domingo, 28 de febrero de 2010

Una estampa del pasado (IV)

El ganadero y los toros de lidia

Ha corrido por toda España la noticia inverosímil de que el acaudalado D. Faustino Udaeta, ha resuelto deshacer su acreditada ganadería y convenirla en vacada de reses mansas con destino al matadero público, en vista del mal juego que dieron sus toros en la Plaza de Madrid el día 13 de mayo; y, francamente, como aficionado admirador de la brillante historia de los toros de Freire, Torre y Rauri y Miura, no puedo menos de considerar aquella resolución, si es cierta, como impremeditada y de escaso fundamento; porque si todos los dueños de ganado bravo que saliese manso un día o dos al año, tomasen tal determinación, ¡adiós corridas de toros! Por fortuna, paréceme que no hay que abrigar semejante temor, si entra la reflexión en el asunto; que ahora, como antes y como siempre, no se compran las ganaderías sólo por hacer alarde de riqueza, sino también por afición, por el placer que a los dueños proporcionan las faenas de campo; los mil accidentes de la crianza de los becerros, y cuidado que en todas épocas hay que emplear hasta verlos en completo desarrollo y aptitud para la lidia, y por la satisfacción que justamente ha de causarles ver en los Circos sobresalir sus reses entre otras, dándoles honra y provecho.

Una ganadería que tiene el origen que antes he dicho; una divisa de ochenta años de antigüedad, y unos recuerdos se han lidiado, no puede, no debe desaparecer. Si tal hace el Sr. Udaeta, mostrara más afición a otro género de utilidades, que a las lidias de toros bravos; acreditará que compró la vacada como negocio mercantil, y no como aficionado; y que al menor revés que experimenta, cambia de rumbo, importándole tanto el titulo de ganadero de reses bravas, como el de tratante en bueyes. Si tal determinación fuese cierta, irrevocable, no habría palabras para calificar al Sr. Udaeta, a quien he creído hasta ahora un buen aficionado y un entendido criador de toros de lidia; y desde luego haría dudar “de su afición y de su inteligencia”, si la realizase sin reflexionar maduramente.

No demuestra una ni otra quien, rompiendo un pasado de mucha nombradía, lanza al ruedo los toros que presentó en la corrida del 13 de Mayo, que no eran, a los ojos de un conocedor práctico, ni de buen trapío, ni de esas condiciones exteriores que a primera vista hacen concebir esperanzas de bravura. Que eran grandes y estaban gordos y bien criados: ¿y qué? gordos, y grandes, y limpios, y lustrosos, llevan carretas algunos bueyes murcianos, que da gozo ver por las calles de Madrid, haciendo comprender que a unos y a otros se les alimenta bien, hay esmero en atenderlos, y no se escatiman gastos; pero no es eso únicamente lo que exige el toro de lidia, cuya bondad se aprecie por su forma estética.

Aparte de la sangre de casta, que en su mayoría es indispensable para que dé buen resultado al lidiarle, y esa la tiene su ganadería; además de la mayor bravura que en las tientas acredite, si se hacen escrupulosamente, lo cual dudo, bueno es atender a otras particularidades que distinguen al toro fino del basto; de esta clase fueron la mayor parte de los lidiados el día 13, puesto que tenían patas gruesas, vientre abultado y cuerna blanca, señales todas de haber embastecido una casta que fue tan fina, y prueba evidente de que para ser ganadero de toros se necesita algo más que dinero. De cien reses que se aparten con esas señales, noventa resultan en la lidia bueyes mansurrones; y precisamente acontece lo contrario cuando se presentan finos de estampa o lámina.

¿Sabe el Sr. Udaeta cuáles son los signos distintivos de un buen toro fino y de lidia? Pues voy a decírselos para que si no destruye, como no debe destruir, su ganadería, los tenga presentes; y si los supo y los olvidó después, los aprenda nuevamente, así como algunos aficionados que llamaron de buen trapío á los bichos del día 13, sin saber lo que decían.

El toro de lidia ha de tener cabeza medianamente voluminosa, algo acarnerada, pero no estrecha; antes al contrario, debe ser ancho el testuz, en proporción a la misma; hocico pequeño; ojo saliente, vivo y brillante; cuernos bien colocados: ni muy altos ni muy bajos, ni estrechos ni anchos en demasía, verdinegros y no blancos; oreja pequeña y muy movible; cuello flexible, corto y redondo; pecho no muy ancho y profundo; vientre recogido; ancas ligeramente elevadas; dorso marcado, pero lleno; lomos rectos, cola alta, fina y prolongada, hasta pasar los corvejones; extremidades anteriores, o sean los brazos rectos y delgados; las posteriores casi rectas; los corvejones bien pronunciados; las cuartillas de los cuatro remos, más bien largas que cortas; pezuñas casi redondas, recogidas, bien hendidas, elásticas y del color de los cuernos, muy obscuras o negras; buenos aplomos, y los órganos de la generación normalmente constituidos y bien desarrollados; y en cuanto al color de la piel o capa, siempre aparecerá más agradable a la vista el obscuro que el claro, y el berrendo que el sardo, salinero, etc.

Un toro de esas condiciones, en completa libertad dentro del Circo, donde los rayos del sol sobre su piel la hagan aparecer fina y brillante, como la de un buen caballo limpio con braza y cepillo, rara vez es manso; un toro así, de movimientos rápidos, enérgicos y muy desenvueltos, con los órganos de sus sentidos muy desarrollados, especialmente los de la vista y el oído, es un ejemplar magnífico, cuya presencia en el redondel excita la admiración de los espectadores, haciéndoles concebir desde el primer momento esperanzas de su bravura. Hasta los más refractarios a nuestra incomparable fiesta, no pueden ocultar su asombro al contemplarle, al observar su gallardía y arrogancia, y al considerar que sólo en España, y nada más que en nuestro privilegiado suelo, se crían al aire libre esos ejemplares tan hermosos, tan fieros y tan valientes como nobles.

J. Sánchez de Neira

Pregunto:

¿Habrá quien a un siglo y tres lustros vista, de cualquier lado del Atlántico, tenga la dignidad de hacer lo mismo que el señor Udaeta ante un desastre cómo los por él sufridos?

domingo, 21 de febrero de 2010

Sois la ocasión de lo mismo que culpáis...

Se la van a cargar…

Hace algunos años, no más de diez, creo, un sorprendido y molesto Enrique Ponce declaraba entrebarreras, con cierto aire doctoral, a un entrevistador de la televisión mexicana en el transcurso de una corrida del 5 de febrero, tras de llevarse una fuerte bronca por su imposibilidad de realizar algo parecido a una faena al impresentable inválido que le había salido por la puerta de toriles, que de mantenerse esa actitud por los públicos mexicanos, nos íbamos a cargar la fiesta, como ya había sucedido en algunos lugares de España… y agregaba que la exigencia de un toro de mayor presencia y más raza que el que se acababan de llevar las mulillas, era en detrimento del espectáculo y de los intereses de todos.

Siento mucho no haber tenido la precaución de haber guardado en vídeo la corrida de mérito o de haber conservado el recuento periodístico del exabrupto del torero valenciano para precisar la fecha y algunos detalles más de esa ocasión, pero me resulta evidente que es su criterio en lo que a la presencia y selección del ganado se refiere, el que se aplica, en lo que al menos teóricamente es la primera plaza de América.

Las distintas varas de medir

Esta temporada 2009 – 2010 en la cual su compadre y supuesto socio, Rafael Herrerías volvió a ser desde el inicio la cabeza visible de los asuntos de La México, se advierte que existen dos varas de medir. La primera, que comprende a los toreros que prácticamente están en el paro y que tienen que salirle a corridas de toros bien comidas, con su edad aparente. Toros duros dirían algunos, a los cuales, los nombres más rutilantes del firmamento taurino, no osarían ponérseles enfrente, creo que ni asados con patatas. Esos toros dan pocas opciones cuando no hay sitio, por lo que las oportunidades dadas con ellos, no son tales.

Pero si se es alguien, se puede aspirar a un trato distinto. Un ejemplo reciente de ello, es lo que sucedió con el niño de Pedro Gutiérrez Moya, El Niño de la Capea. Para su primera aparición en el Coso de Insurgentes, estaba programada inicialmente una seria corrida de San Marcos. La oportuna intervención de su progenitor consiguió que la mitad del indeseable encierro fuera sustituido por cuatro chivos de Carranco y eso que el Capeíta no pinta nada ni aquí, ni allá, pero ser hijo de…, como contar con cierta tarjeta de crédito, tiene sus privilegios y eso le valió ser tratado de manera distinta a los desheredados. Al final, los sustitutos no le dieron opciones y la benévola orejita que se llevó ese día, la cortó al toro que no quería. Lecciones que da la vida.

El remedio y el trapito…

Tras de que no terminaron de cuajar los que habrían de ocupar el sitio que dejó vacante Manolo Martínez a mediados de la década de los ochenta, se reinició la contratación de toreros hispanos para variar la conformación de los carteles de las temporadas grandes de la capital mexicana. A la llegada de Enrique Ponce y con la posterior alternativa de El Juli, se inició la etapa de las manías, que coincidió con la escasez de toreros nacionales para hacerles frente, pues solamente contábamos aquí con Zotoluco para darles la cara. A José Tomás no lo menciono, pues Herrerías en esos tiempos no lo contaba entre sus opciones para armar sus temporadas.

También estaba Pablo Hermoso de Mendoza, pero con un capital más limitado, pues el toreo a caballo es una vertiente de este arte que no ha penetrado a profundidad en la afición mexicana por una parte y por la otra, dada la reticencia del estellés a alternar con rejoneadores mexicanos, resulta complicado colocarlo en carteles variados en una misma temporada, por eso Pablo Hermoso de Mendoza trae su propia fiesta en toda la República Mexicana.

Herrerías – y su quizás alter ego Ponce – discurrió por esos días que para llenar la mega – plaza, la solución era programar a dos de los toreros de la manía con uno de los nuestros y buscó fórmulas para burlar tanto los Estatutos Sindicales de la torería mexicana, como la Ley de Espectáculos del Distrito Federal obteniendo victorias pírricas, pues al final de cuentas no pudo justificar los medios empleados y tampoco pudo exponer con ecuanimidad y claridad las razones reales que le empujaron – aparte de las meramente comerciales – a presentar carteles así, dado que lo único que alcanzaba a balbucear era que eso era lo que a él como empresa le convenía y punto. Quizás, si hubiera recurrido a las razones de la historia y a los hechos recientes, hubiera acogido para sí el favor de la opinión pública, pero los bravucones siempre acaban perdiendo, porque antes de reflexionar se enojan.

Pero su intento no quedó en balandronada. Al final de cuentas, la Asociación Sindical de toreros mexicanos, la Asociación de esquiroles que Herrerías formó y la Asociación de Empresarios hicieron un convenio mediante el cual, en determinadas plazas y en determinadas circunstancias, se podrían dar corridas de toros con mayoría de toreros extranjeros en el cartel, es decir, se admitió la fórmula Herrerías, aunque no fuera aplicable en la Ciudad de México, por impedirlo la Ley de Espectáculos Públicos allí vigente.

Así, en Aguascalientes, Monterrey, Guadalajara, Juriquilla, León y alguna otra plaza y feria, se pueden ofrecer una cantidad limitada de festejos en esas condiciones. La información se puede leer aquí y aquí. Así pues, obtenida la aquiescencia para la fórmula Herrerías, se pensó que los males de nuestra fiesta estaban remediados per sécula.

¿La maldición gitana?

En el fondo, resulta que el punto de busca estaba en otro sitio, precisamente en los toros que se ponía a lidiar a los maniáticos en las principales plazas de México. Si en lugar de recomendar a esos diestros (con Ponce y El Juli a la cabeza de la fila) el lidiar ganado de vacadas que se distinguen por su borreguez, quizás este asunto no nos estaría ocupando. Si revisamos corrida a corrida lo que lidiaron esos artistas, tanto en sus comparecencias en la gran plaza, como en las listadas antes, veremos primero, que eran en su mayoría reses que no eran de recibo en un festejo anunciado como corrida de toros y por el otro, que en lo que a comportamiento se refiere, no fueron precisamente bravas, sino todo lo contrario.

Xajay, José Garfias, Barralva (lo mexicano), Reyes Huerta, De Santiago, Montecristo, Mimiahuápam, Begoña, Vistahermosa, Bernaldo de Quirós, etc., son una parte de los hierros que han pasado por las espadas de esos conspicuos miembros del escalafón taurino y si verificamos crónica a crónica, vídeo a vídeo, podremos constatar que la suerte de varas fue un simulacro y que de todo lo que salió por toriles, difícilmente podremos armar un toro de lidia auténtico, sino solamente, algo que se les parece. Hace ya algunos ayeres escribió don José Sánchez de Neira:

…Que eran grandes y estaban gordos y bien criados: ¿y qué? gordos, y grandes, y limpios, y lustrosos, llevan carretas algunos bueyes murcianos, que da gozo ver por las calles de Madrid, haciendo comprender que a unos y a otros se les alimenta bien, hay esmero en atenderlos, y no se escatiman gastos; pero no es eso únicamente lo que exige el toro de lidia, cuya bondad se aprecie por su forma estética… Aparte de la sangre de casta, que en su mayoría es indispensable para que dé buen resultado al lidiarle… además de la mayor bravura que en las tientas acredite, si se hacen escrupulosamente, lo cual dudo, bueno es atender a otras particularidades que distinguen al toro fino del basto… De cien reses que se aparten con esas señales, noventa resultan en la lidia bueyes mansurrones; y precisamente acontece lo contrario cuando se presentan finos de estampa o lámina... (La Lidia, Año XII, Núm. 14, Madrid, 24 de junio de 1894)

 
El problema es cuando les sale a esos toreros un toro bravo, como el de la maldición gitana. Ya vimos el pasado 5 de febrero que tanto Rafael Ortega como Sebastián Castella tuvieron uno en sus manos y seguramente fue tal su sorpresa, que no supieron qué hacer con ellos, más que tratar de hacerlos ver mal. Orteguita fracasó en su intento, terminando abroncado y en la enfermería y Castella, más avezado, medio metió en el garlito al feriante público asistente a La México, que se quedó con la duda cuando el cinqueño no se tragó las dosantinas que el franchute le quiso endilgar como a los borreguetes que de ordinario enfrenta allí, algunos creyeron el cuento del toro malo, pero no todos. Lo paradójico del asunto es que hoy en día cuando sale el toro bravo o no se sabe qué hacer con él, o no se le quiere ver. ¡O tempora, o mores!

Por las afueras

Se pensó que la fórmula Herrerías sería la superación de lo sucedido en México y así en Guadalajara y Juriquilla se programaron corridas en las cuales El Juli y Castella iban en el mismo cartel con un torero mexicano. El resultado final de ambos festejos, celebrados en la vecindad del 5 de febrero, fue un fracaso casi absoluto, salvado por toritos de regalo, pues los bueyes apartados por los veedores de los toreros no caminaron, tuvieron que jalar de los sobreros para tratar de compensar las pérdidas de tardes de entradas caras y resultados nulos.

Así pues, ¿somos los que pedimos el toro íntegro y bravo los que nos cargamos esta fiesta? Creo que no. En la medida de lo que cabe y aplicándola al caso, hago una mala paráfrasis de la Redondilla de la inmortal Sor Juana Inés de la Cruz, que viene como anillo al dedo a estas cuestiones (la versión original y completa se puede consultar aquí):

Taurinos necios que acusáis
a la afición sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis…

Espero haberme hecho entender.

domingo, 14 de febrero de 2010

Relecturas de invierno II: Cornadas al viento

En Cornadas al viento nos vamos a encontrar con una parte sustancial de la historia de la ganadería de La Punta. Pero no anticipemos vísperas. No es esa historia manida que nos habla de los toros y las vacas que El Pasmo de Triana le consiguió a don Francisco y a don José C. Madrazo y García Granados en las ganaderías españolas de Campos Varela y Gamero Cívico y que según su propia confesión, en tanto las embarcaba a tierras mexicanas, el cuidado de esos ganados le fascinó tanto, que acabó por hacerse ganadero él mismo.

La historia que recogió mi amiga Carmelita Madrazo (Aguascalientes 1940 – Guadalajara 2007), es la narración de su madre, doña María Luisa Solórzano Dávalos, esposa del ganadero don Francisco Madrazo y hermana de los toreros Jesús y Eduardo Solórzano, es la que se cuenta en el libro y es más bien la relación de los hechos que son concomitantes a la crianza de los toros y a la forma de vivir la vida en una ganadería mexicana de toros de lidia.

La narración de Cornadas al viento transcurre entre 1932 y 1959 y recoge una buena cantidad de las incidencias del diario vivir en una unidad de producción agropecuaria en la que, si bien la parte pública de su ser era la crianza de toros de lidia, su viabilidad económica se sustentaba en otro tipo de actividades como la crianza de ganado lanar y la siembra de distintos granos, porque a diferencia de otros lugares, en un clima semidesértico como el de la zona en la que La Punta se ubica, requiere diversificar las actividades para hacer viable las explotaciones.

Las vivencias contadas por doña María Luisa Solórzano a su hija y recogidas en  el libro, cubren las relaciones interpersonales y familiares de los ganaderos de La Punta con los habitantes de la Hacienda y contiene una interesante descripción de cómo era la vida en Aguascalientes y su región circundante en una época en la que a diferencia de la actual, toda la actividad económica descansaba en los talleres de los Ferrocarriles Nacionales (hoy extintos) y en la agricultura.

También presenta la visión desde dentro del hogar de la asimilación del éxito. Sobre todo cuando en ese tiempo se tuvo la única ganadería que lidiaba en su totalidad ganado de sangre española pura, mismo que era reclamado por los principales toreros y empresas de ese tiempo y que al paso de los años, sería considerada con una de las casas fundacionales de la ganadería de lidia en México.

Es este uno de los pocos libros, si no es que el único, en el que abandonándose algún criterio de corrección política, se aborda el tema de la influencia de la Reforma Agraria en la crianza del toro de lidia en México y en muchos otros textos se omite simplemente el asunto, ella toma el toro por los cuernos y relata el daño que desde su punto de vista, cree que hizo a La Punta y a la ganadería mexicana en general, dejando un principio de análisis que está aún por hacerse a profundidad y que puede arrojar interesantes respuestas a interrogantes que se plantean desde hace décadas.

Los toreros que pasaron por la casa de La Punta, los visitantes ordinarios, las fiestas, como se vivía la Semana Santa, quienes eran los dueños de las fincas vecinas y a que tipo de labores se dedicaban, recordando siempre que fueron parte del Mayorazgo Rincón Gallardo, que tuvo su sede en la Hacienda de Ciénega de Mata, ubicada a corta distancia de allí.

En el epílogo de la obra doña María Luisa Solórzano Dávalos refiere lo siguiente:

…Paco falleció a la edad de 73 años. Había nacido el 11 de septiembre de 1886, y a las pocas horas del dia 12, cuatro años después, nacía su hermano Pepe. El sepelio de Paco fue el 11 de febrero de 1960, y al comenzar el día 12, nueve años después, moría Pepe.

Mis 30 años de vivir a su lado y en La Punta, van unidos y arrullados con el bramar de los toros, el relincho del caballo, el balar de los borregos y sobre todo, con las lágrimas de mis recuerdos.

Siendo ya viuda, fuimos invitadas a un día de campo en La Punta, las madres Teresianas Petra Ayerra y Aurelia de Moratín, dos españolas simpáticas y sumamente inteligentes que gustaban de los toros. Había tienta, y ellas felices con el terceto de guapos que eran mi sobrino Chucho, Currito Rivera y Paquirri. En esa ocasión yo fui como invitada a la que había sido mi casa.

Estando en la placita de toros, mi hija comentó:

Al estar en la placita de toros, vi los hermosos árboles que daban una sombra refrescante y acogedora. Sus enormes ramas cubrían el callejón y un tercio del redondel.

Ahora también dan sombra esos mismos árboles, pero la sombra que antes se veía esplendorosa, ahora se ve sombría. Antes, en La Punta había señorío. Ahora solo hay soledad.

La historia concluye allí y es una de esas que merecen ser leídas y contadas. Hoy La Punta pertenece a otras personas y las historias que allí se formaron siguen siendo parte de la memoria colectiva. Aquellos toros punteños serán siempre el paradigma del toro bravo y bien presentado, en suma el toro adulto, no adulterado.

Cornadas al viento
C. Madrazo
Editorial Emprendedores Universitarios – Secretaría de Cultura
Gobierno del Estado de Jalisco
Guadalajara, 2005
ISBN 970 – 624 – 405 – 0

viernes, 5 de febrero de 2010

La corrida del 5 de febrero, una tradición quinceañera (Anexo gráfico)



Un nuevo escenario, originalmente planteado para 50,000 espectadores



Luis Castro, El Soldado mató el primer toro en el ruedo de la Plaza México, Jardinero número 33 de San Mateo


Manolete cortó la primera oreja en el nuevo escenario a Gavioto, número 55 de San Mateo


Luis Procuna fue el primer diestro mexicano en cortar una oreja en La México a Gallito, número 14 de San Mateo 


Anverso del programa de la triunfal corrida del 10º Aniversario. El Ranchero Aguilar cortó el rabo a Motorista y Joselito Huerta a Viajero (toro de regalo), ambos de La Laguna


Reverso del mismo programa. Don Aurelio Pérez Villamelón recopiló las principales efemérides de esa primera década


La corrida de 1979 marcó la única presencia de Manolo Martínez en estos festejos y el primer toro indultado en ellos, Simpatías de Reyes Huerta, por Cruz Flores


En el festejo de 1993 confirmó El Quitos, torero de Aguascalientes y hoy representante de Joselito Adame

 

En 1996 La México se convirtió en una Cincuentona Monumental, ese día se corrieron 10 toros.


En 2005 El Juli obtuvo el segundo indulto en estos fastos, el de Trojano de Montecristo


Joselito Adame fue herido el 2 de febrero de 2008 en Encarnación de Díaz y fue sustituido por Humberto Flores. José Tomás aparecía por primera vez en estas festividades

La corrida del 5 de febrero, una tradición quinceañera.

Hace 64 años...


El día 5 de febrero tiene una significación especial en México, pues tiene méritos políticos, religiosos y taurinos para ser observados. En el primero de los casos, representa el aniversario de la promulgación de la Constitución Política de 1917, considerada por algunos de sus estudiosos como la primera Constitución Social del mundo, dado el contenido de sus artículos 27 y 123, que en su origen representaron la elevación, a la más alta categoría legal, de las conquistas de las clases campesina y obrera tras del conflicto armado que se iniciara en 1910.

Para la religión católica representa la fecha apartada en el calendario religioso para venerar especialmente al primer mexicano elevado a los altares, San Felipe de Jesús, mártir misionero en Oriente, de quien se dice que al morir en olor de santidad, hizo reverdecer una higuera que tenía años de estar seca, según premonición de una empleada doméstica de su hogar paterno.

Y en lo taurino, el 5 de febrero tiene una significación especial también, pues en el que correspondió al año de 1946, se inauguró la Plaza de Toros México, en la Capital de la República, siendo por su capacidad, la más grande del mundo.

Mucho, yo diría que casi todo se ha escrito sobre esa primera corrida de toros en lo que se afirma es también la plaza de toros más cómoda del mundo, tanto desde el plano puramente histórico, como desde el anecdótico, pues es innegable el hecho – más para mal que para bien – de que en este país, es la única plaza de toros que da y quita, ha concentrado la atención de quienes en alguna manera hemos abordado temas relativos a la historia taurina de México en el siglo XX y lo que va del XXI, dada la trascendencia que tienen los triunfos o fracasos allí verificados.

Son cuando menos dos los motivos que me impulsan a escribir esto. En primer término, cito la afirmación de Heriberto Murrieta en la transmisión televisiva del festejo correspondiente al año 2003, en el sentido de que la tradición de festejar el aniversario de la plaza es relativamente reciente y en segundo lugar, la posibilidad de responder a la pregunta que hiciera en esa ocasión el entonces novillero Adán Mejía en una sesión del Centro Taurino México España, en el sentido de saber qué toreros de Aguascalientes habían actuado en esa fecha, antes de que el paisano José María Luévano lo hiciera en la correspondiente a ese mismo año.

Las corridas del 5 de febrero

Aunque parezca extraño, la corrida del 5 de febrero ha cobrado carta de naturalidad a partir de 1995, que es el año a partir del cual se organiza con regularidad anual. Hace apenas quince años entonces, que se puede considerar a este festejo como un acontecimiento fijo en la llamada Temporada Grande del coso de Insurgentes y en la temporada taurina de México.

Tan es así, que en el año de 1964 en lugar de celebrarse el aniversario de la Plaza México, la corrida del 5 de febrero se dio en el hoy extinto Toreo de Cuatro Caminos. En efecto, ese día, que fue miércoles, se acartelaron Antonio Velázquez, César Girón y Pedro Martínez Pedrés para lidiar toros zacatecanos de San Antonio de Triana, que muy encastados, dieron pocas opciones a sus matadores. El valentísimo Pedrés regaló un séptimo de Santo Domingo que le infirió una cornada grave en el vientre y tras de que Corazón de León despachara el regalito, le fue llevada una oreja al albaceteño a la enfermería.

Tan es así, que en los sesenta y cuatro años que hoy cumple la plaza, solo se han dado veintiséis corridas en la fecha, mismas que son las siguientes:



Si se observa, aparte de las corridas sucesivas a partir de 1995, solamente en 1946 y 1947 y entre 1991 y 1993 se ligaron festejos en años seguidos. En cuanto al día de la semana en que estos se celebraron, si mis cálculos no fallan, 7 han sido en domingo (50, 56, 61, 67, 84, 95 y 2006); 4 en los días lunes (79, 96, 01 y 2007), martes (46, 91, 02 y 2008) y miércoles (47, 92, 97 y 2003); 3 en jueves (98, 04 y 2009) y viernes (93, 99 y este 2010) y 2 en sábado (2000 y 2005) confirmándose en buena medida la idea inicial de Heriberto Murrieta de que originalmente solo se daban toros el 5 de febrero cuando era domingo, costumbre que se abandona hace apenas quince años.

Las ganaderías

La materia prima de la fiesta es el toro y de los carteles ya relacionados, obtenemos que son 25 las vacadas que han enviado sus toros para ser lidiados en la hogaño tan señalada fecha:



Los toreros

En las 26 corridas ya celebradas que reseñamos, han actuado 55 toreros de a pie, de los que 35 son mexicanos; 11, españoles; 2 colombianos (Joselillo de Colombia y César Rincón); un portugués (Paco Mendes) y un peruano – argentino (Rovira), destacando por el número de sus actuaciones:



Los caballeros en plaza también han tomado parte en corridas del 5 de febrero. El primero de ellos fue el jerezano Álvaro Domecq Romero en 1979, le sigue Ramón Serrano, que ha actuado 2 tardes, la de 1991 y la de 1996, después viene José Antonio Hernández Andrés, en 1993, Giovanni Aloi en 1998, continúa esta cuenta el estellés Pablo Hermoso de Mendoza con actuaciones en 2000 y 2004 y cierra esta relación Enrique Fraga en 2005. Aloi y Hermoso de Mendoza mataron dos toros en sus actuaciones, mientras que los demás, enfrentaron solo uno.

Los trofeos

Mucho se ha escrito sobre el valor intrínseco de los trofeos. Algunos los califican de retazos de toro que no reflejan el valor real de las hazañas de los hombres vestidos de seda y alamares. A despecho de esas opiniones, las que comparto en cierta medida, las orejas y los rabos que se otorgan a los toreros son hoy en día, un parámetro indispensable para muchos, en la medición del éxito de un festejo taurino.

La primera oreja que se cortó en un 5 de febrero fue también la primera que se cortó en la México y fue la que Manolete obtuvo por su faena al segundo de la tarde, Fresnillo, de San Mateo, en la corrida inaugural. En total se han cortado 68 orejas y 7 rabos, mismos que se han repartido de la siguiente manera:



Aquí vale hacer notar que destacadas figuras de los ruedos, como El Soldado, CaganchoJesús Solórzano, Calesero, Rafael Rodríguez, Antoñete, Manolo Martínez, Curro Rivera, Armillita Chico, Roberto Domínguez, Joselito y José Tomás se han ido con la espuerta vacía en las actuaciones que tuvieron en este tipo de corridas.

Toros de regalo

En los últimos años se ha vuelto casi mandatorio que en la corrida del 5 de febrero se corran toros de regalo en la Plaza México. En el pasado reciente, queda la impresión de que se ha abusado de este recurso, sobre todo si se considera que entre 1992 y 2006 se jugaron una docena de ellos, y de éstos, 5 en dos corridas (96 y 03) aunque en totalidad, son 14 los toros lidiados en estas condiciones y el éxito con ellos, reflejado en trofeos, ha sido más bien relativo, pues solo con 4 de ellos se han obtenido apéndices, según se puede ver enseguida:



La realidad es que satisfecho el prurito de Enrique Ponce por cortar un rabo en la Plaza México, parece ser que se acabó la moda del torito de regalo en la corrida del aniversario.

Otros fastos para recordar

El 5 de febrero ha representado para Luis Francisco Esplá en 1984, Roberto Fernández El Quitos en 1993 e Ignacio Garibay en 2000, el día de la confirmación de su alternativa y para Arturo Gilio, esa fecha del año de 1992, fue en la que fue investido como matador de toros por Roberto Domínguez. En el año de 1979 se indultó el primer toro que ha merecido ese honor hasta la fecha, Simpatías de Reyes Huerta, que le tocó en suerte a Cruz Flores esa tarde, asegundando El Juli en 2005 con el indulto de Trojano de Montecristo y se ha producido también una despedida de los ruedos, la de Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea, en el año de 1995, en el que realmente se inicia lo que hoy es ya una quinceañera tradición de nuestra fiesta.

Los de Aguas

Al inicio señalaba que uno de los motivos de este trabajo era el de saber que diestros de Aguascalientes habían actuado en esta fecha hoy señalada. De las relaciones anteriores, se puede deducir que la llamada Sevilla de América ha estado presente con 8 toreros en 10 oportunidades.

Abre plaza el Poeta Calesero, que actuó en 1950; le siguen El Volcán Rafael Rodríguez, en 1961; Manolo Espinosa Armillita, en 1967; después Ricardo Sánchez en 1984, Miguel Espinosa Armillita Chico, en 1991, 1997 y 1999, Roberto Fernández El Quitos en 1993, José María Luévano en 2003 y un sorprendente Arturo Macías en 2007, que llegó a esta corrida contra todos los pronósticos. De todos ellos, solamente Ricardo Sánchez, José María y Arturo han obtenido apéndices en esta clase de festejos.

Remate

A una importante mayoría de aficionados les disgusta la combinación de toros y números. En lo personal no soy muy afecto a ellos, pero en ocasiones como esta, nos sirven para encontrar nuevos significados a la historia de los acontecimientos, como en esta oportunidad, que nos reflejan desde un punto de vista bien determinado, lo que a través de los resultados ha representado la corrida del 5 de febrero en la plaza más grande del mundo, para la Historia del Toreo en México.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Una estampa del pasado (III)

Nihil novum sub sole...

Encontrado en el ejemplar de La Nueva Lidia, publicado en Madrid el 10 de mayo de 1886.



Nuestro Dibujo

Representa una de las escenas que con más frecuencia se repiten en la Plaza de Toros.

El público que asiste a las corridas de toros, promueve una bronca mayúscula por el menor motivo, teniendo casi siempre un resultado cómico.

Muy pocas son las corridas en las que no se promueven alborotos por parte de los aficionados con desenlace de estacazos o interviniendo los tranquilos agentes de la autoridad, que saben ganarse alguna silba por intentar conducir a la cárcel al individuo que con su temeridad acaba por desocupar a bastonazos a todo el tendido.

El reputado dibujante, Sr. Alaminos ha demostrado una vez más que sabe dar verdad a sus cuadros y reproducir las escenas difíciles de pintar.

La vista del circo desde una grada y la exactitud y soltura que a nuestra lámina acompañan, la hacen que merezca la atención de nuestros lectores, que han tenido ya ocasión de conocer las artísticas dotes que posee el Sr. Alaminos.
 

Quizás las motivaciones y las consecuencias de las broncas o mítines en las plazas de toros son distintas hoy en día, pero no dejan de ocurrir a casi siglo y cuarto de distancia. ¿Serán parte de la esencia de esta fiesta?