domingo, 23 de febrero de 2025

24 de febrero de 1963: En la confirmación de Curro Romero, el triunfo es para Joselito Huerta


Curro Romero es un torero que tiene una legión de seguidores, aún cuando ya hace casi un cuarto de siglo que, sin anunciarlo previamente, toreó su último festejo un 22 de octubre en la plaza de La Algaba. Cuando vino a México por primera vez, hace sesenta y dos años, su hacer en los ruedos ya tenía visos de leyenda, fuera porque los aficionados mexicanos que viajaban a presenciar las ferias españolas traían versiones en tal sentido o por las escenas de su arte que se podían contemplar esporádicamente en los noticieros cinematográficos. La realidad es que cuando se le anunció como parte del elenco que se presentaría en aquella singular temporada que se daría a plaza partida, tanto en la Plaza México, como en el Toreo de Cuatro Caminos en el invierno que mediaría entre 1962 y 1963, había interés por conocerle.

Curro Romero actuó por primera vez en plazas mexicanas el domingo 17 de febrero de ese 1963, en El Progreso de Guadalajara, alternando con Luis Procuna y Joselito Huerta en la lidia de toros de Torrecilla. La crónica que del festejo escribió Enrique Aceves Latiguillo para el diario El Informador, refleja lo siguiente:

Este diestro español todo lo que tiene de buena clase, lo tiene de pésimo estoqueador. Ayer nos demostró que sabe torear estupendamente con el percal y que maneja la pañosa con temple y mando; pero también nos demostró que a la hora de la verdad “se va de este mundo”, voltea la cara horrorosamente y tira la puñalada sin saber a ciencia cierta hacia dónde va dirigida, siendo esta la razón por la cual perdió la oreja de su segundo enemigo y hasta escuchó un bocinazo de la autoridad...

Como se puede ver, pese a sus fallas con la espada, causó una buena impresión al público tapatío, que llenó los tendidos de la plaza aledaña al Hospicio Cabañas y aguantó a pie firme una tarde que pudo ser histórica si el viento no hubiera impedido mejores hazañas a los diestros alternantes.

La 12ª corrida de la temporada 1962 – 63

El derecho de apartado de la Plaza México concluía el 24 de febrero de 1963 y con ese festejo, también se ponía fin a la actividad en ese escenario, para continuar posteriormente en el Toreo de Cuatro Caminos. Ese festejo final se ofrecía precisamente con la confirmación de Curro Romero, apadrinado por el linarense Humberto Moro y con el testimonio de Joselito Huerta, enfrentando la terna un encierro tlaxcalteca de La Laguna. La plaza registró una muy buena entrada, afirmando don Alfonso de Icaza Ojo, que era tan buena como en los domingos anteriores y preguntándose qué sucedería en Cuatro Caminos con esas concurrencias, si apenas aforaba la mitad que la México.

El primer toro de la corrida se llamó Tablajero, fue negro, y la tablilla le anunció 446 kilos, aunque el cronista de El Redondel le señalaba que era algo sacudido de carnes. Ese fue el toro de la confirmación. La actuación de Curro Romero esa tarde es resumida por quien firma como Juan de Dios, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el ejemplar salido el 7 de marzo siguiente, de esta manera:

Lo vimos nervioso – cosa natural – en el toro de la confirmación de alternativa… En su segundo, Curro engarza varias verónicas extraordinarias. Con la máxima expectación se esperaba al último tercio. Empezó bien Curro, con unos muletazos que llevaban el sello de la casa, pero entre un derrote feo que hizo el lagunero, que se quedó sin fuerzas, como sus hermanitos, y que se levantó un aire del diablo, Curro optó por abreviar, y lo consiguió con un estoconazo algo caído, pero de efectos rápidos…

La versión contenida en El Redondel va más en el sentido de que en el primero de su lote la cosa terminó en una bronca de medianas proporciones y su hacer ante el sexto de la corrida, terminó entre división de opiniones, porque al final, coincidiendo con el corresponsal de El Ruedo en que fue apenas un ramillete de lances fundamentales los que aprobaron los parroquianos congregados en esa señalada corrida de toros.

Joselito Huerta, un león en el quinto de la corrida

Uno de los toreros mexicanos que más se han distinguido por defender el sitio que han conquistado delante de los toros y por su entrega, garra y tesón, es precisamente el llamado León de Tetela, Joselito Huerta. El encierro de La Laguna se había distinguido por su sosería, lo que dejaba a los diestros que lo enfrentaron el poner el resto para generar la emoción que hace estremecer a los tendidos. Así lo entendió José, y lo llevó a la práctica en el segundo de su lote, Tecolote, quinto de la tarde, ante el cual, fue visto así por Ojo, cronista del semanario El Redondel:

Joselito Huerta, después de un pase inicial, liga tres buenos derechazos que le valen calurosas palmas. Establece un intermedio en su faena que reanuda corriendo bien la mano y rematando sus pases por abajo con un forzado de pecho… El toro ha tomado bien la muleta y José sigue toreando a gusto haciendo que los aplausos y los olés alegren su meritorio trasteo. Nuevo intermedio y después de un ligero tropiezo motivado por el aire, viene un buen pase, seguido de un achuchón. Cambia de mano el espada y manda bien con la zurda, sin ceñirse mayormente. Hay un pase completísimo que remata con un molinete… Solo, en medio del anillo, sigue muleteando Joselito Huerta con tanta confianza como dominio y cuando quiere entrar a herir, el público se opone. Más naturales, cites a corta distancia, un abaniqueo por delante, un doblón y la cogida, sin más consecuencias que la voltereta. Toreo por alto, molinetes y por final de cuentas una estocada desprendida hasta el puño, que hace doblar. Ovación clamorosa, millares de pañuelos pidiendo la oreja y concesión de un apéndice con que el diestro poblano, que como quiera que sea ha salvado la corrida, da la vuelta al ruedo devolviendo sombreros y prendas de vestir…

La cabeza de la primera plana de El Redondel señala que es Joselito Huerta el salvador de la corrida de ese domingo; igual encabezado lleva la crónica que Don Neto hizo para la AFP. La realidad es que cuando los toros no provocan la emoción en el ruedo, es complicado que los toreros, por sí mismos generen esa sensación sin la colaboración de los astados.

Lo que sí es de resaltarse, es el hecho de que, como aficionados, tenemos que aceptar que cuando el torero considera que debe montar la espada, por mucho que deseemos seguirle viendo torear, debemos respetar esa decisión. En la relación de Alfonso de Icaza se advierte que Huerta, por hacer caso a un sector del público, desistió de su idea de ir tras la espada y por ello, se llevó un achuchón, para concluir con una estocada defectuosa. Quizás, si hubiera concluido en el momento que él había determinado, de otra cosa estuviéramos comentando.

Humberto Moro y un toro de regalo

Humberto Moro se vio en la necesidad de regalar un toro, Sevillano de Coaxamalucan, ante el cual tuvo una actuación de altibajos y con la que pudo saldar medianamente una tarde que se apuntaba como un fracaso. Escribió el cronista de El Redondel:

Moro inicia su faena con un doblón y a renglón seguido liga cuatro derechazos en los que corre la mano con primor. Le estorba una banderilla, pero otra vez corre la mano en pases a todas luces meritorios. Muchas palmas. Con la zurda no se luce tanto porque el toro va perdiendo gas y cuando estaba a punto de ser desarmado lo evita agarrando casi en el aire la muleta. Nuevos derechazos meritorios, uno de ellos de dos vueltas y un desarme efectivo. Dos pases excelentes; otro espectacular citando a distancia y después de cambiarse la muleta de mano al estilo de Gaona, remata con un pase de pecho. Siguen los derechazos y ya con la gente a su favor Humberto Moro vuelve a ser el de antes, pero, como en su primera corrida, prolonga demasiado su faena, a la que pone fin de un pinchazo sin soltar y una estocada casi entera en buen sitio, perdiendo el engaño en el embroque…

Así fue como terminó una corrida de toros que, en el papel parecía que podía ser histórica y al final quedó como una mera efeméride, porque las cosas se acomodaron de tal manera, que los grandes hechos no se pudieron producir.

Curro Romero en México

Decía al inicio que en México hay una importante legión de curristas, y, sin embargo, Curro Romero actuó en nuestras plazas apenas siete tardes esparcidas en tres décadas distintas. En el año de 1963, ya señalaba que se presentó en Guadalajara el 17 de febrero y que confirmó en la Plaza México el día que hoy me ocupa en este espacio. Reaparecería hasta el 17 de marzo, en Monterrey, alternando con Joselito Huerta y Felipe Rosas, en la lidia de toros, otra vez de La Laguna y terminaría ese ciclo el 24 de marzo en el Toreo de Cuatro Caminos, completando el cartel Manuel Capetillo, Santiago Martín El Viti y Víctor Huerta, enfrentando la cuarteta toros de Tequisquiapan, de don Fernando de la Mora Madaleno.

Joselito Huerta, Dr. Raúl Gómez Alanís, Curro Romero, Felipe Rosas
Monterrey, 17 de marzo de 1963
© Archivo Manolo Saucedo - Cortesía: Francisco Tijerina Elguezabal

Retornaría una segunda oportunidad hasta el año de 1981, para presentarse en la plaza de Pachuca, el 20 de noviembre, alternando en la lidia de toros de don Javier Garfias con Antonio Chenel Antoñete, Manolo Espinosa Armillita y Jesús Solórzano, en corrida que fue televisada a nivel nacional y el día 22 siguiente, se presentaría en San Luis Potosí, para compartir cartel con Jesús Solórzano y Miguel Espinosa Armillita Chico, siendo los toros también de don Javier Garfias. Su actuación final en nuestras tierras tendría lugar el 5 de diciembre de 1992 en Querétaro, plaza en la que le otorgó la alternativa a Rodrigo Galguera, en presencia de Miguel Espinosa Armillita Chico, con toros de Lebrija. 

Esa ha sido la brevísima trayectoria en México, de un torero que, sin lugar a dudas, ha construido en los ruedos y fuera de ellos, una de las leyendas más sólidas que se reconocen en el llamado planeta de los toros.

domingo, 16 de febrero de 2025

A un siglo de la despedida de los ruedos de Rodolfo Gaona (I)

Al prepararse la temporada 1924 - 25 de El Toreo de la Condesa, flotaba ya en el ambiente la idea de que sería la última en la que el eje de ese serial sería la figura de Rodolfo Gaona. Rafael Solana Verduguillo, relata que al prepararse la contratación de los toreros foráneos que en ella actuarían, el doctor Jesús Luna, gerente de la empresa, viajó a España en la primavera del 24 con esa idea:

Llegó el Dr. Luna a Madrid dispuesto a ver corridas antes de hablar con ningún apoderado. Asistió a casi todas las ferias importantes, comenzando por la de Valencia y acabando por la de San Sebastián... El primero que contrató fue “Chicuelo”... En Madrid, el más aplaudido era un torero paisano... Se llamaba Antonio Márquez. También lo contrató el doctor Luna... otro madrileño, un muchacho chaparrón, regordete, con la nariz respingadilla, cuyo nombre era Victoriano Roger y lo apodaban “Valencia II” o bien el “Chato Valencia”... Su hermano José ya estaba contratado y así consideró el doctor que, con los Valencias, Márquez y “Chicuelo”, ya tendría Gaona para divertirse...

Por su parte, el propio Califa de León meditó en voz alta delante de Monosabio para su libro Mis Veinte Años de Torero, lo siguiente:

El año pasado pensé quitarme de los toros; en principio resistí, pero, al fin me dejé convencer de los míos u acepté, sobre todo ante la actitud intransigente de un grupo de aficionados que no quisieron ver, ni el mérito, ni la exposición de muchas de mis faenas, ni la calidad de los toros que me tocaron en las primeras corridas de la temporada. Y no me fue porque consideré que en esas condiciones no debía irme de los toros... Hoy las condiciones son distintas, he probado que puedo y que estoy como nunca estuve... Juzgo que mi misión ha quedado cumplida...

Y los resultados que refleja la historia corroboran la apreciación del torero de León. Esa temporada 1924 - 25, constó de 25 corridas que se ofrecieron entre el 12 de octubre de 1924 y el 29 de marzo de 1925 y Rodolfo Gaona actuó en quince de esos festejos, es decir, el peso de la temporada descansó sobre sus hombros y él lo llevó adelante, para cerrar su carrera en los ruedos el 12 de abril de ese 1925.

Los fastos de la última temporada del Califa

La temporada final de Rodolfo Gaona en la plaza de la colonia Condesa estuvo señalada por un número importante de obras imperecederas. Las tardes de gloria se recuerdan todavía por sus faenas a los toros Brillantino y Jorobado de Piedras Negras; Faisán y Cornetín de Atenco; Pavo y Revenido II de Zotoluca; Cantarero de CoaxamalucanTurronero II de La Laguna; Azote de San Diego de los Padres; y, Hortelano del Duque de Veragua.

El torero tuvo bien formada su opinión sobre algunas de estas faenas. Así lo contó a Carlos Quirós Monosabio:

El toro más manejable que me han echado esta temporada, indudablemente fue “Brillantino”, de Piedras Negras... Le hice una buena faena, pero, como el toro puso lo suyo, el mérito nos lo repartimos entre los dos... Cuando salió el “Faisán”, de Atenco - mi ganadería favorita -, no lo pude torear de capa ni en quites... Reparé que “Faisán” dos, tres veces que lo mandé correr para las tablas, no llegaba... Hice que lo llevaran otra vez, y una tercera, y, efectivamente; no llegaba a los tableros... entonces se me ocurrió sentarme en el estribo y le metí cuatro muletazos a un toro que ninguno creía que podía toreársele de esa manera... Con “Revenido II”, de Zotoluca, creo haber hecho mi mejor trabajo de muleta esta última temporada... Mi mejor par de banderillas fue el de “Pavo” de Zotoluca... Esta temporada he clavado muchos buenos pares de banderillas, que dejo allí para que los borren. Pero en ninguno expuse tanto como con “Pavo”: se me arrancó como para dejarme en el sitio. Si me falsea un pie, allí quedo...

El análisis a posteriori del torero, prácticamente en la víspera de la última tarde, no es contradictorio con lo que los cronistas dejaron escrito acerca de esas extraordinarias tardes que rememora el diestro.

El porqué del adiós

Gaona afirma retirarse de los ruedos por petición de su familia, cuando aún se encuentra pleno de facultades. Pero también en alguna forma reflexiona sobre la dureza de su paso por los ruedos durante casi dos décadas:

Sin alardes de ninguna especie, estoy convencido de que mi carrera ha sido de las más difíciles, porque fue una pelea sin tregua. Aquí y en España siempre me han echado un contrincante con quien disputar las palmas. No se ha querido que descanse... Esa situación no es posible mantenerla siempre. Toda fuerza tiene su límite... los públicos piden más y más todos los días, con injusticia, según mi criterio, porque creo que, cuando se tiene historia y antecedentes, también debe haber consideraciones... La resolución de quitarme de los toros ha sido un trance muy duro para mí... Cedí a instancias de mis hijos; a la consideración del tiempo que ha pasado; a las exigencias de los públicos...

Don Arturo Muñoz La Chicha, torero de plata de esta tierra, con quien tuve amistad y conviví varios años, decía que la despedida de los ruedos más inteligente que había visto fue precisamente la de Rodolfo Gaona, porque la decidió y llevó a cabo, afirmaba cuando todavía le podía a los toros y no andaba dando lástimas... De la exposición de motivos que el llamado Petronio le hizo a Monosabio para Mis Veinte Años de Torero, se advierte claramente que esa era su intención, irse dejando tras de sí, una estela de grandeza.

Gaona y la elegancia

Una de las señas de identidad que se han presentado para distinguir a Rodolfo Gaona es la de su elegancia. Muchas vueltas al mundo ha dado una imagen suya, captada en el Toreo de la Condesa, donde da una vuelta al ruedo junto con Antonio Fuentes, donde dan la impresión de ser dos cariátides recorriendo la circunferencia del ruedo, por la apostura y, precisamente la elegancia con la que se conducían en el momento en el que la cámara fotográfica les captó.

Escenas como esa le generaron al Califa una etiqueta de torero elegante y sobrenombres como el de Petronio del toreo. Escribe José Alameda al respecto:

Le dijeron en México “El Petronio del toreo” y con ello no le hicieron favor alguno, pues con eso se recalca lo más externo de su arte, la ya dicha y redicha elegancia, que pudo resultarle "comercial", pero que distrae de sus valores más auténticos... Llamarle a Gaona “Petronio del toreo” no es lo más, es lo menos que puede decirse de él... La consideración preferente de los valores espaciales, de postura o de plasticidad, es una trampa en la que ha caído la crítica y la historiografía taurina en ciertas épocas... Los valores de tiempo son esenciales en el toreo... Gaona les andaba a los toros, pero no sólo en banderillas... también en la muleta. No sólo para ir al toro o para citarlo, sino dentro del desarrollo de la faena, para mantener la reunión entre suerte y suerte, en el enlace de ellas... Esta cualidad de “andarle al toro” la lleva a su cumbre Domingo Ortega... Y, sin el poder de Ortega, pero con mayor finura, Antonio Ordóñez... Pero el primero en la cronología del toreo moderno, es Rodolfo Gaona...

Como se ve, la tan traída y llevada elegancia de Rodolfo Gaona, es apenas una mera tarjeta de presentación, pero que no refleja en forma alguna la esencia del ser y del hacer del torero.

Pero también existe otra arista de la noción de la elegancia, que expone Ortega y Gasset:

Los latinos llamaban al hecho de elegir, escoger, seleccionar, “eligere” y al que así lo hacía, “eligens” o “elegans”. El “elegans” o elegante no es más que el que elige y elige bien. Así pues, el hombre tiene de antemano una determinación elegante, tiene que ser elegante… El latino advirtió… que después de un cierto tiempo la palabra “elegans” y el hecho del “elegante” – la “elegantia” – se habían desvaído algo, por ello era necesario agudizar la cuestión y se empezó a decir “intellegans”, “intellegantia”, inteligente… Así pues, el hombre es inteligente, en las cosas que lo es, porque necesita elegir…

Entonces, la elegancia, como sinónimo de la inteligencia, idea que no desarrolla José Alameda, puede ser también admisible como atributo del torero de León, Guanajuato, aunque la apreciación por la cual se le calificó así, no haya sido precisamente esa.

Así pues, a partir de esta fecha y en las siguientes semanas, trataré de ir recordando algunos fastos de la última temporada capitalina de Rodolfo Gaona, hasta llegar a la fecha de su despedida de los ruedos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable exclusivamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 9 de febrero de 2025

10 de febrero de 1980: Aciago final de la única campaña mexicana de Rafael de Paula


Cuenta Andrés Luque Gago en sus memorias toreras que para la temporada invernal 1979 – 80, José Ignacio Sánchez Mejías y Manolo Chopera, apoderados de Rafael de Paula, le arreglaron una gira por plazas americanas:

Podría decirse que Rafael de Paula fue un premio final a mi larga trayectoria, un lujo para cualquier banderillero... Lo apoderaban Manolo Chopera y José Ignacio Sánchez Mejías, de lo que podría deducirse que fue éste quien propició la llamada de su hermano Pepe a principios de 1979. Me aseguró que tenían previstas unas cincuenta corridas en España y unas diez en América y que iría a aquel continente con él... No estaba seguro de que pudiese torear tantas corridas, el año anterior se había lesionado la rodilla, afectada de un problema congénito, en la plaza de toros de Bayona... (Andrés Luque Gago en Recuerdos de un torero, 2011)

Dadas las circunstancias, podía suponerse válidamente que las fechas americanas a las que hace referencia don Andrés tendrían verificativo en las plazas que sus apoderados controlaban ya en aquellos días al Sur del Ecuador. Pero al menos para quienes en esos días residíamos en la capital mexicana, el miércoles 24 o el jueves 25 de enero de 1980, el doctor Alfonso Gaona, al presentar el cartel de la séptima corrida de la temporada 1979 – 80 de la Plaza México, sorprendió a todos anunciando la confirmación de alternativa de Rafael de Paula para el domingo 27 siguiente, quien no estaba anunciado en el elenco del derecho de apartado.

La tarde de la confirmación de Rafael de Paula queda así, como una fecha señalada en la historia del toreo, pero sin ningún hecho artístico resaltable para contar. Por cuestiones del convenio, el torero jerezano tenía que actuar al menos en tres corridas aquí en México, así que el siguiente domingo 3 de febrero, en Acapulco, toreó mano a mano con Miguel Espinosa Armillita Chico, lidiando dos toros de Villa Carmela y otros dos de Peñuelas y las cosas quedaron listas para que terminara su paso por nuestros ruedos el 10 de febrero, nuevamente en la Plaza México.

La novena corrida de la temporada 1979 – 80 

Para ese domingo 10 de febrero de 1980, el doctor Gaona anunció un encierro de Rancho Seco, que festejaba el cincuentenario de su presentación en la capital de México, para Rafael de Paula, Curro Rivera y Miguel Espinosa Armillita Chico. No debo dejar de decir que quienes estuvimos en posibilidad de asistir a esa corrida esperábamos que el torero gitano nos retribuyera lo que había dejado pendiente dos semanas antes, pero en los hechos, la realidad fue bien distinta.

Escribe Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, en el diario tapatío El Informador del día siguiente al de la corrida:

Rafael de Paula naufragó ante sus dos enemigos y escuchó una bronca de órdago después de cada uno de ellos, con multitudinario coro de “¡ratero, ratero!”. El juez, además, lo multó con cinco mil pesos por su desaprensiva actuación con el primero, y con diez mil por su segundo fraude al público, con el cuarto. Un verdadero desastre. Su segundo adversario era burriciego; pero el primero pasaba bien, y Paula lo eludió y mató rápidamente… ¿Qué de bueno podría decir de Rafael de Paula? Ni siquiera el terno: un vino obscuro con adornos negros, como si estuviera de luto por su actuación. Ni una sonrisa, ni un lance, ni un pase. Lo que se llama nada. Al primero debió torearlo. Era imperativo categórico de dignidad hacerlo, porque se trataba de un ejemplar de respeto y calidad. Sólo le espantó las moscas huyendo de él, y le sepultó la espada desprendida para una muerte fulminante y cruenta. Bronca grave y multa de cinco mil pesos. El cuarto era burriciego, pero “El Gitano” huyó de su embestida igual que había hecho con el anterior. Le metió una estocada trasera y luego otra delantera. Con los dos estoques puestos, el toro se entregó, mientras el ruedo se cubría de cojines, envases de cerveza e injurias. Paula es, o era un diestro fino con el capote. Desigual y miedoso, tenía sin embargo actuaciones artísticas. En la Feria de San Isidro en Madrid – mayo de 1979 –, probablemente perdió el sitio al ser peligrosamente cogido en su segunda actuación, tras una tarde de éxito para él. Lo de ahora denota que no ha recuperado el aplomo. Ojalá tenga un mañana, lo que, por lo que a México se refiere, parece imposible…

Loret de Mola no es ni comedido ni piadoso con su narración de lo sucedido esa tarde. Estuve presente en la plaza y creo que es una de las broncas más grandes que he tenido oportunidad de ver en casi seis décadas de ver toros. Y es que el torero simplemente salió a despachar a sus toros sin mayor trámite. Entiendo que, como dice don Daniel Medina de la Serna, eran en principio a contraestilo, pero apenas entró en probaturas antes de montar la espada.

Otra cuestión que aborda Luis Soleares es la de la probable falta de sitio a causa de las crónicas y recurrentes lesiones de rodillas que padecía el torero de etnia gitana. Cita en particular un percance sufrido el 26 de mayo de 1979, en la Feria de San Isidro de Madrid, en una corrida en la que Rafael de Paula se había quedado con tres toros de la corrida y en un alarde de torería, realizó un quite a un toro con peligro, yéndose él también a la enfermería, y quedando trunco el festejo. En esa oportunidad, en principio, se le diagnosticó una conmoción cerebral, aunque posteriormente se le detectó esa lesión articular.

Por su parte, don Andrés Luque Gago, quien decíamos, venía como peón de confianza del torero, cita también la cuestión de la lesión articular en sus memorias toreras, pero ya decíamos que fija el origen de la misma en un festejo celebrado en la plaza francesa de Bayona y de estos festejos en la Plaza México, recuerda:

Como estaba previsto, viajamos a América, a Colombia y a Méjico, donde cumplí un viejo sueño, torear en la Plaza Monumental... La ruptura de los convenios había impedido que hubiese toreado allí antes... Creí que ya no lo haría nunca... Toreamos dos corridas en la Monumental de Méjico y los toros no ayudaron, salieron con poco recorrido, escaso juego, e incluso con peligro sordo. Llevé el peso de la lidia en los cuatro, y les pude... Me proclamaron banderillero triunfador de la temporada y me concedieron el trofeo correspondiente...

Efectivamente, Andrés Luque Gago fue el ganador del Trofeo Domecq al mejor peón de brega de esa temporada y en ese par de tardes si alguien brilló fue precisamente este gran torero de plata, quien derrochó torería a raudales.

Los ecos de una tarde desdichada

Los sucesos de esta corrida de toros no se quedaron para consumo local. El diario ABC de Madrid les dedicó un espacio en su sección La Fiesta Nacional en su edición del 13 de febrero de 1980, en el siguiente tenor:

México, 12 (EFE). – Casi toda la crítica mexicana coincide en calificar pésimamente la labor del torero Rafael de Paula en su última actuación en el coso de la capital azteca… «Por favor, no más arte gitano». «¡Qué malo es!». «Gran bronca armó De Paula en la México». «El gitano De Paula, bandido tramposo de siete suelas», son algunos de los titulares que hoy comentan el fracaso del torero jerezano… En cuanto a la multa por 15,000 pesos (unas 45,000 pesetas) que el presidente de la corrida, Jesús Dávila impuso ayer al diestro «calé», se dividen las opiniones, pues una mayoría opina que, de acuerdo con el Reglamento, la sanción, e inclusiva el arresto, solamente caben cuando el torero falta al respeto al público o a la autoridad… Dávila explicó que: «a su juicio no sólo se falta al respeto al público cuando el torero se encara con él, sino cuando no pone de su parte ni un mínimo esfuerzo para cumplir con decoro»…

No debo dejar de aclarar que el jefe de la información taurina del ABC madrileño era en esos días Vicente Zabala Portolés y que, en esos tiempos, Rafael de Paula no era precisamente, uno de los toreros de su estimación. Tanto así que el día aquel de la faena del toro de Martínez Benavides en Madrid, escribía que la plaza de Las Ventas había sido rebajada a ser un inmenso tablao flamenco… Entonces, tenía árbol caído para hacer leña.

Una reflexión final del torero

En una interesantísima entrevista realizada por José Antonio Ayuste, Rafael de Paula se autodefine en la siguiente forma:

Yo podré haber sido mejor o peor torero, pero de lo que estoy seguro es de que el torero de más mérito en la historia del Toreo he sido yo. He sufrido mucho con mis rodillas. Operaciones, problemas..., y por culpa de mis maltrechas rodillas siempre he estado a merced de los toros. Muchas veces me he dicho delante del toro que sea lo que Dios quiera. Estoy convencido de que yo podría haber sido un torero de historia. Con mis condiciones de torero estoy convencido de que podría haber entrado en la historia del Toreo. Un torero inválido, como he sido yo, ha matado siete corridas de seis toros. Respecto a si me he dejado algo en el tintero, he de decirte que por supuesto que sí. Los toreros se retiran sin haber hecho su faena soñada. Sin haberse realizado completamente. Los toreros se mueren sin entender completamente el misterio del toreo. Ni siquiera aquellos que han pasado a la historia por haber sido los más listos e inteligentes. El toreo es un misterio que nadie ha logrado entender jamás…

Así ha sido el paso de uno de los grandes genios del toreo que han pisado el ruedo de la plaza de toros más grande del mundo, hace 45 años.

domingo, 2 de febrero de 2025

Sobre la involución del concepto de bravura y la permanencia de la fiesta


Vivimos en estos tiempos, como aficionados a la tauromaquia, tiempos complicados por la prevalencia y la imposición de las ideas que, derivadas de las creencias generadas por el culto woke que preside la vida cultural, académica y política que nos rodea, ha provocado una serie de acciones y actitudes buenistas hacia las cosas y hacia los animales que nos rodean, elevándolos a categorías que terminan equiparándolos a los seres humanos, adjudicándoles derechos por la vía legislativa – sin entender que éstos son siempre anteriores a las personas – y creando situaciones que afectan a la vida y a la cultura de los pueblos.

En el caso de la fiesta de los toros, el meollo del asunto se ubica en una cuestión principalmente semántica, pero que en el discurso es utilísima para aquellos que se oponen – casi siempre desde la ceguera que produce el desconocimiento – a la tauromaquia, porque la diferencia entre lo que es cruel y lo que es cruento no es de mero grado, sino de auténtico fondo. La fiesta de los toros es cruenta porque en ella se vierte sangre, de los toros, pero también de los toreros. Jamás será cruel, porque no se infringe daño alguno, por el mero placer de hacerlo. La cirugía es cruenta, pero no es cruel; en cambio, la guerra es cruenta y cruel al mismo tiempo. Así, el mero uso inapropiado de un término, permite a quienes ignorantemente vociferan en contra de la fiesta, captar audiencias y convencerlas de algo que carece de sustento alguno.

La fiesta sin sangre o los toros del velcro

Hace un par de semanas leía una entrevista que hacía Leonardo Páez en su tribuna del diario capitalino La Jornada a Francisco Terán, cronista taurino de muchos años y entre otras cuestiones, afirmó:

Creo que al quitar la sangre del toro en el ruedo – morirá como sea y donde sea, pero no a la vista –, no se está quitando la esencia del toreo sino una de sus esencias; hoy, el arte del toreo es algo más que dar muerte a los toros a estoque. Las generaciones futuras de aficionados no van a querer la sangre del toro en el ruedo, sino eventualmente la del torero. Entonces, no hay que pensar sólo en lo que hoy nos gusta, sino en las preferencias del público futuro, siempre y cuando, claro, se efectúe una eficaz capacitación mediática que abone en el retorno de la ortodoxia…  (La Fiesta en Paz, 19 de enero de 2025)

Me preocupa sobremanera lo que afirma Paco Terán. La sangre que vierten los toros producto de las suertes de varas y del segundo tercio, no es una de las esencias del toreo, sino en el caso de la lucha del toro ante los picadores, es prácticamente la esencia de la tauromaquia. Parece olvidarse el entrevistado, que la fiesta es de toros, que tiene por objeto el valorar la bravura del que sale al ruedo y que esa valoración, esencialmente, es justamente en la suerte de varas.

La justipreciación de la bravura

Afirmaba con firmeza hace unos cuantos días el ganadero Francisco Javier Araúz de Robles, en una tertulia con la Asociación El Toro de Madrid, que la bravura del toro de lidia se mide en la suerte de varas. Esa reiteración que hace el ganadero, la explicó así en su día Domingo Ortega, en su célebre conferencia La Bravura del Toro, pronunciada en 1960 ante la peña Los de José y Juan:

En la suerte de varas está el problema de la bravura del toro. Si no fuese por esta razón, Portugal, donde no se matan los toros en la plaza, tendría los más bravos del mundo porque pueden emplearlos como sementales después de ver el resultado de su lidia. Pero como tampoco se pican, se quedan sin saber cuál es el auténticamente bravo, lo único que pueden ver es cuál es el más cómodo para el torero, pero eso no es la auténtica bravura... Es en la suerte de picar cuando el toro la demuestra, lo que pasa es que después de esa suerte el noventa por ciento de los toros empieza a defenderse con menos peligro porque les queda menos fuerza. Pero cuando sale el toro bravo sigue embistiendo con la misma intención, que es la de atacar, no la de defenderse...

La lidia girará siempre alrededor de la bravura del toro, porque dependiendo de sus condiciones el diestro tendrá que plantear su hacer delante de él, y la única manera de conocer esa manera de establecer su estrategia, será conociendo si su adversario es o no bravo. 

Por su parte, Carlos Urquijo, quien encabezara una de las ganaderías más emblemáticas de España durante muchos años, refiere lo siguiente acerca de la suerte que es el fiel de la bravura del toro:

Lógicamente el toro debe adaptarse, conservando su pujanza fundamentada en el tronco de su procedencia, pudiéndolo reconocer en la plaza, aunque careciera de hierro y divisa… Se ha pedido respeto para el toro grande, en detrimento del respeto al toro bravo… Ennoblezcamos el arte de picar. Ese tercio debe reformarse, es factible y conveniente. El toro que por su condición de bravo humille ante ese muro pierde toda posibilidad de embestir. No lo convirtamos en un títere. Si así fuese, cada vez surgirán más argumentos agnósticos que negaran la justificación de su existencia… (El País, Madrid, 5 de abril de 2024)

Entonces, la suerte de varas, además de ser el medio de calibrar la bravura del toro, resulta ser un medio por el cual, ejecutada conforme lo señalan los cánones, se le demuestra respeto al toro, permitiéndole exhibir su fuerza, su pujanza y sus verdaderas condiciones de lidia. La reforma que menciona Urquijo, debería consistir, entiendo, en la utilización de caballos más ligeros y de petos menos tiesos y voluminosos que permitan al toro una pelea más equitativa, para así evitar la descarada simulación que hoy se hace, convirtiendo la suerte de varas en un mero trámite.

El toro del futuro

La pasada semana se celebró en las Islas Azores el IV Fórum Mundial de la Cultura Taurina. Entre las varias cuestiones que allí se trataron, una que me llamó la atención y que fue la que me llevó a garabatear estas notas, fue la relativa al toro del futuro. Entre otras cuestiones, en su participación el ganadero portugués Joaquim Grave afirmó al respecto:

El toro del futuro ya está en el campo, y coincido con mis compañeros de mesa y reconozco la gran labor llevada a cabo por todos los ganaderos en las dos últimas décadas, que han diseñado un toro más completo y bravo que nunca. Considero que la bravura es una total entrega ante los engaños que se ha conseguido con muy concretas mejoras genéticas en cuanto al físico y al comportamiento del animal…

La bravura concebida como una total entrega ante los engaños, prescinde de los conceptos clásicos y tradicionales de lo que la bravura es. En consecuencia, parece que ya al ganadero del futuro ya no le preocupa calibrar de esa manera si sus toros son bravos, sino saber únicamente si pueden engullirse muchos muletazos. Escribió don Luis Fernández Salcedo:

Mira Ramón: nada de varas, caídas, etc., porque todo esto ha pasado a la historia. Dinos en el telegrama qué tal han resultado los toros; pero, sobre todo, cómo han quedado los toreros, que, al fin y al cabo, esto es lo que se refleja en el libro de Caja, y aquello en el historial, libro muy pesado ya de manejar en nuestros días y en el cual, te aseguro, que muchas veces no sé qué poner… (Relatividad de la bravura, o mañana será otro día, en Tres ensayos sobre la relatividad taurina, 1948)

La bravura, en su recto sentido, hoy ha pasado a segundo término. Lo que como tal se conceptúa, es la capacidad del toro para repetir embestidas en el último tercio. Así lo predecía José Alameda hace 40 años:

...ese toreo exigirá otro tipo de toros. Y los tendrá. Los ganaderos se los darán. Y el toreo de muleta acabará por comerse a la suerte de varas, que quedará relegada al papel de simple tramoya, a su servicio... (Historia Verdadera de la Evolución del Toreo, 1985, Pág. 29)

El llamado toro del futuro parece estar predeterminado para las llamadas corridas incruentas o del velcro. La noción justa y clásica de la bravura ha involucionado a eso y va a quedar archivada en las crónicas de prensa y en los libros, pero al paso que llevan las cosas y con la evidente aquiescencia de las fuerzas vivas del toreo, todo apunta a que ese es el destino y probablemente el final de una tradición cultural de todos los pueblos hispanos. 

Coda: la muerte del toro ha de ser en el ruedo

Ya apuntaba Paco Terán que el toro, en una fiesta con sangre o sin ella, habrá de morir. Y también anotaba el Padre Cué en alguno de sus ejercicios poéticos, que el toreo es un juego de tres: del toro, el torero… y la muerte, a veces la del torero, a veces la del toro. Hogaño, pareciera que para dar un lavado de cara al toreo, se promueve el indultismo, con la finalidad de demostrar a los que no gustan de esta fiesta, que el toro también tiene oportunidad.

Esa no es una vía más que para propiciar el descastamiento del toro. Vuelvo a citar a Carlos Urquijo en algo interesantísimo que declaró a Alfonso Navalón:

...muchos toros indultados en la plaza por bravos, después de tomar tres puyazos superiores, son luego malos sementales en el campo... Por eso soy partidario de la tienta de machos. Por eso te dije hace cinco años que la mayor vergüenza de un ganadero es que le indulten un toro en la plaza, porque es señal que no lo ha sabido ver en el campo... Porque cuando se manda un toro a la plaza es porque no sirve para semental... (En Viaje a los toros del sol, 2005)

Así pues, no se trata de convencer a nadie de que los aficionados y profesionales de la tauromaquia somos buenas personas. Con conservar su esencia en puridad, creo que basta. No hay que quedar bien con los de fuera, primero habrá que limpiar la casa. Lo demás, llegará por añadidura. Y agrego para terminar, esto último será una auténtica tarea de romanos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.