domingo, 26 de septiembre de 2021

Hoy hace 75 años. Confirma su alternativa en Madrid Juan Estrada

Juan Estrada
Colección Dr. Antonio Ramírez G.
Hay toreros a los que les cuesta más salir adelante. Algunos por las cornadas, otros porque tardan en entrar en el ánimo de los públicos y otros, porque tienen mala suerte. Visto en retrospectiva, creo que el de Juan Estrada es uno de estos últimos casos, pues, aunque debutó en El Toreo de la Condesa desde el año de 1934, no es sino hasta diez temporadas después que logra salir triunfador y con el derecho de ser alternativado allí mismo. Y es que, en sucesión cronológica, le tocó competir con Lorenzo Garza, El Soldado, Fermín Rivera, Ricardo Torres, Silverio Pérez, Eduardo Solórzano, Calesero, Carlos Arruza, Cañitas o Félix Guzmán, hasta llegar al año de 1943, en el que, junto con Gregorio García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Luis Briones y Guerrita completó una de las temporadas novilleriles más importantes de la historia de ese coso.

Juan Estrada, fue el ganador de la Oreja de Plata de ese 1943. La disputo el 17 de octubre, mano a mano con Jesús Guerra Guerrita y novillos de Peñuelas. Le cortó el rabo a Cobijero, en tanto que Guerrita obtuvo la oreja de Capuchino. Se despidió de novillero en El Toreo el 14 de noviembre de 1943, en solitario, con 6 de Xajay, cortándole el rabo al sexto, Chilpayate. El 12 de diciembre siguiente, hizo matador de toros Carlos Arruza, delante de Gregorio García al cederle los trastos para matar al toro Collaritos de La Laguna.

La campaña española de Juan Estrada en 1946

Inició su andar por ruedos hispanos en Barcelona el domingo 11 de agosto para lidiar toros de Vicente Muriel y dos de Lamamié de Clairac (7º y 8º) junto a Mario Cabré, Rafael Llorente y Luis Mata, también debutante. El primer toro que mató se llamó Tendero, cárdeno, número 36, segundo de la tarde y le cortó la oreja. Eso le valió volver una semana después, con Manolo Escudero, Julián Marín y toros de Juan Pedro Domecq, tarde pasada por agua, en la que solamente pudo saludar un par de ovaciones.

La confirmación madrileña de Juan Estrada cerro un ciclo de ceremonias que se iniciaron ese calendario con las alternativas primero, de Guerrita, en Corella; de Antonio Toscano, en Barcelona; y de Ricardo Balderas, en Bayona y también las confirmaciones de Calesero, Luis Briones y el ya nombrado Antonio Toscano. Así, para el jueves 26 de septiembre de 1946 se anunció un encierro salmantino de don Alipio Pérez Tabernero para Antonio Bienvenida, Pepín Martín Vázquez y Juan Estrada, quien confirmaría su alternativa.

La corrida fue accidentada en el renglón ganadero, porque el encierro presentado por don Alipio no se lidió completo. Los dos del lote de Pepín Martín Vázquez fueron devueltos al corral y uno de los sustitutos, reemplazado también. Al final, se lidiaron cuatro del hierro titular, uno de Hoyo de la Gitana (3º) y otro de José María Soto (6º). La reflexión de quien firmó como El Cachetero en el número de El Ruedo, salido a los puestos el 4 de octubre siguiente, es en este sentido:

Cualquier divisa salmantina de las de cartel tuvo en años pasados la virtud dudosa, pero efectiva al fin, de llevar consigo una especie de garantía. Ya que ninguna de sus condiciones de bravura, poder o trapío podían lucir, sino mal cumplir apenas, al menos dejaban ancho campo libre al lucimiento de los toreros... Aún conservan algunos vestigios de esa exclusiva cualidad... pero en conjunto, esquilmado el filón en aras de una desaforada competencia mercantil, no resta sino una pura ruina de mansedumbre y escasez no paliada por nada. Ejemplo: la corrida de Alipio D. Sanchón del jueves...

El primero toro de la corrida se llamó Hurón – una familia destacada en casa de don Alipio – y con él, el toricantano realizo lo siguiente, en palabras de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, publicadas en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente del festejo:

Méjico nos daba ayer a Juan Estrada. ¿Qué se le ofreció al mejicano en esa tarde tan lleno de responsabilidades, tarde de historia? Pues, primeramente, un toro de ancha testa y de afilados, aunque cortos pitones. Tendió su capa el mejicano con valeroso arte y en su honor escuchamos las aclamaciones primeras. El toro se aplomaba. Así, quedado, lo tomó a la verónica en el primer quite, dibujando los lances formidablemente, empapando en las chicuelinas al "ralentí", que levantaron una tempestad de aplausos. El toro se vino abajo. Bienvenida le dio la alternativa a Estrada. Seguía el animal quedado y al embestir comenzó a acostarse sobre el lado izquierdo. Fueron buenos y a conciencia empalmados los pases que dio por el lado derecho. La faena del mejicano, casi sin toro, se desarrolló del tercio al centro y terminó por dentro. Teniendo que hacerlo él todo, pues ya hemos dicho cómo el toro se quedaba, mato de dos pinchazos y una estocada, Estrada quedaba hecho matador de toros en España...

Por su parte, el citado Cachetero, en el número de El Ruedo mencionado antes, reflexiona lo siguiente del conjunto del festejo:

El jueves la corrida se deslizó por el tobogán del mal ganado. Dos toros se retiraron al corral. Otro se quebró las patas, y la mitad restante fue, sobre floja de remos, mansa y sin trapío. A Pepín Martín Vázquez le correspondieron dos sobreros. Pepín levantó el espectáculo y la tarde a fuerza de valor y salero con el primero de ellos, de Hoyo de la Gitana, manso y con tendencia a la huida. Tan bien estuvo Pepín, que por esta vez hasta le podemos perdonar ese estoque de aluminio que acaba siempre hecho un garabato. Porque lo importante fue que tras haber lanceado muy bien, se metió a muletear al manso, que huía de su sombra, y lo sujetó a base de corazón, citándole con la izquierda, desafiándole en todos los terrenos y empalmando – uno aquí, dos allá – unos naturales llenos de emoción y plasticidad. El toro, en chiqueros, acabó por tomarle la muleta, y allí coronó Pepín su labor, abrochándola con molinetes y desplantes, y, sobre todo, cuando Rubichi le entregó el de verdad, con una gran estocada que tiró al toro sin puntilla. Las orejas que le concedieron y las ovaciones grandes estuvieron plenamente justificadas. El sobrero de Soto no aceptó siquiera la pelea del anterior, y Pepín tuvo que trastearlo por la cara con valor y serenidad, matándolo bien. Le aplaudieron y salió a saludar al tercio.

Los dos espadas restantes, neófito y padrino de alternativa, no llegaron a triunfar. El mejicano Estrada posee valor y un toreo corto, a vueltas con los pases en redondo con los pies juntos. Con la capa, unas chicuelinas y unas verónicas le valieron aplausos. Y el cabeza de terna, Antonio Bienvenida, fracasó por falta de voluntad, de lo que se resiente tan a menudo el edificio de su arte. No quiso o no pudo sobreponerse a las condiciones adversas, toreó de oficio y mató muy mal…

Efectivamente, el triunfador de la corrida fue el macareno Pepín Martín Vázquez, que cortó las dos orejas al sobrero de Hoyo de la Gitana corrido en tercer sitio y el primer espada, don Antonio Bienvenida, tuvo una de esas tardes de las que más vale no acordarse y para el toricantano, Juan Estrada, poca tela para cortar hubo también, pero dejó patentes sus cualidades, según se lee en las crónicas de esa época.

El devenir de Juan Estrada

El torero de Ayotlán, Jalisco, cerró su campaña española del 46 con 7 tardes, la mayoría en ferias y plazas de importancia, pues actuó en Valladolid, Logroño, Albacete, Salamanca o Barcelona. A su regreso a México se presentó como matador de toros en la Plaza México el 9 de marzo de 1947, acartelado con Fermín Espinosa Armillita y Félix Briones siendo su primer toro en ese ruedo Cantor, de Santín.

A partir de allí las cosas no le rodarían de la manera esperada y renunciaría a la alternativa, para volver como novillero a la gran plaza de Insurgentes el 4 de mayo de 1947, alternando con Anselmo Liceaga y Ángel Perea en la lidia de novillos de Xajay, torearía 3 tardes esa temporada y recibiría una segunda y definitiva alternativa el 5 de septiembre de 1948 en Tijuana, donde lo apadrinó Silverio Pérez, en presencia de Jesús Guerra Guerrita lidiándose un encierro de Ibarra.

Juan Estrada seguiría en activo hasta entrada la década de los sesenta, incluso, llego a alternar en un festejo con Manuel Benítez El Cordobés. Esto fue el 25 de febrero de 1964 en Uruapan, Michoacán, cuando junto con Jorge Medina, Paco Rodríguez y Gabriel Soto, lidiaron entre los cuatro cinco toros de Rodrigo Tapia y uno de Valparaíso. Ese día el Mechudo mató dos y los cuatro espadas restantes, uno cada uno.

También es de destacar que Juan Estrada tiene una calle a su nombre, en las inmediaciones de donde estuvo ubicado el extinto Toreo de Cuatro Caminos, entre las calles Ponciano Díaz y la Avenida Transmisiones Militares, en una zona denominada Residencial Lomas de Sotelo, en Naucalpan, Estado de México, donde las calles tienen nombres de toreros, a más de los nombrados, como Juan Silveti, Vicente Segura, Carnicerito, Luis Freg, Manolete, Ricardo Torres o Carmelo Pérez.

Juan Estrada falleció en la Ciudad de México el 20 de marzo de 2004.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Rodolfo Gaona y el llamado pase del centenario, a un siglo y poco más vista…

Anuncio del primer abono madrileño 1919
A veces el fenómeno de la imagen captada en movimiento o en vista fija le da más trascendencia a un hecho que el que le conceden sus autores o partícipes. En corrillos y tertulias de vez en vez surge, a mi juicio de manera fantasmagórica, cuando se habla de las suertes creadas por diestros mexicanos, la mención del llamado pase del centenario, dado, se afirma por algunos, originariamente por Rodolfo Gaona, en los festejos del Centenario de la Consumación de la Independencia de México en el año de 1921.

Y digo que es fantasmagórico el aparecer del concepto, porque es una suerte que poco o nada se ha prodigado en los ruedos de México y del mundo, de cuya ejecución en El Toreo de la Condesa hay unos cuantos cuadros de película filmados por don Salvador Toscano y afortunadamente divulgados por la UNAM, con la orientación y asesoría de don Julio Téllez García y José Francisco Coello Ugalde y alguna borrosa fotografía en la que el Petronio aparece ejecutándola. Y si hablamos de narración escrita, menos aún, según veremos adelante.

El último triunfo madrileño de Gaona

Sabido es que el año de 1919 fue aciago para el Indio Grande en España y principalmente en Madrid. Pero el domingo 27 de abril de ese año, prácticamente un mes antes de la debacle ante Barrenero de Albaserrada, tuvo una tarde de gran éxito, en la que incluso cortó una oreja, de esas que sí valían. Alternó con el señor Curro Martín Vázquez y con José Flores Camará en la lidia de toros del Duque de Veragua. El quinto de la corrida se llamó Vizcaíno y la crónica de quien firmó como El del Extrarradio en El Imparcial madrileño del día siguiente del festejo, entre otras cuestiones dice:

El mexicano toma los palos, y en el mismo sitio en donde le ocurrió el percance último, desafiando a la res desde la barrera, clava un par magno, limpio y artístico… Luego hace una bonita salida en falso, y después prende otros dos pares al cuarteo, formidables por la preparación y ejecución… El público ovaciona entusiasmado y pide al torero que ponga otro par, y, en efecto, Gaona, con permiso de la autoridad, clava el cuarto excelente par… El primer pase alto es magnífico, y la faena que sigue enorme. Altos con ambas manos, un natural, dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras, o de frente por detrás... Las ovaciones van seguidas a los pases. El diestro, siempre cerca, parado y sin quitar la vista del bicho; y el bicho noble, sencillo, una manteca… Gaona entra rápido y pone una estocada defectuosa; pero más tarde, tras de dos pases, arreando de cerca, derecho y despacio, mete un volapié superiorísimo… La ovación es clamorosa, y el torero mejicano corta la oreja del noble bicho…

Es el único cronista que advierte ese toreo de frente por detrás, como las gaoneras con la muleta de Gaona. Y si no, véase lo que escribió el preclaro Clarito en su tribuna de El Liberal de la misma fecha:

Banderillear no es lo mismo que muletear; muletear no es igual que matar, ¿verdad? Pues fué lo mismo, porque no cabía mejor. Lo mismo de bonito... y aún más emocionante. Con los pies juntos, juntos, jugando del hombre no más que la cintura y los brazos, instrumentó Gaona un pase de pecho sobre la derecha, y después un magnífico ayudado por alto y tras él un natural, y allí ya alternando el público con el torero, aquél en los olés y en los aplausos, y éste haciendo gala de su escuela finísima de toreo, ahora en pases cambiando la muleta por la espalda y rematando en molinetes vistosos, en los que el diestro giraba en la misma cara del bruto, y luego en pases de rodillas y después en pases por alto, allí se escribió una de esas que, acaso con algo de hipérbole, se llaman «epopeyas» taurinas…

De este asunto agregaré que Paco Media Luna, en su crónica del semanario El Toreo, señala que Gaona pidió al desolladero la cabeza de Vizcaíno, de pelo melocotón, para conservarla.

Los festejos del centenario de 1921

Las distintas entidades de la administración pública se afanaron en organizar eventos para conmemorar el primer siglo de la consumación de la independencia nacional. Una de ellas fue la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de don Alberto J. Pani, que fue la que incidió directamente en estos hechos. Verduguillo, en su obra Tres Décadas de Toreo en México, cuenta que por voz de don Martín Luis Guzmán, se estableció lo siguiente:

Queremos que dentro del programa preparado figuren dos corridas de toros, y que ustedes las organicen. Quedan en absoluta libertad para contratar toreros, comprar toros, etc., en la inteligencia de que todas las barreras desde la primera hasta la quinta fila, así como los palcos, quedarán a disposición de la Secretaría de Relaciones para sus compromisos diplomáticos... En la siguiente entrevista con Rodolfo nos manifestó cuáles serían los carteles. En la primera corrida, Gaona, Gregorio Taravillo “Platerito”, que andaba por aquí de paseo visitando unos parientes que tenían una joyería en la calle de Motolinía, y Samuel Solís. En la segunda, los mismos Gaona y “Platerito” con Carlos Lombardini...

Benjamín Flores Hernández, en una comunicación al XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, titulada Rodolfo Gaona en las corridas del centenario, 1910 y 1921, describe el programa de la corrida del 20 de septiembre, segunda del ciclo pedido por la SRE y que en lo medular dice:

«Plaza de toros ‘El Toreo’. Martes 20 de septiembre de 1921, a las 4 p.m. Gran corrida de toros organizada por el Comité Ejecutivo de las Fiestas del Centenario. Dedicada a los delegados extranjeros que nos honran con su visita, y el honorable cuerpo diplomático residente. Concurrirá el C. presidente de la República, sus secretarios de estado, los altos funcionarios de la Federación y los miembros de las delegaciones extranjeras. Distinguidas señoritas de nuestra mejor sociedad serán reinas de la fiesta. Toros de primera clase de San Diego de los Padres estoqueados por Rodolfo Gaona, Gregorio Taravillo «Platerito» y Carlos Lombardini. Sombra $5.00. Sol $2.00»

El festejo contó con la asistencia del presidente Álvaro Obregón, de quien se dice, llevó de compañero de tendido a Ramón del Valle Inclán y que aplaudían en collera, pues eran ambos mancos, según cuenta Ignacio Solares:

«Buen humor el de don Ramón. En una foto que siempre conservó Obregón estaban los dos en la Plaza de Toros de la Condesa, aplaudiendo juntos, cada uno con la mano que le quedaba, ya que Valle-Inclán era manco del brazo izquierdo y Obregón del derecho».

Las crónicas del festejo no están disponibles para su consulta a distancia. Benjamín Flores Hernandez refiere lo siguiente acerca de ese festejo de hace un siglo:

Para la ocasión, tuvo el Indio Grande la genialidad hasta de presentar una nueva suerte torera de su invención, a la que no pudo menos que bautizarse con el nombre de la celebración: fue el pase que se llamó precisamente «del Centenario», y que era como una gaonera, colocado el engaño por detrás del diestro, sólo que con la muleta y llevando al toro por el lado derecho…

La suerte, como ya lo había señalado antes, ha quedado perpetuada por la filmación de Salvador Toscano, recopilada en el DVD Los orígenes, 1896-1945: Cine y tauromaquia en México, segundo de una serie de cuatro sobre el tema producidos por la filmoteca de la UNAM y al que me he referido ya por aquí.

El devenir de la suerte

Poco recorrido ha tenido el llamado pase del centenario en los ruedos de México. Gaona ni siquiera lo menciona en su libro de memorias Mis Veinte Años de Torero, aunque recuerda en un par de líneas la buena tarde madrileña del 27 de abril de 1919. Horacio Reiba refiere (La Jornada de Oriente, 20 de septiembre de 2010), que en alguna ocasión lo ejecutó Lorenzo Garza, pero a pies juntos.

La mención más reciente que encontré fue la que hace Jorge F. Hernández, en una crónica imaginaria de un festejo suspendido de la Feria de San Isidro, en el que debieron actuar Eugenio de Mora, Juan Bautista y Octavio García El Payo, publicado en su blog del diario madrileño El País el 10 de mayo de 2016 y allí cuenta:

Octavio se recreaba con el son de lentitud mexicana, inspiración de los olés largos o alargados que se acostumbran en México ante la embestida más aborregada o en sosiego de toros evidentemente más chicos (desde que Hernán Cortés lanceaba ganado navarro para conmemorar la caída de la Gran Tenochtitlán) y así, el antiguamente llamado Payo intercaló “Riverinas” y “El pase del Centenario”, la “Arrucina” y “Sanjuaneras”, en honor de Fermín Rivera, Rodolfo Gaona, Carlos Arruza y Luis Procuna, como dictando en voz alta algo que a Madrid parece que se le olvida: de México llegaron muy buenos innovadores del toreo, no sólo de capa, sino con muletas encendidas, citando al hilo del pitón sin necesariamente tener que exagerar el adelantamiento de la pierna contraria, jamás codilleando o echando la patita pa’atrás y todo como quien se deja dormir con la letra de un bolero que hasta parece tango…

De todo lo anterior deduzco que el pase del centenario es más parte del imaginario colectivo de la fiesta y su afición, que del acervo de suertes que la componen. Sí. Rodolfo Gaona ejecutó el muletazo al menos en un par de tardes señaladas, pero fue una especie de suerte de autor, no arraigó y no se apropiaron de ella los demás para llevarla a sus personales tauromaquias.

Sin embargo, este 20 de septiembre se cumple un siglo de que la consumación de la independencia nacional se conmemoró con toros y en ella se presentó a la afición mexicana una suerte que para ella era nueva. 

Aviso parroquial: Los subrayados en los textos de El del Extrarradio, Benjamín Flores Hernández y Jorge F. Hernández son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Hoy hace 45 años. Confirma su alternativa Rafael Torres. Se inaugura la feria del Palacio de los Deportes


La temporada 1975 – 76 en la Plaza México se dio a trancas y barrancas. Fueron base de ella el reaparecido Manuel Capetillo, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Manolo Arruza. Los triunfadores del ciclo anterior, Manolo Martínez y Mariano Ramos no se arreglaron con DEMSA, en esos días la encargada del gran coso y tampoco vinieron toreros de ultramar, puesto que se produjo una enésima ruptura entre las torerías de España y México.

Así, el serial concluyó con dos festejos que de alguna manera pasan a la historia, el primero, celebrado el 28 de marzo de ese 1976, al que asistió – en evidente acto proselitista – el candidato único a la Presidencia de la República, José López Portillo, acompañado por Alfonso Ramírez Calesero, Luis Castro El Soldado, Lorenzo Garza y Jorge El Ranchero Aguilar y el del siguiente domingo, el 7 de abril, la corrida del Estoque de Oro, misma que representó la última vez que Manuel Capetillo pisó el ruedo de la plaza de Insurgentes vestido de luces. El trofeo en disputa fue para Manolo Arruza.

El 2 de mayo siguiente, Carlos González, representante de DEMSA, anunció que la empresa se retiraba del negocio de los toros porque era incosteable. En esas condiciones, la plaza estaba sin empresa y así permanecería hasta el jueves 13 de febrero de 1977. Es decir, fueron 315 días de cierre.

La Feria del Palacio de los Deportes

Construido con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968, dentro del complejo denominado Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, bajo el diseño y dirección de obra de los arquitectos Félix Candela, Antonio Peyrí y Enrique Castañeda Tamborrell, cuenta con 22,370 localidades, de las cuales 7,370 son desmontables, fue tomado en arrendamiento por don Jaime de Haro Caso, aquel que organizara el 20 de octubre de 1974 aquella corrida nocturna en Marbella que torearon Paco Camino y Manolo Martínez mano a mano y que fue televisada a casi todo el mundo, asunto del que me había ya ocupado en estas páginas aquí y aquí.

El 18 de agosto de ese 1976, Jaime de Haro se reunía también con Jaime Ostos, en esas fechas el representante de los toreros españoles y anunciaba que, a partir de esa fecha, los nuestros podían torear en España y los de allá podrían hacerlo aquí con toda libertad. También anunció que entre el 12 y el 19 de septiembre, se daría una feria taurina en el Palacio de los Deportes, dado el cierre de la Plaza México y la imposibilidad de echar andar al Toreo de Cuatro Caminos, con el añadido de que sería transmitida por televisión. Eso implicaba que no estaría en ella Manolo Martínez, quien es en los hechos, el artífice de la salida de las cámaras de televisión de las plazas mexicanas y tampoco lo estaría Eloy Cavazos, que no llegó a un arreglo económico con la empresa.

La feria iniciaría el domingo 12 de septiembre con una corrida de Las Huertas para Jesús Solórzano, el sevillano Rafael Torres, que confirmaría su alternativa y Manolo Arruza. Los siguientes festejos se celebrarían de manera ininterrumpida, serían nocturnos y serían base de ellos, además de los anunciados para la primera fecha, toreros como Manuel Capetillo, Curro Rivera, Miguel Villanueva y Marcos Ortega. Del conjunto de este serial ya me había ocupado en esta ubicación.

Las novedades eran los hispanos Roberto Domínguez, Rafael Torres, Gabriel Puerta, Manuel Ruiz Manili y los nacionales Cruz Flores y Ricardo Balderas hijo. Los cinco primeros confirmarían sus alternativas y el último la recibiría.

La corrida de inauguración de la feria

El festejo del domingo 12 de septiembre sería el de la confirmación de alternativa del sevillano Rafael Torres, que fue hecho matador de toros por Curro Romero en la Maestranza el Domingo de Resurrección de 1970 y confirmado unas semanas después en Madrid por Diego Puerta y El Cordobés. Fue discípulo y poderdante algún tiempo de Manolo Vázquez y me contaba Rafael Toscano, el ojito derecho de la afición hispalense. Venía a México a tratar de relanzar su carrera, que no le iba muy halagüeña por esos momentos.

Del ambiente previo al festejo, contó en nota aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el día del festejo, don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

Mañana por la noche, el tiempo no podrá impedir que suene el clarín para iniciar una serie de ocho corridas consecutivas, de domingo a domingo, dentro de un estilo que agudiza la artificialidad de la fiesta brava en una forma absolutamente nueva: bajo techo y con luz de candilejas, es decir, en un verdadero escenario teatral…

Muy preocupado, metido en los cajones, mientras el martilleo ponía nerviosos a los toros, don Chucho Dávila, el juez de plaza, me dijo:

“Y aquí, en este otro corral, están los de ‘Las Huertas’, cuatro berrendos ya aprobados; y aparte dos desechados por chicos, por falta de trapío, por falta de respeto. En otros corrales hay dos de Haro, para lo que pueda suceder. El encierro de Mimiahuápam, para el martes, deberá llegar mañana sábado” …

Por primera vez: toros bajo techo y con luz de candilejas, Los olés, retumbarán más fuerte, siempre y cuando llegue a haberlos, y desde luego nadie temerá a la lluvia. La fiesta de los toros da un largo paso más para apartarse definitivamente, de la naturaleza.

El festejo inaugural y su resultado

La corrida inaugural de la feria tuvo momentos de lucimiento, pero nada más. La crónica del invocado Luis Soleares, publicada al día siguiente del festejo en el diario El Siglo de Torreón, refleja: 

Jesús Solórzano, enfundado en un terno mandarina y oro, alzó su cotización con el oro viejo de su verónica y hasta recuerda a su padre, “El Rey del Temple”. En dos ocasiones con su primero y en cinco con su segundo, el capote fue de alta graduación, verdaderamente exquisito... A su primero, lo mata de pinchazo sin soltar, y una media delantera que provoca hemorragia; y a su segundo, “Colorín”, tras la exquisitez de las verónicas, le hace un buen quite por orticinas, naufraga con la muleta y lo despacha con dos medias...

Manolo Arruza, enfundado en un terno rosa y oro, señorea en la noche, y es su moneda la única que se revalúa en la amarga flotación de la fiesta, que parece condenada a ser más artificial que el cabello de las rubias contemporáneas... Abre su faena con unos doblones que se le aplauden; pero la sosería del toro le impide redondear la lidia, y se conforma con algún natural y algún derechazo en distintos terrenos, entre mucho trapo que abanica a un toro sin codicia. Pincha sin soltar y deja una casi entera, que basta. Ovaciones escuchadas desde el tercio...

El español Rafael Torres, de Sevilla, sale con buen pie, porque se le aplauden sus verónicas y sus chicuelinas al primero de la tarde, pero el entusiasmo no pasa de ahí, porque tras tres duras varas a “Estrellito” y la confirmación de alternativa, hay una faena que va para abajo y termina con pinchazo con desarme, media estocada y descabello al quinto intento, alternando su dificultad con los fracasos del puntillero. Con el quinto de la tarde, el sevillano tampoco ve una, y sin haber flotado tiene un naufragio devaluatorio que degüella sus posibilidades de interés...

El asunto de las confirmaciones

Decía hace unos párrafos que Rafael Torres, Gabriel Puerta, Roberto Domínguez, Manili y Cruz Flores confirmaron sus alternativas en la feria. De todos estos toreros, solamente Roberto Domínguez y Cruz Flores volvieron a actuar como matadores de toros en la Ciudad de México. A ambos se les hizo confirmar de nueva cuenta su alternativa en la Plaza México.

Daniel Medina de la Serna – como muchos otros –, al referirse a esas confirmaciones del Palacio de los Deportes, las cuestiona, entrecomilla el término confirmación y las llama evidentemente inválidas. La realidad de los hechos es que quienes cuestionan la validez de esas confirmaciones de alternativa lo hacen amparados exclusivamente en un sentimiento de defensa de una supuesta tradición que no tiene sustento alguno, pues en todo caso, la confirmación de alternativa es un hecho que está reglamentado y que se sujeta a la normatividad que rige los festejos taurinos en la Ciudad de México.

El artículo 1º del Reglamento de los Espectáculos Taurinos de 1953, vigente en el Distrito Federal en 1976, cuando las confirmaciones en cita se dieron, establecía que las plazas de toros eran de primera categoría cuando tenían capacidad de 10 mil o más espectadores; de segunda, cuando su capacidad era entre 4 mil y 10 mil y de tercera, aquellas con cupo inferior a 4 mil.

Por su parte, el artículo 68 del mismo Reglamento establecía en su parte conducente lo que sigue:

…el matador que actúe por primera vez en una plaza de primera categoría en el Distrito Federal, matará en esa ocasión el primer toro, previa cesión de trastos que le haga el espada correspondiente, excepto en el caso de que el matador que se presente ocupe el primer lugar en el programa, pues entonces le cederá los trastos el que le sigue en antigüedad…

Como se observa, la regla es clara al hablar de plaza de primera categoría y el Reglamento no hace excepción en cuanto a que la plaza sea fija, desmontable, de trancas o transitoria, así como tampoco exige que la confirmación o cesión de trastos se deba hacer en la plaza de mayor capacidad del Distrito Federal, simplemente exige que se haga en una que sea de primera.

Entonces, el que entonces se haya exigido que solamente fueran válidas las confirmaciones celebradas en la Plaza México, era un verdadero despropósito y el haber obligado en este caso a Cruz Flores a que confirmara de nuevo el 5 de marzo de 1978 y a Roberto Domínguez el 1º de febrero de 1981 en la Plaza México, fue un verdadero atropello, puesto que en su día, habían confirmado debidamente sus respectivas alternativas, en una plaza de primera categoría aunque a más de algún defensor de las tradiciones no le pareciera así y demostrara con ello, su ignorancia del entorno jurídico de este asunto.

Hoy en día, la reglamentación de la capital mexicana sí establece de manera expresa que la confirmación ha de ser en la Plaza México – indebidamente a mi juicio –, por lo que hoy ha de observarse la letra de la ley, pero en la época que intento contar, no era así, razón por la cual, desde mi punto de vista, Rafael Torres, hoy hace 45 años, confirmó debidamente su alternativa sevillana en México.

Aviso Parroquial: La imagen del boleto de acceso a la corrida inaugural de la Feria del Palacio de los Deportes de 1976 es parte de la colección personal del Abogado y Librero (tanto monta...) don Pepe Rodríguez, a quien agradezco el que haya revuelto sus cosas para encontrarlo y facilitármelo para exhibirlo aquí.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Humberto Luis Elizondo Garza. Aficionado de pro

Humberto Elizondo en el puesto de segundo espada con
Alfonso Pérez Romo, Guillermo González Muñoz
Rafael Rodríguez y Gabriel Arellano 
Plaza San Marcos Cª 1955

Hoy en día la participación de los llamados aficionados prácticos en la fiesta de los toros es vista como una parte digamos, complementaria o adicional a los circuitos profesionales de corridas de toros y novilladas que se presentan en temporadas y ferias en las diversas plazas del mundo y muchas veces relegados, los prácticos, a actuar en cortijos o espacios privados distintos a aquellos en los que se presentan los llamados profesionales.

En el pasado reciente nombres como los de Lalo Azcué, Pedro Loredo, Chucho Arroyo, Ángel Talamantes El Exquisito, Paul Armand o el del padre Roberto González Padilla llevaron gente a las plazas con su solo anuncio. Pero ese fenómeno no era novedoso, al menos aquí en Aguascalientes, donde ya los aficionados que se tiraron al ruedo de manera organizada, lograron mantener viva la llama de la afición acalitana.

Lo que siguió al verano del 48

Después de que en el verano del 48 en Aguascalientes hiciera erupción un Volcán, se siguieron dando novilladas intentando descubrir otra gema oculta en el anonimato y así ilusionaron a la afición jóvenes como David Reynoso, quien después triunfaría en el cine; Carlos González, el calvillense Manuel López, el sevillano Antonio Durán o Fernando Brand, pero sin el fuerte impacto que tuvo la aparición de Rafael Rodríguez en la plaza San Marcos ese 18 de julio del 48.

Y la actividad de la fiesta comenzó a languidecer. Se comenzó a limitar a la época de la Feria de San Marcos, como lo relata don Jesús Gómez Medina en su libro La Ciudad, la fiesta y sus plazas:

Al indagar lo acaecido en 1955 se obtiene la evidencia de que aquella onda de cálido entusiasmo taurino que se enseñoreó de Aguascalientes algún tiempo antes, precisamente a raíz de la irrupción triunfal de Rafael Rodríguez, había dejado de tener realidad. Era algo del pasado. De un pasado cuyos efectos se extendieron a los individuos y a los niveles sociales más distintos, haciéndoles participar de un mismo encendido sentir; el del interés más acentuado por el espectáculo taurino y, al mismo tiempo, el de la admiración más calurosa hacia el torero, héroe del redondel… En este año de 1955… únicamente se realizaron cuatro corridas de toros y una novillada, amén de dos o tres festivales con aficionados… En uno de esas funciones tomaron parte el Dr. Alfonso Pérez Romo, Guillermo González, inminente empresario del Coso San Marcos, Gabriel Arellano y Humberto Elizondo, cada uno en franca porfía por mostrar su propio arte y por arrancar el aplauso de los espectadores…

Y es que, en el transcurso de la obra citada, don Jesús deja ver algo que en una ocasión apuntara César Pastor: Aguascalientes está en una posición privilegiada para la organización de festejos taurinos. En esos días en nuestro territorio estaban las ganaderías de Garabato, Peñuelas, Armilla Hermanos, Santa Rosa de Lima, Pedro Castorena y Pablo Baranda; en las cercanías de Zacatecas las de Presillas y El Saucillo y en la vecindad de Jalisco las de La Punta, Matancillas, Chinampas y Corlomé y, además, en Estación Castro, don Raúl J. Guerra criaba ganado de lidia, sin estar afiliado a la Asociación de Criadores.

Eso daba la oportunidad a los prácticos de obtener con relativa facilidad ganado para sus festivales. Y surgieron nombres como los de Jorge López Yáñez, Ramón Morales, el citado Jesús Gómez Medina, Jesús Ramírez Gámez El Abogao, Adolfo de la Serna El Botas, Rubén Ortega, Felipe Reynoso Jiménez, Manuel de Alba de Anda, Roberto Gómez El Loco, Javier Maceira o Felipe Ávila. Los tres últimos nombrados vistieron el terno de luces y alguno de ellos llegó a actuar en la Plaza México.

Los festivales de aficionados prácticos

Las finalidades de esos festivales de aficionados prácticos eran diversas, desde el mero esparcimiento hasta intento de satisfacer causas mejores. Así, se organizaban a beneficio de la Ciudad de los Niños que intentaba poner en pie el Padre Toño; o a favor de las campañas de Desayunos Escolares que entregaba la esposa del gobernador de turno; a favor de alguna de las campañas de las candidatas a Reina de la Feria de San Marcos o de la Cruz Roja. Y los organizaban clubes como el Monjes o el 20 – 30, los estudiantes del entonces Instituto de Ciencias, los colegios de profesionales, o los aficionados individualmente. De lo que se trataba era de no quedarse sin toros y de matar el gusanillo de la afición.

Y la afición acudía a la plaza y al reclamo de aquellos que en el día a día atendían pacientes en un consultorio, publicaban en los diarios noticias que eran leídas por muchos, se encargaban de obras, atendían negocios de índole diversa o defendían causas en los tribunales. Quizás en algunos casos los asistentes iban a la plaza con la curiosidad de ver qué le podían hacer a los novillos o vacas que les tocarían en suerte o en otros, ya enterados de sus habilidades, a apreciar lo que sabían que les podían hacer.

La realidad de esos momentos, es que el grueso de la actividad de la fiesta, descansaba sobre los hombros de esos aficionados prácticos.

Don Humberto Luis Elizondo Garza

Quizás resultó largo el prolegómeno, pero esto no pretende ser una semblanza al uso de un hombre que ha sido un destacado y reconocido aficionado a los toros aquí en Aguascalientes. Estimo necesario entender el tiempo en el que generó su afición, para comprender la importancia que representa hoy en día su presencia y ausencia en las plazas y en los distintos medios en los que se tratan temas relacionados con la fiesta.

Don Humberto realizó estudios en la Escuela Bancaria y Comercial de la capital mexicana y posteriormente se afincó en Aguascalientes donde formó una familia y se dedicó a negocios relacionados con la industria automotriz. Pronto estableció lazos de amistad estrecha con el doctor Alfonso Pérez Romo y con don Julio Díaz Torre. El vehículo de esa amistad fue precisamente la mutua afición por la fiesta de los toros.

Guillermo Gonzalez Muñoz, Humberto Elizondo
y Alfonso Perez Romo Cª 1955

Como lo relata don Jesús Gómez Medina, don Humberto llevó su afición más allá de la mera presencia en el tendido. Su presencia en esos festivales de aficionados prácticos era más que frecuente. Y al decir del doctor Pérez Romo, en ellos se lidiaban novillos ya hechos. En particular, ese de 1955, en el que alternaron con Gabriel Arellano Guerra, Guillermo González Muñoz y Rafael Rodríguez, el ganado fue bastante serio.

Asiduo concurrente a nuestras plazas, en la Monumental tenía fijo su asiento de palco, en tanto que, en los últimos años en la San Marcos, formaba, en las barreras de sombra, en la séptima fila, a la izquierda del palco de la autoridad, tertulia con su hijo Gerardo – casado con una hija de Rafael Rodríguez –, el arquitecto Jesús Rangel y el ingeniero Rafael de los Reyes, siempre con su ocote encendido y dispuesto a disfrutar de su tarde de toros.

Don Humberto siempre fue reconocido como un aficionado serio y cabal. Tanto así que, en muchos de los certámenes organizados aquí en Aguascalientes para premiar triunfadores, tanto en la Feria de San Marcos, como en otros ciclos o festejos sueltos, era convocado como Presidente del jurado respectivo. Su imparcialidad y ecuanimidad eran proverbiales y tenía la facilidad de llevar a buen puerto las decisiones de esos grupos, tan complicados de poner de acuerdo, por su propia naturaleza.

El pasado 29 de agosto don Humberto se adelantó haciendo el paseíllo final. La afición de Aguascalientes ha perdido uno de sus baluartes. Con estas líneas intento reconocer su trayectoria como aficionado recto y cabal. Que en descanse en paz y que su familia logre superar su partida.