenado, origen fundamental de la incomprensión de las tendencias de un pueblo, al que hay que exprimir a todo trance sin concederle la más mínima satisfacción, sabiendo, como saben, que a todo responde, que siempre está dispuesto al sacrificio. Sin embargo, hay que temer a sus reacciones, no hay que confiar mucho en sus bondades. No debemos olvidar que en esta Capital, ante el abuso continuado, primero se amotinó, con tendencias de destrucción del nuevo coso, para después abandonarlo casi en definitiva, dando con ello una lección a sus insaciables explotadores.

Si ahora las autoridades han quitado un factor de lucimiento a las tradicionales fiestas de Aguascalientes, quién sabe si más tarde sean ellas las perjudicadas al ver abandonada una fuente de ingresos bien segura. De todas maneras, a través de los años, es el primero que se priva a una feria tradicional de uno de sus mayores atractivos, porque Aguascalientes fue intensamente taurina, sigue conservando su afición y se ha visto lastimada en algo que ama con pasión.


Como podemos apreciar, algunas explicaciones para lo que en el fondo no tiene razón alguna, no varían en el tiempo. Se siguen externando como moneda al uso, pensando que quienes las recibimos carecemos de la capacidad neuronal adecuada para entender que a veces, la realidad de las cosas es que quienes tienen la capacidad de decidir, simplemente no quieren hacer las cosas. Ojalá que este texto de tiempos idos, haya resultado de su interés.

miércoles, 21 de enero de 2009

El Poeta del Toreo


Calesero siempre se distinguió por la calidad y la variedad de su toreo durante el primer tercio. Ejecutaba la verónica con gran pureza y aparte de sus creaciones, el farol invertido y la caleserina, era pródigo en la ejecución de una extensa variedad de suertes y de remates, como la larga cordobesa, que le valieron diversos calificativos encomiásticos, perdurando el que le impuso José Alameda, llamándole El Poeta del Toreo y dedicándole esta décima:



Hipérbole de Calesero

Toma el percal Calesero
y se le convierte en seda.
Lorca dice cabalmente:
Es poeta quien transforma cuanto toca
y le da forma o tiempo y luz diferente.
Si el rey Midas hace el cite,
apenas le mira el toro
y ya es una ascua de oro, la metáfora del quite.
Así en la hipérbole queda, como poeta el torero,
cuando se convierte en seda, el percal de Calesero.


sábado, 20 de diciembre de 2008

20/XII/1953. Reaparece Armillita. Se presenta Antoñete


Armillita en su despedida en 1949

El 3 de abril de 1949 Fermín Espinosa Saucedo se despedía de la fiesta como torero activo en la plaza México y el último toro que allí mató entendía por Urraco y fue negro como todos los de La Punta. Después de sufrir una serie de desventuras personales, el Maestro de Saltillo decide volver a los ruedos y lo hace en la Plaza San Marcos de Aguascalientes, lugar en el que está avecindado, escogiendo como fecha para el acontecimiento el 20 de diciembre de 1953.


El acontecimiento para esa tarde era la vuelta a los ruedos de quien, con poco margen para la discusión, es el mejor torero que ha dado México. La otra novedad era la presentación de un joven diestro madrileño, Antonio Chenel Antoñete, al que curiosamente se le anuncia en segundo término, no obstante que apenas en marzo de ese año había tomado la alternativa, dejando al final a quien por antigüedad correspondía ser el segundo espada, a Alfonso Ramírez Calesero. Destaca también a mi juicio, que se anotara en los medios que los toros de Xajay que se lidiarían esa tarde, fueron escogidos por el propio Armillita. En resumen, se invitaba a la afición a un acontecimiento que prometía ser memorable, ofreciéndole dentro de lo posible, todas las garantías de que sería exitoso.

El anuncio de la reaparición de
Armillita y la presentación de Antoñete

Unos días antes, el miércoles 16 de diciembre para ser precisos, Armillita mató un toro en su finca de Chichimeco a manera de preparación. La prensa del momento consignaba que habían transcurrido cuatro años sin que el Maestro de Saltillo hubiera enfrentado un astado y que el Gobernador del Estado asistiría al evento. También señalaba que para la corrida, Fermín estrenaría un vestido color corinto bordado en seda blanca, confeccionado por un sastre mexicano.


Al final, la jornada preparatoria culminó con la tienta de tres machos para sementales y el toro estoqueado por el torero que volvía a los ruedos. La jornada fue todo un acontecimiento social y contó con la participación además de los alternantes del festejo del siguiente domingo – Calesero y Antoñete –, quienes se prepararon también para el compromiso.

Antoñete era nuevo en esta plaza. Había confirmado su alternativa en la Plaza México, cuando Manuel Capetillo le cedió al toro Cómico, de San Mateo, en presencia de Juan Silveti, el 22 de noviembre anterior y dos domingos antes había sido testigo de la confirmación de Calerito, en cartel que conformó con Rafael Rodríguez y Jorge El Ranchero Aguilar en la lidia de toros de Rancho Seco, produciéndose una gran entrada.

Antoñete en la Plaza México en 1953

Sin duda que el interés por ver la reaparición del Maestro Armillita era grande, pero la presentación del joven madrileño y la siempre agradable presencia de uno de los consentidos de la afición local eran atractivos adicionales al cartel, que lo redondearon y aseguraron el lleno.


¿Qué pasó en la corrida? Don Jesús Gómez Medina, decano de la crónica taurina en Aguascalientes y muy posiblemente en México, nos refiere que la corrida fue mansa, que la expectación se convirtió en decepción y que Antoñete al final fue el mejor librado de la tercia. Así lo escribió en El Sol del Centro del 21 de diciembre de 1953:


Un preámbulo impregnado de brillantez y emotividad parecía presagiar un festejo saturado de emociones. Más ¡ay! Que el aficionado propuso y los toros (¿?) de Xajay lo dispusieron de distinta forma; en el transcurso de la corrida, tan solo esporádicamente resurgió el esplendor de aquellos minutos iniciales. Tal es la síntesis de la corrida en la que Armillita efectuaba su reaparición en los ruedos…

Fue Antoñete el mejor librado de la tercia… con la muleta, Antonio Chenel logró arrancar las más cálidas ovaciones de la jornada. El de la villa del Oso y el Madroño, amén de quedarse quieto con sobra de decisión… esplendió el ritmo y la longitud y el mando que el chaval imprimió a sus derechazos y naturales. El de Xajay, ciertamente fue el menos malo del mansurrón encierro enviado por los señores Guerrero; más es también cierto que Antonio Chenel supo extraer de sus relativas bondades el mayor partido posible.Al tercero lo exterminó con media en lo alto que hizo pupa. Ovación, oreja y vuelta al ruedo. Al sexto, con un espadazo contrario ejecutado en buena forma y descabello al tercer golpe. Para él fueron los postreros aplausos de la tarde…



No obstante la buena actuación de Antoñete, nunca le volvimos a ver por Aguascalientes… bueno, queda un hecho que ingresar a los anales de la picaresca de la fiesta. Rafael González, el inefable Chavola, se organizó un festival homenaje – beneficio para el 5 de diciembre de 1998, en el que anunció entre otros a Antoñete y a Enrique Ponce. Al final ni el madrileño ni el valenciano estuvieron por Aguascalientes, con diversas explicaciones que no alcanzaron a entrar en los terrenos de la lógica.


Total, que Antoñete se quedó anunciado para reaparecer 45 años después de su presentación en estas tierras, como lo consigna el cartel alusivo a la ocasión. Yo devolví mi entrada, pero me quedé con el programa… y con las ganas de verle por aquí…

Aldeanos