domingo, 30 de julio de 2023

30 de julio de 1926: Gitanillo de Triana se presenta en Madrid

Gitanillo de Triana
Mayo de 1927
Imagen: Semanario Mundo Gráfico
Francisco Vega de los Reyes, conocido en los ruedos como Gitanillo de Triana o más familiarmente como Curro Puya, nació en la Triana de Sevilla según algunos, el 23 de septiembre de 1904; según otros, el 2 de diciembre de ese mismo año; aunque en la lápida que cubre su sepulcro, como lo señala José Manuel López Mohiño, se establece como la fecha de su llegada a este mundo, la del 23 de septiembre de 1903. Su nacimiento se produce en la calle de la Verbena, actualmente de Rodrigo de Triana. Hijo de Manuel y de Carmen, fue el tercero de siete hermanos y se crio entre los trabajos y los cantes de la fragua de su padre, sita en el número 120 de la Cava de los Gitanos, hoy parte de la calle Pagés del Corro.

A los quince años de edad empieza a recorrer los ambientes de la fiesta junto con Joaquín Rodríguez Cagancho y es en el invierno de 1923 tras de participar en los tentaderos de las ganaderías de Narciso Darnaude y Moreno Santamaría, se avisa a Juan Belmonte de la exquisitez de su toreo, y El Pasmo queda interesado en verle, por lo que en el mes de abril de 1924, la ganadería de don Antonio Flores, junto con Antonio Cañero, Belmonte quedó impresionado y se dice que afirmó: ¡Cómo  torea  ese gitanillo de Triana! ..., y así, casi desde ese momento se empezó a conocer a Curro Puya como Gitanillo de Triana.

Se presentó vestido de luces en San Fernando el 18 de mayo de ese mismo 1924, para lidiar novillos de Félix Gómez en unión de Manuel Fernández y después lo haría en Sevilla, el 15 de agosto de 1925, alternando con Andrés Mérida y Joaquín Rodríguez Cagancho, en la lidia de novillos de Molina.

La presentación en Madrid

Para el viernes 30 de julio de 1926 se anunció una novillada en la que actuarían Francisco Royo Lagartito, el venezolano Julio Mendoza y el debutante Gitanillo de Triana, ante un encierro salmantino de Andrés Sánchez de Coquilla. El aragonés Lagartito estaba a punto de recibir la alternativa, en tanto que el caraqueño Mendoza, quien debutó apenas el día 25 anterior, poniendo a la plaza de cabeza, era repetido en correspondencia al triunfo obtenido en su actuación anterior. Los novillos procedían de la ganadería que apenas el 1º de junio anterior había propiciado a Valencia II, Antonio Márquez y Marcial Lalanda, un triunfo rotundo en la corrida del Montepío de Toreros.

Sin importar el predicamento de la ganadería titular, en Madrid el baile de corrales es legendario y así, las crónicas aparecidas en los diarios El Imparcial y ABC hablan de que los dos últimos del festejo fueron del Duque de Tovar, en tanto que La Nación y La Correspondencia Militar por su parte, señalan a esos quinto y sexto como procedentes de Santa Coloma. La realidad es que el reconocimiento veterinario previo es estricto y muchas veces impide el juego de toros que en cualquiera otra parte pasarían sin dificultad alguna.

La actuación de Curro Puya

Francisco Vega de los Reyes lidió en primer lugar al tercero de la tarde, Soldadito, número 6, negro bragado, de Andrés Sánchez. Las opiniones de la prensa de la época están divididas en cuanto a su hacer ante ese novillo. Por un flanco se encuentran aquellos que juzgan con dureza a ese torero que viene de Despeñaperros para abajo y por el otro, los que intentaron encontrar en su actuación los detalles que pudieran revelar el por qué era el triunfador en las plazas del Sur de España y que había los méritos necesarios para presentarse en la principal plaza de España.

Por los primeros, escribe inicialmente Enrique Minguet Pensamientos, para La Correspondencia Militar, salida a los puestos al día siguiente del festejo:

¿Qué es lo que hizo Gitanillo? …Poco bueno. A mí me dio la sensación de una cosa vulgar. Claro es que por esta sola actuación no voy a juzgar a Gitanillo de Triana, espero verlo otra vez, con toros distintos, y entonces será el momento indicado para decir la verdad; hoy por hoy, no digo nada más que todo cuanto hizo esto torero me resultó vulgarísimo. Se le ve que sabe andar entre toros, y esto no es ningún mérito, tratándose, de un torero que no cesa de actuar… El público no se entusiasmó con Gitanillo de Triana… Esperemos su repetición…

En la misma cuerda, quien firmó como J.Q.V., para El Imparcial, de la misma fecha, dijo:

¿Qué es Gitanillo de Triana?... Difícil es contestar a esta incógnita… Su primer novillo, bravo y que se dejaba colocar, fue lanceado por el sevillano sin pena ni gloria, componiendo la figura más de lo preciso, y para final un lance exquisito de temple y dominio y otro de la misma factura al hacer el quite. La faena, equivocada, como la del último. Ninguno de los dos bichos reclamaba todas aquellas series de pases por bajo, dados con mucha facilidad, pero innecesarios, pues lo que pedían era enderezarse con ellos, dejarlos pasar y echarse el enemigo por delante, cosa que pudo apreciar al hacerlo un instante, nada más que un instante, en el último. No lo hizo, no supo o no quiso, y el público, el espectador que no se sugestiona, quedó defraudado. Al matar, mal en su primero, por no jugar la mano del engaño, y breve en el último... En fin, que no vimos al «espanto de Triana», como le llaman los flamencos, y sí mucha mandanga, mucha, muchísima «guasa» en toda su actuación...

En cambio, aquellos que al menos le concedieron el beneficio de la duda, plantearon en su relación del festejo las virtudes que mostró Gitanillo de Triana y las posibilidades que en su hacer le advirtieron.

Así, Rafael Hernández y Ramírez de Alda, Rafael, en La Libertad, del mismo 31 de julio, entre otras cosas, contó:

No tuvo una tarde brillante, es cierto; su actuación no llegó a provocar el entusiasmo del público, y, sin embargo, a mí me dio la sensación de que Gitanillo de Triana es un excelente torero. Para juzgarlo así me bastó verle cómo jugaba los brazos en algunos lances, llevando al toro bien toreado y templando bien la tela, y la facilidad y el dominio que tiene con la muleta. Un reparo sólo merece su labor de ayer, y es el olvido en que tuvo la mano izquierda, en la que está el secreto do las grandes faenas... No es suficiente una corrida para juzgar a un torero, y menos cuando los dos toros que le correspondieron no se prestaban a grandes filigranas; pero en detalles, en destellos, se pudo apreciar que Gitanillo de Triana es un torero artista de buen estilo. Matando estuvo muy decidido. El público, que ya hemos dicho que le recibió con severidad, le aplaudió, convencido de que el de Triana es «gente», cómo se dice en las «peñas» taurinas...

Por su parte, quien suscribió como Tarrero, en La Nación, de la misma fecha del festejo, manifestó:

Gitanillo de Triana, precedido de fama de buen torero, era uno de los principales atractivos del cartel… Dio la sensación de torero enterado, de dominar bien con el capote, y demostró que, ya lo anotábamos ayer, abre el compás excesivamente, pero hay ocasiones en que, para mucho, junta los pies y templa y manda, como pudo verse en el quite que hizo en los tercios del 7, que fué lo mejor de su actuación… Mató mal a su primero, pero muleteó muy bien al último y lo mató de una estocada a un tiempo en lo alto… Esperamos sus actuaciones posteriores para juzgarle, porque ayer se le veía impresionado por el debut en la plaza madrileña, que tanto pesa…

También Eduardo Palacio, en su tribuna del ABC madrileño, se pronunció en similar sentido:

Es realmente el gitano un torero que, singularmente, con el capote tiene dominio y facilidad; pero no parecía ayer la gran figura que en infinidad de plazas aseguran que es... En su primer toro hizo un quite precioso, y con la muleta, después de una faena voluntariosa, pinchó tres veces, largando al fin una estocada contraria. Con el bicho que cerró plaza toreó mejor de muleta el debutante. Y a la hora suprema clavó todo el estoque en lo alto, arrancando a un tiempo diestro y res. El público aplaudió mucho al de Triana, al que seguramente vería otra vez con agrado, perdido ya el torero el miedo natural a la Plaza madrileña…

Como podemos ver, aunque las opiniones de la prensa de la capital hispana están divididas, parece que el torero natural de la Triana hispalense logró llamar la atención de la crítica y crónica del lugar y dejar preparado el terreno para una futura presentación en la Plaza de la Carretera de Aragón, que ocurrió el 8 de agosto siguiente. 

El resto del festejo

Lagartito cortó la única oreja de la tarde a partir de una faena dominadora al primero del festejo y Julio Mendoza pudo cortarle una a cada uno de sus adversarios si no hubiera sacado la espada de palo en lugar de la de acero, pues con su desparpajo y poderío con la muleta, volvió a poner de cabeza a los repletos tendidos de la plaza madrileña.

Lo que permanece un suspiro

Apenas un lustro después, Curro Puya saldría por última ocasión al ruedo de la Plaza de la Carretera de Aragón. En ese breve lapso de tiempo, apenas logró torear 132 corridas de toros, pero su toreo de capa y su profunda personalidad le convirtieron en una leyenda que trascendió a su tiempo y que, a casi 120 años de su nacimiento, sigue siendo espejo y modelo para la perfección del toreo de capa, del que Luis Nieto escribiera:

Su lance puede ser perfectamente un minuto de silencio o una verónica adormecida. O un poema a la elegancia. Y, cómo no, una fotografía en blanco y negro o en sepia, ligada a la añoranza. Lógicamente, no le vi torear. Pero hasta en el helado momento de la instantánea, uno queda impresionado por un concepto de toreo distinto. Si a través del vomitorio de la historia uno entra la Maestranza –repleta de gente– y echa un vistazo, se puede encontrar con esa especie de medio verónica y revolera, que es un canto a la improvisación. Aunque lo que emociona sobremanera es esa verónica que dibuja en la plaza de El Toreo, de México. Esa verónica tan personalísima, grácil y con duende, en la que, como los grandes toreros, esos que cuando ponen el alma se olvidan del cuerpo, se ve a Gitanillo hundirse, abandonarse, metiendo el mentón como si quisiera traspasar su corazón, y bajando las manos lo indecible para conducir la embestida del toro. Pura enjundia. Un lance que era interminable. Este tipo de toreros salta muy de tarde en tarde. Y sus lances son chispazos de arte que traspasan las pupilas para entrar en el corazón. Como los chispazos que saltaban en las fraguas de los Puya, gitanos de Triana que rezuman arte, cuando a golpe de martillo contra el yunque creaban aquellas puyas para cerrados, que dieron nombre a una dinastía cuyo máximo representante es Curro Puya, en la historia: Gitanillo de Triana.

Curro Puya pasó por la historia de la fiesta como un suspiro, pero en estos días, cerca del 120º aniversario de su natalicio, le recuerdo también en el aniversario de su presentación ante la cátedra madrileña.

domingo, 23 de julio de 2023

22 de julio de 1923: Pepe Ortiz se presenta en El Progreso de Guadalajara

Al arranque de la década de los veinte del pasado siglo, Pepe Ortiz, nativo de Guadalajara, radicaba en la Ciudad de México e intentaba ser cantante. Estudiaba con José Pierson, el formador de algunas de las voces más importantes que México ha dado. José Mojica, Alfonso Ortiz Tirado o Pedro Vargas pasaron por el estudio del maestro Pierson y es este último el que contó a Elena Poniatowska lo siguiente:

…durante un tiempo el maestro Pierson me invitó a vivir en su casa; allí vivía Jesús Mercado, barítono; Pepita Alonso, contralto, y José Arce, tenor, y a los cuatro nos dio habitación, comida y clases de canto a cambio de que le ayudáramos a hacer la limpieza de la casa. Yo era muy bueno para hacer las camas. Un día sentí que mi voz no era la misma y Mario Talavera, mi segundo padre, me consiguió entonces un empleo de profesor de coros en las escuelas secundarias. El era un hombre muy querido y me introdujo en todos los círculos artísticos, sociales, políticos, todos; él es autor de Gracia plena y con él conocí a Pepe Ortiz, quien andaba ya de torero y le gustaba cantar; entonces yo quise ser torero también, y a las seis de la mañana me levantaba, iba por él a Tacuba y luego a ejercitar el toreo, en casa de un banderillero, Luis Güemes…

Luis Güemes, discípulo de Ojitos enseñaba el toreo en la placita de toros de Tacuba, allí donde después lo haría otro contemporáneo suyo, Samuel Solís. Y allí inició su formación como torero Pepe Ortiz, y de allí obtuvo los conocimientos para presentarse en El Toreo de la Condesa el 23 de marzo de ese 1923, en un festejo, llamémosle mixto, en el que alternó con Guillermo Danglada, Agustín Escajadillo, Rafael Ezquerra Granerito, y la Cuadrilla Juvenil Guanajuatense, en la lidia de 4 novillos y 4 erales de Venadero. La relación aparecida en El Universal Taurino lo califica apenas como solvente.

No obstante, su maestro Güemes, que seguía activo en los ruedos, intentaba encontrarle actuaciones en las plazas en las que actuaba como banderillero a las órdenes de distintos diestros y así le consiguió un festejo mixto en la plaza El Centenario de San Pedro Tlaquepaque para el 29 de junio de ese 1923, en el que alternaría con el matador Carlos Lombardini, en la lidia de ganado de El Astillero, afirmando el anuncio del diario El Informador, que eran los miuras de Jalisco. Esa tarde no pudo mostrarse por causa del ganado que se lidió, mismo que a punto estuvo de causar un motín en la plaza. Sobre su actuación escribió para el citado diario El Tío Castuera:

Por lo que toca al paisano Ortiz, por ahora nos abstenemos de hacer un juicio crítico de su labor, porque cualquier concepto que emitiéramos sería aventurado ya que este diestro no tuvo ocasión de demostrarnos todo lo que sabe ni todo lo que la prensa metropolitana dice. El chico tiene voluntad y estilo y desearíamos verlo con toros que no sean huesos como los que ayer tuvo al frente...

El hecho es que Pepe Ortiz mostró lo suficiente para que la empresa de la capital de Jalisco lo incluyera en su siguiente programación y así, lo anunció en otro festejo mixto para el 22 de julio de ese año, para alternar con un matador de toros de oscura trayectoria, José Couso Rubiales, en la lidia de dos toros de San Mateo y tres de La Estancia. Como fin de fiesta se tentaría un toro de Piedras Negras, destinado a semental de esta última ganadería.

El festejo de El Progreso de hace un siglo

Pepe Ortiz terminó quedándose con el peso de la tarde, pues Rubiales fue herido de gravedad por el cuarto de la tarde. La impresión que causó a la afición tapatía fue importante, sobre todo si se considera que, en su actuación anterior en Tlaquepaque, apenas pudo salir del paso a causa de las condiciones del ganado que le tocó enfrentar. El Tío Castuera, encargado de la crónica del festejo para el diario El Informador, entre otras cosas, reflexiona:

…tras del triunfo que obtuvo ayer en el coso del Progreso, pensamos que se trata de un diestro interesante y que de seguro llegará a ocupar un puesto muy envidiable en las filas de la torería contemporánea. José demostró que es competente y que con buenos auspicios se ha iniciado en la carrera que ha elegido con todo corazón y voluntad, habiendo logrado ya obtener sus primeros logros… El muchacho sabe manejar el capote con destreza, banderillea con gracia y con la muleta también es aceptable. Con el acero es donde está más corto, pero dada su voluntad y entusiasmo, esto pronto desaparecerá y se convertirá el paisano en un verdadero matador de toros…

Como se puede apreciar, el cronista de Guadalajara advirtió en ese primer contacto que Pepe Ortiz era un torero completo, de maneras refinadas y que requería ver con constancia la cara del toro para afinar, por ejemplo, la suerte de matar, la que se aprende precisamente matando toros. Ya en cuanto a los pormenores de su actuación, refiere especialmente:

El público aplaudió a rabiar dos faroles de rodillas de José Ortiz y tres pares de banderillas en su último toro. También José estuvo muy bien en el primer tercio del quinto toro, por haber endilgado dos buenas verónicas, dos faroles y un quite por navarras. El público, no obstante haber recibido una fuerte mojada por la lluvia que se desató a la hora de empezar la corrida y que por poco da al traste con ella, no dio muestras de fastidio y pasaron los aficionados una tarde de alegría. El torero José Ortiz fue sacado en hombros por la muchedumbre y paseado por las principales calles…

Así pues, la presentación de Pepe Ortiz ante sus paisanos, puede calificarse de un triunfo importante y de un avance importante para su vuelta a El Toreo, donde sería el eje de las dos siguientes temporadas novilleriles y al menos, publicitariamente, tratado como el sucesor de Rodolfo Gaona, quien ya anunciaba su despedida de los ruedos, aunque en realidad sería el inicio de una extensa carrera en los ruedos marcada con un sello y una personalidad propios.

José Couso Rubiales, ¿la larga sombra de Gallito?

Decía al inicio que este torero mexicano tuvo una oscura trayectoria. Y es que a más de su fecha y lugar de alternativa y esta infausta tarde, no son más las noticias las que de él se tienen. Ese domingo 22 de julio del 23, uno de los toros de San Mateo corridos esa tarde, quedados del domingo de Pascua, y que fueron adquiridos para un festival que iba a torear Rodolfo Gaona y que al final se canceló. El parte que rindieron los médicos José Trinidad Márquez y Luis Farah fue el siguiente:

El matador de toros José Couso “Rubiales” fue llevado a la enfermería durante la lidia del cuarto toro, y presenta una herida en el muslo derecho sobre la cara interna, de una longitud de 25 centímetros. Interesó piel, tejido celular subcutáneo y en parte los músculos. Se hizo la primera curación y se le puso un apósito, siendo trasladado después al Sanatorio de la Colonia Moderna en donde se efectuará hoy, a las 8 horas.

En el número de El Universal Taurino del día 24 de julio siguiente, apareció la siguiente información:

El diestro José Couso “Rubiales” quien como informé en mi telegrama anterior, alternó ayer con José Ortiz lidiando toros de San Mateo, tiene una cornada de treinta centímetros en el muslo derecho. En opinión de los médicos que han atendido al herido, en caso de que se restablezca, de lo cual abrigan esperanzas, quedará inutilizado para continuar en su profesión, pues la herida es de tal magnitud que habrá necesidad de amputarle la pierna derecha…

Aclaro desde ahora que no encontré información posterior que confirmara la amputación de la pierna de Rubiales o su recuperación, su nombre simplemente se pierde en la noche de los tiempos.

A Rubiales lo hizo matador de toros Ángel Fernández Angelete en Progreso, Yucatán el 21 de enero de ese año 23. A su vez, el cacereño Angelete había recibido la alternativa de matador de toros de manos nada menos que de Gallito en Salamanca, en 1917. 

Angelete terminó sus días prácticamente inválido, con secuelas de lesiones por las cornadas recibidas, especialmente una en el pecho en Tetuán y el corte de los tendones de una mano en Ciudad Juárez de los que nunca se recuperó. No había cumplido 40 años de edad. Completó la lista de los ahijados de Joselito que murieron por cornada, jóvenes o fracasaron vestidos de luces.

¿Sería que aparte de los trastos de matar, Angelete le pasó a Rubiales ese mal fario de Gallito?

El fin de fiesta

El programa del festejo anunciaba la tienta o prueba de un toro de Piedras Negras que padrearía en la ganadería de La Estancia, propiedad de don Justo Torres:

Para terminar el espectáculo fue exhibido el toro que fue enviado de la ganadería de Piedras Negras por don Lubín González como semental para la hacienda de La Estancia, propiedad del señor Justo Torres. El bicho, aunque a causa del viaje se encontraba sacudido de carnes, puso de manifiesto su bravura tan luego como saltó a la arena. Este animal que va a servir para la fundación de una ganadería de casta, la primera en el Estado, es un ejemplar de tipo netamente español, corto de cuello, fino de remos, largo de cola y de una encornadura perfecta… Tiene 33 meses y se llama “Pavito”; tiene tres cuartos de sangre de la vacada del Marqués del Saltillo y un cuarto de la de Murube. La nota que dio este bicho es de suprema. El señor Torres tiene en sus dehesas 20 vacas bravas seleccionadas con el fin de que sean las primeras que sean vaciadas. Dentro de seis meses empezaremos a ver lidiar en nuestros cosos reses de casta pertenecientes a nuestro Estado… El bicho fue aplaudido cuando apareció en la arena.

De acuerdo con el cartel anunciador del festejo, lo lidió el aficionado Jesús Torres, pero la crónica no refleja el resultado de su actuación.

Así se dieron las cosas hace cien años, cuando se presentaba en su tierra un torero que dejó para la posteridad una serie de creaciones que dan variedad al toreo de capa y que cuando son ejecutadas hoy en día, sorprenden todavía como cuando fueron ejecutadas la primera vez, piezas de verdadero arte. Por algo se le llamó El Orfebre Tapatío.

domingo, 16 de julio de 2023

16 de julio de 1939: Presentación y triunfo de Lorenzo Garza en Bogotá


La temporada 1938 – 39 en el Toreo de la Condesa se sostuvo en las columnas que representaron los nombres de Armillita, Lorenzo Garza y Alberto Balderas, en tanto que, en el capítulo ganadero, fueron los hierros de Piedras Negras, La Laguna, San Mateo y La Punta los que aportaron el elemento esencial ante el cual los toreros escribieron páginas importantes de la historia patria del toreo.

Quizás una de las páginas que más trascendió nuestras fronteras, fue la que escribió Lorenzo Garza el domingo 15 de enero de 1939, cuando despachó en solitario una corrida de don Antonio Llaguno y ante dos toros de vuelta al ruedo, Terciopelo – al que le cortó el rabo – y Escribano, reafirmó su posición de ser una de las más destacadas figuras con las que contaba en ese momento, la torería mexicana.

La temporada invernal 1939 en Bogotá

Para el año de 1939, la conducción de los asuntos de la plaza Santamaría de Bogotá estaba a cargo de la propia corporación municipal a cargo del alcalde doctor Germán Zea Hernández y don Enrique de la Concha, administrador del coso. Y aunque la temporada taurina típica es a finales del calendario o inicios del año siguiente, para ese invierno del 39 diseñaron una breve temporada de tres festejos, edificada sobre toros colombianos de Mondoñedo y tres diestros nada más. Ellos serían los mexicanos Lorenzo Garza y David Liceaga, quien había recibido la alternativa definitiva el 18 de diciembre de 1938 en el Toreo de la Condesa, cerrando esa tarde cortándole el rabo al toro Trianero de La Punta y el torero zamorano Félix Rodríguez II.

La presencia del Califa de Monterrey resultaba ser el eje de ese breve ciclo. En una nota firmada por T.V.G. en la edición del diario El Tiempo de Bogotá salida el 13 de julio, se decía:

Lorenzo Garza es un torero de vergüenza. Pertenece a la «raza de reyes» loada en estupendo romance por Federico García Lorca, cantor de gitanos y toreros que se jugaban la vida en las encrucijadas del azar con un cantar en los labios. Vamos a verlo ahora reviviendo en el circo de Santamaría la clásica estampa de España, la que nos recuerda las navajas de Albacete y la sangre irrestañable de Federico…

En ese ambiente, el festejo inaugural se anunció para el día 16 de julio de ese calendario y sería un mano a mano entre el zamorano Félix Rodríguez II y Lorenzo Garza, evidentemente, enfrentando los toros de los señores José B. de Santamaría y Francisco García, es decir, de Mondoñedo, en esos días de origen Santa ColomaBuendía.

La corrida inaugural

La crónica firmada por K – Milo en el mismo diario El Tiempo, al día siguiente del festejo, tiene un interesante introito:

¡Así me las den todas! Sobre la corrida de ayer hice toda clase de pronósticos... que nadie me creyó. La gente supuso que Lorenzo Garza era un torero valiente e ignorante; creyó esa gente que Mondoñedo mandaría seis becerrotes; y nadie – ni yo mismo – pude convencerme de que el actual empresario – el municipio de Bogotá – pudiera hacer nunca una temporada de éxito… La primera emoción de la tarde la tuve al llegar al parque, y conste que entonces eran apenas las dos y cuarto de la tarde. La «cola» de espectadores formaba ya una larga fila hasta las puertas de sol, sobre la carrera quinta. Las ventanillas de los expendios no se veían, rodeadas de aspirantes a depositar su dinero allí, a cambio de boletos; y en ese momento apareció sobre las puertas el muy taurino y muy agradable letrero – para la empresa, se entiende – «se agotaron las entradas» … ¡Que viva el municipio! …

Como se ve, los carteles de toros, ofrecidos con imaginación y seriedad atraen a la afición y consiguen que las plazas se llenen. Pruebas en la historia hay, y muchas.

El triunfo de Lorenzo Garza

El concepto de triunfo hoy en día está reducido a la suma de orejas y rabos que un torero pueda obtener en una tarde determinada. Nunca está de más recordar aquella afirmación que se atribuye a Manolo Martínez, en el sentido de que esos apéndices no son más que retazos de toro. El triunfo real consiste en penetrar en el ánimo de la afición y en que esta espere ver a ese torero en una siguiente tarde, independientemente del marcador de trofeos o de salidas en hombros reglamentadas y, por ende, prefabricadas. El triunfo tiene su esencia en los tendidos, en los que pagan su entrada y no en porristas habilidosos y costaleros a sueldo.

Hago la anterior reflexión porque El Ave de las Tempestades triunfó en Bogotá ese domingo, aunque solamente se haya llevado una oreja en la espuerta. Pero el triunfo fue suyo. Así lo contó el nombrado K – Milo:

De Garza recuerdo toda su actuación. Sin embargo, quiero rememorar, en su primer toro, los cinco naturales a los acordes del pasodoble «El Novillero», en redondo, que le dio para iniciar la faena. Cinco naturales que no recuerdo habérselos visto nunca a ningún torero que haya actuado en Bogotá. Y, para que no se contradiga, rememoro: Ortega no los dio, porque nunca se «echó» la muleta a la izquierda; «Niño de la Palma» los dio una vez, pero ayudados con el estoque… Estoy hablando de figuras... Garza se llevó la oreja que obsequió el tendido 8. El de los grandes aficionados… Recuerdo también la forma de entrar a matar al primer toro; lentamente, cruzando, exponiendo y dejando al toro para el arrastre. Y algo más, la manera de matar al toro último de la tarde, un toro engatillado (corto de cuello), que por contextura física no dejaba pasar el brazo del espada, el cual lo «finiquitó» de media lagartijera clásica… En mi opinión, para no alargarme, lo que vi ayer a Garza con la muleta, me dejó plenamente satisfecho. Me declaro, desde ahora, «garcista» cerrado. ¡Y ya veremos el domingo lo que sucede!

La crónica afirma que el lote que le correspondió al torero de Monterrey fue el más complicado del encierro y que, sin embargo, el debutante se impuso a esas condiciones y dejó constancia del por qué era en su tierra uno de los diestros más cotizados. 

Félix Rodríguez II, también triunfador

El torero de Fuentelapeña también salió con la oreja del quinto en sus manos. El cronista refiere que sacó el mejor lote en el sorteo y, evidentemente, lo aprovechó:

El mejor lote le correspondió a Félix Rodríguez. Tuvo, sobre todo, un quinto toro, un ejemplar de bandera, a quien le colocaron el poco agradable nombre – no por importancia sino por ser ajeno a nuestro idioma y a nuestra raza – de «Marconi» … Y Félix logró triunfar con ese toro. Y le cortó la oreja. Y dio vueltas al ruedo. Y recogió flores. Así le formó el zamorano la pelea a Garza a base de voluntad, de deseos de agradar y de torear bien, sobre todo con el capote… Y, ¡qué bien toreó ayer con el capote Félix Rodríguez! ¡Tan bien como Garza con la muleta! ...

Hace algunos domingos escribía aquí sobre la redondez de una tarde de toros. Quizás esta puede ser un buen ejemplo de otra de esas tardes en las que todo sale como se debe y todos los que asistieron a la plaza, salieron satisfechos, contentos y deseosos de volver al siguiente festejo.

Los toros de Mondoñedo

El cronista planteaba al inicio sus temores de que el encierro a lidiarse fuera chico, cómodo, vamos. Sin embargo, los ganaderos presentaron un lote adecuado a las circunstancias y como todos los toros de lidia, algunos no tuvieron palabra de honor:

Bello lote de toros enviaron ayer los señores José B. de Santamaría y Francisco García. Gordos y buenos mozos. Como de rigor – aquí, en España, Méjico, y la Conchinchina rusa – salieron bravos y mansos…

De lo hasta aquí contado, creo que se puede apreciar que esos toros fueron aprovechados debidamente de acuerdo a sus condiciones y que sus criadores terminaron la tarde con su prestigio al alza.

El resto de la breve temporada

Para el segundo festejo de ese corto serial, se anunció para el 23 de julio a Lorenzo Garza y David Liceaga mano a mano y el cierre se daría el domingo 30 con una terna formada por Félix Rodríguez II, Lorenzo Garza y David Liceaga. En ambos casos, los toros serían también de Mondoñedo, ganadería colombiana que en ese momento era la que estaba a la cabeza de la crianza del toro de lidia en esas tierras.

Una feria breve, con un corto elenco, pero que, acomodando las piezas con imaginación, pudo captar la atención de la afición de la capital colombiana, dejándonos claro que entonces, como ahora, Bogotá es una de las capitales importantes de la América taurina.

domingo, 9 de julio de 2023

9 de julio de 1922: Una accidentada jornada en Tetuán de las Victorias

Plaza de toros de Tetuán de las Victorias

El arranque del séptimo mes del año 1922 no pudo ser mejor en el aspecto taurino para la afición madrileña. Fueron puestos a su disposición tres festejos en un radio territorial más o menos accesible, a modo de que pudieran elegir el que resultara de su interés. En la plaza de la Carretera de Aragón se dio una corrida de toros con un cartel formado por Bernardo Casielles, Enrique Rodríguez Manolete II y Eleazar Sananes, quienes enfrentarían toros del Marqués de Melgarejo. En la plaza de Vista Alegre, en Carabanchel, se ofreció una novillada en la que Francisco Navarro, Domingo Hernandoarena y el mexicano José Flores Joselito, se las verían con novillos de Manuel Santos, antes Antonio Fuentes

El festejo de la plaza de Tetuán

La tercera opción para la afición de Madrid se dio en la plaza de Tetuán de las Victorias. Allí ante novillos de Joaquín López de Letona y Gumersindo Llorente, actuarían Miguel Casielles – hermano del primer espada de la corrida de Madrid –, Enrique García Hilacho y el debutante gaditano José Ángel. He de confesar que al buscar un hecho significado en esta fecha para intentar contar algo este día, me encontré con el nombre del marchenero Hilacho y me vino a la memoria aquella narración de José Alameda, en el sentido de que, el primer festejo que recordaba haber visto en su vida, fue precisamente en Marchena y fue una novillada en la que actuó ese Enrique García

Las dos ganaderías que lidiaron en ese festejo tenían su asiento en Madrid. La de López de Letona es situada indistintamente en Ciempozuelos o en El Escorial – según la fuente que se consulte – y la de Llorente era del rumbo de Barajas, y creo que no está de más señalar que en parte de las tierras en las que en algún tiempo pastaron los toros de lidia de don Gumersindo, hoy está edificado el aeropuerto internacional Barajas – Adolfo Suárez de Madrid. Los dos ganaderos enviaron novillos de muy buenas condiciones. Escribió Pepe Lápiz en El Liberal del 11 de julio siguiente:

Pues nada, que D. Joaquín López de Letona y D. Gumersindo Llorente enviaron toros bravos, muy bravos, con nervio y con poder, que se iban tras el engaño, resolviéndose en un palmo de terreno. Eso fue todo… Los tres primeros lidiados fueron los de Letona, y fueron terciados: de veinte a veintidós arrobas, suaves, pastueños, blandos de patas, finos de pezuña, bien criados, no exagerados de defensas, pero con poco nervio, especialmente el primero y tercero… Otros toreros hubieran armado el escándalo con esos toros, ya que se prestaron a ello; donde les mostraban el engaño, allá acudían; ¿para cuándo aguardan estos fenómenos? …Los otros tres, de Llorente, fueron también muy bravos, pero grandes, el lidiado en cuarto lugar, en la plaza de Madrid, hubiera sido un toro de bandera; tenía ocho años y unas veintiocho arrobas; tipo de toro tan perfecto no se ha presentado en Madrid hace muchos años; no tenía más defecto que presentaba una nube en el ojo izquierdo; pero de bravura hubiera podido competir seguramente con el del señor Tabernero que tan celebrado fue, justamente, desde luego, en la plaza de Madrid... No me explico como el señor Llorente no guardó este toro hermoso, bravísimo, para semental. Los otros dos, quinto y sexto, hermosos también y bravos, aunque no tan grandes…

El resto de las opiniones de la prensa de la época va en el mismo tenor. Los novillos que salieron al ruedo fueron para hacerles fiestas y, diríamos hoy, para cortarles las orejas, pero la tarde se torció y las cosas se dieron de otra manera.

Presentación y despedida

Voy a faltar a la tradición y a comenzar por quien salió al ruedo en tercer sitio. Un novillero de Cádiz anunciado como José Ángel y del cual no encontré más señas en anuarios, revistas o libros de referencia. Creo que después de enterarse de lo que sucedió en esta tarde en Tetuán, se podrá comprender por qué su historia torera se perdió en esa forma. Decía que le correspondía lidiar, en principio, al tercero y al sexto de la corrida, es decir, uno de López de Letona y otro de Llorente, pero no mató a ninguno de los dos. Quien firmó como Don Valentín, en el diario La Voz de Madrid del día siguiente del festejo relata así su paso por ese ruedo:

El que debutó ayer, el José Ángel de nuestros pecados, miedoso, ignorante, sin haber hecho nada más que el ridículo, tomó la muleta, se acercó al toro, y al arrancársele el bicho, se tiró al suelo y se quedó «dormido» en la arena. Le llevaron a la enfermería. Allí, según nos contaron luego, ocurrió el número más divertido. Le reconocieron tres médicos, y los tres certificaron que no tenía nada; pero José Ángel se empeñó en que estaba gravísimo. Prevaleció el criterio de los médicos, y los agentes plantearon a su vez un dilema: al ruedo, o a la cárcel. José Ángel no lo dudó: a la cárcel. Y se lo llevaron…

Fue la primera baja de un festejo que a la postre resultaría accidentado, pero sin padecer lesión alguna, únicamente fue vencido por su propio miedo, que le hizo preferir la cárcel que enfrentarse al toro y a la multitud.

Miguel Casielles

El torero asturiano, cuyo hermano actuaba casi al mismo tiempo en la plaza de Madrid, tuvo una tarde, según a quien se lea, cercana al desastre o de acuerdo a los más ecuánimes, esforzada. J.C., en el ABC madrileño, describe así su labor:

Casielles, que había estado lucido con la capa y regular en la muerte del primero y del tercero – al que tuvo que despachar por haberse inutilizado el debutante –, fue cogido aparatosamente en el segundo pase, ingresando en la enfermería con un varetazo en un costado y conmoción visceral…

Por su parte, el anónimo cronista de El Imparcial, también de Madrid, relata su actuación de la siguiente manera:

Miguel Casielles, que en las anteriores corridas en que actuó ya había fracasado, quedó, así como para retirarse. Derrochó enorme miedo en su primero, y en el cuarto no hizo absolutamente nada; pero el toro le dio un achuchón y se fué a la enfermería, no volviendo al ruedo, aunque sólo le apreciaron «excitación nerviosa»…

Así pues, Casielles también terminó en la enfermería, anotando quizás el destino trágico al que iba encaminada su existencia. Cossío lo incluye en su tratado señalando sus inicios en 1924 y ya vemos aquí que arranca al menos un par de años antes; luego, señala su paso a las filas de los de plata en 1927, pero actuó como jefe de cuadrillas en Madrid cuando menos en tres novilladas en agosto de 1928, marzo de 1929 y agosto de 1931. Murió el 23 de agosto de 1934, tras de sufrir una cornada penetrante de vientre precisamente en Tetuán, cuando salió de banderillero en una novillada que torearon Edmundo Zepeda, Miguel Cirujeda y Rafael de la Serna, ante novillos de María Montalvo.

Enrique García Hilacho

El torero de Marchena que reveló la fiesta a José Alameda estuvo a punto de quedarse con cuatro toros en esta fecha de hace 101 años. Los dos de su lote, el segundo de Casielles y el segundo de José Ángel. De hecho, terminó matando tres. Y un sector de la crónica le tomó en cuenta el esfuerzo que realizó, como Jusepe, quien para el semanario El Toreo, escribió:

Lancea regular en su primero y se luce en quites. Muletea valiente y enterado, y da fin del novillo con un pinchazo y una buena estocada. Es ovacionado. En su segundo desiste de lancear por no reunir condiciones el bicho. Como llegó difícil a la muerte, lo muletea con inteligencia, para un pinchazo, media bien puesta y tres intentos de descabello. Por las cogidas de Casielles y José Ángel, tuvo que matar el cuarto, haciéndolo gracias a su inconmensurable valor; pues el novillo se puso muy difícil. Intentó matar el sexto, y no pudo por resultar cogido en el primer pase. El toro fué retirado al corral por no haber matadores…

Las relaciones más duras, criticaron el hecho de que Hilacho se haya retirado a la enfermería por apenas un palotazo en la mandíbula, cuando veremos más adelante, que recibió una cornada en la cara que le penetró la cavidad bucal.

Por esa razón el presidente Pérez de Soto, suspendió la corrida antes de morir el sexto de la tarde – de Llorente – pues hirió a Hilacho cuando toreaba de capa, y al quedarse las cuadrillas sin matadores, no había manera de finiquitar el festejo, a pesar de las protestas de la concurrencia. Recorte, en La Libertad, recomendaba ecuanimidad al público por esa situación. 

Esa actuación le valió un par de actuaciones más en Tetuán y el 15 de agosto, Hilacho logró presentarse en Sevilla. Dice Cossío que permaneció en los ruedos hasta el año de 1930 y que se quedó a vivir en Madrid, dedicándose a empleos completamente extraños al taurinismo.

Los partes facultativos

El semanario El Toreo publicó los partes que rindió el doctor Fernández Almiñaque, encargado del servicio en la plaza de Tetuán, y son de la siguiente guisa:

Durante la lidia del cuarto toro ingresó en la enfermería el espada Miguel Casielles, con una fuerte excitación nerviosa y diversos palotazos que le impiden continuar la lidia.

Durante la lidia del sexto toro ha ingresado en esta enfermería Enrique García (Hilacho), con una herida contusa en la región maxilar inferior derecha, de unos seis centímetros de extensión, penetrante en la cavidad bucal. Pronóstico reservado.

Aparte, recibieron atención en la enfermería, según las crónicas el alguacil Isidro Agamias, por un toro que saltó la barrera, al igual que un empleado del servicio de plaza identificado como El Cubano; el banderillero Malagueñín; tres monosabios que no fueron debidamente identificados; el delegado de la autoridad Antonio Martínez; y, un par de crónicas mencionan a un sobresaliente, sin identificarlo también.

Así pues, el de Tetuán fue un festejo muy accidentado y con mucho trabajo para los médicos en la enfermería.

En otros frentes

En Madrid fueron heridos Manolete II y el picador Formalito; en Carabanchel, Francisco Navarro recibió una cornada calificada de muy grave, y el fotógrafo Arturo Torres también fue lesionado al saltar el segundo de la tarde al callejón. En Valencia, pasaron por la enfermería Eugenio Ventoldrá y Algabeño; en tanto que en Bilbao, Gallito de Zafra también tuvo un pronóstico de muy grave.

Como podemos ver, el domingo 9 de julio de 1922 fue uno de esos que pasan a la historia, pero no por la luz del triunfo, sino por las sombras que generan el dolor y la sangre derramada por los toreros heridos. También esos momentos de la historia del toreo, se deben recordar.

domingo, 2 de julio de 2023

1º de julio de 1923: se cierra la historia de Rodolfo Gaona en ruedos de España

Anuncio de la corrida en el diario
Noticiero Universal 30/06/1923

La temporada 1922 – 23 en el Toreo de la Condesa fue, para Rodolfo Gaona, una de marcados contrastes. En la columna de los grandes triunfos, han pasado a la historia sus actuaciones en la 12ª tarde del ciclo, cuando realizó su gran faena al toro Curtidor de Atenco y la del domingo siguiente, después de que sus seguidores le colocaran la tiara de Pontífice del Toreo, a Sangre Azul de San Diego de los Padres

Pero también tuvo tropiezos significativos, pues en la tercera, se le fue vivo Cubeto de Piedras Negras; en la cuarta, un toro de Atenco lo hirió de consideración en un brazo; en la décima, él y Marcial Lalanda salieron abroncados después de una tarde aciaga y en la décimo sexta, sin tener que ver en el asunto, la concurrencia desquitó con el Califa su enojo, porque le correspondió el lote parchado de un encierro de Palha, que llegó a México con solamente cinco toros aptos para la lidia.

Quizás era que la afición de la capital estaba impresionada por los alardes de valor de diestros como Luis Freg, Juan Silveti – que fue el que más tardes actuó en la Condesa – o aquél que fue banderillero de Belmonte, el trianero Manuel García Maera, quien en una tarde cortara los dos rabos de los toros que le tocaron en suerte. Y también las valerosas excentricidades de Larita. La cuestión es que, había razones suficientes para justificar la subida del nivel de exigencia hacia el llamado Petronio de los ruedos y los que pagan su entrada, las hicieron valer.

Rafael Solana Verduguillo narra en su recuento histórico de la fiesta de esa época, acerca de esa situación, lo siguiente:

A mediados de ese año de 1923, Gaona partió para España. No tenía el menor deseo de ir a despedirse de los públicos españoles, pero “Monosabio” y yo casi lo obligamos… “Debes poner tierra de por medio. Rodolfo, dijo don Carlos Quirós en cierta ocasión en que comíamos juntos accidentalmente… Le decía yo a Rodolfo, manifestó don Carlos, que sería muy conveniente que se fuera a España. Es necesario que la gente deje de verlo, que se ausente para que el público lo extrañe. Cuando los artistas viven en un lugar, como que se le pierde la estimación a fuerza estarlos viendo a todas horas… Soy de la misma opinión, dije yo, Gaona debe irse, aunque toree poco, aunque no gane nada. La ausencia estimula al afecto…”. Al terminar la comida, Gaona nos prometió que saldría para Europa. Torearía poco, unas cuantas corridas en España, otras en Francia y se despediría definitivamente de aquellos públicos…

Así fue, de acuerdo con el periodista veracruzano, que don Rodolfo Gaona se decidió a intentar una campaña de despedida en los ruedos de Europa.

La realidad de la fiesta en España

Al llegar Rodolfo Gaona a tierras hispanas, se encontró con una realidad muy distinta a la que había dejado allá un par de años antes. Ahora para actuar en las plazas de importancia había que pertenecer a la Sociedad de Matadores de Toros y Novillos, una agrupación sindical que era controlada bajo cuerda por la Asociación de Empresarios y Propietarios de Plazas de Toros de España, misma que, si hacemos caso a la historia escrita en España, surgió hasta 1924 y con la finalidad de impedir que Ignacio Sánchez Mejías pudiera torear en las plazas que pertenecían a esa asociación – Madrid, Sevilla,  Bilbao, Valladolid y Vitoria entre las más destacadas – estableciendo además para los otros toreros, un honorario máximo de siete mil pesetas. Así se lo contó a Monosabio el Indio Grande:

Yo fui a España a saludar a mis amigos y a despedirme de los públicos que más me quisieron: torearía ocho, diez corridas, en ciertas plazas: serían las últimas corridas, porque ya hay que ir pensando en otra cosa… Eso sí: mantendría mi categoría y la haría respetar en todo, especialmente en lo que mejor se demuestra: ¿Cuánto cobras? Tanto vales… Nada de pensar en pelear con nadie, ni en quitar a ninguno el sitio que justa o injustamente disfrute… Pero, no pudo ser sino a medias... Las empresas estaban sindicalizadas. Los toreros sindicalizados y los ganaderos también. Para torear había que ingresar en esa Asociación que manejan los empresarios: ellos fijaron que ningún matador de primera fila habría de cobrar más de siete mil pesetas, y para mí esa suma es una insignificancia, porque no me alcanza para los gastos más indispensables. No quisieron hacer sino una excepción en favor de Rafael “El Gallo”, pero no para mí… Y yo pensé que las categorías y el precio los señalan los públicos y no los sindicatos. Está bien que se reúnan en manada los que no pueden andar solos… El cartel hay que buscarlo toreando. Y no accedí a ingresar en el Sindicato, ni acepté la tarifa standard que habían aprobado Y... no pude torear sino en las plazas que habían quedado fuera del control de las empresas asociadas y con los toreros que no se habían sindicalizado...

Ante ese escenario, Rodolfo Gaona apenas pudo actuar en un puñado de festejos y por supuesto, las plazas de importancia quedaron excluidas de su gira de despedida. Sin embargo, en Lisboa cobró lo que ninguno antes había recibido por actuar allí y en Barcelona, no en la Monumental, tampoco en Las Arenas, pero sí en La Barceloneta, pudo impartir su postrera lección magistral, misma que ha quedado para la historia, por lo que el hecho en sí representa, como por lo que en la fecha el torero de León realizó.

Rodolfo Gaona y Beato

Para el domingo 1º de julio de 1923 se anunció una corrida de toros en la plaza de toros de La Barceloneta. La publicidad señalaba que se lidiaría un encierro de Arribas por Rodolfo Gaona, en su despedida, Diego Mazquiarán Fortuna y Francisco Vila Rubio de Valencia. Aclaro que la publicidad anunciaba los toros como procedentes de Arribas, porque posteriormente la mayoría de las crónicas señalarían que procedieron de Andrés Sánchez y Sánchez, de Salamanca y aún algún otro indicó en su información que fueron de la Viuda de Tovar.

El cuarto de la sesión se llamó Beato, fue cárdeno oscuro y tras de ver el resultado del conjunto del festejo, fue el mejor de la corrida. Ante ese Beato, fue que Rodolfo Gaona dejara su última gran exhibición de arte y de poderío en ruedos españoles. La impresión que causó a quien firmó como Carrasclás en el diario barcelonés Noticiero Universal, fue la siguiente:

El toro “Beato”, un cárdeno de buen tipo, no fue un portento de bravura. Fué más noble que bravo, aunque se arrancó pronto y bien a los caballos. Lo que hizo a pedir de boca es embestir, dando lugar a Gaona, que no deseaba otra cosa que un buen toro para torear, á que nos extasiara primero con unos lances de capa que fueron un modelo de arte, de temple y de finura, que se premiaron con una atronadora ovación… Cambiado el tercio, cogió banderillas Gaona y en un santiamén, pronto y ligero, para que no se le agotase el toro, con su arte peculiar y su seguridad pasmosa, clavó cuatro soberanos pares, premiados con otras tantas ruidosas explosiones de palmas… Pero con todo y ser lo relatado tan exquisito, dejó Rodolfo lo más asombroso para el final… Y el acontecimiento fue un faenón enorme. El soberbio ayudado con que Rodolfo lo empezó, levantó un olé, y al olé siguió una formidable ovación por tres naturales magnos que dio Gaona a continuación, ligándolos admirablemente, a los que siguieron uno alto finísimo y otro de pecho estupendo… El entusiasmo que la faena provocó, delirante. No tuvo Rodolfo completa suerte al matar. Aunque arrancó con decisión y bien, coló poco el estoque en las dos veces que entró, y tuvo que descabellar, pero no por esto dejó de ser la ovación final tan enorme como fue la faena, viéndose obligado el gran torero a dar una vuelta triunfal y á salir tres veces á los medios por no cesar los atronadores aplausos...

Por su parte, el corresponsal del diario El Heraldo de Madrid, advirtió lo siguiente:

Cuarto. – Cárdeno y bien puesto. Gaona es ovacionado al veroniquear; en un quite, en el que deja saborear su excelente estilo de torero, es de nuevo ovacionado. Gaona coge los palos, y al cuarteo, deja un par superiorísimo; repite con otro de poder a poder, inconmensurable. (Ovación). Clava otro en la misma forma y cierra el tercio con uno de frente muy bueno. Brinda la muerte desde el centro de la plaza. Comienza la faena de muleta con un pase ayudado por alto con los pies hundidos en la arena, y después lo más grande que Gaona ha hecho en Barcelona; una faena ligada de pases de pecho y naturales, pases improvisados, pases de molinete; se tira a matar y deja media estocada; sigue toreando entre ovaciones y música, y se tira de nuevo y señala un buen pinchazo; intenta el descabello, y acierta al primer intento. (Ovación, dos vueltas al ruedo y salida por tres veces a los medios. Petición de oreja que el presidente no concede)…

El diario madrileño Informaciones, en la relación de su corresponsal, destaca:

CUARTO. – Gaona da unos lances quieto y airoso y es muy aplaudido. Tardeando y sintiéndose al hierro toma el toro las varas reglamentarias y hay un quite por barba, muy adornados. Rodolfo coge los palos, y en un santiamén pone cuatro pares; los tres primeros de poder a poder, estilo Joselito, que se ovacionan, y el cuarto cambiando el viaje, muy fino. (Ovación)… Brinda desde el centro de la Plaza para despedirse, y empieza la faena con un pase por alto, superior; sigue con tres naturales, soberbios, seguidos del de pecho, continúa con la faena más grande que ha hecho este torero en Barcelona, en la que cada pase es un derroche de arte y maestría. (música, ovación continua y el delirio). Entra bien a matar para media desprendida. Más trasteo y un pinchazo alto. Descabella. a pulso y se repite la ovación grande, petición de oreja que ha debido concederse; vuelta al ruedo y salida tres veces a los medios. Todo merecido…

¿El pase del centenario?

El cronista del Noticiero Universal, al mediar el cuerpo de su narración de la faena de Gaona a Beato, se detiene a describir lo siguiente:

Loco el público, pidió música, y a sus acordes Gaona prosiguió su magnífica labor, dando dos vistosísimos pases cambiándose la muleta, tras de los cuales cayeron gorras y sombreros al redondel; dos ayudados finísimos, uno soberbio de rodillas, un molinete, dos de costado (a modo de gaoneras), dos de pecho con la izquierda y un natural con la derecha, todos ellos dados con arte soberano y una finura, una suavidad y un temple superiores a toda ponderación…

Dos de costado a modo de gaoneras... Eso seguramente es una descripción de una suerte no vista antes por el cronista de Barcelona y que fue estrenada por Rodolfo Gaona el 20 de septiembre de 1921 en el Toreo de la Condesa, aunque en las crónicas de la corrida celebrada el 27 de abril de 1919 en Madrid, al describirse su faena al toro Vizcaíno del Duque de Veragua, también se relata que con la muleta dio dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras o de frente por detrás… No es una suerte que se haya prodigado y parecía en buena medida una verdadera entelequia, pero ya tenemos aquí una tercera referencia escrita a su realización en una corrida de toros por parte de su autor.

La prensa de Madrid

La prensa taurina madrileña materialmente ignoró el paso de Rodolfo Gaona por España en esa breve y última temporada que hizo por sus plazas. Pero tuvo buen cuidado de anunciar su regreso a México, como se puede ver de esta nota aparecida en el semanario El Toreo del 16 de julio del mismo 1923:

Amigos íntimos de Gaona expresan la amargura que este diestro ha sentido por el vacío que se le hace en España… Volvió a España, esperando una acogida satisfactoria; pero se duele de la actitud de sus compañeros españoles, que le dificultan actuar, poniéndole vetos que le hacen imposible su estancia, malogrando sus deseos de despedirse del público español… Se dice que vendrá a España con objeto de organizar corridas por su cuenta y dar trabajo a los toreros modestos, despidiéndose después; pero las empresas y los toreros le han impedido que actúe en plazas no asociadas… La última corrida que ha toreado en Barcelona cierra su despedida en España… Ahora marcha a Lisboa, regresando seguidamente a Méjico… Hace comparación entre el modo que se le atiende a él aquí y cómo se le recibe a los toreros españoles que van a Méjico… Cree absurdo pagar una multa y sufrir un castigo que le imponga la Unión de Matadores, ligándole a una dependencia de las empresas…

Como se puede leer, las heridas que quedaron abiertas con la salida de Gaona de España en 1920, no estaban debidamente cerradas. La prensa de la capital española no le podía perdonar que se hubiera mantenido en una primera fila por más de una docena de años en competencia con las cumbres de la llamada Edad de Plata de la fiesta española.

Pero se pudo despedir, donde sus méritos fueron tenidos en cuenta, como una figura del toreo, demostrando que estaba en plenitud de facultades y que podía, de así quererlo él, competir con quien se le pusiera delante.