domingo, 28 de octubre de 2012

En el centenario de José Alameda (X)


Alameda antes de Alameda (IX)

José Alameda con el Arq. Juan Sordo Madaleno
ganadero de Xajay
En esta oportunidad seleccioné la crónica de la novillada celebrada en El Toreo el domingo 20 de agosto de 1944 en la que para lidiar novillos de Ajuluapan (5) y Sayavedra (6º), alternaron Félix Briones, Leopoldo Gamboa y el debutante Raúl Iglesias, porque veo que en ella el joven Alameda destaca los valores del conocimiento y dominio del oficio en el torero, sobre el hecho de hilvanar una faena a partir de una sucesión de lances o de pases más o menos ligados. Bajo el título de Buen debut de Raúl Iglesias, y todavía firmando como Carlos Fernández – Valdemoro, podremos encontrar en esta remembranza, una buena loa al toreo que se hace a partir de conocer las condiciones de los toros y los terrenos que los toreros deben ocupar. La crónica apareció publicada en el número 92 de La Lidia, el viernes 25 de agosto de 1944:
El domingo pasado, hizo su presentación en “El Toreo” un novillero al que yo quisiera ver torear de nuevo. Es Raúl Iglesias, muchacho que tuvo un debut afortunado y desafortunado a la vez. Afortunado, porque alcanzó un buen éxito. Desafortunado, porque ese éxito no es nada para el que hubiera podido alcanzar, de haber lidiado novillos propios para el triunfo… Cuando se dio suelta al tercero, Raúl Iglesias fue a buscarlo a terreno comprometido, cerca de tablas y delante de los chiqueros, donde los toros “pesan” siempre mucho. Al verlo, pensé que acaso el muchacho – principiante, al fin y al cabo – desconocía la importancia de lo que estaba haciendo. Pero pronto me convencí de lo contrario. Raúl sabía muy bien el terreno que pisaba, sólo qué, confiando en su arte, contaba con salir airoso. Y así fue. Dio varias verónicas con un arte, una soltura y una serenidad verdaderamente poco comunes. Pero hizo muy mal en darlas allí, porque hay que rehuir las dificultades innecesarias. Los buenos lances de Raúl hubieran resultado mejores en cualquier terreno donde el enemigo no lo asediase como en tal sitio lo asedió. Cuando el diestro – que realmente lo es – se disponía a rematar al novillo, de un derrote le arrebató el engaño. Pero Raúl no se descompuso y salió sin apuros del trance, mientras el público le ovacionaba… Muleteó extraordinariamente bien a ese novillo, dándole primero una serie de ayudados por bajo, templadísimos. Comenzó en el tercio y fue ganando terreno hacia los medios, siempre animado por los aplausos. Irguióse luego para dar cuatro muletazos, altos y de pecho, los que ejecutó manteniendo las piernas firmes, ligeramente abiertas para encontrar buen sustento en la arena, y llevando al novillo toreado con naturalidad, sin efectismos, en forma clásica y seria. Luego, viendo ya más agotado al novillo, lo toreó por delante, cerca de tablas, muy seguro, muy sereno y muy hábil, sin que al aludir a su habilidad quiera yo insinuar que usase de ilícitos recursos. Muy por lo contrario, demostró que pueden conocerse los secretos del toreo, sin que ello traiga como consecuencias la adquisición de viciosas mañas, pues también el toreo eficaz tiene reglas de buen arte, que los toreros con “escuela” como Raúl Iglesias, conocen y aplican. Hubiera sido bueno que lo viesen los principiantes envejecidos, que antes de conocer la ley, conocen ya la trampa… Entró Raúl a matar estando el toro con la penca del rabo en las tablas y formando con ellas un ángulo agudo, es decir con la posición requerida para lo que “Paquiro” llamaba el “volapié mejor”, distinguido del que se practica en otros terrenos, por sus mayores dificultades. Y aunque Raúl no se reuniera a la perfección, ni diese a la muerte cualidades notables, me interesa señalar la forma y el lugar en que la hizo, porque eso contribuye a acentuar su carácter de torero propenso a lo clásico y notoriamente difícil. Dejó en esa forma, media estocada que, por resultar algo contraria, no dio fin al novillo. Y esto produjo la mala consecuencia de que el astado, dolido al acero, empezaba a encogerse. Lo hizo visiblemente cuando Iglesias entró por segunda vez. Pero el espada se dio cuenta enseguida, no obstante lo cual, le costó trabajo matarlo, porque el novillo casi retrocedió al sentirse herido. Raúl lo toreó entonces de nuevo, por bajo y por delante, con severa maestría, nada aparatosa, ni efectista, pero rara y, por ello, muy estimable en un principiante. Después, le metió el brazo con gran habilidad, haciéndolo todo él, y dejó una corta desprendida, que refrendó un descabello a la primera… Se le ovacionó con fuerza y él se “recetó” la vuelta al ruedo. Pero el público no se lo tomó a mal. Al contrario, redobló la ovación… En sexto lugar salió un novillo castaño bragado, de Ajuluapan, que parecía embestir con cierta alegría, pero que era terciado en exceso. Y como, a causa de ello fuera protestado por el público, le sustituyó un manso de Sayavedra, que se quedaba en el centro de la suerte y tiraba peligrosos derrotes altos. Fue un novillo dificilísimo, que hubiese puesto en amargos trances más de un matador de toros. Raúl lo toreó sin perder la serenidad y lo mató con decoro, comportándose en todo momento como un torero auténtico… Sería muy interesante verlo ante novillos de buenas condiciones, para saber lo que da de sí y hasta donde llegan las cualidades de lidiador enterado y con buen estilo que demostró poseer sin duda de ningún género… El primer espada, Félix Briones, recibió al novillo que abrió plaza con un lance a pies juntos, suave y ceñido. El público acompasó el movimiento del torero con un “olé” estentóreo. Pero, enseguida, el astado se quedó. Y aunque Briones, muy valiente, lo obligó a pasar y le dio otra buena verónica y un ceñido recorte, no alcanzó la cosa el elevado tono que hacía presumir el primer lance. Tomó el novillo la primera vara y Félix, aún más valiente que en la ocasión anterior, hizo un quite por chicuelinas apretadísimas, que le valió una ovación. Y como el astado rehusase después la pelea con los montados, la autoridad dio orden de que se le retirase al corral. Al sustituto le veroniqueó Briones también con mucho valor y, luego, al hacer el primer quite por orticinas, – que han vuelto a estar en boga desde que Luis Procuna las resucitó en la corrida de la Oreja de Oro – resultó cogido y aparatosamente volteado. Se levantó y quiso repetir los lances, demostrando con ello más carácter que malicia, pues el novillo no era ciertamente propio para tales adornos… En la segunda vara, derribó el de Ajuluapan, y como el picador cayese al descubierto, Manuel Gómez Blanco “Yucateco” metió el capote y se llevó al toro. Y aunque parezca mentira, cierta parte del público se lo premió con una rechifla. El “Yucateco”, sorprendido y disgustado – no era para menos – explicó por señas que no podía dejarse al picador a merced del toro. Y es que no cabe ni en cabeza de baturro que se abronque a un torero por hacerle un quite oportuno a un compañero en peligro. Sin embargo, hay gentes que creen que el quite no consiste en librar a caballo y caballero del riesgo inminente, sin en dar lances de adorno, vengan o no al caso. Que el dios Tauro los perdone… A la muerte llegó el novillo con acusada querencia hacia las tablas, y aún más allá de ellas. Y saltó al callejón, cuando Félix brindaba ya su muerte. Estaba el novillo decidido a evitarla y apenas lo sacaban de entre barreras, volvía a internarse. Abrieron por fin los monosabios la puerta del callejón que está ante la puerta de cuadrillas y allí se quedó aquerenciado el toro. Félix Briones hizo cuanto pudo para sacarlo, y aprovechó una arrancada para sacarlo hacia las afueras, logrando dejar una estocada un tanto pasada. Saltó el novillo, ya herido, al callejón y allí murió, mientras el público premiaba la voluntad y la decisión de Félix con nutridos aplausos… Al cuarto lo veroniqueó también Briones con sobra de valor, aguantando con singular entereza de ánimo sus violentas arrancadas y toreó después, en el primer quite, por gaoneras, con ajuste y temple, siendo ovacionado en las dos ocasiones… Con la muleta dio algunos pases de costado y por alto, y otros al natural, siempre cerca y empeñoso, aunque sin que hubiera ligazón en la faena por el agotamiento del enemigo. Cuando trasteaba por bajo, muy cerca de las astas, fue prendido y aparatosamente volteado. Pero se levantó indemne y acabó con el novillo de un pinchazo en hueso y una entera perpendicular… A Leopoldo Gamboa le correspondió en primer lugar un novillo berrendo en cárdeno, que estaba ligeramente resentido de la pata derecha. Gamboa, que no se acomodó al veroniquear, logró en el primer quite dos gaoneras muy ceñidas, que tuvieron como continuación unos lances por la cara, destinados a poner al toro en suerte… También este novillo manifestó acusada querencia hacia las tablas, por lo cual resultó sorprendente la decisión del “Chato” Guzmán de banderillearlo al sesgo por dentro, en forma que hacía inevitable que el novillo lo achuchara al seguir su querencia. El “Güero” Merino, a continuación, le enseñó la forma justa de banderillear a ese toro, que era exactamente la contraria, es decir, al sesgo por fuera. Y si el novillo achuchó también al “Güero”, al perseguirlo, fue porque el banderillero le llegó mucho, comprometiéndose con ello, pero no por haber cometido un error… Gamboa, acertadamente, dio tablas al enemigo y lo muleteó por bajo. Es decir, le hizo la faena adecuada, en la que, de haber puesto un poco más de decisión, hubiese alcanzado el éxito que su buena orientación merecía. Entró a matar al hilo de las tablas, dejando una estocada trasera, y, cuando intentaba el descabello, el toro se echó… El quinto que tenía sentido, le dio a Gamboa un achuchón verdaderamente asustante cuando el muchacho intentaba el primer pase. Esto desconcertó al torero que, al volver a citar, vio venir al novillo sobre sí y le soltó la muleta en la cara. En vista de lo cual, decidió entrar a matar inmediatamente, cosa que desagradó al público, aunque Gamboa no pudo estar más afortunado en su empeño, pues agarró una corta en todo lo alto, que terminó con sus tribulaciones… No hubo “séptimo toro”. Gracias Joaquín Guerra.     
Los espadas del cartel

Félix Briones (Foto: Manolo Saucedo
cortesía burladerodos.com)
Félix Briones, nativo de Monterrey tomó la alternativa en la plaza Coliseo de su ciudad natal el 24 de noviembre de 1946, siendo su padrino Lorenzo Garza, en corrida de mano a mano con el toro Reinero de la ganadería del propio Lorenzo Garza. Confirmó en la Plaza México el 29 de diciembre de 1946, llevando como padrino de nuevo a Lorenzo Garza y de testigo a Jaime Marco El Choni, siéndole cedido el toro Huerfanito de Zotoluca. Falleció el 11 de julio de 2011.

Raúl Iglesias, de San Luis Potosí, es el único torero mexicano que ha recibido la alternativa en la plaza de toros de Vista Alegre, la Chata de Carabanchel, Madrid, el 11 de julio de 1954. Le apadrinó Jaime Malaver, y fungió como testigo Enrique Vera, en la cesión del toro Ruiseñor de José Carvajal González. Falleció el 6 de abril de 2011.

A Leopoldo Gamboa ya se los había presentado en algún capítulo anterior de esta serie.

Necesaria Aclaracion: Los resaltados en el texto de la crónica transcrita, son imputables exclusivamente a este amanuense.

domingo, 21 de octubre de 2012

20/X/1907: Litri corta la primera oreja en El Toreo de La Condesa

Miguel Báez Litri
Litografía de La Lidia

La plaza de toros que pasaría a la historia como El Toreo de La Condesa y que en sus inicios se anunció como Plaza de Toros de El Toreo S.A. se inauguró el 22 de septiembre de 1907 – asunto del que ya me había ocupado por aquí  –, iniciando así lo que sería la temporada 1907 – 1908 de la capital mexicana. No obstante que en ese momento había tres cosos taurinos en el lugar, solamente funcionaría el nuevo escenario, pues la de Chapultepec sería demolida ese mismo año y la Plaza México de la Calzada de La Piedad, que todavía a principios de ese mismo año fue el escenario de la temporada de toros, según Lauro Rosell, fue arrendada por los empresarios del escenario recién puesto en funcionamiento para evitar una no deseada competencia.

La temporada constó de veintidós corridas de toros y una novillada y se verificó entre la fecha de inauguración de la plaza y el 23 de febrero de 1908, ofreciéndose a la afición un número similar de festejos al que se había dado el ciclo anterior en la cerrada Plaza México, aumentado en éste, en una corrida de toros.

Entre los diestros más destacados que conformaron el elenco de esa temporada se contaron José Clarós Pepete, Vicente Segura, Antonio Moreno Moreno de Alcalá, Antonio Guerrero Guerrerito, Enrique Vargas Minuto, Ángel Carmona Camisero, Manuel Lara Jerezano y la Cuadrilla Juvenil Mexicana de Saturnino Frutos Ojitos que tenía como principal atractivo a Rodolfo Gaona. Estos y otros toreros lidiaron toros de Piedras Negras, Tepeyahualco, San Nicolás Peralta, Santín, San Diego de los Padres, entre los nacionales y españoles de Arribas Hermanos, Felipe de Pablo Romero, Pablo Benjumea y Pérez de la Concha.

La tercera corrida de la temporada se celebraría el domingo 20 de octubre de 1907. Se anunciaba un encierro de Piedras Negras para Miguel Báez Litri, que originario de Huelva, había recibido la alternativa en Sevilla en 1894 de manos de Bonarillo y ese mismo año la confirmó en Madrid, llevando como padrino a Guerrita. El segundo espada era José Pascual Olmos Valenciano, alternativado por Bombita en Valencia en 1903 y confirmado en Madrid por Jerezano. Cerraba la combinación Fermín Muñoz Corchaíto, quien recibió la alternativa en Madrid de manos de Vicente Pastor, apenas el mes de septiembre anterior al festejo que nos ocupa.

Fermín Muñoz Corchaíto
Cortesía: Tendido Diez
Litri se presentaba en la temporada, en tanto que Valenciano y Corchaíto reaparecían en lo que era la plaza más grande de América y gozaban ya de un importante cartel, tanto, que tras de Pepete, el diestro de la capital del Turia fue el que más corridas sumó en la temporada y el del Viso de los Pedroches fue en el escalafón del ciclo, el cuarto, tras del pachuqueño Vicente Segura.

Hasta este festejo, no se había premiado con apéndices la labor de ningún diestro de los que habían actuado en la nueva plaza. Encontré en la hemeroteca dos relaciones de los hechos sucedidos. La que hace Clarín en el diario La Iberia de la Ciudad de México, en su edición del 22 de octubre de 1907, refiere expresamente la concesión de la oreja a Litri tras la lidia del cuarto de la tarde y otra a Valenciano tras terminar al quinto. La contenida en La Patria firmada por Aficionado en el mismo lugar y fecha, no refiere la concesión de apéndices.

La relación de La Iberia es la siguiente:
La noticia de que volverían a torear «Corchaíto» y «Valenciano», despertó gran entusiasmo entre los aficionados; lo que unido a que se lidiaron toros de Piedras Negras, ganadería que no ha perdido su cartel a pesar del mal juego que dieron en la temporada pasada, hizo que viésemos los tendidos henchidos de gente… El ganado estuvo bien presentado, de bonita lámina y un poco tardos; el sexto tuvo que ser devuelto al corral, siendo substituido por un negro listón el que aparentemente cinco veces fue picado, aunque en realidad solo fue una, con todo y eso se dio el toque de banderillas, sucediendo que el toro no prestándose a la suerte brincó al callejón poniendo en grave peligro al «Marinero» que saltó antes que él; por fin fue retirado a petición del público… Entre los picadores mencionaremos a «Agujetas» y a «Chanito» por su amor propio… De los peones se distinguieron en la brega «Pulga de Triana», «Marinero» y «Cepillero» y con los palos «Pulga» y «Marinero»… Los matadores se portaron con bastante valor y tuvieron ganas de agradar. El «Litri», que nos fue presentado el domingo es un torero de bastante arrojo, que se distingue sobre todo en la hora suprema y en la manera de tirarse. Al primero después de una faena bastante aceptable lo despachó, entrando a volapié, de una estocada algo tendida y un descabello al segundo intento. (Aplausos). Al cuarto toro lo saludó con unas verónicas, con la muleta tuvo una buena faena, dio una estocada hasta la empuñadura, siendo enganchado al mismo tiempo, con gran alarma del público, levantándose enseguida sin novedad para encararse otra vez con su adversario el que cayó sin necesidad de puntilla; recibiendo entonces «Litri» la ovación de la tarde concediéndole la oreja… El «Valenciano» se portó con valor y buena voluntad, al segundo le paró los pies con dos verónicas y tres lances de frente y por detrás estando a punto de sufrir un percance después, con gran valentía lo despachó de un pinchazo, una media y un descabello a pulso, (aplausos)… En el quinto, «Valenciano» tomó los palos y colocó un magnífico par al cambio, (ovación), entra después y puso uno de frente, superior… A la hora de matar, después de varios pases altos sufre la rotura de la taleguilla y un pinchazo, vuelve a entrar muy limpio y dio un buen volapié, siendo ovacionado calurosamente, concediéndosele la oreja… «Corchaíto» estuvo trabajador y empeñoso, a su primero, o sea al tercero, lo veroniqueó, siguiendo con un farol, una navarra y varios recortes que entusiasmaron; tomó los palos y dio un cambio algo trasero y un buen par al cuarteo. Con los trastos hizo una buena faena, sobresaliendo un pase de pecho arrodillándose; perfilándose bien dio una estocada algo baja, siendo muy aplaudido por su faena… Al último toro, «Corchaíto» lo pasó de muleta junto a las tablas y al tirarse fue enganchado y volteado sin consecuencias, volvió a tirarse dando una estocada, terminando con un descabello… En general el público se mostró satisfecho con la corrida, pues gracias a la labor del «Valenciano» y «Corchaíto», se ha levantado la temporada actual.
Así lo refiere La Patria:
«Litri», «Valenciano» y «Corchaíto», dos viejos y concienzudos toreros y un joven fogoso, lleno de alegría y ávido de aplausos, llenaron el cartel del último domingo, estoqueando seis toros de Piedras Negras en la Plaza de «El Toreo»… La corrida nada tuvo que envidiar a las que en otra temporada torearon Fuentes, «Bombita» y otras celebridades, pues hubo lances de capa superiores, banderillas como las de «Valenciano», colocadas con todas las reglas del arte y estocadas superiores como las del viejo «Valenciano», que salió enganchado aparatosamente, pero que despachó a sus enemigos, tirándose como sólo ha podido hacerlo el gran Montes… A «Corchaíto» le vimos dar una estocada buena, entrando con tal denuedo, que recibió un terrible golpe en el pecho, el que, por fortuna, no tuvo consecuencias… En resumen, la corrida fue del agrado del público y los tres matadores confirmaron su cartel, dejando gratísima impresión… De la próxima lidia, daremos crónica detallada.
El Toreo de La Condesa
Como se puede ver, llama la atención a ambos escribidores la experiencia de Litri y Valenciano contra la juventud de Corchaíto, sin pensar siquiera en el final de sus historias. Litri sería la cabeza de una afamada dinastía de tres generaciones de matadores de toros; Corchaíto tendría un triste final entre las astas de los toros siete años después de esta corrida y el único que tendría un final más o menos sin sobresaltos, sería Valenciano, que falleció en su tierra, en 1943, a los 70 años de edad.

domingo, 14 de octubre de 2012

Cuando el sol sale de noche. Antonio Velázquez y la Oreja de Oro de 1945

Portada de La Lidia del 9 de marzo de 1945,
Velázquez y la Oreja de Oro

Antonio Velázquez, que había sido un destacadísimo peón de brega en la cuadrilla de Luis Castro El Soldado y que también, vestido de plata, apoyó los inicios de las carreras de Calesero y Carlos Arruza, debutó como novillero el 19 de junio de 1942, alternando con Antonio Toscano y Luis Briones para lidiar un encierro de Piedras Negras. Su faena al novillo Quitasol le representa su primer triunfo y salida en hombros del viejo Toreo de la capital mexicana. En esa campaña sumaría ocho fechas más, cerrando su temporada en el festejo de la Oreja de Plata el domingo 8 de noviembre, cuando ante novillos de Zacatepec, se disputaron el trofeo Conchita Cintrón a caballo, Rafael Osorno, Luis Procuna, Tacho Campos y el propio Velázquez, que con su faena a Muñeco, se llevó a casa el argentino trofeo.

Recibió la alternativa el 31 de enero de 1943, una fecha que ha quedado inscrita con letras de oro en la historia mexicana de la tauromaquia, pues en ella, Fermín Espinosa Armillita, con el testimonio de Silverio Pérez, hizo matador de toros a Antonio. Los toros fueron de Pastejé, ganadería que se presentaba en el Toreo de la Condesa. Al final, Velázquez naufragó con Andaluz, número 44 y con Jareto, número 19 y la fecha sería recordada por las memorables faenas de Armillita a Clarinero y la del Faraón de Texcoco a Tanguito, dos de las grandes obras de la historia reciente del toreo en México.

La poca fortuna de Antonio Velázquez la tarde de su alternativa le llevó poco menos que al paro. Nadie dudaba de sus aptitudes como torero, ni de su entrega en el ruedo, pero el recuerdo de una tarde que tuvo todo para ser memorable – el toro de su alternativa fue considerado el toro de la temporada – reducida a una mera efeméride, pesó mucho en contra del torero de León de los Aldamas. Así lo contó el torero a José Alameda:
Me iba – cuenta – a la calle de Bolívar – entonces tan taurina –, estacionaba mi coche  junto a la banqueta y me colocaba con la espalda a la pared, en la fachada del restaurante La Flor de México. Allí, permanecía una hora y más hablando con los taurinos, dejándome ver de ellos. Pero no entraba, porque tenía coche, pero no tenía para café...
Antonio Velázquez recibiendo la Oreja de Oro del
empresario Joaquín Guerra (Foto: La Lidia)
La temporada 1944 – 45 representó para nuestra afición el retorno de los toreros españoles después de casi una década de ausencia. Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez, Joaquín Rodríguez Cagancho y Rafael Ortega Gallito fueron algunos de los notables embajadores que vinieron de allende el mar a restablecer el intercambio entre nuestras torerías, lo que dio un nuevo aire a la temporada invernal en el coso de La Condesa y también estableció un interés distinto a la corrida de la Oreja de Oro que, a beneficio de la Unión Mexicana de Matadores, se organizaba cerca del final de la temporada.

El cartel que se propuso inicialmente para ese festejo, a celebrarse la noche del miércoles 28 de febrero de 1945, se formaba con un encierro de Torreón de Cañas, propiedad de don Rafael Gurza, para David Liceaga, Cagancho, El Soldado, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Luis Procuna. La víspera de la corrida, se anunció que Liceaga no podría actuar por enfermedad, por lo que se citó a Arturo Álvarez Vizcaíno y Antonio Velázquez a la Unión de Matadores y allí lanzando una moneda al aire – tirando un volado diríamos aquí – se decidió quién sustituiría a David. Velázquez resultó el afortunado.

El Editorial de La Lidia del 9 de marzo de 1945, un algo más de una semana después del festejo, reflexiona lo siguiente:
Antonio Velázquez tomó la alternativa prematuramente; cuando recibió el espaldarazo, no sumaba quince actuaciones como matador de novillos… En la temporada organizada por la Empresa “La Lidia” S. de R.L., fue el triunfador indiscutible… A pesar de ello, en la presente temporada 1944 – 1945, injustificadamente se le dejó parado y ya sin esperanzas de tomar parte en la presente serie de corridas, por mero accidente y en sustitución del pundonoroso diestro David Liceaga, que por enfermedad no pudo actuar en la corrida de la Oreja de Oro, salió a nuestro coso máximo, con una gran responsabilidad y con toros que no presentaban ninguna garantía, sin entrenamiento y al lado de los ases de la torería; pero imponiéndose a la adversidad y a su destino, triunfó clamorosamente, ganado la codiciada oreja de oro…
El quinto toro de esa corrida fue el número 11, Cortesano, negro y fue el que le permitió a Antonio Velázquez salir del anonimato y a partir de allí constituirse en una legítima figura del toreo. La actuación de quien a partir de esta fecha sería llamado Antonio Corazón de León fue vista de esta manera por don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, en su relación publicada el 9 de marzo de 1945 en el número 118 de La Lidia:
…Antonio Velázquez, de manera inesperada, después de haber permanecido ausente de nuestro coso durante toda la temporada hasta esta noche, quedó incluido en el cartel sustituyendo a David Liceaga, e indudablemente que fue para este humilde torero nuestro un triunfo clamoroso, habiendo dado lidia completísima al burel que le correspondió; lidia llena, de principio a fin, de auténtico torerismo, de ese torerismo en que por igual se manifiestan el valor atesorado, cimiento básico del triunfo, como los recursos y amplio conocimiento del oficio para vencer cualesquiera escollo de que está llena tan riesgosa profesión… El triunfo de Velázquez no fue de aquellos en que el toro por inmejorables cualidades de bravura y nobleza más que un enemigo del lidiador se convierte en franco y definitivo colaborador en muchas ocasiones con porcentaje de superioridad. El burel que correspondió a Velázquez fue bravo, ¡qué duda cabe!, pero no con la bravura fácil tan codiciada por quienes sólo eso saben aprovechar, sino con aquella que tantos fracasos ocasiona a quienes no alcanzan a entenderla y mucho menos a domeñarla. Para ello se necesita un corazón bien templado, afición efectiva, pundonor profesional y demás cualidades capaces de formar el conjunto armónico que determine el derecho de llamarse torero. Y Antonio Velázquez, en esta oportunidad que la casualidad le deparó, dejó demostrado, al jugarse la vida en cada momento de su hazaña completísima, que posee en superlativo grado todas esas cualidades tan raras de reunir… ¡ASÍ SE TRIUNFA, AQUÍ Y EN CUALQUIER PARTE. TOREANDO CON EL CAPOTE, PONIENDO BANDERILLAS, CUAJANDO LO QUE SE LLAMA UNA FAENA Y ESTOQUEANDO CON EL CORAZÓN! La oreja de oro fue para él, naturalmente; pero más que este poco significativo galardón, lo que debe enorgullecerlo, lo que debe llenarlo de satisfacción, es el delirio que supo hacer estallar, las cinco vueltas al ruedo que ganara a ley y la manifestación popular que todavía el domingo 4 de marzo se le patentizó en el tendido antes de dar principio la corrida, repitiéndose varias veces durante su desarrollo. ¡SALVE, TORERO!...
La otra crónica de la corrida, que es ya un clásico del género, es la que publicó El Tío Carlos al día siguiente del festejo en el diario El Universal. De ella, por su sentido valor literario, extraigo lo siguiente:
Antonio Velázquez, Corazón de León: ¡Qué hombrada la tuya, anoche, en esa corrida de la Oreja de Oro! Como hombre triunfaste en una lucha de entrega absoluta, completa, total. Una lucha rebelde contra tu propio, adverso destino de los últimos años; una lucha noble y viril sostenida con tu propio alternante en quites – El Soldado – en cuya cuadrilla militaste como peón de brega; una lucha torera con tu enemigo, fuerte, encastado, difícil, una artística lucha bizarra contra los otros cinco maestros que aspiraban al premio de la Oreja de oro. Qué hazaña la tuya de recia y cabal varonía… ¡Antonio Corazón de León!... y triunfaste como mexicano. Mexicano del Bajío que vale decir castellano de México. Echaste tu vida a un albur de triunfar y créeme que hubo momento en que tuve la duda de si eras un ranchero con la frazada en la izquierda y el machete en la diestra, peleando en la noche tu vida y tu honra… Porque entre el revuelo agitado del trapo y los rápidos fulgores del estoque y en el jadeo de la lucha, yo creí oír una ronca voz que cantaba el viejo canto viril: Sí me han de matar mañana, que me maten de una vez… Y era tu voz… ¡Antonio Corazón de León!... No recuerdo ninguna otra Oreja de Oro ganada tan legítimamente en una sola faena… No evoco otras lágrimas de torero tan sinceras, tan justas, tan emocionadas como las tuyas en esos minutos de ayer… ¡Qué hombre, qué torero, que mexicano eres!... ¡Antonio Corazón de León!...
Ambas relaciones, cada una con el sello personal de su autor reflejan, sin duda, el emotivo momento que se vivió esa noche en El Toreo, cuando un torero que se pensaba desahuciado para esto, salió, diría Carmelita Madrazo, a dejarse matar con tal de salir de la plaza triunfante. Y es que Antonio Velázquez sabía bien lo que era estar en el dique seco.

Un mes después del festejo, Antonio Velázquez reflexionaba lo siguiente acerca del triunfo conseguido, en entrevista que concedió a Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes para el semanario La Lidia:
¿Qué impresiones dejó en usted la obtención de este último galardón?
Ya puede suponerse cuán variadas y qué profundas fueron. Primero, estar sin haber toreado en “El Toreo” en mucho tiempo y no tener esperanzas de hacerlo. Después, la oportunidad que se presenta por enfermedad de David Liceaga; salir avante de todas las dificultades y ganar la inclusión en el cartel mediante un “volado”… Llegué a la plaza lleno de voluntad, con una confianza enorme en el triunfo, no obstante verme entre todas las figuras de la temporada, tanto españoles como mexicanos. Cuando tocó mi turno, y después del quinto muletazo, no puedo recordar ya con precisión. Solamente conservo memoria de un gigantesco rumor que me rodeaba, del aliento húmedo del toro que mojaba mi rostro y del sabor de las lágrimas que corrían por mis mejillas… Reaccioné al tirarme a matar. Fue un instante en el que pasó por mi mente la historia de mi vida, y después… tomó forma ese inmenso rumor, convirtiéndose en una delirante ovación, volvieron a aparecer ante mis ojos la plaza y el público; era como si hubiera despertado súbitamente de un sueño, en el cual, sin embargo, estuve perfectamente consciente de lo que hacía al lidiar a mi enemigo, aunque todo lo demás desapareció para mí… Momentos más tarde tenía entre mis manos el estuche que contenía la Oreja de Oro…
Antonio Velázquez
Antonio Velázquez no dejaría el sitio de figura del toreo que de manera legítima conquistó esa noche hasta el final de sus días. El 1º de mayo de 1969, en la Plaza El Paseo – Fermín Rivera de San Luis Potosí, corta dos orejas al cuarto toro de los de Santa Marta lidiados esa tarde, que fue la de la alternativa de Mario Sevilla hijo, cerrando la terna Curro Rivera. Esta fue la última vez que Antonio Velázquez mató un toro vestido de luces.

El 15 de octubre de ese 1969, mostraba a sus amistades la casa que logró arrancar de los morrillos de los toros y como la obra estaba en proceso, tropezó con una varilla y cayó al vacío, logrando el piso de la calle lo que los toros no pudieron: Terminar con su vida.

En el 43º aniversario del óbito del gran torero de León, Guanajuato, le recuerdo en su despegue hacia la cima.

domingo, 7 de octubre de 2012

Mariano Ramos. Torero


Es mi palabra escritura y es mi lema la bravura,
soy de mi tierra el que guarda la tradición y el honor.
Soy el charro mexicano, noble, valiente y leal…


La primera actividad de Mariano Ramos en un redondel fue relacionada con la charrería. Él y su familia eran charros mexicanos, de esos de los que Jorge Negrete cantaba que eran nobles, valientes y leales… y que según el mismo cantar, vestían trajes alamarados con botonadura de oro y espuelas de Amozoc… En ese ambiente de la charrería es seguro que aprendió el manejo del ganado y también pudo relacionarse con otro torero que al igual que él, primero aprendió a florear la reata, a hacer manganas a pie y a caballo y a ejecutar todas esas suertes, que al decir de Alameda, de ser utilidad – para el manejo del ganado en el campo, en este caso –, se volvieron juego. Me refiero a Joselito Huerta, figura en los ruedos del toreo y también en los del aquí llamado deporte nacional.

Considero que esa proximidad con El León de Tetela facilitó a Mariano Ramos el acercarse al ganadero Agustín Chávez Magallón, titular del hierro de Ibarra – y suegro de Huerta –, en donde aprende el toreo enfrentándose a una gran cantidad de vacas de retienta. Ante esa clase de ganado, evidentemente, la tauromaquia que desarrollará será sobria, dominadora y de un gran entendimiento de las condiciones de los toros; lo accesorio tendrá poco espacio o ninguno en su andar por los ruedos.

Esa formación la va a completar en el rastro – matadero – que había en Ferrería en la Ciudad de México, al que fueron a parar casi todas las vacas de la ganadería de La Punta, cuando sus potreros tuvieron que ser evacuados a causa de una reforma agraria mal aplicada y entendida a principios de la década de los setenta del pasado siglo. Allí se relaciona con el inefable Rafael Herrerías, quien tenía alguna función administrativa en el lugar y es precisamente con Mariano Ramos con quien comienza a frecuentar los callejones de las plazas y a introducirse en el taurineo.

Su presentación como novillero fue el 21 de febrero de 1970 y llega a la Plaza México el 25 de julio del año siguiente, alternando con los hidrocálidos Arturo Magaña y Mauricio Lavat. Esa tarde corta la oreja de Auditor el sexto de los de la Viuda de Emilio Fernández corridos ese domingo. La temporada de 1971 en la capital mexicana constaría de veintidós festejos y tuvo también como atractivos a Luis Procuna hijo, Rafael Gil Rafaelillo, José Antonio Gaona y Curro Leal. Mariano toreó nueve novilladas en el ciclo, cortó siete orejas y se llevó el Estoque de Plata en el festejo de triunfadores celebrado el día 31 de octubre, tras cortar las dos orejas de Agricultor de La Laguna.

En Aguascalientes le vimos por primera vez el día 10 de octubre de ese 1971. Don Guillermo González Muñoz le anunció con un encierro de don Ezequiel Gutiérrez, de origen Parladé vía La Punta y Matancillas, que enfrentaría alternando con Arturo Magaña y Luis Procuna hijo. La tarde fue lluviosa y la asistencia al coso de la calle de la Democracia escasa, pero lo visto allí nos dejó claro que estábamos enfrente de un torero de esos que surgen muy de cuando en cuando. Así le vio Everardo Brand Partida, en esos días, encargado de la información taurina en el diario El Sol del Centro:
   
Magaña, Ramos y Procuna, orejeados… No pudo ser más satisfactorio el resultado – en el aspecto artístico – de la primera novillada de la temporada 1971 – 72 que se dio ayer en el Coso San Marcos en cuyo ruedo cosecharon sendos triunfos el hidrocálido Arturo Magaña, Luis Procuna hijo y Mariano Ramos quienes desorejaron a los corridos en primero, sexto y séptimo lugar, respectivamente... el tendido cálido registró una entrada bastante aceptable y en sombra, los aficionados, los auténticos taurinos, dieron fe de los triunfos de Magaña, Ramos y Procuna que se las vieron con un encierro de don Ezequiel Gutiérrez, bravo en términos generales, peleando bien con los de a caballo y permitiendo el lucimiento de los espadas, quienes fueron paseados en hombros de los eufóricos aficionados al término de la novillada... UN TORERO DIFERENTE, CON MUCHO MANDO Y CLASE ES MARIANO RAMOS... Mucho se había dicho del muchacho, que se reveló en la actual temporada chica capitalina y ayer justificó ante el público de Aguascalientes, el por qué llegó a esta plaza precedido de tales triunfos... En efecto, Mariano Ramos, pese a su corta edad y al poco tiempo que tiene en las filas de la novillería mexicana, demostró que es un torero diferente, muy poderoso, con mucho mando, y si bien los dos primeros adversarios – en la lidia ordinaria – no le dieron margen para el éxito, con el séptimo, de regalo, armó la escandalera... El novillo no era propiamente una “perita en dulce” ya que llegó al tercio final reservón y desarrollando sentido, pero Mariano, con ese valor y ese poderío muleteril, fue mostrando el camino a seguir al astado, exponiendo enormidades y haciendo el toreo de verdad, sin ventajas y sin adelantar en lo absoluto el engaño... Mariano daba la impresión de un torero español, que jamás cita adelantando el engaño, empero sin torear exclusivamente con la muñeca, en sí, que aguantaba a pies juntos la embestida del burel, al que luego llevaba bien acompañado trazando con su muleta la dimensión del pase, surgiendo una faena que mantuvo al público de pie y entregado plenamente a la clase y torerismo de Ramos, que finalizó con tres cuartos en buen sitio, para que doblara el séptimo y último de la tarde, y con ello el triunfo del muchacho, que recibió la oreja de su enemigo... Los tres espadas fueron paseados en hombros de los aficionados, a esas alturas eufóricos, por el resultado de este primer festejo de la temporada 1971 – 72, que se inició con el mejor de los éxitos...
Como podemos deducir de lo reseñado, desde sus inicios, Mariano Ramos fue fiel a una manera de hacer el toreo, que era la de poderle a los toros, dominarlos y así hacerles el toreo. Como decía hace unos párrafos, lo accesorio no le venía; pareciera que no lo necesitaba para expresarse en el ruedo, pues esa tauromaquia en cierto modo parca pero efectiva le hacía llegar a los tendidos y encontrarse en el ánimo de la afición.

Mariano Ramos
Recibió la alternativa en Irapuato, el 20 de noviembre de ese mismo año de 1971, de manos de Manolo Martínez, que le cedió al toro Campanero de Santacilia, en presencia de Francisco Rivera Paquirri. Confirmaría en la Plaza México el 5 de diciembre siguiente, con el mismo padrino, pero con Antonio Lomelín de testigo y el toro de la ceremonia fue Antequerano de Tequisquiapan. Su confirmación en Las Ventas se celebró el 18 de mayo de 1974, cuando Curro Romero le cedió al toro Fusilillo de Baltasar Ibán, nuevamente en presencia de Paquirri.

Su historia en la Plaza México está marcada por tres grandes faenas. La primera es la del toro Abarrotero de José Julián Llaguno, al que indultó el 6 de enero de 1974, cuando alternaba con Manolo Martínez y Manzanares padre; la segunda, el 9 de febrero de 1975, cuando alternando con Manolo Cortés y Curro Rivera, cortó el rabo a Azucarero de Tequisquiapan y la que quizás se estime como su más grande obra en ese ruedo y una de las faenas más destacadas de la historia de esa plaza de toros, la que realizara el 21 de marzo de 1982 al toro Timbalero de Piedras Negras, al que, con saldo de una sola oreja, realizó una faena en la que exclusivamente lidiando – entendida esa lidia como lid, dice Daniel Medina de la Serna – dominó a un toro de esos que se diría en términos comunes que no sirven, pero que al torero – charro le fue útil para escalar lo que quizás fue la cumbre de su paso por los ruedos.

En Aguascalientes, el 2 de mayo de 1993 realiza una de las faenas más importantes realizadas en la historia de la Plaza Monumental al toro Tocayo de Javier Garfias, el que es indultado – un indulto serio y merecido – en lo que quizás constituye también uno de los momentos más altos de su historia en su paso por las plazas de nuestra ciudad.

Conchita Cintrón escribió acerca de Mariano:

Hace años hubo una tarde histórica, en Sevilla, en la cual realizó Mariano Ramos una faena cumbre… Yo tengo dos horas disponibles para describir lo que realizó y no me es posible hacerlo… pues la expresión artística, cuando se revela en toda su plenitud, es tan rica en matices como difícil de analizar… Todo arte se resume en belleza, aunque no todo lo bello se considera arte. El arte, diría yo, nace del propósito de expresar belleza; de la necesidad imperiosa de comunicar un mundo interior, incompatible con las limitaciones impuestas con lo mortal… Por existir belleza sin arte puede haber interpretaciones con momentos hermosos que no llegan a ser expresión artística. Son actuaciones superficiales que, en los toros, incitan al aplauso entusiasmado del aficionado popular que grita, gesticula, y se preocupa muchísimo por la actitud de la presidencia… pero en cambio, a su lado, nunca faltará gente más exigente (¿o será más sensible?) totalmente al margen de la algarabía del tendido. Son personas que esperan algo más profundo de los toros… Aguardan ese momento que nos ofreció ahora Mariano Ramos; ese momento sublime en que el artista de elección, expresando una emoción que le rebasa el alma, le revela en el espectáculo grandioso el encuentro del hombre con la eternidad…
Antier dejó esta tierra Mariano Ramos, un torero que siguiendo el cantar de Jorge Negrete, fue ejemplo sin reproche o desdoro, de la noble tradición…,  de los hombres de a caballo de este país, pero también de aquellos que vestidos de seda y oro, de su tierra guardan la tradición y el honor… Creo que el juicio que hará la historia de su trayectoria será favorable, porque si algo siempre le distinguió, fue su honradez en el ruedo. Descanse en paz.

Aclaración pertinente: Los resaltados en los textos transcritos, son imputables exclusivamente a este amanuense.