domingo, 29 de enero de 2023

Hace 50 años: La despedida de los ruedos de Joselito Huerta

El 7 de noviembre de 1971 en Tlaxcala, se celebró una corrida de toros en la que Manolo Rangel recibió la alternativa de manos de Joselito Huerta, atestiguando su hermano Jaime. Los toros, en concurso, vendrían de Atlanga, La Trasquila, Zacatepec, Coaxamalucan, Las Huertas y Zotoluca

El segundo de la tarde y primero del lote de El León de Tetela sería el de La Trasquila. Estuvo a la altura de las circunstancias con él. Tras de la lidia, al ir caminando por el callejón de la plaza, sufrió un desvanecimiento y también ingresó en la enfermería. El diagnóstico inicial fue el de un  cuadro de agotamiento general. Sin embargo, los signos que externaba el torero ameritaron el examen por otros especialistas que dictaminarían la realidad clínica de Joselito Huerta, que iba más allá de un simple problema de stress.

Ya en la capital mexicana, sus médicos en el Sanatorio Español lo sometieron a diversos estudios de laboratorio y gabinete y se pudo determinar con precisión que lo que padecía era un aneurisma de carótida en su porción intracraneal, razón por la cual, a recomendación de sus médicos, el internista Hernán Cristerna y Jaime Heysser, neurocirujano de ese nosocomio, fue trasladado a Zurich, donde se le intervino el día 15 siguiente y se reparó el problema que padecía.

En ese momento, Joselito Huerta llevaba 53 festejos toreados, habiendo cortado 76 orejas y 8 rabos, quedando – creo que por ese parón involuntario – como segundo en el escalafón y me encuentro con que el semanario madrileño El Ruedo le apunta un festejo en ruedos de España ese año, aunque no he podido localizar fecha y plaza.

Joselito Huerta reaparecería en la Plaza México el 13 de febrero de 1972, junto a Alfredo Leal y Antonio Lomelín, para lidiar toros de José Julián Llaguno. Al terminar el paseíllo se le hizo dar la vuelta al ruedo, reconociéndole la afición capitalina su valor y su entrega. Esa tarde le cortó la oreja a Pintor, el primero de su lote. Cerró esa campaña con 44 festejos.

Esta temporada de 1972 fue breve en el número de festejos, habida cuenta que durante el segundo trimestre de ese año, tuvo que dedicarse casi de tiempo completo a solicitar el voto de los ciudadanos de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, donde fue postulado para ser Presidente Municipal (Alcalde) y en el último trimestre, otra vez, se tuvo que dedicar casi de manera exclusiva, al proceso de entrega – recepción de la administración, porque ganó la elección para el periodo que inició el 1º de enero de 1973 y concluyó el 31 de diciembre de 1975.

La campaña del adiós

Aunque su despedida se produjo en 1973, bien podríamos considerar que ese camino se inició, al menos en la Plaza México, el 3 de diciembre de 1972, cuando compartiendo cartel con Curro Rivera, apadrinó la confirmación de alternativa de José Mari Manzanares, con toros de Torrecilla. Ya llegado el año nuevo, lo inició el día de año nuevo toreando en Puebla, matando en solitario una corrida de Cerro Gordo, a la que cortó tres orejas. El 7 de enero, en Acapulco, se llevó otras cuatro de los toros de Ayala que lidió allí, y el siguiente domingo, en Monterrey, le tumbó las orejas de un toro de San Mateo y el 21 de enero, en León, cortará otras tres orejas a los toros de Torrecilla que le tocaron en el sorteo. El León de Tetela daba la impresión de estar embalado. A propósito de la tarde de Monterrey, escribió Antonio Córdova para el diario El Porvenir:

...la gente se le entregó plenamente, cuando las notas de las melancólicas Golondrinas atronaron el espacio Monumental, y José, gallardo y jarifo, daba dos vueltas al ruedo, devolviendo prendas y al coro de ¡torero, torero!, en la última tarde que vistió de luces en esta ciudad. Sólo habrá de torear el domingo en León y el 28 de este mes en la Monumental de Insurgentes se cerrará para siempre una de las páginas más brillantes en la historia del toreo, cuando Joselito toree por última vez en el ruedo mayor...

La tarde final

Para el domingo 28 de enero de 1973, décima corrida de la temporada 1972 – 73, se anunció un encierro de José Julián Llaguno que lidiarían Joselito Huerta, Manolo Martínez y José Mari Manzanares. El festejo sería transmitido en vivo y por televisión abierta a todo el territorio nacional, me tocó verlo en esta última modalidad. Para quienes dicen que la tele resta espectadores en los tendidos, la Plaza México estuvo llena hasta el reloj ese día. Eso refleja que, si los carteles están debidamente rematados, no hay razón para que la gente se abstenga de ir a las taquillas.

La confección del cartel vino a terminar con una serie de especulaciones que se hicieron en días anteriores a su anuncio, casi todas en el sentido de que la corrida final de Joselito Huerta sería una en la que él despacharía en solitario el encierro a lidiarse. Comentó en su día José Miñón Toriles, en su programa radiofónico Toros y Toreros:

Defendimos a José Huerta cuando le sacaron un artículo reciente en un diario capitalino, porque querían que matase los seis toros solo, dijimos que no tenía por qué hacerlo y que el rectificar era de sabios, pero en lo que no podemos estar de acuerdo, es que un maestro, todo un lidiador de categoría, un torero todo pundonor y hombría, admitiese que en un día tan señalado salieran por el portón de los sustos estos novillitos inadmisibles para un torero como él y una plaza como la nuestra… José Huerta no debió nunca admitir los novillitos que salieron hoy por el portón de los sustos, disparejos, sin pitones, exceptuando el de su retirada, que fue el último que mató esta tarde José vestido de luces…

La opinión de Toriles acerca de esa situación refleja otra, la exigua presencia del encierro que se lidió en esa señalada fecha. Las crónicas de Don Neto para la Agencia France Presse (AFP) y de quien firmó como Juan Rafael para El Siglo de Torreón, no reparan en la presencia del ganado que esa tarde se lidió. Únicamente lo hacen el corresponsal de la agencia EFE, que envió su reseña al semanario madrileño El Ruedo y el citado José Miñón

La última faena

El cuarto toro de la tarde se llamó Huapango, al que se le anunciaron 450 kilos en la tablilla. Vestido de nazareno y oro, el diestro poblano le realizó una faena importante, en la que destacó el poderío que siempre le caracterizó delante de los toros, porque el toro de Llaguno no fue precisamente uno de esos que iban y venían. Relata el ya nombrado Juan Rafael para El Siglo de Torreón:

A “Huapango” le corta el rabo. La faena fue valiente de verdad, entregándose, parecía que José quería quedarse allí. Hubo un momento en el que el toro tiró un derrote que pareció alcanzar al Maestro. Más no fue así. José ni se inmutó siquiera. Consiguió torearlo metido entre los pitones, sin escuchar las evocadoras notas de “Las Golondrinas”, sintiéndose como en sus mejores días, como si la corrida de esta tarde, fuera una más dentro de su largo peregrinar por el mundo de los toros... Aquí en tu Plaza México estábamos todos Joselito, no cabía ni un alfiler. Aquí volvimos a aplaudirte. Adiós, Joselito. Que en tus nuevas actividades sigas dándonos el ejemplo de hombría y entereza que nos diste en los ruedos del mundo...

Por su parte, José Miñón Toriles, hizo la siguiente remembranza:

Con el de la despedida dos verónicas magníficas por el lado izquierdo y ya después, con la banda tocando las “Golondrinas”, vinieron derechazos, naturales, algunos de categoría, entre los olés del respetable, tres por alto, el de pecho, molinetes rodando por desgracia en tres ocasiones el burel por la arena, como asimismo le sucedió a sus hermanos, y al ver esto, finiquitó de una estocada caidilla a este toro que será el último que mate en su vida de torero y vestido de luces Joselito Huerta... Ovación grande, dos orejas y el rabo, vueltas al ruedo, gentío en el mismo acompañando a José, quien después besó la arena en el centro del anillo. En resumen, una despedida donde hubo de todo. Los hijos del diestro fueron los que le quitaron el añadido entre fuertes ovaciones. Ni modo, así fue la cosa y ahora volvemos a desear a José Huerta que siga triunfando en su nueva ocupación y que todo le salga a la medida de sus deseos...

El rabo de Huapango se vino a adicionar a los de Talismán de Piedras Negras; Motorista y Recaudero de La Laguna; Cantarito de Valparaíso; un segundo Talismán, también de Piedras Negras; Rebocero de José Julián Llaguno; Vagabundo de Valparaíso, cortados en la Plaza México y los de Soldado de Valparaíso; Superior de Mimiahuápam y Espartaco de Moreno Reyes Hermanos, obtenidos en El Toreo de Cuatro Caminos para sumar así once rabos cortados en la capital mexicana.

Lo que después siguió

Rafael Rodríguez se preguntaba, al reflexionar sobre su despedida de los ruedos, si acaso sería un desempleado. En el caso de Joselito Huerta no fue así, pues el 1º de enero de ese 1973, asumió el cargo de Presidente Municipal de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, lugar en el que siguió en la actividad pública, en contacto con la gente, pero ya no como el ídolo de la multitud, sino como servidor de ella.

No dejó de practicar la charrería, otra de sus grandes aficiones y de torear ocasionalmente festivales benéficos y de los toreros de su generación, fue el último en torear en el ruedo de Las Ventas de Madrid, en uno de esos festivales, organizado para auxiliar a Vicente Ruiz El Soro, el 2 de marzo de 1997. Vestido de charro, sorprendió gratamente y como dijo en su crónica don Javier Villán, haciendo soñar a la afición madrileña con la lentitud eterna de su templada muleta…

Joselito Huerta falleció en la Ciudad de México, a causa de las consecuencias de una Hepatitis C, el día 12 de julio del año 2001.

domingo, 22 de enero de 2023

¿Unión, Valor y Fuerza?

Saturnino Bolio Barana
Cortesía:
Toreros Mexicanos

En este año se cumplirán 90 de la primera toma de nota de la existencia legal de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros como asociación sindical legalmente constituida. Pero los esfuerzos por integrarla se remontan al último tercio de la década de los veinte del siglo pasado, cuando Román El Chato Guzmán y Saturnino Bolio Barana principalmente, buscaron con afán, el agrupar a los toreros de plata para defender sus intereses legítimos y poder aspirar a mejores condiciones en su actividad en los ruedos.

Así, después de numerosas reuniones y visitas a las distintas entidades para exponer las bondades de ese proyecto, la asamblea constitutiva se verificó en la Ciudad de México el 17 de julio de 1933 y la referida toma de nota prevista por la legislación laboral se produjo el 25 de agosto siguiente, quedando así, constituida inicialmente la Unión de Banderilleros, Picadores de Toros y Novillos y Servicios de Plaza, porque inicialmente se integraron al proyecto también los prestadores de servicios de plaza, quienes posteriormente se escindieron y crearon su sindicato propio. 

El primer Consejo Directivo de la Unión se formó de la siguiente manera: Secretario General: Alfredo Freg. – Secretario del Interior: Saturnino Bolio Barana. – Secretario del Exterior: Alberto González Rolleri. – Secretario de Actas: Felipe Mota. – Secretario de Actas: Miguel Martínez Catata. – Primer Vocal: Antonio Casillas. – Segundo Vocal: Ricardo Areu. – Tercer Vocal: Manuel Domínguez. – Cuarto Vocal: Andrés Casillas. – Quinto Vocal: J. Trinidad Cruz.

Las vicisitudes de una fundación

La creación de una unión sindical en el medio taurino no fue bien vista por la patronal. Por todos los medios se intentó evitar su creación, para poder seguir teniendo el control de las cuestiones sin tener que negociar colectivamente con los toreros y demás participantes de la fiesta. Cuenta El Chato Guzmán:

…un buen día me llegó la invitación del entonces empresario fuerte de México, que era el señor Eduardo Margeli para que acudiera a su despacho para hablar conmigo. Fui a la cita como era natural… Estando delante de Margeli, oí claramente sus palabras en tono amable, pero serio: "Oye, Chato, ¿es verdad que ya tienes hecha la Unión de Picadores y Banderilleros?" Mi respuesta fue, como debe suponerse, tan afirmativa como orgullosa: "Sí señor, está a un paso de quedar creada y para ello falta muy poco, siendo ya una realidad… Un breve silencio siguió a aquella pregunta del empresario y a la respuesta mía. Cuando se rompió ese silencio, seguí oyendo la voz del empresario tan temida por todos: “Te voy a hacer una proposición, Chato. Mira, deslígate de todo esto y te doy quince mil pesos en efectivo, además de que te pondré a torear con todos los matadores toda la temporada” … Rotunda fue mi respuesta: “Señor Eduardo, la Unión está hecha y así se queda. Muchas gracias por su oferta” … Rápidamente insistió en preguntarme si no aceptaba y yo a decirle que de ninguna manera. Ya enfadado notablemente, con sentencioso tono me despidió con estas palabras: “Piensa bien lo que voy a decirte. En caso de que logres hacer definitiva esa Unión de Subalternos, no olvides que te vas a sacrificar y tus compañeros jamás te lo agradecerán” … Mi adiós con la respuesta: “Aunque así sea, mi lucha seguirá adelante” … Las represalias no se hicieron esperar… Margeli con todo su poder y su fuerza, nos boicoteó y durante dos años no vimos un pitón. Ante tal situación, “Barana” se las arregló para salir a torear fuera de México y se fue a Lima, mientras yo me quedé al frente de la Unión ya fundada, desde luego, sin poder torear, por lo cual tuve que vender mi ropa profesional y pertenencias personales para poder subsistir. Lo peor de todo es que muchos de mis compañeros se burlaban disimuladamente de mi situación y hacían comentarios adversos a mi posición sin tomar en cuenta mi entrega para ellos…

Como podemos leer, el empresario fuerte de México, Eduardo Margeli, tuvo que admitir al final la existencia de la Unión, pero se cobró la afrenta de su constitución con las cabezas visibles de su fundación y los dejó sin torear una larga temporada. Pero la Unión permaneció y se fortaleció.

Un ejemplo de unión y fortaleza

La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el domingo 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida anunciada como inaugural fue la tercera del ciclo. Hay que hacer notar también que los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que tenían emplazada a huelga DEMSA, dirigida en esos días por el Maestro Armillita para exigir la firma de un contrato colectivo de trabajo y el pago de adeudos dejados por Ángel Vázquez el dirigente anterior de la empresa.

En el primer festejo actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, quien sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al elegantísimo puntillero Luis del Pozo. El caso de Anselmo Liceaga es de destacarse, porque saldría como subalterno en el primer festejo del calendario y enseguida, en el segundo, como jefe de cuadrillas.

Los festejos tercero y cuarto se dieron con subalternos de los llamados libres, es decir, de los no encuadrados en la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Pero en la cuarta corrida fue cuando la gota derramó el vaso, aunque ya el domingo anterior uno de los picadores hispanos de Joaquín Bernadó se había negado a salir en solidaridad con sus colegas mexicanos, en este cuarto festejo del ciclo, el domingo 3 de enero de 1965, las cosas llegaron incluso a las manos.

Contaba Javier Cerrillo:

…el domingo 3 de enero de 1965, el picador español Gabriel Márquez, de la cuadrilla de Victoriano Valencia, salió a picar a la Plaza México, contraviniendo no solo las disposiciones del Convenio, sino convirtiéndolo de inmediato con su actitud, en detractor del movimiento de los subalternos mexicanos. ¡Y todo fue uno! Salir el montado peninsular por la puerta de caballos y saltar a la arena FELIPE BEDOLLA “EL HIELERO” y ANTONIO MARTÍNEZ “LA CRÓNICA”. Lo bajaron del caballo y al ver perseguidos a Bedolla y Martínez, salió de los toriles AGUSTÍN SALGADO “EL MUELÓN” tratando de impedir la actuación del picador español también… Intervinieron los ganaderos. Detuvieron a Bedolla, Galván y otros elementos de la Unión, que fueron golpeados en los túneles de la México, antes de llegar a la Delegación policiaca correspondiente. Y se encendieron con mayor pasión los ánimos, pero la razón se abrió paso merced a aquella actitud de los decididos subalternos mexicanos…

Había, como se puede ver, pasión por defender los derechos legítimos que se habían adquirido con el transcurso del tiempo. Al final de cuentas, las partes en conflicto se sentaron a hablar y llegaron a una concertación pacífica, pero hubo voluntad de defender lo conquistado.

Un nuevo sindicato de subalternos

En fechas recientes se anunció la creación de la Asociación Nacional de Picadores y Banderilleros, afiliada a una asociación sindical de evidente corte político. Por la reciente afiliación a ella de un par de matadores de toros con pocos contratos – Jorge Delijorge y Paulo Campero – puedo advertir que sus requisitos para aceptar miembros son menos rígidos que los de la Unión, pues esta última, tratándose de matadores de toros, para admitir su ingreso directo, exige que tengan su alternativa confirmada y además en el caso de aquellos que no son matadores de toros, un difícil aspirantado, que muchos no culminan.

El marco constitucional de la actividad sindical en México ha variado sustancialmente desde la fundación de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Hoy existe la normatividad que pretende garantizar, efectivamente, la libertad de asociación y de afiliación al sindicato que mejor convenga al trabajador, sin forzarlo a pertenecer a uno único de la actividad a la que se dedique. Esa determinación legal es evidentemente sana, porque quien esté en la posición de afiliarse a una asociación sindical, podrá escoger la que considere que mejor represente sus intereses.

Vistos los hechos, tengo la impresión de que la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros está en un franco declive. Hace ya algunos años sus directivos sucumbieron a las imposiciones de algunas empresas que se negaron a cubrirles los fondos de reserva y de aportar las cuotas de actuación – en plazas de primera importancia –, cuestión que comenzó a minar su capacidad de operación, sobre todo para cubrir los fondos de retiro de aquellos que, por razones de salud o de edad, tenían necesidad de dejar su profesión. También, en los medios, circularon versiones de manejos indebidos de algunos de sus dirigentes. Esas cuestiones desilusionan a cualquiera.

El statu quo

Hace unos días conversaba con un miembro de la Unión en el retiro con motivo de mi profesión. Me decía: El lema de la Unión es “Unión, Valor y Fuerza”, pero ahorita licenciado, no hay más que desunión, cobardía y debilidad. Nadie defiende a los subalternos. Nadie quiere sacar la cara por nosotros. La Unión se está muriendo y ahora sale esa otra nueva… ¿Qué irá a pasar …?

Así se ven las cosas desde adentro… Esa es una verdadera tristeza y sería una gran pérdida para la fiesta y su historia. Algo se tiene que hacer para evitarlo.

Aviso parroquial: No me quedé dormido. Las malditas migrañas no me dejaron escribir ayer.

domingo, 15 de enero de 2023

13 de enero de 1963: Diego Puerta corta cuatro orejas en su segunda tarde en la México


Hace seis décadas se vivía un profundo ambiente en México dentro de la fiesta de los toros. Se podía hablar y escribir libremente acerca del tema, con el respeto de quienes no tenían afición por ella y la reciprocidad de los que sí eran aficionados. Fueron días en los que una tradición casi religiosa, era el dedicar la tarde del domingo a asistir a la plaza de toros. No es mi imaginación la que construye esa afirmación. Al abrir la crónica del festejo que hoy me tiene aquí, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel, hace el siguiente aserto:

Cero y van seis los llenazos que se han venido sucediendo en esta temporada… El público se alborota por una u otra causa: acude presurosamente al coso; colma su cupo; se divierte a sus anchas y sale comentando los resultados de la corrida, que le sirven de conversación durante toda la semana… En otras palabras, más breves desde luego: México está metido en toros…

Hoy el ambiente social se inunda de los comentarios que organizadamente – muy bien organizada – vierten en contra de la fiesta en sí y en contra de quienes tenemos afición por ella, grupos de personas con intenciones nada claras y evidentemente, con un financiamiento que roza las lindes de lo inconfesable. En estos días, ser aficionado a la fiesta de los toros resulta ser una especie de estigma que nos convierte, ante los ojos de algunos, en verdaderos parias.

Por otra parte, habrá que reconocer que en aquellas calendas, quienes llevaban los asuntos de los toros, parecieron tener mejores intenciones y mucha más imaginación que los de hogaño. La oferta que transmitían al público para invitarlo a asistir a las plazas era intrínsecamente atractiva, pocas dudas se tenían sobre la asistencia a los festejos, porque los carteles ofertados destacaron, en su mayoría por su redondez.

Así se construyó una sólida afición que tenía, insisto, casi de una manera religiosa, el gusto por asistir a las plazas. Hoy ante cualquier anuncio, casi siempre hay una señal en los carteles que nos pone a dudar sobre asistir o no. ¿Recuperaremos alguno de estos días ese interés que parece cosa de tiempos idos?

La sexta corrida de la temporada 62 – 63 

El doctor Alfonso Gaona aprovechaba las cartas que tenía contratadas y las barajaba con destreza a partir de los resultados que los diestros iban generando en sus actuaciones, de modo tal que domingo a domingo, tuviera un reclamo convincente para seguir haciendo a la afición presentarse en las taquillas primero y en la plaza después. El día de año nuevo había confirmado su alternativa un jovencito sevillano llamado Diego Puerta y en esa tarde materialmente se echó a la bolsa al cónclave de la capital mexicana. Así, un par de domingos después, lo repitió y lo arropó con dos toreros mexicanos de distintas hechuras, pero de gran atractivo: Alfredo Leal y José Ramón Tirado. Para ese redondo cartel de toreros, puso un encierro de Tequisquiapan, ganadería queretana que estaba en la punta de la ola.

A pesar del reciente triunfo de Diego Puerta, la concurrencia se abrió más hacia sus paisanos. Escribe de nueva cuenta Ojo, en el número de El Redondel salido el 13 de enero de 1963, día de la corrida a la que me refiero:

Hoy se lidian seis de la prestigiada ganadería de Tequisquiapan, propiedad de don Fernando de la Mora, y están encargados de despacharlos Alfredo Leal, José Ramón Tirado y Diego Puerta… Hay palmas a la hora del paseo, pero menos entusiastas que otras veces. ¿Por qué? Al fin se aplaude a Alfredo Leal, que saluda desde el tercio...

El llamado Príncipe del Toreo se llevó la ovación de apertura y sería prácticamente la única que conquistaría en la tarde, pero el corolario aquí, es que la afición mexicana arropaba e impulsaba a sus paisanos toreros.

El gran triunfo de Diego Puerta

En esta tarde de hace seis décadas, Diego Puerta asegundó lo realizado en su tarde de confirmación. Salió en hombros de la plaza con cuatro orejas en la espuerta, tarea que refleja, en la opinión externada por Ojo el día de la confirmación del diestro del barrio de San Bernardo, en cuanto al valor de las orejas en la capital mexicana: …para obtener un apéndice en la plaza “México” hay que hacer cosas extraordinarias…

El primero de su lote se llamó Tortolito y fue negro con bragas. No fue un toro de esos de entra y sal. Más bien tuvo sus complicaciones, puesto que prácticamente al salir del segundo puyazo – con tumbo de latiguillo y toda la cosa – se dedicó a gazapear y a meter en conflictos a los encargados del segundo tercio. Carlos León, desde su tribuna del diario Novedades, en crónica epistolar dirigida a la actriz mexicana Dolores del Río, reflexiona lo siguiente:

…mérito tuvo su primera labor muleteril con “Tortolito”, pues la res no tenía la candorosa ingenuidad de la xochimilca María Candelaria. Mas, como el chavalillo sevillano es un pecho honrado de corazón gigante, le cuajó un trasteo cumbre que valió un Potosí, enhebrando los naturales y los derechazos como quien va ensartando perlas para hacer un collar. Y con media estocada que valía lo que el diamante del rajá de Borneo, tuvo para ser premiado con el primer par de orejas…

La opinión de Carlos León es puntillosa y ditirámbica, pero ilustrativa también. Deja ver que Diego Puerta se impuso a un toro dificultoso y salió adelante en su empeño, llevándose ambas orejas, mismas que paseó en triunfo en varias vueltas al ruedo.

El sexto de la corrida se llamó Bandolero, negro listón. Tampoco fue un dechado de cualidades el toro, pero tenía delante suficiente torero como para ser aprovechado en aras de otro trasteo triunfal. Escribe quien firmó como Juan de Dios, en calidad de corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, salido el 24 de enero siguiente:

…Cuando llegó a la muleta, «Bandolero» aún levantaba la de «pensar»; Diego se dobla con él. Y aquí, amigos, instrumenta unos ayudados por bajo que podrían haber servido de modelo para la escultura del pase más bello que se pudiera esculpir. Eficacia y, al mismo tiempo, «un son con cadencia por soleares», que hace que los cuarenta y seis mil espectadores de la Plaza Monumental Méjico se enardezcan y la corrida vuelva otra vez a alcanzar el alto nivel que en el tercer toro tuvo. De aquí para arriba, encelando a su enemigo, corrigiendo sus defectos, enseñándole a embestir, y con todo ello consiguiendo una de las faenas más completas que en ruedo alguno se hayan podido presenciar. Cante grande por soleares y alegrías, tientos, veridales, serranas, martinetes y unas «tarantas» cantados con la muleta en la derecha, que conmocionan en «frenesí» a todo el respetable. Todo fue bueno, pero, vuelvo a insistir, según mi modesto entender, los cadenciosos pases en redondo que dio a «Bandolero» fueron superiores… Cuando Diego hace rodar al «bandido» con media delantera (por esto perdió el rabo), le traen las dos orejas, y los entusiastas se echan al ruedo para así pasearlo por él y sacarlo por la puerta grande…

Resume así esta tarde Carlos León:

En esta tarde luminosa, Diego Puerta ha estado positivamente diamantino: duro, persistente, inquebrantable. Fue firmeza y luz, como cristal de roca. Y en forma tan tremenda se arrimó a sus enemigos, que la amatista de su terno acabó fundida en la sangre de pichón del rubí de los morrillos... Y fue que, en sus dos esplendorosas faenas – dos señoras faenas – Diego resultó un artífice que atendió al consejo de Calderón de la Barca: “Todos vuestros pesares, señoras, cúbranse con joyas y aderezos”. Y de esa labor de filigrana, se encargó el orfebre sevillano... Porque así resultó aquello, Lolita. No fueron dos trasteos de desnuda y sobria belleza, sino adornados en forma preciosista con la orfebrería luminosa de la escuela sevillana...

No creo poder agregar algo más a esta tarde que fue de epopeya para el inconmensurable Diego Puerta.

El resto de la corrida

Alfredo Leal, anticipaba yo, no tuvo una tarde merecedora de ser recordada. Los toreros de su cuerda a veces salen destemplados a la plaza y difícilmente encuentran la manera de abandonar ese estado. Podría decirse que a pesar de la ovación tras el paseíllo, terminó por pasar de puntitas por el ruedo de Insurgentes.

Por su parte, José Ramón Tirado tuvo de cal y de arena. Le tocó el mejor toro de la corrida y ahora sí, según a quien se lea, estuvo a la altura o simplemente lo dejó ir. A pesar de las cuatro orejas cortadas por Diego Puerta, la cabeza de la crónica de don Alfonso de Icaza se dedica precisamente a la actuación del diestro mazatleco, pero si leemos al corresponsal de El Ruedo o en Novedades a Carlos León, podríamos entender que Tirado solamente apuntó, pero se abstuvo de disparar. Jardinero, ese quinto toro de la tarde, fue premiado con el arrastre lento, pero se fue al destazadero con las orejas en su sitio. 

La trascendencia de estos hechos

No sería esta la última tarde en la que Diego Puerta se destacara con triunfos en nuestras plazas. De hecho, estaba enfilado a ser parte de algunos eventos taurinos que pasarían con lustre a la historia patria del toreo, estableciéndose como un diestro del gusto de la afición mexicana y correspondiendo él siempre, con su inagotable entrega.

Como decía al principio, hoy nos lo pensamos para asistir a los toros, en aquellos días era difícil privarse de ir. Algo y alguien tienen que revolucionar el estado de cosas que actualmente vivimos, pues es la única manera en la que la fiesta tendrá futuro. 

domingo, 8 de enero de 2023

Curro Rivera y Horchatito de Garfias. A 50 años vista

La temporada 1972 – 73 en la Plaza México se dio influenciada por la escasez de ganado en la cabaña mexicana, generada por el mercado emergente de las ferias de Sudamérica. 16 fueron los encierros mexicanos que se lidiaron por aquellas tierras entre noviembre del 72 y el siguiente enero. Toros de Mimiahuápam (2), Piedras Negras (2), Javier Garfias (2), Reyes Huerta, Amazcala, José Julián Llaguno, Tequisquiapan, Valparaíso, Las Huertas, El Rocío, Jesús Cabrera, para las ferias de Valencia, Maracaibo y San Cristóbal en Venezuela y Cali, Bogotá y Medellín en Colombia. En Quito, todavía bajo el control de los Dominguín, se lidiaron toros españoles y ecuatorianos.

Con esos mimbres, Javier Garfias, al frente por segundo año de la representación de DEMSA, ofreció 16 corridas de toros, a partir de un elenco encabezado por Manolo Martínez, que toreó exactamente la mitad de esos festejos. Completaron la nómina de toreros Eloy Cavazos (5), Curro Rivera (5), Mariano Ramos (4), el rejoneador Fermín Bohórquez (4), Alfredo Leal (3), José Mari Manzanares (3), Palomo Linares (3), Joselito Huerta (2), Antonio Lomelín (2), Jesús Solórzano (2), Francisco Ruiz Miguel (2), así como otros siete diestros de una sola actuación. El ganado provino de Torrecilla (3), Jesús Cabrera (2), Las Huertas (2), José Julián Llaguno (2), San Martín, Javier Garfias, Reyes Huerta, Tequisquiapan, Mimiahuápam, Valparaíso, San Antonio de Triana, y de la Viuda de Emilio Fernández.

Los fastos de esa temporada fueron la presentación de don Alberto Bailleres como titular del hierro de Mimiahuápam en la Plaza México; las confirmaciones de alternativa de José Mari Manzanares, Francisco Ruiz Miguel, Jaime González El Puno y José Antonio Gaona y la despedida – definitiva, de verdad – de Joselito Huerta, en esos momentos ya alcalde en funciones de Atizapán de Zaragoza, Estado de México. Es importante destacar que en esa temporada se televisaron en abierto tres festejos, la inauguración de la temporada, la séptima corrida del serial – que es la que me ocupará más adelante – y la décima, con el adiós del León de Tetela.

La séptima de la temporada 1972 – 73

Dicho ya que Manolo Martínez era la cabeza del elenco, otra de las bazas que tenía la empresa para llevar gente a la plaza, era el tratar de revivir el enfrentamiento – aunque solo fuera de papel – entre Palomo Linares y Curro Rivera a raíz del festejo del 22 de mayo del año anterior, en Madrid, en el que el torero hispano cortó el último rabo que se ha concedido en Las Ventas a un torero de a pie. Se hacía creer mediáticamente que ese rabo se concedió, a la mala, para empañar un triunfo legítimo de Curro, cuando la realidad de los hechos demuestra que no pudo ser así.

De esa forma, se programó un mano a mano entre Palomo Linares y Curro Rivera con toros de Las Huertas (5ª), en el que ni la entrada, ni el juego de los toros permitió mayores hazañas a los toreros. Aparte, Curro Rivera estaba en un proceso de esos de amor – odio con la afición de la capital e incluso, la prensa especializada le comenzó a reprochar la superficialidad de su toreo y cuando intentó variar sus procedimientos, le criticaron porque su toreo perdía clase. Total, que no le era posible al hijo de Fermín el de San Luis el convencer con rotundidad.

El encierro a lidiarse sería de la ganadería del representante de la empresa, don Javier Garfias, en su única comparecencia de ese ciclo y tuvo una extraordinaria tarde con ellos ese domingo 7 de enero de 1973.

Curro Rivera y Horchatito de Garfias

La tarde se destacó por una serie de detalles de los tres espadas, pero no se redondeó nada en el lote anunciado. Durante su faena al quinto toro, Palomo Linares anunció que obsequiaría un séptimo, pero antes de matar a Antojito, éste lo volteó de fea manera y motivó que tras de estoquearlo, pasara a la enfermería, de donde los médicos ya no le dejaron salir, pues su sintomatología aparentaba una fractura de pelvis. Por esa razón se le trasladó a la Central Quirúrgica, para practicarle estudios radiológicos.

Durante la lidia del sexto, Simatario – al que Curro le cortó la oreja – se anunció que Palomo Linares ya no regresaría a matar al séptimo y las crónicas relatan que, desde los tendidos, se pedía a Manolo Martínez que asumiera el regalo. El de Monterrey hizo oídos sordos y al caer ese sexto toro, se retiró de la plaza, pero salió Curro Rivera y anunció que él se haría cargo de despachar al toro ofrecido por su alternante y se despertó la algarabía en los tendidos.

Nadie podía imaginar que Horchatito, ese séptimo toro, iba a ser el causante de una de las faenas muy importantes de la historia de la Plaza México. Una faena que además, sirvió para que Curro Rivera se estableciera como un torero preferido por el público de la capital y con la vitola de figura del toreo.

La crónica escrita por quien firmó como Juan Rafael y publicada al unísono por los diarios El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón, relata:

…Sebastián “Palomo”, había anunciado un toro de regalo. Los médicos no lo dejan salir, en los altavoces se anuncia la noticia: No puede Sebastián cumplir con su promesa… “Curro” viene hacia el callejón tras despachar al sexto, y el público en lugar de ovacionarlo, pasa su atención a Manolo para pedirle que regale el toro, pero, Manolo, soberbio, se marcha sin poner atención al público… Entonces, en gesto de gran señor, “Curro” alza el dedo índice, yo regalo ese toro, yo, que he sido el que mejor ha quedado. Ustedes mandan, y salió “Horchatito” … No puede haber lidia más completa. Capote, banderillas, muleta y estoque, todos los tercios los cubre “Curro” y en todos queda como gran torero… Salida muy alegre la de “Horchatito”, “Curro” deja caer el capote en cinco verónicas excelsas, caminando hacia adelante, disfrutando del son y de la bravura de este toro maravilloso; luego, el quite a la manera de Ortiz para dejar al toro en el caballo. Bien pelea con los varilargueros el de Garfias. Y vengan las gaoneras, con la pierna adelantada y el cuerpo erguido. Así, como las daba don Rodolfo “El Califa” Juanito Vázquez no puede dejar las banderillas sobre los lomos del burel. “Curro” decidido, toma los rehiletes, de poder a poder es el primer par, al sesgo el segundo y el tercero, la ovación se desgrana… La faena de muleta rebasa los límites del arte. Nace un nuevo “Curro” Rivera, atrás quedan las etapas del cite psicodélico y de la muleta de gran poder sin clase. “Otro Curro”, el artista, está en el ruedo, erguido, llevando al toro embebido en la muleta, girando levemente la cintura, con gran naturalidad, con gran calma, y los naturales siguen y siguen y los gritos aumentan y el toro sigue embistiendo… “Curro” está entregado, como lo está también el toro, y el público. Otra serie de naturales, de siete u ocho maravillosos naturales, y, también con la derecha, no hay dudas, “Curro” es otro. No debía faltar nada y “Curro” sabe adornarse con varios pases del desdén y con tres cambios llenos de gracia y torerismo… Cita para recibir y el estoque se va hasta el fondo. De las alturas baja el grito de “¡torero!, ¡torero!”. No cae el toro y “Curro” lo descabella al segundo intento…

De tal magnitud fue la faena de Curro a Horchatito, que aún después de fallar con el descabello, se le concedieron las orejas y el rabo del toro. Y dejó la plaza en olor de multitudes, a hombros de los concurrentes. Y así concluye el cronista:

… ¿Quieren que agregue algo? ... “Curro” Rivera me ha convencido. Es el “Emperador Azteca de toreo”. Nada más…

El estado de Palomo Linares

Las fracturas son lesiones más graves que las cornadas para los toreros, porque tardan mucho más en soldar y una de esas lesiones en ese momento, frenaría la parte invernal de la campaña del torero linarense. Afortunadamente, tras el estudio radiográfico, se determinó que solamente tenía contusionada la región. Dice el semanario madrileño El Ruedo de fecha 9 de enero de 1973:

…Palomo «Linares» se trasladó inicialmente a la Central Quirúrgica, ya que se temía una fractura de la pelvis. Las placas radiográficas mostraron que no había tal, y en contra de la voluntad de los médicos el diestro se trasladó a su hotel… Palomo manifestó que el golpe no tendrá mayores consecuencias. Lo que más le duele es que el toro que pensaba regalar fuese tan bueno y que no lo pudiese lidiar… En otro orden de cosas. Palomo «Linares» manifestó que espera que con su actitud de entrega en la tarde de hoy el público de la ciudad de Méjico se haya reconciliado con él…

La realidad es que Palomo Linares, aún habiendo cortado un rabo a Tenorio de Javier Garfias el 30 de enero del año anterior, nunca terminó de entrar en el gusto del público de la capital. El 4 de febrero del año 1973 torearía por última vez en la gran plaza y al día siguiente, aquí, en Aguascalientes, tendría su última tarde en México, reapareciendo puntualmente en nuestros ruedos hasta dos décadas después.

Rumorología de la fecha

En el número de El Ruedo del 16 de enero de ese 1973, se publicó la siguiente información:

Los tres jueces de plaza del coso monumental México, de la capital mejicana, van a presentar sus renuncias a sus cargos, según se afirmó hoy en fuentes generalmente bien informadas… Los tres jueces han venido sufriendo duras críticas, ya que su actuación no ha sido muy afortunada… Se señala que Joel Marín no procede con la mesura que concierne a su investidura, sino como un apasionado partidario de Manolo Martínez; de Juan Pellicer se dice que es poco maduro y se ha distinguido por su antihispanismo durante la actual temporada, llegando a ocasionar diversas molestias a diestros españoles; en cuanto a Jesús Dávila, se le ha criticado mucho por su generosidad para otorgar trofeos, e incluso se le ha puesto el mote de «Santa Claus Dávila» …

Hasta donde recuerdo, ninguno de los jueces de plaza fue separado o se separó de su cargo, pero la información transcrita demostraba que sus posiciones estaban en crisis. Así estaba el patio hace medio siglo.

domingo, 1 de enero de 2023

Relecturas de invierno (XII)

Historias del toreo que nunca te contaron

Imagen cortesía de altoromexico.com y
Armando Landín Miranda
La Historia del Toreo se ha estado escribiendo de manera episódica. La manera en la que se ha ido generando la relación de los sucesos de la fiesta generalmente se hace a partir de lo que queda evidente ante toda la taurinidad y en torno al personaje o personajes que, por su arte, su valor, su inteligencia o aún por su pícara manera de ser, van permeando en la conciencia colectiva y adquiriendo el carácter de gente en este singular medio. 

No puedo negar que existen obras que pretenden la generalidad en esa narración histórica, pero en algunos casos son meras aproximaciones enciclopédicas y en otros, una recopilación de esos recuentos individuales con alguna pretensión de encadenamiento de sucesos. Son excelentes fuentes de consulta, pero parafraseando al maestro Guillermo F. Margadant, puedo asegurar que nos presentan esa historia como una serie de vistas fijas, pero en realidad, toda la historia es una especie de película animada, en la que, en un determinado momento, suceden hechos reseñables en latitudes distintas.

Y decía también al inicio que esas obras históricas principalmente reseñan lo que fue evidente para todos, pero tras bambalinas, en la intimidad de los personajes que conforman la fiesta, ocurren hechos que, no por no ser divulgados, dejan de trascender al exterior de esas entretelas y quizás esas cosas, que serían como la argamasa que sostiene una construcción, son las que nos darían luz y entendimiento sobre lo que la fiesta es y puede llegar a ser.

Paco Aguado

Diré sin ambages que tengo el honor de que Paco Aguado me distinga con su amistad. Quizás no la hemos cultivado lo suficiente, porque tenemos un gran mar entre nosotros, pero eso no impide que tengamos un contacto relativamente frecuente por los medios hoy al alcance de todos. Me dio un gran gusto que hace un par de años Paco decidiera salir de un autoimpuesto ostracismo en materia literaria, al publicar una nueva edición de lo que es, sin duda, la suma biográfica de Gallito y ahora, con la obra que pretendo poner a su consideración.

Lo que Paco Aguado nos presenta en Historias del toreo que nunca te contaron, lo conoce porque se crio y se formó entre los profesionales de la fiesta. Hijo de un notable mozo de espadas, de uno de esos imprescindibles hombres que son, en dicho de Antonio Díaz – Cañabate:

No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo, claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de un mozo de espadas…

Así, entre esos plenipotenciarios confidentes de los toreros, aprendió Paco a conocer y a querer a la fiesta y también se fue enterando de cosas que, si bien no trascienden a la colectividad, resultan muchas veces definitorios para el devenir de la fiesta. Así lo contó a Álvaro Rodríguez del Moral:

Mi padre era mozo de espadas y he tenido acceso desde muy pequeño a esos personajes secundarios que no han tenido altavoz, pero tienen todas las vivencias y las saben transmitir, eso sí, dentro de un grupo muy cerrado. No hay que olvidar que el mundo del toro es muy endogámico y hay muchas historias que se desconocen. La historia oficial se entendería mejor si se conociera esa intrahistoria. La gente del toro debería revelar mejor lo qué sucede en su interior, pero tampoco todo porque hay que saber mantener algunos misterios. Pero sería bueno para que la gente de fuera comprendiera mejor cómo es por dentro un planeta tan profundo, tan intenso, lleno de valores y con una ética muy particular. Siempre ha habido un punto de picaresca, pero con honradez y con dignidad…

Así pues, con conocimiento de causa, pudo Paco Aguado presentarnos su nueva creación literaria, tirando de esos recuerdos acumulados a partir de vivencias en primera persona.

Las historias no contadas

Cualquiera que haya leído, aunque sea un breviario histórico de la fiesta, puede entender que evidentemente ha evolucionado, que de ser una fiesta – o espectáculo – en el cual se procuraba, con valentía, lidiar un toro para después matarlo en una plaza, a ser una expresión de profundo y contundente contenido artístico. Y podrá también conocer diversos nombres, fechas y lugares en los que los hitos se fueron realizando.

Pero hay espacios oscuros en esa narrativa, por lo que antes expresaba, entre los actores de la fiesta se producían sucesos que se quedaban entre los cabales, en la intimidad casi familiar que existe entre ellos y esos hechos muchas veces resultan ser la explicación del por qué de otros, que sí trascienden a la esfera pública. 

Me llaman la atención particularmente dos capítulos del libro. El primero es el que se refiere a la vida, obra y milagros de Domingo Dominguín, el hijo del torero de Quismondo que fue el que llevó a la práctica las ideas que, en su día, su padrino de alternativa, Gallito. Es verdad sabida que el concepto de feria que en estos días conocemos parte de la creación de la de San Isidro que fundara Livinio Stuyck, en una era en la que las desavenencias entre las torerías de España y México eran cosa de un día sí y el otro también.

Pues bien, Domingo González Lucas se esforzó por ser un empresario, apoderado y ganadero con miras a instalar en todo el planeta de los toros ese concepto de feria. Fue recorriendo lugares, sobre todo en la América del Sur, para conocer la idiosincrasia de los lugareños y a partir de esa noción, trasladar una feria taurina acorde a los modos de ser de sus recipiendarios. Sentó sus reales principalmente en Ecuador, donde logró la construcción de la Monumental de Quito y taurinizar a Guayaquil. En esas plazas y muchas más presentó siempre a lo más conspicuo de la fiesta, aunque no le redituara en lo económico, porque dada su manera de pensar, pareciera que el dinero para él, como en el bolero aquel, era solo vanidad.

Al final, Domingo fue devorado por los demonios interiores de la fiesta y por su propia mano decidió irse de este mundo. Pero sin duda, dejó un legado que permeó en todos los estratos de lo taurino y su signatura en muchas de las cosas que hoy se entienden como costumbres. Quizás en estos tiempos que corren, resulta necesario al menos otro Domingo Dominguín, para que meta orden y concierto en los enrarecidos ambientes taurinos.

El segundo capítulo al que hago referencia es el que tiene por tema la temporada española de 1936. En él nos presenta un excelente panóptico de la situación de la fiesta en España por esos días, en los que, por razones diversas – según la fuente que se consulte – antes del inicio de la Guerra Civil, se impidió actuar allá a los toreros mexicanos y se remató con su posterior deportación.

Por una parte, complementando la información que llevan las obras de Julio de Urrutia y Demetrio Gutiérrez Alarcón, nos deja bien claro que, durante ese periodo de la historia española, aunque no en cantidad considerable, en los territorios dominados por los dos bandos en conflicto, se dieron festejos, casi siempre con un cariz benéfico, para subvenir las necesidades bélicas. También recoge la realidad de que muchos toreros se enrolaron en las fuerzas en conflicto, y que, más de uno, fue víctima de la intolerancia ideológica que la conflagración generó.

Pero, como lo hice de manera directa, en lo personal, le reprocho que haya evadido – con elegancia – el tema de la ruptura de las torerías de España y México. Desde mi punto de vista aborda – al contrario de la intención del resto de la obra – únicamente las causas que salieron a la superficie respecto de esa ruptura.

Creo que ese particular subtema – Leonardo Páez dixit – merece un estudio detallado y profundo acerca de sus causas reales y de los efectos que representó para la fiesta de ambos lados del Atlántico. Hago esta afirmación porque la revisión de la prensa de la época y sobre todo, de las biografías que se han escrito de Marcial Lalanda, puedo advertir que hay un sustrato de naturaleza puramente política de todo ese entuerto. Pero, quiero pensar que de manera intencionada y, reitero, elegante, Paco lo evade.

Por el resto de la temática de la obra, entre otras cuestiones es interesante adentrarse en el paso de Ernest Hemingway por tierras y plazas hispanas, el recorrer los hechos más recientes, disfrutando el análisis que hace de la llamada movida madrileña, la taurinidad que públicamente profesaron los comunistas y Santiago Carrillo por delante de ellos, el romance de Miguel Hernández con la fiesta de los toros y saber más del que introdujo la ética del Samurái en la fiesta de los toros: Antonio Corbacho.

Sin duda, son temas que, explican en la mayoría de los casos el enlace de hechos y circunstancias que tomamos en muchos casos como artículos de fe taurina. En suma, y me voy a repetir nuevamente aquí, Historias del toreo que nunca te contaron, es un libro de esos que no se le caen de las manos a uno cuando lo está leyendo, aunque en mi caso personal lo haya que tenido que hacer en dos tiempos, puesto que el primer ejemplar que adquirí, lo olvidé en un avión durante un viaje de trabajo. Espero que quien lo haya encontrado, disfrute de su contenido como lo he podido hacer yo.

Así que, mi enhorabuena Paco, ojalá te animes a seguir escribiendo así.

Ficha bibliográfica

Historias del toreo que nunca te contaron. – Francisco Aguado Montero. – El Paseo Editorial. – Colección Memoria – 1ª edición, Sevilla., 2022, 329 páginas, con fotografías en blanco y negro. – ISBN: 978 – 84 – 19188 – 17 – 5.