domingo, 26 de febrero de 2012

En el centenario de José Alameda (II)


Alameda antes de Alameda (I)

José Alameda (Cª 1980)
José Alameda cubrió la temporada de novilladas de 1944 para el semanario mexicano La Lidia y en el mismo, fueron las únicas colaboraciones periódicas suyas que he podido localizar. Las firmó utilizando su nombre civil, abreviado, es decir, como Carlos Fernández – Valdemoro, al igual que ese ensayo titulado Disposición a la Muerte, que al final del mismo calendario vería la luz en la revista literaria El Hijo Pródigo, dirigida por Xavier Villaurrutia.

La que hoy les presento, es la del festejo que inauguró la temporada en El Toreo el domingo 11 de junio de 1944. Novillos de La Laguna para un ya veterano Julián Pastor, Nacho Pérez y Arturo Fregoso. Salió publicada en el número 82 de La Lidia, el viernes 16 de junio de 1944 y se tituló La primera novillada, haciendo alusión a que se trataba del festejo inaugural de la serie y en ella, Alameda exhibe ya un estilo didáctico y por lo mismo diáfano, que permite aún a casi siete décadas de distancia, percibir la realidad de lo sucedido en la tarde que nos relata. Aquí el cuerpo de la narración:

Un nuevo piloto. El viaje a España de Tono Algara dejó al frente de la empresa “Espectáculos El Toreo” S.A. a don Joaquín Guerra. Y las circunstancias le obligaron a entrar en funciones antes de lo que él esperaba. Este hombre, a despecho de su apellido, tan actual por cierto, es fundamentalmente pacífico. Yo siempre lo he visto con la sonrisa en los labios. Pero no hay que fiarse de las circunstancias. Porque no es Joaquín Guerra de los que retroceden ante los problemas. Muy por lo contrario, los ataca siempre de frente y logra mancornarlos, reducirlos y vencerlos. Lo que pasa es que lo hace sin violencia, como esos lidiadores finos que para poder con el toro no necesitan descomponerse. Ahí está la prueba. No hubo obras en la plaza de “El Toreo” y urgía pues, reanudar en ella las actividades. El tiempo se venía encima. Pero Joaquín Guerra no lo dejó pasar, sino que le salió al encuentro y estampó en los muros de la Capital su primer cartel. Lo hizo más pronto de lo que muchos esperaban. Y, aunque para ello hubo de afrontar dificultades, no perdió su eterna sonrisa de hombre simpático, de hombre que para vencer empieza por convencer. Vaya desde aquí nuestra sincera felicitación al amigo en quien tanto valen el gesto cordial como las decisiones prontas.
El animoso Julián Pastor. A la cabeza de ese primer cartel organizado por el gerente accidental, figuraba Julián Pastor, un torero cuya experiencia profesional le permite encontrar siempre recursos para resolver, por uno u otro procedimiento, las dificultades que en la lidia surgen.
Lances a la verónica de gran valentía y chicuelinas ceñidísimas con las que se lució en el primer tercio del toro que abrió plaza, lo hicieron desde luego entrar por el camino del éxito. Y en él supo mantenerse por el transcurso de la corrida.
Diligente y sin titubeos, como corresponde a su experiencia, muleteó a ese primer novillo, que achuchaba por el lado derecho. Y aunque, a causa de ello, estuvo dos veces en peligro, no se descompuso. E inclusive logró pases lucidos, entre los cuales destacaron algunos derechazos y un lasernista sobremanera ceñido.
Cuando terminó con el astado de una contraria ligeramente trasera y media tendida, se le tributó una calurosa ovación, cuyo tono rebajó él mismo al aventurarse a dar una vuelta al ruedo.
Comportándose siempre como lidiador avisado, se apresuró a lancear al cuarto, antes de que éste pudiera desarrollar las tendencias poco tranquilizadoras que no tardó en descubrir. Lo hizo con verónicas a pies juntos, pegándose hábilmente a los costillares. Y así logró esquivar las dificultades que el toro presentaba. “Avería” se llamaba el novillo y a punto estuvo de causarle una “ídem” a Julián Pastor durante la faena de muleta, pues se quedaba en el centro de la suerte, bajo el engaño. Y además, ya avanzada la faena, comenzó a gazapear, sin que por ello se privase de algunas arrancadas imprevistas, en una de las cuales estuvo a punto de llevarse por delante al diestro. Fue el novillo más difícil del encierro. Pero Julián no perdió la serenidad y tras de doblarlo por bajo, con valentía y conocimiento de causa, lo mató de una estocada desprendida. Y tornó a ser ovacionado.
Al margen de las depuraciones de estilo, que no van con su temperamento, es Julián Pastor un torero consciente, seguro y valeroso, cualidades que justifican la simpatía que despierta en el público.
El afortunado Nacho Pérez. En Nacho Pérez creímos advertir notables progresos. Así lo estimó también el público, que siguió con interés toda su actuación. Cierto es que le cupo en suerte el mejor lote. Pero también es verdad que supo sacarle partido.
Con el segundo de la tarde ejecutó algunos magníficos pases de costado, que dieron emoción a la faena ya desde su fase inicial. Además se enteró muy bien de lo que era el toro. Y, advirtiendo su franca embestida por el lado izquierdo, pasóse la muleta a la zurda y así ligó varios pases que se le jalearon. Los hizo con limpieza y seguridad. Pero yo me atrevería a aconsejarle que no echase la espada por delante para ayudarse con ella y que se cruzase más con el toro, para no hacer la suerte lo que se llama “al hilo”, sino más enfrentado con su enemigo. Esto, desde luego, entraña mayores dificultades, pero también dota a las suertes de más emoción y autenticidad. Los que sí ejecutó muy bien fueron los ayudados por alto, algunos de ellos magníficos de aguante, temple y valor, a los que agregó otros de costadillo igualmente meritorios. Todo lo cual compuso una faena variada, interesante y emotiva, que entusiasmó al gentío. Y cuando Nacho le dio fin con un pinchazo hondo, media un tanto contraria y un descabello a la primera, fue obligado a dar la vuelta al ruedo.
Con el quinto estuvo igualmente bien. Hubo en su faena algunos derechazos que provocaron entusiasmo y pases por alto de tan buena calidad como los que ejecutó en el toro anterior. Algunos muletazos giratorios – de especie fronteriza, entre lasernistas y molinetes – le resultaron magníficos por lo precisos y ceñidos. Entre los aplausos con que se premiaba su faena, surgió una voz que, refiriéndose al terno de Nacho, un vestido verde y oro, propiedad de Silverio, gritó: “¡Ese traje me lo pongo yo!” Aquella voz aludía a la influencia de Silverio, atribuida al traje, pero que a Nacho le llega por más profundos caminos, pues la lleva en la sangre. Es una influencia muy ostensible, y donde más se notó fue en un quite por chicuelinas a su primer toro. Un quite “silverista” puro. Y como tal, ovacionado.
El impasible Fregoso. Arturo Fregoso es un torero muy sereno. Acaso demasiado. Porque la tranquilidad en un lidiador vale mucho, pero cuando se extrema, se convierte fácilmente en frialdad.
Sólo en una ocasión se le encendió la sangre. Fue cuando su primer toro, al que había dado tres apretadísimas chicuelinas, lo prendió por una pierna y lo hizo salir por la cola, en limpia voltereta. Se levantó entonces y fuése al toro a cuerpo limpio para desafiarlo, pegándole con la mano en el testuz. Tras de lo cual volvió a ejecutar chicuelinas como las anteriores.
Pero luego volvió a enfriarse. Y muleteó sin inquietud, pero sin brío al novillo, que tenía una tendencia poco grata a derrotar alto. Y la verdad es que Fregoso no se asustaba de los derrotes, pero tampoco se encorajinaba como hubiera sido necesario para buscarle al toro una pelea eficaz.
En el sexto, apunto algún buen lance a la verónica e hizo un quite por faroles verdaderamente magnífico. Fueron faroles como aquellos con los que sorprendió y entusiasmó el año pasado. Tan templados y rítmicos, que logró transformar esa suerte de mero adorno en algo positivamente emocionante.
Esperábamos que siguiese igual de torero con la muleta. Pero cuando iba a iniciar su faena, saltó al ruedo un espontáneo que entre carrera y carrera, logró un buen pase de rodillas y otro de pecho. Cuando se retiró y mientras el público estaba distraído pidiendo que no lo encarcelasen, comenzó a muletear Fregoso, que naturalmente encontró al toro en el estado de incertidumbre a que da siempre lugar el barullo ocasionado por los espontáneos. Sin embargo, poco a poco Arturo se fue acomodando con el novillo y aunque hizo un trasteo desligado, logró pases de muy buena calidad, especialmente los que ejecutó por alto en la parte final del trasteo. Pero estuvo muy desafortunado con la espada, como lo había estado en el toro anterior. Y el público comenzó a invadir el ruedo. Esto dificultó enormemente la labor del diestro, al que la autoridad tocó los dos avisos, sin tener en cuenta que el tiempo no puede computarse lo mismo cuando un torero lidia en condiciones normales que cuando lo hace impedido por una verdadera invasión popular de la arena.
De los toros y de la manera de castigarlos. De La Laguna vino un encierro parejo y terciado. Flojos en su pele con los caballos, los novillos fueron, sin embargo, dóciles para los toreros, si se exceptúan el tercero y el cuarto, cuyos defectos puntualicé más arriba. El que reveló más casta y empuje fue el sexto, que se creció al pegarle muy fuerte “Limber”, ese eficaz varilarguero que suele picar contra todas las reglas del arte, tapándole la salida al toro al irse con el caballo hacia las afueras. ¿Sería inoportuno señalarle que la salida que debe tomarse es precisamente la contraria? Porque no basta con pegarle al toro. Hay que pegarle como es debido.

Julián Pastor había debutado en El Toreo el 6 de junio de 1927, fue compañero de quinta de Fermín Espinosa Armillita, Alberto Balderas, Heriberto García, José González Carnicerito, Esteban García y José El Negro Muñoz entre otros; Nacho Pérez - hermano del Faraón Silverio - hizo lo propio el 31 de agosto de 1941 y algunos de sus compañeros de generación fueron Luis Procuna, Félix Guzmán, Pepe Luis Vázquez - mexicano -, Carlos Vera Cañitas y Manuel Gutiérrez Espartero, en tanto que Arturo Fregoso lo había hecho el 30 de mayo del año anterior, siendo parte de un grupo integrado entre otros por Antonio Toscano, Paco Rodríguez, Félix Briones y Tacho Campos. De la terna, solamente regresaría a El Toreo en esta temporada Nacho Pérez y al final de sus carreras, ninguno de los tres recibiría la alternativa.

domingo, 19 de febrero de 2012

17 de febrero de 1946: Manolete, Pepe Luis y Procuna. Platino, Cazador y Cilindrero


A la memoria de don Isidoro Cárdenas Carranza, gran amigo y aficionado a esta fiesta, en su día corresponsal de los semanarios Dígame y El Mundo de los Toros, quien falleciera hace unos minutos.

Las tormentosas vísperas

El Toreo de la Condesa
La 19ª corrida de la temporada 1945 – 46 en El Toreo de la Condesa estuvo a punto de no celebrarse. Tres días antes se había efectuado allí mismo la corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros – fue la corrida en que Armillita ganó la Rosa Guadalupana y de la gran faena de Pepín Martín Vázquez con Caribeño de Xajay – y el Monstruo de Córdoba se cayó del cartel alegando el agravamiento de una lesión muscular que venía padeciendo desde el mes de enero anterior – no obstante el 5 de febrero actuó en la inauguración de la Plaza México – y le sustituyó en la ocasión Gitanillo de Triana. La Unión de Matadores que lideraba Luciano Contreras no se quedó conforme con el parte facultativo presentado por Manolete y decidió suspenderle en sus derechos sindicales por dos años, quedando el torero impedido en consecuencia, para actuar en todas las plazas mexicanas por ese lapso de tiempo. Una información aparecida al respecto en el diario El Informador de Guadalajara, el 15 de febrero de ese año, dice lo que sigue:

La Unión de Matadores de Toros, del cual es Secretario Luciano Contreras, anunció un veto a Manolete, por dos años para no torear en plazas mexicanas. La determinación de la Unión, obedece por no haber toreado hoy el diestro cordobés estando anunciado, pretextando estar enfermo, pero los médicos que lo reconocieron dictaminaron que estaba bien. Esto viene a suspender la corrida “mano a mano” que estaba anunciada para el sábado próximo en la Plaza México con Silverio Pérez. Se dice también que el cordobés está siendo atacado por un diestro mexicano, que hace labor subterránea en contra de él.

Manolete triunfante el El Toreo
El resultado del veto que Luciano Contreras y sus huestes intentaron imponer, resultó en la fundación de una nueva Unión Mexicana de Matadores de Toros, presidida por Armillita y a la que se afiliaron también David Liceaga, Jesús Solórzano, Silverio Pérez, Calesero, Juan Silveti, Heriberto García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Fermín Rivera, El Soldado, Cañitas, Carlos Arruza y Gregorio García entre los mexicanos más notables y por los hispanos el propio Manolete, Pepe Luis Vázquez, Manolo Escudero, Gitanillo de Triana, Pepín Martín Vázquez y Angelete, quedándose en la anterior solamente Cagancho y éste, por breve tiempo.

Creo que no es necesario decir, que ni el mano a mano del sábado 16 de febrero entre Manolete y Silverio Pérez en la Plaza México – fue la tarde del Faraón con Barba Azul de Torrecilla – ni la corrida del día siguiente en El Toreo, sufrieron contratiempo alguno.

La apoteosis en El Toreo

La empresa dirigida por Tono Algara anunció un encierro de Coaxamalucan, ganadería tlaxcalteca dirigida por los hermanos Felipe y Darío González. Eran seis toros que por su orden se llamaron Tilapo, Cazador, Cilindrero, Platino, Troyano y Abanico. Seis toros que, de acuerdo con la crónica de Francisco Montes en el número 168 de La Lidia, aparecido el 22 de febrero de ese año:

…Así es como se demuestra la categoría de ganadero de reses bravas, enviando astados que lo sean de verdad y es como se gana la predilección de la afición. Fueron sencillamente magníficos cinco de los bureles de Coaxamalucan habiendo llegado tres de ellos al destazadero sin apéndices, además de que uno de ellos fue paseado en torno del redondel como premio a su bravura, compartiendo el premio el ganadero, que en medio de los tres espadas dio la vuelta al anillo…

Manolete salió con la parroquia en su contra. Algún efecto surtió la campaña que en los días previos iniciara Luciano Contreras, más con su actuación esta tarde pudo resarcir las pérdidas que ello le pudo causar. La gran faena vino con el cuarto de la corrida, Platino, número 264, de pelaje sardo, entresacando de la crónica antes referida lo siguiente:

…inició su portentosa faena con tres pases ayudados por alto, estatuarios, en los que se pasó entero al burel y después del tercero, recibió un fuerte palotazo… pero imponiéndose a éste… se irguió como un genio que es del toreo y ligó seis derechazos de portento, de prodigioso temple y mando… ligándolos en redondo… derechazos que fueron la mecha que prendió la locura en los tendidos… siguió con tres manoletinas… y para poner fin a su portentosa faena ligó tres naturales  que ahí quedan en el ruedo de El Toreo de México como modelo de bien torear… entró a matar muy derecho y ejecutando la suerte a la perfección, dejó una estocada en buen sitio, se precipitó porque el toro no doblaba con rapidez y descabelló al segundo empujón… La plaza era un manicomio, veintidós mil pañuelos pedían también la pata…

Pepe Luis Vázquez
Pepe Luis Vázquez tuvo esta tarde lo que a mi juicio resulta ser quizás la tarde más redonda en su paso por los ruedos mexicanos. Fue ante Cazador, segundo de la tarde, número 275 y El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada escribió en el número 169 de La Lidia, del 1 de marzo siguiente, lo que sigue:

…Hagamos caso omiso de las excelencias de su toreo de capa, cada vez creciendo en ligazón, en gracia, en sabor, para seguir batiendo palmas de entusiasmo a la esencia pura, al clasicismo sin par de su primer faena, preciosa, valiente, segura, sin un solo lunar, en la que lo mismo lucieron los pases naturales armoniosos, ligados con los incomparables de pecho, perfectos, largos, impecables, que todos los de otra índole como complemento de belleza a lo ya por sí mismo intensamente bello…

Luis Procuna a su vez tuvo su gran momento de la tarde con el tercero, Cilindrero, número 278, toro que le dio la ocasión de mostrar su especial tauromaquia y de ejecutar el toreo por alto que tanto le distinguiera. De la ya citada crónica de Francisco Montes, extraigo lo que sigue:

…el torero de San Juan ligó tres faroles de magnífica ejecución y artística rebolera… tomó los palos y después de un vistoso galleo, dejó un palo… cerró el tercio uno de sus peones… Brindó a David Liceaga y principió con pases de tanteo para luego estirarse con tres de costado… luego ligó tres derechazos extraordinarios, dos afarolados artísticos y plenos de gracia, dos derechazos en que aguantó enormidades… luego con el toro en los medios ligó naturales magníficos… y entró a matar dejando media en todo lo alto para tumbar patas arriba al bravo ‘Cilindrero’…
Luis Procuna
El Toreo de la Condesa vivía su última temporada. Durante cuatro décadas fue la principal plaza de toros de la capital mexicana y ante la puesta en funcionamiento de la Plaza México, que le duplicaba en capacidad, sus días estaban contados. Durante el último año de funcionamiento de El Toreo y primero de La México, no se puede hablar de una real competencia entre ambos escenarios, básicamente por el número de festejos que en una y otra plaza se dieron y en menor medida, porque en el nuevo coso, aún se trabajaba para terminar detalles que lo dejarían en condiciones óptimas de funcionamiento, no obstante esto, la tarde que hoy les recuerdo, debió ser una de las más grandes en la historia de la plaza que se despedía, más que nada, por lo redonda que resultó, pues todo salió bien. Se hizo presente el seguro azar del toreo, que diría José Alameda.

El festejo al final, admite, a 66 años vista, el certero y breve resumen de El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:

Toros y toreros, conjuntamente, nos proporcionaron el placer incomparable de presenciar una verdadera corrida de toros…

Placer incomparable sin duda y en estos tiempos que corren, cada día más escaso…

domingo, 12 de febrero de 2012

12 de febrero de 1967: Manolo Martínez confirma su alternativa en la Plaza México


Mondeño cediendo los trastos a
Manolo Martínez
Desde el 7 de noviembre de 1965, día en el que Lorenzo Garza le hiciera matador de toros en la Plaza Monumental Monterrey, Manolo Martínez se había vestido de luces en 32 ocasiones y en ellas, tuvo la ocasión de compartir carteles con toreros de tres edades distintas del toreo, pues pudo atestiguar el glorioso ocaso de las grandes figuras de nuestra Edad de Oro, como lo fueron su padrino de alternativa y Alfonso Ramírez, Calesero. También alternó con varios toreros de la Edad de Plata mexicana, como el valentísimo Antonio Velázquez, el Maestro Jesús Córdoba y el fino muletero Humberto Moro, además de tener en ese lapso de tiempo su primer encuentro con Manuel Capetillo, torero con el que dirimiría el liderazgo de su escalafón y la definición de la etapa histórica de nuestra fiesta que estaba por venir.

En ese mismo lapso de tiempo – quince meses – también tuvo sus primeras actuaciones en plazas del extranjero, específicamente en la ecuatoriana de Ambato y en el Nuevo Circo de Caracas y esos viajes le permitieron, junto con su presencia en El Toreo de Cuatro Caminos, compartir carteles con diestros que tenían importante presencia en plazas españolas por esas fechas como Antonio Ordóñez, José Fuentes, Paco Pallarés, Palomo Linares, Andrés Hernando o César Girón. Todo esto me deja claro que el confirmante de hace 45 años no era precisamente un indocumentado y que tenía las credenciales necesarias para comparecer en la plaza más grande del mundo.

La tarde de la confirmación

Para esa quinta corrida de la temporada 1967, Ángel Vázquez, el encargado de la empresa, había conformado un cartel con toros de Mimiahuápam, propiedad entonces de don Luis Barroso Barona, para Juan García, Mondeño, Mauro Liceaga y el invocado Manolo Martínez. Los toros llevaron nombres alusivos al Cid Campeador y el festejo sería presidido por don Jacobo Pérez Verdía, notable jurista y como dijera Lumbrera Chico, en su día juez de plaza de carrera que no requirió de alternantes en el palco de la autoridad.

Al final de cuentas el encierro no fue uno de esos que resultan redondos para su criador, pues de los seis toros, de acuerdo con las relaciones del festejo, solamente un par de ellos dieron opciones a sus matadores. El primero de la tarde, el de la confirmación de Manolo Martínez, se llamó El Cid y recojo de la crónica de Rafaelillo, de la agencia noticiosa AEE, publicada en el diario El Informador de Guadalajara, lo que sigue:

Su tarde de presentación como matador en la plaza más grande del mundo ha sido un éxito, a pesar de que el juez Jacobo Pérez Verdía le negó por egoísmo, la oreja del bicho de la alternativa, que merecía. Vaya con esos cambiadores de suertes que sólo conceden apéndices y con profusión, a los niños consentidos de la empresa, como Capetillo, pero que niegan todo estímulo a los nuevos valores… “El Cid” de 444 kilos, abre plaza. Es un toro con mucho trapío y velocidad. Manolo lo detiene y le dibuja tres verónicas preciosas y luego hace un triple remate con salero en los medios. Su quite por chicuelinas no se pierde de vista. La faena sí es digna de una consagración. “Mondeño” le ha confirmado la alternativa y Martínez inicia el trasteo con dos trincherazos y otros dos tantos pases de la firma que continúa con seis derechazos de mando imperial.
Pase de pecho, una serie de naturales y doblón producen lluvia de sombreros, y otra tanda de derechazos, ahora con los pies juntos, precede a un espléndido cambio. Una lozanía gallarda llega como un aire de renovación en la muleta aristocrática del joven neoleonés y el público lo siente así. Sus remates – porque este jovencito lo remata todo – poseen colorido. Los pases, por bien templados que sean no pueden vivir por sí solos, tienen que constituir para su cabal valer artístico, conjuntos coordinados cuyo término sea mandón y determinante. Es el punto final de cada encuentro entre matador y adversario donde se sabe quién de los dos domina al otro.
Cuando es el torero quien huye, el toro ha tenido más poder, pero cuando el matador sale paso a paso, mirando a la gente y el burel queda parado, embebido, quieto, es el hombre que ha podido más que la bestia. 
Aquí es donde puede valorizarse el toreo de Manolo Martínez. Esto es lo que le consagra, y lo que el juez no sabe ver porque le falta, ciertamente, la sensibilidad requerida para degustar la fiesta de los toros…

Manolo Martínez, al natural
Me llama la atención de la relación que hace Rafaelillo el hecho de que repare en situaciones como las de que las series de muletazos queden debidamente rematadas y por otra parte, que el torero logre, al final de su faena, tener dominado al toro. Por eso me parece fundada hasta cierto punto la crítica que hace al Juez de Plaza – Presidente – por negar la oreja pedida a Manolo Martínez, dado que, al parecer, la obra fue completa y su única mácula fue un pinchazo señalado en lo alto.

El resultado del festejo, de acuerdo con la crónica citada, fue el de que Manolo Martínez dio la vuelta al ruedo en sus dos toros; Mauro Liceaga hizo lo propio en el primero de su lote y Mondeño fue pitado en el suyo.

Algunas consecuencias de la temporada 67

Creo que sería válido considerar que es precisamente en 1967 cuando se inicia un relevo generacional en la fiesta mexicana. En ese año confirmaron su alternativa en la Plaza México, aparte de Manolo Martínez toreros como Jesús Delgadillo El Estudiante, Alfonso Ramírez Calesero Chico, Raúl Contreras Finito y Jesús Solórzano hijo. Aparte, la recibió – no en la México – Eloy Cavazos y ya estaba velando sus armas para hacer campaña como novillero, Curro Rivera, que completaría la terna que encabezaría los destinos de nuestra torería los siguientes tres lustros.

En el caso personal de Manolo Martínez implicaría el inicio primero, de una temporada que terminaría la noche del 8 de abril de ese mismo año, con la obtención del Estoque de Oro que prácticamente le arrebató a Finito de las manos con su faena a Catrín del Ingeniero Mariano Ramírez y en segundo lugar, el inicio de una relación a veces tormentosa con la afición de la capital mexicana, que a la vuelta de casi dieciocho años y mil trescientas once corridas toreadas, le deja como el torero que más tardes ha actuado en la Plaza México y que como matador de toros, más rabos ha cortado en ella.

Sobre un torero de dinastía

Mauro Liceaga (Foto: Lyn Sherwood)
Quiero hacer una breve remembranza de la actuación de Mauro Liceaga, el testigo de la ceremonia de confirmación. Miembro de una extensa dinastía, es quizás junto con David, con Anselmo y con la promesa rota que representó Eduardo, el torero de su casa que más alto escaló. Ese domingo de 1967 intentaba recuperar el terreno perdido después de una cornada sufrida en Monterrey en 1964 y en esa tarde parecía estar en el camino correcto. Después, la vida y los toros dejaron ver que no estaba llamado a ser una gran figura del toreo, pero sí uno de esos toreros que deben ser recordados y tenidos en cuenta para entender la grandeza de esto.

Traigo esto a su atención, porque de la crónica de la tarde que hoy rememoro, me llamó la atención lo siguiente:




Las verónicas habían emocionado y cuando hace un quite con farol de rodillas, otro de pie, tres gaoneras entre los pitones, inmóvil como estatua y lo remata con revolera, la plaza entera se acuerda de que el toreo con el percal es parte esencial de una fiesta necesitada ahora de variedad. Mauro Liceaga trae esa variedad. Domina los tres tercios y con la muleta tiene repertorio: no se limita a derechazos y naturales con monótona y desesperante exclusividad. Su faena a “Vencedor” es de un diestro enterado… por la calidad de lo hecho, por el dominio, y de acuerdo con lo incierto de la lidia que el toro desarrolla, Mauro Liceaga merece un largo aplauso... ¡Ah! Pero con la muleta Mauro se enfrenta a un burel que mueve la cornalona cabeza con peligrosidad impresionante. Lo recoge en los tercios con cuatro doblones rodilla en tierra – que son de cuadro y de escuela – y clavado en el mismo sitio obliga imperativamente a la loca cabeza a ahormarse en cinco derechazos y pase de la firma, todo ello en un solo marco, en un terreno estricto, como un grande de la fiesta. Hay más toreo de suprema calidad, lidia excelente que pocos le agradecen y un cierto y definitivo dominio hasta lograr que el intolerable adversario se vuelva colaborador...

Dejó claro Mauro que lleva el toreo en la cabeza y la escuela que es signo de los de su dinastía. Por ello mi recuerdo para él en este breve espacio.

Apostilla final

Así fue la tarde de un domingo como este de hace 45 años. Un domingo en el que se comenzó a definir el devenir de la fiesta de este lado del mar y en el que se comenzó a escribir una historia de la que muchos creen que es un signo de grandeza, en tanto que otros consideran que es el inicio de una decadencia que continúa en estas fechas.

La realidad es que el advenimiento de una gran figura del toreo nunca está exento de controversia y el caso de Manolo Martínez no sería la excepción. Lo único en lo que creo que puede haber unanimidad, es en el hecho de que fue su calidad torera, su empaque en el ruedo, su gran carácter y su innegable personalidad lo que lo llevaron a las alturas que escaló y que a la vuelta de casi 16 años de su partida definitiva, sigue siendo la vara de medir de lo que aquí sucede en las cosas de los toros.

domingo, 5 de febrero de 2012

5 de febrero de 1973: Triunfo y escándalo en Aguascalientes. Manolo Martínez y Palomo Linares


Al delinear la personalidad y la actividad de Guillermo González Muñoz como empresario de las plazas de Aguascalientes, señalaba que a pesar de que inició el proceso que terminó por reducir la actividad taurina de nuestra ciudad al lapso temporal de la Feria de San Marcos, tuvo la creatividad para procurar a la afición de su tierra carteles con atractivo, procurando aprovechar los huecos que quedaban en las agendas de las exclusivas de las figuras con empresas que regentaban plazas de mayor capacidad, propiciando verdaderos acontecimientos como el que me motiva a escribir estos recuerdos.

El ambiente previo

El día 5 de febrero, aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917 hasta hace pocos años era feriado – hoy el feriado se ha recorrido al lunes siguiente – y por ello, era una fecha en la que se celebraban festejos taurinos a lo largo y ancho del territorio nacional. En 1973 nuestra Plaza de Toros San Marcos fue escenario de un festejo que tras concluir, quedaría en la historia del coso, un mano a mano entre Manolo Martínez y Sebastián Palomo Linares, para lidiar toros de Suárez del Real

Los dos toreros venían precedidos de notables actuaciones. Manolo Martínez era el triunfador de las últimas ediciones de la Feria de San Marcos y el domingo anterior, en la despedida de Joselito Huerta, en la Plaza México, realizó una faena de gran calado a un toro de José Julián Llaguno, en tanto que Palomo Linares todavía venía con el sambenito del rabo cortado en el San Isidro anterior en la Plaza de Las Ventas. La nota previa al festejo, publicada por Everardo Brand Partida en el diario El Sol del Centro del día de la corrida, recoge entre otras cuestiones lo siguiente:

Se ha dicho que un mano a mano debe tener una justificación, y esta es precisamente la que consideró el empresario Guillermo González para montarlo, al reanudar su temporada, confrontar a los dos toreros que más interesan, que más despiertan las pasiones entre el público, y estos son los de México, Manolo Martínez y de España, Sebastián Palomo “Linares”... Este torero, cabe así señalarlo, está en deuda con la afición hidrocálida, le debe una tarde. Aún recordamos aquellas declaraciones vertidas hace un año, en vísperas de su confrontación con Eloy Cavazos, en el mismo ruedo de la San Marcos. Sebastián dijo a EL SOL: “A la Sevilla de México, a Aguascalientes, vengo a dar la tarde, vengo por un triunfo grande”... Si bien Palomo “Linares” estuvo en plan grande aquella tarde, especialmente con su quinto enemigo al que toreó superiormente y mató mucho mejor, entregándose como los buenos, no logró redondear el triunfo que esperaba en la “Sevilla de México”, como es considerada Aguascalientes en la Madre Patria... ¿Será esta la tarde que Sebastián adeuda a la afición hidrocálida? Pues sinceramente así lo esperamos, ya que el público disfrutará en grande viendo torear a los ases de las barajas taurinas de aquí y de allá...

La corrida estaba sujeta a grandes esperanzas de la crítica y de la afición y aunque su desenlace sería agridulce, se puede considerar que terminó por responder al interés que despertó, aunque en los tendidos numerados no se reflejara en su totalidad ese interés, puesto que si bien recuerdo que las localidades generales lucían repletas, las de mayor precio ostentaban evidentes claros.

El triunfo… y el escándalo

Manolo Martínez vistió de negro y oro, en tanto que Palomo Linares lo hizo de negro y plata. No recuerdo quién ofició como sobresaliente, pero casi creo que fue el trianero Armando Mora. La corrida fue presidida por don Jesús Gómez Medina, que por esas calendas se tomaba un tiempo sabático en su tribuna de El Sol del Centro, para dedicarse a intentar conducir los festejos taurinos desde el palco de la autoridad en la Plaza de San Marcos. El encierro de Suárez del Real fue justo de presencia, acusando su procedencia de Jesús Cabrera y en términos generales dirían las crónicas, se dejó hacer, tanto así, que Manolo Martínez le cortó las orejas al primero y al quinto y perdió quizás el rabo del tercero por fallar con la espada y Palomo Linares pudo brillar a altas cotas, de no ser por lo que enseguida veremos.

La crónica de Everardo Brand Partida relata lo siguiente respecto del triunfo de Manolo Martínez:

“Caramelo”, fue el primero de la tarde... y el diestro de Monterrey se enfrenta con su enemigo, que cambia totalmente de lidia, ya que se fue p’arriba, embistiendo suavemente y con nobleza, y estas condiciones son aprovechadas extraordinariamente por el diestro regiomontano, para instrumentar una faena “de las suyas”, toreando con suavidad con una pasmosa lentitud que entusiasmaron a los tendidos. Los pases circulares, con el sello de Martínez, fueron surgiendo uno tras otro, los ayudados, en redondo y por abajo, fueron subiendo de tono, y el público estaba con el torero, que se crecía a cada muletazo… El toreo al natural de Manolo fue paladeado por el cotarro y los pases de extraordinaria magnitud surgían, y las series perfectamente rematadas con los pases del desdén y los forzados de pecho hicieron vibrar a la plaza hasta sus cimientos. Un estoconazo en todo lo alto, coronó esa faena, conquistando el de Monterrey las dos orejas de su enemigo... Tras de la bronca de Palomo Linares con el cuarto de la tarde, Manolo Martínez se enfrentó a “Velador”, un toro al que le sacó gran partido... Afloró el temple y la maestría de Manolo, su clase de excelso muletero y brilló en toda su intensidad el toreo derechista e izquierdista, los pases del desdén, “la regiomontana” y “el martinete”, no a toro parado, sino ante un socio que le embestía y que daba la sensación de peligro, pero éste desaparecía, ya que frente al bicho se encontraba un torero de pies a cabeza, bordando una faena que difícilmente será olvidada por cuantos la presenciamos. Manolo necesitó de un pinchazo y una estocada en bastante buen sitio para dar muerte al quinto de la tarde, del que recibió las dos orejas, con las que recorrió, hasta en otras tantas ocasiones, el anillo del Coso San Marcos… 

Por su parte, su apreciación de lo medular en la actuación de Palomo Linares es como sigue:

Sebastián Palomo fracasó, cabe la apreciación, hasta en su intento de recurrir a ardides pésimamente vistos por nuestro público, al que trató de sorprender pretendiendo que se indultara a un toro, el cuarto de la tarde, con el que armó una bronca, desorientó a los aficionados y puso en evidencia al Juez de Plaza... Señalamos lo anterior, porque el español, quien había estado bien, no a la altura de las condiciones del astado, bueno, con raza, de magnífico estilo, y prestándose extraordinariamente para el toreo, se dejó llevar, inicialmente, por los gritos de un sector, – mínimo éste – del público que, impresionado, consideró que el toro merecía el indulto. El de Linares volteó hacia el palco de la autoridad, y el señor Gómez Medina ordenó que debería matar al de Suárez del Real, y entonces Sebastián acató la orden del juez tirándose, pero pinchando en hueso, y fue ahí que consideró que había perdido las orejas, que el triunfo “que tanto necesitaba”, se le iba de las manos, y tras de torearlo nuevamente por lasernistas, “fabricó” e hizo su teatrito, ya que encarándose entonces a la autoridad, pidió que le tocaran los tres avisos reglamentarios, para que el toro fuera devuelto a los corrales... El público no se tragó la píldora, y abroncó al español, al que llevaron – su peón de confianza – las orejas y el rabo, tratando de hacer ver aquello como el indulto del toro concedido por el juez, pero sólo avivó las protestas y rechiflas en su contra, pues ¿“cómo pretende un torero que se indulte un toro después de haberlo pinchado”? y su actitud, su teatro, no fue enérgicamente sancionado, de ahí que señalamos que puso en evidencia a la autoridad... Tras de ese pinchazo, si bien volvió a torearlo, debería de haber intentado la suerte suprema, “y así debería habérselo exigido el juez”, para que diera muerte al astado en el ruedo, pero lamentablemente, sorprendió y esa es nuestra explicación, a la misma autoridad, ya que aceptando el pedimento del torero, hizo sonar el clarín hasta en tres ocasiones, y el toro volvió a los corrales...

De allí la corrida se fue por el despeñadero para el linarense, que cada vez que salía del burladero de matadores, era objeto de fuertes rechiflas.

Comentarios posteriores

Por esas fechas, el periodista Agustín Morales Padilla era redactor del diario El Sol del Centro. En la misma fecha de la crónica del festejo – 7 de febrero –, publicó un artículo titulado ¡Basta ya!, en el que hace una serie de reflexiones sobre lo sucedido en la corrida del día 5. Del mismo extraigo algunas de ellas:

Porque el desprecio al Reglamento taurino se ha costumbre inveterada. Porque el espectáculo se está manejando soslayando, muchas ocasiones, el interés del aficionado... es que decimos: ¡Basta Ya!... Acontecimientos como el que suscitó la insolente actitud del torero español Sebastián Linares, el último lunes, jamás deben repetirse en una arena donde muchos diestros han escrito las páginas que les han valido su consagración firme y total, y en la que, también, otros muchos han tenido que pagar, por su honesta entrega a una profesión que exige responsabilidad y entrega, un tributo de sangre... Lo de “Palomo” Linares no alcanza, empero, calificativo. Más tampoco habrá que lanzarle toda la culpa, si bien se trata de uno de los muchos extranjeros que todavía nos siguen llegando poseyendo una mentalidad avasalladora. Al hispano lo empujó en primer término, ese su concepto erróneo de que se hallaba en tierra de conquista. Y lo impulsaron, también: su apoderado y cuadrilla; el empresario González, que insultó ostensiblemente al juez; el ganadero Suárez del Real y un pequeñísimo grupo de beodos... Sabían ellos claramente que el indulto del astado era improcedente, porque el bicho, aunque suave y de buen estilo, pasó con un solo puyazo y no humillaba totalmente. A pesar de ello y no obstante la airada protesta del público, Linares fue varias ocasiones al pie del biombo y faltó a la autoridad del juez, al que ordenó, no pidió, el regreso del toro a los corrales, cuando en definitiva se negó a éste la gracia del conservar la vida, por una boyantía suprema que no poseía... La autoridad tuvo también su culpa en que el sainete se prolongara, pues contemporizó con el español, en lugar de aplicarle un severo correctivo económico y, en caso de persistir, ordenar su detención policiaca... Como epílogo de este bochornoso acto, Linares declaró ayer, con inconcebible cinismo, que la de Aguascalientes había sido la faena de su vida y que lamentaba que no la hubieran entendido ni el juez, ni el público que lo abroncó. Menos mal que estas han sido las últimas palabras en la existencia taurina – en México –, de Linares, quien curándose en salud, ha señalado que no volverá a ruedos aztecas... Pero en fin, dejemos aparte a esta pésima caricatura de “El Cordobés” y volvamos a lo que decíamos al principio. El Reglamento no puede continuar siendo letra muerta, porque a la autoridad corresponde velar por el interés del público. No olvidemos que es un espectáculo sumamente caro y eminentemente productivo para la Empresa, lo que otorga un derecho especial al aficionado para exigir más y mejor... Basta ya, repetimos, de deshonestidades para con una afición cuya nobleza conmueve…

Lo que después sería

Palomo Linares se fue de México tras de esa corrida y no volvió a México sino hasta 1993 para torear dos corridas que tuvieron carácter benéfico. Las dos fueron mano a mano con Eloy Cavazos. La primera fue en Querétaro el 25 de septiembre, con toros de Fernando de la Mora y llevando por delante al rejoneador Luis Covalles y la segunda en Aguascalientes, al día siguiente con toros de Arroyo Zarco.  También me tocó presenciar esa corrida. Desde entonces, no ha vuelto a torear en nuestro país.

Por su parte, Manolo Martínez sufriría algo más de un año después - el 3 de marzo de 1974 -, la cornada más grave de su vida – 2 trayectorias, 34 y 24 centímetros, con sección de las arterias femoral y safena –, del toro Borrachón de San Mateo, en la Plaza México, en tarde que alternó con Mariano Ramos y José María Manzanares. Una cornada que muchos afirman que marcó un antes y un después en la carrera del torero de Monterrey, pero que no le impidió escalar la cima de la torería de su tiempo.

Espero que esta larga remembranza les haya parecido interesante.