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domingo, 10 de julio de 2011

Torería (I)

11 de enero de 1981, Plaza México, tarde de la confirmación de alternativa de Pepe Luis Vargas

Esta es una de las corridas de las que tengo recuerdos muy claros. Fue la inauguración de la temporada 1981, en la que el Dr. Alfonso Gaona celebraba sus 40 años como empresario, la ganadería de Piedras Negras reaparecía en la gran plaza después de 11 años justos de ausencia, tras de resolver en alguna medida los problemas derivados de una reforma agraria mal encauzada y de la falta de fuerza que mostraron sus toros en las últimas tardes que fueron a ese ruedo y Curro Rivera realizaba lo que se dio en llamar por esos días una gesta, intentando remontar un bache que su trayectoria guardaba ante la afición de la capital mexicana desde la temporada anterior.

La última corrida que Piedras Negras había lidiado en la Plaza México antes de la que ahora les comento, fue la del 11 de enero de 1970, para Ángel Teruel y Curro Rivera, mano a mano. Esa tarde solamente Curro Rivera le cortó una oreja a Zalamero, segundo de la tarde y después de ello los toros de don Raúl González y González no volvieron a la llamada primera plaza de América, sino hasta el día que es motivo de este comentario.

El cartel de toreros era completado por el que es quizás el torero mexicano más poderoso de la segunda mitad del Siglo XX, Mariano Ramos, que cerca de cumplir una década como matador de toros, estaba a punto de llegar a la cúspide de su andar por los ruedos y un joven torero de Écija, que venía precedido de los mejores augurios y que con el andar del tiempo, terminaría ignorado por las empresas y además, como remate la fatalidad se cruzaría en su camino: Pepe Luis Vargas.

El encierro de Piedras Negras fue justo en su presencia, pero ajustado al tipo de la ganadería. Algunos de los toros acusaron todavía cierta propensión a perder las manos, pero en el conjunto, la corrida mostró el comportamiento del toro bravo, del que tiene mucho para toreársele y que cuando el torero se pone en el terreno y la distancia adecuados, puede hacerle cosas, puede torearle, no solamente dejarle pasar, citándole con la muleta retrasada y esperando que el bobalicón prácticamente siga una trayectoria preconcebida.

Pepe Luis Vargas confirmó con el toro Estanciero, del que aún recuerdo el quite por las afueras que le realizó en el primer tercio, su limpísimo toreo al natural y la manera tan pura y efectiva con la que ejecutó la suerte de matar, en la que el toro vendió cara su muerte. Voy a recurrir a la crónica aparecida en el diario El Informador de Guadalajara, pues no conservo notas propias de la corrida y la memoria elude el detalle. La relación invocada, refiere así su actuación con ese toro, del que obtuvo la oreja, la primera de la temporada:

Curro cede la muerte del primero al sevillano José Luis Vargas, un jovencillo con hechuras que se granjea simpatías con el capotillo al recibir a “Estanciero”. Tiene ideas el chaval, pisa bien en el ruedo y no le faltan cadencia ni valor. Entre sus muletazos al primero, sobresalen cuatro naturales sabrosos. No hay mucho paño de donde cortar, y el burel mete peligrosamente el pitón derecho. Se perfila clásicamente José Luis y mete el estoque en el hoyo de las agujas. Una gran estocada, de efectos escenográficos bien aprovechados por el joven misacantano. La borla es para un auténtico matador de toros; un señor de la suerte suprema. Merecida oreja, vuelta al ruedo.

Sobre el quite por las afueras, Nelson Arreaza escribe lo siguiente:

“El Quite por las Afueras” fue el tercer quite creado por el maestro tapatío Pepe Ortiz. Fue ejecutado por primera vez el 27 de enero de 1929 al toro “Duquesito”, de “La Laguna” en la plaza “El Toreo”, de La Condesa de la capital mexicana. Se ejecuta caminando, dándole el perfil al toro y pasándoselo por la espalda. Antiguamente, como su nombre lo indica, se daba al “quitar” al toro del caballo, y se realizaba de los tercios a los medios, es decir, “de dentro hacia fuera”, pero ahora es más común verlo realizar de los medios hacia los tercios para “poner” en suerte al toro. Algo muy importante: en esta suerte no se gira, sino siempre el torero camina hacia delante, alternando la salida del toro por la espalda. Algunos cronistas llaman a este lance “chicuelinas andantes” o chicuelinas al paso”, expresiones no acertadas, pero que resulta lo bastante gráfica para entender esta suerte, pues se le asemeja mucho.

Mariano Ramos por su parte, cortó la oreja de Don Fulano, tercero de la tarde, tras una faena en la que se tuvo que imponer al toro, primero dominándolo y después procurando el lucimiento. El relato del cronista anónimo de la agencia AEE es de la siguiente guisa:

Parece faltarle una vara a "Don Fulano". La muleta marianesca la sustituiría con el aliño de una lidia caminándole hacia los medios, imperativo y seco. Luego alterna las series de derechazos mandones, enérgicos, fuertes y lentos, con algunos naturales de corte clásico. La faena tiene cohesión y liga, arquitectura; y dos ayudados por abajo, tres pases de pitón a pitón, abaniqueo y el desplante severo y audaz del teléfono. Buena serie sin interrupción ni enmienda. Pincha levemente y clava el estoque fulminando. Ovación y oreja, con vuelta.

Y Curro Rivera. El hijo de Fermín el de San Luis había salido con malas cuentas con la afición de la Ciudad de México la temporada anterior, así que volvía a tratar de recuperar el sitio que le correspondía, imprimiendo un aire distinto a su toreo, dejando atrás ese aire que en sus inicios supuso una renovación a algunas formas, para presentar una imagen más propia del asentamiento que genera la madurez en los toreros. 

Él mismo, obtuvo uno de sus más grandes triunfos en la Plaza México con un piedrenegrino, fue el 20 de abril de 1969, en la corrida del Estoque de Oro, cuando le cortó el rabo a Soy de Seda de la emblemática divisa roja y negra y en esta oportunidad intentaba rehacerse ante toros de la misma ganadería.

El primero de su lote fue nombrado por don Raúl González precisamente Soy de Seda, pero en esta ocasión le sucedió lo que a todas las segundas partes y el torero nunca se confió, por lo que fue abroncado. El resarcimiento vino con Rondinero, segundo de su lote, refiriendo el cronista lo siguiente:

Con el cuarto, “Rondinero”, se saca la espina. No obstante las frecuentes caídas, el burel tiene embestida suave, y Curro logra, en terreno de toriles, varias series de derechazos sedeños, interminables y majestuosos. La faena de Rivera, hoy, apunta al inicio de un nuevo período en su carrera. Ha cambiado el chaval de ayer. Está maduro, con calidad nueva, y da a sus pases en redondo una suavidad silveriana, con un corte recogido y recoleto. Más cerca, más puro, más entregado con el capote y con la muleta, Curro es otro. Mata con certera estocada de efectos inmediatos, y con la oreja en la mano diestra recorre el anillo...

La Plaza México se llenó para ver a los toros de Piedras Negras y los toreros ante ellos exhibieron un valor que hoy en día es bien escaso en los ruedos: la torería. No se concretaron a esperar al toro de entra y sal, sino que adaptándose a sus condiciones y aprovechando sus particulares circunstancias, les realizaron las faenas que cada uno pedía y sin aspavientos o gesticulaciones inútiles, los toreros en lo suyo. Por ello los que llenamos la plaza salimos satisfechos y convencidos de que Curro Rivera, Mariano Ramos y Pepe Luis Vargas se comportaron en el ruedo con una especial torería, lo que hizo que esa tarde, la del 11 de enero de 1981, fuera diferente y digna de ser recordada por mucho tiempo.

Por eso es que, sin ser la efeméride del día, traigo al recuerdo esta corrida, porque puede ser que haya visto tardes en las que se hayan cortado más apéndices o en las que hayan sucedido hechos que destaquen más en los libros de historia por alguna razón, pero en mi opinión, la torería desplegada ese día, en el ejercicio de tres tauromaquias distintas le concede a mi parecer, un lugar distinto a esta y por eso tengo el gusto de recordárselas.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La confirmación de Rafael de Paula en México

Hoy se cumplen 50 años de que Julio Aparicio hiciera matador de toros en Ronda a Rafael de Paula y por uno de esos nada extraños deslices de la memoria, no tuve presente que el pasado 27 de enero, se cumplieron 30 de que confirmara esa alternativa en la Plaza México, hecho del que no tuve certeza, hasta que, en días pasados, buscando un cartel, me encontré con el programa de mano que ilustra esta breve participación.

Estuve presente en ese festejo y la verdad es que nada sucedió para recordar, salvo la presencia del genial torero jerezano. Tal pareciera que el doctor Gaona se esforzó en que en esa señalada tarde y la de dos domingos después, Rafael nos dejara en el recuerdo dos fracasos, pues lo programó con toros a contraestilo y de ganaderías que hacía tiempo ya que habían visto pasar sus mejores horas.

Sin embargo, en este día dejo aquí este recuerdo de un diestro del que alguien dijo que toreaba, como los toreros sueñan...

sábado, 2 de mayo de 2009

De antes de la era del vídeo


Hace un rato, Carlos Lorenzo Hinzpeter, otro buen amigo, que en la actual circunstancia que pasamos, adquiere ya la calidad de buen samaritano, me comunicó la ubicación de un sitio, en el que se guardan tres breves cortes de película, de principios de los años sesenta, cuando Paco Camino vino por primera vez a México, a El Toreo de Cuatro Caminos.


Lo interesante del caso, es que se trata de la conversión a algún tipo de formato digital de filmaciones hechas originalmente en cine de 8mm, pero, con la particularidad de que dos de ellas, fueron tomadas ¡de la pantalla del televisor por quién las captó!


Hace unas semanas Francisco Camino Gaona - Abogado, empresario taurino, hijo del Maestro y nieto del Doctor Alfonso Gaona -, puso a la venta un DVD con algunas de esas faenas que tienen una calidad de imagen infinitamente superior y el valor agregado del sonido y la narración de Pepe Alameda, pero el intento de perpetuar lo que se vivió en aquél momento, motivo de este comentario, con la tecnología que había a disposición es digno de ser visto y disfrutado en este tiempo.

jueves, 8 de enero de 2009

A propósito del anterior...

La noticia de los últimos días es que el inefable Rafael Herrerías vuelve a hacerse – públicamente – cargo de los asuntos de la Plaza México, después de poco menos de tres años de haberse apartado de la posición. En realidad nunca dejó de ser el poder tras el trono, pues ahora se publicita, es el Presidente del Consejo de Administración de la sociedad arrendataria del coso.

Seguramente volverá a verse abiertamente su forma de mandar arrebatada, impositiva y las más de las veces, desapegada de la razón, pero lo más preocupante es que se mantendrá, por quién sabe cuánto tiempo más, una forma de hacer fiesta que solamente ve a las cosas de los toros como un negocio de retorno rápido de la inversión y no como una actividad que en el fondo, tiende a promover la cultura, las artes y el turismo, entre otras cosas más susstanciales.

Volverá a aplicar su filosofía de que los toros son un chou en el que se tiene que dar gusto a la mayoría y ya deja entrever que el renovar la baraja taurina no será su preocupación primordial, pues escudándose en el manido pretexto de que al público hay que darle lo que pide, se decantará mejor por insistir en que la Ley de Espectáculos del Distrito Federal está mal por no permitirle armar carteles con la mayoría o la totalidad de toreros extranjeros y denostando a todo aquél que no se apegue a sus mandatos.

Lo peor es que advierte que seguirá en esto, utilizando una expresión de Miguel Ríos, hasta que el cuerpo aguante, lo que puede ser un lapso de tiempo muy corto o muy, muy largo. Hacer empresa en la Plaza México no es solo tratar de sacar de ella talegas de dinero, la función más importante de un empresario allí, es consolidar a los valores de la torería y en eso, con todos sus defectos, el único que ha podido con esa plaza es el Dr. Alfonso Gaona y allí está la historia para avalarlo.

Post - Scriptum: Las ligas hacia los sitios que guardan las célebres expresiones del empresario, están incluidas en el texto.

La fotografía es obra de CEPx09.

Edito para dejar algunas ligas a algunos artículos de prensa, en los que se ilustra de cuerpo entero a este personaje:

Su despedida de la Plaza México.
Otra sobre ese mismo tema, vista desde España.
Su visión de los toreros mexicanos.

Espero ahora sí, haber concluido.

domingo, 4 de enero de 2009

Alfonso Gaona: El único empresario que le ha podido a la Plaza México


El pasado 2 de enero se cumplieron 3 años de la desaparición física de Alfonso Gaona de Lara, el emblemático empresario que entre 1940 y 1988 fuera el paradigma del empresario taurino en la capital de la República y por qué no decirlo así, en México entero.

Optometrista de profesión y por ello llamado el Doctor, Alfonso Gaona desde su primera juventud tuvo el deseo de interiorizarse en la fiesta de los toros. Aunque originario de Saltillo, Coahuila, por la ocupación de su padre, la familia se traslada a Morelia en Michoacán, lugar en el que traba pronta amistad con dos morelianos que figurarían en el mundo taurino principalmente como ganaderos: Emilio Fernández y Alfredo Ochoa Ponce de León.

Al enterarse la familia de Alfonso Gaona que tenía intenciones de intentar hacerse torero, le consiguen una beca para estudiar en los Estados Unidos y le envían a Chicago, lugar en el que residía uno de sus hermanos. Allí es donde cursa sus estudios de optometría y al regresar a México, ingresa a ejercer su profesión a los servicios públicos de salud.

Al final de la década de los 30 los estamentos de la fiesta en México estaban divididos. Se había generado el llamado Pacto de San Martín Texmelucan, en el que toreros y ganaderos se dividieron en dos bandos, uno liderado por don Antonio y don Julián Llaguno y que llevaba como cabeza entre los toreros a Lorenzo Garza, El Soldado y Fermín Rivera y el otro liderado por Wiliulfo González de Piedras Negras y los hermanos Madrazo de La Punta y los lideraban como toreros Armillita, Silverio Pérez y Jesús Solórzano.

Ese estado de cosas motivó que en el año de 1939 se dieran dos temporadas, una con toros y toreros del bando de los Llaguno y otra, llamada Relámpago constante de solo 7 festejos, con los de los señores de Piedras Negras y de La Punta, concluyendo ambas en un verdadero desastre, pues las dos resultaron ruinosas para la afición y para las empresas que se afanaron en montar esa competencia que no llevaba a nadie a ninguna parte.

Para el año de 1940, Jesús Torres Caballero y el ganadero de Quiriceo, Jorge Jiménez del Moral que fueran los organizadores de las últimas dos temporadas de corridas en El Toreo el año anterior, quedó fuera de la empresa y el General Maximino Ávila Camacho, hermano del Presidente de la República y titular de la mayoría accionaria de la sociedad propietaria de la plaza designó como nuevos gestores del coso a Anacarsis Carcho Peralta, quien nombró como Gerente a Alfonso Gaona, el que sería el encargado de la parte pública de la operación de la empresa.

La aptitud del llamado Doctor Gaona para la actividad se vio pronto, pues le fue posible conciliar los intereses encontrados de los dos bandos enfrentados por los hechos de Texmelucan y para demostrarlo, confeccionó para su primera tarde, el 1 de diciembre de ese año, la alternativa de Carlos Arruza, otorgada por Armillita y con el testimonio del queretano Paco Gorráez, enfrentando la terna toros de Piedras Negras. El cartel tenía su simbolismo, pues combinaba elementos de los dos grupos en pugna apenas un año antes

Su llegada a la Plaza México se da en el año de 1948. Contaba el Doctor que los primeros festejos los dieron el constructor del coso Neguib Simón Jalife y después, actuó como empresario Lorenzo Garza, pero al tener que desprenderse el empresario y político yucateco de la propiedad de la plaza y del estadio adyacente, a causa de las pérdidas económicas que su construcción le causara, el nuevo adquirente de la misma, le ofreció la operación de ella, desde el año de 1947.

La oferta se hizo a través de su amigo de la juventud, el ya ganadero Emilio Fernández, por cuyo conducto envió una cortés negativa en primera instancia, debido a que sus negocios relacionados con la optometría y una cadena de tiendas de regalos funcionaban muy bien, pero un año después, en 1948, el mismo Emilio Fernández le invitó a una comida en la que le presentó a Moisés Cossío, el propietario de la plaza y allí mismo se acordó el inicio de su actividad al frente de la plaza más grande del mundo, llevando como sub – gerente al empresario potosino Joaquín Guerra.

Allí se consolidó una relación que mantendría a Alfonso Gaona durante 48 años en el empresariado taurino, con sus altas y sus bajas, pues tuvo lapsos en los que aunque era arrendatario de la Plaza México o del Toreo de Cuatro Caminos y en los que además operó las plazas de San Luis Potosí, Monterrey, Tijuana y Aguascalientes entre otras, por los vaivenes de la fiesta de los toros, se vio precisado a mantener las principales cerradas.

Esto redunda en que en esos cuarenta y ocho años de empresario, Alfonso Gaona ofreció 27 temporadas de toros en la Capital de la República, en las que ofreció un brillante epílogo a la Edad de Oro y promovió el surgimiento de la Edad de Plata del Toreo mexicano, con la aparición de Los Tres Mosqueteros en el año de 1948, su primero al frente de la México, amén de que dejó los espacios necesarios para el surgimiento o consolidación de otros diestros como Juan Silveti, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera, Antonio Lomelín, Jorge Gutiérrez y el último novillero mexicano que volteó al revés la gran plaza, Valente Arellano.

Se le criticó por ser un empresario de plaza cerrada, pero toda su circunstancia me indica, que como en cualquier faena con estructura, el Doctor Gaona le dio las pausas necesarias a la actividad que realizaba y siempre que ofertó espectáculos taurinos al público, la afición y los públicos atendían a su reclamo, el cemento en su tiempo, no era el protagonista en los tendidos.

En sus intermedios (1957 – 1960 y 1965 – 1976), diversas personas y entidades se hicieron cargo del gran coso con resultados variopintos. Cuando terminó su gestión definitivamente en 1988 las cosas tampoco mejoraron y lo único que me demuestran los resultados en su ausencia, independientemente de lo autoritario o pintoresco que haya sido el ocupante de ese sitio, es que el único empresario que le ha podido a esa gran plaza, es el Doctor Alfonso Gaona, de quien hoy hago este recuerdo.

Aldeanos